Explicaciones a la rosa [Rose]

Después de la carrera, la rosa se había dado a la tarea de dar un paseo en la tarde, recorría Antigua sin realmente buscar un lugar en el cual establecerse, platicaba animadamente con sus amigas y sus damas mientras todo el mundo les abría paso entre las calles que volvían a bullir con vida, fue hasta después que decidió dar un paseo por el Bosque de Dioses con el que contaba Antigua, era uno de los pocos tan al sur pues las tradiciones se habían esfumado con la llegada de los Siete, pero nunca estaba de más sentir la paz que ese lugar emanaba. Dejó fuera a sus damas, por un momento quiso ser solo ella, o eso era lo que había creído. - Ser Olyvar, que gusto verle.- contestó mientras hacía un gesto para que le siguiera, apartándose de la entrada al bosque, acercándose al árbol corazón. -Ahora si, aquí podremos hablar tranquilos.- musitó sonriéndole.

Asintió sin más ante sus palabras. -No hay problema, es decir, no quería que nada pasara, tu entiendes.- fue lo que contestó antes de poder escuchar la explicación entera, se mantuvo callada, prestando atención ante cada palabra y cuando lo creía necesario, sonreía asintiendo ligeramente, en realidad le entendía, había estado tanto tiempo entre la espada y la pared que no le era difícil entender por lo que él pasaba. -Entiendo tu situación, de verdad que si, he visto lo que sucede cuando alguien se pasa de amistoso con mi tío, siempre termina en sangre. Yo mejor que nadie sé que hay imágenes que se deben mantener, pero entre la familia hay cierto margen, ninguno de nosotros íbamos a decir nada nunca, aunque no lo creas, la guerra no nos parece lo más conveniente, justo como a ti, ahora me haz metido en un lío, separar al dragón de un duelo en el que puede pasarle cualquier cosa implica apoyarlo, ¿Qué dirá mi padre si se entera?.- expresó bajando la mirada hacia sus manos entrelazadas al frente, si algo le aterrorizaba era que su familia la odiase y manteniendo amistades de la infancia podía significar aún más que eso.

Se quedó pensando en sus palabras un poco, al igual que él, el Dominio no era totalmente Fuegoscuro, ni siquiera ella misma sabía si podía apoyar a su familia en tal decisión, pero no dijo nada, esas intenciones no eran pláticas abiertas. Su sonrisa apareció en cuanto mencionó la carrera, que sin lugar a dudas había sido estupenda. -No agradezcas, alguien tenía que ir a ver a Nym.- soltó como si hubiera sido la única razón por la que había ido cuando la verdad era otra. Observó con atención los detalles de la cadena que colgaba entre sus dedos, era en verdad preciosa y el trabajo perfecto. Sonrió al escuchar que era para ella. -Es preciosa, Olyvar, muchas gracias... me encanta.- contestó mientras se giraba, alzando su cabello levemente rizado para que pudiese colocarle aquel regalo que era de la piezas más valiosas para ella hasta ahora.

En cierta manera, haber librado aquel asunto del duelo le había parecido mucho mejor a la rosa, no había preocupaciones que le atormentaran ni problemas que le traerían frente a su padre, al menos no por ahora pero sabía que habría algo como quiera, siempre salían problemas por más que la rosa intentase evitarlos. -Podía haber sido una advertencia o algo así, un duelo fue demasiado, Sofia se quedó blanca y Maekar aún más si es que se puede dar tal comparación, si no hubieses retrocedido, habría habido problemas.- musitó Rose con una sonrisa a medias, sabía de alguien a quién problemas entre los Martell y los Targaryen le encantarían, pero eso incluso, se lo guardó para si misma.

Dejó que la sonrisa del Martell animara la suya propia, había asentido anteriormente ante sus palabras, quizá diría eso, quizá no, quedaría en ella manejar la información como mejor le pareciese. -Espero que nadie hable, ya tengo demasiados problemas por mis amistades como para tener que pelear uno más por palabras chuecas. ¿Estoy un tanto harta, sabes? De tener que cuidar mis palabras, de cuidarme las espaldas, es un lío tremendo todo esto.- comentó mordiendose los labios, era la verdad en cierta manera y no tenían nada que ocultar, seguramente él a sabía, había estado metido en el mismo mundo que la rosa por demasiados años como para no saberlo.

Soltando aquel tema, dejó que le colocase el colgante alrededor del cuello, una dama un tanto más paranoica habría pensado que le estaba dando el paso libre para enterrar los eslabones sobre su cuello, pero su sonrisa confiada desmintió aquellas ideas que cualquier otra podía tener. Pudo sentir su respiración rozandole el cuello al estar tan cerca, y un poco más tarde, un beso se posó sobre su piel enviando un pequeño escalofrío por su espalda, sonrió alzando una ceja, girando solamente el rostro para hablar. -¿Y he de suponer que eso tampoco debe llegar a oídos de mi padre?.- preguntó con una ligera sonrisa, con la confianza de la que la rosa era capaz.

Aquella sonrisa hizo que la de la rosa también decayese un poco, entrelazó las manos al frente sin más, escuchandole palabra por palabra, en cierta manera le entendía, pero no se podía olvidar toda una vida de amistad, en aquello Rose si se había visto entre la espada y la pard, pero finalmente, todo había salido bien. -Ahora no te volverá a saludar con confianza, Olyvar, te saludará como cualquier otro representante y ya, de mi te acordarás en el momento en que vuelvas a verle, será más frío, apostaría lo que fuera que a la reina le va a parecer un desatino, pero bueno... lo hecho hecho está así que solamente queda defender tu posición ante aquello.- soltó sencillamente, dando algunos pasos más por el lugar, siempre alejandose de la salida, reduciendo las posibilidades de que alguien les escuchase.

Asentía ante sus palabras una a una, era justamente lo que a ella le pasaba, al parecer no vivían en mundos tan distintos después de todo. -Es una buena técnica, mientras que la mía es simplemente ser yo misma, no finjo sonrisas ni digo cosas que puedan traerme problemas, la verdad y nada más que la verdad.- dijo con una mínima sonrisa, reparando en sus últimas palabras. -¿Y conmigo cual es la razón de vuestra atención, Ser?.- preguntó con ligereza, usando sus modales y el título que el príncipe de Dorne portaba en Poniente para añadir un toque distinto a la pregunta, un juego más allá de cualquier otra cosa.

Teniéndolo detrás podía sentir la cercanía de su cuerpo contra el suyo, controló el ligero calor de sus mejillas y se mostro tan impasible como siempre. -Dudo que regales colgantes tan seguido a hombres así, seguramente esa vez ha sido compensada con muchas más un tanto más provechosas, Olyvar, no juegues esa carta conmigo.- soltó con una sonrisa divertida, mordiendose el labio en el momento mismo que comenzó a acercarse, dejando que su mirada reparara en la suya por unos momentos hasta que musitó su nombre. -¿Uhm uhm?.- inquirió sin realmente hablar, sonriendo a su manera.

Una sonrisa suave se formó en sus labios como si el halago hubiese sido lo que en realidad le había hecho sonreír, la verdad era que empezaba a ver como estaba sacando sus cartas, había sido sencillo todo hasta el momento, las cosas solo tenían que seguir así para la rosa. -Diciendo eso casi suenas como cualquier caballero que las damas adorarían, lástima que soy un tanto inmune a los halagos en la mayoría de las veces. Aunque concuerdo contigo, se necesita quien proteja la independencia de Dorne que tu hermano seguramente venderá por un matrimonio...- comentó, repitiendo aquello que se había escuchado en las calles hacía unos meses, incluso años atrás cuando el matrimonio de la reina fue concertado.

Aquella sonrisa se amplió al escuchar la respuesta, había sido un buen punto. -¿Debo sentirme mal por ti, acaso?.- preguntó con una inocencia casi burlona, viendo el siguiente debate en su mirada, y la resolución que este tomaba, si aquello era lo que se tenía que hacer, la rosa tendría que pagar el precio. Sintió sus labios sobre los suyos, dejó que le guiase en aquel beso por un instante, volviendo a tomar la distancia que antes les separaba. -¿Si?.- preguntó como esperando que continuara con la frase que iba a comenzar, a veces se necesitaban todas las partes del rompecabezas.

-Esta vez, estoy saliendo vencedora, no rompes mis defensas ni por atisbo, necesitarás algo más que palabras repetitivas.- contestó con una sonrisa, decía la verdad, aquello de que era bella e inteligente se lo habían dicho tantas veces que era un halago que daba por sentado. -Lo oí en la calle cuando se cumplieron algunos años desde aquellas nupcias, todo Poniente hablaba de eso, y no es mi culpa si les parece o no que lo diga, solo repito lo que escuché en las calles, parece que soy la única que se pone a escuchar lo que dicen los ciudadanos.- comentó sin perder aquella sonrisa, en su corte pocas veces se hablaba de los Martell, y aquel comentario ni siquiera había estado ahí, pero si por todas las ciudades por las que paseaba, incluso en Desembarco años después de la boda, ese y otros muchos comentarios sobre la verdadera cara de los dornienses.

Se mordió el labio al escucharle pero correspondió aquel gesto suyo, dejando que siguiera por algunos momentos antes de ser ella la que dio un paso fuera de su "burbuja personal". -¿Pero...?.- preguntó estando ya lejos, si no quería, Rose no era quién para tentarle, de hecho ni siquiera lo había intentado, era simplemente parte de su personalidad el ser así.

Dejó que aquella sonrisa fácil que la rosa poseía se ampliase ligeramente ante el argumento que el dorniense le presentaba, se acomodo el cabello, rizandolo un poco más con sus dedos antes de poder concentrarse en su respuesta. -Menos, sí, pero sigues sin ser el único, vamos, soy la puerta al Dominio, muchos caballeros incluso menos afortunados han hecho acopio de palabras bonitas para ganarse al menos una sonrisa.- fue lo que contestó, y no era más que la verdad, la rosa era la puerta a las relaciones con el Dominio, eso era lo más claro del mundo, aparte del hecho de que no fuese el único que intentaría ganarse su corazón de aquella forma. Después de tanto, sus oídos se habían endurecido y su corazón se había blindado ante aquellos menesteres. -Por supuesto, que lo diga una Tyrell hiere más en el orgullo a que lo diga todo el mundo, supongo que lo siento, Olyvar, pensé que era un hecho al que no habías dado oídos sordos.- soltó con suavidad pero sin mostrarse inválida en sus argumentos, en aquel juego no podían hacerse los que desconocían todo a su alrededor.

-Si fuera diferente...pero las cosas no lo son, y no sabes cuanto lo siento, en estos tiempos, lo menos que puedo hacer es desafiar a tu control... supongo que podremos volver a tocar el tema cuando los Martell dejen de presentarse como enemigos de mi padre, que he de asegurarte que siempre tiene las mejores intenciones para los pueblos.- musitó al acercarse a acariciar su mejilla un par de veces, bajando la mirada a la par que su mano, había llegado al punto clave al parecer, y no habría marcha atrás, si lo que pensaba era que con un beso le robaría el corazón, aún no sabía con quién se había topado, pues como había dicho antes, siendo la puerta del Dominio, tenía que saber sostenerse.

Había cosas que nunca se podrían descifrar de una dama, una de esas cosas era su sonrisa, y la verdad era que Rose Tyrell cumplía en demasía con aquel precepto, era tan difícil saber que iba detrás que incluso había sido un deporte de la rosa por muchos años el ver que pensaban con ciertas sonrisas o gestos. Aquello que ella había dicho había hecho saltar justamente lo que buscaba, por lo tanto, aquella sonrisa fácil se extendió incluso más. -¿No? Pensé que eran consideraciones para preservar la paz, supongo que me siento afortunada.- concedió sonrojandose ligeramente al darse cuenta de que el trato que ella había recibido era especial, a Rose le encantaba ser especial.

El siguiente comentario del dorniense fue lo que llevó una expresión incrédula a su rostro pero se recompuso casi automáticamente -¿Vasallo? Creo que llevan mal el sentido, pero no voy a discutir por eso, son cosas que seguramente no me incumben, no tengo por qué opinar en aquellos temas... susceptibles para un reino y otro.- concluyó tan diplomáticamente como le fue posible, estaba decidida a no meterse en asuntos políticos, de esa índole al menos.

Así que eso haría, ¿No?. Había muchos que le habían prometido lo mismo a la rosa, intentar que sus bandidos no saqueasen los caminos para poder llegar a su mano, intentar que hubiera menos problemas, le habían dicho tantas veces aquello que aunque tenía esperanzas, su fé nunca se depositaba en aquello. -Lo intentaré, Olyvar, pero mientras tu hermano tenga una visión distinta de Dorne, me temo que no podré hacer mucho, nuestros emisarios mueren en el desierto por que les cierran las puertas y los cuervos regresan en blanco, será difícil pero lo intentaré.- musitó bajando la mirada, aún no se daba por vencida pero sabía que no tenía todo ganado, no cuando en aquellas relaciones había demasiados intermediarios.

Dejó que le explicase los detalles por los que había tenido que pasar para conseguir los regalos de la rosa mientras sus manos se entrelazaban al frente, manteniendo aquel porte de dama de alta alcurnia en todo momento, una sonrisa fácil se concentraba en sus labios al escuchar como caían las palabras al viento una a una. -Al menos en algo coincidimos, en que las cosas no son nada fáciles.- constató alzando su mirada a la suya de un color mucho más oscuro que el de la rosa misma. -No soy parte de la realeza así que no puedo discutir con bases sólidas, y en dado caso, tampoco me gustaría hacerlo, no soy quién busca peleas.- musitó con ligereza, usando de nuevo su carta más útil, la verdad y la sencillez que muchas damas de las grandes casas no se podían costear.

Se mantuvo en su lugar incluso luego de verle acercarse de nuevo, sin mostrar sorpresa alguna por aquella cercanía. -Lo intentaré, pero nada puedo asegurar.- fue su contestación antes de que sus labios volviesen a estar ocupados por los suyos, correspondió a aquel beso e incluso se dio el lujo de abrazarle por unos instantes antes de que él rompiera con aquello, con justa razón. -Supongo que tienes razón, es hora de que "deje de estar en paz" y vuelva con mis damas que seguro se estarán impacientando.- concluyó acercandose a besarle la mejilla en un gesto de despedida antes de girarse y volver a trazar sus pasos hacia la salida, suspirando una vez antes de salir, pues al traspasar aquellas puertas, volvía a ser la dama perfecta que nunca diría nada de aquello.