En busca de una dama ( Sofia Lannister)

Una sonrisa boba se dibujó en los labios de la dama a causa de las palabras que le dedicaba su caballero, su príncipe. Apenas podría haber descrito cuán afortunada se sentía por poder llamarlo de aquel modo, por ser ella y no otra quién lo hiciera. Nunca creyó que él la viese de aquel modo, de hecho pensaba que no la veía más que como una buena amiga a quien había conocido desde siempre, pero no. Dos jóvenes a quienes tan solo les unía una buena y larga amistad no se besaban de aquel modo.

Permitió que el joven dragón se colocase sobre ella, sintiendo los dulces besos que dejaba en sus labios una y otra vez, bajando por su cuello, haciendo que un cosquilleo la recorriese de pies a cabeza mientras se preguntaba si todo aquello era apropiado. Había dejado de serlo en el primer momento en que ambos de quedaron solos en la habitación de Sofia, pero quizás aquello se les estaba yendo de las manos. O quizás no. La cabeza de la menor de los Lannister estaba hecha un completo lío, pero Maekar tenía la habilidad de hacer que su conciencia desapareciese, más aún con los leves mordiscos con los que ahora surcaba su cuello. Las manos de ella decidieron por sí solas rodear al dragón por la cintura, sintiendo la calidez de su piel en las yemas de sus dedos.

Colocó una de sus manos sobre el mentón del joven para hacer que la mirase, alcanzando después sus labios con un profundo y cálido beso, separándose después para volver a mirarle a los ojos- Si alguien entrase... -dijo temerosa de estar tentando al destino con sus palabras.

La leona negó con la cabeza, frunciendo el ceño en cuanto su príncipe imaginó lo que ocurriría si alguien entrase en la habitación en aquel momento. Sí, la leona, pues es aquella situación no habría sido la educada y tierna dama a la que había acostumbrado a todos. Como si del animal se tratase, Sofia sacaba las garras cuando de proteger a los suyos se tratase, y si lo hubiera hecho por él cuando solamente eran amigos, mucho más lo habría hecho ahora.- Puede que no sea un caballero con una técnica impecable espada en mano, pero no dejaría que pasase eso. Una dama tiene sus recursos -sonrió revolviéndole el pelo.

Cuando escuchó al dragón hablar de hacerla suya, sintió un escalofrío, como si su cuerpo reaccionase ante esa idea. Sabía a lo que se refería, a ella también le costaba refrenarse, y eso que si se diese la situación no tendría la más mínima idea de cómo actuar. Aún así, a pesar de que era capaz de reconocerse a sí misma que estaba deseando seguir, sabía que era precipitado. ¿Y si después de sucumbir a aquella situación quedaba en estado? Su padre la repudiaría, y las posibilidades de que aprobase cualquier unión con él se irían al traste, sería un insulto tan solo el hecho de proponerlo. Le siguió con la vista cuando se tendió junto a ella, correspondiendo a aquel abrazo, y se mordió el labio pensativa- Espera aquí, ni se te ocurra marcharte aún -dejó sobre sus labios un rápido beso antes de levantarse de la cama y caminar hasta la puerta, recolocándose la ropa y el cabello antes de abrir. Dos de sus damas estaban fueras, sentadas en uno de los bancos que se encontraban en el largo pasillo al que daba la habitación. Les hizo un gesto para llamar su atención- Decidle a mi padre que hoy no estaré presente durante la cena. Me encuentro indispuesta y prefiero dormir. Que no me moleste nadie -dijo seria. Las dos mujeres se levantaron y se alejaron, momento en el que ella entró de nuevo en la habitación- Acabo de quedarme libre para el resto de la noche, así que quiero algunos más de esos besos -dijo mientras volvía a la cama, recogiéndose sus ropas para subir con más comodidad, recuperando la posición que ocupaba segundos antes.

Sofia era sabía que era inútil colocarse bien el vestido de sedas que llevaba cuando iba a estar tumbada, pero después de tantos años haciéndolo, se había convertido en un gesto que hacía de forma involuntaria. Rió por los mordiscos de su caballero, sintiendo cómo las cosquillas recorrían su cuerpo como una ola que llegaba hasta sus piernas. Alzó después una ceja al escucharle, le miró sonriendo mientras le revolvía el pelo con las manos una vez estuvo de nuevo sobre ella.

- Bueno, si lo prefieres, dejo de ponerte a prueba. Creo que la seguridad del castillo estaría feliz de ver cómo un apuesto y descamisado joven sale de la habitación de la hija de su señor a estas horas de la noche... -dijo antes de encogerse de hombros- Ellos no te tentarían, de eso estoy segura -rió, aunque sabía que si se diese esa situación lo que menos le apetecería hacer sería reír. Los encargados de la seguridad de aquel lugar no tardarían en informar a su padre, su padre colgaría a su príncipe por eso, y eso no habría hecho demasiada gracia al rey. Teniendo en cuenta la forma de resolver los conflictos que tenían todos, no quiso ni pensar en ello. No quería más guerras de la que ya había.

Evitó volver a esos pensamientos atrayendo a Maekar hasta sus labios de nuevo, abrazándole con fuerza. Las suaves caricias que dejaba por su espalda viajaron hasta sus brazos- Entonces, ¿pasarás la noche conmigo? -preguntó ilusionada, mirando a los cristalinos ojos de su príncipe.

La dama correspondió gustosa a cada beso que recibía de su caballero, sin poder ni querer evitar mirarle a los ojos entre uno y otro. Le hacían sentir especial, ahora más que nunca. Habría pasado toda la noche con aquella única vista si los besos no hubiesen resultado tan tentadores. Una risa nerviosa salió de su garganta al escuchar las intenciones de Maekar. Ella había pasado el día agotada, luchando por no quedarse dormida durante sus lecciones y los compromisos a los que se había visto obligada a asistir, como recepciones o visitas en familia a los representantes de otras casas de Poniente que habían asistido a los festejos de Antigua. Había entrado en su habitación con la clara intención de prepararse para la cena, cenar y dormir, pero ahora que estaba en su cama ni siquiera pensaba en ello, aunque la idea de dormir abrazada a su príncipe le resultase tan tierna como emocionante. Por ese motivo, se limitó a asentir, declarándose en acuerdo con las palabras de Maekar.

Se posicionó encima de él cuando éste giró, colocando sus piernas a ambos lados de su cadera, mirándole desde arriba con una sonrisa traviesa, mientras acariciaba su pecho con la punta de sus dedos, echándose a reír cuando escuchó tal proposición- Creo que mi príncipe se toma demasiadas licencias. -declaró entre risas, aunque sus manos dijesen lo contrario. Acarició el dorso de las del caballero y llevó una de éstas hasta el extremo del lazo de color dorado que servía de sujeción para su corsé. Agradeció que aquel vestido de seda no fuese uno de los pesados trajes que solía llevar, en los que la prenda de la que estaba a punto de deshacerse estaba bajo capas de tela.- Mi honor de dama está quedando muy en entredicho esta noche, y eres el único culpable -murmuró en su oído tras agacharse y besar la mejilla del Targaryen.

Cuando él se incorporó de repente, Sofia lo recibió sorprendida, abrazándole cuando estuvo frente a ella. Se encontraba repetidamente con sus labios, aunque no de manera atropellada, cuando notó cómo la presión que el corsé ejercía sobre su cuerpo quedaba en nada. Le gustaba cómo estos realzaban su figura, pero era innegable que eran incómodos y un completo incordio, por lo que se sintió en cierto modo liberada cuando el dragón se deshizo de la condenada prenda.

Un instante después volvían a recuperar la posición anterior, quedando Sofia tumbada sobre el caballero. Sentir las caricias que su joven príncipe dejaba sobre su cuerpo hacían que su respiración se disparase, provocando que pequeños suspiros saliesen de sus labios, los cuales intentaba ahogar con más besos. Sentía cómo la temperatura de la habitación subía irremediablemente, y que Sofia no hubiese yacido nunca con ningún hombre solo hacía que sus deseo por seguir con aquello fuese aún mayor.

Pero no podía arriesgarse. Quería darle muchos hijos a Maekar, pero no así, no a escondidas y con miedo a ser descubiertos, y definitivamente no aún, cuando lo único que le traería con su familia serían problemas. Por ese motivo, se vio forzada a hacer acopio de valor y separó sus labios de los del dragón con lentitud- Espera, espera -dijo antes de suspirar con los ojos cerrados, mirándole después a los ojos nuevamente- No podemos seguir con esto, mi príncipe. Podría vivir pegada a tus labios, pero no podemos hacer esto ahora, y ambos lo sabemos -dijo temerosa, pues no quería parecer una dama remilgada ante los ojos de Maekar.

Una sonrisa se vio perfectamente dibujada en los carnosos labios de Sofia tras aquel suave beso del joven, junto al que se tumbó un instante después, y se movió hasta encontrarse cómoda, abrazándole mientras apoyaba la cabeza en su pecho. Suspiró, feliz por el hecho de que su príncipe hubiese comprendido por qué quería que se detuviese. Escuchó con atención, manteniendo aquella sonrisa provocada por sus palabras, pero antes de que hubiese tenido la oportunidad de asegurarle que le obsequiaría con uno de sus pellizcos si su mano volvía a hacer de las suyas, ésta se le adelantó, sintiendo cómo apretaba su trasero.

Sofia rió ante aquello, aunque estaba convencida de que en otra situación y viniendo de otra persona que no fuese él lo habría tomado como una gran ofensa, tanto que había acudido a su padre para que hicieran que le cortasen la mano por ello- Desde hacía algún tiempo... ¿era en eso en lo que pensabas cuando me veías? -preguntó entre risas, fingiendo estar escandalizada por semejante acción. Ella llevaba demasiado tiempo deseando ver a Maekar convertido en algo más que simplemente un buen amigo, pero hasta aquella misma noche no había sabido que él compartiese aquellos sentimientos, así que no se calló aquella duda- ¿Y desde cuándo exactamente has dejado de verme como la pequeña Sofia? Nunca había tenido noticias de ello -dijo elevando el rostro para poder mirar el de su príncipe- ¿Por qué no las tenía? -frunció el ceño intentando parecer dolida por ello, aunque terminase sonriendo inevitablemente. Colocó suavemente la mano sobre su abdomen y se alzó para alcanzar los labios de su príncipe una vez más.

Sofia se percató de que la mano del caballero permanecía allí, pero lo dejó estar. No le hacía sentir incómoda, así que si él lo deseaba no encontraba motivo para impedirselo, ninguno al menos que no estuviese relacionado con su honor, el cual había sido ya pisoteado en multitud de ocasiones desde que se había quedado a solas con Maekar en sus habitaciones.

- No se si quiero saber qué pensabas durante aquellas noches -rió, frunciendo el ceño, gustosa por saber que Maekar se sentía de tal modo desde tiempo atrás, al igual que le había sucedido a la leona. Se mordió el labio pensativa tras oír su pregunta, tratando de encontrar la respuesta- Siempre, incluso cuando éramos tan solo unos niños, pensé que eras lo que toda dama podía desear, un príncipe apuesto -dijo, acariciando su rostro- Valiente, caballeroso, y además divertido. Pero no me veía contigo -se encogió de hombros, con una sonrisa ladina- No lo hice hasta que apareciste en mis sueños, tendría unos diez años. Estaba en unos jardines jugando con un gato, aunque no era Sombra, ni tampoco el que tuve antes que a ella. Era blanco, y tenía un cascabel en el cuello que sonaba cuando corría. Pero se internó entre los árboles, así que le seguí. -entonces interrumpió su relato para hacer una aclaración- En aquél jardín había árboles, ¿vale? -sonrió- Enormes además -sus sueños siempre habían tenido poca coherencia- Cuando finalmente lo encontré, se había convertido en un tigre enorme. Blanco y con rayas verdes -rió ante aquella nueva incoherencia- Iba a atacarme, pero tú apareciste de la nada con una espada magnífica y lo espantaste, supongo que fue porque aquella mañana te vi practicando con tu maestro de armas... -suspiró y se acomodó en su pecho, apartando por primera vez la vista de los claros ojos de su príncipe- Elya, una doncella lyssena que tenía entonces, me despertó en aquel momento, pero cuando volví a verte ya te quería para mí, para que pudieses salvarme de todos los tigres de rayas verdes que me encontrara -rió suavemente mientras le abrazaba.

"Cuando nos casemos". Esas palabras hicieron que un escalofrío recorriese el cuerpo de Sofia, al sentir que era una realidad, y no uno de esos surrealistas sueños que ella tenía. Un suspiro brotó de sus labios, encantada con las palabras de Maekar. Que él creyese que aquello era posible le daba a la leona la confianza que necesitaba. Deseaba que todo saliese bien, y luchaba por apartar las inseguridades de su corazón, aunque sabía que era importante tener en cuenta las dificultades para poder combatirlas.

- No veo por qué no iban a dejarte venir -respondió encogiéndose de hombros- A mi padre le encanta tener invitados, y más aún si éstos son de la realeza. Podrás venir, estoy segura. Vendrás y podrás visitarme tantas veces como quieras. Aunque espero que esas caricias no sean demasiado subidas de tono, mi príncipe. No se cuántas veces tendré la capacidad de parar a tiempo... -una sonrisa se formó en sus labios al sentir cómo la mano del Targaryen subía desde donde estaba para acariciar su espalda. Rió por los suaves mordiscos que dejaba sobre su mejilla

No tardó en notar cómo la cama se movía por la carrera de Cuchilla hasta ellos. Se había olvidado por completo de su presencia, y entendía que el hurón estuviese ofendido por ello. Eso mismo habría hecho ella. Acarició al animal cuando Maekar lo colocó entre ambos, besando después los labios de Sofia.- ¿Sí? -preguntó con los ojos brillantes de ilusión- ¿Lo compartirás conmigo? -acarició al animal, elevando la vista después para mirar al dragón- Debo advertirte que lo consentiré mucho... -tocó su naricilla con el dedo índice.

- Oooh, el mismísimo Maekar Targaryen se pone celoso -dijo con aire burlón- En mi vida estarás tú, y después los demás -agregó sin querer ni poder evitar lanzarse a sus labios justo después. Si Sofia tenía algo claro era que una vez tuviese a su príncipe, iba a cuidarlo y a mimarlo más que a nadie, y pobre del que intentase evitar que así fuera.

Al ver la postura que adoptaba Cuchilla, no dudó en hacer cosquillas en su tripita, mientras escuchaba con atención las palabras de Maekar. Estaba convencida de que a Tybolt no le iba a importar tener la compañía de Maekar durante el viaje de vuelta a Roca Casterly. Siempre se habían llevado bien, así que estaba tranquila al respecto, aunque esperaba que no hubiese sorpresas. Se quedó pensando en aquello que había dicho el dragón sobre su tía, asintiendo ante aquella sugerencia, pero las nuevas palabras del caballero la hicieron apartar temporalmente aquellos pensamientos, haciendo que una sonrisa traviesa apareciese en los labios de la joven dama, antes de besar de nuevo los labios de su príncipe, ésta vez de manera más profunda e intensa, como había hecho él antes de decir aquello último.

- Intentaré no ponértelo demasiado fácil, no dejo de ser una dama -dijo con fingida seriedad, aunque en sus ojos no se apreciaba más que diversión- En Roca Casterly hay mil lugares donde perderse, no tendríamos siquiera que ocultarnos siempre en mis habitaciones -dijo en un murmullo, desviando su vista hacia Cuchilla tan solo un segundo- En el castillo hay jardines tan frondosos que nadie nos encontraría. Y a veces me dejan salir sin compañía... -dijo acariciando lentamente el rostro de Maekar.

Continuó acariciando a Cuchilla hasta que el pequeño hurón se quedó dormido entre ellos. No hizo falta que Sofia avisase a Maekar de aquello, pues él demostró haberse percatado también de eso. Cogió a su mascota, ahora de ambos, y la apartó de donde se encontraba, colocando a Cuchilla sobre su camisa. Qué mejor lugar para descansar. Besó los labios del caballero cuando éste la abrazó, y correspondió tal gesto abrazándolo también ella a la altura de su cintura.

- Sed paciente, mi señor -dijo antes de unir sus labios con los de él una vez más- Cuando lleguemos a Occidente disfrutaremos de la libertad que aquí no poseemos. Pasearemos, nos bañaremos en lagos solitarios y haremos lo que mi príncipe desee, aunque sin sobrepasarnos. No aún. -Acarició uno de los fuertes brazos del Targaryen, curtido por un sinfín de horas de entrenamiento. Sintió entonces cómo la mano de Maekar recorría su mulso, pero no se lo impidió, sino que colocó su pierna desnuda sobre el cuerpo del dragón, a la altura de su cadera para atraerle hacia ella- Se cómo tratar a mis invitados, más aún cuando se trata del hijo de nuestro rey. ¿Quién podría merecer más atenciones por parte de la hija del señor de Roca Casterly? -sonrió con una dulzura traviesa.

Los labios de Sofia buscaron de nuevo los de él, besándole con efusividad, dejando de lado sus vanos intentos por refrenarse. Sentía que sería incapaz si seguían por ahí, pero no podía evitar reaccionar así ante el contacto con su príncipe. Al separarse de sus labios, la leona se quedó a tan solo unos centímetros de éstos, y cerró los ojos, disfrutando de la calidez de su aliento.

Sofia se dejaba llevar. No quería malgastar la oportunidad que el destino le había brindado. Si tenía aquella noche para estar con Maekar, pensaba aprovecharla y sacar de ella todo lo posible. Fue quizás aquello lo que la hizo permitirle al Targaryen deshacerse de la única prenda que aún le quedaba, dando libertad a su desnudez. Se sentía extraña, pero ni siquiera pensaba en lo que hacía, incluso le complacían las palabras que escuchaba de los labios de él.

Sin embargo, aquella sensación se evaporó al sentir la mirada del caballero clavada en su cuerpo, dando paso a otra menos agradable. Solo se había sentido así en una ocasión, cuando en una de sus clases de costura se equivocó en una de las puntadas de su bordado. La hija de uno de los caballeros de su padre se burló de aquello dejándola en evidencia, y todas las damas reían y hacían comentarios en susurros para que Sofia no pudiese oír aquello que decían. Ahora se sentía aún más expuesta, aún más débil, y cubrió sus pechos como pudo con sus brazos. Fue su amor por Maekar el que la hizo permitir que él la abrazase- No pienso eso de ti -dijo seria antes de separarse de él, quitándole de un tirón la prenda que aún llevaba él en la mano- Pero no has debido hacerlo -añadió vistiéndose de inmediato, quedándose sentada en la cama abrazando sus rodillas, con aquel sentimiento aun dentro de ella.

No quería que fuese así, no quería sentirse de aquel modo. Quería darle hijos a su príncipe y no era capaz de desnudarse delante de él. Se sentía absurda y avergonzada, y eso provocó que un nudo se formase en su estomago.- Lo siento... -fue todo lo que pudo decir antes de que aquel condenado nudo la enmudeciera.

Apoyó la barbilla sobre sus rodillas, luchando por que aquella sensación no desembocase en una lágrima. Ni una sola. Las leonas no lloran, Sofia no lo había hecho nunca, no al menos desde que tenía raciocinio suficiente como para saber que las lágrimas rara vez arreglasen algo. Y desde luego no iba a hacerlo en aquella ocasión. No quería mostrar aún más debilidad, y tampoco quería que su príncipe se sintiese mal por lo que había hecho, así que suspiró, tragó saliva y miró a Maekar cuando se acercó a ella de nuevo.

Su sentimiento de culpa y su vergüenza la impedían mirarle a los ojos, por lo que mantenía su vista clavada en las sabanas de su cama, arrugadas por el movimiento que había tenido lugar sobre ellas momentos antes. Sabía que sus palabras eran sinceras, sabía que hablaba completamente en serio, y se sentía mal porque él asumiese toda la culpa, cuando ella no había sabido comportarse como la mujer que era. Se acomodó en su regazo, apoyada sobre su hombro, escuchando atenta cada una de sus palabras- Eso espero... -murmuro antes de suspirar. Tenía esperanzas en que aquello seria mejor después de la boda, cuando hacer aquello no fuese tan dañino para su cargo de conciencia- No es culpa tuya. Puede que sea una dama, pero por encima de eso, soy una mujer. Y no he sabido actuar como tal. -acarició el pecho de Maekar y enterró su rostro en éste. En el momento en que él pegó su frente a la de ella, Sofia bajó la vista, aún insegura, pero cuando consiguió corresponder a su mirada se sintió mejor- Tú no podrías enfadarme, aunque lo intentases -suspiró profundamente- No ha sido nada, mi vida -dijo, sorprendiéndose a sí misma al ver que podía esbozar una sonrisa.

Siguió a Maekar, tumbándose con él en la cama, como lo habían hecho minutos antes. Se acomodó sobre su pecho una vez más, escuchando los latidos de su corazón. Ahora eran más calmados y regulares, y poco a poco los suyos propios les siguieron, haciendo que el cuerpo de Sofia se destensase finalmente. Abrazó fuerte a su príncipe, como si nunca fuese a volver a hacerlo. Elevó la vista para mirarle, asintiendo a todo lo que decía. Aquella boda sería algo inmenso, la unión de dos grandes casas, una de ellas la de quien se sentaba sobre el trono. Reuniría a todos los grandes señores de Poniente, pero sería su día, suyo y de Maekar, y eso hacía que los nervios se esfumasen.

La leona frunció el ceño extrañada al escuchar su consejo, pues parecía que con aquello intentaba cubrirse las espaldas por algo que ya había hecho. Pero en contra de eso estaba todo lo que ya había visto de él, y todo eso le aseguraba sobradamente que no tenía de qué preocuparse al respecto.- Espero que tú hagas lo mismo. Las malas lenguas son aún peores en tiempos de guerra -suspiró. A Sofia le encantaba que le confesasen secretos, pero siempre había detestado a quienes lo divulgaban, y sabía que aquel tema haría que esas personas se frotasen las manos cuando llegase a sus oídos.

El sueño comenzaba a vencer a la dama, por lo que la idea de entregarse a éste le pareció perfecta- Espero que no te arrepientas de lo que acabas de decir. Quiero que cuando amanezca sean tus besos los que me despierten -aclaró antes de besar sus labios una última vez antes de que sus ojos se cerrasen, hasta que finalmente Sofia cayó vencida por el sueño.