Con diez barcoluengos no se llega ni a Campoestrella

El sol acababa de salir, iluminando las callejuelas de la capital dorniense, como era su costumbre desde hacía años, Mors Martell madrugaba para pasar revista a sus tropas junto a su hombre de confianza, Talbot Gargalen, el menor de los hijos de su mentor Lord Gargalen.

- Diez barcoluengos, ni uno más, ni uno menos. En realidad el Lanzamarina es mejor, tras el cambio que ordenó en las velas y en el casco es el más rápido de Dorne, sin lugar a dudas

Estaba orgulloso de ése barcoluengo, las velas triangulares eran mucho más aptas para la navegación en el mar de Verano, un mar cálido y tranquilo. Además, estaban tejidas de manera que se aprovechase hasta la más mínima brizna de aire. Caminaba observando el resto de naves, estaban en condiciones inmejorables, pero era irrisorio pensar que podrían servir de algo en una batalla.

- Si nos presentásemos en una batalla con ésta armada, Talbot, sería como si un ejército de caballería únicamente contase con un asno tuerto - dijo suspirando - nuestros hombres tienen órdenes de escoltar a las naves comerciales de Dorne durante estén en nuestras aguas, que así se siga haciendo.

Tras éstas palabras se dirigó al punto de encuentro con sus hermanos, desconocía si Olyvar se presentaría, le vendría bien que sus dos hermanos viesen la catástrofe que les aguardaba si no se fortificaba la naviera Martell.

El punto de encuentro se encontraba a ras de mar, en una pequeña playa cercana al puerto desde donde se divisaba la entrada de barcos a Lanza del Sol. Allí el príncipe había dispuesto un caserón que utilizaba para las reuniones más informales e íntimas.

El caserón estaba bien decorado, según el estilo dorniense, con un patio central lleno de plantas de colores, una fuente central y los rumores del mar en la lejanía. Había sido colocada en un extremo una larga mesa que utilizaba de sala de reuniones, algo mucho más informal que la rutina de palacio. Había traído consigo multitud cartas marítimas, así como una buena jarra de vino dorniense y algo de fruta.

"Mapas y vino, espero que sea más atractivo para Maron de lo que suena"

Había acordado hablar con Mors en su puesto, Maron sabía de sobra lo que le iba a pedir, una asignatura pendiente del Príncipe desde que llegó al trono de Lanza, siempre había mirado a otro lado encargándose de problemas que pensaba, eran mas acuciantes. Dorne no solía sufrir ataques de piratas o ataques por Mar, y en realidad era su punto débil. Ya que los desiertos eran la mejor defensa que ningún reino podía tener. Pero nunca había pensado que nadie intentaría atacarle por mar.

El sol estaba en su punto más alto. Hacía calor hasta para un dorniense acostumbrado a aquello. Unas ojeras pronunciadas adornaban el rostro del mayor de los Martell. Apenas había dormido últimamente, preocupado por todo lo que se le avecinaba. Todavía no sabía si aquellas predicciones eran reales. Pero ya no podía hacer nada. Había jugado sus cartas y ahora quedaba ver si la jugada le salía bien. Sus vasallos estaban desconcertados, la mayoría dudaba de él. Y por el bien del príncipe y de la propia Azaar, más le valía que sus "enemigos" aparecieran pronto, o tendría que enfrentarse a una rebelión.

Llegó al lugar acordado, allí la temperatura era mucho más agradable gracias a la fuente central que adornaba y refrescaba el lugar, entró dando un fuerte abrazo a su hermano y se sirvió una copa de vino.

Se te ve tranquilo, supongo que tienes bien pensado la charla que sé que me vas a dar.

Sonrió tras sentir el tibio líquido humedecer su garganta reseca por la temperatura y el polvo. Estaba sumido en sus pensamientos y ya había hecho cálculos. Tenía que mandar construir barcos. Probablemente no les daría tiempo a estar listos para cuando la amenaza llegase, pero cuanto antes le pusieran remedio a ese problema mejor.

Era lógico que su hermano supiese a que venía aquella reunión, de hecho, se alegró de que su talante fuese más distendido que en la reunión ante sus banderizos. Tras abrazar a su hermano, caminó con él hasta la mesa, comenzando a desplegar algunos mapas, uno de ellos marcaba toda la costa de la península.

- Bueno, ya sabes que nunca me he sentido demasiado cómodo en palacio. Se que que te llamen "su excelentísimo príncipe" y "vuestra vuecencia" se la pondría bien dura a nuestros amigos del Dominio, pero los dornienses somos diferentes - no pudo evitar emitir una sonora carcajada que resonó en el patio interior - esperaba que nuestro hermano nos acompañara, supongo que el futuro de Dorne nos tiene a todos atareados.

Se sirvió una copa de vino y acercó una bandeja con fruta a su hermano, el mediano de los Martell tenía una dieta algo peculiar, no comía carne por un motivo que nunca había revelado y, por lo general, se alimentaba de fruta y, ocasionalmente de pescado, por lo que sus dependencias siempre se podía encontrar fruta fresca.

- Ésta conversación la debíamos haber tenido hace tiempo, pero tanto tú como yo, hemos permanecido demasiado ocupados éstos meses - dijo acercando el mapa de Dorne a su hermano - como bien sabes, la flota de nuestra casa es de dimensiones ridículas, a pesar de que he equipado a nuestros diez barcoluengos para que sean los más rápidos de Dorne, sólo nos servirían en caso de batalla para huir del enemigo - fue directo, no solía andarse con rodeos - tu reino es una península, es decir, el mar es una vía de invasión factible.

El Almirante bordeó con los dedos todo el perfil de la península, al sur la inmensidad del Mar de Verano y al este el mar que compartían con los venados: el mar de Dorne. Dos buenas vías para desembarcar en la península.

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- Tus vasallos tienen flotas inmensamente superiores a la tuya, lo cual te pone en el frágil lugar, Maron, dependes de ellos. Por otro lado, soy el mejor navegante de éste reino, irónicamente no podré defender Dorne de una invasión, plantar cara a lo que nos venga con simples barcoluengos... sería inmolarme con mis hombres, con la absoluta certeza de no causar ninguna baja en nuestros enemigos.

Dio un trago de su copa y dejó que su hermano cavilara frente el mapa de la península, el tono despreocupado de Mors había desaparecido, estaba realmente preocupado por la defensa marítima de la península y era realmente consciente del gran agujero defensivo que el mar era para los dornienses.

Llegaba tarde, la reunión parecía que ya había comenzado, aunque por lo que acababa de oír solo eran los prolegómenos. Se paró en la puerta para oir a Mors que se quejaba del ejercito ante Maron, bueno parecía qu no era el único que lo hacía.

Siento el retraso, tardaron más de lo previsto en encontrarme. Tienes razón necesitamos más flota para defender a Dorne, del mismo modo que necesitamos más soldados, es por eso que traté de negociar el pacto matrimonial con los Caron, pero ahora estamos hablando de los barcos, llevo un tiempo pensando en la posibilidad, antes del fallecimiento de Helena tal vez podríamos haber conseguido parte de esos barcos, como préstamo alquiler o compra, o incluso encargarle que construyera más, pero ahora…. Tal vez encontremos alguien a construirlos de manera rápida, aunque probablemente no sea barato, tal vez sea má barato otra cosa, comprarlos, hace un par de meses establecí negociaciones con los Tarth para comprarles toda la flota que pudiera, pero desde que me nombraron persona non grata en las Tormentas, pero a pesar de todo creo que he encontrado, miró el mapa y señaló el lugar, por ahora no hemos empezado nada, solo he propuesto el negocio, pero es una posibilidad….

Olyvar miró a sus hermanos llevaba tiempo pensándolo, Mors, eres el mejor almirante que conozco y quiero hacerte una pregunta, ¿cómo de rápidos son esos barcoluengos? ¿Cuántas tropas pueden transportar?, ¿se podrían usar para razzias?, transportar a soldados tras las líneas enemigas, quemar sus puertos…..

Rió a carcajadas ante el comentario de su hermano.

Prefiero tus estancias Mors, esos estirados de mierda, tienen el ego muy subido con sus prejuicios y protocolos inútiles. Una buena mujer dorniense en la cama les quitaría la tontería, lástima que sus hembras sean como corderitos que van al matadero.

Volvió a reír sin guardar ningún tipo de apariencia y se bebió la copa de vino de un trago. Algo de buen humor no iba a matarle, hacía semanas que no sonreía.

No te preocupes, Olyvar vendrá, estará dentro de alguna de las sirvientas, ya sabes que ese es su pasatiempo favorito.

Recompuso el gesto cuando entraron en materia.

Lo sé, me consta, se que es algo que tengo pendiente. Yo entiendo de arena, murallas, caballos y venenos. Nada de vientos, mareas y ciclos lunares. Eso te toca a tí. Aunque hasta yo se que nuestra flota es demasiado pequeña. Pero, ¿Qué propones y cuánto me va a costar?

No pudo evitar sonréir cuando dijo aquello último.

Olyvar hizo aparición escusandose, había escuchado la conversación a pesar de todo.

Lo de los Caron no está descartado, ya te lo dije, invítales a Lanza, aquí podemos negociar tu matrimonio o el de Sarella, su ayuda nos vendría muy bien. Pero tendrán que desplazarse ellos. No podemos abandonar la capital ahora. No sabemos cuanto tiempo tenemos. Y respecto a lo de Tarth, te digo igual que a nuestro hermano, ¿De cuánto hablamos? Porque nuestras riquezas no son inagotables, y ya es demasiado tarde para preparar una flota antes de quién quiera que sea venga. No se forma una fuerza así de la noche a la mañana y aunque quiera ponerle remedio desde ya. No sé cuanto nos costará esta guerra.

La llegada de su hermano menor hizo que una media sonrisa de satisfacción apareciera en el almirante, sirvió una copa de vino a Olyvar y escuchó sus palabras cautelosamente, así como la respuesta de Maron. El matrimonio con los Caron supondría espadas nuevas para la causa dorniense, aunque tendía a desconfiar de los vasallos de los Baratheon, si una vez se habían levantado contra su señor, ¿cómo no iban a traicionar al señor de Dorne?.

- La flota de isla Zafiro será dispuesta en la flota Baratheon, los venados también quieren tomar parte de la guerra entre ese bastardo y nuestro adorable cuñado - se llevó la mano a la parte posterior de la cabeza - no obstante, yo mismo podría negociar con ellos si fuese necesario, no me han declarado persona non grata en Tierra de Tormentas... todavía

Se encogió de hombros y señaló varios puntos en el mapa, uno de ellos era Rocagrís, su emplazamiento en el mar de Dorne, con salida al mar Angosto y limitando al norte con el cabo de la Ira le dotaba de una importancia estratégica. Por otro lado estaban las ciudades del sur, Campoestrella, Costa Salada, Limonar, Ciudad de los Tablones, Lanza del Sol y Jardines del Agua.

- Como veréis tenemos un gran número de puntos estratégicos a cubrir, las ciudades del sur son accesibles directamente por el mar y un ataque a traición podría arrasar nuestras ambiciones comerciales, dado que son puntos neurálgicos de comercio con ultramar - se centró en Rocagrís después - Piedragrís, ese trozo de piedra plagado de la mayor escoria de nuestro reino, es un lugar estratégico desde el cual vigilar el mar de Dorne, cualquier intrusión en nuestras ciudades orientales podría ser respondida si situamos una guarnición marítima perenne en dicho lugar.

Cogió la copa y echó un trago, hizo rápidamente cálculos mentales, necesitaría un gran número de embarcaciones y, desgraciadamente, eso costaba dinero y llevaba tiempo.

- Necesitaríamos varios dromones, un buen número de galeras de guerra y doblar nuestro número de barcoluengos... al menos para empezar - suspiró y miró sinceramente a sus hermanos - con esa flota, podríamos, al menos, igualar a los vasallos de la casa Martell

Entonces giró la cabeza hacia Olyvar, la idea de hacer ataques relámpago tras las líneas enemigas en operaciones nocturnas había rondado su cabeza como estrategia de defensa últimamente.

- He adaptado nuestros barcoluengos con nuevas velas y modificando su casco ligeramente, y hemos conseguido los barcoluengos más rápidos de todo Dorne, no hay embarcaciones más rápidas en nuestro mar y su fácil manejo las hace perfectas para operaciones nocturnas fugaces tras las líneas enemigas. No obstante, no son naves armadas, si un dromón diese con ellas la tripulación entera sería masacrada, una tripulación que no debería exceder los veinte hombres.