Casting Baelor Targaryen

Nombre del Cannon Elegido: Baelor Targaryen.
¿Porque lo has elegido?: El personaje me atrae en su personalidad y forma de ser, tiene mucho juego y un gran potencial dentro de la trama y demás. Tal vez dar juego con una trama un tanto personal, sin alejarme para nada de los ideales del personaje. Me gustaría poder llevarlo.
Casting:

Los pasos resonaban por el casi vacío Castillo donde vivía el príncipe, heredero del trono, quien gobernaría por sobre el Poniente alguna vez, aquel de que la gente esperaba mucho, quien llevaba un par de huevos de Dragón, el “Rompelanzas”, campeón de las justas, quien prefiere una palabra que llegue al corazón de las personas por sus oídos, y no una espada que llegue a este a través de su pecho. La guerra no era ajena a la vida de un príncipe en los tiempos que se encontraban, pero siempre se podían buscar otros métodos, doblegar a un enemigo sin la necesidad de chocar las espadas era el mayor triunfo que se podía haber en una guerra, que sus hombres te sirvan y te respeten era mucho mejor que ser temido.
No habían muchas personas en el castillo cuando el Príncipe dejo sus aposentos, algunos guardias haciendo patrullaje por los pasillos, que le sugerían que volviera a la cama, el cual negó esa orden y les sugirió seguir su guardia, siempre con amabilidad, con una sonrisa, aunque por dentro no esté sonriendo… Tal vez para dejar tranquilos a los guardias del castillo. Nada más que soldados estaban en la noche, algo que era conveniente, pues no se encontraba con los mejores ánimos para entablar una conversación, aunque de todas formas, con quien se cruzaba le dedicaba una sonrisa y, con un movimiento de su cabeza, un pequeño, pero cordial, saludo.

El ambiente está sumamente tenso, las relaciones entre los enemigos de la corona ya no son relaciones neutrales. El invierno se acerca, dicen los Stark. Y no parece haber otro camino que el de las armas… Pero Baelor se niega a que el destino de las Casas se tenga que pactar con sangre sobre las rocas, en vez de con tinta en un papiro. Por las noches se desvela, como esta noche, pensando en lo que vendrá en la mañana… Que sorpresa depara el nuevo día. Cada uno que pasa parece hacer más grande el fuego, que poco a poco se tiñe de un color oscuro. Su hermano, el Príncipe Maekar Targaryen, augura una época de guerra pese a no ser el de los más estudiosos del reino. Siempre ha preferido arreglar las cosas con las espadas cosa que Baelor, como hermano mayor, trata de corregir y llevar a su hermano por un camino más cercano a la diplomacia. Solo intenta protegerlo, pues las espadas cortan… Pero las palabras tiene poder, el saber es poder y el poder no se cuenta solo por las filas de soldados que tienes en tu arsenal… No, es mucho más. Y Maekar no entiende, que siendo solo un guerrero no se es poderoso. Baelor nunca busco nada más que lo mejor para los suyos, para los Targaryen primero, para el pueblo que ahora maneja su padre, luego.

Un largo suspiro salió de sus labios, mientras detenía sus pasos por uno de los grandes ventanales del castillo, viendo como el sol se asomaba lentamente por el horizonte, el nuevo día empezaba, pero el sueño lo capturaba. Dejó salir un bostezo y volvió sobre sus pasos, en dirección a sus aposentos. Dirigió la mirada a ambos huevos de dragón que poseía en su poder, ambos que esperaba con ansias que nacieran, tal vez por curiosidad… Tal vez porque los Dragones eran un eslabón importante en las cadenas para mantener el orden en el Poniente, por algo los Targaryen han dominado por tanto. Pero… ¿Era eso cierto? Pues, de nuevo el poder no se mide por las espadas o los dragones que tengas a tu lado. Pero ya no son horas de andar pensando más, ya es hora de descansar. El príncipe dejo caer su cuerpo sobre su cómoda cama, cayendo en un sueño que no había podido conciliar en toda la noche… Solo para que lleguen las damas del castillo, para despertarlo que ya era hora de levantarse… El sol había salido, el nuevo día comenzaba en la vida de un príncipe. Una risa salió de sus labios al oír a las mujeres que pasaban por su recámara limpiando y ordenando. No podía enojarse con ellas. – Entonces… Que el nuevo día comience. – Musitó mientras se sentaba en la cama, se desperezaba y luego se ponía de pie nuevamente. Había mucho para hacer y tan poco tiempo, que hasta en las noches se tenían que robar horas para poder pensar.