Después del caos {Maekar}

Al parecer, toda la ciudad había tenido noticias de lo ocurrido durante la carrera. Los comentarios sobre los sucesos inundaban las calles de Antigua, y los guardias de la ciudad junto con los hombres de la guardia real recorrían las avenidas y callejones buscando indicios que pudiesen llevarle hasta los que habían arrojado el fuego a los corredores.

En cuanto Sofia y sus damas de compañía llegaron al castillo, la leona se dio un largo y relajante baño en agua templada. Necesitaba que sus músculos se relajasen después de haber estado en tensión durante la mayor parte de la carrera, y aquello la ayudó a conseguirlo. Después de eso se puso un vestido nuevo, elegido rápidamente, antes de que una de sus damas lo metiese en uno de los baúles en los que su ropa y pertenencias permanecerian durante su viaje a Occidente. Aquello le recordó que aún tenía que enviarle una respuesta a su padre, por lo que pidió papel y pluma y escribió unas muy cuidadas palabras. Estaba prácticamente convencida del motivo por el que su padre la quería de vuelta, pero prefería no demostrárselo o hablar más de la cuenta sin tener total certeza.

Debía cenar temprano para poder acostarse pronto, pues la numerosa partida a Roca Casterly planeaba dejar la ciudad con las primeras luces del día, pero mientras sus damas hacían el equipaje, Sofia logró escabullirse con Cuchilla, alegando que no saldría del castillo, no demasiado segura de si podría cumplir su palabra. No podía irse sin ver a Maekar, y tenía la esperanza de que él fuese a verla, como había asegurado que iba a hacer la noche anterior, pero si no la visitaba estaba decidida a recorrer las calles de la abarrotada ciudad hasta que diese con él. Decidió esperar antes de hacer aquello último, así que fue hasta una de las puertas del castillo y permaneció allí, apoyada sobre uno de los pilares, observando cómo el ambiente seguía levemente alterado a pesar del paso de las horas.

Su pie se batía impaciente mientras miraba a su alrededor, buscando alguna señal de la presencia de Maekar, haciendo caso omiso a las miradas que le dedicaban aquellos que pasaban por allí, quienes se preguntarían qué hacía la hija del señor de Roca Casterly ahí parada, qué o a quién esperaría. Pero afortunadamente, su espera no duró mucho más. Una enorme sonrisa ocupó su rostro cuando vio a su príncipe entre los ciudadanos que pululaban de un lugar a otro, teniendo que reprimir un abrazo para evitar dar que hablar a quien pudiese verlos.

Vio cómo se llevaban al caballo del Targaryen y se giró entonces hacia él- No pasa nada, me tienen sobradamente vigilada -señaló con la cabeza a un grupo de ancianas que la observaban desde el otro lado de la enorme puerta que daba entrada al castillo.- Así que creo que llevas razón -suspiró- Ten, te ha echado de menos -le entregó a Cuchilla después de darle un besito a éste en la cabeza, alisándose después el vestido con las manos- Sígueme.

Incluso el castillo estaba revolucionado por lo ocurrido, así que el contacto entre ambos mientras caminaban por los pasillos del castillo tuvo que reducirse a algunas miradas de soslayo dedicadas a su príncipe. No supo exactamente a donde dirigirse hasta que pasó por uno de los accesos a los jardines, donde se detuvo para poder ver si había demasiada gente. Al ver que no era así, Sofia se internó entre las hileras de frondosos rosales que delineaban el camino principal, desviándose en cuanto pudo para buscar un rincón más tranquilo, el cual no tardó en encontrar. La leona siempre había adorado los jardines, las flores y las plantas exóticas, por lo que había convertido aquellos jardines en el lugar más visitado desde su llegada a Antigua. Fue por ello por lo que no tardó en encontrar una zona de césped oculta a miradas indiscretas, momento en el que se lanzó a los brazos de Maekar, con cuidado para no aplastar a Cuchilla- Gracias a los dioses que estás bien -dijo antes de besar su mejilla.

Disfrutó de los labios de su príncipe hasta que éste se separó, y asintió energicamente cuando le preguntó si había estado bien- Sí. En cuanto la carrera terminó, unos guardias me escoltaron hasta el castillo. Querían acompañarme hasta la puerta de mis habitaciones, pero no les dejé hacerlo. Tuve que insistir en que con mis damas estaría segura -suspiró, odiaba que la tuviesen tan controlada.

Correspondió después a aquél nuevo abrazo, aunque sin perder de vista el juego de mirada que se traían el príncipe y sus guardias, viendo que uno de ellos se alejaba del lugar segundos después. No podía afirmarlo con certeza, pero no le habría extrañado que se hubiese ido a buscar un sitio más adecuado en el que estar. Al fin y al cabo, cualquiera podía encontrarlos allí donde estaban, más aún si se percataban de su ausencia y comenzaban a buscarla. Era fácil deducir que se encontraría en aquel lugar, y no era eso lo que quería en aquel momento

Necesitaba intimidad para tratar con él ciertos asuntos, aunque le costaba sacar el tema. No quería dar por sentado el significado del cuervo de su padre, y si erraba podía preocupar a Maekar sin necesidad. Aún así, no estaba demás ser consciente de la posible situación, así podría pensar en algo evitando recurrir a la improvisación.

El guardia que se había alejado volvió tan solo un poco después, portando un par de capas con capucha que arrojó a los dos jóvenes, indicándoles que se las colocasen. Sofia, obediente tan solo cuando le conviene, no tardó en colocársela, haciendo malabares para poder esconder sus rizos dorados dentro de la prenda y pasar así inadvertida. Agradeció haber tenido en cuenta aquello cuando, durante su recorrido por los pasillos, vio de lejos a dos de sus damas, aunque al parecer y para su tranquilidad, éstas no parecían estar buscándola.

Siguió de cerca el camino que le iban marcando, sin tener la más mínima idea de a donde la estaban llevando, pero no le importó, pues se sentía segura en aquella compañía. Atravesó una puerta tan solo utilizada por el servicio, para después llegar al exterior, donde les esperaban un par de caballos ya ensillados. Ventajas de ser príncipe, o eso supuso Sofia divertida. No le gustaba ocultarse, pero al mismo tiempo estaba encantada con todo aquello. Las capuchas, las salidas inesperadas por sitios poco transitados, todo el secretismo... Aquello no hacía más que darle emoción a la situación, y la leona disfrutaba con ello.

Cuando llegaron al claro junto al lago, Sofia se bajó del caballo de forma delicada- Gracias -dijo en voz alta, para que los hombres que les habían acompañado y dispuesto todo aquello pudiesen oirla. Se preguntaba si quienes la custodiaban a ella habrían hecho lo mismo, pero descartó de inmediato esa opción. Caminó por el claro, descalzándose antes para poder sentir el frescor de la hierba bajo sus pies, y cuando lo creyó oportuno se sentó, cruzándose de piernas- Mi príncipe -dijo para llamar su atención- Recibí un cuervo de Roca Casterly este medio día. Era mi padre quien lo enviaba... -apoyó las manos sobre sus regazos y las miró, buscando las palabras con las que seguir.

Sofia suspiró profundamente al escuchar aquella petición. De ser por ella habria permanecido en Antigua hasta que Maekar se viera obligado a volver a la capital, momento en el que ella partiría irremediablemente hacia Occidente para reencontrarse con su familia. Sin embargo, la leona no estaba segura de poder complacer a su príncipe, cuando eran las exigencias de su padre con las que debía cumplir.

- Intentaré retrasar el viaje cuanto pueda, pero no puedo asegurarte nada. Ya respondí al cuervo, así que sabrá que lo he recibido. Espero que pese a ser primavera, encuentre de camino algunas corrientes de aire que retrasen su llegada a Roca Casterly -dijo refiriéndose al vuelo del pájaro que entregaría su mensaje en la Roca. De lo contrario, solo podía esperar que su padre no notase su retraso o pensar una excusa que pudiese calmar sus humos- Trataré de convencer a mis acompañantes, les diré que quiero ver a un antiguo conocido de mi padre. Pero si no me creen o si aún así persisten en la idea de marchar con el alba, no te preocupes por mí, puedo hacer el camino sola. He aprendido a ser paciente cuando no hay más remedio que serlo. Si tus obligaciones te retienen aquí sabré entenderlo, mi príncipe -acarició su rostro, sintiendo los restos de las consecuencias de la carrera, lo que hizo que una risita escapase de los labios de la dama- Agradezco que hayas venido raudo a verme, pero no me habría molestado si hubieras pasado a darte un baño, mi amor -dijo con ternura, sin intención de que se molestase por sus palabras.

Sofia se pasó la lengua por los labios después del último beso que el Targaryen le dio antes de ponerse en pie, asintiendo ante su idea. Con suerte, aquella versión satisfaría a su padre. Esperaba que el hecho de que el motivo de su retraso fuesen los hombres del rey calmaría al gran león en el caso de que se disgustase por llegar un día más tarde de lo debido.- Informaré entonces a los míos -dijo en referencia a toda la comitiva que la acompañaba para procurar su seguridad y comodidad, quienes formaban un grupo mayor de lo que a ella le habría gustado.

Siguió entonces a Maekar con la mirada, viéndole alejarse del lugar donde se encontraban. Podía adivinar sus intenciones, así que después de verle quitarse la camisa tosió con suavidad y bajo la vista con disimulo hasta su regazo, dándole el tiempo que creyó necesario para desnudarse del todo y entrar al agua. Nunca había visto a un hombre desnudo, solamente a su hermano y cuando no tenía Tybolt más de cinco años, quedando esa imagen demasiado perdida en sus recuerdos, por lo que se sentía algo violenta ante la posibilidad de verlo en aquella ocasión. Por ello, cuando su príncipe le dijo que se disponía a salir del agua, se tapó los ojos con la mano.

Sin embargo, sus dedos actuaron independientes, separándose un poco para que pudiese mirar entre ellos. Se sorprendió a sí misma al verse totalmente tranquila ante aquella visión, incluso divertida, por lo que se quedó observando hasta que vio que un ya semi vestido Maekar la miraba, momento en el que sus dedos se pegaron de nuevo impidiendo que siguiese viendo entre ellos.- ¿Ya puedo? -preguntó con fingida inocencia.

No escuchaba la voz de su príncipe, quien no respondía a su pregunta, así que Sofia permaneció con los ojos tapados con su mano, hasta que sin necesidad de palabras, la contestación que Sofia esperaba terminó llegando, cuando él mismo apartó la mano de la dama y la besó hasta llegar a sus labios. Tuvo que entrecerrar los ojos al sentir cómo las gotas de agua caían sobre éstos, llegadas de los rubios cabellos de Maekar, los cuales revolvió con la mano antes de acomodarse junto a él.

- Me basta con ser tu reina de la primavera -dijo buscando sus labios una vez más, alzándose después para besar la curvatura de su cuello, cerca de su oreja- Creo que un poco de ambas. Si lo hubieses leído... Fue aún más frío que de costumbre. No dio detalles, pero no le hizo falta para dejar claro que me quería a su lado de inmediato. Y dada la situación, solo veo un motivo por el que pueda querer eso con tanta urgencia. Por un momento pensé en su salud, en la de mi madre o la de mi tía, pero me lo habría explicado de ser así -comentó antes de suspirar lentamente, abrazándose a él- Seguramente teme por mi honor, pero si solo se tratase de eso le habría bastado con pedirle encarecidamente a Tybolt que me mantuviese vigilada cuando estuviera contigo -elevó su mirada, dirigiéndola a los violáceos ojos del Targaryen- De todas formas, no me importa lo que diga, no pienso dejar que me separe de ti -forzó una sonrisa y le besó, colocando la mano sobre su nuca para atraerle hacia ella y que su beso ganase profundidad, mirándole fijamente de nuevo cuando se separó- Puede que ahora me haga volver, pero no durará para siempre -añadió decidida, acomodándose en su pecho mientras veía a Cuchilla corretear por el claro. Desde cría había pensado que se enamoraría de un caballero y que su padre estaría feliz por ello, que se celebraría una gran boda a la que estuviese invitado todo Poniente, pero si algo sabía Sofia era adaptarse a las consecuencias, aunque sin dejar de lado sus propios deseos.

Sofia escuchó atenta sus palabras, y aunque recibió las primeras con emoción y con esperanza ante las expectativas que Maekar le daba, lo siguiente no le gustó nada, así que después de escuchar aquello último cambió de posición y se sentó sobre él, mirándole de frente, colocando sus piernas una a cada lado de su cadera.- No vuelvas a decir eso nunca, ¿me oyes? -dijo con el ceño fruncido- Ya te he dicho que no me importan las intenciones de mi padre, es contigo con quien quiero estar. Baelor es el heredero, apuesto, inteligente... ¿Pero crees que una dama busca a un hombre frío que actúe con la cabeza? -negó- Muchas lo querrán por sus posibilidades de llegar al trono, pero lo que nos gusta son los caballeros fuertes, valientes, que sepan protegernos sin tener que enviar a nadie que lo haga por ellos. Y por mucho trono que Baelor tenga algún día debajo de su real trasero, eres tú el único capaz de hacer todo eso. Hay algo muy grande en ti, aunque algunos insensatos no sepan verlo.

Dicho aquello, tomó el rostro del Targaryen entre sus manos y le besó lentamente, decidida a quitarle toda duda que pudiese tener- Tú y solo tú eres mi príncipe. No Baelor, por muchas intenciones que tenga mi padre de que así sea. Y si tengo que dejar mi hogar para estar con mi príncipe no dudes que lo haré. Aunque tenga que olvidarme de las comodidades de un castillo, pasar frío en el Norte o aguantar horas en un barco que nos lleve a las Ciudades Libres. Y odio los barcos -djo, agregando al final aquella aclaración- Sea lo que sea, lo haré.

Un escalofrío recorrió a la leona al escuchar aquellas palabras, seguidas por un beso. En alguna ocasión habían llegado a Roca Casterly hombres que se disputaban su mano, quienes prometían cuidarla y llenarla de lujos. Muchos de ellos la habían adulado y dicho el amor que le profesaban aún sin conocerla, pero ella no había creído ni una sola de aquellas palabras, y en los escasos casos en los que sí parecían ser sinceras, no les había dado importancia, pues no era para nada correspondido. Sin embargo, en aquella ocasión no era igual. Escuchar todo aquello de los labios de Maekar hizo que se sintiese especial, no como cuando le ofrecían oro y joyas tan solo por ser hija del señor de Occidente. Especial de verdad, tanto que un nudo se formó en su garganta y le impidió hablar, así que aprovechó para abrazarle y así evitar que él viese una lágrima traicionera que bajaba por su mejilla.

Nunca la habían tratado así. Siempre habían intentado comprarla en vez de conquistarla, y era por eso por lo que pocas personas habían visto el lado tierno de Sofia, quien ya trataba esas situaciones con desidia y frialdad. Había asumido que su padre la vendería al mejor postor, aunque él lo maquillaría con otros nombres como unión o matrimonio, y ver que esa opción se evaporaba la hacía sentirse feliz.- Y yo a ti, mi príncipe -dijo aún abrazada a él, intentando lidiar con sus lágrimas, secándolas con el dorso de la mano en cuanto sentía el cosquilleo que hacían al descender por su mejilla. No le importaba que los hombres de Maekar estuviesen cerca, mirando en algunas ocasiones e incluso comentando- Retrasaré el viaje cuanto sea necesario para que podáis acompañarnos. No se qué pensará mi padre de que estés tú también allí, pero eso da igual -murmuró como pudo, antes de tragar saliva intentando calmarse.

Sofia rió de manera nerviosa sintiendo cada uno de los besos de Maekar. La leona no lloraba, no lo hacía nunca. Cuando había dificultades, las combatía, pero nunca se echaba a llorar. Sacaba su rabia, su impotencia se convertía en ingenio, logrando así vencer a las adversidades. Pero era la primera vez que sentía la necesidad de llorar de pura felicidad, y eso hizo que no supiese en qué transformar las lágrimas en esa ocasión, por lo que terminó dejando que ellas corriesen sin restricción.

Cuando le vio acercarse a su oído esperó cualquier cosa antes que escuchar esas palabras, ante las que frunció el ceño extrañada, pese a que su sonrisa se hacía más y más amplia conforme avanzaba. Cerró los ojos mientras sus brazos pasaban por debajo de los suyos para abrazar su cuerpo, y apoyó la cabeza sobre el hombro de su príncipe hasta que las últimas sílabas salían de los labios de Maekar, correspondiendo entonces a un largo y cálido beso que Sofia hubiese deseado que no terminase nunca. Aún así, se separó para mirarle después.

- Eso que me has dicho... -comenzó a decir, sintiendo cómo su pecho se batía de la emoción- ¿De verdad sientes todo eso? -preguntó con una sonrisa que iluminaba su rostro- Es... es decir mucho. ¿Y si cambias de opinión? ¿Y si tenemos que dejar todo esto atrás y terminas cambiando de idea?. Sofia no podía evitar sentirse insegura ante todo aquello. Lo que ella debía dejar si era necesario no era nada en comparación con lo que tendría que dejar Maekar. Muchos matarían por llevar la vida de un príncipe, y le parecía imposible que él estuviese dispuesta a dejarla solo por estar con ella.

Una nueva risa nerviosa salió de sus labios al escuchar lo que él le decía, y aprovechó para secarse con los dedos las últimas lágrimas que bajaban desde sus brillantes ojos azules, haciendo que sus mejillas pasasen a estar tan solo un poco húmedas, no tan mojadas como lo habían estado antes.

- Tu esposa -repitió algo incrédula- Suena bien, aunque me encantaría saber si mi padre compartiría o no mi opinión. Su cara sería un poema -dijo, colocando sus manos sobre los fortalecidos hombros del caballero- Tendré que pensar que darte yo entonces... -frunció los labios pensativa, perdiendo su mirada en los árboles, y recorrió con su mente cada rincón de sus estancias en el castillo, sin tener en cuenta lo que habría ya empaquetado o no. Ya le había entregado una prenda para que le diese suerte durante la carrera, y había hecho su efecto, visto el resultado de los demás participantes, pero Sofia no estaba conforme con eso. Quería algo más especial, algo que significase más para ella que un simple trozo de raso. Y entonces recordó.

- ¡Ya se! -sus manos subieron desde sus hombros, echándolas hacia atrás, acariciando la nuca de su príncipe con las yemas de sus dedos- La última vez que vi a mi abuela materna me regaló un colgante precioso. Está labrado en plata, con un rubí en el centro, los colores de los Reyne. Pero no es un medallón enorme, es más discreto. ¡Es precioso! Ya lo verás. Mi abuela al dármelo me hizo prometer que no dejaría que mi madre lo viese, porque se lo adueñaría. Así que te lo dejaré a ti, para que lo cuides -se acercó a sus labios y dejó un besito sobre ellos.- Espero que lo hagas tan bien como yo lo haré con ese anillo... bromeó.

Asintió con efusividad al escucharle hablar sobre la tradición que podrían seguir tanto con sus hijos como con sus hijas, la cual le pareció tan original como entrañable, aunque no hubiese anillos y colgantes suficientes para todos los hijos que quería darle- Por supuesto que sera por amor. No permitiremos que sea de otro modo -aseguró con firmeza, aunque si los planes con su padre salían mal y se veían obligados a marcharse, sus hijos no tendrían ningún motivo para casarse por un motivo diferente al amor. Quizás era esa la primera ventaja que le veía a la presunta negativa de Damon Lannister.

Cuando Maekar anunció que la hora de volver al castillo ya se acercaba, Sofia bajó de la nube en la que se encontraba, sobre la cual hubiese querido permanecer eternamente. Cualquier tiempo pasado con su príncipe le parecería poco, pero se daba por satisfecha a sabiendas de que habría más momentos que compartir con él. Aquella fiesta, por ejemplo. No había pensado en ir, debido a los planes que había tenido hasta unas horas atrás- Hablaré con mis damas para convencerlas de ir, pero si no lo consigo, conseguiré escaparme, aunque vaya sola. Cualquier cosa si allí vas a estar tú -se encogió de hombros.

- Y ten por seguro que aceptaré ese baile -añadió al final. No sería la primera vez que bailaba con Maekar, pero sí lo sería desde que era conocedora de los sentimientos del príncipe, que se habían mostrado tan intensos como los suyos propios. De haberlo sabido, Sofia habría buscado el primer beso del Targaryen mucho antes, pero ahora solo le quedaba recuperar ese tiempo, cosa que hizo al unir sus labios de nuevo con los de él, en un beso lento y profundo, acompañado por unas leves caricias por la parte más alta de su espalda.

Después de eso, sus labios se encontraron una y otra vez, de una forma cada vez más intensa, mientras Sofia iba alejándose cada vez más de aquel lugar. Maekar tenía un efecto hipnótico para ella, y hacía que su mente se perdiese hasta tal punto que podía olvidarse de todo. De todo menos de ellos dos, por supuesto, y habría seguido así eternamente de no ser por la sombra que pudo percibir a través de sus párpados cerrados. Se separó de su príncipe entonces, abriendo los ojos para comprobar que uno de sus guardias se había acercado a ellos.

Escuchó lo que decía antes de un nuevo beso, más corto que los anteriores, pues fueron otra vez interrumpidos- Sí sí, ya vamos -dijo ella, soltando después un largo y profundo suspiro. Tomó sus zapatos, que descansaban junto a ella, y se calzó sin apenas cambiar su postura, aunque tuvo que hacerlo poco después, levantándose para dejar libre a Maekar de la presa que había hecho a la altura de sus caderas.- No te preocupes mi príncipe. Puedo volver sola, puede que sea incluso más seguro. Estarán buscándome como locos... Estaré bien, mi amor -agregó mirándole desde arriba. Se agachó para recoger la capa con capucha que había dejado sobre la hierba, y se la puso, aunque sin cubrirse aún la cabeza con ella. Dio tiempo hasta que su acompañante se levantó, y en aquel momento le abrazó, apoyando la cabeza sobre su pecho. Se le hacía difícil separarse de él, pero no quería interponerse en sus obligaciones.- Haz lo que necesites hacer, no te preocupes por mí. Nos veremos esta noche en la fiesta -asintió para darle seguridad ante sus palabras, pues estaba decidida a asistir si él iba a estar allí.