Te necesito [Baelor]

Esa noche era tranquila para todos aquellos fuera de la habitación en la que se encontraba la pequeña joya del Dominio, sus sábanas parecían repelerle y el sueño, huirle. Era tarde y ella lo sabía pero su inconsciente parecía jugarle malas pasadas. Cada que lograba conciliar el sueño o al menos lo intentaba, algo parecía arrastrarle hacia un vacío rojizo del cual no tenía manera alguna de volver. Todas las noches las cosas empezaban igual, se sentía encerrada, su corazón se aceleraba y sencillamente, las cosas se salían de control. Algunas noches eran gritos, otras simplemente se despertaba asustada e incluso, en algunas más, terminaba llorando hasta conciliar el sueño de esa manera tan exhaustiva. Antes de dormir se había quedado pensando en él como una manera de agotar lo último de conciencia que le quedaba, había recordado como la había acompañado días antes y también como había despedido de ella como si eso fuera lo último que quería hacer, se había mordido los labios al recordar y había odiado cada momento en el que no podía hablarle, pero aún así, todo comenzó de nuevo.

|| Estaba en un barco, al menos eso lo sabía por el movimiento que el agua parecía llevar bajo sus pies, por los gritos sabía que se estaba filtrando el agua pero intentó no pensar en eso, se mordía los labios cada que algún ruido le asustaba y volteaba constantemente en busca de algo que la acechase. Sentía a alguien a sus espaldas pero en el momento en que se giró, nadie estaba ahí. Gritó un par de veces en busca de alguien que pudiese ayudarle pero fue en ese momento en el que las llamas se apoderaron de su vestido, comenzaron a corroerlo antes de comenzar a destruir su piel, el dolor parecía cegarle y las lágrimas no hacían mucho por arreglar su visión; frente a ella se erguía una sombra que la veía retorcerse entre las llamas. Si, se estaba quemando viva y moriría ahí, eso era claro, tan claro como el dolor punzante que le amenazaba el pecho antes de que su corazón diera un vuelco y dejase de latir. || En ese mismo instante se despertó con un grito ahogado y algunas lágrimas cayendo por sus mejillas como muchas otras veces le había pasado.

Algunas de sus damas entraron e intentaron consolarle pero nada parecía tener efecto, a pesar de haber soñado que se quemaba, la rosa temblaba sin poder controlarse. Cerró los ojos y se negó a tomar cualquier tipo de té para dormir, entre la desesperación de sus damas, una de ellas le acercó un papel que humildemente pidió que la rosa firmase. En sus momentos de poca cordura, Rose garabateó su nombre con la suavidad de la que era capaz, sin preguntar para qué era aquello aunque tenía escrito ||Te necesito||. Cuando dicha dama se alejó de su vista, ésta mandó a uno de los mensajeros a la Fortaleza en donde el Targaryen se alojaba, era algo arriesgado y ella lo sabía, pero aquella joven haría cualquier cosa por la dama que cuidaba como si fuese su hermana, cuando regresó al lado de la rosa, la abrazó como si eso fuese a quitarle el miedo que le embargaba, sin poder aún contra aquellas lágrimas silenciosas, rezándole a los Siete por el momento en que el dragón entrase por la puerta para consolar a la ya bastante distraída rosa.

No supo en qué momento le cambiaron el camisón con el que dormía por un vestido suave y sedoso pero claramente más formal aunque las mangas cayesen por sus hombros, pero tampoco hizo caso a eso, su corazón parecía estar tan acelerado que no le dio importancia a nada hasta que escuchó el sonido de la puerta. Se limpió las lágrimas con el dorso de la mano e intentó preguntar quién era aunque las palabras no lograron salir de sus labios, simplemente asintió para que abriesen pues a pesar de ser tarde, la rosa no pensaba volver a dormir.

Era una noche tranquila, pero calurosa para el joven dragón. El calor de Dorne le asentaba bien durante el día, pero durante la noche le removía el sueño de una forma que estaba dando vueltas por toda la cama, medio dormido, medio despierto, limpiándose el sudor del rostro con lo primero que encuentre, pegándose sorpresas al ver que al rodar llegó al borde de la cama, lo que hace que se aferre a las sabanas para no caer. Ya veía que desvelarse iba a ser una opción un tanto apropiada.
Se rindió, al fin, y se levantó de la cama, así como estaba, sin prenda alguna y se fue a parar en la ventana, apoyando sus brazos y viendo hacia afuera. No había un alma, podría salir el príncipe de esa forma y nadie lo notaría. Solo estaban los guardias que hacían su vigilancia nocturna, unas antorchas que iban y venían. Entonces, entre los callejones pudo ver como una antorcha un poco más visible se movía por entre estos, como si fuera un jinete, ¿A estas horas? Sería un mensajero. Pero, ¿Un mensaje tan tarde? Al rey, su padre, no le gustaría recibir una carta a tan altas horas de la noche, se pondría de mal humor, más si es una mala noticia.

El príncipe se quedó observando la situación, como el mensajero negociaba con los guardias para poder entregar la carta. No se llegaba a ver mucho desde la habitación de él, estaba algo alejado de la puerta principal, pero entonces vio que un par de guardias escoltaban al mensajero. Qué extraño. Pensó el príncipe.
Entonces, cuando estuvo más cerca pudo notar que llevaba la flor del Dominio como broche, eso hizo que el príncipe abriera los ojos un poco sorprendido. ¿Un mensajero del Dominio a estas horas? ¿Sería para él?... Algo en su corazón le dijo que así era, así que tomó una de las capas que para cubrir su desnudez y, cuando estaba a punto de salir de la habitación, tocaron la puerta de esta. El príncipe abrió, haciéndose el que estaba medio dormido. Entonces vio al mensajero… Preguntó que necesitaba y este le entregó la nota aquella, advirtiendo que solo la podía leer él y este mismo la tenía que entregar en persona al príncipe. Una vez dicho eso, se retiró con la escolta, sin decir una palabra más.

“Te necesito” estaba escrito en la carta aquella, con la firma de Rose, pero de una forma extraña, algo débil, algunos trazos desdibujados, apenas un poco, pero Rose era perfecta al escribir y el príncipe notaba que algo no estaba bien solo con ver una “e” con su trazo final un poco ido de lugar.
Tomo sus prendas y se cambió lo más rápido que pudo, no llevaba una capa que ocultara su presencia solo tenía la capa de su casa, así que fue eso lo que se puso y salió de su habitación, intentando hacer el menos ruido posible, que nadie se entere que estaba saliendo a esas horas. Hasta en la puerta tuvo que ordenarles a los guardias que no lo siguieran y les pidió con todo el respeto del mundo que no le dijeran y advirtieran a nadie de su salida, que iba a estar bien, los guardias se miraron entre sí, estaban en una posición incómoda, eso seguro, pero el príncipe con una mirada segura les dejo tranquilo. Se subió a su caballo y cabalgó por la ciudad lo más rápido que pudiera, a esas horas no había nadie y era un jinete excepcional por lo que el viaje no fue largo.

Recordó cada curva y cada callejón para evadir cualquier obstáculo, hasta llegar a la posada donde se encontraba la rosa del Dominio, era un lugar bien elegante. El príncipe ni vio eso, solo entró a portazo, prácticamente, dentro del lugar. La gente dentro se sorprendió al ver al príncipe ahí y más al verlo entrar así, enseguida agacharon su cabeza para saludarlo como alguien de la familia real se lo merecía. Pese a eso, el príncipe les hizo una seña con su mano para que estén tranquilos, para decirles solo con un gesto que no hacía falta aquel gesto por parte de ellos.
Vio al mensajero esperando a un lado de una puerta, este llamó al príncipe y el Dragón lo siguió, llegando así a la habitación de Rose Tyrell. Se contuvo a entrar de la misma forma que entro a aquella posada, era el cuarto de una dama, así que primero se tomó la libertad de tocar la puerta, aunque aún seguía nervioso y ansioso por verla, por preguntarle qué era lo que pasaba… Estaba preocupado. Abrieron la puerta, su corazón volvió a latir y le volvió la respiración… Solo para volver a irse al ver a su rosa de esa forma en la cama, con lágrimas marcadas en sus mejillas, con los ojos un poco rojos de haber llorado. El príncipe entró y prácticamente ignoró a todos en la habitación, que lo saludaron igual que cuando entró en la posada, pero esta vez iba directo hacia ella. Las mujeres que estaban a su lado se apartaron por completo cuando el príncipe se acercó de esa forma a ella, dejándole el paso libre. Se sentó en el borde de la cama y se acercó a ella, tomó su rostro entre sus manos y la vio directo a los ojos, secando con los pulgares las lágrimas que recorrían su rostro, removiéndolas que las únicas caricias que podía recibir aquel bello rostro eran solo las del príncipe. Celoso hasta de las lágrimas, molesto de quien la atormenta. – Dime… Rose. Dime quien es el que te atormenta y será castigado, expulsado de los 7 reinos hasta el día que sus pies sangren de caminar. – Le murmuró a Rose, con la mirada fija en sus ojos, azules y ahora rojos por las lagrimas. El príncipe se le rompía el corazón verla llorar, estaba a punto de romperse junto a su amada, pero se contuvo, ser fuerte para ella y poder contener su llanto, calmar su dolor y cesar las lágrimas que invadían su rostro.

La angustia parecía carcomer cualquier cosa que la rosa pudiese tener por dentro, su corazón parecía sumido en la desesperación y su mirada fija en la ventana parecía evaluar en qué momento todo se detendría para ella, era uno de los muchos ataques que aquel suceso en Antigua había desatado en ella, temblaba de frío y era claro que no quería que nadie se le acercase aunque sus damas parecían hacerlo de cualquier forma. Otras veces había lidiado con aquello sola pero esa vez era una sin precedentes, quizá el calor de Dorne había acentuado sus miedos, quizá era algo más de lo cual la rosa ni cuenta se había dado. Luego de dar su consentimiento inexpreso, la puerta se abrió y de reojo, Rose Tyrell alcanzó a ver como todos le abrían el paso al príncipe de los Siete Reinos, y fue al único que dejó que la tocase. Sintió la manera en que sus manos secaban sus lagrimas e intentó detenerlas pero aquello era imposible, el terror que tenía en su corazón valía más que todas esas clases de modales. Ni siquiera entendía que hacía ahí, ¿Cómo se había enterado? Aquella fue la única pregunta que su mente logró formular, mas sin embargo nunca lo expresó. -¿Se puede expulsar al fuego? ¿O al miedo? ¿A la muerte, acaso?.- preguntó con una voz ahogada, contenida para no romper en llanto al recordar lo que parecía ser inminente en cada uno de sus sueños sin que faltase uno.

En el momento en que volvió la vista a la suya, su reflejo no parecía gustarle, se sentía débil a pesar de que la fuerza que Baelor le infundía siempre que estaba a su lado era más de lo que podía pedir. Una de sus manos aún temblorosas y frías en extremo, se colocó sobre una de las suyas, intentando, sin lograrlo, que viese que ella estaba bien, que no había motivo por el cual preocuparse, sin embargo, nada salió como lo esperado. –Pueden retirarse, señoritas.- les dijo a sus damas con toda la fuerza y la amabilidad de la que era capaz, aún en sus peores momentos, Rose Tyrell nunca trataría a nadie mal, quizá era su forma de demostrar que aún estaba de pie, que nada sucedería mientras se mantuviese como siempre. En el momento en que escuchó que la puerta se cerró tras la espalda de la última de sus damas, suspiró quedamente. -¿Cómo te has enterado?.- preguntó recordando la frase que desde hacía unos momentos daba vueltas en su cabeza, las lágrimas aún parecían caer poco a poco pero ahora estaban un tanto más contenidas que momentos antes de la llegada del dragón. Se recargó contra él, dejando que su fuerza la hiciese sentir mejor como muchas veces antes había hecho, si bien antes todo era desde otro enfoque, los últimos días habían cambiado exponencialmente su visión.

-¿Qué pasará el día en que las llamas me consuman y a ti no?.- preguntó retóricamente aún con algo de miedo, hablar de aquello parecía retorcerle las entrañas a tal punto que le era imposible verlo a los ojos, en vez de eso, se quedó viendo a la luna unos instantes que se colaba por las puertas de cristal que daban hacia un pequeño jardín personal que la rosa había pedido para si. El frescor de la noche parecía llevarle escalofríos a la piel y sus hombros desnudos parecían resentir aquello aunque conscientemente sabía que no hacía tanto frío como ella se imaginaba. –Tengo miedo, Baelor.- le murmuró por lo bajo, sin decir nada más, simplemente quedándose ahí, viendo la luna que se asomaba por aquellas puertas, mordiéndose los labios para así detener las lágrimas que se acumulaban en sus ojos que no quería llorar más, no podía ser esa damisela en peligro, no más, ahora tenía a quién calmaba sus miedos a su lado y podía o intentaría creer que todo estaría bien.

La preocupación del príncipe a veces era algo exagerada, pero esta vez no era el caso, al parecer Rose no estaba pasando un buen momento, hablaba de fuego y muerte, miedo. No era bueno que una dama como ella pensara en esas cosas, que imágenes como esa la atormentaran. Las manos del príncipe no se alejaron del rostro de ella, secaron suavemente cada lágrima. – Al fuego no le temas… - Le pidió el dragón. – El miedo si… Y la muerte tiene toda una vida de espera. – Le habló en un susurro a ella, solo a ella, con todas las intensiones de que los malos pensamientos se fueran de ella. Acarició su mejilla suavemente y luego la dejó ir para que no se sintiera aprisionada a mirarlo, pero aún así no se alejó de ella, se mantuvo sentado a su lado.

El príncipe giro su cabeza para ver a las damas que, con una voz suave, Rose les pedía retirarse de la sala, una vez que la puerta se cerró escuchó la pregunta de ella y giró su cabeza para poder verla nuevamente. Su mirada le seguía preocupando, pocas veces había visto a ella así, pocas veces y ninguna vez fue bueno, aún así el príncipe no se iba a detener hasta poder sacar una bella sonrisa de su rostro. Llevó la mano hacia dentro de su prenda y de ahí saco la pequeña nota que, suponía, la había mandado ella. – “Te necesito”… eso dice la nota, Rose… - Se la deja suavemente sobre su mano. – La letra no es como la tuya. Pero la firma la reconocí, aunque un poco desdibujada. – Le explicó, esperando que del que haya venido no le hubiera molestado a ella, tal vez no era la forma en que quería ser apreciada. Abrió suavemente los brazos cuando vio que se acercaba para recargarse contra él y le dio un abrazo suave, aunque solo con uno de sus brazos, que pasaba por sus hombros hasta terminar en su cintura, mientras que el otro se recargaba en sus piernas, junto a la mano de ella.

Escuchó atentamente lo que decía, negando suavemente. – Solo lo sabremos el día que pase. Rose, no te atormentes con esas cosas… - Tomó la mano suavemente de ella y le hizo una caricia con su pulgar. – No es algo lindo para pensar en una noche tan bella. – Dirigió su mirada hacia el mismo lugar donde la rosa estaba mirando. – No temas, Rose… Estoy aquí… - Le murmuró y esta vez la miró a ella, aunque ella aún no mire hacia su lado. – No dejaré que nada te pase. – Termino de agregar y apretó suavemente la mano de ella, sin lastimarla, solo para que se sienta protegida a su lado.

Las imágenes que se reproducían a cada minuto en la mente de aquella dama parecían paralizarle de miedo, el quemarse viva era algo que le aterrorizaba a tal punto que no podía hacer demasiado para controlarse, el temblor en sus manos era notable al menos hasta momentos en que tomó su mano, que fue cuando al fin sus sentidos parecieron volver ella. Su mirada seguía por lo bajo, sin querer realmente verle por miedo a encontrar algo que no le fuese a gustar, no le gustaba que la gente le viese tan débil como en verdad era para muchas cosas, y eso era lo que realmente parecía molestarle de la actitud de sus damas. –Es que no la he escrito yo, no sé quién me hizo firmarla, no lo recuerdo, pero la nota no es mía… Siento mucho que te hayan molestado en medio de la noche, de verdad.- musitó sin realmente dar una explicación del por qué ella no esperaba que nadie le viese así. Se mordió los labios volviéndolos aún más rojizos de lo que ya estaban, acomodándose contra él en el momento mismo en que le dio aquel permiso inexpreso. De cualquier manera… Gracias.- soltó en un murmullo, esperando que con esa tranquilidad su corazón comenzase a entender que el peligro había pasado.

-No es que me atormente, pero vamos, no es un secreto que en cuanto todo suceda, seré el enemigo y la fama de los dragones de quemar a sus contrarios no es precisamente poca.- explicó con miedo, sintiendo al escucharse que ese era el hilo más doloroso de aquellas pesadillas, el sentir que sus propios amigos estarían en su contra y su vida peligraba, ¿Quién iba a decir que iba a encontrarse en esa situación?. Dejó que la caricia sobre su mano le tranquilizara al menos un poco, alzando la mirada un momento para verle antes de volverla hacia la luna, de un color plateado que le hacía recordar el emblema que en aquel momento más quería dejar de lado. –No digas eso, me odiaría si algo te pasara a ti por mi culpa.- contestó con sencillez, encogiéndose de hombros pues no necesitaba más que su compañía para sentirse protegida, sin quitarle mérito a sus palabras, por supuesto.

Sonrió con una dulzura propia de ella, aventurándose a besarle la mejilla en el momento en que se levantó de su lado. –Vamos.- le dijo por lo bajo, intentando parecer más entera que en el principio de aquello, usando el lazo que los unía para llevarlo con ella hacia el jardín que estaba fuera de su ventanal, se sentó en uno de los escalones que estaban en el lugar e hizo espacio para que él hiciese lo mismo. –No es mejor que la Fortaleza, pero al menos aquí podemos hablar sin que nos escuchen las puertas.- comentó señalando con la mirada algunas sombras que aparecían bajo el filo de la puerta, obviamente eran sus damas y alguno que otro guardia de los que estaban a cargo de la protección y cuidado de la pequeña de Altojardín. –Este lugar me recuerda a mi hogar, de alguna forma extraña, pero aún no quiero volver.- musitó viendo sus rodillas, acomodando la seda que caía por éstas, sin explicarle el por qué de su renuencia a regresar a su lugar de origen, quizá era que no estaba lista para decirle, quizá era que su corazón no estaba dividido en aquel aspecto sino en otro muy distinto…

El consuelo para Rose de parte de Baelor no se acababa, sabía que en posiciones así no le gustaba ser vista, o sea, no le gustaba estar así frente a otras personas… Pero Baelor no juzgaría eso, para nada, todo lo contrario, si estaba ahí era para acompañarla e intentar que se sintiera mejor, no para juzgarla o burlarse, jamás. – No lo sientas, está bien… Fue lo correcto. – Le dice el príncipe para tranquilizar a la dama. – Esto es mejor que estar temblando de miedo, Rose… Al menos tienes a alguien a quien contarle tus miedos… - Se aventuró a decir el Dragón, esperando que la rosa del Dominio comprendiera aquello, que estaba ahí para ayudarla y para contenerla, no por un favor, ni un deber… Sino porque quería, porque le dolía a él que ella estuviera así.

Aquello que había comentado hizo que el príncipe se mordiera los labios, algo disgustado al pensar en la situación, quería evitar esa guerra a toda costa y que hubiera paz en el Poniente, pero parecía venirse sin pena… Ni gloria. – Rose… - La nombró solo para que lo mire a los ojos, tomando su rostro con suavidad y delicadeza, para que sus ojos se crucen. – Te lo dije antes… Y te lo repito… Mientras que mis pulmones tengan aire, que mi sangre bombee, que mis músculos respondan, que mis ojos vean, que mis dedos sientan… Mientras me pueda mantener en pie… Absolutamente nadie, te hará nada… Haré todo en mi poder para evitarlo… - Era un poco drástico, si, tal vez algo exagerado, pero era la verdad al final de cuentas, velaba por la seguridad de Rose, y no era solo porque era una dama… No, ella tenía un trato especial… Para el príncipe, ella era más que una Dama. – No te tienes que preocupar por mí… Yo estaré bien, mientras te vea que estés bien… - Termina de agregar, con una sonrisa sincera en sus labios, viendo a los ojos un momento a Rose, esperando que aquello la tranquilizara.

Sonrió al ver la sonrisa de ella, algo alegre por esto y mordió su labio al sentir su beso en la mejilla, siguiéndola con los ojos cuando se fue levantando, y cuando lo invitó a levantarse, lo hizo, pero dejó caer la capa que llevaba, dejándola en la cama, así no le molestaba. Caminó un poco detrás de ella, hasta llegar a aquel jardín que ella tenía, se veía hermoso de hecho, hasta se detuvo unos segundos para poder apreciarlo. Y dirigió la mirada para abajo al ver a Rose sentarse en el escalón, que le dejó un espacio. – Suena bien… - Dijo mirando hacia atrás, las mismas sombras que había visto Rose, ¿Guardias? ¿Damas?... Que importa, no tenían un momento en privado, tal vez pensaban que haríamos más que charlar los dos solos en la habitación de Rose… Después de todo, era entendible. Aunque sus damas la conocían.
El príncipe acomodo sus pantalones y se dejo, casi, caer en los escalones, como si fuera un muchacho de 15 o 16 años, y recostó sus manos hacia atrás, viendo hacia el cielo. – Es hermoso, Rose. – Admitió, volviendo la vista a ella unos segundos, luego al jardín. – Siempre fuiste buena en esto… - Refiriéndose a la elección de bellas Flores, si es que lo había hecho, aunque era lo más seguro. Lo siguiente que había dicho le había dado curiosidad al príncipe. - ¿No quieres volver aún?... ¿Qué te preocupa? ¿Los piratas?... porque si es eso ya sabes cómo arreglamos… - Trataba de adivinar el príncipe aunque, por la cara de Rose, se estaba dando cuenta que no era su preocupación los piratas. - ¿Qué…? – Solo alcanzó a preguntar, perdido en confusión por el rostro de la bella rubia.

Con una ligera sonrisa, la rosa asintió ante las palabras del joven heredero, no hizo más que sostener su mirada un momento, apoyándose contra él sin tener claro en qué posición se encontraban ambos respecto a sus sentimientos. Se mordió los labios y jugó con sus dedos un instante, rebotándolos contra sus rodillas mientras su respiración se calmaba poco a poco, dejando paso a una actitud mucho más controlada de la rosa, algo que parecía ser más de acuerdo a ella que otra cosa que pudiera verse en aquellos momentos dentro de esas cuatro paredes. Al escuchar su nombre, no hizo más que voltear a verle, sostener su mirada mientras sus manos sostenían su rostro. -Yo sé que lo harás, pero tengo miedo de yo no poder hacer lo mismo, necesito saber que vas a estar bien, pase lo que pase…- musitó con sencillez, dejando que su mirada diera la verdad absoluta de sus palabras, necesitaba desesperadamente que él estuviese bien.

Aquellos momentos de angustia, hicieron que la rosa se decidiese a hacer algo más, no podía pasarse la vida pensando en eso, sabía que las cosas venían y era imposible evitarlo, pero no por eso tenía que pasarse la vida sufriendo por eso. Luego de lograr que se acomodara a sus lado, se puso a observar el cielo un par de minutos, volviendo la vista al dragón a su lado solamente en el momento en el que le habló, esbozando una sonrisilla divertida y tierna que era normal en ella, más normal que respirar. -Es mi manera de cambiar mis espacios, cada uno tiene algo especial para mi, esas pequeñas flores azules son mi idea.- comentó señalando unas pocas florecillas que crecían y parecían rebosar ante la luz de la luna. -Los piratas son lo de menos, mi…- musitó cortando sus últimas palabras al darse cuenta de lo fuera de lugar que estarían, ella tenía que tener cuidado, mucho más.

Con un solo suspiro más, volteó a verle a los ojos, abrazándose a si misma, mordiendose los labios antes de contestar. -No quiero volver por que a mi regreso tengo que tomar una decisión sobre mi compromiso con Robben Stark, Baelor.- musitó bajando la mirada finalmente, intentando estar lo más calmada posible. -Mi padre me comunicó el acuerdo antes de venir… y quiere mi aprobación o mi negación a mi regreso.- contó con la misma premisa de la vez anterior. -La cosa es que yo no quiero, Baelor, yo no quiero a Robb…pero mi corazón está en un imposible.- soltó en un murmuro, intentando controlar una lágrima que amenazaba a derramarse. Era algo tan difícil de explicar para ella que no le sorprendería que todo le saliese mal a final de cuentas.

Terminó sonriendo el dragón al mismo tiempo que la rosa le dirigió la mirada, que ambos habían contemplado los astros hasta que sus miradas se cruzaron, el príncipe le devolvió la sonrisa tierna que la rosa le ofrecía, después de aquel momento que pasaron, que le sonría así era muy bello. – Siempre adaptas los espacios a ti y a tus costumbres, eso es algo bello, Rose… No hay que olvidar sus raíces. – Terminó de decir el príncipe mientras miraba los dragones que estaban dibujados en las mangas de su prenda, luego dirigió la mirada a los brotes aquellos que se veían tan bellos a la luz de la luna… Y por su último comentario, Baelor volvió la mirada a Rose, algo confundido. - ¿Qué Rose…? – Preguntó tranquilamente, sin querer presionarla porque no quería tampoco que termine de hablar ahí, así que se acercó a ella, un poco más, por si lo que tenía que decirle era algo privado…

Entonces pudo escuchar las palabras, que plasmaron la cara de Baelor y lo dejaron totalmente mudo, sin expresión, confuso tal vez… ¿Qué le diría? ¿Qué no? … ¿Qué la ama?, pues, sería muy pronto para eso y solo serviría para confundir más a Rose. Bajó la mirada, mordiéndose el labio y soltando un suspiro suave, solo para aguantar a que sus ojos se humedecieran… Tenía que ser fuerte, tenía que hablar claro y no desesperar. Volvió la mirada a Rose y las palabras no le salían de los labios. – Pero… y ¿Qué le dirás? – Fueron las únicas tontas palabras que salieron de los labios de Baelor, entonces tomó aire y se acercó a ella, para estar bien junto, si sería que tendría que aceptar, quería aprovechar a estar a su lado lo más que pudiera, entonces llevó su mano adentro de su prenda y de ahí sacó una nota, una carta. – Esta era la carta que te quería mandar, cuando los maestres no me autorizaron enviarla… Fue difícil conseguirla… - Dijo, pero no le entregó la carta, solo se quedó viéndola. – Pero antes de entregártela, Rose… - Se quedó mirando sus ojos como aquella vez en la fuente, como la vez que se besaron en los labios por primera vez. – Rose… - Terminó de repetir en un murmuro, llevando su mano libre al mentón de ella, para asegurarse de que su mirada no se desvié de la de él, entonces se acercó… Atrevido, pero lento y esperando la autorización de ella… Aunque no esperó mucho eso último y se acercó para darle un suave beso en los labios, apenas un beso que no duró mucho, no porque no lo quisiera, sino porque luego de eso le tenía que entregar la carta.

Estiró su mano luego, sin alejarse mucho de ella y dejó la carta en las manos de Rose, cerrándola suavemente, para que la carta no se doble. – Si quieres léela ahora… - Murmuró, algo apenado, algo triste y preocupado, miles de cosas pasaban por la cabeza de él, miles de cosas y otras que su mente imaginaba, que no eran tan lindas, que no eran nada agradables… pues sí, el dragón estaba enamorado de Rose, pero en tiempos así, este tipo de cosas no eran bien vistas.

Carta:

Una sonrisa era lo menos que la rosa le podía ofrecer luego de ver que estaba ahí por ella y para ella. ¿Por qué todo tenía que ser tan difícil? Intentó que sus facciones no le traicionaran mientras buscaba la respuesta a esa pregunta aunque no la encontró por más que estuvo dandole vueltas a aquel asunto, reparó en su mirada un momento antes de dirigirla de nuevo a las flores en aquel jardín nocturno. -Es irónico hablar de raíces y rosas, ¿Sabes? Pero si, es algo muy mío, supongo que nunca podría alejarme totalmente de las flores y los colores.- aceptó con aquella sonrisa suave, divertida que por algún motivo, había logrado regalarle. Supo que el príncipe si había notado su error y en ese justo instante, sonrió como si nada sucediese. -Nada, Targaryen, nada, estás más paranoico de lo normal, eh.- soltó con una risilla, sin alejarse al ver que se acercaba un poco más, de hecho, ni siquiera le pasó por la mente hacer eso.

La expresión de su rostro lo dijo todo, en aquel preciso instante a la rosa se le partió el corazón en dos, no quería verle así y aquella cercanía lo único que hacía era darle una vista en “primera fila” de lo que parecía pasar por la mente del príncipe luego de aquella noticia que ella había estado renuente a darle, su pregunta no se hizo esperar y aunque sabía que en algún momento le preguntaría, su mente aún no formulaba una respuesta y quizá, nunca lo hiciese. –No sé… simplemente, no lo sé. No tengo ninguna razón para negarme por el momento, y si lo hago pensará que es un capricho mío, pero algo dentro me dice que no puedo hacer eso, que no es ahí a donde pertenezco, el problema es que no sé como hacerle ver eso a mi padre, que a pesar de saber que intentará comprenderme, no puedo ser tan confiada.- contestó con una voz baja, como si aquello fuese algo de lo que ella no quería hablar pero tenía que, su mirada se mostraba triste y ni siquiera el hecho de tener a Baelor a un lado parecía alegrarle.

Le miró con curiosidad en el momento en que extendió su mano con aquel papel arrugado aunque perfectamente doblado, como parecía ser costumbre del príncipe, aunque el hecho de que no se la diese inmediatamente le sacó de balance. Un balance que pronto recobraría al verle a los ojos, escuchando como decía su nombre con esa voz que parecía atraerle como las abejas a la miel, un tono aterciopelado, invitante que parecía no dejarle ir al igual que su mano que la retenía en su lugar para así, poder llegar a besarle. Como había pasado las veces anteriores, le correspondió sin problemas, unió sus labios a los suyos en un gesto dulce, suave aunque efímero al que le siguió una última mirada antes de tomar aquella carta entre sus manos. –Lo haré.- contestó recargándose contra su hombro en el momento en que escuchó el crujir del papel al desdoblarse. Las palabras se deslizaron frente a sus ojos, parecía no entender lo que decían aunque la letra del príncipe siembre hubiese sido tan sencilla para ella de descifrar.

Al terminar, se llevó una mano a los labios, intentando por todos los medios posibles no quebrarse ahí mismo. Levantándose del lugar que antes había ocupado, dando algunos pasos frente a él, dejando que el viento aclarase su mente pues el perfume del dragón parecía haberle atontado al estar tan cerca. -¿Por qué me haces esto?.- preguntó con incredulidad, bajando la mirada claramente nerviosa. –Era de ti de quién esperaba un alto a esto que sentimos, ya que yo, claramente no puedo hacerlo, aunque ahora veo que mi carta nunca te llegó.- musitó pues su voz parecía no dar para gritar y hacer que todos afuera se enterasen de lo que sucedía en aquel lugar. –Te envié una carta, explicándote lo mismo que me dices tu en la tuya, y que si nos volvíamos a ver, no podría pasar tanto tiempo contigo como antes por miedo a que fuese incorrecto, pero al parecer no fue enviada por que cuando me llegó tu nota el día de tu llegada, yo pensé que a pesar de todo…- soltó dejando ir su voz en lo último para luego retomarla. -Todo estaría bien- Viéndolo a los ojos un tanto preocupada, ahora que sabía aquello, no podía evitar el querer abrazarle y de cierta forma, sentirse protegida, pero había una vocecita en su mente que parecía gritarle que aquello era una reverenda locura, ¿A quién tenía que hacerle caso?.

Asintió ante lo que dijo con una sonrisa divertida al caer en la cuenta de la comparación de Rosas y Raíces. – Es lindo eso de ti, a donde vas… Llevas Altojardin, llevas el Dominio. Y una parte muy bella. – Se atrevió a decir el príncipe mientras seguía viendo el pequeño jardín de Rose. Se terminó tranquilizando por la sonrisa que Rose le presentaba en los labios, devolviéndole una sonrisa suave y calmada.- Lo siento, Rose, todos estos asuntos y demás me ponen un poco extraño. – Terminó admitiendo, pues con ella no podía ser más que sincero, eran pocas las cosas que ocultaba a Rose, y ahora que las cosas se iban “fortaleciendo” entre ellos dos, eran menos esas cosas que ocultaba.


Como ahora, ocultar que su corazón se le estaba rompiendo por todo esto y demostrar que tenía que ser fuerte, que tenía que serlo, no para demostrárselo a nadie que él era el macho cabrío más macho de todo el Poniente. Sino para que Rose no callera junto con él en lágrimas, no podía permitirse que tales ojos tan hermosos lloraran de tristeza, cuando él pueda estar ahí para impedirlo.
Siguió el beso un momento, suave, lento, sin prisa, hasta que sintió que era el momento de dejar ir su suave caricia, aunque no quisiera, para que Rose pudiera ojear las palabras de aquella carta. Aquello, sinceramente, lo ponía nervioso al dragón, le retorcía un poco el estómago de los nervios, le quitaba el aliento… Pues, era una dura y firme confesión, sincera y cada palabra que el príncipe había escrito era la verdad… Cada una de esas, y más. Dejó que Rose se recostara sobre su hombro, mientras leía, aprovechaba a tomar la mano que llevaba libre para tomarla y acariciarla, sin mirar hacia la carta, de pena nada más… Esperando el momento donde a Rose no le quede más por leer que la firma del final.

Entonces pudo ver la reacción de Rose cuando terminó, dejándola ir, dejando ir su mano, para que pueda procesar aquello que había leído, dejándole un espacio y parándose lentamente solo para acompañarla, de lejos, al menos por ahora, dándole su espacio. – Rose… - Solo musitó cuando pudo escuchar las palabras de la joven, solo su nombre pudo volver a salir de la boca del dragón. Y ahora entiendo por qué es lo primero que le dice cuando no tiene palabras en el momento, siempre está pensando en Rose, en cada momento… Entonces, cuando en su mente ya no hay nada que decir, cuando su garganta se seca y no sale palabra alguna, su corazón grita el nombre de su amada. – Yo… - Y él. Ella y él, primero su amada, luego él. Y luego podría reaccionar, era como un evento en cadena.
Se terminó acercando a Rose y tomó sus manos, acariciándolas suavemente, para que esté tranquila. El príncipe casi no podía ocultar una lágrima, que a estas alturas ya no sabía si era de felicidad o tristeza. Pero aguantó, sus ojos solo se pusieron un tanto cristalinos, pero ninguna lágrima corrió. Se mostró fuerte, para ella. – No puedes esperar que sea yo el que me pare frente a ti y te diga “No te amo, aléjate de mi vida.” – Aún no la suelta, la sostiene firme, pero suave, con sus manos. – Y tu creo que tampoco podrías… - Termina murmurando. Para luego proseguir. – Esa carta no me llegó… Rose, no sé si la cambiaron… O directamente no me la dieron… No sé qué pasó. – Se muerde el labio y desvía un poco la mirada, tratando de asimilar toda la situación, entonces termina sacando una conclusión. – Pero… - Suspira suavemente y le sonríe a Rose. – Todo estará bien. – Terminó de decir con esa sonrisa, que terminó haciendo que le príncipe la suelte de sus manos, pero solo el tiempo suficiente para abrazarla de un momento al otro, abrazarla fuerte, contra él… Pues, ahora él quería sentir su calor cuando ella lo abrazaba.

Como flores en un jardín nuevo, sus sonrisas parecían brotar a cada una de sus palabras, cada una de ellas parecía significar algo especial para ella, quizá estuviese loca pero nada de eso le importaba, peores cosas seguramente le habrán dicho en su vida y aquello tampoco le había importado, como se solía decir de ella, tenía los pies en la tierra. –No puedo dejar eso que me une con el pueblo, cada una de las cosas que hago son recuerdos, y como tales, los llevo siempre, pase lo que pase.- Le confió con una pequeña sonrisa un tanto tímida, no solía contarle aquello a cualquiera, su visión del Dominio parecía ser distinta a la que todo el mundo quería ver y eso no siempre solía ser bien tomado. –Ya eras extraño desde antes, Baelor.- contestó con una sonrisa burlona, rodando los ojos, así eran las cosas entre ellos, simples aunque parecieran irse complicando poco a poco sin el permiso de cualquiera de ellos.

Las complicaciones habían comenzado desde ese primer beso, del cuál surgieron otros más como el que recién acababa de suceder entre ambos, el cielo solamente era testigo de aquello, sus voces parecían estar tan atenuadas que solían ser sobrepasadas por el cantar de los grillos que poblaban los jardines como siempre. En un movimiento rápido, guardó aquella carta en una bolsa que su vestido tenía oculta, no dejaría eso en algún lugar en donde sus damas pudiesen verlo y contarle a su padre, era una precaución, algo que ella creía que era lo mejor, pues ahora, ninguno de los dos parecía querer dar un paso atrás. Se movía constantemente frente a él, cruzando los brazos, tambaleando los dedos sobre ellos, intentando por todas las maneras posibles comprender aquello que le había caído como un balde de agua fría después de una tormenta, todo parecía querer partirla en dos y poco a poco, su paciencia y su poder se acababan. Alzó la mirada, a la suya que estaba un tanto más arriba que la de la propia rosa, intentando encontrar la respuesta a una pregunta que no fue expresada, pregunta que solamente fue respondida con “Rose”. Dejó que tomase sus manos, mordiéndose los labios al verlo así frente a ella, lo cuál era justamente lo que quería evitar. –No sé que sucedió, Baelor, pero esto… es imposible, tu lo sabes, yo lo sé…. No podemos simplemente cerrar los ojos y pretender que no somos quienes somos.- contestó la rosa, bajando la mirada hacia sus manos antes de perderse entre aquel abrazo que terminó por romper su corazón finalmente.

-¿Y si no está bien? Yo no podré ver el día en que tengas que tomar cartas en la guerra que parece ser inminente, no podría soportar que te hiciesen algo o que tu, en cambio, terminaras con una parte de mi familia, ¡Esta todo en juego!.- contestó algo deshecha, dejando que algunas lágrimas cayesen de nuevo por sus mejillas, no de tristeza pero si de frustración al no poder hacer nada por evitar aquello que sentía desde hacía ya mucho tiempo, había pasado días enteros sintiéndose como una traidora y todo por amar a quién parecía estar fuera de su alcance. –No quiero sentirme así, no quiero sentir que todo esto está mal, te quiero, ¿por qué eso tiene que ser un problema?.- musitó, abrazandose a él un poco mejor escondiendo su rostro contra su pecho, intentando detener aquellas lágrimas que amenazaban con seguir resbalándose por sus mejillas, odiaba llorar. -¿Qué vamos a hacer?.- preguntó con la voz algo quebrada, con miedo a que la respuesta a aquello le rompiese el corazón aún más.