Uno de tantos bailes de nobles. (libre)

por Invitado Jue Ago 16, 2012 1:18 pm

A Kolbeinn le resultaban extrañas las personas del sur. Su piel tenía un color tan oscuro y exótico... Siempre se había preguntado muchas cosas acerca de esos tonos.

Aunque los nobles no eran tan morenos como la plebe. Apartado del espacio reservado al baile, tomó una copa de vino en sus manos, removiendo el líquido carmesí con cierta curiosidad. El vino no le resultaba desconocido, pero no estaba acostumbrado al sabor agrio de las cosechas sureñas. Mojó sus labios en la substancia y se relamió. Un sabor diferente, y con un encanto diferente. Odiaba el sur, por sus calores y sudores, pero sobretodo por sus gentes. En el sur, la nieve no estropeaba las cosechas ni mataba al ganado. Ni siquiera reclamaba a los recién nacidos.

¿Y los señores sureños? Mano endeble a la hora de castigar, poca eficiencia a la hora de atrapar a los indeseables y quitarlos de en medio. No es que muchos norteños fueran mejor que ellos, pero sabía que no había maleante capaz de conciliar un sueño tranquilo en Fuerte Terror. Esa era, a los ojos de Lord Bolton, la razón por la cuál el pueblo de Antigua era sucio y decadente: no conocían lo que era el miedo.

Levantó los ojos del decantar de la copa y observó a los nobles centrados en su baile. Falsas risas y cumplidos hipócritas. ¿Mentiras así de evidentes? Quizás si existiera el miedo en Antigua, solo que aquí los lobos se disfrazaban con guirnaldas y bisutería. Jugó con la idea del engaño: era miedo lo que debía ocultarse tras ese derroche de falsa alegría. Habían dejado atrás las malas cosechas del invierno, pero tras la ilusión de felicidad de la primavera se ocultaba una realidad inevitable: llegaba la época en que la gente no moría congelada en los bosques, si no desmembrada en los campos de batalla. Imaginó las cabezas de todos esos nobles clavadas en picas. Algunas de ellas terminarían de ese modo antes de que llegara el verano. Esbozó una amplia sonrisa como respuesta al pensamiento.

Kolbeinn adoraba la primavera. Tal vez odiara Antigua, pero le gustaba su vino. Y era el único producto autóctono que tenía intenciones de probar antes de marchar de la ciudad.