Silvia Tully

El recuerdo del susurro de Medgard en su oído la hizo estremecerse una vez más. Estaba decidida a seguir con su plan. Había cruzado el río un par de veces para hacerse con belladona. Sabía, por consultas a los libros del maestre de Aguasdulces, que era una planta mortal si la dosis administrada era lo suficientemente alta.

Sintió los nervios en su estómago y el placer en sus entrañas por lo que estaba a punto de hacer. Durante días había preparado a conciencia el extracto de la planta, había cuidado que nadie descubriese su secreto... Aquella noche, se acercó sigilosamente a su padre y vertió unas gotas de su elaborado veneno en la copa de la que éste bebía. El momento no pudo ser mejor: uno de los criados había tropezado y todas las miradas se centraron en él.

Regresó a su lugar en la mesa y dejó de preocuparse por su futuro unos instantes. Sabía que esa noche no acabaría solo con la salida del sol, su padre se reuniría con El Desconocido y ella estaría un paso más cerca de convertirse en la Señora de Aguasdulces.

Esperó impaciente a que hubiese algún indicio de los cambios físicos de su padre. Notó, antes de que saliese de la estancia tambaleándose levemente (otro acierto, pues había bebido durante la cena y podían achacarlo a su estado de embriaguez) como le temblaban las manos y le costaba hacer sonar su voz. Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras ella también abandonaba la estancia para ocultarse en sus aposentos.

Horas más tarde, cuando aún no brillaban los tenues rayos de sol del amanecer, un grito la despertó. Mentiría si dijera que dormía plácidamente, pero no era así, los nervios casi no la dejaban pegar ojo. Salió de sus aposentos semidesnuda, ocultándose con una manta que hizo rodear su cuerpo.

- Es la hora...

Llegó hasta el lugar para actuar cual perfecta actriz, llorar junto a su madre y su hermana la pérdida de su amado padre. Tras ella, en un segundo plano, su tío lloraba de igual forma la pérdida de su hermano, aunque Silvia sabía que tras las lágrimas que poblaban su rostro había una sonrisa oculta.