En busca de una dama ( Sofia Lannister)

La noche transcurrió plácida y sin sobresaltos. Al otro lado de las robustas puertas de la habitación, las horas pasaron sin novedades, aunque algunos de los miembros del servicio estuviesen un poco preocupados por la joven dama, especialmente sus doncellas, quienes recibieron de parte de Damon Lannister un sermón sobre qué clase de cuidados que daban a su hija. Aquello estuvo a punto de hacer que éstas entraran en la habitación para cuidar de su señora, pero el padre de Sofia les indicó que no lo hicieran y la dejaran descansar.

Sin embargo, ella no se percató de nada. Su sueño fue tranquilo y profundo, pero un beso en su mejilla la hizo ronronear, y se frotó los ojos antes de abrirlos tímidamente, molesta por el sol que ya comenzaba a colarse por los altos ventanales de la habitación, desafiando el tupido de las cortinas. Se sintió afortunada por poder ver el rostro de su príncipe nada más despertar, y le abrazó con fuerza antes de acercarse a sus labios y besarlos lentamente.- No tardarán en aparecer para despertarme -sus labios se fruncieron con tristeza, antes de incorporarse un poco, apoyando el codo sobre la cama y mirando desde ahí a su príncipe mientras acariciaba su rostro con sus dedos.

Asintió ante su pregunta, con una sonrisa eterna en los labios- No podría haber dormido mejor -respondió complacida. Le resultaba extraño despertase junto a él, como si se hubiese escapado de uno de sus sueños para visitarla en la realidad. Sofia besó los labios de Maekar una vez más, sintiendo las caricias que él hacia en su mejilla.

Cuando el caballero se incorporó, Sofia le siguió con la mirada, admirando aún su torso y espalda descubiertos. Miró cómo tomaba su camisa, dejando previamente a un lado al hurón que había pasado la noche sobre ésta. Entonces la dama se desplazó hasta quedar detrás de su príncipe, y colocándose de rodillas sobre la cama, le abrazó por detrás, pasando sus brazos por encima de los hombros de Maekar. Besó después su cuello, y más tarde su mejilla, aprovechando después para posar sus labios sobre los de él cuando se giró para mirarla.- Seguramente estén mis doncellas apostadas en la puerta desde anoche -supuso- ¿Cómo podrías haber entrado? ¿Por la ventana? -una dulce risa salió de sus labios, imaginando a su príncipe escalar por los muros de aquella torre hasta llegar a uno de los ventanales de la habitación.

Llamaron entonces a la puerta, sonido que la hizo sobresaltarse, aunque se giró de nuevo hacia él con cierta tranquilidad- No entraran hasta que se lo indique, aunque lo harán si tardo demasiado -echó un vistazo a la puerta, preguntándose quién habría al otro lado, aunque se podía hacer una idea. Miró entonces a su príncipe, esperando su reacción para actuar ella en consecuencia.

Observó cómo Maekar dudaba, hasta que finalmente se puso en movimiento, seguido por la atenta mirada de su dama, quien esperaba indicaciones para actuar. Asintió cuando éstas finalmente llegaron, y rió al imaginar lo que aquel pequeñajo podía provocar. Sus doncellas no temían al trabajo pesado, pero todas habían crecido entre nobles y personas de buen estatus, por lo que no dejaban de ser refinadas y, para suerte de Sofia, suficientemente delicadas para asustarse si un animal corría de pronto hacia ellas. En su imaginación la escena había sido divertida, y esperaba poder opinar lo mismo cuando la pusiesen realmente en marcha.

Rió al escucharle, acercándose a él para besarlo de la forma más calmada que la situación le permitió, y después tomó a Cuchilla entre sus manos- Deséame suerte -dijo antes de verle desaparecer debajo de la cama, lugar donde había estado antes de que ella apareciese por la puerta. Era increíble lo lejano que ya le parecía aquel momento. Sofia se levantó tranquilamente de la cama, ya más calmada, y caminó con el animal en sus brazos hasta llegar a la puerta. Identificó de inmediato las voces de las mujeres que había al otro lado, y miró a Cuchilla divertida, al ver cómo se removía en sus brazos. Estaba inquieto, y era exactamente eso lo que Sofia quería. Posó la mano sobre el pomo de la puerta y, justo al dejar al hurón en el suelo, lo giró y tiró de ésta, viendo cómo el animal salía corriendo hacia el exterior, haciendo que sus doncellas se alejaran a la carrera entre gritos. Sofia se echó a reír ante aquella escena- Menos mal que no son éstas las que se encargan de mi seguridad... -suspiró, cerrando de nuevo la puerta. Después se giró apoyándose sobre esta y mirando hacia la cama- Todo despejado.

Permaneció en la puerta mientras veía cómo el Targaryen salía de debajo de su cama, visión que divirtió especialmente a Sofia. Se separó de la entrada y comenzó a caminar hasta él tan solo unos segundos después. Pasó sus brazos por encima de los hombros de su caballero cuando el la rodeó, y dejó que la alzase hasta sus labios, los cuales casi devoró al llegar a ellos.

No le gustó que le diese un cate en el trasero después, y aunque tampoco le desagradó del todo, no dudó en devolvérselo, esta vez en la mano y con más fuerza de la que él había usado, aunque tampoco demasiada, pues al fin y al cabo lo último que quería hacerle era daño.- Controlad esas manos, mi príncipe. Las necesitaréis ilesas para la carrera de hoy -dijo con fingidos modales, acercándose hasta su armario. Abrió tan solo una de las puertas, y cogió de dentro una bata de tacto aterciopelado, de color azul cobalto con adornos en plata. Después de meter los brazos, cerró el armario, y abrochó la cinta de raso a medida que avanzaba de nuevo hasta donde seguía Maekar.

Vio cómo éste dejaba entrar a Cuchilla de nuevo en la estancia, y siguió con atención el viaje del hurón alrededor de su habitación, con las frutas como meta. Abrazó a su príncipe como lo había hecho momentos antes, y rió al escucharle, alcanzando después sus labios una vez más para darle un lento y profundo beso. Cuando se retiró, se relamió con una sonrisa- Esto sabe mejor que lo que está desayunando Cuchilla...

Compartían un cálido beso cuando la puerta se abrió de pronto en un sonido algo estruendoso. Una muy sobresaltada Sofia miró hacia la entrada asustada, convencida de que se trataría de una de sus doncellas, seguramente Jade, la qarthiense siempre había sido la más valiente de todas ellas, y la única que sería capaz de volver después de haberse encontrado con Cuchilla. Podía confiar en sus doncellas, pero no les apetecía comprobar cuán leales podían serle ante su padre, así que su cuerpo se destensó cuando quien apareció fue un robusto caballero con una impoluta armadura blanca propia de la Guardia Real. Iba con Maekar.

No le gustaron las palabras que salieron de su boca, pero prefirió eso antes de lo que pudiese decir uno de los miembros de su propia escolta, así que se limitó a acatar sus palabras y asentir, girándose después hacia el Targaryen, recibiendo su beso.- Eso espero, ¿cómo iba si no a daros suerte para la carrera? -sonrió y fue hacia la mesa que hasta hacía un momento tenía fruta sobre ella. Recogió a Cuchilla, dejando que se llevase entre sus zarpas una uva. Se lo entregó entonces a Maekar- Creo que no sería demasiado seguro para nuestro pequeño quedarse por aquí. No al menos hasta que se calmen ciertas mujeres que han resultado ser más cobardes de lo que esperaba -rió antes de acariciarle la cabeza al hurón. Después besó a su dueño, comprobando que saber que se disponía a marcharse hacía que le resultase mucho más difícil separarse de él. Prolongó su beso tanto como pudo, hasta que Maekar salió de la habitación ante la atenta mirada de su dama, quien ya escuchaba el murmullo de las voces de sus doncellas acercarse. Llegaba el momento de dar explicaciones.