En las lanzas ( Sofia)

Sofia entreabrió la boca pretendiendo estar sorprendida por lo que oía de labios del principe- Pues tengo entonces que darte la enhorabuena. Tus intentos son más que efectivos -dijo justo antes de sentir claramente a qué se refería, lo cual hizo que una ráfaga de calor subiese por el cuerpo de Sofia directo a sus mejillas, las cuales mostraron un ligero rubor.- ¡Eso no es cierto! -rió- Mi cabello nunca está así... -se quejó, aunque era perfectamente consciente de que sí era así. Al fin y al cabo, su aire inquieto se mantenía mientras dormía, y era imposible mantener su cabello, largo y rizado, completamente peinado y en orden. Dió un respingo al sentir el pellizco de Maekar en su trasero.

Vió cómo cogía otra uva del plato y se la colocaba en los labios, lo que hizo que las ganas de comer fruta de Sofia aumentasen de repente. Le dedicó una sonrisa traviesa y se acercó él para intentar hacer suya la uva, lo que se le hizo más dificil de la cuenta por las ganas de jugar del dragón. Sofia tuvo que usar la lengua para recuperarla, relamiéndose los labios mientras masticaba- Así saben mucho mejor -asintió enérgicamente, y besó al príncipe poco después.

Se habría quedado en aquella piscina eternamente, con el único sonido de los pájaros que se posaban en los árboles bajos del jardín. Era ahora cuando realmente notaba el ambiente ajetreado y bullicioso en el que habían estado durante el viaje. Se aferró a sus hombros y tomó impulso para aferrarse con las piernas a su cintura, lo cual no le costó demasiado gracias al agua que les envolvía. Se humedeció los labios y cogió ella una uva- Prueba tú -dijo sujetando la frutilla con los dientes, esperando a que él intentase recuperarla.

Continuó divertida con el juego que se traían con la uva, sintiendo los besos del Targaryen, los cuales correspondió saboreando sus labios endulzados por la fruta. Se vió sorprendida al notar los movimientos del príncipe, quien hizo que las intimidades se ambos se rozasen, provocando que un profundo suspiro surgiese de los labios de la leona. Su interior se revolvía, y habría mandando todo a paseo en aquel momento, su honor, su imagen y también su virtud, idea que se reforzaba al sentir de nuevo a Maekar. Enterró sus dedos entre los blanquecinos cabellos del Targaryen, y cerró los ojos mordiéndose el labio inferior. Su mente no dejaba de sopesar las opciones, quería sentirle dentro de ella, eso era lo único que deseaba en aquellos momentos, pero era consciente de los riesgos que corrían con ello. No podía quedarse en cinta, y las posibilidades de que sucediese eso eran altas.

Suspiró de nuevo, acariciando su espalda, y abrió los ojos de nuevo. Podían seguir con aquello, tan solo dejándolo en placenteros roces, pero sabía que más adelante no podría pararle, y era improbable que todo quedase en eso, así que Sofia se vio obligada a hacer acopio de valor, hablando en lo que apenas fue un hilo de voz- Mi amor... no -dijo, luchando por terminar con su frase y no quedarse a medias- No podemos... -trató de dar seguridad a su voz, pero le fue imposible. Tomó aire en un profundo suspiro de resignación, y esperó a que el príncipe reaccionase.

Se echó un poco hacia atrás para mirarle directamente a los ojos- No imaginas cuanto me gustaría no tener que pensar en nada más... Y la culpa es mía, por esta estúpida postura. ¿Qué pretendía? -dijo nerviosa, bajando de su cintura. Cogió una uva y se la metió en la boca. Suspiró de nuevo y miró el vaivén del agua- Lo siento, lo siento, lo siento... -repitió, cerrando los ojos y negando con la cabeza.

Habría seguido disculpándose eternamiente por dar lugar a aquella situación, que habría sido incapaz de evitar, pero él hizo que se callase con un beso, el cual reconfortó a Sofia más que cualquier otro que pudiese haber recibido aquel día. Bajó la mirada aún avergonzada mientras escuchaba hablar al príncipe. La tranquilizaba pensar que tenía esa opinión sobre lo que había ocurrido, y no era como otros muchos hombres. Le gustaba ver que la comprendía y que estaba dispuesto a esperar por ella. Se aferró a él con fuerza durante el siguiente beso, dejando que todas sus inseguridades volasen en brazos de su príncipe, y después sí fue capaz de abrir los ojos y mantenerle la mirada, algo que no había podido hacer antes.

Era cierto lo que decía. No les costaba demasiado llegar a aquella situación, se notaba el tiempo que ambos llevaban deseándolo, y les era dificil evitarla. Sin embargo, cuando estuvieran casados esa situación cambiaría, y tanto que cambiaría. Estaba decidida a recuperar todo el tiempo perdido, todas esas veces en las que se habían visto llevados a ello y se habían obligado a evitarlo. Soltó una risita cuando le escuchó decir que no la dejaría salir de entre las sábanas, y busco de nuevo sus labios cuando Maekar colocó ahí otra de sus uvas, aprovechando para jueguetear con su lengua antes de que se separasen una vez más, echando a caminar hasta las escaleras de la piscina, donde se sentó sobre el príncipe. Sentía sus manos recorrer su espalda, lo que le provocaba a la leona leves cosquillas que no se esforzó por ocultar. Hundió su rostro en el cuello del príncipe, y besó su piel con lentitud, recogiendo con sus labios las gotitas de agua que habían quedado por la zona.- No imaginas cuánto deseo ser tuya por fin, a ojos de los Siete y no solo ante los nuestros -suspiró, apoyando su mejilla sobre su hombro, y sopló levemente la piel húmeda del cuello del príncipe. Ella no necesitaba una gran ceremonia, firmas sobre un papel o la bendición de un septón para sentir que ya pertenecían el uno al otro, pero sabía que para los demás no sería así hasta que lo hubiesen hecho oficial.

Miró a los ojos a Maekar mientras le escuchaba, sonriendo cuando le escuchó asegurarle que, de no haber consecuencias la habría tomado allí mismo. Se sorprendió a sí misma al sentir un particular deseo en su interior cuando le escuchó hablar de su primer hijo, pues nunca había tenido un especial instinto maternal, a diferencia de otras jóvenes damas de su edad. Pero ahora ella soñaba con eso, con compartir con su príncipe algo tan especial como un hijo, y nunca habría esperado que fuese así. Quería disfrutar de sus hijos y de su esposo, y pensar en el futuro le hacía tener en cuenta la condición de caballero de éste. Tendría que aprender a vivir con el miedo por lo que le pudiese suceder, más aún que el que sentía cada vez que su hermano o su padre partían a la batalla.

Asintió- ¡Si! Pero no podrá ser igual que esta, solo parecida. Quiero que tanto nuestros aposentos como los de nuestros hijos sean especiales y únicos, quiero que puedan sentirlos realmente suyos -sonrió, antes de saborear una vez más los labios del Targaryen- Y por supuesto, mi amor. Te mostraré cada rincón de Occidente, las vistas del mar desde Roca Casterly, las calles llenas de gente de Lannisport... -sintió una punzada en el estómago al volver a su mente el asunto de Jeyne, cuando pensaba en su padre, en la Roca. Bajó la mirada y dio un trago de su copa de limonada, como si el frío pudiese hacerla olvidar de nuevo.

Después miró a Maekar y suspiró. Sabía que él se lo notaría, y no le gustaba hacerle pensar que le ocultaba algo, así que acarició el rostro del príncipe y volvió a exhalar otro suspiro- Es por Jeyne -dijo de pronto, aunque se corrigió para que él pudiese comprenderla- Eso que, además del barco, no me deja probar bocado, lo que me da vueltas en la cabeza todo el tiempo. -hizo una pausa, tomando una de sus manos- Mi padre tiene intención de casarla con Harrald Greyjoy -dijo finalmente, sintiendo cómo un escalofrío la recorría al decir aquel nombre.

Sintió cómo se quitaba un peso de encima al dejar salir esas palabras de sus labios, pues por fin podría hablar con alguien sobre aquel tema con total franqueza. Solo lo había tratado con la afectada, e intentaba mantener las formas con ella para no hacer que se sintiese aún peor al echar miras a su futuro. No sabía la posición que iba a tomar el príncipe ante aquella especie de confesión, pero aún así necesitó compartirlo con él, pues no quería que continuase pensando que había algo importante que no le contaba.

Sofia estaba arrancando otra uva del racimo cuando escuchó las primeras palabras de Maekar, las cuales le hicieron dejar lo que estaba haciendo para mirarle con el ceño fruncido, sin poder creer lo que oía. Sin embargo no le interrumpió, dejó que expresase su opinión tranquilamente, mientras, por el calor que le iba subiendo por el cuerpo, sentía que la dragona fuese ella en vez del príncipe. Rechazó su caricia, mirándole asombrada- Desde que mis recuerdos alcanzan he escuchado hablar sobre masacres y violaciones por parte de ese... ser. Me alegra saber que no es más que fruto de las malas lenguas -dijo con un claro tono de sarcasmo- No pretendo que me ayudes, que tomes parte en el asunto o que te manches las manos con temas que tanto distan de la realeza, pero no soy estúpida. No intentes convencerme de lo feliz que será Jeyne allí, porque ambos sabemos que no es así. Soy consciente de que las uniones por amor escasean en estos días, y no es eso lo que me preocupa. ¿Quién me asegura que ella no va a terminar así? Lo mejor que puede ocurrirle es enviudar la misma noche de bodas. -dió un trago de su limonada y miró hacia otra parte, tentada por salir del agua, vestirse y salir a dar un largo paseo que la ayudase a pensar o a olvidarlo todo. Cómo hubiese deseado ser uno de esos rudos caballeros que beben en las tabernas hasta perder la consciencia. Pero allí se quedó, lidiando con la uva, intentando mantener la compostura.

A medida que Maekar continuaba hablando, la incredulidad de Sofia aumentaba- No necesitaba que hicieses algo para evitarlo, ¡pero te pones del lado del kraken! ¿Crees que son sus hombres los que me preocupan? Ellos no la tocarán, por supuesto, sería su señora y la respetarían tanto como su señor les ordenase. Tampoco ella lo consentiría. Es en las acciones de Lord Greyjoy en las que no quiero pensar -le costaba añadir ese tratamiento delante de su apellido, pues ni siquiera creía que aquel hombre lo mereciese. Pese a ello, asumía que debía ser así.- Podrá hacer con ella lo que desee, y conozco a Jeyne, su personalidad. No se amolda con facilidad a los deseos ajenos, y será aún peor para ella saber que no tiene más remedio que hacerlo. -suspiró alterada, bebiendo de nuevo de la limonada. Necesitaba que aquel brevaje le enfriase las ideas.

Bajó la mirada, dejando esta vez que Maekar acariciase la mejilla, aunque la llevo a sus ojos de nuevo poco después- Y no me enfado contigo. Simplemente no creía que fueses capaz de defender que un hombre con honor llevase a cabo tales acciones, pero ya veo que sí -se encogió los hombros y suspiró decepcionada. Al fin y al cabo y en contra de lo que ella quisiese creer, los hombres seguían siendo hombres, y la visión que tenían de la mujer era común para todos. Quizás Maekar no viese a Sofia de aquel modo, o así quería pensar la leona, pero no le agradaba saber que con las demás sí era así.

- No -dijo tajante, negando con la cabeza ante su pregunta- No he pensado qué hacer, pero sea lo que sea, no harás nada. No dejaré que muevas un dedo, al fin y al cabo, son cosas de mujeres. Demasiado vanales para un príncipe -sentenció- Yo me encargaré.

No le gustó cómo la miró Maekar después de contestar a sus palabras, no le gustó en absoluto, pero debía comprenderle. A nadie le gustaba que le juzgasen o le acusasen de algo así, al menos a ninguna persona honorable, pero su opinión sobre el kraken dificilmente iba a cambiar, y cualquiera que excusase sus acciones no iba a ser bien visto a ojos de Sofia. Sin embargo, él no era cualquiera, era Maekar, su Maekar, la única persona que podía hacer que el temperamento de la leona se convirtiese en uno más propio de una tierna gatita. Bajó la mirada al escucharle, y aunó sus manos, sosteniendo la copa con ambas, apoyadas a su vez en su regazo.

De ser otro, le habría dado igual herirle, no le habría importado el efecto que sus palabras hubiesen causado, pero siendo él sentía que tenía que tragarse su orgullo y no seguir con aquella actitud, aunque fuese lo que sus impulsos le pedían. Era el momento de ser bondadosa y comprensiva, algo que no terminaba de dominar- Sabes que no será asi. Nunca es así... Hemos tenido la suerte de que nuestros sentimientos hayan sido tomados en cuenta por nuestros padres -dijo, aunque sabía que Damon no pensaba en los suyos al aceptar aquella unión, así que se corrigió- Y de que lo encuentren favorables para sus propios beneficios. He querido pensar que así sería, que al igual que nosotros, ellos podrán elegir, pero si he de tener en cuenta los hechos... Lo dudo seriamente -suspiró resignada.

Intentaba evitar sacar el tema de la opinión que tenía sobre él, pero no quería que su príncipe lo pasase mal pensando de aquel modo, pues no era cierto- Si pensase eso de ti no estaríamos aquí ahora mismo, no soñaría ilusionada con un futuro contigo, en tener hijos, en compartir hasta el último de nuestros días. Te detestaría, igual que me sucede con Greyjoy. Pero no es así, y se que lo sabes, que algo aquí -dijo colocando una mano en su pecho- sabe que te hablo con franqueza, aunque ahora pienses de ese modo -bajó la mirada, mirándose las manos- Sé lo que se dice de mi carácter, y al igual que sucede con el lord de las Islas del Hierro, esos comentarios no mienten. -suspiró y levantó la mirada- Y me gusta estar contigo porque haces que no sea así. ¿No lo ves? Contigo soy una blanda que intenta arreglar sus errores si sé que te hago daño -esbozó una sonria ladina, cargada de resignación.

Suspiró profundamente, más tranquila cuando la sonrisa del príncipe le indicó que sus palabras habían tenido el efecto que buscaba, que habían aplacado la molestia y tristeza que éstas habían provocado momentos antes sin intención por parte de la leona. Había descubierto que no había sensación más desagradable que la de verle decepcionado, y más aún cuando ella había sido la causante de ello., lo que al orgullo de la leona no le había sentado demasiado bien. Siempre había sentido debilidad por él, pero nunca hasta ese punto, y ese hecho la desconcertaba.

Bajó la mirada cuando Maekar retomó el tema de las uniones de sus hijos; prefería no pronunciarse de nuevo al respecto, pues, al contrario que su opinión sobre el tema anterior podía ser modificable, su instinto se mantenía diciendo lo mismo a tenor de aquello. Le hubiese gustado darle la razón, compartir las ideas del que sería padre de sus hijos, pero desgraciadamente, no lo hacía. Ella tendría poco que decir al respecto, y dudaba que Maekar rechazase la propuesta de cualquier gran señor si sintiese que ésta sería beneficiosa. No dudaba que ahora estuviese decidido a mantener su decisión de que ellos serían quienes decidiesen su propio futuro, pero mucho se temía la leona que finalmente tendría que ceder a las costumbres de Poniente.

Se sintió reconfortada con su caricia, y aún más con aquel nuevo beso, el cual hizo que en su rostro se dibujase una sonrisa llena de ternura- Lo sé, igual que yo a ti, y puedo asegurarte que no lo he dudado ni un instante, mi amor, por eso estoy tan tranquila por mí. Son otras personas las que me preocupan... Pero no hablemos más de eso -se echó sobre el pecho del caballero y suspiró, dejando salir sus inseguridades. Se guardaría para ella sus preocupaciones, y se exigió compartir con su príncipe solo momentos agradables. Ya habría tiempo para otros asuntos.

Sonrió al ver cómo su príncipe trenzaba su cabello, preguntándose cómo habría aprendido a hacerlo, más aún con el cabello empapado como lo tenía en aquel momento a causa del reciente baño, aunque pronto se basó en disfrutar de sus caricias, y apoyó de nuevo la cabeza en su hombro mientras le escuchaba. Pero sus palabras hicieron que el ceño de la leona se frunciese de disgusto. Odiaba los barcos, depender de lo que el mar quisiese hacer con ella, sentirse encerrada... Él lo sabía, y aún así no dejaba de trasladarla de un lado a otro siempre usando el mismo medio. Se incorporó entonces y le miró molesta.

- ¿Otro barco? ¡Por los Siete! ¿Es que no hay otra forma de viajar? -se quejó, aunque el príncipe lo pasó por alto y continuó habando, lo que provoco en Sofia un profundo suspiro de frustración. Lo siguiente le agradó más. Que la mayor parte del viaje de vuelta a la Roca fuese a caballo le gustaba especialmente, y por fin podría montar a Rubi, después de unos meses en los que se había limitado a visitarla en los establos, conversar con ella y peinarle las crines mientras la veía alimentarse. Por lo tanto, sabía que se le harian mucho más pesados los pocos días por mar que las leguas que tuviesen que recorrer por tierra, sobre su precioso percherón blanco.

Siguió escuchando a Maekar, imaginando cómo sería el viaje, visualizándolo gracias a los datos que él mismo le daba. No quería pensar en el navío en el que tendrían que pasar algunos días, así que se esforzó en pensar en todo lo demás, en Rubi, en las acampadas, en las aldeas por las que pasarían, la gente que conocería... Todo eso no lo ofrecía un barco. Su mente estaba perdida en aquellas suposiciones cuando escuchó al príncipe hablar sobre la opinión que su familia tenía sobre ella. No había sabido exactamente lo que pensaban, y escuchar que era apreciada por la reina hizo que una sonrisa iluminase su rostro, olvidándose del tema anterior- ¿De verdad? No lo dirás solo para contentarme, ¿no? -una risita nerviosa salió de sus labios- No sabes cuantísimo me alegro, ella es una mujer fabulosa. De hecho, espero poder llegar a ser tan buena esposa y madre -suspiró- Y no debes preocuparte por mi padre. Es un hombre inteligente, y sabrá ver tan bien como yo todo lo que guardas -sonrió con confianza- Respecto a mi madre... -bajó la mirada- Ella no guarda demasiada admiración por los matrimonios por intereses políticos, y quizás no esté demasiado feliz al respecto, pero si ve que me haces feliz no necesitará nada más para cambiar de opinión. Creo que es ella más que nadie quien vela por mi felicidad, y le gustará tener a alguien que la ayude en esa labor -sonrió, acariciando el rostro de su príncipe.

Asintió una vez más cuando Maekar volvió a mencionar a su madre- Todo irá bien, ya lo verás -murmuró rozando la punta de su nariz con la de ella antes de besarle. Estaba convencida de que así sería. Era consciente de la opinión de su madre respecto a aquellos temas, sabía que a Lady Amanda una de las cosas que mas le habían siempre atormentado había sido su matrimonio con Damon Lannister. Había sido una unión que ella no había elegido, y eso siempre la había hecho infeliz- Sofia sabía con certeza que su madre no quería para ella tal cosa, y quizás podría no estar de acuerdo por ese motivo. Podía pensar que Maekar era otro Damon más, otro hombre que ignora a su esposa, que no la tiene en sus pensamientos, y era por eso por lo que Sofia estaba tan tranquila al respecto. Su príncipe no era así, no era como su padre, y algo le decía que nunca lo sería. Podía confiar en él, se amaban, y un matrimonio en esas circunstancias era para ellos más un regalo que una condena, como le había sucedido a su madre.

- No necesitas excusarte, mi vida -dijo antes de soltar un profundo suspiro- Sé que no hay más remedio, que es lo más rápido y seguro. Es solo esa maldita fobia, que habla por mí -musitó bajando la mirada. Los Lannister no tienen debilidades, y si las tienen, se las guardan, o eso le habían enseñado sus padres, pero Sofia sabía que no había motivo para ocultar aquel temor delante del Targaryen, cuando además había tenido oportunidad de presenciarlo en varias ocasiones- Solo espero que no lo tomes por costumbre -añadió sonriendo, mirándole de nuevo, aunque lo siguiente no fue tan de su agrado.

Se había acostumbrado a dormir con él, tanto que sabía que le costaría conciliar el sueño sin el príncipe a su lado, y no le gustaba oir que aquelllo fuese a cambiar.- Si no hay más remedio... -se encogió de hombros- No me atrae nada la idea de tener que dormir en la soledad de mis aposentos, pero si así te sientes más seguro, será así como lo haremos. Una vez llegados a la Roca tan solo será cuestión de esperar hasta que por fin estemos desposados, y entonces no habrá nadie que consiga separarme de ti durante las noches. Ve haciéndote a la idea, pequeño dragoncito -dijo finalmente, repitiendo las palabras que él mismo había usado instantes antes.