A través del espejo {Maekar, Sofia...}

Era una mañana preciosa como la mayoría de aquellas en Antigua, pero incluso más especial pues hoy mismo era la competencia que todo Poniente había estado esperando un día tras otro durante los años anteriores de invierno, una carrera tomaría lugar en las calles de aquella ciudad y la rosa del Dominio de verdad la estaba esperando con ansias, aún no se conocían los premios a los ganadores, pero estaba segura de que aquel sería un evento para recordar más allá de cualquier otro que la Corona pudiera organizar, en Antigua se habían reunido todos y cada uno de los mandatarios de aquel lugar. Rose había logrado un ligero desayuno temprano, seguido de las acciones comunes de sus damas de compañía para dejarla lista.

La terraza que le había sido dispuesta era un lugar justamente hermoso, la vista hacia las calles era espectacular y no tenía dudas de que fuera algo normal pues Lord Hightower desde que era su costumbre consentirla como si fuese su propia hija. Sus damas de compañía pronto acomodaron una mesa y algunas sillas para tomar un té como almuerzo, era una costumbre suya aquel gesto, incluso dejó una invitación extensiva para cualquiera que quisiese reunirse con ella, no tenía discrimine alguno por casa, más bien era su intención conocerlas todas y cada una, quería una mirada a través del espejo, más cercana para entenderles incluso más.

Se sentó con las manos ocupadas en su bordado, alisando las faldas de su vestido color marfil con detalles de flores en verde y dorado, esperando con simpleza por si alguien quería hacerle compañía en su mañana, sino, simplemente pediría compañía para salir a pasear antes de que la carrera diera comienzo para volver luego a su lugar correspondiente. Escuchó algunos golpes en la puerta detrás de ella, sonrió viendo a cada una de sus damas y asintió como si diera su consentimiento de que abrieran a quien estuviera esperando del otro lado. -Adelante.- musitó con esa voz melodiosa que le caracterizaba, levantando por fin la vista para ver quién le acompañaba, quién había decidido atender a su invitación.

Los festejos de la primavera aún estaban teniendo lugar en Antigua. Dos de las damas de compañía de Sofia le habían contado ilusionadas a la leona que durante aquel tercer día de fiesta iba a darse lugar una carrera por las calles de la ciudad, en la que participarían caballeros, los señores de Poniente y sus hijos, por lo que tenían que dar lo mejor de sí mismas para que la pequeña de los Lannister reluciese entre las demás. Esa necesidad de ser la mejor solo por el hecho de que un señor la eligiese para su hijo no agradaba mucho a Sofia, pero estaba acostumbrada a las intenciones de su padre de venderla al mejor postor, por lo que no le molestaba demasiado. La vida de una noble estaba hecha de apariencias, y Sofia era bien consciente de ello, por lo que no le costó dibujar en su rostro una dulce sonrisa que deslumbraba tanto como su vestimenta. Las damas de la de cabellos dorados la vistieron con un precioso vestido con el que su padre la había obsequiado. Era de color dorado, con flores bordadas en un tono más oscuro y ribetes de color escarlata, colores de su casa, como siempre que Damon Lannister quería que todos supiesen quién era su hija. A eso se añadieron discretas joyas de oro y rubíes. El conjunto hacia que Sofia pareciese un rayo de sol, deslumbrante y dorada, y así fue como salió a pasear por Antigua.

Las calles de la ciudad eran un hervidero de gente. Algunos empezaban a delimitar el recorrido que llevaría la carrera que tendría lugar en unas pocas horas, pero Sofia y las dos damas de compañía que habían salido con ella no tuvieron problema para circular cómodamente por la calzada. Al fin y al cabo, nadie hace ascos al oro Lannister ni siquiera cuando no se lo han ofrecido. Decir que no a Sofia era decir que no a Damon, y nadie quería eso. La leona caminaba con pasos gráciles, observándolo todo, cada detalle, cada ornamento, cada cinta decorativa. Nada escapaba de ser apreciado por ella. Pero fue un edificio el que captó su atención, más en concreto su terraza, ocupada por alguien a quien no esperaba ver. Estaba convencida de que su padre habría desaprobado lo que estaba a punto de hacer, pero una vez más, no le importó. Hizo una seña a sus damas para indicarles que la siguieran, y cruzó la calle, entrando después en el edificio en cuestión. No encontró dificultades a la hora de subir hasta el acceso a la terraza, siempre su instinto le había ayudado a orientarse bien, y una vez hubo llegado, llamó a la puerta con delicadeza y esperó hasta que una mujer le abrió. La había visto en un par de ocasiones, siempre con Rose. Fue a ésta a quien Sofia dirigió una sonrisa- ¿Puedo acompañarte? -señaló una de las sillas libres, y esperó respuesta. De ser otra persona no la habría tuteado, habría hecho gala de sus finos modales, pero tratándose de Rose, creyó que sobrarían.

La ciudad bajo su mirada parecía no parar de sorprenderle, había tenido siempre un lugar privilegiado en aquella ciudad pero ahora le parecía incluso más, podía ver los preparativos que se acomodaban en cada calle, en cada pequeño callejón para la que sería una carrera entre los grandes jinetes del lugar, sin duda la rosa esperaba ver competir a Ser Olyvar con su magnífica Nymeria, incluso a algunos otros lores más, no tenía idea de si su padre mismo competiría pero algo le decía que no era un evento que él quisiera perder así como cualquiera de los hijos de su tío Daemon, a final de cuentas era un deporte de hombres y por mucho que ella hubiera querido probar a Althea, sabía que aquel capricho no sería bien recibido, por lo que el día sería como cualquier otro para Rose, uno donde tenía que ser la perfecta dama, pero al menos no estaría sola en aquel extenuante trabajo. -No tienes ni que preguntarlo, siéntate, anda, que el día esta precioso para quedarse ahí en la puerta.- contestó con una sonrisa mientras una de sus damas tomaba el bordado que le había mantenido ocupada, levantandose un momento solamente para besarle la mejilla en un gesto de saludo.

Sonrió en espera de que Sofia tomara su lugar y sus propias acompañantes se mezclaran entre las suyas para preguntar. -Por poco más y no me encuentras, pensaba salir a pasear pero allá...-señaló la calle en donde la mayoría de los joyeros y perfumistas se encontraban. -esta cerrado por la carrera, ¿Tuviste problemas en tu paseo?.- preguntó con amabilidad, siempre manteniendo una expresión sincera, pura podría decirse pues no había mucho que la rosa ocultara tras sus espinas, era solo una chica más que entendía el mundo mejor que cualquier otro ciudadano pero tenía la decencia de quedarse callada. Con un simple gesto y una mirada sus damas prontamente pusieron un plato frente a ellas con algunos dulces, galletas, incluso pequeñas frutas para el deleite de las jóvenes damas, retirándose luego para cuidar de nuevo de la puerta por si alguien más había decidido acompañarles o simplemente por protección, aquellas dos mujeres valían más que todo el oro de Roca Casterly y Altojardín unidos, podría parecer.

Una dulce risa escapó de los labios de Sofia cuando escuchó a Rose instarla a sentarse con ella.- Llevas razón -asintió inmediatamente después y caminó con paso tranquilo hasta una de las sillas, sentándose finalmente frente a su amiga después de corresponder a los dos besos que ésta misma le había dado. Acomodó su vestido, alisándolo con las manos después, y miró a su alrededor. La terraza estaba preciosa. A sus dieciocho días del nombre, Sofia apenas había vivido días de primavera, pero había oído y leído sobre ellos, sobre la estación de las flores. Dotaba todo de un brillo especial, el aire tenía una nueva fragancia, y aquello se podía apreciar a la perfección en aquella terraza, perfectamente engalanada, aunque nada sobrecargado. Mantenía la sobriedad sin olvidar para quien había sido preparada. A todas las jóvenes nobles les gustaban las flores y los perfumes, y quien hubiese preparado la terraza para aquella velada matutina lo había tenido muy en cuenta.

Cuando la joven rosa señaló hacia el lugar por donde planeaba pasear, Sofia se alzó para poder ver bien. Podía apreciar desde allí gran parte de las calles de la ciudad, perfectamente engalanadas para la ocasión y muchas de ellas preparadas para la carrera, pero fue en los puestos de perfumes y joyas, brillando las últimas cuando el sol las alcanzaba. Sofia asintió cuando Rose le habló de cómo habían cerrado por la carrera. Era la parte mala de aquella tradición, pasear se hacía muy complicado, pero lo compensaría ver a los jóvenes de Poniente sobre sus caballos luchando por el título. Se giró de nuevo a su amiga al escuchar su pregunta- Ser una Lannister tiene algunas pegas -dijo en apenas un susurro, si su padre se enteraba de que iba haciendo tales comentarios, no iba a gustarle en absoluto- Pero a todos les gusta el oro. Si ponen trabas, basta con decirles que mi padre se lo compensará, aunque no sea así. Son increíblemente crédulos -dijo terminando con una risita.

Fue entonces cuando pusieron sobre ellas platos con dulces y fruta, la cual Sofia no dudó en probar. Se decidió por uno de los dulces de ronos rosáceos que llamó particularmente su atención- Mmm -dijo mientras masticaba, cubriéndose la boca con la punta de sus dedos- ¡Está delicioso! -sonrió mirando a Rose- ¿Todo esto iba a ser solamente para ti?

Muchas cosas le eran sencillas a Rose, una plática con amigos por ejemplo parecía ser de lo más sencillo que su visita a Antigua acarrearía para ella, después de todo lucir impecable no era siempre tan fácil. Observó con paciencia como Sofia hacia los arreglos para sentarse, sonriendole finalmente aunque su mirada se paseaba entre las finas lineas rojizas de su vestido y las flores que adornaban aquel lugar, aportando un colorido difícil de igualar. Sabía que al padre de su amiga le encantaría verle ahora, era una imagen que hasta la rosa podía reconocer que era digna de recordar, una lástima que no se pudieran guardar los momentos así. Dejó aquel pensamiento caer cuando su atención se vio centrada de nuevo en la leona. -Claro, resplandeces como una Lannister y todos se tiran al piso para ser tu alfombra.- bromeó en confidencia con ella, eran de las cosas que los grandes señores nunca escucharían. -Es sencillo seguramente.- accedió con total naturalidad, a final de cuentas ambas llevaban tantos días del nombre en ese mundo que no significaba demasiado.

Como si faltara algo más de color en la mesa, pronto sus damas les dejaron té y algunas cosas para picar, era la costumbre de la rosa así que todos la seguían. -Lo sé, he pedido que lo traigan de Altojardín, tantos días sin algo que picar no era sano.- comentó con una ligera risilla, era fácil para ella ser así. -¡No! por supuesto que no, te estoy compartiendo, ¿O no?.- soltó alzando una ceja un tanto divertida, la verdad era que si le dejaban demasiadas cosas de esas a su alcance, pronto dejaría de ser aquella esbelta chica para convertirse en un gran bombón relleno de azúcar en la sangre. Se distrajo de aquella imagen al escuchar unos golpes en la puerta, sonrió a sus damas en señal de que abrieran para ver quién estaba detrás, su sonrisa soprendida se dejó notar al ver a Maekar Targaryen del otro lado. -Por supuesto, cosas prohibidas a sus oídos, Ser.- bromeó indicandole que entrara, saludando con cierta familiaridad pero sin perder la compostura que siempre le había caracterizado, aún había lugar en aquella mesa y nunca estaba de más una charla entre la nueva generación de Poniente.

Sofia siguió con la mirada a una de las damas de Rose después de que dejase en la mesa té y otros alimentos que acompañasen a los ya servidos. La vio volver con las demás y colocarse perfectamente en una hilera, perfectamente atenta a su señora por si podía necesitarla. Por un momento en los ojos de la pequeña leona pudo vislumbrarse compasión, tanto por aquella doncella como por las que la acompañaban a ella misma. Era consciente de que no era una persona fácil de complacer, caprichosa en ocasiones y con cambios de humor, y aún así sabían cómo hacerla sentir cómoda, algo que admiraba. Admiración por unas sirvientas, ¿desde cuándo sentía Sofia cosas así? Echó un vistazo a las jóvenes y sonrió con delicadeza, antes de devolver su atención a la mesa y a su deslumbrante acompañante.

- Tendré que escaparme a Altojardín de vez en cuando, entonces -dijo divertida mientras asía la tetera y vaciaba parte de su contenido en una taza colocada delante de ella. Imaginaba la reacción de su padre al enterarse de que su pequeño tesoro y más valiosa moneda de cambio hacía visitas no oficiales a terrenos del enemigo. Montaría en cólera, y eso divertía sobremanera a Sofia, aunque no acostumbraba a demostrarlo ante el señor de Roca Casterly.

Un sonido distrajo su atención a medida que bebía de su taza, girándose entonces hacia la puerta, sonriendo complacida al encontrar al otro lado de ésta al menor de los Targaryen, a quien conocía de hacía años. Al igual que le sucedía con Rose, Sofia no sentía que fuese necesario hacer uso de sus más impecables modos cuando se trataba de Maekar, pero aún así mantenía la compostura, pues al fin y al cabo, una dama es una dama. Rio al escuchar las palabras del caballero, y dejó la taza sobre el diminuto plato que permanecía en la mesa.- Dispuesto a soportar tales cuchicheos, según veo -dijo alzando una ceja, con su sonrisa aún visible en los labios. Cortó una uva del racimo que tenía frente a ella y le dió un mordisquito sin apartar la vista de Maekar.

Muchas eran las personas que halagaban continuamente a Sofia, pero ella había aprendido a no confiar en los halagos de nadie, pues nunca se sabía con qué intenciones podían llegar o qué pretendían sacar con ellos. Ella misma era la primera que usaba piropos y palabras amables para ganarse el afecto de los demás con el fin de conseguir determinados propósitos. Pero en aquella ocasión se sintió realmente halagada, como siempre que era Maekar quien se las dedicaba. ¿Qué benficio ba a querer sacar de ella un miembro de la mismísima realeza?

- Eran confidencias femeninas, ser -contestó la rubia con una sonrisa, pese a que aquello de lo que hablaban no tenía una importancia demasiado significativa. Optó esta vez por un pastelito de crema, pasando después la lengua por sus labios para eliminar el exceso de ésta. En cuanto volviese a Roca Casterly, pediría unos como aquellos; estaban deliciosos.

- ¿Asuntos de estado? -preguntó curiosa, frunciendo el ceño observando a su amigo- ¿Será cierto que al fin las mujeres tengan algo que decir al respecto? -comentó antes de dar un nuevo bocado del pastel que sostenía en una de sus pequeñas manos. Nunca había estado de acuerdo en que los asuntos de estado fueran cosa de hombres, pues opinaba que las mujeres eran poseedoras de las mejores mentes, pero estaba convencida, pese a su pregunta, que aquel hecho no había cambiado de la noche a la mañana, así que fue a preguntar, pero la imagen del pequeño hurón de Maekar pudo más que sus dudas. Dejó el trozo de pastel que le quedaba sobre el plato pequeño que había bajo su taza de té, se agachó y lo subió hasta su regazo, poseída por su amor por los animales. Entonces sí preguntó, acariciando al animal.- Yo siempre estoy dispuesta a ayudar -dijo con fingida inocencia, mirando ahora al Targaryen- ¿Qué podemos hacer por vos?.

Detalles eran las cosas que la rosa más guardaba, tato en sus modales como en los demás, asi que una sonrisa siempre estaba presente en sus labios pues la realidad era que siempre estaba aprendiendo y simplemente, aquello le deleitaba, asintió ante las palabras de aquella joven de visitar su morada, aunque entendía a todas lucas lo difícil que aquello sería, ambos señores se pondrían a la defensiva, las únicas veces que tenían libres eran ls campos neutrales, como éste tipo de festividades.

Esperó a que el joven caballero se acomodara en la mesa con ellas, tomando un sorbo de té antes de poder contestar, alzando una ceja ante la pregunta a veces le parecía divertido aquel detalle. -Confidencias que nunca deberán ver la luz.- acordó como si fuera en realidad la gran cosa. Acomodandose el listón del cabello antes de escuchar atentamente sus palabras. -Al fin el oro deja de valer, Sofia, es el apocalipsis... mira que pedir ayuda en asuntos de estado... debes estar en un gran apuro, Maekar.- soltó Rose con algo de diversión tintando su tono, había cosas que simplemente n estaban hechas para mujeres y por más que ella o cualquier otra intentara cambiarlo, parecían nunca poder acomodarse. Observó como la leona acariciaba aquel animal, sonriendo ligeramente por ello, tomando un pequeño pastelillo de chocolate antes de unirse a la pregunta. - Si está en nuestras manos, colaboraremos.- accedió con un tono sutil, la realidad era que el mundo estaba en sus manos si lo pedían, por difícil que fuera aquel capricho, ignorando el hecho de que la rosa ayudara al dragón podría parecer... inapropiado para ciertas personas.

Sofia rio al escuchar las palabras de Rose, asintiendo ante ellas, completamente de acuerdo con lo que decía. Aunque no fueran asuntos de gran importancia, siempre la complacía que un hombre tuviese que pedirle algo a ella, una dama, más aún cuando se trataba de un caballero como Maekar, a quien escuchó con atención mientras les explicaba a ambas el motivo de su visita aquella mañana. En cierto modo le envidiaba, pues a ella le habría encantado participar en la carrera que iba a tener lugar por las calles de Antigua en tan solo unas horas, pero siempre había sabido cual era su lugar, y teniendo eso en cuenta, se sentía halagada porque uno de los participantes requiriese una prenda suya.

- Bueno -dijo Sofia encogiéndose levemente de hombros- Si Cuchilla también lo cree... -añadió con una sonrisa mirando al animal, que alzaba el hocico ante el aroma de los dulces y la fruta que había sobre la mesa. Ella lo acarició, instandole a quedarse en su regazo. No creía que las damas de compañía de Rose se sintieran muy complacidas si un hurón se hubiese paseado por la mesa.

Sintió entonces en sus manos un tacto diferente al del animal, descubriendo finalmente que se rataba de una de las manos de su dueño. Sofia correspondió a aquel gesto, aunque apartó sus manos para llevarlas hasta su cabello, brillante bajo el cáido sol de la primavera. Deshizo un lazo de color escarlata Lannister que lo sujetaba por las puntas y, sosteniendo la mano del caballero, anudó la cinta de nuevo, esta vez en su muñeca- Espero que os de la mejor de las suertes -le deseó con una sonrisa.

La explicación había requerido su total atención, y más aún, algo de su juicio, con las cosas en un hilo como estaban, no sabía si sería una ofensa a su padre y a sus creencias el hecho de que la menor de los Tyrell concediera su favor al hijo del que si mismísima tía consideraba su enemigo, la realidad era que la rosa estaba en una encrucijada, por un lado, si ella ofrecía aquella prenda podía calmar los ánimos que lucían todos los asistentes, dejando una apariencia más neutra, contenida incluso, y si no lo hacía, sería una de las mayores descortesías y Rose Tyrell nunca era descortés.

Vio de reojo los movimientos de la joven leona a su lado, soltando un lazo de su cabello, verde bordado con flores de oro, dejando que sus propios rizos cayeran sobre su espalda, sus damas después se ocuparían de acomodarlo de nuevo, mientras tanto, sus dedos gracilmente deshicieron el nudo, extendiendo frente así aquel lazo. Se percató de aquel efímero contacto entre el Targaryen y su amiga pero obviamente, no dijo nada, quizá luego le preguntara a Sofia sobre eso, no se quedaría sin su versión de la historia. Esperó su turno y anudó su lazo un poco más arriba que el de color carmesí, pensó que luciría mejor que si llevaba uno en cada muñeca, al ver el colorido que ambos lazos dejaban ver, le sonrió. -Y que los Siete vigilen su victoria.- apuntó, lanzandole a su amiga una sonrisa quizá de complicidad, el color de los Lannister nunca había estado unido así al de los Tyrell, y ambas estaban por jugarse más que un lazo.

Sofia aprovechó el momento en que su amiga obsequiaba a Maekar con su prenda para hacer unas cuantas carantoñas a Cuchilla, aunque sin perder de vista la escena. Había sido enseñada a tener ojos en todas partes, y siempre aplicaba bien lo aprendido. El hurón le recordaba a Sombra. Cómo extrañaba a su preciosa gata de color canela. Su padre no la había dejado llevarla en su viaje a Antigua porque, con sus palabras, "un animal es demasiado imprevisible", y claro, un Lannister no puede permitirse quedar mal por la espontaneidad de una revoltosa gatita. Suspiró recordándola, y acarició el hocico del animal con el dedo índice, sonriendo, antes de volver a la escena que se estaba dando en la terraza.

La leona advirtió la mirada que su amiga le dedicaba y, con una sonrisa tímida, agachó la mirada algo avergonzada, elevándola de nuevo para mirar a Maekar en el momentó que el de ojos azules comenzó a hablar de nuevo. Sonrió alzando una ceja cuando le escuchó pedirles un beso, pero antes de que pudiese contestar alguien más entró en la terraza, Olyvar Martell. Una risa escapó de los labios de la dama escarlata al escuchar lo que decía- Sois muy amable -contestó complacida con cortesía- Espero que no nos estéis sobrevalorando -dio un surbito de su taza y volvió a dejarla en el lugar que ocupaba.

Si bien el tiempo volaba cuando se estaba en buena compañía, esta vez parecía haberse motivado aún más, las sonrisas se le iban como agua y su mirada se posaba en un millón de lugares distintos que mientras se formaban para la carrera, también dejaban ver algunos escondrijos de Antigua, eso era lo que había estado viendo segundos antes mientras sus cavilaciones internas de lealtad le hacían reflexionar, volvió su mirada al grupo, soltando una suave risa ante la petición de aquel Targaryen. -Pues...- comenzó a decir cuando sus palabras fueron cortadas por la intromisión de aquel personaje quizá demasiado conocido para la princesa de espinas, Ser Olyvar Martell.

-Escucha eso, Sofia, ahora somos algo así como hadas madrinas, hacemos que los caballeros vuelen.- expresó con diversión a su amiga, dejando que su mirada azulada se posara por algunos momentos en los ojos del Martell, después en los de su amigo de la infancia que parecía ocupado en alguna otra cosa, soltando un leve. -Aunque estoy segura de que el dragón no necesita ayuda para volar, le agradezco sus palabras, Ser.- sus palabras develaban sus intenciones, la rosa nunca enredaría a sus amigos, su familia era lo más importante, pero a veces incluso ella se dejaba llevar, había cosas que simplemente no podía olvidar. Tomó un sorbo de té que comenzaba a endulzarse mientras el frío le alcanzaba, estaba incluso mejor que antes, como todas las buenas amistades, se había ido convirtiendo en algo mejor conforme el tiempo les alcanzaba.

La joven leona rio de nuevo con su amiga cuando la escuchó, pero no dijo nada al respecto. Apenas había cruzado unas palabras con el joven Martell, por lo que, según le habían enseñado, se limitó a sonreír mientras las palabras volaban de un lado a otro de la estancia. Aunque aquella sonrisa dulce y amable tan característica de Sofia se desdibujó levemente al percatarse de la reacción que aquella inesperada visita había causado en Maekar, a quien dejó tomar su mano cuando lo precisó, besando el dorso tanto de ésta como la de la rosa del Dominio.

Pero la sonrisa de Sofia no tardó en aparecer al ver cómo el dragón le daba al ahora tranquilo animal que descansaba en su regazo una de las frutas que había servidas sobre la mesa, la cual no dudó en aceptar. Cuando les pidió nuevamente aquellos besos, Sofia dudó menos que la vez anterior. No sabía si debía hacerlo o no, si podía verse mal en una dama, pero cómo otras tantas veces, actuó como la leona que llevaba dentro y, olvidando si estaría bien o mal visto, o si sería o no aprobado, se dejó guiar por lo que quería, por instinto. Aprovechando la cercanía del hijo del monarca, tiró de la manga de su camisa para acercarlo a ella y besó con lentitud su mejilla, sonriéndole después- Estoy convencida de que dicha representación será brillante -dijo recolocándose sus ropas después del movimiento. Cuchilla se removió un poco, momento en el que la pequeña de los Lannister tomó al revoltoso animal con sus manos y lo acercó a su rostro, mirando sus diminutos ojos- Creo que Cuchilla también está de acuerdo con eso -comentó sonriendo a los presentes.

La actitud del dragón no se vio opacada ni dos grados por el sol que recién llegaba a aquella terraza en la que se contraban, al parecer nada podía detenerle cuando quería algo, y sin duda era un gesto que le parecía admirable a la Tyrell, por mucho que no pudiera decirlo en voz alta frene a todo el mundo, quizá era por que siempre hablaban de sus virtudes que ella misma sabía reconocer las del mundo a su alrededor, pero el chiste estaba en que le reconocía a Maekar su terquedad en el asunto de las damas. Sonrió complacida al sentir que le besaba el dorso de la mano, era un gesto común, algo típico de un caballero que busca apantallar a una dama, y la rosa tenía una ligera idea de quién era esa dama.

Dejó que la leona se decidiera primero, era algo que a Sofia le encantaba, ser la primera, un detalle que Rose Tyrell no iba a dejar pasar, en eso también se dejaban ver sus modales, siempre daba a los demás lo que necesitaban, así que luego de ver aquel intercambio, ella misma se levantó de su silla para ir con el dragón. Le besó la mejilla con la suavidad de la rosa misma, y se alejó con la soltura del viento. -Que tengas la mejor de las suertes, Targaryen, por los viejos tiempos en los que robabas mis bordados para hacerme correr.- expresó recordando aquel detalle que parecía haber sucedido siglos atrás, cuando la incertidumbre de la guerra aún no pisaba sus puertas. Rió ante el comentario de la joven Lannister, viendo al hurón que tenía en manos, acariciando su pequeña cabeza como si estuviera de acuerdo con lo que había "dicho", volteandose de nuevo al sol, sonriendo como siempre. -¿Competirá también, Ser Olyvar?.- preguntó con la curiosidad de quién espera ver un gran espectáculo y con la distancia en sus palabras marcada, después de todo, aún no sabía si él era amigo o prefería mantenerse fuera del cerrado círculo de la rosa.

Sofia miró al Martell tras escuchar la pregunta que su amiga le dedicaba, y escuchó su respuesta, bajando la mirada en un par de ocasiones para ser ahora ella quien diera una frutita a Cuchilla, aunque sin perder nunca el hilo de la conversación. Estaba acostumbrada a prestar atención a cada susurro que oía cuando estaba en casa, en Roca Casterly, en un castillo enorme con decenas de pasadizos y lugares escondidos, así que bien podía hacerlo en una terraza en la que se hablaba en un tono normal y distendido, sin intención de ocultar nada a sus oídos.

Miró a Rose al escuchar la pregunta de quien había sido el último en unírseles, no muy segura sobre qué respuesta darle- Aún no hemos hablado de ello -respondió, aunque mirando aún a su amiga. Después sí se giró hacia él- Pero si, como decís, el hecho de que estemos presentes animará a los corredores, creo que deberíamos esperar unos metros antes de la llegada. En caso de que necesiten un último empuje -respondió, encogiéndose levemente de hombros al finalizar su frase. Miró de nuevo a Rose, esperando que esta estuviese o no de acuerdo con sus palabras.

Observó finalmente a Maekar- Estoy convencida -respondió al escuchar cómo el dragón les hablaba del honor de ambas- Y por supuesto, Cuchilla podrá quedarse con nosotras. ¿Verdad, Rose? -dirigió una sonrisa cómplice a su amiga. No solo le agradaba aquella petición porque el joven Targaryen confiase en ellas, sino por el hecho de pasar más tiempo con el animal; habían hecho buenas migas, y así podría sofocar su sentimiento de añoranza por Sombra.- Cuidaré de esta preciosidad como si fuese mía -declaró, acariciando su pelaje antes de sonreír a su dueño.

Una sonrisa se apareció en los labios de la rosa al escuchar que el dorniense también correría, no por que lo apoyara a él, sino a Nymeria, su yegua, había tenido la oportunidad y el descaro de correrla alguna vez hace un año y era un espectáculo precioso a decir verdad, ahora la carrera tomaría otra tonalidad con la participación de aquel animal. Notó el desliz del Targaryen pero lo pasó por alto como siempre había sido con sus amigos, se mordió los labios ante la respuesta de Sofia que siempre parecía encontrar las palabras correctas, las que ella misma pensaba. -Me parece un buen punto, así podremos animar la salida así como la llegada, mientras no se olviden del ritmo en el trayecto, la última parte es nuestra.- aceptó con confianza, ahora si que la rosa no pensaba perderse para nada la carrera.

Asintió ante la plática de honor, la verdad era que le confiaría eso en ese día al menos. -Cuchilla esta totalmente bienvenida con nosotras, cuidaremos de que no se escape corriendo detrás de su amo.- dijo convencida, en cierta manera sabía que la leona nunca dejaría escapar a aquel animal, tenía fé en que lo cuidaría como propio asi que no faltaba decir más, el asunto había quedado zanjado, al menos ese pues el desliz que antes había cometido el dragón no fue pasado por alto. Si bien Rose ya había visto antes esa expresión en el Martell, esta vez no fue nada parecido, bajó la mirada al escuchar sus palabras. Un duelo. -Adelante, Ser Olyvar.- fue lo único que pudo articular, dejandole el paso libre de una buena vez. Pensó en interceder por Maekar, aligerar aquella actitud hacia sus palabras pero en el último momento se calló, posando su mirada fijamente en los ojos azulados de su amigo, como si intentara decirle algo pero nada le salía.