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Los dragones no existen {Myriah Targaryen, Maise Nieve}
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Los dragones no existen {Myriah Targaryen, Maise Nieve}
Vaya, cada día te salen más bonitos. Dijo a Maise acariciándole el pelo. Le había enseñado un pañuelo con un sol y una lanza bordados en gris, el color del norte. Sarella personalmente prefería el naranja, pero se ponía en la piel de la niña: debía echar de menos sus tierras. Si los dioses son bondadosos, mi hermano Olyvar estará pronto de vuelta. Le gustaban mucho tus bordados, y los pañuelos, así que espero que le hagas uno bien bonito como regalo de bienvenida. Pediré a Ariel que te acompañe a comprar los mejores hilos y sedas, los que más te gusten.
Pero si había citado allí a la doncella no era precisamente para hablar de bordados. Maise, durante todos estos meses has hecho muy bien tu trabajo cuidando de mi hermana y teniéndome al tanto de todo. A partir de hoy saldrá de sus aposentos. Escúchame bien porque esto es muy importante. Se acercó más a ella para mirarla a los ojos. No quería asustarla, solo quería que viese lo importante que era esto para ella, aunque hasta el momento la pequeña no le había defraudado ni una sola vez y aprendía sorprendentemente rápido. Dorne está en un momento muy delicado. La Casa Targaryen ha caído, Olyvar está preso, tenemos que negociar con personas que no nos gustan para que lo liberen... esas personas vendrán a Lanza en breve, y Myriah seguirá aquí, junto con los pocos Targaryen que quedan. Quiero que seas su sombra. Sé que te has ganado su confianza en todo este tiempo, y así debe seguir siendo. Quiero que estés cuando ella quiera tenerte a su lado y, cuando no, también. Déjate ver cuando debas ser visible, y escóndete cuando se suponga que no debes estar allí. Pero ve, oye, y mantenme informada.
Voy a mandar a llamar a Myriah para liberarla ahora. Quiero que estés aquí para verlo. Se levantó y cogió a Arena. Se la colocó elegantemente sobre sus hombros, como solía hacer, y levantó su cabeza con el dorso de la mano, poniéndola a la altura de los ojos de Maise, entre ambas. ¿Ves? Arena está, siempre está, pero nadie la ve. Quizás se percaten de su presencia al principio, pero al final acaban por ignorarla... y es entonces cuando todos se confían. Que alguien parezca no estar no quiere decir que no esté. Y tú, a diferencia de ella, puedes retransmitir todo aquello que oigas... es por eso que eres tan valiosa. ¿Entiendes? Dado que a la niña no parecía agradarle tener tan cerca a su gran serpiente, decidió volver a dejarla donde estaba. La gente se relajaba cuando no tenía una serpiente ante sus ojos... pero eso no quería decir que esta no siguiera estando allí. Bueno, será mejor que pongamos todo esto ya en marcha.
Se asomó por las puertas de su alcoba y vio a uno de sus guardias rondando por el pasillo, en dirección opuesta. Ser Dontos. El guardia se volvió y se apresuró a acercarse. Para ahorrarle el paseo de ida y vuelta, hizo un gesto para que se detuviera y continuó hablando. Escoltad hasta aquí a mi hermana, por favor. Cerró las puertas y, con una sonrisa, se arrodilló frente a Maise y le dijo acariciándole el rostro. Esta preciosa carita angelical no te durará eternamente. Presta mucha atención a lo que va a ocurrir en esta sala. Si me eres fiel, me encargaré de que no seas una sirvienta toda tu vida... y, entonces, tendrás que hacerte valer por ti sola.
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Llevaban ya un rato en silencio: su doncella era de pocas palabras, y Sarella se estaba reservando para soltarlas todas cuando llegara su hermana. Se había sentado en un sillón de cojines naranja, frente a la puerta. En cuanto esta se abriera, la figura de la princesa sin levantar la vista de la misma sería lo primero en verse. En cuanto a Maise, hacía un rato que la había perdido de vista, pero sentía su mirada clavada en su nuca. Conociéndola, probablemente no habría movido ni un músculo desde la última vez que la miró. A veces se preguntaba qué pasaba por la mente de esa niña que era capaz de pasarse horas, días, estática, en silencio, como si tuviera la sangre de hielo, de nieve... sin duda, era la cualidad que más valoraba en una serpiente, y Maise era la mejor de todas ellas.
Llamaron a la puerta. Adelante. Ser Dontos abrió y dejó paso a Myriah. Verla después de tantos meses, sabiendo que había estado recluida por orden suya, hizo que el corazón se le desbocase. Pero no pestañeó. Su hermana seguía teniendo el porte de reina, pero ahora era una reina destronada. Su rostro seguía siendo de una belleza envidiable a pesar de las ojeras que lo marcaban y la evidente pérdida de peso. Gracias, Ser. Puede irse. Cierre, por favor. Así hizo.
Pasaron varios minutos en silencio, minutos que parecieron horas, y durante los cuales se forzó a no levantar la vista del rostro de su hermana, que seguía clavada de pie ante la puerta. Escuchaba un corazón latir con fuerza, y no sabía cual de los tres que se encontraban en la habitación era el que tenía más motivos para golpear con semejante violencia. Al fin, cogió aire y habló. Dime, Myriah. En todos estos días, en todos estos meses… Cuando te asomabas por la ventana de tu alcoba, ¿qué veías? Inclinó la cabeza. ¿Veías dragones? Hizo una leve pausa que creó un silencio tenso durante apenas uno o dos segundos. Responde, hermana. Dame la respuesta que quiero oir y demuéstrame que eres una verdadera Martell.
Pero si había citado allí a la doncella no era precisamente para hablar de bordados. Maise, durante todos estos meses has hecho muy bien tu trabajo cuidando de mi hermana y teniéndome al tanto de todo. A partir de hoy saldrá de sus aposentos. Escúchame bien porque esto es muy importante. Se acercó más a ella para mirarla a los ojos. No quería asustarla, solo quería que viese lo importante que era esto para ella, aunque hasta el momento la pequeña no le había defraudado ni una sola vez y aprendía sorprendentemente rápido. Dorne está en un momento muy delicado. La Casa Targaryen ha caído, Olyvar está preso, tenemos que negociar con personas que no nos gustan para que lo liberen... esas personas vendrán a Lanza en breve, y Myriah seguirá aquí, junto con los pocos Targaryen que quedan. Quiero que seas su sombra. Sé que te has ganado su confianza en todo este tiempo, y así debe seguir siendo. Quiero que estés cuando ella quiera tenerte a su lado y, cuando no, también. Déjate ver cuando debas ser visible, y escóndete cuando se suponga que no debes estar allí. Pero ve, oye, y mantenme informada.
Voy a mandar a llamar a Myriah para liberarla ahora. Quiero que estés aquí para verlo. Se levantó y cogió a Arena. Se la colocó elegantemente sobre sus hombros, como solía hacer, y levantó su cabeza con el dorso de la mano, poniéndola a la altura de los ojos de Maise, entre ambas. ¿Ves? Arena está, siempre está, pero nadie la ve. Quizás se percaten de su presencia al principio, pero al final acaban por ignorarla... y es entonces cuando todos se confían. Que alguien parezca no estar no quiere decir que no esté. Y tú, a diferencia de ella, puedes retransmitir todo aquello que oigas... es por eso que eres tan valiosa. ¿Entiendes? Dado que a la niña no parecía agradarle tener tan cerca a su gran serpiente, decidió volver a dejarla donde estaba. La gente se relajaba cuando no tenía una serpiente ante sus ojos... pero eso no quería decir que esta no siguiera estando allí. Bueno, será mejor que pongamos todo esto ya en marcha.
Se asomó por las puertas de su alcoba y vio a uno de sus guardias rondando por el pasillo, en dirección opuesta. Ser Dontos. El guardia se volvió y se apresuró a acercarse. Para ahorrarle el paseo de ida y vuelta, hizo un gesto para que se detuviera y continuó hablando. Escoltad hasta aquí a mi hermana, por favor. Cerró las puertas y, con una sonrisa, se arrodilló frente a Maise y le dijo acariciándole el rostro. Esta preciosa carita angelical no te durará eternamente. Presta mucha atención a lo que va a ocurrir en esta sala. Si me eres fiel, me encargaré de que no seas una sirvienta toda tu vida... y, entonces, tendrás que hacerte valer por ti sola.
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Llevaban ya un rato en silencio: su doncella era de pocas palabras, y Sarella se estaba reservando para soltarlas todas cuando llegara su hermana. Se había sentado en un sillón de cojines naranja, frente a la puerta. En cuanto esta se abriera, la figura de la princesa sin levantar la vista de la misma sería lo primero en verse. En cuanto a Maise, hacía un rato que la había perdido de vista, pero sentía su mirada clavada en su nuca. Conociéndola, probablemente no habría movido ni un músculo desde la última vez que la miró. A veces se preguntaba qué pasaba por la mente de esa niña que era capaz de pasarse horas, días, estática, en silencio, como si tuviera la sangre de hielo, de nieve... sin duda, era la cualidad que más valoraba en una serpiente, y Maise era la mejor de todas ellas.
Llamaron a la puerta. Adelante. Ser Dontos abrió y dejó paso a Myriah. Verla después de tantos meses, sabiendo que había estado recluida por orden suya, hizo que el corazón se le desbocase. Pero no pestañeó. Su hermana seguía teniendo el porte de reina, pero ahora era una reina destronada. Su rostro seguía siendo de una belleza envidiable a pesar de las ojeras que lo marcaban y la evidente pérdida de peso. Gracias, Ser. Puede irse. Cierre, por favor. Así hizo.
Pasaron varios minutos en silencio, minutos que parecieron horas, y durante los cuales se forzó a no levantar la vista del rostro de su hermana, que seguía clavada de pie ante la puerta. Escuchaba un corazón latir con fuerza, y no sabía cual de los tres que se encontraban en la habitación era el que tenía más motivos para golpear con semejante violencia. Al fin, cogió aire y habló. Dime, Myriah. En todos estos días, en todos estos meses… Cuando te asomabas por la ventana de tu alcoba, ¿qué veías? Inclinó la cabeza. ¿Veías dragones? Hizo una leve pausa que creó un silencio tenso durante apenas uno o dos segundos. Responde, hermana. Dame la respuesta que quiero oir y demuéstrame que eres una verdadera Martell.
Sarella Martell
Re: Los dragones no existen {Myriah Targaryen, Maise Nieve}
Sonrió ante los halagos de la princesa de Dorne. Parecía que sus avances en el arte del hilado eran del agrado de la encantadora de serpientes. Sin embargo, esa sonrisa encantadora que dibujaba su tierna cara se esfumó rápidamente al escuchar el nombre de Olyvar, al igual que una estrella fugaz desaparece en el cielo nocturno. Echaba mucho de menos al príncipe, al fin al cabo fue el primer Martell al que conoció y el primero que la trató no sólo como una mera sirvienta, sino como una persona.
Pensó en lo divertido que sería ir con Ariel a comprar hilos y sedas en el bazar. Era bastante divertido ver a Ariel hacer el tonto mientras se probaba las sedas en la cabeza... aunque tambíen un poco vergonzoso cuando hacía poses subiditas del tono a los mercaderes. Pero lo que más le gustaba de la idea era tener la oportunidad de ver su tío mercante, al cual hacía varias semanas que no veía.
Escuchó atenta las palabras de Sarella, todas ellas relacionadas con acontecimientos sucedidos recientemente o que estaban a punto de ocurrir. También había palabras que le recordaba sus funciones como espía, haciendo una extraña comparación con una de sus serpientes que tanto repelús daba a la pequeña norteña.
Mientras esperaban la presencia de la reina Myriah, no dejaba de pensar en las palabras que su señora le había dedicado momentos antes ¿Dejar de ser una doncella? Nunca antes lo había pensado. Sólo un miembro de su familia había roto la tradición de servidumbre de la familia Herrero: su tío, ahora mercader de seda en Lanza, y lo cierto es que la idea de romper la tradición también, no era algo que le llamara mucho la atención ¿Qué haría si no fuera servir o coser o bordar? No sabía hacer otra cosa y apenas sabía leer y escribir. En su mente no había nada más allá que una vida de servidumbre
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por la entrada de la reina Myriah, a lo que Maise respondió con una pequeña reverencia.
Última edición por Maise Nieve el Sáb Jun 15, 2013 5:45 am, editado 2 veces (Razón : Formato de texto)
Maise Nieve
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