En busca de Ser Cornudo ( libre)

Había tantas cosas que ver y hacer en Antigua que en ocasiones Jenna se sentía saturada y necesitaba retirarse a la fortaleza para aislarse y descansar. Stefan, sin embargo, no se cansaba de descubrir cada rincón de aquel lugar así que de tanto en tanto le permitía ir con alguno de sus guardias a investigar la fortaleza o a que le enseñasen la armería. Eran esas ocasiones las que la dama aprovechaba para descansar y recuperar algo de la tranquilidad que solía rodearla en Bastión de Tormentas. Ya había entablado conversaciones con el Maestre de Faro y éste le había facilitado el acceso a su biblioteca, en la que podría encontrar nuevas recetas de hierbas que poner en práctica cuando regresasen a Tierras de Tormenta. Precisamente se hallaba enfrascada en uno de los grimorios herbales que el Maestre le había prestado cuando escuchó que alguien tocaba a la puerta, abriéndose ésta para dar paso a Orson y a un joven muchacho que no conocía. – Buenos días – respondió con la sorpresa dibujada en su rostro, sin cerrar aún el libro que tenía entre las manos – Un placer, Arstan – agregó sin que le pasara desapercibido el gesto que hizo su hermano al presentarlo como su escudero; no parecía ser algo que le agradase así que imaginó que una vez más se trataba de una de las órdenes que Nathan parecía gustar de imponer a sus hermanos.

La dama se sorprendió cuando Orson recurrió a ella para aliviar un dolor de cabeza, pues normalmente era bastante escéptico en cuando a aquellos temas y no era hombre que se quejase a la primera de cambio. Frunció el ceño mientras le observaba, cerrando al fin el libro y posándolo sobre la mesa mientras decía: - Puedo prepararte una infusión de sauce y manzanilla aunque… ¿por qué te duele la cabeza? – inquirió con una mezcla de preocupación y curiosidad – La receta puede variar si es por nerviosismo… o por resaca – añadió dirigiéndole una mirada de reproche mientras cruzaba sus blancas manos sobre la tela color madera de su vestido. Nunca le decía a su hermano qué era lo que podía o no podía hacer, pero le disgustaba sobremanera el exceso de alcohol en los hombres y Orson no era una excepción sino lo contrario; en él le incomodaba más que en cualquier otro.

Jenna sonreía al joven escudero mientras sentía la presión de las manos de su hermano en sus hombros, siempre a modo de consuelo y de apoyo, gesto que hacía que la dama se sintiese un poco menos sola. Levantó una de sus manos para acariciar los dedos de Orson con suavidad mientras examinaba al joven e imberbe escudero; no tenía aspecto de haber servido antes a otros señores así que imaginó que su hermano tendría bastante trabajo adoctrinándole. Con una punzada de angustia, pensó en Stefan y en el momento en que se vería en la misma situación que Arstan. Rió suavemente mientras negaba con la cabeza cuando Orson negó haber bebido demasiado. - ¿Por eso te escondes de mis ojos, hermano? – preguntó mirándole de soslayo, apenas girando el cuello para encontrarse con que Orson abandonaba su retaguardia para tomar asiento a su lado, en el silencio de aquella biblioteca. Cuando pudo observar su rostro de cerca, comprobó que la estancia en Antigua estaba proporcionándome mucha diversión, pues aquellas ojeras y el cansancio que denotaban sus rasgos no podían ser fruto sino de noches bebiendo en compañía de otros hombres y seguramente alguna mujer.

- Todos nos hacemos mayores – respondió con un suspiro – Hace unos cuantos años ni siquiera me imaginaba a mí misma como madre y ahora mírame… - “es todo lo que tengo”, estuvo a punto de añadir, pero reprimió aquel pensamiento debido a la presencia de Arstan. El muchacho tenía mucho tiempo por delante para ir conociendo a los Baratheon y no hacía falta incomodarle en su primer día junto a Orson. – Arstan Selmy… - dijo entonces pensativa, entornando los ojos al mirar al joven - ¿Eres uno de los hijos del señor de Torreón Cosecha? Discúlpame, no estoy demasiado actualizada en cuanto a los descendientes de nuestros vasallos en Tierras de Tormenta – añadió con un tono de disculpa en la voz; llevar lunas y lunas ocupándose tan sólo de Stefan y sus hierbas le habían hecho descuidar el reino, aunque aquello no era obligación suya. Cuando Orson preguntó por Stefan y mencionó a los Sacerdotes Rojos, miró a su hermano frunciendo el ceño con sorpresa. - ¿Quieres llevar a Stefan a ver esas hogueras? ¿No es peligroso? No confío en los seguidores de R´hllor… aunque sí lo hago en ti – completó su frase con cierto aire resignado, forzando una sonrisa dedicada a Orson – Stefan ha ido a la armería con uno de los guardias, le ha prometido ver no sé qué espada… algo que le hacía mucha ilusión – concluyó encogiéndose de hombros, sintiéndose un poco mal al no saber exactamente qué era lo que había complacido tanto a Stefan de la propuesta de aquel amable soldado.