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Nadando en la arena [Silvia Tully]
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Nadando en la arena [Silvia Tully]
Definitivamente la armósfera de Lanza de Sol era opresiva. sus calles estrechas y llenas de sombra y aún así completamente ardientes. La fortaleza en la que era acogido... ya que tomó el pan y la sal nada más pisar su suelo, estrecha, alta como una auténtica lanza que apuntara al sol con unos aposentos ricos pero minúsculos y con arcos abiertos al exterior por donde sólo entraba el sol y la arena. Acabaría perdiendo peso y musculatura de todo lo que sudaba. Tenía que vestirse con los trapos sureños tan ligeros y finos que le parecía que en cualquier momento iba a salir volando. Por no hablar de sus llamativos colores, hacía que sospechara de algún tipo de burla o provocación por parte ded los dornienses. Sus hombres se miraban los unos a los otros y estallaban en carcajadas y ese sonido de risas norteñas lograba aplacar la ira momentanea cada vez que se miraba a un espejo.
Pero la sensación de estar atrapado continuaba. Para todos los que le acompañaban era peligroso salir de la habitación, pasear sólo, hasta permanecer dormido más de la cuenta. Lo soportó sólo las primeras horas, al día siguiente de su llegada ya estaba más que cansado de tanta desconfianza y suposiciones así que tras discutir a la norteña con ellos, lo que incluía voces, escupitajos y algún que otro golpe no demasiado violento acabó saliendo por su propio pie de aquél lugar para sufrir el sol del desierto que provocó que buscara alguna fuente y plaza a la sombra donde pasar las horas hasta que el enfado remitiera.
Y lo encontró pues el fenómeno de los pozos de agua, fuentes y plazas entorno a estas donde los hombres, niños y mujeres se reunían para beber, jugar o simplemente charlar esa común en aquella ciudad tanto como los ripos raros que querían comerciar de forma limpia o no tanto. Fue una tortura apartar de su camino a comerciantes de todo Poniente y más allá que pretendían vender cualquier cosa que tuvieran en su poder. Hasta alguien insinuó algo de esclavos, algo prohibido y penado en los Siete Reinos. Paa apartarse de todos ellos llegó a la fuente y se sentó en el borde. su enfado era enorme.
Las risas y juegos de los presentes fue calmando su humor y los mercaderes se dieron cuenta del poco interés de aquél visitante de una tierra ajena al desierto por ello poco a poco regresaron por donde habían venido y en la plaza pareció reinar la paz. ¿Cuanto duraría?
Pero la sensación de estar atrapado continuaba. Para todos los que le acompañaban era peligroso salir de la habitación, pasear sólo, hasta permanecer dormido más de la cuenta. Lo soportó sólo las primeras horas, al día siguiente de su llegada ya estaba más que cansado de tanta desconfianza y suposiciones así que tras discutir a la norteña con ellos, lo que incluía voces, escupitajos y algún que otro golpe no demasiado violento acabó saliendo por su propio pie de aquél lugar para sufrir el sol del desierto que provocó que buscara alguna fuente y plaza a la sombra donde pasar las horas hasta que el enfado remitiera.
Y lo encontró pues el fenómeno de los pozos de agua, fuentes y plazas entorno a estas donde los hombres, niños y mujeres se reunían para beber, jugar o simplemente charlar esa común en aquella ciudad tanto como los ripos raros que querían comerciar de forma limpia o no tanto. Fue una tortura apartar de su camino a comerciantes de todo Poniente y más allá que pretendían vender cualquier cosa que tuvieran en su poder. Hasta alguien insinuó algo de esclavos, algo prohibido y penado en los Siete Reinos. Paa apartarse de todos ellos llegó a la fuente y se sentó en el borde. su enfado era enorme.
Las risas y juegos de los presentes fue calmando su humor y los mercaderes se dieron cuenta del poco interés de aquél visitante de una tierra ajena al desierto por ello poco a poco regresaron por donde habían venido y en la plaza pareció reinar la paz. ¿Cuanto duraría?
Invitado- Invitado
Re: Nadando en la arena [Silvia Tully]
El calor era opresivo. La sensación de aire pesado y aplastante no se iba ni durante la noche. No sabía cómo podían vivir allí los dornienses, ella jamás se acostumbraría a aquello del todo. Todas las ropas que tenía estaban más adaptadas al clima fresco y suave del Tridente, por lo que tuvo que comprar sedas nuevas y algunos vestidos ya confeccionados. Salió de sus aposentos, en el mismísimo castillo de los Príncipes de Dorne, dispuesta a salir al exterior para ver si allí al menos corría un poco el aire y la sensación de calor aplastante se iba un poco.
- ¡No me toquéis! - le gritó furiosa a un mercader que estuvo a punto de sujetarla por su brazo para hacerla ver su mercancía y no la de otro. Aún así no pudo evitarlo y puso su mano sudorosa sobre el brazo níveo y suave de la joven, retirándola luego como si quemase. - ¡Maldito seáis! - masculló con los dientes apretados. Se alejó de allí. La gente se apartaba a su paso. La primera reacción así y todos los que habían en la plaza la habían visto.
Silvia sintió náuseas. Buscó con la vista algo con lo que limpiarse, puesto que uno de sus pañuelos sería inútil en aquellos momentos. La fuente.
Se encaminó hacia ella, deteniéndose cada pocos pasos con arcadas que la hacían doblarse sobre sí misma. Si no llegaba rápido, acabaría por vaciar el contenido de su estómago allí mismo. Y eso sería mucho peor para su reputación.
Al fin consiguió llegar. Se arrodilló al lado de un hombre de piel tan clara como la suya que tenía cara de pocos amigos. Eso no le importaba a Silvia en esos momentos, ni nunca. Ella no tenía que entablar relación con nadie allí, menos con un hombre enfadado que estaba sentado en el borde de una fuente. Limpió su brazo y lentamente los espasmos de su vientre se calmaron. A su alrededor niños jugaban, la gente paseaba sin ser molestada... Todo era maravilloso. Una vez hubo acabado, levantó la vista y miró de nuevo al hombre. Ya no tenía la cara de enfado de antes. Aún así no pensaba hablarle, se quedaría allí porque el lugar era fresco. Lo miró una vez más antes de sentarse en el borde de la fuente, junto a él. Su cara le sonaba de algo. Lo había visto antes. Y eso solo suponía una cosa, era miembro de una de las grandes casas de Poniente o vasallo suyo. Descartó lo segundo, tenía constancia de todos los vasallos que asistirían a la boda y ése no pertenecía a ninguna de esas familias. - Disculpad. ¿Quién sois? Vuestro rostro me suena, pero no consigo encontrar vuestro nombre. - Al final sí le había hablado. Ya no era la de antes, cedía ante impulsos más rápido que pensaba en ellos. Tenía que volver a cambiar.
- ¡No me toquéis! - le gritó furiosa a un mercader que estuvo a punto de sujetarla por su brazo para hacerla ver su mercancía y no la de otro. Aún así no pudo evitarlo y puso su mano sudorosa sobre el brazo níveo y suave de la joven, retirándola luego como si quemase. - ¡Maldito seáis! - masculló con los dientes apretados. Se alejó de allí. La gente se apartaba a su paso. La primera reacción así y todos los que habían en la plaza la habían visto.
Silvia sintió náuseas. Buscó con la vista algo con lo que limpiarse, puesto que uno de sus pañuelos sería inútil en aquellos momentos. La fuente.
Se encaminó hacia ella, deteniéndose cada pocos pasos con arcadas que la hacían doblarse sobre sí misma. Si no llegaba rápido, acabaría por vaciar el contenido de su estómago allí mismo. Y eso sería mucho peor para su reputación.
Al fin consiguió llegar. Se arrodilló al lado de un hombre de piel tan clara como la suya que tenía cara de pocos amigos. Eso no le importaba a Silvia en esos momentos, ni nunca. Ella no tenía que entablar relación con nadie allí, menos con un hombre enfadado que estaba sentado en el borde de una fuente. Limpió su brazo y lentamente los espasmos de su vientre se calmaron. A su alrededor niños jugaban, la gente paseaba sin ser molestada... Todo era maravilloso. Una vez hubo acabado, levantó la vista y miró de nuevo al hombre. Ya no tenía la cara de enfado de antes. Aún así no pensaba hablarle, se quedaría allí porque el lugar era fresco. Lo miró una vez más antes de sentarse en el borde de la fuente, junto a él. Su cara le sonaba de algo. Lo había visto antes. Y eso solo suponía una cosa, era miembro de una de las grandes casas de Poniente o vasallo suyo. Descartó lo segundo, tenía constancia de todos los vasallos que asistirían a la boda y ése no pertenecía a ninguna de esas familias. - Disculpad. ¿Quién sois? Vuestro rostro me suena, pero no consigo encontrar vuestro nombre. - Al final sí le había hablado. Ya no era la de antes, cedía ante impulsos más rápido que pensaba en ellos. Tenía que volver a cambiar.
Última edición por Silvia Tully el Vie Oct 19, 2012 12:18 pm, editado 1 vez
Silvia Tully- Nobleza
Re: Nadando en la arena [Silvia Tully]
El espacio entre él y los mercaderes iba aumentando y al mismo tiempo lo hacia su tranquilidad y buen humor. Entonces se di cuenta del bullicio de aquella ciudad. Mujeres hablando de sus cosas, niños jugando, hombre fanfarroneando y más de un idioma que no sabía si era propio del lugar, de algún lugar recóndito y perdido de Poniente o de más allá del mar ya que el color de las pieles, cabellos y ojos eran todos los que el norteño podía imaginarse como posibles entre los habitantes de poniente. Por no hablar de la indumentaria.
Estaba de esa forma mirando alrededor cuando pareció que alguien se apuraba rumbo a su posición, las gentes poco a poco abrieron paso y una dama avanza a buen paso rumbo al agua. aunque el paso no era tan bueno ya que parecía detenerse por momentos y estar a punto de echar al suelo lo que había desayunado el día anterior. Pero continuó avanzando y avanzando... hasta llegar a su lado.
Estuvo a punto de levantarse y marcharse por si la mujer decidía vomitar en la fuente y aquello que la sentara mal caía encima de él. Pero eso supondría ponerse a su altura y estar demasiado cerca. Seguro que con su torpeza ante ellas acababa haciendo y diciendo algo que no debía así que se quedó quieto, apartándose con disimulo de su lado y mirando para otro lado como si hubiera algo interesante en aquella zona de la plaza donde estaba la fuente. Pero la catástrofe se ciñó sobre él cuando la mujer pareció recuperarse sin motivo y se sentó a su lado. Lo peor fue que le dirigió la palabra. ¿Qué podía hacer llegado ese punto?
Inspiró profundamente y miró a la dama haciendo acopio de su valor sonrió aunque le pareció que era un gesto estúpido y torpe. asintió sin saber muy bien el motivo y fue entonces cuando su cerebro pareció ser consciente de lo que había dicho ella. - Yo... - salió un simple hilo de voz por su garganta. Carraspeó y volvió a pensar en las intenciones de una desconocida dama que llamaba la atención en Dorne por su piel más clara y su cabello rojo indicaban a leguas de distancia que no era de allí lo que podía significar que si estaba allí en ese momento era con algún tipo de intención oculta y él se encontraba en territorio hostil. Entornó los ojos, carraspeó de nuevo y contestó. - Un simple viajero. - dijo en tono algo bajo pero sin fallos en la voz ni carente de seguridad aunque de nuevo adelantado a sus pensamientos ya que si los nervios no le fallaran se habría percatado antes que en Dorne había más casas que habían acudido a la boda que estaba por celebrarse y que incluso en el Norte se hablaba de ciertas damas y doncellas que habían heredado un cabello rojizo a lo largo de generaciones, aunque alguna fuera saltada. - Del Norte. - añadió intentando mostrar algo del orgullo que era típico de su tierra o eso se decía en Poniente. Su cerebro a paso lento reprodujo las palabras que había pronunciado aquella dama y llegó a la conclusión que todo lo que había dicho era obvio y absurdo ya que ella sólo había pedido su nombre y el resto lo intuía.
Decidió apartar la mirada para mirar hacia el cielo como pidiendo una señal de los dioses y sólo encontrando la cegadora luz del sol. Bajó la mirada y la clavó en los ojos de la joven. - Ser Rickard de la Casa Stak. - dijo más serio y seco que con pompa y alegría propia de las recepciones de palacios que no pisaba por no considerarlo su estilo. Permaneció quieto, en silencio, casi pareciendo que no respiraba hasta que se dio cuenta que eso podía resultar incómodo así que habló de forma simple y sencilla. - ¿Y vos sois....? - preguntó intentado descifrar algún rasgo de su físico o atuendo que pudiera darle una pista.
Estaba de esa forma mirando alrededor cuando pareció que alguien se apuraba rumbo a su posición, las gentes poco a poco abrieron paso y una dama avanza a buen paso rumbo al agua. aunque el paso no era tan bueno ya que parecía detenerse por momentos y estar a punto de echar al suelo lo que había desayunado el día anterior. Pero continuó avanzando y avanzando... hasta llegar a su lado.
Estuvo a punto de levantarse y marcharse por si la mujer decidía vomitar en la fuente y aquello que la sentara mal caía encima de él. Pero eso supondría ponerse a su altura y estar demasiado cerca. Seguro que con su torpeza ante ellas acababa haciendo y diciendo algo que no debía así que se quedó quieto, apartándose con disimulo de su lado y mirando para otro lado como si hubiera algo interesante en aquella zona de la plaza donde estaba la fuente. Pero la catástrofe se ciñó sobre él cuando la mujer pareció recuperarse sin motivo y se sentó a su lado. Lo peor fue que le dirigió la palabra. ¿Qué podía hacer llegado ese punto?
Inspiró profundamente y miró a la dama haciendo acopio de su valor sonrió aunque le pareció que era un gesto estúpido y torpe. asintió sin saber muy bien el motivo y fue entonces cuando su cerebro pareció ser consciente de lo que había dicho ella. - Yo... - salió un simple hilo de voz por su garganta. Carraspeó y volvió a pensar en las intenciones de una desconocida dama que llamaba la atención en Dorne por su piel más clara y su cabello rojo indicaban a leguas de distancia que no era de allí lo que podía significar que si estaba allí en ese momento era con algún tipo de intención oculta y él se encontraba en territorio hostil. Entornó los ojos, carraspeó de nuevo y contestó. - Un simple viajero. - dijo en tono algo bajo pero sin fallos en la voz ni carente de seguridad aunque de nuevo adelantado a sus pensamientos ya que si los nervios no le fallaran se habría percatado antes que en Dorne había más casas que habían acudido a la boda que estaba por celebrarse y que incluso en el Norte se hablaba de ciertas damas y doncellas que habían heredado un cabello rojizo a lo largo de generaciones, aunque alguna fuera saltada. - Del Norte. - añadió intentando mostrar algo del orgullo que era típico de su tierra o eso se decía en Poniente. Su cerebro a paso lento reprodujo las palabras que había pronunciado aquella dama y llegó a la conclusión que todo lo que había dicho era obvio y absurdo ya que ella sólo había pedido su nombre y el resto lo intuía.
Decidió apartar la mirada para mirar hacia el cielo como pidiendo una señal de los dioses y sólo encontrando la cegadora luz del sol. Bajó la mirada y la clavó en los ojos de la joven. - Ser Rickard de la Casa Stak. - dijo más serio y seco que con pompa y alegría propia de las recepciones de palacios que no pisaba por no considerarlo su estilo. Permaneció quieto, en silencio, casi pareciendo que no respiraba hasta que se dio cuenta que eso podía resultar incómodo así que habló de forma simple y sencilla. - ¿Y vos sois....? - preguntó intentado descifrar algún rasgo de su físico o atuendo que pudiera darle una pista.
Invitado- Invitado
Re: Nadando en la arena [Silvia Tully]
- Lady Silvia Tully. - "Señora de nada... todavía" Estuvo a punto de decir, pero anunciarse como soltera ante alguien que sabía que era soltero también según las últimas informaciones que tenía, y sabiendo que era, además, hijo de un Stark que fue Lord de Invernalia, ya fallecido, por lo que estaba en la línea sucesoria y podría darse el caso de que heredase Invernalia. Las tierras colindantes del Norte con las de los Ríos eran pantanosas, más similares al Tridente, pero lo que había más allá, más cerca de Invernalia y aún más al Norte eran realmente inhóspitas. Frías y duras... Debía decirle a Medgard que no la prometiese con el Stark en el caso de que decidiese prometerla con alguien que no fuese él mismo. Sintió un pequeño escalofrío a pesar del calor que reinaba en ambiente.
- ¿Cómo es que un norteño ha viajado tan al sur, con tal cambio de temperatura para una boda? Vi a vuestro hermano y a Lady Anna en Antigua. - "Robben también es soltero" Sintió otro pequeño escalofrío. Debía hablar con Medgard inmediatamente. - ¿Ellos no han venido? - paró un momento, recapacitando. - Bueno, no debo precipitarme. - le concedió una sonrisa - Lord Medgard ha venido conmigo y no por ello pasamos el día juntos. - "Que ya me gustaría a mí" - Pero sí es cierto que me extraña no verlos por aquí, siendo esta la zona más fresca de todo Dorne. - Eso era lo que le parecía a ella.
Se quedó mirando a la lejanía, sin prestarle apenas atención al norteño. Parecía no querer hablar mucho, y ella no era de las que mantenía conversación con nadie. Con sus palabras había sido suficiente. Esperaba ver llegar a alguien que la salvase de aquella situación, sabía que no podría mantenerla mucho más.
- ¿Cómo es que un norteño ha viajado tan al sur, con tal cambio de temperatura para una boda? Vi a vuestro hermano y a Lady Anna en Antigua. - "Robben también es soltero" Sintió otro pequeño escalofrío. Debía hablar con Medgard inmediatamente. - ¿Ellos no han venido? - paró un momento, recapacitando. - Bueno, no debo precipitarme. - le concedió una sonrisa - Lord Medgard ha venido conmigo y no por ello pasamos el día juntos. - "Que ya me gustaría a mí" - Pero sí es cierto que me extraña no verlos por aquí, siendo esta la zona más fresca de todo Dorne. - Eso era lo que le parecía a ella.
Se quedó mirando a la lejanía, sin prestarle apenas atención al norteño. Parecía no querer hablar mucho, y ella no era de las que mantenía conversación con nadie. Con sus palabras había sido suficiente. Esperaba ver llegar a alguien que la salvase de aquella situación, sabía que no podría mantenerla mucho más.
Última edición por Silvia Tully el Vie Oct 19, 2012 12:18 pm, editado 1 vez
Silvia Tully- Nobleza
Re: Nadando en la arena [Silvia Tully]
Un completo y auténtico honor conoceros mi señora. - dijo todo lo educado que le fue posible mientras disimulaba esa especie de no saber estar delante de las mujeres. Aunque también sabía que la oportunidad de charlar con la Tully podría venir bien para saber algo sobre el estado de El Tridente y sus lealtades. algo que podría venir bien de cara a los actos de su hermano, que por otro lado eran cosa del Lord Stark ya que él estaba empezando a cansarse de lo que veía ocurrir a su alrededor. Además dejando todo eso de lado debía socializar. Sonrió. - Podría preguntaros lo mismo mi señora, ¿acaso este enlace no merece asistir a verlo?¿ Si no que hacen la mitad de las casas de Poniente en el mismo? - escuchó atento pero sin hacer ningún gesto. - Mi hermano viaja de un punto a otro pero me temo que no ha podido acudir, ni su esposa ni sus hijos. Soy el único Stark, y creo que norteño, e esta celebración. Otro motivo para que esté aquí. - se puso a analizar los parientes y supuso que el caballero mencionado era el Lord de los Ríos, en realidad lo sabía pero se hizo el despistado unos minutos, pero luego sonrio con más amplitud al reconocer el nombre con el título de Lord. - Pues lo cierto es que tampoco sabía que estaba él aquí. Vi a Lord Arryn al llegar pero no sabía del resto de casas. - algunas era evidente que estaban allí, otras sabía que estaban pero no dijo nada. La información era poder y regalarlo una tontería.
Suspiró levemente. - Hace demasiado calor para mi gusto. Esta fuente es una salvación, pero el resto de la ciudad bien parece un fuego encendido. No creo que lo considere como un lugar fresco, tal vez soportable. Tampoco me quiero imaginar cómo debe ser el interior de este reino, sin agua y alejado de la costa. - si, era mejor no pensarlo, de hacerlo le daba calor y no era lo que buscaba, acabaría sudado y daría mala imagen, un dato más a sumar a la lista de defectos de los norteños por muy inventados que fueran la mayoría.
La indiferencia de la mujer lo contagió. Ella miraba aun lado, él a otro. Ella no hablaba, él tampoco así debía mantenerse para mantener las apariencias. Pasaría el tiempo, ella si iría, él continuaría hasta que se aburriera. No tenía nada mejor que hacer y si lo tenía... pues no quería hacerlo. Deseaba desconectar de los juegos y tramas políticas pero apara eso a la edad adecuada debería de haberse marchado al Muro y no lo deseaba. Miró alguna que otra vez a la mujer intentando mostrar interés para que se reanudara la conversación. Incluso se planteaba hablar.
Suspiró levemente. - Hace demasiado calor para mi gusto. Esta fuente es una salvación, pero el resto de la ciudad bien parece un fuego encendido. No creo que lo considere como un lugar fresco, tal vez soportable. Tampoco me quiero imaginar cómo debe ser el interior de este reino, sin agua y alejado de la costa. - si, era mejor no pensarlo, de hacerlo le daba calor y no era lo que buscaba, acabaría sudado y daría mala imagen, un dato más a sumar a la lista de defectos de los norteños por muy inventados que fueran la mayoría.
La indiferencia de la mujer lo contagió. Ella miraba aun lado, él a otro. Ella no hablaba, él tampoco así debía mantenerse para mantener las apariencias. Pasaría el tiempo, ella si iría, él continuaría hasta que se aburriera. No tenía nada mejor que hacer y si lo tenía... pues no quería hacerlo. Deseaba desconectar de los juegos y tramas políticas pero apara eso a la edad adecuada debería de haberse marchado al Muro y no lo deseaba. Miró alguna que otra vez a la mujer intentando mostrar interés para que se reanudara la conversación. Incluso se planteaba hablar.
Invitado- Invitado
Re: Nadando en la arena [Silvia Tully]
Se quedó pensando un buen rato. Vio pasar a la gente por delante de ellos. No sabía qué decirle al norteño. El calor se cebaba con ellos, los hacía sudar y sentirse agobiados pero, como había hecho notar el Stark, esa fuente era una salvación. Mojó sus manos en el agua que manaba de ella y las pasó por su cara y cuello. Todavía sentía un leve resquemor en la zona en la que el mercader había puesto su mano sobre su brazo. La frotó de nuevo, con un poco de agua, intentando aliviar el asco que sentía. - ¿Cómo están las cosas por el cuello? A Aguasdulces no han llegado noticias de disputas por la zona, aunque nos limitamos a conocer lo que queda por debajo de la frontera con vuestra familia.
Fue lo primero que cruzó su mente. No quería hablar con él, no necesitaba parecer cortés, pero Medgard le haría ver más tarde que su actuación había sido pésima y que debía mejorar en el trato con los demás miembros de las grandes familias. Suspiró al pensar hasta qué punto dependía de las opiniones de los demás. Si hacía cualquier cosa mal, la juzgarían antes de comprender que estaba en su naturaleza actuar de aquella manera. Si hacía algo bien, nadie alabaría el esfuerzo que había supuesto realizar aquella acción para la joven Tully. No quería actuar de diplomática, ni forjar amistades con nadie. Lo único que quería era volver a su hogar, una vida tranquila, pero siendo la señora de los Ríos. No quería volver hasta allí siendo Silvia, solo Silvia. - ¿Os habéis unido en matrimonio ya? - La pregunta surgió de sus pensamientos. No se arrepintió de haberla hecho, pero sí de la posible reacción que podía tener el norteño. Si Rickard se había casado y Silvia no había acudido a esa boda, probablemente pensaría que era porque no lo consideraba suficientemente importante como para hacerlo. "¡Bah! ¡Que piense lo que quiera!".
Fue lo primero que cruzó su mente. No quería hablar con él, no necesitaba parecer cortés, pero Medgard le haría ver más tarde que su actuación había sido pésima y que debía mejorar en el trato con los demás miembros de las grandes familias. Suspiró al pensar hasta qué punto dependía de las opiniones de los demás. Si hacía cualquier cosa mal, la juzgarían antes de comprender que estaba en su naturaleza actuar de aquella manera. Si hacía algo bien, nadie alabaría el esfuerzo que había supuesto realizar aquella acción para la joven Tully. No quería actuar de diplomática, ni forjar amistades con nadie. Lo único que quería era volver a su hogar, una vida tranquila, pero siendo la señora de los Ríos. No quería volver hasta allí siendo Silvia, solo Silvia. - ¿Os habéis unido en matrimonio ya? - La pregunta surgió de sus pensamientos. No se arrepintió de haberla hecho, pero sí de la posible reacción que podía tener el norteño. Si Rickard se había casado y Silvia no había acudido a esa boda, probablemente pensaría que era porque no lo consideraba suficientemente importante como para hacerlo. "¡Bah! ¡Que piense lo que quiera!".
Última edición por Silvia Tully el Vie Oct 19, 2012 12:18 pm, editado 1 vez
Silvia Tully- Nobleza
Re: Nadando en la arena [Silvia Tully]
Aquello parecía que no llevaba a ningún sitio. Lady Tully mirando a un lado, él a otro, cualquiera diría que eran vecinos y que por lo tanto debían llevarse bien. Aún así pudo observar como la mujer insistía en lavarse la mano. ¿A qué se debería? Entonces le sorprendió aquella pregunta pues pensaba que todo estaba en orden ya en aquél pedazo de tierra tan distinto y extraño al resto del norte. - Últimamente parece que las aguas están revueltas por el cuello, pequeñas peleas entre pequeñas casas que parecen estar sobrepasando nuestras fronteras. Por otro lado pensaba que todo estaba más que resuelto antes de mi partida hacia Dorne. Deberé comunicarme con mi hermano para saber si pasa justo lo contrario como vos me acabáis de comunicar. - tal vez en parte tenía que ver con las medidas y decisiones de su hermano para con el Norte. Pronto lo sabría.
Siguió pensando un instante sobre lo ocurrido en el cuello incapaz e creer que aquello fuera adelante. suspiró mínimamente y casi se queda blanco por la pregunta de la mujer. Se pudo a reír. luego negó con la cabeza. - Tal evento no ha tenido lugar mi señora. ¿En qué lugar quedaría si no os hubiera invitado? - dijo con una sonrisa pero ya sin esas carcajadas anteriores. - El matrimono aún no me ha llamado, aunque supongo que antes o después mi señor hermano buscará una alianza oportuna para el Norte. - algo que le hacía pensar que se trataba de un puesto poco honorable y si quería evitarlo debía adelantarse a los acontecimientos que estaba por llegar. Vamos que debía casarse. Y le dio un nuevo ataque de risa. - ¿O es que vuestra pregunta era algún tipo de insinuación? - si no quería que la mujer se durmiera allí mismo tal vez debía sacar su lado más norteño.
Siguió pensando un instante sobre lo ocurrido en el cuello incapaz e creer que aquello fuera adelante. suspiró mínimamente y casi se queda blanco por la pregunta de la mujer. Se pudo a reír. luego negó con la cabeza. - Tal evento no ha tenido lugar mi señora. ¿En qué lugar quedaría si no os hubiera invitado? - dijo con una sonrisa pero ya sin esas carcajadas anteriores. - El matrimono aún no me ha llamado, aunque supongo que antes o después mi señor hermano buscará una alianza oportuna para el Norte. - algo que le hacía pensar que se trataba de un puesto poco honorable y si quería evitarlo debía adelantarse a los acontecimientos que estaba por llegar. Vamos que debía casarse. Y le dio un nuevo ataque de risa. - ¿O es que vuestra pregunta era algún tipo de insinuación? - si no quería que la mujer se durmiera allí mismo tal vez debía sacar su lado más norteño.
Invitado- Invitado
Re: Nadando en la arena [Silvia Tully]
- Una alianza oportuna... - dijo pensativa. Eso le planteaba muchas cuestiones que fue repasando una a una mientras su cabello rojo como el fuego se movía con libertad en un viento que ardía casi tanto como él. Si Medgard y ella se casaban como él le había prometido, acabarían aislados en el centro del mapa. No habría alianzas. Sin embargo, si Medgard la traicionaba y la prometía a otra persona, las cosas podían acabar muy bien para los Tully o muy mal. Silvia opinaba que acabarían mal, puesto que se conocía a sí misma y sabía que su forma de actuar nunca era la correcta (o no solía serlo) y que eso, a la larga, acarrearía problemas para su persona y, por ende, para la casa Tully.
- No me estoy insinuando si es lo que pensáis, ser. - Le sonrió levemente, más por la aclaración maliciosa que por ser víctima de un malentendido. Era imposible, totalmente imposible, que una Tully como ella propusiese de una forma muy sutil una alianza a través de un matrimonio a un Stark, a nadie en Poniente y más allá. - No estoy interesada en el matrimonio de momento. - mintió. - Para mí es algo lejano. - O lo es tan cercano que parece que no va a llegar nunca. Maldijo a Medgard de nuevo. Se merecía un golpe de calor que le aclarase las ideas de una vez. A Silvia le habían prometido un matrimonio y no descansaría hasta conseguirlo. Sería la Señora de Aguasdulces, con o sin su ayuda. Y no querer la ayuda de Medgard para conseguirlo solo suponía una cosa: correría el mismo destino que el antiguo Lord Tully. Sin embargo, el amor que le profesaba era más fuerte que sus ansias de poder, aunque todavía no se hubiese dado cuenta. Era ahora cuando empezaba a percibir que Medgard se interponía en sus pensamientos cada poco tiempo. - Debería volver a un lugar más resguardado de este insufrible sol del sur. - Se llevó la mano a la frente y la rozó con el dorso, sudaba. Rápidamente sacó su pañuelo y secó su mano y después su frente. Se levantó, no esperaba ser acompañada. Inclinó levemente la cabeza en una reverencia simple y avanzó unos pasos, alejándose del lugar.
- No me estoy insinuando si es lo que pensáis, ser. - Le sonrió levemente, más por la aclaración maliciosa que por ser víctima de un malentendido. Era imposible, totalmente imposible, que una Tully como ella propusiese de una forma muy sutil una alianza a través de un matrimonio a un Stark, a nadie en Poniente y más allá. - No estoy interesada en el matrimonio de momento. - mintió. - Para mí es algo lejano. - O lo es tan cercano que parece que no va a llegar nunca. Maldijo a Medgard de nuevo. Se merecía un golpe de calor que le aclarase las ideas de una vez. A Silvia le habían prometido un matrimonio y no descansaría hasta conseguirlo. Sería la Señora de Aguasdulces, con o sin su ayuda. Y no querer la ayuda de Medgard para conseguirlo solo suponía una cosa: correría el mismo destino que el antiguo Lord Tully. Sin embargo, el amor que le profesaba era más fuerte que sus ansias de poder, aunque todavía no se hubiese dado cuenta. Era ahora cuando empezaba a percibir que Medgard se interponía en sus pensamientos cada poco tiempo. - Debería volver a un lugar más resguardado de este insufrible sol del sur. - Se llevó la mano a la frente y la rozó con el dorso, sudaba. Rápidamente sacó su pañuelo y secó su mano y después su frente. Se levantó, no esperaba ser acompañada. Inclinó levemente la cabeza en una reverencia simple y avanzó unos pasos, alejándose del lugar.
- Spoiler:
- Me alejo pero eso no significa que acabe el post. Puede seguirla y continuar hablando o puedes quedarte y acabarlo aquí. Decide tú
Silvia Tully- Nobleza
Re: Nadando en la arena [Silvia Tully]
El Stark contuvo la risa pero no así la sonrisa cuando escuchó a la mujer pensárselo. Desde el principio había creìdo que ella estaba bromeando aún con su rostro serio y la mirada fría cuando decidía mirarlo. Que llegara a planteárselo era hasta cierto punto cómico. Es cierto que era una mujer peculiar por sus características físicas pero por el resto de asuntos dudaba que llegaran a encajar. ¿Pero qué diablos estaba pensando? todos los matrimonios eran concertados y si aquél llegaba a suceder sería por que el Señor del Norte y el de los Ríos alcanzaban ese acuerdo.
- Ni lo pienso ni tampoco era mi intención, mi señora. - lo cierto es que había sido algo divertido durante un instante pero posteriormente no le veía la gracias. Él, un guerrero del Norte atado a una casa y una familia. Seguramente cuando eso ocurriera se moriría de pena por no poder hacer lo que más le gustaba: cabalgar, luchar, enfrentarse a la muerte a cada paso. Negó con la cabeza. No, si no podían atarlo de esa manera tendría a unos niños que jamás conocerían a su padre y a una esposa que temería el amanecer por traer la muerte de su amado esposo, si es que llegaban a amarse. - Yo tampoco. - fue completamente sincero. - Cuando sea viejo y no sirva para nada tal vez vuelva a pensarlo. - entonces ninguna dama querrá a un viejo que no sirve para nada y ningún señor casar a sus hijas o hermanas con él. Suspiró con alivio, la solución a su problema estaba en ese razonamiento. Podría seguir fingiendo que no quiere nada de las mujeres y por eso no habla casi con ellas aunque tuviera que mantenerlo en secreto el resto de sus días. - Creo que tenéis razón. - pero la dama fue tan rápida como las llamas de un incendio, se marchó a buen paso y él sólo la siguió con la mirada. Pensó que era una mujer curiosa y de gran carácter. Sonrió de medio lado medio triste hasta que se palmeó las rodilla y se puso en pie. Salió de aquella plaza rumbo a las comodidades prestadas por los Martell a todos aquellos invitados a la boda.
- Ni lo pienso ni tampoco era mi intención, mi señora. - lo cierto es que había sido algo divertido durante un instante pero posteriormente no le veía la gracias. Él, un guerrero del Norte atado a una casa y una familia. Seguramente cuando eso ocurriera se moriría de pena por no poder hacer lo que más le gustaba: cabalgar, luchar, enfrentarse a la muerte a cada paso. Negó con la cabeza. No, si no podían atarlo de esa manera tendría a unos niños que jamás conocerían a su padre y a una esposa que temería el amanecer por traer la muerte de su amado esposo, si es que llegaban a amarse. - Yo tampoco. - fue completamente sincero. - Cuando sea viejo y no sirva para nada tal vez vuelva a pensarlo. - entonces ninguna dama querrá a un viejo que no sirve para nada y ningún señor casar a sus hijas o hermanas con él. Suspiró con alivio, la solución a su problema estaba en ese razonamiento. Podría seguir fingiendo que no quiere nada de las mujeres y por eso no habla casi con ellas aunque tuviera que mantenerlo en secreto el resto de sus días. - Creo que tenéis razón. - pero la dama fue tan rápida como las llamas de un incendio, se marchó a buen paso y él sólo la siguió con la mirada. Pensó que era una mujer curiosa y de gran carácter. Sonrió de medio lado medio triste hasta que se palmeó las rodilla y se puso en pie. Salió de aquella plaza rumbo a las comodidades prestadas por los Martell a todos aquellos invitados a la boda.
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