En las lanzas ( Sofia)

A pesar de haber sido un viaje en barco, Sofia notó la diferencia entre aquel y el que hicieron desde Antigua hasta Desembarco. Desde allí hasta Lanza del Sol el trayecto era más corto, y eso se hacía visible tanto en el carácter y el estado de ánimo como en su físico. Pese a estar cansada, lo llevaba mejor que en la anterior ocasión. Afortunadamente, y para su sorpresa, Jeyne le había contado que Maekar había hecho que dispusieran una habitación para ambos, y estar con él siempre mejoraba su humor, que aquellos días no estaba siendo el mejor, por culpa de su padre. Sofia aún tenía en mente las misivas llevadas por aquellos cuervos que habían llegado a la capital durante su estancia en esta. Nadie sabía su contenido a excepción de Jeyne y ella misma, y necesitaban tomar una decisión de inmediato. Cuando llegaron a tierra, Sofia evitó conversar con aquellos que los saludaban, y se obligó a dedicar sonrisas a todos los presentes, aunque le costase más que nunca hacerlo.

Siguió al príncipe cuando él la tomó de la cintura, dejando que él la guiase por las calles y, más tarde, por los pasillos del castillo donde se alojarían durante aquella estancia, llegando no mucho después a los que serían sus aposentos, donde les esperaba una mujer octogenaria que le pellizcó los cachetes a Maekar. Sofia no estaba de humor, pero las palabras y los gestos cariñosos de la mujer la hicieron sonreír, aunque debía admitir que era una mujer bastante extraña. Después de que ésta se marchase, no sin antes hacer lo mismo con los mofletes de la propia Sofia, cruzaron las puertas de la estancia, entrando en unas habitaciones que iluminaron el rostro de la leona. El olor a flores era perceptible en toda la estancia, amplia y luminosa gracias a la luz que entraba por un patio adyacente, que sin duda fue lo que más le gustó a ella. Le encantaría pasar allí los días, y más aún si su príncipe estaba con ella.

Caminó hasta él después de echar un rápido vistazo al patio -ya tendría tiempo de disfrutar de él a conciencia- y fue caminando hasta el dragón, poniéndose de puntillas para alcanzar sus labios- Mi amor, este lugar es precioso. Has hecho una elección perfecta -dijo con una sonrisa, esta vez sincera, después de besarle- ¿Por cuánto tiempo vamos a estar aquí? -preguntó curiosa. No era el primer viaje a Dorne que la joven hacía, pero nunca se había alojado en semejante lugar. Ahora veía lo que le estaba reservado a la realeza, y era incapaz de encontrarle defectos.

Sofia ladeó la cabeza al escuchar la respuesta del príncipe, con su posterior pregunta, y no dudó antes de asentir enérgicamente ante aquella pregunta.- ¡Sí! Me encantaría... -aún no había pensado cómo iban a ser los aposentos que compartirían con Maekar en un futuro esperaba no muy lejano, pero si era como aquellas estancias, se sentiría más que satisfecha. La mayoría de las noches, sus padres dormían en habitaciones separadas, pero Sofia no concebía aquella idea para sí, pues sabía que la compañía de su futuro esposo nunca iba a ser demasiada. Una expresión triste se apoderó del rostro de la joven dama al oirle hablar de sus tíos, como siempre que escuchaba al Targaryen hablar de Olyvar. Le entristecía que la relación ahora fuese tan tensa, con lo unidos que habían estado años atrás. Aunque no quería pensar en eso ni hacer que su príncipe lo hiciese, además, ya tenía suficiente con el tema de Jeyne como para añadir más preocupaciones.

Se giró para observar la piscina que tenía a sus espaldas, en el frondoso jardín, cuando él hizo referencia a esta. Esperaba poder disfrutar de ella antes de dejar la ciudad. Cuando le habló del calor se pasó la mano por la frente. Hasta aquel momento no había notado la diferencia, pero en cuanto el principe lo dijo sintió la subida de las temperaturas, así que asintió cuando le preguntó por un cambio de vestuario. El vestido que llevaba era particularmente vaporoso, y las mangas no llegaban más allá de sus codos, pero aún así no le resultaría tan facil sobrellevar el calor con él, así que accedió.

- ¿Y vas a ser tú quien me vista? -preguntó riendo en tono burlón cuando le vió revolviendo uno de los baúles, envuelto en sedas de colores vivos. Caminó hasta él, depositando un suave beso en su mejilla- Podrías ir a encargar algo de comer para ti, yo no quiero nada, así mientras yo me cambio. Podré hacerlo sin ayuda de ninguna dama, comparados con los vestidos de Occidente, ponerme uno de estos será sencillo -dijo tomando uno de color anaranjado cuya seda se iba tiñendo de un tono más rojizo a medida que se acercaba al borde inferior.

Sofia se echó a reír después de escuchar las suposiciones de su príncipe- De ser eso lo que me ocurriese, estos dos últimos meses habrían sido un infierno, ¿no crees? -dijo entre risas, caminando hasta el biombo al que Maekar le guiaba, en el que había representado un paisaje en la madera, ocultándose detrás de éste para que el príncipe pudiese abrir la puerta libremente. Le escuchó
hablar con quien supuso sería un sirviente, pidiéndole algo de beber y un aperitivo, que ella no tenía intención de probar. Le vendría bien refrescarse bebiendo algo, pero hacía días que Sofia comía solo lo justo y necesario para poder pasar el día. Los viajes en barco siempre causaban ese efecto en ella, y más aún ahora.

Tiró del lazo que sujetaba el vestido al final de su espalda, por su cintura, y deshizo el trenzado que ceñía el vestido a su cuerpo. Se bajó las mangas y se sacó la prenda por los pies, mucho más fácil que si lo hubiese hecho por arriba. Escuchó las bisagras de la puerta, y finalmente, el cierre de ésta, seguido por las pisadas de Maekar cruzando la habitación. Echó por encima del biombo el vestido que se acababa de quitar, y asomó la cabeza por un lado de los tablones de madera, viendo cómo su príncipe también comenzaba a deshacerse de su ropa.

La leona salió entonces de su escondite, y caminó hasta él, poniéndose delante y tomando sus manos y para colocarlas finalmente en el pequeño lazo que anudaba el trenzado de su corsé, a la altura de su pecho.- Creo que sí necesitaré ayuda. Parece ser que Jeyne se ha esmerado demasiado atandome esto... -dijo en un murmullo antes de encogerse de hombros, echándose después sus rizos dorados a la espalda para dejar la zona libre.

No le sorprendió la predisposición de Maekar, siempre dispuesto a complacerla, más aún cuando era de aquel modo. Pudo sentir cómo las manos del joven príncipe aliviaban su cuerpo de la presión de aquella prenda, la cual había dedidido no llevar durante su estancia en Lanza del Sol. Su figura era estilizada, por lo que no le haría falta, y solo le serviría para que aumentase la sensación de calor. Quería sentir aquellas finas telas diretamente sobre su cuerpo. Dejó que el dragón se terminase de deshacer del corsé, llevando después sus manos hasta los delicados senos de la dama. En otros tiempos aquello la habría avergonzado, pero ya había dejado de ser así, siendo tan solo el rubor de sus mejillas el que daba señas de ello, pues era capaz de mantener la mirada de su fituro esposo.

Acarició sus brazos mientras de fundían en un tranquilo y profundo beso, poniendo cara de pena en el momento en que escuchó cómo alguien llamaba a la puerta. Suspiro, y una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios- Claro, ayudarme... -dijo, soltando una risita. Cogió en el aire la manta que Maekar le lanzaba para que no la viese así nadie más que él, y se envolvió con ella antes de sentarse en la cama y subir las piernas, haciéndose un ovillo mientras veía a su príncipe transportar todo lo que habían llevado hasta una mesa del patio. Sin embargo, Sofia no se levantó, sino que le miró apoyada en uno de las vigas de madera que unían la cama con la estructura superior, de la que caía un dosel de color tierra de una fina tela parcialmente transparente.

Se puso de rodillas en la cama, tomando las copas antes de ver como sus encantos volvían a estar expuestos. Miró al dragón con desaprobación y bebió de su copa, pasándole a él la otra. Sofia era una enamorada del limón, y beber su zumo tan frío le encantó, aunque estuviese endulzado- Gracias, mi príncipe -dijo bajando de la cama para quedar de nuevo frente a él, besando sus labios- El vestido está ahí -dijo señalando el biombo de donde aún pendían ambos vestidos, tanto el que traía como el que se disponía a ponerse- ¿Me lo acercas? Creo que para vestirme lo necesitare. ¿No crees? -preguntó sonriente.

Le siguió con la mirada, viéndole echarse en la cama mientras no le quitaba la vista de encima, algo que a ella ya había dejado de hacerla sentir intimidada, aunque siempre hacía que se sintiese especial cuando su príncipe la miraba- Ya lo imaginaba... -soltó una risita al escuchar sus palabras, en las que dejaba claro que no tenía ninguna intención de ayudarla a vestirse. De todos modos, no le importaba. Tenían tiempo de sobra antes del almuerzo, y con el hambre que tenía podría incluso darse el lujo de saltárselo. La limonada sería más que suficiente para calmar cualquier atisbo de apetito que pudiese tener.

Sonrió con dulzura cuando él la abrazó y besó su vientre, y ella acunó su rostro entre sus manos para besarle después en los labios. Suspiró cuando salió el tema de la comida, escuchando cómo él le pedía que comiese algo de todo lo que habían llevado hasta la habitación. Fue a protestar, pero antes de que pudiese hacerlo, se vió sorprendida por el príncipe, quien la alzo y la llevó con él hasta el jardín, sentándola sobre él en una de las sillas que se encontraban alrededor de la mesa donde había dejado los pasteles, fruta y la jarra de limonada. No rechistó, pero aquello no significaba que tuviese intención de comer. No era por cabezonería, sino que el estómago parecía habérsele cerrado por culpa de las noticias recibidas y el viaje por mar.

Cuando Maekar tomó uno de los pasteles y lo acercó a su boca pidiéndole que le diese un mordisco, la reacción de Sofia no fue otra que agarrar su mano y llevar el dulce hasta la boca de él, insistiendo hasta que le dio un bocado- Cometelo tú. De verdad, no me apetece, mi amor -dijo besando su mejilla, y después sus labios endulzados por el pastel.- Pero sí, ese pastel debe de estar delicioso -dijo con una sonrisa relamiéndose los labios, antes de acomodarse mejor sobre el príncipe mientras daba otro trago a su limonada.

No le gustaba la mirada de desaprobación de Maekar, pero comprendía por qué se la dedicaba. Estaba preocupado, y era comprensible, pero la joven más tozuda de Poniente no tenía intención de actuar de otro modo. A pesar de ello, rió cuando empezó a lamer sus dedos después de haber cogido el pastel, aunque después del beso que llegó después, Sofia volvió a ponerse seria. No le gustaba que su príncipe notase esas emociones en ella, no quería que viese su preocupación, y mucho menos quería compartirlo con él. Demasiadas cosas tenía entre manos como para involucrarlo en algo así. Negó cuando le preguntó si podía ayudarle, pues era la verdad. Por mucho que él quisiera, no tenía nada que hacer en un acuerdo hecho entre su padre y el Lord Greyjoy.

- No tienes que preocuparte -dijo la leona mientras el dragón la abrazaba. En ese momento se sentía segura, como si todo se fuese a arreglar. Pero era demasiado complicado. Se separó del príncipe y acarició su rostro, besando después sus labios- Ya se arreglará -añadió, queriendo quitarle importancia al asunto, al menos en apariencia. De ser cualquier otra cosa lo habria hablado con él, le habría pedido consejo, ayuda si era necesario, pero no podía hacer que un Targaryen tomase parte, pues podían ser demasiadas las consecuencias. Se sirvió más limonada en su copa y se levantó, como queriendo dejar atrás el tema. Se acercó a una de las plantas, de un intenso color verde. Las hojas que salían del tallo eran grandes, brillantes y en forma de corazón, y suaves al tacto de Sofia, quien habría deseado conocer su nombre. A decir verdad, entendía más de flores, pero el brillo de aquellas hojas la había dejado casi hipnotizada.

Continuaba abstrayéndose con la planta, perdida en sus suaves y vistosas hojas, cuando escuchó las palabras de Maekar, las cuales la hicieron girarse para mirarle. Pero él no lo hacía. Le vió arrojarse a la piscina, y jugar con el agua, pero no con el ánimo que querría haber visto en él. Tanto en su voz como en sus gestos podía verse el disgusto por el hecho de no contarle lo que le pasaba, y aquello hacía que se sintiese aún peor de lo que ya estaba. Si se lo contaba, podía meterle en problemas, y si no... No soportaba ver así a su príncipe.

Caminó hasta la piscina y flexionó las rodillas para sentarse en el borde de ésta, escuchando cómo el dragón volvía a sacar el asunto de la comida, lo que provocó un suspiro en Sofia. Vió las acciones de Cuchilla, y decidió hacer lo mismo. Dio un leve saltito hacia delante y se metió en la piscina, que no la cubría demasiado, tan solo mojando la parte más baja de sus senos. Se desplazó hasta el príncipe y le abrazó con fuerza, apoyando la mejilla en su pecho, pudiendo escuchar sus latidos.

Despues se separó solo un poco para mirarle, aún abrazada a él- Mi amor, no te pongas así -le pidió con un hilo de voz acariciando su rostro- ¿Es porque no quiera hablar de ese tema? -preguntó- Se que puedo confiar en ti, y es por esa razón por la que prefiero dejarte al margen. Intentarías ayudarme, y te verias envuelto en asuntos en los que no sería agradable estar. Es peligroso para un Targaryen -dijo convencida. Si Maekar tomaba parte en aquello, Damon podía volverse en contra de los dragones, por no hablar de lo que haría Lord Greyjoy. Le besó para suavizar la situación- ¿Estarás mejor si como un poco? Pero solo un poco... -sonrió. Si era necesario que probase algo con tal de que a su príncipe le mejorase el humor, lo haría, aunque tuviese que hacer el esfuerzo.

Escuchó hablar a su príncipe, sin poder evitar bajar la mirada. Interiormente sentía que debía contarle todo. Sabía que podía confiar en él, y sabía que se sentirían ambos mejor si le confiaba el contenido de la carta de su padre, pero no, no podía hacerlo. Era con Jeyne con quien tenía que hablar del tema, y debían solucionarlo entre ellas. Disfrutó de aquellos húmedos besos, aunque era consciente de que el dragón no se había quedado del todo conforme con aquello, a pesar de sus palabras. Sofia suspiró profundamente y tomó sus manos, tirando de ellas hasta llegar al borde de la piscina, donde se aupó para poder salir del agua. Habían construido unos cuantos escalones para entrar y salir, pero aún estaban sin usar por parte de la ella.

Caminó hasta la mesa de la comida de nuevo y se sentó en la silla en la que antes habían estado, abrazándose y frotándose con brazos con las manos, pues mojada sentía que el calor era menos que la sensación del frío de la sombra. Pronto se le pasaría.- Si como algo de esto ahora, ¿podemos saltarnos el almuerzo y quedarnos dándonos un baño? -dijo con una sonrisa mientras veía al príncipe salir del agua.

Al estar húmeda, la prenda que le cubría de cintura para abajo se ceñía a su cuerpo y transparentaba, lo que provocó una risilla traviesa en Sofia- Si les molesta que no estemos presentes, puedes decirles que me encuentro mal por el viaje y tú vas a quedar cuidando de mí -se encogió de hombros y bajó la vista a las frutas, cogiendo un racimo de uvas. Arrancó una y le dió un mordisquito mientras esperaba la respuesta del príncipe, la cual esperaba que fuese afirmativa- ¿Qué opinas?

Le siguió con la mirada hasta que se colocó detrás de ella, momento en que sintió su abrazo y sus besos sobre sus hombros, los cuales hicieron que un esalofrío recorriese el cuerpo de Sofia. Una amplia sonrisa iluminó el rostro de la dama al esuchar las palabras de Maekar. Sin duda, era lo que quería oír cuando formuló su pregunta. Aunque no todo- ¿Una buena porción? -negó con la cabeza- ¡Ese no era el trato! Comeré hasta llenarme, pero no se cuanto será eso. No quiero que tú estés como un palillo, pero estoy segura que tú no querrás que explote. ¿Verdad? -dijo, girándose para mirarle- Respecto a darte... tú alimento -sonrió- Ninguna objeción -terminó, antes de ponerse de pie, aunque se habría quedado eternamente disfrutando de los besos y mordiscos de su príncipe.

Asintió, una vez de pie, aunque supuso que el hecho de levantarse ya le habría dado nociones de cual sería la respuesta a su pregunta- Sí, por favor. Seguro que se me terminará pasando el frío, en cuanto esté seca, pero el sol será más agradable -comentó mientras cogía en peso un par de sillas y empezaba a caminar con ellas hasta una zona más soleada. Pesaban más de lo que habría esperado, pero no tanto como para cansarla. Esperó a que su príncipe llegase con la mesa y se sentó en la silla en la que había estado instantes antes, recuperando su racimo. Aquellas uvas estaban especialmente dulces y muy jugosas, por lo que Sofia se vio obligada a relamerse los labios para recoger el jugo que había quedado en éstos.

Observo a Maekar caminar hasta donde ella se encontraba, haciendo una clara exhibición de su perfecta anatomía mientras cargaba con la mesa y todo su contenido. Sofia pudo comprobar una vez más que su futuro esposo no necesitaba de una cota de maya y una coraza para inspirar fortaleza y coraje. Cuando se sentó apoyado en la silla y en las piernas descubiertas de la dama, ésta le acarició sus blanquecinos cabellos, mientras le escuchaba hablar. Sus palabras hicieron que una sonrisa traviesa apareciese en los labios de Sofia, quien, ante su petición, arrancó otra uva del racimo que sostenía y se la metió sin más en la boca al joven príncipe.

- ¿Era eso a lo que te referias? -dijo fingiendo inocencia, con una tierna sonrisa que no supo si el dragón llegó a ver o no. Pero las caricias que sentía por sus piernas no hacían que la leona quisiese seguir pretendiendo no saber de qué estaba hablando. Se echó hacia delante para dejar sobre la mesa el raimo de deliciosas uvas y aprovechó para alzar con su dedo índice el mentón del Targaryen, siendo capaz de ese modo de alcanzar sus labios, los cuales se encargó de saborear antes de echarse hacia atrás de nuevo, aunque tan solo el tiempo de tomar el impulso necesario para ponerse en pe de nuevo. Cogió una de las manos de Maekar y, sin decir palabra, tiró hacia arriba para que él también se levantase, dándole después un leve empujón para instarle a sentarse en la silla que ella acababa de desocupar. Una vez estuvo sentado, se colocó ella sobre él, sentándose a horcajadas encima.

Aprovechó entonces para besarle de nuevo, mordiendo con suavidad su labio inferior antes de separarse de él- ¿Está así mi príncipe más cómodo? -preguntó con una amplia sonrisa de complacencia, antes de acercarse para besar su mejilla mientras acariciaba sus fuertes hombros.

Escuchó pacientemente las palabras del príncipe, sintiendo una punzada de satisfacción cuando le escuchó referirse a ella como "su leona". Sofia siempre había adorado el fiero animal que aparecía representado en el blasón de su casa, siempre se había sentido identificada con él, y le agradaba que también otros lo notasen, especialmente su príncipe. Correspondió a Maekar con una sonrisa tan traviesa como la de él y asintió a lo referente a seguirle alimentando- Mi príncipe parece estar especialmente hambriento hoy -dijo con el ceño fruncido cuando sintió cómo se echaba hacia delante y mordía su clavícula, bajando después hacia otras partes de su cuerpo más sensibles que ésta. Después de verle relamerse los labios, pasó su pulgar por éstos mientras sonreía con picardía.

No pasó inadvertida para ella la mirada de soslayo que el caballero lanzaba hacia el interior de la habitación, más concretamente hacia la cama, pero Sofia estaba muy a gusto en aquel jardín de colores vivos y príncipes apuestos, así que tomó el rostro de Maekar para que la mirase a ella y atrapó los labios de él entre los suyos, disfrutando de éstos sin ninguna prisa. Besó la punta de su nariz después y le sonrió, sintiéndose especialmente tentada por volver al agua.

- ¿Te apetece otro baño? Ya casi me he secado por completo... Y apenas hemos disfrutado del anterior -dijo, aunque la prenda que la cubría de cintura a rodillas aún estaba empapada. Cambió su posición, poniéndose en pie, y al contrario que había hecho antes, ahora dejó que el príncipe se moviese con libertad. Echó hacia atrás un mechón que caía sobre su pecho y comenzó a caminar por el borde de la piscina hasta llegar a los escalones. Antes de entrar llevo la prenda hasta sus pies y la sacó, dejándola allí. Si volvía a mojarla no terminaría de secarse nunca, y para intimar con su príncipe parecía ser molesta. Bajó con lentitud los escalones, pendiente de los movimientos del Targaryen.

Entró en el agua templada de la piscina, disfrutando de la caricia que ésta provocaba en su cuerpo desnudo cuando caminaba. Se sumergió con lentitud, saliendo a la superficie un par de segundos después, y se echo sus dorados cabellos a la espalda, ahora empapados. Se frotó los ojos para quitarse el exceso de agua, y se desplazó hasta el borde de la piscina, apoyando sus brazos en éste y mirando a su príncipe desde allí. Le seguía con la mirada en todo momento, como si estuviese en trance, sin poder ni querer apartarla, por lo que vio claramente cómo se alejaba de ella después de llevar las copas, pero no temió. Le conocía, y sabía que no iba a ser capaz de dejarla en el agua, sola, y más aún cuando no había ninguna prenda que la cubriese.

Se echó a reir cuando le vio llevar uno de los platos de fruta- No vas a descansar hasta que vacíe ese plato. ¿Verdad? -preguntó resignada, aún mirandole. Las palabras de más que pudiesen haber salido de sus labios fueron calladas por un beso del príncipe, quien, al igual que había hecho ella, se desvistió antes de meterse en el agua, siempre ante la incisiva mirada de la dama, quien disfrutaba de aquella imagen. Se vió sorprendida por la efusividad del dragón cuando la acorraló contra la pared y comenzó a besarla, haciendo que Sofia sintiese la calidez del cuerpo del dragón contra el suyo. Se abrazó a él mientras correspondía a cada uno de aquellos besos, haciéndolos cada vez más profundos hasta que el príncipe se separó y tomó aire- Pues sí que estás hambriento, mi amor -dijo en un suspiro.

Aceptó la uva que le ofrecio, relamiéndose al percibir su jugo. Le escuchó entonces mientras hablaba, dejando por su rostro y su cuello infinitos besos, aunque dejó escapar una risita cuando le escuchó decir todo aquello. No era la primera vez que le decían esas cosas, pero solamente cuando salían de labios del Targaryen les daba realmente el significado que tenían- Por supuesto que estás embelesado -dijo con una amplia sonrisa- Desde que mi cuerpo comenzó a convertirse en el de una mujer me han enseñado a causar ese efecto en los hombres -bromeó presumida- Pero lo tuyo es mucho peor -dijo frunciendo el ceño, fingiendo estar ofendida- Tú haces que sienta eso sin siquiera pretenderlo -arrugó la nariz y le besó, atrayéndolo hacia sí.