Pasión de Primavera (Leana "Privado") +18

Había sido un día productivo, tanto a nivel diplomático como de divertimento. Pero Lucas no estaba satisfecho, al menos no hasta que cumpliera con algo que le rondaba la cabeza. Era ya de noche y el ambiente era fresco, pues aún era primavera y no verano, factor acentuado por la situación del Dominio como una meseta en medio del continente. El río estaba cerca y aquello proporcionaba un refrescante tono al ambiente.

Había disfrutado en los juegos y en la carrera, aunque alguno de los jinetes pasó más de un apuro en algún momento debido a la rapidez de las caballerías. Había reido junto a Leana y junto a las demás personas que asistieron al evento, aunque él decidió no participar. Tras eso comió y bebió algo y luego se bañó, tras despedirse de todos al caer la noche, como era costumbre desde que llegase con Lea. Pero echado sobre el lecho sentía calor, insomnio, se sentía nervioso y cómo un fuego recorría sus venas. No lograba dormir y pensaba una y otra vez en su compañera...en su amada mujer. Se levantó, aún tenía el cabello húmedo del baño y se asomó a la ventana, Antigua aún bullía vida nocturna, festejos, eventos menores y fiestas familiares por la primavera, y él, un noble, ¿iba a quedarse recluido en el lecho esperando el amanecer como un campesino temeroso de los dioses?

Aún tenía una conquista que realizar y por los Siete que la iba a realizar aquella noche. Se echó una túnica por encima, ajustada con un cinturón y se calzó unas botas bajas, llevaba las piernas desnudaas, musculosas y trabajadas, levemente arqueadas por montar a caballo con asiduidad. Tenía calor y eso lo sabía bien. Salió de allí y echando mano de memoria recorrió el ala de invitados del castillo dirigiéndose a los aposentos de su amada. Allí lo recibieron los de siempre, poniéndose entre medias de él y la puerta.

Más vale que des media vuelta, Coldwater, la señora duerme le anunció uno de los guardias. Ha sido un día agotador para nuestra señora, así que no desea ser molestada, lo dejó claro al entrar en la habitación. Lucas titubeó un poco al escuchar esto, si no deseaba ser molestada...quizá el debería volver, pero su cabeza dijo rotundamente NO, esa sería la noche, la noche de su conquista, su fuego y su virilidad gritaban que así fuera. Más vale que te apartes, soldado raso, y no me hables así, soy un noble de larga estirpe, una estirpe que ni tú conoces ni puedes aspirar a engrosar una igual. Sabía que sonaba grosero, pero estaba harto de que los guardias de los Lynderly le vituperasen y despreciasen. Así que aparta tu cuerpo innoble de en medio y trátame con el respeto que merece un miembro de la nobleza, maldito patán. Gruñó Lucas sosteniendo la mirada del guardia, que mirando a su compañero, se hizo a un lado. El Coldwater se regocijó con su primera victoria en la noche, su orgullo y su hombría pasaban intactos a ver a su amada.

Dentro el ambiente era tenue y no oscuro como los guardias preludiaban. Leana leía a la luz de una vela y Lucas se alegró de no tener que turbar su sueño. La miró e inclinó la cabeza, recolocándose la túnica. Mi querida Lea, no podía dormir sin venir a verte esta noche...sin...sin verte una vez más. Dijo notando como le ardían las mejillas por el rubor y las sienes le latían de los nervios. Se acercó al lecho aprovechando la sorpresa, sin dejarla actuar, y se colocó en el lado de la cama donde estaba ella, alzó su rostro por la barbilla con dos dedos, instándola a levantarse...y cuando lo hizo, igual de sorprendida que cuando él entrara en la estancia, recogió sus labios con los suyos en un beso tan silencioso como la misma noche y tan cálido e inflamado como la virilidad del Coldwater.

Lucas dejó de sentir el frescor del ambiente y la humedad de fuera para sentir solamente el calor de Lea y la humedad de sus labios. Eran suaves y cálidos, como la piel de un dorado melocotón colgado al sol en el melocotonero en una tarde de verano, era algo maravilloso. Ella le acercaba hacia sí y él no iba a dudar en complacerla, se dejó arrastrar hasta que las plumas del lecho soportaron el peso de Lea y sobre ella, el de Lucas. Recorrió el cuello de su amada hembra en cuanto tuvo ocasión, recorriéndolo con los labios y cómo no, dejándose llevar y acariciándolo con la lengua.

La luz de la vela iluminaba a ambos jóvenes que suspiraban, pero Lucas ardía, y como tal se puso de rodillas, dejando a Lea debajo, la miró largamente a los ojos sin decir nada, la miró yacer ante él, semi desnuda y tan deseosa como él. Se deslizó la túnica sobre la cabeza y quedó desnudo, como tantas otras veces, ante su señora. Pero esta vez llegarían más lejos, la mirada y el corazón de ambos lo sabían bien. No quiso hablar, tan sólo dejó que la titilante llama iluminase las formas trabajadas de su cuerpo por el entrenamiento mientras su cabello húmedo y ondulado cubría sus fuertes hombros. Descendió sobre ella y la reclamó en un ardiente beso mientras con su torso sentía la suave pero firme presión de los turgentes y alzados pechos de Lea, que con el roce de la tela y de él mismo, vieron erizarse sus pezones rosados, visibles bajo la tela del camisón...

Un camisón que sobró a ojos del caballero, pues pronto sentó a Lea frente a él, quedando ambos frente a frente. Fue entonces cuando con un suave movimiento hacia arriba, como hiciera él con su túnica, la belleza de su amada apareció ante él. Sus pechos jóvenes se alzaron hacia él, mientras su cabellera castaña los tapaba parcialmente. La percibió ruborizada y quizá algo nerviosa, aquello afianzó su amor hacia ella, Lea era una dama virgen, no una meretriz. Lucas la honró por aquello y, apartando suavemente sus rizos castaños, devoró lentamente su pezón izquierdo, primero con besos leves, luego con lametones apasionados, entre tanto su virilidad crecía, orgullosa y dispuesta. Con la mano izquierda masajeó con lentitud su pecho derecho a la vez que sus oídos, agudizados por el placer, captaban los suspiros y leves gemidos de su dama.

Enrojeció de forma suave, casi como un rubor, la piel de su pecho debido al roce de su barba y lo lamentó, era una dama demasiado hermosa para lastimarla por unos pelos endurecidos. Si era menester se afeitaría por ella. La volvió a recostar bocarriba, sin saber si continuar o dejarla hacer, pero quería conquistarla, llevar la iniciativa, pronto se descubrió besando su canalillo con lentitud, después la suave superficie que, como el propio Dominio, se extendía plana y sin curvas hacia el Occidente...y allí encontró Lucas la humedad de su dama, el placer de su amante. Jugó con la lengua y los labios, la besó y la lamió, de arriba abajo primero, de izquierda a derecha después... Sintió como el sexo de ella le recibía, húmedo y cálido, se abría ante sus labios y su lengua y ella, como un fuelle desbocado, comprimía y extendía el pecho y el abdomen, revuelta agitada por sentir por vez primera el placer desconocido. Entonces se arqueó, de tal forma que el Coldwater alzó la cabeza con ella y la mordió juguetón, pero de forma suave, en sus labios. Entonces ella gimió y le tomó de los cabellos haciéndole sonreir, pues tiraba y forcejeaba sin entender, sin ser dueña de sí.

Y entonces Lucas saboreó el dulce néctar que, súbitamente, manó de la virginidad de su mejor amiga, de su dama y de su amante...estaba dispuesta para él.

No ha visto el Valle una dama tan noble, tan virtuosa y tan hermosa como tú, mi amada Lea... le susurró en respuesta al susurro de su nombre. Estaba ansioso, jadeaba y su piel comenzaba a perlarse de sudor por la pasión contenida y el calor que ambos liberaban. Dio otro largo beso con lengua a Lea, olvidando todo protocolo, todas reglas, dejando únicamente vigente la regla del placer, del hambre sexual y del deseo. Las lenguas de ambos se cubrieron del néctar de Lea ante el cual ella parecía disfrutar al saborearlo. Aquello encantó a Lucas que volvió a pegar su torso y su cuerpo al de ella, echados ambos en el lecho otra vez.

Era la hora, era el momento, el pene del caballero latía, preparado y listo para hacer lo que hacía meses había deseado. Besó a su dama y lentamente la abrió de piernas otra vez. Se colocó sobre su bajo vientre, con las piernas juntas y los brazos a ambos lados de ella. La miraba, siempre la miraba en todo momento a sus ojos claros. Llevó momentáneamente una de sus manos a su pene, para guiarlo y rozarlo con los labios de Lea, húmedos y ardientes, los dioses les habían puesto aquel fuego en la sangre y tenían que liberarlo... Se deslizó levemente sobre ella y entró.

Fue solamente el glande el que penetró primero, un leve roce, una suave dilatación. Lucas esperó a mirar a su dama, sabía que le molestaría o dolería, pero así había de ser. Empujó un poco más y su pene entró hasta la mitad de su vagina...sintió su fluido caliente en torno a su virilidad y aquello le enardeció más, la deseó y la deseó penetrar durante toda la noche, algo que quizá hiciera. Gimió por el placer sobre ella y entornó los ojos, entrando del todo y la sintió, sintió cómo su dama le daba su virtud, sintió como la sangre virginal de Lea humedecía su pene, la doncella se había hecho mujer. Me has entregado con gusto lo más valioso de una dama, a cambio yo te entrego mi corazón y mi vida, amor mío. La denominó amor mío en medio de una nube de sensaciones, no había cabida en ellas para el deber político, los sentimientos habían conquistado los cuerpos y las mentes de ambos como un ejército poderoso e imparable.

Lejos del dolor producido por la sangre virginal, Lucas Coldwater continuó embistiendo a su dama suavemente al principio, más fuerte después, deseándola sobre todas las cosas. Jadeó y gimió sobre ella, acariciando su rostro y sus labios con su aliento y sintió desvanecerse de placer cuando sintió como ella, para acomodarse, rodeaba su cadera con sus torneadas piernas. Eran dos mejores amigos, dos compañeros de viajes, aventuras y desventuras, dos acérrimos enemigos políticos y territoriales en realidad pero unidos por el deseo, la juventud y el amor que se profesaban. Lucas notaba como su corazón bombeaba sangre a un ritmo frenético y sentía su pene duro y rígido como una espada, lubricado por el sexo de su amada. Aunque no era virgen, los largos meses sin mujer desde su último affaire y la intensidad de ver a Lea por fin desnuda debajo de él y siendo penetrada además por él, fue demasiado intensa para el Coldwater que, con un estremecimiento, comenzó a eyacular con fuerza dentro de ella, gimiendo y jadeando, apoyado a ambos lados de ella mientras la miraba apretando los dientes y embistiéndola con la fuerza propia de un toro al sentirse extraño de sus sensaciones en un clímax de placer.

La mañana sorprendió a los dos amantes que, abrazados de forma íntima y cariñosa, compartían el sueño y el lecho desnudos. Dado que Lucas estaba de cara a la ventana, el rayo de Sol le impactó a él primero en el rostro haciéndole fruncir el ceño y despertarse. Dioses... murmuró y alzó la cabeza para mirar en derredor y luego a Lea que dormía a su lado profundamente, con un rostro tan hermoso como si la misma Doncella hubiera yacido con él. Bueno...ella era doncella y ahora gracias a mi no...ha sucedido de verdad, y entonces de forma inexplicable comenzó a reirse, de esa risa floja tan incómoda como placentera e incontenible.

Debido a ese inusual fenómeno, de la risa contagiosa y sincera, Lucas se animó sobre manera y sin previo aviso abrazó a Lea, despertándola y besándola efusivamente por todo el rostro y por el cuello entre risas. Cuando la vio despierta del todo echó mano a sus costados y comenzó a hacerle cosquillas.

Las palabras de Leana respecto a su padre y a la política le sacaron de golpe del mágico sueño que vivía con ella, aquello le molestó, pero ella tenía razón y él como caballero que era encontraría una solución al problema. Aceptó sus besos y sus caricias al tiempo que él le regalaba otras, mientras su cabeza daba vueltas a una solución equitativa.

Sabíamos que esto tenía que suceder, que nos amamos y que esa barrera de la política no nos pararía eternamente, esta noche ha estallado y ahora tenemos que ir con la cabeza bien alta, si nuestras familias no aceptan esto es que son tan retrógradas y retorcidas que no merece la pena guardarles fidelidad... sus palabras eran duras pero ciertas, Lucas sabía de la cabezonería de su padre, y aunque lo amaba nunca compartió su obstinación supina. Miró a Leana mientras apoyaba su frente con la suya, guardando unos instantes de silencio.

Creo que hay...que hay una manera, dijo con un tono de voz suave y cálido para ella, quería protegerla, amarla y yacer con ella máss veces...quería una familia en la cual Leana Lynderly fuera su esposa y madre de sus hijos. Si pedimos la protección y el beneplácito de lord Garlan y de Lady Livia...como señores del Dominio ellos pueden garantizarnos una boda...una hermosa y espléndida boda digna de ti y de tu belleza... él podría ser mi benefactor y ella tu benefactora...¿No te parece algo estupendo, cariño? La sola idea de casarse con aquella mujer que amaba le produjo escalofríos y un hormigueo en el estómago.

Lucas compartió con Lea el entusiasmo que se siente al hacer algo prohibido, el placer era mucho y las sensaciones maravillosas, la besó repetidas veces riendo. ¡Sí! ¡Claro que te pido que te cases conmigo! decía entusiasmado. Por los Siete que lo deseaba y podía hacerse realidad. Su padre y la política habían desaparecido de la mente de Lucas al ocupa Leana todo pensamiento.

Dioses Leana, esto es lo que siempre he deseado desde que supe que te quería y... y... ahora es posible, es una posibilidad real, y eso me reconforta. Sonrió y la besó de nuevo repetidas veces, desearía volver a tomarla, yacer con ella, disfrutar de su calor y de sus curvas, de sus labios y de sus suspiros... y cuando ella comenzó a atraerle hacia ella no dudó en recostarse encima como hiciera la noche anterior, besándola de forma lenta y continuada, saboreando con su lengua la suya propia, y comenzó a excitarse otra vez. Esperaba que ella lo percibiera porque, desnuda como estaba, despertaría el deseo con su cuerpo suave, proporcionado y de piel tersa a cualquier septón si hiciera falta.

No voy a dejarte salir de aquí sin entrar de nuevo en ti mi amor... le dijo sin cortarse un pelo y mirándola directamente a los ojos.

El frescor de la mañana ya que aún era temprano propiciaron que Lucas se sintiera de nuevo con ganas de más y la cercanía de su amada así como el calor que desprendía y su aroma hicieron que su virilidad también desease más. La besó largo rato, en silencio y cerrando los ojos mientras con su mano descendía por las cálidas curvas de su cuerpo hasta llegar a sus recónditos labios y suspiró sobre los labios de ella cuando allí la tocó, estimulándola y preparándola para él. A no mucho tardar comprendió que la labor que llevaba a cabo con sus dedos podía llevarla también a cabo con su pene, pues la frotación sería la misma o incluso más excitante si cabe, así que comenzó.

Eran movimientos lentos, arriba y abajo sobre ella, acariciando su sexo y su pubis con la parte inferior de su pene que estaba casi pegado al abdomen de él. Jadeó sobre ella, aquello bien podía ser excitante para la dama, pero para él era realmente placentero.

Oh sí...pienso hacerte esto cada día... sonrió y se colocó sobre ella, no podía aguantar más y por el roce notó que ella ya mojaba el pene de él debido a la excitación. Descendió un poco y cuando hubo colocado bien el glande en la entrada de su vagina, subió sobre ella lentamente, entrando de una sola vez y sin dificultad. Gimió al sentirla en torno a su miembro, cálida y empapada. Se afianzó bien con ambos brazos a ambos lados de su cuerpo y continuó, entraba y salía con una cadencia lenta y rítmica, disfrutando al máximo de Lea y de su cuerpo, pero Lucas no iba a detenerse en aquel punto aquella vez sino que cuando ambos estuviesen ardiendo de deseo iría más lejos...claro que sí, con su amada lo haría todo.

Era el momento de demostrar a su amada cuántas noches se había dormido con ella en mente, cuántas veces se había sentado solo en el pequeño prado sin que ella apareciese por prohibición de su padre quizá, cuántas veces había soñado, tirado en la hierba del prado, que juntos harían una vida juntos. Entonces Filo chillaba y le sacaba de sus ensoñaciones, quizá por ser peligrosas para ambos. Pero ahora estaban ahí, juntos, entregados a la unión de la carne y del amor, al ensamblaje de dos piezas elaboradas en distintos lugares pero destinadas a encajar juntas tarde o temprano.

Jadeaba sobre ella, la embestía, notando como la húmeda cueva de ella le presionaba y le hacía rozarse, haciéndole hervir la sangre de placer y de deseo. Cerró los ojos y alzó la cabeza hacia atrás, dejando que ella se abrazase y se acoplase a él quedando prácticamente colgada en vilo de su cuerpo, no le importaba. Él seguía meciéndose contra ella, penetrándola, enseñándole a su amante recientemente virginal lo que suponía el placer del sexo: un gran alivio y una grata sensación, pero también dependencia del otro si se le ama.

Arrastraría por el suelo a Lord Garlan si hiciera falta para que nos casase... rió ante aquello, liberando más placer con la risa y la comenzó a embestir fuertemente, casi sin miramientos podría decirse. Ella era su amada y él su caballero, pero también era su hembra y él su macho y así se comportó en aquel momento. Presa de ese instinto sexual y casi animal, salió de Lea sonriendo ante la extrañeza de la mirada de ella y sin dilación la puso ante él a cuatro patas, rápidamente colocó su trasero en pompa y se puso tras ella, penetrándola fácilmente debido a la humedad que impregnaba ya su miembro y a la humedad que ella emanaba. Gimió y sonrió, sujetándola de las caderas y embistiéndola hasta que su pubis chocó con las nalgas de ella, provocando un rítmico y sonoro golpeteo. Te deseo tanto...Lea...tanto... dijo jadeando al ritmo de cada penetración. En un momento dado se inclinó hacia delante, cogiendo con ambas manos los pechos de su amante que colgaban sueltos y, sujetándose así, prosiguió presa del placer y el instinto.