El mensaje descifrado (Baelor)

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Daeron estudiaba un viejo libro sobre la heráldica de Poniente sentado en su escritorio. La ventana que daba al mar estaba abierta permitiendo que la brisa fresca y más cantidad de luz inundasen su despacho. Concretamente miraba la casa Targaryen en época de Aegon el Conquistador, un antepasado más que honorable para la casa del dragón. Daeron lo envidiaba. En ocasiones, escapaba de sus labores de rey y se dejaba llevar por los pensamientos y las ideas, imaginando qué hubiera pasado si él tuviera un dragón como Aegon, seguramente nada de lo que estaba por acontecer habría siquiera asomado la cabeza, o su dragón se la habría arrancado.

Se sobresaltó cuando llamaron a la puerta con toques débiles, casi inaudibles. El rey parpadeó levemente y miró durante un segundo más las gastadas letras de la página que estudiaba. Entonces cerró el volumen y se aclaró la garganta, recostándose en su asiento.

Adelante, está abierto. La puerta e abrió y el paso lento del Maestre Aquilinus acompañado por el tintineo de su cadena de eslabones de diversos metales hicieron su aparición. Daeron arqueó las cejas complacido, siempre agradecía la visita de aquel anciano sabio, pues a menudo le servía para aprender cosas nuevas. Gran Maestre, es un placer, como siempre. Y como siempre le ayudó a sentarse en la butaca frente al escritorio, al tiempo que servía vino para ofrecerle. Estimado Aquilinus, ¿A qué debo hoy tu visita? El propio rey bebió un trago tras regresar a su asiento sin dar mayor relevancia al asunto, seguramente se trataría de alguna misiva de algún lord, o la transmisión de alguna queja del pueblo o de la Corte, o incluso alguna petición personal del Maestre, pero la gravedad del rostro del anciano le hizo sospechar, pues estaba más serio que de costumbre, sus ojos no brillaban pícaros y sabios como en ocasiones, sino que estaban neutros, apagados.

Majestad comenzó el anciano, con una voz grave y potente, no probó el vino y ni siquiera miró la copa, tan sólo miraba a todos sitios, nervioso, tragando saliva de tanto en tanto, Daeron comenzó a impacientarse, pero antes de que dijera nada el anciano continuó. Le traigo un cuervo...un cuervo que no ha volado y...bueno, aquí está el mensaje. Aquilinus sacó de un pliegue de su manga un pequeño rollito de papel, que iría atado a la pata del cuervo. Daeron se echó hacia adelante y cogió el mensaje, ¿De quién sería ese cuervo para que el Gran Maestre pareciera tan turbado e incómodo? ¿De algún enemigo? ¿De Myriah desde Dorne? Frunció el ceño y lo desenvolvió con soltura para leer después.

"Aegon I, llamado El Conquistador sometió Poniente con Sangre y Fuego, sometió los viejos Reinos Libres uno a uno, algunos con la espada, otros con el fuego del dragón y otros con la presión psicológica y diplomática. Ninguna duda cabe de que fue él quien puso fin a la dinastía de Rocadragón e inauguró la dinastía Targaryen de Desembarco del Rey, lugar elegido para gobernar los Siete Reinos con la Sangre y el Fuego."

El papel se arrugó en el puño del rey como si de una hoja marchita se tratase y miró al maestre de una manera que aquel volvió a tragar saliva y apartó los ojos de los del rey.

Trae ahora mismo a mi hijo...tráelo de inmediato...ahora. Baelor Targaryen había despertado al dragón.

Daeron Targaryen se levantó como un torbellino de ira con el papel arrugado en la mano y sin tapujos se lo tiró a Baelor, dándole en la cabeza mientras se acercaba a grandes zancadas a él, deteniéndose a muy poca distancia de su hijo y acorralándolo contra la pared de piedra. Lo quemó con la mirada mientras sus pupilas intentaban escudriñar en las de su hijo, que ahora estaba constreñido y desconcertado contra la pared.

Nunca supe que eras lo que dices ser aquí extendió el puño izquierdo hacia el papel arrugado del suelo, con tan sólo el dedo índice extendido señalando el papel, tenía la mano blanca de lo que estaba apretando el puño. Inmediatamente un guardia recogió el papel del suelo y Daeron abrió la mano instantáneamente, recibiendo la nota y comenzando a leerla delante de él con la voz llena de ira.

"Lamento no enviar el cuervo apenas fue el día que hablé esto con mi padre, pero quería mandarla en privado, cuando el maestre estuviera distraído y nadie viera el cuervo, por cómo están todos ahora, mandarte un cuervo y por solo tener el apellido Tyrell, me tomarán por traidor."

El Gran Maestre pareció ofenderse por esta afirmación al ver que el príncipe había querido ocultarle aquella carta, pero Daeron ni se inmutó, mientras continuaba.

"Una noticia un tanto más amarga me ha dado, dice que va a arreglar un casamiento para mí… Si mal no escuché, pues la verdad ni el nombre de esa mujer quise escuchar, es Silvia Tully… Creo entender que es hermana de lord Tully, no tengo idea, tampoco me importa."

El rey se detuvo en este punto y miró a su hijo con los ojos entornados, comprobando que por una mujer mandaba a tomar por culo todo lo que él hubiera pensado o dejado de pensar, todos sus planes para asegurar alianzas fiables y estabilidad.

"Lo siento, Rose… Lo siento mucho, lo intentamos… Más esto aún no se termina, mi corazón es tuyo y así será por siempre, tengo que obedecer a mi padre, lamentablemente, y he intentado hacerlo entrar en razón, pero nada de lo que he dicho ha logrado hacerlo cambiar de opinión. Te puedo prometer que esa mujer no tocará mis sábanas, aquel espacio quedará solo guardado para ti, pues a ti es a quien amo y quien quiero que sea mi reina, pese a lo que todos digan."

Daeron tuvo que detenerse a respirar pues de no hacerlo se hubiera puesto a jadear del enfado y de la rabia por leer aquellas palabras del puño y letra de su propio hijo, de su heredero. Se dio una vuelta por el despacho ante la mirada incómoda de Aquilinus y del petrificado Baelor que seguía contra la pared. Daeron se pasó una mano por el pelo, nervioso, y luego miró el papel, terminando de leer con una voz más alta.

"No puedo alargar esto mucho más, no sé cuanto más tiempo a solas tendré y no quiero que nadie intercepte esta carta, no quiero que sepan donde estás… Quédate en Bastión de Tormentas, es seguro, pese a que las relaciones con Nathan y Daeron no son buenas, Bastión sigue siendo de las mejores fortalezas que hay. Envíale mis saludos a Nathan.

Te amaré hasta que mi Sangre se caiga completa de mi cuerpo y hasta que mi Fuego deje de existir dentro de mí.

Baelor Targaryen, tu prometido."

El silencio se hizo en la sala mientras Daeron miraba en silencio el papel, releyéndolo de nuevo antes de soltarlo abruptamente sobre el escritorio, ya hecho poco mas que un guiñapo arrugado.

Baelor de la casa Targaryen, yo he confiado en ti durante toda mi vida desde que tu buena madre te trajese a este mundo. Tú encarnaste la unión de Dorne y de nuestras tierras, un evento inaudito hasta tu nacimiento. Supusiste la encarnación de mis esperanzas, te inculqué mis ideales y los de tu madre, te eduqué para que un día gobernaras lo que yo te legara...te entregué Rocadragón para que practicaras, te llevé a mis reuniones diplomáticas, te enseñé a prestar audiencia a los vasallos y te enseñé la historia de nuestra familia... entonces calló, apoyándose en el escritorio con ambas manos, se sentía repentinamente cansado.

Y lo que me encuentro aquí es el mayor traidor que haya conocido nuestra familia. Te escribes con esa zorra a escondidas... le ocultas esto al Gran Maestre, me ninguneas delante de esa niña, ¡¡¡delante del puto Garlan Tyrell!!! y le aseguras que no te tocará aquella mujer con la que yo te decida casar... No sólo eso sino que le prometes amor eterno, le mandas saludos al traidor de Nathan Baratheon y le ofreces asilo a esa estúpida mujer en la casa del traidor... Baelor Targaryen, me avergüenzo de ti y de tus actos, yo no te he enseñado esto, no te he enseñado a esconderte y a desobedecerme... no, esa mujer te ha lavado el cerebro, ¡pero tranquilo! Yo no me voy a interponer entre tú y ella, lo harán otros, lo hará un juramento...

Viendo que el Gran Maestre fruncía el ceño ante aquellas palabras y Baelor también parecía extrañarse Daeron escogió las buenas palabras para comunicar aquello. Estaba frustrado, estaba furioso y estaba incrédulo, jamás habría imaginado algo parecido a aquella vil traición por parte de su primogénito, Garlan Tyrell y su hija pagarían por la injuria de convertir a su hijo en un mensajero cualquiera de sus planes y en un hombre sin conciencia, perdidamente enamorado por una traidora, a saber qué le hubiera hecho ella para convencerle de ello.

Baelor Targaryen, te someteré a un juicio por alta traición, por alta traición a tu rey y señor Daeron II Targaryen, rey de los ándalos, de los primeros hombres y protector del reino, por alta traición a la reina Myriah Targaryen, princesa de Dorne, por alta traición a tu hermano Maekar Targaryen, señor de Refugio Estival y por alta traición a los príncipes Aerys, Aelinor y Rhaegel Targaryen. Desde este momento dejarás de ser señor de Rocadragón y pasarás a estar bajo custodia en tus aposentos, totalmente incomunicado hasta que yo personalmente ordene lo contrario. No abandonarás tu habitación de ninguna manera y permanecerás allí hasta que sea celebrado el juicio por traición.

Hizo una señal a sus dos guardias reales que lo tomaron cada uno de un brazo. El rostro de Daeron era férreo, de mirada pétrea e impenetrable. Sacadlo de mi vista.