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Trama IV: Llega la Princesa.
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Trama IV: Llega la Princesa.
Lanza del Sol se vestía de gala para la llegada de la Princesa de Dorne. Y en evrdad la ciduad lucía lo más limpia que podía, teniendo en cuenta que era una ciudad cercada de arena del desierto y de los mares. El puerto había sido barrido de naves que no fuesen de los propio Martell y las calles por las que pasearía la comitiva que llegase en el barco habían sido dispuestas con farolillos de luz anaranjada y roja debido a las telas que los cubrían.
La guardia de los Martell, que llevaban armaduras de cuero debido a que allí cualquier acero era como servir a un hombre cocido, quedaba dispuesta a cada diez metros, mostrando sus lanzas para recibir a la que sería su Princesa a partir del casamiento. Desde hacía días se habían ido recibiendo a los invitados en el Palacio de los Martell, quedando éstos dispuestos en sus aposentos.
Las murallas serpenteantes guardarían a los comprometidos hasta su llegada a lo más alto de la colina, hasta aquel lugar donde se daría la unión de ambos en poco, donde Poniente volvería a ser único bajo el mando de los Targaryen, y Dorne sería parte de ello, de la fuerza que los Siete Reinos eran capaces de atesorar.
La multitud comenzó a alzar la voz y los susurros se convirtieron en vítores cuando los barcos de los Targaryen aparecieron en la lejanía, cuando el Sol comenzaba a caer por el oeste, aunque aún quedaba para anochecer. Lanza del Sol bullía de emoción...pero el resto de Poniente contenía la respiración. Para muchos los Targaryen movían la primera pieza del Cyvasse y Poniente era el tablero de juego.
La guardia de los Martell, que llevaban armaduras de cuero debido a que allí cualquier acero era como servir a un hombre cocido, quedaba dispuesta a cada diez metros, mostrando sus lanzas para recibir a la que sería su Princesa a partir del casamiento. Desde hacía días se habían ido recibiendo a los invitados en el Palacio de los Martell, quedando éstos dispuestos en sus aposentos.
Las murallas serpenteantes guardarían a los comprometidos hasta su llegada a lo más alto de la colina, hasta aquel lugar donde se daría la unión de ambos en poco, donde Poniente volvería a ser único bajo el mando de los Targaryen, y Dorne sería parte de ello, de la fuerza que los Siete Reinos eran capaces de atesorar.
La multitud comenzó a alzar la voz y los susurros se convirtieron en vítores cuando los barcos de los Targaryen aparecieron en la lejanía, cuando el Sol comenzaba a caer por el oeste, aunque aún quedaba para anochecer. Lanza del Sol bullía de emoción...pero el resto de Poniente contenía la respiración. Para muchos los Targaryen movían la primera pieza del Cyvasse y Poniente era el tablero de juego.
- Spoiler:
- Se abrirá un post de cena en el día II y la boda será el día V. Podéis abrir posts del día I al día IV.
Valar Morghulis- Admin
Re: Trama IV: Llega la Princesa.
A lo lejos pudo ver por fin su hogar, por fin llegaba a casa. Tras un largo viaje con alguna que otra sorpresa, todo llegaba a su fin. Y en realidad todo comenzaba, la rebelión en las marcas, el protocolo, las visitas, los regalos y, por supuesto, la boda.
Landa del Sol parecía haberse vestido de gala, las calles estaban a rebosar de adornos, soldados y gentes de toda la ciudad y alrededores que se habían acercado a husmear. El puerto estaba fuertemente acordonado por la guardia Martell para que no surgiera ningún imprevisto. Aún había más de uno receloso de aquel enlace y de la alianza Targaryen-Martell.
Miró a Daenerys que a su lado observaba los muelles acercarse poco a poco desde la cubierta, ambos bañados por la brisa que mecía el barco.
Bienvenida a Lanza del Sol mi princesa, vuestro pueblo os espera…
Le susurró al oído deslizando un dulce beso en su mejilla y saludando con la mano a la vez que el barco se detenía por los amarres que le acercaban por fin a suelo firme. Colocaron la pasarela mientras bajaban ambos entre vítores, llegaban ellos y muchos más invitados. Pronto la ciudad se llenaría de nobles para al boda y muchos otros que sólo iban por las celebraciones que acontecerían. En este tipo de eventos la regla común era derrochar y la gente gustaba de distraerse siempre que tenía escusa, era el momento adecuado para que Juglares, Prostíbulos, Posadas y demás negocios consiguieses vaciar bolsillos de todos los tamaños.
La comitiva paseó por las calles principales de la ciudad en dirección a donde debían hospedarse, pasando por los lugares más emblemáticos de la ciudad.
Landa del Sol parecía haberse vestido de gala, las calles estaban a rebosar de adornos, soldados y gentes de toda la ciudad y alrededores que se habían acercado a husmear. El puerto estaba fuertemente acordonado por la guardia Martell para que no surgiera ningún imprevisto. Aún había más de uno receloso de aquel enlace y de la alianza Targaryen-Martell.
Miró a Daenerys que a su lado observaba los muelles acercarse poco a poco desde la cubierta, ambos bañados por la brisa que mecía el barco.
Bienvenida a Lanza del Sol mi princesa, vuestro pueblo os espera…
Le susurró al oído deslizando un dulce beso en su mejilla y saludando con la mano a la vez que el barco se detenía por los amarres que le acercaban por fin a suelo firme. Colocaron la pasarela mientras bajaban ambos entre vítores, llegaban ellos y muchos más invitados. Pronto la ciudad se llenaría de nobles para al boda y muchos otros que sólo iban por las celebraciones que acontecerían. En este tipo de eventos la regla común era derrochar y la gente gustaba de distraerse siempre que tenía escusa, era el momento adecuado para que Juglares, Prostíbulos, Posadas y demás negocios consiguieses vaciar bolsillos de todos los tamaños.
La comitiva paseó por las calles principales de la ciudad en dirección a donde debían hospedarse, pasando por los lugares más emblemáticos de la ciudad.
Maron Martell- Nobleza
Re: Trama IV: Llega la Princesa.
Había estado allí más de una vez. Siendo niña viajó junto a su familia a las tierras del Sur y vio la felicidad en el rostro de Myriah al reencontrarse con su familia, pero jamás habría recordado aquella sensación extraña de una persona que no puede quemarse, pero que sí que puede sentir la pesadez de un ambiente extremadamente cálido. Tampoco podía llegar a dibujar en su mente imágenes pasadas que le recordasen cómo era la ciudad; los libros parecían haber borrado todos los recuerdos no relacionados con la vida dentro de lo que ella consideraba "su hogar".
La doncella la abrazó con fuerza. Sabía que necesitaba todo el apoyo del mundo en aquellos momentos y ella no dudaría en dárselo. El gran momento llegaba. Como siempre, había trabajado cuidadosamente en darle a su señora un aspecto digno de la más grande de las princesas. Y lo había conseguido. Volvía a llevar prendas de seda, ligeras y cómodas, en una tonalidad que oscilaba entre el naranja y el color de la arena, buscando así agradar al pueblo dorniense.
Abrazó con dulzura a su prometido al verle aquella mañana. Pero no fue un abrazo normal y corriente, sino que corrió hacia él lanzándose a su cuerpo y buscando la misma seguridad que sentía cada vez que estaba a su lado. Y es que Daenerys estaba nerviosa. Deseaba llegar a sentirse querida po pueblo de su futuro esposo, pero era consciente de que no iba a ser fácil. Aún había muchos que veían con malos ojos aquella unión.
Y, sin embargo, allí estaba ella. Erguida junto a Maron y tomando fuerzas para saludar al pueblo con la mano y una hermosa sonrisa en los labios.
"Bienvenida a Lanza del Sol, mi princesa; vuestro pueblo os espera..."
Sonrió e incluso se ruborizó sutilmente cuando el Príncipe de aquel lugar la besó. A veces, un casto y tierno beso en la mejilla podía significar mucho más que cualquier otro gesto. Sostuvo y estrechó con fuerza su mano. Sin embargo, no pudo pronunciar palabra alguna. Cuando la pasarela estuvo colocada, los Príncipes y sus respectivas familias bajaron por ella y siguieron a la comitiva hacia su destino. Daenerys buscó jamás separarse de Maron; no solo porque no quisiera, sino porque algo dentro de ella le impedía hacerlo. Mientras tanto, contemplaba la ciudad con fascinación, absorta en todos y cada uno de sus detalles.
La doncella la abrazó con fuerza. Sabía que necesitaba todo el apoyo del mundo en aquellos momentos y ella no dudaría en dárselo. El gran momento llegaba. Como siempre, había trabajado cuidadosamente en darle a su señora un aspecto digno de la más grande de las princesas. Y lo había conseguido. Volvía a llevar prendas de seda, ligeras y cómodas, en una tonalidad que oscilaba entre el naranja y el color de la arena, buscando así agradar al pueblo dorniense.
Abrazó con dulzura a su prometido al verle aquella mañana. Pero no fue un abrazo normal y corriente, sino que corrió hacia él lanzándose a su cuerpo y buscando la misma seguridad que sentía cada vez que estaba a su lado. Y es que Daenerys estaba nerviosa. Deseaba llegar a sentirse querida po pueblo de su futuro esposo, pero era consciente de que no iba a ser fácil. Aún había muchos que veían con malos ojos aquella unión.
Y, sin embargo, allí estaba ella. Erguida junto a Maron y tomando fuerzas para saludar al pueblo con la mano y una hermosa sonrisa en los labios.
"Bienvenida a Lanza del Sol, mi princesa; vuestro pueblo os espera..."
Sonrió e incluso se ruborizó sutilmente cuando el Príncipe de aquel lugar la besó. A veces, un casto y tierno beso en la mejilla podía significar mucho más que cualquier otro gesto. Sostuvo y estrechó con fuerza su mano. Sin embargo, no pudo pronunciar palabra alguna. Cuando la pasarela estuvo colocada, los Príncipes y sus respectivas familias bajaron por ella y siguieron a la comitiva hacia su destino. Daenerys buscó jamás separarse de Maron; no solo porque no quisiera, sino porque algo dentro de ella le impedía hacerlo. Mientras tanto, contemplaba la ciudad con fascinación, absorta en todos y cada uno de sus detalles.
Daenerys Martell- Nobleza
Re: Trama IV: Llega la Princesa.
La ciudad ardía desde que el sol había aparecido tras las inmensas dunas de arena que limitaban el horizonte, y no sólo por el habitual calor que castigaba a Dorne sino por el gentío que se agolpaba en las calles para coger un buen sitio desde el que ver la comitiva que acompañaba a la princesa Targaryen y al príncipe Martell. Los soldados de los Martell estaban apostados de forma estratégica marcando el recorrido y Jenna, desde lo alto del castillo en el que se hospedaban los nobles que acudirían a las celebraciones, veía el camino despejado como si fuese una gruesa serpiente del desierto que se abría paso entre la gente. Los barcos Targaryen aparecieron a lo lejos y los vítores inundaron el aire; Jenna esbozó una triste sonrisa rememorando su propia boda hacía ya unos siete años, allí en Bastión de Tormentas.
Con las manos cogidas por delante de su cuerpo, la venado aguantaba estoicamente el calor a pesar de que se había situado junto con Eve y otras damas bajo un toldo de colores rojizos, anaranjados y amarillos que las protegía de la acción directa del sol. Por suerte, su vestido de lino gris, aunque no tan elegante como los trajes de seda que guardaba en sus baúles, era mucho más cómodo y también proporcionaba cierto alivio ante el bochorno. Pronto distinguió las figuras de los novios recorriendo las calles con cierta calma, seguidos de una impresionante comitiva de soldados y mujeres exquisitamente vestidas; desde luego los Martell no repararían en gastos ante el matrimonio de uno de los miembros de su casa con la hija del rey del Poniente.
No se arrepentía de haber decidido que Stefan estuviese ausente en aquel tipo de actos; las largas esperas y el mantener constantemente la compostura no era lo más apropiado para un niño de seis años y menos para uno como aquél, inquieto y curioso. Le echaba de menos, pero con las nodrizas estaría mejor. Dirigió una mirada de soslayo a Eve, esplendorosa en aquella mañana tan soleada, y se preguntó si ella también estaría recordando su boda con Nathan y cuáles serían sus ánimos al respecto. El griterío de la gente la sacó de sus pensamientos; los novios se acercaban y el bullicio cada vez se notaba más próximo.
Con las manos cogidas por delante de su cuerpo, la venado aguantaba estoicamente el calor a pesar de que se había situado junto con Eve y otras damas bajo un toldo de colores rojizos, anaranjados y amarillos que las protegía de la acción directa del sol. Por suerte, su vestido de lino gris, aunque no tan elegante como los trajes de seda que guardaba en sus baúles, era mucho más cómodo y también proporcionaba cierto alivio ante el bochorno. Pronto distinguió las figuras de los novios recorriendo las calles con cierta calma, seguidos de una impresionante comitiva de soldados y mujeres exquisitamente vestidas; desde luego los Martell no repararían en gastos ante el matrimonio de uno de los miembros de su casa con la hija del rey del Poniente.
No se arrepentía de haber decidido que Stefan estuviese ausente en aquel tipo de actos; las largas esperas y el mantener constantemente la compostura no era lo más apropiado para un niño de seis años y menos para uno como aquél, inquieto y curioso. Le echaba de menos, pero con las nodrizas estaría mejor. Dirigió una mirada de soslayo a Eve, esplendorosa en aquella mañana tan soleada, y se preguntó si ella también estaría recordando su boda con Nathan y cuáles serían sus ánimos al respecto. El griterío de la gente la sacó de sus pensamientos; los novios se acercaban y el bullicio cada vez se notaba más próximo.
Invitado- Invitado
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