Todas la lanzas de Dorne... (Libre)

Las ciudades que estaban por ser sitiadas y arrasadas solían tener el mismo olor siempre. Olor a miedo, desesperación y esperanza perdida... y eso que los volantinos no estaban ni en los alrededores todavía. La gente de a pie andaba lenta y desganada, los rumores eran todos iguales... distintos, pero iguales en cuanto a lo que significaban. Muerte y putrefacción, éso era lo que los dioses, cualquiera sean, habían destinado para los hijos de Rhoyne. No era que me importara mucho... los ciudadanos de Lanza del Sol eran como cualquier otro ciudadano, egoístas y creídos de sí mismos... en sus riquezas y en su seguridad. Por supuesto, no todos los habitantes de Lanza del Sol eran los ricachones acomodados que cabían en mi descripción. De hecho, la mayoría de ellos eran pobres y andrajosos, pero eran sólo éstos últimos los que me daban pena. Eran las piezas del tablero que quedaron desplazadas, ignoradas por el resto. Por suerte, los nobles dornienses no habían elegido esta guerra, porque sino habría tenido mas motivos para putearlos durante el resto de la noche mientras me dedicaba a tomar cerveza y animar a los citadinos que se reunían en las tabernas de mala muerte para ahogar sus penas. En ésta ocasión particular, mis cabalgata diaria por la ciudad me había llevado a una posada un poco más lujosa que las que acostumbraba a visitar. "El huérfano", una posada de mediana fama cuyo nombre hacía referencia a los rhoynar que seguían añorando su hogar en Essos, estaba ubicada en una de las calles principales de Lanza, y tenía una buena cantidad de actividad.

Dejé mi caballo amarrado y a Grimm, mi gatosombra, para que lo cuidara. No pensaba quedarme a dormir en un lugar tan caro, pero si me apetecía comer y beber de forma decente. Había venido a Lanza para ayudar en su defensa como pudiera... no era un noble, pero si sabía usar mis armas... y mucho mejor que la mayoría de los nobles. Con mi lanza en una mano (La cual estaba enfundada en la punta para simular) y mis fardos colgando en mi espalda, ingresé en el salón, justo en el momento en que un borracho perdido era lanzado fuera de allí por unos matones del lugar. El desgraciado fue a parar directo al lodo de cabeza... Lo miré con desaprobación y negué con la cabeza antes de adentrarme en el lugar. Era una sala bastante amplia, con una larga barra y varias mesas distribuidas por todos lados. Había un espectáculo de bailarinas y acróbatas en escena, pero no les dediqué ninguna atención, mi mirada puesta en los clientes. Mercaderes, negociantes... y viajeros. Seguro que con la guerra en puerta sus respectivos negocios se estaban arruinando y no tenían pinta de ser de los mayores miembros de su ámbito de comercio. Me acerqué a la barra y pedí una pinta de cerveza y la mejor comida que sirvieran... por supuesto que sería caro, ya que los conflictos bélicos hacían subir todos los precios.

Comí y bebí a mi gusto y tuve la buenaventura de encontrarme con un compañero de bebidas que resultó ser un joven guardia de Dorne. El muchacho era mucho menor que yo... quizás 15 o 16 años y estaba seguro que jamás había visto una puta pelea ni pintada en un mural. Me compadecí, no era fácil empuñar el arma contra el enemigo y no podía culparlo por tener miedo... por lo menos era sincero y admitía que lo tenía. Así fue como pasé el resto de la velada tomando junto al chico, cuyo nombre era Sinn. Nos reímos de lo que teníamos que reirnos y cantamos canciones junto al resto de los presentes hasta que irrumpieron tres guardias jóvenes con mirada arrogante y sorna en su rostro.

"Vaya Vaya, pero si el cobarde de Sinn se encuentra escondiéndose en tabernas...." dijo el que parecía ser el líder de los matones. El chico aludido se encogió y se hizo el desentendido, pero no pudo hacerlo mucho más tiempo cuando los dos compañeros del otro guardia, que habían festejado su burla con sarcasmo, lo aprehendieron de los hombros. En ése momento me sentí de verdad furioso. Todos esos guardias eran niños que no habían salido de su huevo todavía y le recriminaban a uno de ellos que se refugiaba bajo la cerveza y la alegría de una posada antes de tener que poner su vida en riesgo. Me giré e hice dar vueltas mi bastón a una velocidad espeluznante, golpeando a ambos guardias en los brazos. Los mismos retrocedieron entre gritos y quejidos. Me puse entre ellos y Sinn y les apunté con la punta de mi lanza negra, envuelta en telas para no hacer daño.... no mucho por lo menos. Mis ojos despedían chispas y mi ceño estaba fruncido y serio. "Veamos como se las apañan los tan valientes guardias de Lanza del Sol contra un hombre con un bastón.... en vez de contra un chico medio borracho..." dije desafiante. El líder del trío sonrió luego de parecer un poco perturbado y sus acompañantes desenfundaron sus espadas al mismo tiempo.

Atacaron... sus movimientos dejaban mucho que desear. Lentos y confiados, acostumbrados a luchar contra la chusma y no contra soldados profesionales. Los volantinos se los comerían crudos como Grimm hacía con gatos de menos tamaño. Como un rayo, mi lanza golpeo los costados de las armaduras de los guardias, primero uno y luego el otro, pierna, estómago, mano y cabeza. Tras ésa serie de impactos, los secuaces del niño bonito quedaron en el piso, uno con la nariz sangrando y el otro con la muñeca quebrada, pero sin daños mortales. A todo ésto la taberna entera se había revolucionado, sillas volando, y golpes en todos lados, animados por la borrachera general... pero mis ojos estaban puestos en el líder de los guardias... estaba en verdad enojado.