La Rebelión De Los Fuegoscuro
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Trama IV: Me entrego a ti.

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Maekar Targaryen
Valar Morghulis
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Trama Trama IV: Me entrego a ti.

Mensaje por Valar Morghulis Miér Sep 19, 2012 9:03 am

La mañana había aparecido despejada y clara. Desde las primeras horas el Sol se encontraba en el cielo sin ninguna nube que llegase a ocultarlo. Aquello era un buen presagio ya que era el símbolo de los Martell el que parecía encontrarse firme y alto, dispuesto para el enlace.

Pero aún quedaban horas para ello. En esa mañana era ritual que las dos familias, la de la novia y el novio, se reuniesen en el desayuno e intercambiasen regalos. Por eso uno de los salones del Palacio se había engalanado con los emblemas de los Martell y de los Targaryen aquí y allí, disponiendo un agradable ambiente. Una mesa larga con sillas a ambas orillas de ésta quedaba dispuesta para que todos sentasen.

Se dispusieron muchas viandas para los comensales como pan de centeno; queso cremoso para untar; jamón asado; morcillas; huevos de ganso hervidos; pescado frito con cebolletas y panceta; naranjas; ciruelas; miel; cerveza negra; vino dorniense. Sin duda un manjar para todos, para tomar fuerzas pues tras ese desayuno debían darse los preparativos para la boda, los cuales ya se estaban dando por toda la ciudad, buscando que todos disfrutasen con aquella celebración.

Las puertas del Salón se abrieron, esperando la llegada del Príncipe de Dorne, pues el futuro marido era el primero que debía llegar para esperar a su esposa y a su familia. El día de la boda había comenzado.

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Trama Re: Trama IV: Me entrego a ti.

Mensaje por Maekar Targaryen Miér Sep 19, 2012 11:30 am

Había tomado sus mejores galas para aquel día, tenia una muda adecuada para la sorpresa de su tía Daenerys después de la boda, en la celebración de aquella noche, pero por ahora debía ser el perfecto caballero, así pues iban engalanado con las ropas de su familia, rojo y negro, con el escudo de su casa bien visible en su pecho y las joyas representativas de su casa adornando la capa de color oscuro que llevaba en aquel momento. Había peinado adecuadamente su cabello y afeitado su rostro de la pequeña pelusilla que conseguía adornarla cada pocos días.

Había esperado a que la dama de Sofia fuera a sus aposentos para no dejarla sola, para el poder bajar al desayuno que compartirían toda la familia cercana, aquello estaría exento de demás Lores y Ladys de otras casas, seria una especie de despedida para su tía. Pronto estuvo sentado con sus demás familiares desayunando y hablando de forma distendida con todos los allí presentes, no habían sido ni mucho menos los primeros en llegar y cuando llego el momento se levanto, deseándole lo mejor a los dos futuros novios, viendo los nervios que reinaban en el ambiente, y sonriendo por ello, pues el mismo estaría dentro de poco en la misma situación con su querida Sofia, pero aquel no era su momento sino el de sus tios y debia felicitarlos de forma adecuada.

Había conseguido un par de crías de hurón para su tía, sabia que disfrutaría del aire travieso de aquellos pequeños y así estaría distraída y entretenida por animales de compañía cuando su tío Maron estuviera demasiado ocupado para estar a su lado, a este había mandado hacerle una lanza grabada con toda la historia de la familia Martell y dejando la empuñadura libre para que el mismo mandara a grabar su historia cuando decidiera así podría exponerla y hacerla una reliquia familiar si así lo deseaba.


Después de dar sus regalos espero pacientemente a que los demás también ofrecieran los suyos, y que la mañana siguiera pasando hasta que diera lugar el tan esperado casamiento de las dos familias, aquellas que forjarían un solo y único poniente, fuerte, unido finalmente en una sola tierra.
Maekar Targaryen
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Trama Re: Trama IV: Me entrego a ti.

Mensaje por Daeron Targaryen Vie Sep 21, 2012 8:01 am

Era un día maravilloso. A pesar del calor que reinaba en el lugar, en el cual su esposa se desenvolvía como pez en el agua mientras que él tenía que estar continuamente secándose la frente con un pañuelo, era el día elegido, el día histórico en que el rey de Poniente lograba que dos territorios quedasen unidos por lazos de sangre de forma definitiva e inamovible. Y por aquello ocupaba con su esposa dos lugares preeminentes en el gran templo, a la cabeza de las hileras de bancos, junto al pasillo central. Vestía con ropas de su casa pero de corte y al estilo dorniense, a Daeron no le importaba y quería agradar a las gentes de Lanza del Sol, además eran ropas más livianas, frescas y cómodas que las tradicionales ropas gruesas del norte. Portaba la corona de oro y rubíes rojos que fulguraban en la boca y lo ojos de los dragones que ornamentaban la preciosa joya. Una larga capa con el anverso rojo y el reverso negro colgaba lacia de su espalda. Definitivamente el rey Targaryen se hacía de notar y el día no era para menos.

Él ocupaba el lugar inmediatamente a la izquierda del pasillo central del templo, en el primer banco, su esposa ocupaba su derecha, después Baelor, Maekar y finalmente Aelinor. Tras ellos en el segundo banco se encontraban Brynden, de nuevo junto al pasillo, a su lado Shiera y al lado de esta Sofía. Lamentaba que la Lannister tuviera que ocupar aquel lugar, pero aún no era la esposa de su hijo y como tal era una invitada más de una de las casas nobles. Con todo el lugar que ocupaba Sofía era privilegiado, pues entre la familia real y el resto de invitados había un banco libre a modo de separación. Al lado derecho del templo y del pasillo se sentaba la familia Martell y sus vasallos propios, en contraposición al lado izquierdo donde se encontraban los vasallos de la Corona. Miró a Miryah, ella también estaba preciosa y sonrió por ello, todo en la boda era perfecto.

Seguro que tu hermano ha escogido un hermoso atuendo para este día dijo inclinándose hacia su esposa con una sonrisa sincera. Los intereses políticos suscitaban el interés de todos los lores, pero aquel día Daeron gustaba de pensar que asistía al enlace entre su hermana pequeña y su mejor amigo. Sí...es un día perfecto, ¿recuerdas nuestro día de bodas? dijo sonriendo pícaro con ella ah...tanto hace ya... entonces miró a los ojos a su esposa, renaciendo de nuevo la sonrisa en él aunque por mucho que pase yo te sigo queriendo como el primer día... le dedicó una sonrisa cómplice acompañada de un suave apretón con su mano izquierda, que acabo entrelazando con la de ella. La euforia y la alegría habían encontrado un buen hogar temporal en el rey aquel día, nada podía salir mal.
Daeron Targaryen
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Trama Re: Trama IV: Me entrego a ti.

Mensaje por Maron Martell Dom Sep 23, 2012 9:18 am

Todo debía estar listo, en sus habitaciones no podía caber mas gente y estaba histérico, sirvientes corriendo de un lado a otro, preguntandole sobre los preparativos de esto y aquello. Qué hacer con las comidas, dónde colocar a los invitados y en que posición, cómo intervenir. Todo. Además dos de ellos se afanaban trabajosamente en acicalarle para la ocasión. Llevaba unas prendas lujosas con tonos anranjados y el emblema de los Martell bordado en hilo dorado.

No serían las ropas de la boda, sólo las usaría para el desayuno, tenía 3 conjuntos para todo el día. Una vez listo se dirigió con paso impaciente a la sala que aguardaba para el gran desayuno, con ambas familias y algún invitado distinguido para los regalos. Los de Maron deberían esperar, la visita a los Jardines sería precisamente tras el desayuno y allí aguardaba alguna sorpresa más para la Targaryen.

Entró en el salón dispuesto para ello y se sentó en el lugar destinado para ello a la espera de que los distintos comensales se fuesen presentando y tomasen asiento. Según el protocolo antes de ello debían presentarle sus regalos de boda. Pero en aquel momento, los regalos materiales eran lo que menos le importaban. Aquél día se convertiría en el esposo de Daenerys Targaryen, el gran amor de su vida. Hermana de uno de los hombres que mas apreciaba cuya amistad cada día era mas fuerte. Simbolizaba la unión entre dos de las más grandes casas de aquellos tiempos.

Era sin duda alguna un gran día.
Maron Martell
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Mensaje por Daenerys Martell Miér Sep 26, 2012 5:47 pm

—¡¡Aaaaaaaaaaaaah!!— gritaron ambas al unísono.

Irya le había dicho que gritar le ayudaría a liberar tensiones, serenarse y calentar los músculos de la cara para poder sonreír tan hermosamente como le fuera posible. Y, como buena amiga que era, había decidido unirse a la princesa. No iba a negarlo, ella también estaba nerviosa. Por seguir a Daenerys había cambiado toda su vida; ahora, volvía a empezar de nuevo. Ambas se tiraron a la cama entre risas, nerviosas y hasta entusiasmadas. Había llegado el momento, el gran día. Tras un buen rato de juegos, bromas y curiosos ejercicios de relajación, la dama se estiró y decidió que era el momento de comenzar.

—Vamos, Daenerys; si no nos damos prisa haréis esperar más de la cuenta a vuestro prometido antes de llegar la boda siquiera— rió y se puso en pie, comenzando a desnudarla tan rápido como le fue posible.

Era su último día como Targaryen; la dragona había vuelto a pasarse la noche llorando y, una vez más, a Irya le tocaba el arduo trabajo de ocultar aquellas ojeras de no dormir. Por supuesto, siempre conseguía dejarla impecable. Decidió vestirla con los colores de su casa, rojo carmesí y negro, con un traje de seda hermoso cuyas hombreras sujetaban con bonitas hebillas un largo velo que hacía las veces de capa. Le trenzó los cabellos y utilizó una brillante diadema a modo de corona. Como siempre, el colgante refulgía en su pecho. Además, dió un poco de color a sus labios y le pellizcó los pómulos con tanto empeño que hasta se le escapó algún "¡ay!" a la novia. Cuando terminó, le besó la mejilla tan fuerte que a punto estuvo de agujereársela.

Entró la última al gran salón. Observó a su alrededor y contempló tímida y neviosa a los presentes. Mantenía una mirada dulce y no dudó en regalarle una hermosa sonrisa a su prometido. Cuando miró la mesa sintió un hambre voraz. Era extraño, pues siempre que despertaba nerviosa solía saltarse el desayuno. Puede que su misma conciencia la estuviese obligando a alimentarse para no desfallecer durante la ceremonia y ser el hazmerreír del resto de invitados. Se quedó a gusto; tanto, que incluso llegó a relamerse los labios disimuladamente. El queso, las frutas y la miel habían sido su perdición; solo esperaba poder entrar en el vestido después de aquel atracón. Por suerte, era una mujer de constitución delgada y le costaba coger peso.

Llegó la hora de los regalos. Se impresionó con la originalidad del presente de su sobrino hacia Maron y murió de amor cuando recibió el suyo. Le encantaban los animales, y los hurones eran como una mezcla entre gato y ratón. ¿Podía haber algo más tierno? Al cabo de un rato, le tocó a ella. Nerviosa y un poco avergonzada por lo mal que se le daban aquellas cosas, llamó a su dama Irya que, acompañada de alguna que otra doncella más, traían un hermoso y gran animal: un halcón, el más majestuoso y bello de todos los halcones del reino. Pero no era lo único, pues también le fue ofrecido en presente la mejor y más elegante armadura de cuero jamás vista. Traía marcadas las iniciales de ambos justo sobre un lado del pecho, y el dragón junto al sol y la lanza de los Martell al otro.

Finalmente, Daenerys se puso en pie para acercarse a su príncipe. De entre sus prendas sacó una pequeña y bonita caja que, pese a los nervios, no dudó en abrir. Dentro de ella, el oro de un gran anillo refulgía más brillante que ningún otro con los rayos de Sol que entraban por los grandes ventanales. Pero el centro de esta joya era distinta a las demás, y es que en su interior guardaba algo muy especial. La dragona había ordenado que introdujesen en su centro arena del desierto de Dorne, sobre la que yacía un pétalo de cerezo. Ambos curiosos detalles estaban cubiertos por una fina capa de piedra preciosa, lo suficientemente translúcida como para permitir ver el interior, sobre la que se encontraban grabadas en fino oro las iniciales "M" y "D". Solo él podría entender el significado de aquel anillo que simbolizaba el momento en el que ambos tuvieron su primer y verdadero encuentro, bajo la sombra de un hermoso cerezo.

Ella se arrodilló, le tomó la diestra y le puso la sortija con suma delicadeza. A sus ojos dedicó una mirada devota y llena de cariño. Después de besarle el dorso de la mano y contemplar su reacción, volvió a tomar asiento en su lugar correspondiente.
Daenerys Martell
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Mensaje por Baelor Targaryen Miér Sep 26, 2012 6:55 pm

Era el gran día. Pero antes, un desayuno con toda la familia unida, la familia Targaryen y Martell en un solo salón donde juntarían sus regalos para la boda. El príncipe ya tenía pensado ambos regalos para los dos casi casados. Iba a ser un bonito día, de hecho ya lo era, el calor de Dorne no era menor en Lanza del Sol, por lo que el príncipe no quiso llevar mucho para aquel desayuno, solo llevaba unas prendas ligeras. Del color de su casa, no eran muy adornadas, se podría decir que era algo que podría llevar todos los días, no quería hacer alarde por su vestimenta, además si imitaba a su padre y a su hermano con las capas y demás, se iba a morir de calor, el joven Dragón era un poco más acalorado que su hermano y su padre, digamos que tomaba temperatura más rápido y no quería que sus mejillas se coloraran, al igual que todo su rostro.

Una vez en el desayuno, se sentó junto a su madre, que le seguía su hermano a su lado, que jugaba con el regalo de Danny en lo que la esperaba. A lo que el príncipe se aventuraba a acariciar a los hurones. – Auch. – Dijo bajo, sin llamar la atención cuando uno de ellos lo mordió, entonces el joven príncipe no volvió a tocarlos, y se llevó el dedo a la boca disimuladamente.
Continuó la comida y ya los novios estaban listos para entregar sus regalos, fue muy lindo cuando Dany le entregó aquellos regalos a Maron, el anillo, el halcón que era majestuoso y la armadura que era de las mejores que había visto en todo el reino, era muy bella y significativa.
Una vez Daenerys se volvió a sentar y como veía que nadie más se paraba para entregar los regalos, el príncipe vio el momento justo para dar su regalo. Tomó la copa de su madre, que tenía una bebida un poco más fuerte que su agua, y la bajó de un trago. Se paró sin más y miró a la pareja que estaba cerca de ellos. Entonces, con la ayuda de un caballero acercó un pequeño cajón, más largo que ancho, tenía el símbolo de los Targaryen y una madera roja pintada con dorado en los bordes, era muy cálida al tacto. Terminó dejándola al lado de su tía, entonces la miró y suspiró profundo. – Daenerys… Dany. Este es mi regalo, es parte de mí, pues lo quiero casi como a un hijo, pese a que no a eclosionado -Esto ya daba, prácticamente, a atender qué era el regalo.- Ponle un bello nombre… Y tómalo como regalo de boda. He notado que has estado molesta conmigo también, aunque aun no tengo los motivos muy claros, también tómalo como un obsequio de disculpas por lo que sea que te haya hecho. Solo me importa que vuelva a ser como era antes… - terminó aquel discurso que era más que nada para su tía, así que no lo anunció en voz alta ni nada, pese a que varios estaban posando sus ojos en lo que le regalaría. Entonces el caballero dejó la caja en el piso y el mismo Baelor la abrió, dejando notar, entre telas rojas, un huevo de dragón. – Te mereces esto, y mucho más. Que estoy seguro que el resto de lo que te mereces, Maron te lo entregará. Es un gran hombre. – Su mirada se dirigió hacia su tío, entonces tomó un pequeño pañuelo que tenía guardado en su cinturón. Estirando su mano hacia él. – Yo ya te di un gran regalo. Mi tía, casi mi hermana, Daenerys. Pero esto es un obsequio más, de mi parte, de parte de los Targaryen, para que vean que los Martell y nuestra familia están más unidos que nunca. – Exclamó, casi y abrió el pañuelo, rojo también con bordes dorados y en él habían dos gemelos. Uno con el dragón Targaryen, y otro con el sol y la lanza de los Martell. Una vez se los dejó en la mano a su tío, tomó la mano que tenía desocupada, como un símbolo de gran amistad, pues lo apreciaba y confiaba en él.- Cuídela con su vida, Rey Martell. – Solo dijo para él, solo para Maron Martell, seguro solo Dany podría haberlos oído.

Una vez terminó aquello el príncipe volvió a su lugar y solo se dedicaba a dirigirle miradas y sonrisas a Daenerys, aquellas miradas como cuando eran jóvenes. ¿Su “momento frio” había terminado? Pues, solo el tiempo lo dirá, hoy seguro no tendría un momento a solas con ella para hablar, hoy era el día de Maron y ella, no se quería meter en eso, pues los dos se veían muy felices. Terminó con una sonrisa feliz por la pareja, comiendo su desayuno y haciéndose un poco de aire con su mano, secando su sudor, pues había sido un momento un tanto más intenso de lo que pensaba. Luego terminó hablando y riendo con su hermano, con su hermana, compartiendo con lo que sería ahora su familia, con la que fue siempre su familia de hecho, pues el también lleva sangre de los Martell, orgullosamente por su madre.
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Trama Re: Trama IV: Me entrego a ti.

Mensaje por Valar Morghulis Sáb Sep 29, 2012 10:19 am

El Septo del Sol se alzaba mirando al este. Gracias a que se había elegido una hora temprana para el enlace el astro al que hacía referencia la construcción se encontraba justo bajo la lineal de éste, haciendo que su bóveda, acristalada, una de las más bellas de todo Poniente, dejase traspasar los rayos e iluminasen el interior con colores dorados y plateados de la ornamentación del cristal, un material que solo podía obtenerse de las llamadas Ciudades Libres.

Era el Septón de aquella ciudad quien uniría a las dos casas reales de Poniente en una sola, quien sería recordado como aquel que reunió a todo el Continente bajo un único aliento, el del Dragón de los Targaryen. Los invitados tomaron asiento mientras llegaban en los bancos de madera dirigidos a los laterales de un pasillo enmoquetado en color naranja pálido, el color de la casa reinante en aquella ciudad.

El Príncipe de Dorne esperaba desde un comienzo, antes de que el primero de los invitados llegase, en el altar, junto al Septón, esperando la aparición de su esposa con su capa de colores anaranjados y dorados, con un sol y la lanza atravesándolo. Parecía estar nervioso, observando al suelo, a los invitados y, de vez en cuando, a las puertas del septo, esperando la llegada de la Princesa Targaryen. Y por eso fue el primero en observarla entrar cuando las puertas se abrieron, dejando entrar en aquel lugar la fragancia de las rosas que acompañaban a la novia.

La boda del siglo, el vestido del siglo. Aquel enlace pasaría a la historia, y con él todos y cada uno de sus detalles. Entre ellos, el maravilloso atuendo de la novia. Sin duda, daría que hablar en Poniente. Era todo de seda, con un blanco tan puro como inmaculado, falda de corte imperial y una larguísima cola que no pasaba desapercibida. Los hombros de la princesa quedaban al descubierto por unas mangas caídas bajo estos llenas de sensualidad, unidas directamente a la tela que cubría los pechos con un escote de palabra de honor en forma de pico, el cual dejaba dos huecos a cada costado bajo el busto antes de unirse en el centro al resto del traje, que se ceñía a partir de ese momento a la cintura y luego recaía suelto y sin vuelo hasta el suelo. Pero, lo que más destacaba de aquella maravillosa creación, era una especie de hilos hechos de piedras preciosas que recreaban la silueta de una armadura ceñida a su cuerpo. Cubrían sus hombros, pecho desnudo y parte del vestido hasta poco más debajo de la cadera. Tenía hermosos centros de brillante pedrería bajo el cuello, el busto y el vientre, además de en los hombros. Las mangas anteriormente descritas se unían en su espalda descubierta en un perfecto nudo que dejaba caer cual cascada una larga pieza de seda que descansaba sobre la cola del vestido. Los cabellos platinos estaban hermosamente recogidos en un tocado del que caían algunos tirabuzones por detrás y a los lados de su rostro. Decorado con pequeñas horquillas ocultas que tan sólo dejaban ver resplandecientes y hermosas joyas en su punta, estaba coronado, además, por la más hermosa tiara jamás vista. Habían maquillado su rostro suavemente: realzaron su mirada, marcaron sus pómulos y sonrosaron sus labios. Aquel día, la Princesa estaba más hermosa que nunca; Daenerys brillaba con luz propia. Finalmente, la capa de la doncella a su espalda; con el rojo de la sangre, el negro de la noche y el emblema Targaryen tan majestuoso como siempre. Sin embargo, había algo más, pues Daenerys había decidido esconder su colgante de oro dentro de una pequeña bolsita de seda unida a un elegante liguero en su muslo. Pero eso era algo que solo ella sabía; un secreto que se llevaría a la tumba.

El camino, lento pero continuo de la mujer por el pasillo, hizo que todos los invitados se levantasen, observando el paso de la mujer. Algunos esperaban la espantada, quizás con ganas de ello, aunque otros tantos contaban los pasos que les faltaba por dar. Una vez en manos del Príncipe el destino de esa muchacha estaría sellado. Y en verdad muchos respiraron aliviados cuando así fue.

El Septón alzó la voz y pronunció las siete bendiciones y formuló los siete votos a los novios antes de que ellos intercambiasen las siete promesas que casi sellarían el matrimonio. Fue solo entonces cuando las voces de los niños se alzaron, comenzando a cantar la canción nupcial que los unirían en uno solo. Aquel era el momento para que alguien se alzase y promulgase el porque no se podía dar aquella boda. Pero nadie lo hizo, aunque muchos buscaron a su alrededor a alguien...Quizás era verdad que los dragones habían muerto totalmente y ya no podían volar.

Entonces unos jóvenes se acercaron a los príncipes y les quitaron sus capas. El Martell fue el primero que tomó la suya y se dispuso a colocarla sobre los hombros de Daenerys llevando a cabo el ritual.

Con este beso te entrego en prenda mi amor y te acepto como señora y como esposa.

Las palabras cambiaron su sexo cuando lo hizo la Targaryen, quedando así ambos cobijados por los escudos de sus familias, siendo ambos partícipes de la otra. Y sus labios se fundieron, en un beso que sellaba la unión por la que Poniente quedaba siendo uno y solo uno.

La voz del septón se recompuso y dijo sus palabras, las últimas de aquella ceremonia en ese Septo del Sol. Aquí, ante los ojos de los dioses y los hombres, proclamo solemnemente a Maron Martell de la Casa Martell y a Daenerys Targaryen de la Casa Targaryen marido y mujer, una sola carne, un solo corazón, una sola alma, ahora y por siempre, y maldito sea quien se interponga entre ellos.

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