Visitas vespertinas {Leana, Maekar, Shiera}

Sofia lo había intentado de mil maneras, pero no consiguió que dos de los guardias enviados por su padre se quedaran en el castillo en vez de salir con ella. Sus damas sí lo habían hecho, por lo que la única compañía que la leona tenía durante su última tarde en Antigua era la de dos hombres altos y fuertes, y perfectamente ataviados con espadas y armaduras, que no perdían de vista a la joven Lannister ni un segundo, haciendo que ella se encontrase en un eterno estado de frustración.

Les había dicho que su intención era ir al mercado, a sabiendas de que la casa de los tios de Maekar estaba prácticamente al lado. Aquellos hombres hacían bien en desconfiar, para desgracia de Sofia, quien trataba continuamente de perderlos, escabulléndose entre la gente y los coloridos puestos de fruta que invadían esa calle.- ¿Es que no tenéis nada mejor que hacer? Por los dioses, ¿qué clase de persona rechaza un día libre? -dijo cuando la encontraron antes de suspirar profundamente, pese haberse escondido detrás de las lonas de uno de los puestos.

Empezaba a asumir que tendría que soportarlos el resto del día, cuando vio una cara conocida. Leana Lynderly y Sofia Lannister no eran grandes amigas, pues no habían tenido tiempo de conocerse, pero la leona estaba decidida a que eso cambiase. Además, con suerte aquello les daba un poco de confianza a sus guardias- ¡Lady Leana! -dijo en voz alta para que se detuviese. Corrió hasta ella, dejando detrás a sus acompañantes, aunque continuaban observándola. Habían aprendido a no meterse en las conversaciones de sus señores, y seguían eso a rajatabla.- ¡Qué gusto veros por aquí! -sonrió, aunque su sonrisa se borró fugaz al caer en la cuenta de que podía estar siendo un incordio- Lo siento. ¿Os interrumpo? ¿Ibais a alguna parte?

Una sonrisa volvió a iluminar el rostro de Sofia cuando descubrió que no suponía una molestia para Leana. No le gustaba ser un incordio, pero al comprobar que no era así, Sofia volvió a sentirse cómoda de nuevo, lo que se vió claro en sus movimientos y gestos- No, gracias -negó- Creo que aún tengo las fresas del postre en la garganta -rió.- ¿Son las flores para alguna ocasión especial? En mi último día del nombre una de mis damas de compañía me regaló un numerosísimo juego de flores de tela de mil colores diferentes. Eran preciosas -suspiró. Desde donde se encontraba se veía una de las esquinas del precioso edificio que servía de vivienda a los familiares de Maekar, y eso hizo que a Sofia le picase el gusanillo.

Miró a sus guardias, y luego a Leana de nuevo- Se que apenas me conocéis, y ademas tenéis planeado encontrar las flores, así que podéis decirme que no sin problema. No me molestará. -dirigió otra mirada a los dos hombres, y luego miró a la mujer de nuevo- ¿Os apetece visitar a algunos de los miembros de la familia real? Se que puede sonar precipitado, pero necesito que me guardéis el secreto -suspiró, consciente de lo raro que podía sonarle todo aquello- Os daré las explicaciones que me pidáis, y os lo compensaré. Os puedo acompañar luego y ayudaros a elegir esas flores... -se encogió de hombros y miró a la de ojos claros, esperando su respuesta. No tenía la menor idea de qué podía contestarle, aunque si la respuesta era negativa pensaba ir a ver las flores con ella. Con suerte aquello también podía hacer que sus guardias rebajasen la vigilancia, y podría escaparse en cuanto Lea se marchase.

Nunca le había alegrado tanto que alguien la acompañase a alguna parte. Ya no solo por el hecho de poder ir a donde quería y librarse de sus guardias, algo que aún no tenía claro si conseguiría, sino poder ir con alguien a quien prácticamente no conocía. A Sofia siempre le había gustado entablar conversación con cualquiera, sin importar el rango social, algo que su padre no llevaba demasiado bien. Le gustaban las personas, conocerlas, analizarlas... aunque llevaba un poco mal el echo de depositar su confianza en aquellos que la rodeaban. Había aprendido que la mayoría de personas guardan un as en la manga, y no se fiaba de ello. Si Leana hubiese sido miembro de una de las casas mayores, habría desechado por completo la idea de pedirle que la acompañara, pues las consecuencias de su compañia durante la visita podría haber sido diferente, pero afortunadamente no era así, así que negó con la cabeza cuando la castaña sacó el tema.

- No tenéis de qué preocuparos. Vais perfecta -valoró con una sonrisa. Y era cierto. No habían sido pocas las ocasiones en las que Sofia había halagado a alguien cuya apariencia no lo merecía, pero en aquella ocasión debía admitir que su aspecto era estupendo. Apenas podía ver su peinado, dada su posición, pero remarcaba sus rasgos, y eso en una mujer bella siempre es un punto a favor.- Si queréis hacer preguntas estáis en todo vuestro derecho -dijo girándose para llamar a sus guardias con un gesto- Pero debéis ser discreta. Es un tema delicado. Y no tenéis por qué estar nerviosa, yo no trato con ellos desde que era una cría... -suspiró- Seguidme la corriente -añadió veloz, rotando para mirar de frente a los dos hombres que ya se habían acercado.- Ella es Lady Leana, de los Lynderly del Valle. Me ha pedido que la acompañe a visitar a unos conocidos. Era esa casa de ahí, ¿cierto? -preguntó, señalando su objetivo, mirando después a Leana para que le diera la razón, y después a los guardias de nuevo, esperando que éstos fueran unos patanes que no supiese quienes eran los verdaderos dueños- No tardaremos en volver, porque tiene que comprar aún unas flores de tela en uno de estos puestos. ¿Creéis que podríais dejarnos a solas durante la visita? Sus conocidos podrían tomar vuestra presencia como una amenaza. Y ¿quién quiere que pase eso? -miró de nuevo a la mujer, esperando que en su casa no se reflejase la enrevesada mentira que estaba soltando

Se sintió complacida al ver cómo la del Valle la apoyaba con aquella mentira improvisada que acababa de decirle a sus guardias, y estaba decidida a agradecérselo de algún modo, igual que el hecho de que la acompañase durante aquella visita. Le preguntaría en cualquier momento qué era lo que quería a cambio, pero de momento, dejó que toda la tensión se esfumara con un largo suspiro en cuanto los hombres se alejaron.- Gracias -dijo volviéndose a mirar a Leana- Os lo compensaré de algún modo, podéis estar segura -le garantizó mientras echaban a caminar hacia la casa las dos solas, pues los hombres que iban con la castaña se quedaron manteniendo una distancia prudencial, gesto que Sofia agradeció con una sonrisa.

Cuando llegaron hasta la casa, Sofia tuvo intención de llamar a la gran puerta de madera maciza, pero Leana se le adelantó en lo que la joven Lannister interpretó como un gesto cortés, el cual ella aceptó de buen grado. Sabía que muchas casas con menos renombre actuaban de tal modo cuando trataban con miembros de las casas mayores, pero no le pareció necesario. Un caballero alto y corpulento que vestía una impoluta armadura fue el encargado de abrirles la puerta, examinándolas detenidamente, gesto que a la leona no terminó de gustarle.- Sofia Lannister y Leana Lynderly -dijo con voz firme, aunque siempre amable- El príncipe Maekar ha pedido reunirse con nosotras. ¿Vais a contrariarle? ¿Vos? -añadió al ver que aquel hombre no les daba vía libre para entrar en la vivienda, aunque terminó haciéndolo, pidiéndoles que le siguieran. Sofia lo hizo de mala gana, aunque no tardó en distraerse mirando los tapizados de las pareces y los adornos que llenaban los pasillos, aunque manteniendo la sobriedad, sin excesos.

Dedicó una mirada a su compañera, colocando la mano en su hombro unos segundos para que perdiera la inseguridad que seguramente sentiría. Ella misma estaba nerviosa, no tanto por Maekar como por sus familiares, a quienes no había visto desde hacía años. Por no hablar de lo ocurrido entre ella y el príncipe, de lo que no sabía si estarían al tanto. Después de un par de minutos surcando pasillos, llegaron hasta un patio precioso, donde pudo divisar a Maekar hablando con una mujer. Sonrió al verle a él, pero necesitó reducir algo más la distancia para identificarla a ella. Era Shiera Seastar, su tía. Sofia se obligó a estar tranquila, y cuando el caballero interrumpió la conversación que mantenían, saludó con la cortesía de toda buena dama- Mi señora -hizo una leve reverencia con la cabeza en dirección a la mujer, girándose después hacia Maekar- Mi príncipe -repitió el gesto, aunque en este caso se atrevió a mirarle a los ojos en vez de agachar la mirada, y a dejar que una sonrisa ladina aflorase en sus labios- Lamento interrumpir...

Shiera alzó la ceja divertida al ver como su sobrino se intranquilizaba ante la presencia de las dos jóvenes, y la miraba expectante. La dama se levantó, sonriendo, divertida. Lady Sofia, me permitís que os llame, Sofia, me temo que mi sobrino habla tanto de vos, que ya sois casi de mi... familia. Se acercó dando un par de besos a la joven, para aproximarse a la otra dama, mi señora, encantada de conoceros, me temo que mi parlanchín sobrino me hablado menos de vos, por decirlo, arrugó la naricilla, casi nada, pero sois igualmente bienvenida. Con el mismo gesto de cariño para con ella.

Aproximaros señoras, el malo de la familia, Ser Brynden, no está, asi que disfrutaremos de una distendida conversación sin que nos analice, o nos regañe ante cualquier falta contra el protocolo, pero no tengáis temor, yo le pondré es su sitio, y no es tan fiero como la gente piensa, ella lo sabía perfectamente, los bulos que corrían sobre ellos eran pura patraña. La bastarda les tomó a ambas del antebrazo, por favor señoras, tomad asiento, esta casa esta llena de demasiados hombres con conversaciones absurdas, de temas más absurdos, para mi es un placer poder hablar con seres inteligentes, de temas apasionantes, como sólo las mujeres sabemos tratar.

Les indicó un lugar en la mesa del jardín, situado a la sombra de un sicomoro, donde soplaba una leve brisa. Shiera comprendió porque su sobrino se había enamorado de la preciosa leoncita, miró a Maekar, estaba rojo como el vestido que ella llevó en el baile, y la joven, aunque intentaba mantener un cierto aplomo, estaba segura que sentía un cierto nerviosismo. La otra señora del Valle, tampoco estaba muy cómoda en su presencia, debía buscar un tema que las hiciera sentir tranquilas. Pero ella no era dama que gustara hablar de trapos, en realidad, no tenía ni idea, pese a los rumores no era una almibarada dama cortesana.

Con una mirada hizo que Gwen se acercara a la mesa. Gwen, puedes, por favor, hacer que nos traigan algo para nuestras invitadas, señoras, os sugiero que probéis la limonada que prepara nuestro cocinero, es excelente, y más con la materia prima, recién cortada de los limoneros de esta villa. Aunque si deseáis otra cosa, si está en mi mano, no dudéis en pedirla. Miró a su sobrino, divertida, lo estaba pasando mal, eso la hacia mucha gracia, guiñó un ojo a las jóvenes, siento una leve curiosidad por el objeto de vuestra visita, espero que no os imponga mi presencia, se inclinó hacia ellas, ni mi león está en la casa, y lo que es mejor, el gruñón de mi hermano, el rey, está muy lejos, lo que hablemos no saldrá de aquí, su excelencia, el Consejero de Rumores no se enterará de nada.

Se sorprendió cuando Lady Shiera le pidió si podía llamarla tan solo por su nombre. Las nobles rara vez hacían aquello con alguien a quien apenas conocían, más aún cuando quien lo hacía era la hermana del rey, por lo que Sofia pudo sentir que aquella mujer confiaba en ella, o eso quiso pensar, más aún cuando pronunció la palabra "familia"- Por supuesto. No necesitáis preguntar -dijo asintiendo enérgicamente. No sabía si Maekar le habría contado algo sobre lo que los unía o si simplemente había hablado de ella como una buena amiga, aunque aquella palabra le daba que pensar. ¿Significaba eso que ella lo aceptaba? No quiso pensar en eso, así que en cuanto les ofreció asiento, la leona se sentó frente a la mesa, agradeciendo internamente que su príncipe se sentase junto a ella. Correspondió a la caricia que sintió, estrechando la mano de él entre sus dedos. Agradecía ese gesto, pues le daba la confianza necesaria.

Suspiró más relajada, viendo cómo Lady Shiera mantenía un tono relajado y cordial, algo que si supuso tranquilidad para ella, para Leana tuvo que significar aún más, pues a pesar de que mantenía las formas a la perfección, supuso que no estaría acostumbrada a codearse con representantes de la familia real.- Se comenta por las calles de la ciudad que hay pocos lugares más hermosos que este, y, para ser sincera, la compañía que aquí podía encontrar se me hacía muy grata, así que al encontrar a Lady Leana junto al mercado, le pedí que me acompañase -respondió al escuchar las demandas de la hermana del rey, pero no pudo evitar repetir las palabras de la castaña cuando escuchó nombrar a cierto animal- ¿Un león? -sus ojos celestes brillaron de ilusión.- Llevo toda mi viendo leones en bordados, estandartes, adornos... pero nunca he visto ninguno real -se sintió avergonzada por ello, como si de ese modo estuviese deshonrando a su casa- ¿Sería muy atrevido pediros que me dejaseis verlo algún día? No imagináis lo feliz que me haría -sintió cómo el calor de adueñaba de sus mejillas, sonrojándose al pedir algo así.

La dama sonrió ante las jóvenes señoras. La mención de la existencia de su mascota las había impresionado. Por supuesto señoras estáis invitadas a Desembarco, y os presentaré a mi mascota, que no es exactamente un león, es un Hrakkar, un león blanco nativo del Mar Dothraki, de Essos, son muy raros, fue un regalo de mi abuelo, el Lord de Lys, los Dothraki los suelen cazar en sus rituales de paso a la edad adulta, el mío, fue un cachorro abandonado, es peculiar, tiene un ojo de cada color, como yo. Y se trata de un felino encantador, demasiado mimado, miró a su sobrino, entre mis dos hermanos y mi sobrino, es imposible lograr que sea educado, no resisten darle todo lo que pide.

Shiera tomó la jarra que había depositado una de las doncellas en la mesa, como la educada anfitriona que era, sirvió a las damas y a su sobrino, para hacerlo con ella en último lugar. Señoras, Sofía, Lady Leana, si vuestras respectivas familias os dan permiso, os invitó formalmente a acompañarme a Desembarco, aunque deberemos pedir la autorización de Ser Bryden, protestará, dirá que no le gusta ser nodriza de damas, gruñirá, pero no creo que se oponga durante mucho tiempo.

Poco después llegaron los pasteles de crema que preparaba el cocinero que habían traído de su casa, probadlos antes que mi encantador sobrino los acapare. La Bastarda deslizó con suavidad la bandeja, hacia las damas, y sonrió ante las carantoñas que ambos jóvenes intentaban ocultar bajo la mesa, en realidad eran una pareja encantadora, rogaba a los dioses que no cometieran ninguna indiscreción que evitara que se pudieran unir. Espero que esta visita no sea la última, ¿os gustaría quedaros a compartir nuestra cena? Con suerte el gruñón dos, o sea Ser Brynden no aparecerá, y si lo hace, será una encantadora compañía no es tan serio como dicen. La señora deseaba conocer a la joven leoncita, y a la dama que la acompañaba.

Shiera captó las miradas y los gestos, era imposible que negaran el amor que sentían ambos muchachos, la sangre les hervía sin duda. Maekar, podríais Sofia y tú recoger unos limones para nuestro cocinero, para que pueda hacer más limonada, de paso le enseñas a esta jovencita nuestro jardín exterior, que tiene una vista preciosa sobre la bahía. Miró a Lady Leana, mi sobrino es un experto en la recogida del limón maduro, le guiñó el ojo, sino lo es, parecerá que lo ha hecho toda la vida.


Una vez que los chicos se alejaban, tomó del brazo a la joven del valle, si no os molesta mi compañía, Lady Leana, podemos caminar unos momentos, para dejar solos a los chicos, creo que les estorbamos, el amor es egoísta y, poco protocolario, solo les ha faltado decir que nos fuéramos, se encaminó hacia uno de los jardines, y miró a la joven. ¿tenéis pensado vuestro futuro, señora? ¿Os gustaría servir en Desembarco a una de las damas de la cote?

Sofia escuchó con atención cada dato que Shiera les daba sobre aquel animal. Por su descripción debía ser una criatura majestuosa, y en la mente de la leona ya había sido capaz de imaginarlo, haciendo que sus ganas de verlo fueran aún más grande. Al fin vería un león, y no uno corriente, sino un Hrakkar del Mar Dothraki. Sofia estaba ansiosa, pero otro nuevo pensamiento sustituyó aquel, haciendo que sus labios se entreabriesen por culpa del asombro. Miró a su príncipe con una sonrisa y asintió ante su pregunta. No sabía si Maekar le había contado a su tía lo que le había propuesto la noche anterior, pero se sentía halagada de igual modo, pues significaría que no se interponía entre ellos.

- Claro que os acompañaré si gustáis. Estoy convencida de que mi padre se sentirá honrado con tal petición -dijo, aunque no creia que fuese así. De todos modos ya lo había decidido, y quisiese él o no, iba a ir a la capital- Aunque me hubiese gustado que pudierais venir vos también -agregó, mirando a Leana, sinceramente disgustada por aquello. Le había caído bien el día de la carrera, más aún ahora, después de haberla cubierto aquella tarde ante sus guardias, y le habría alegrado poder compartir más tiempo con ella. Realmente lamentaba que no pudiese ser así.

Pero su atención pasó de nuevo al príncipe, al sentir cómo besaba su mano, gesto que fue visible para el resto de las damas, por lo que Sofia sintió cómo su cuerpo se tensaba en tan solo un par de segundos, tan complacida por el beso como avergonzada por la situación. Fue a cambiar de tema, pero Shiera la interrumpió con una proposición a su sobrino que la leona recibió con el ceño fruncido. Claro que agradecía que le dejase tiempo a solas con Maekar, pero era poseedora de los buenos modos necesarios para manejar esa situación. Se sentía confundida, ¿había sido solo por aquel beso? Se levantó de la mesa, relajó el ceño y sonrió a la hermana del rey con una reverencia, haciendo lo mismo ante Leana, y comenzó a caminar por un pasillo siguiendo a Maekar- ¿Qué ha sido eso? -dijo en cuanto estuvieron solos, deteniéndose en seco en mitad del pasillo- Nos ha echado de la mesa. ¿A recoger limones? -bufó y siguió caminando sin rumbo, pues no tenía ni idea de donde estaba el jardín que decía y tampoco le daba a Maekar opción de que la guiase. Al percatarse se detuvo de nuevo- ¿A dónde se supone que estoy yendo? ¡Si no se por dónde es! -suspiró- ¿Me he comportado mal? ¿Las he ofendido? He sido educada, amable, he mantenido la conversación... Todo lo que se debe hacer en una situación así. Mi septa habría estado orgullosa, y tu tía me echa de la mesa. -dijo alterada por la posibilidad de haber ofendido a alguien, aunque intentando mantener la calma.

Sonrió divertida al ver partir a la pareja, todos los chicos eran iguales, cuando sus damas se enfurruñaban, normal en la Lannister que conocía casi nada a la tía de Maekar, su sobrino se empeñaba en explicárselo, y contrarrestar su pataleta, ¡tendría mucho que aprender de las sutilezas de la Corte! Si a ella la hubieran dado oportunidades como ésta para poder estar con la persona amada, la habría cogido a la primera, se encogió de hombros, mientras caminaba con la joven procedente del Valle de los Ríos, de mirada triste.

Hizo un gesto a Gwnen, disculpad señora, Gwen ordena la mesa para casi cinco, no sabemos si Ser Brynden nos acompañará, por si acaso ten preparado un quinto cubierto, quiñó un ojo a Leana, suele apropiarse de los míos, no os alarméis, Lady Leana, cuando mi hermano está en la mesa hay dos cosas que corren peligro y han de defenderse con uñas y dientes, una son los cubiertos, siente un deseo irrefrenable de apropiarse de ellos, y más si son los míos, la segunda es el pan. ¡Ojo con el pan! Ninguna porción de está a salvo, debéis defenderlo, por muy alejada que estéis de Ser Bryn, se hará con él, pondrá cara de no haber roto un plato y murmurará ¡es mío! ¡Deberíais haber estado atenta! Y se lo comerá tan tranquilo.

Intentaba que la joven dejara atrás su nerviosismo, haciéndola ver que eran una familia normal y corriente, se paró de nuevo ¿o, tal vez es el rey el que roba el pan? Ahora no estoy segura, o son los dos, en el peor de los casos somos humanos.

Shiera siguió caminando, ¿os gustaría permanecer un tiempo en la Corte?, os lo digo, y susurró en su oído, Mi Gwen se está haciendo mayor, y pese a los rumores, ser mi dama de compañía es de lo más aburrido, hizo un leve mohín, desde que dejé las prácticas de magia negra, y bañarme en sangre de doncellas, he perdido mucha mala reputación. Os invito a pasar un año a mi lado, como miembro del Consejo ahora viajaré un poco más, sino vuestra vida tendría muchos días libres, mucho de lo que se dice sobre mí es un cuento, bueno, una cosa si es cierta, y es terrible, soy un ratón de biblioteca, vuestra misión es recordarme de vez en cuando, que me he de comer, se me suele olvidar, el trabajo no es duro, lo complicado lo hará el servicio, y… sonrió maliciosa, seré una ayuda si me decís que ocultan vuestros tristes ojos, y si no me equivoco, ha de ser a causa de un caballero, de mi percepción de los sentimientos viene mi fama de bruja, sólo es sensibilidad, no hace falta que me lo contéis, y mi poder “adivinatorio” no es infalible, no va más allá de identificar la comida de esta velada, que ordené hace unas horas.

Sofia no parecía tener intención de calmarse, se sentía a la vez ofendida y contrariada por el temor de haber ofendido a la hemana del rey y tía de su príncipe, pero al sentir cómo éste se acercaba para rodearla por la cintura y besaba con ternura su mejilla, empezó a relajarse, bajando la mirada al escucharle, un poco avergonzada por haber actuado de forma absurda, como una niña tonta. Y no, ella ya era una mujer, por lo que no le gustaba mostrarse así ante nadie, menos aún delante del dragón. Suspiró y volvió a mirarle, mostrando una sonrisa causada por sus palabras.

Si había algo que fuera común a todos los leones, eso era la ambición. Todos querían tener incluso más de lo que podían, así que a Sofia no le pareció justo tener que elegir. Sonrió y besó la mejilla del caballero- ¿Y por qué no disfrutar de esos besos entre los limoneros? -preguntó, tomando su mano para tirar de él.- ¿Qué? Me gustan los limones -rió, encogiéndose de hombros. Su septa llevaba desde que ella era un bebé intentando evitar que se metiese en la boca las rodajas de limón que utilizaban para aderezar comidas y bebidas o como decoración, pues según ella, era impropio de una dama, pero a Sofia siempre le había gustado la acidez de éstos, y aún ahora, dieciocho años después, la leona seguía haciéndolo, para disgusto de la mujer, quien continuaba tratando de quitarle la dichosa costumbre a su señora.

Echó a caminar entre risas tirando de la mano de su príncipe, hasta que cayó en la cuenta de que seguía sin saber a dónde dirigirse, momento en el que se giró para mirar al Targaryen- Lo he vuelto a hacer -dijo antes de indicar cortésmente a Maekar que él fuese delante, añadiendo al final una leve reverencia en tono burlón.