Aunque no lo creas, te he echado de menos. [Faolain Fowler]

Poco después de recibir el cuervo de mi hermana y de Maron, partí hacia Dominio del cielo con la hija del príncipe y los nietos de Myriah. Con ésta última no tuve tanta suerte, pues Sarella se negó en rotundo a permitir que me la llevase. En otras circunstancias quizá hubiese dado más guerra al respecto, pero lo cierto era que despues de enterarme de mi embarazo no estaba de humor para discutir eternamente con nadie. Asi pues, acompañada de mi escolta, los niños y yo comenzamos el camino de vuelta a mi hogar, pero no sin antes enviar un cuervo a mi hermana, donde le informaba de casi todo lo último acontecido. La retención de Myriah, el llevarme a los niños a Dominio y la participación de Olyvar en la guerra, era casi todo lo que sabia, además le pedía que regresara a casa, tal y como estaban las cosas temía por su vida y por la de Dorian.

Al llegar a Dominio instalé a los niños y comprobé algunas cosas, tal y como dijo mi hermana en su cuervo tenía responsabilidades durante su ausencia, aunque esperaba que no tardase mucho en volver. Para entonces seguramente se me notaría demasiado mi estado, asi que no sería totalmente una sorpresa, sólo me quedaba la duda de si adivinaria quien era el padre sin tener que decírselo yo. De lo que si estaba segura era que no le vería la gracia por ninguna parte.

Decidí regresar a Dominio del Cielo en cuanto empezó a hacerse notar el claro hecho de que estár con Maron no me serviría para alcanzar mis objetivos, claramente me iría mejor si actuaba por mi cuenta. Además, los volantinos parecían dispuestos a arrasar la costa norte y Dominio estaba en la trayectoria. No pensaba quedarme mano sobre mano mientras mis tierras y mi familia permanecían en tal tesitura, y como no me fiaba del hacer de los Martell, sencillamente hice lo que juzgue más adecuado para cuidar de los míos.

Una vez en Dominio del Cielo, eché un breve vistazo a los críos, sin ni siquiera quitarme la ropa de viaje. La verdad es que los mocosos no tenían nada de particular ni de especial. Los niños no llamaban especialmente mi atención, no era una mujer muy maternal ni tendía a demostrar cariño por ellos. Quizá si tenía hijos en algún futuro si me mostrara más "maternal" con ellos, pero no era algo que me preocupase.

Tras quitarme un poco el polvo de encima y dándome un breve baño para desprenderme del sudor y la arena, me quedé en mi atuendo habitual, pantalones y la ligera y fresca camisa de lino blanco. Hice llamar a mi hermana al estudio.Teníamos que hablar sobre la nueva situación, a fin de cuentas era mi segunda al mando y mi familia, teníamos que estar juntas. Bajé a mi estudio, a ponerme al día con todo el papeleo que seguramente tenía acumulado desde mi marcha. Mandé llamar a mi hermana, y en cuanto levanté la vista al oirla entrar noté algo raro. En cuanto noté de que se trataba me atragante con el vino y tosí dejando la copa a un lado.

-¡¿Qué cojones...?!- me quedé mirándola fijamente la tripa como si se hubiera vuelta amarilla de repente- ¿Quien ha sido?- siseé entre estupefacta y enfadada.

Empecé a hacer repaso mental de todas las posibilidades y pensar que hubiese podido venir a si de Lanza del sol me daba muy mala espina, casi que prefería no pensarlo."A mi me va a dar algo", menuda tanda de disgustos que llevaba desde que salí de la maldita capital, parecía estar maldita.

Nada más me dieron aviso de que mi hermana quería verme en el estudio, me armé de valor y me encaminé hacia allí para no hacerla esperar. Imaginaba que tras el largo camino no estaría precisamente de buen humor y hacerla esperar sólo serviría para aumentar su impaciencia, algo que no me convenía en absoluto dado lo que tenía que decirle. La necesitaba mínimamente contenta.

Apenas golpeé con suavidad la puerta un par de veces con los nudillos para avisarla de que entraría, hice acto de presencia en el estudio. Enarqué ambas cejas al verla atragantarse con el vino cuando vio mi avanzado estado de embarazo, no era para menos, la entendía perfectamente.
No sabía si su pregunta me hacía gracia o directamente si temía responderle con la verdad. Quizá no era tan obvio como yo pensaba, pero estaba segura que la respuesta no le gustaría en absoluto, así que decidí dar rodeos sobre el asunto con una pregunta respondiendo la suya que le daría más pistas sobre el causante de mi situación - ¿Estás segura que quieres saberlo? - Sin esperar invitación alguna me senté frente a ella en el sillón que estaba frente al escritorio, suspiré profunda y pesadamente y antes de que ella pudiese decir algo más continué yo. - Hermana, no es muy complicado saber quién es. He pasado mucho tiempo en Lanza del Sol, y Dorian no estaba allí. ¿Quién ha sido entonces? - Tenía la sensación de que le estaba formulando una adivinanza, pero ¡por los siete! no podía ser tan complicado.