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TRAIDORA {Myriah Targaryen}
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TRAIDORA {Myriah Targaryen}
Cuando leyó el cuervo de Olyvar perdió toda la cordura que había intentado mantener desde que partieron sus hermanos a la guerra. Sarella siempre había sido visceral, impulsiva, y esto le había traído más problemas que alegrías, por lo que decidió intentar sosegarse un poco ahora que era, provisionalmente, señora de Lanza del Sol. Pero eso se acabó... El cuervo de su príncipe había sido el detonante de todo lo que llevaba aguantando dos meses. Ser señora de Lanza del Sol no tenía por qué ser equivalente a estar dormida... y ahora, la señora había despertado.
Después de leer la carta mil veces y quedarse sin lágrimas que derramar, salió de sus habitaciones como un tornado para aparecer, una hora más tarde y con la cara un poco menos enrojecida, en la alcoba de su hermana.
Abrió la puerta de un golpe. Maise estaba haciendo la cama y su hermana cepillándose el pelo. "Mírala. Como si nada estuviera pasando. Como si no nos hubieran metido en una guerra". Apretó los puños, con la carta de Olyvar entre ellos. Su hermana la miró entrar con desconcierto, mientras que la pequeña doncella intentó mostrar sus respetos inclinando la cabeza después de haber pegado un buen respingo.
Tú. Se dirigió hacia su hermana, le arrancó el cepillo de las manos y lo lanzó hacia la ventana con tanta fuerza que rompió el cristal y se precipitó al vacío. ERES UNA PUTA TRAIDORA. Arrasó con los brazos todo lo que había en el tocador, con lo que un montón de peines, aceites y tarritos de perfume cayeron al suelo y se hicieron añicos. Su hermana se levantó de golpe, asustada ante la furia de la princesa. MIRA ESTO. Dijo lanzándole la [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] de Olyvar a la cara. Las lágrimas volvieron a salir. Nos habéis metido en esta mierda de guerra. TÚ y el MALDITO de tu marido. Tienes a uno de tus hijos metido en una celda a la espera de ser enviado al Muro. No sabes nada de los otros dos, ni siquiera de tus nietos. Y estás aquí, tan tranquila, cepillándote el pelo y viendo el tiempo pasar. Mientras ese maldito dragón sigue con su culo en el trono viendo como muere la gente por él. Y por si fuera poco, os habéis ido al culo de Poniente a recolectar a una sarta de piratas para que maten a nuestros hermanos. Reza, reza todo lo que puedas porque vuelvan vivos, LOS TRES. "Olyvar, sobre todo Olyvar, por favor, dioses...". Reza todo lo que puedas, o tu cabeza será la siguiente.
Ellos son mis hermanos, no tú. Tú no eres más que la puta de un dragón, la Reina de Poniente. Sí, de Poniente, pero Dorne no es Poniente. Nunca debió haberlo sido, y si en mi mano está, nunca lo será. No eres MI Reina. Aquí, tú no mandas sobre nada ni sobre nadie. La señora de Lanza del Sol ahora soy YO, por lo que TÚ estás bajo MIS órdenes. No eres nada para mí, puesto que cuando yo nací tú ya te habías ido. Mis verdaderos hermanos están en guerra POR VUESTRA CULPA... y lo pagaréis... bien que lo pagaréis...
Se volvió hacia la doncella, que, pese a que lo intentaba, no podía dejar de ocultar su cara de espanto. Se había arrebujado en una esquina de la sala cuando Sarella empezó a lanzar cosas por los aires. Sabía que nunca la había visto así. Sin levantar los ojos de su hermana, dijo. Maise, por favor, encárgate de que nuestra señora la Reina se encuentre tan cómoda en sus habitaciones que no necesite abandonarlas en lo que le resta de vida. Miró de reojo a la puerta. ¡GUARDIAS! Un par de fornidos dornienses con armadura, yelmo y lanza aparecieron en la puerta, custodiándola. Sarella se dirigió hacia ellos. Que no salga de aquí.
En un revuelo de sedas, se dio media vuelta, sin volver la vista hacia Myriah, y salió de la habitación. Los guardias cerraron tras ella.
Después de leer la carta mil veces y quedarse sin lágrimas que derramar, salió de sus habitaciones como un tornado para aparecer, una hora más tarde y con la cara un poco menos enrojecida, en la alcoba de su hermana.
Abrió la puerta de un golpe. Maise estaba haciendo la cama y su hermana cepillándose el pelo. "Mírala. Como si nada estuviera pasando. Como si no nos hubieran metido en una guerra". Apretó los puños, con la carta de Olyvar entre ellos. Su hermana la miró entrar con desconcierto, mientras que la pequeña doncella intentó mostrar sus respetos inclinando la cabeza después de haber pegado un buen respingo.
Tú. Se dirigió hacia su hermana, le arrancó el cepillo de las manos y lo lanzó hacia la ventana con tanta fuerza que rompió el cristal y se precipitó al vacío. ERES UNA PUTA TRAIDORA. Arrasó con los brazos todo lo que había en el tocador, con lo que un montón de peines, aceites y tarritos de perfume cayeron al suelo y se hicieron añicos. Su hermana se levantó de golpe, asustada ante la furia de la princesa. MIRA ESTO. Dijo lanzándole la [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] de Olyvar a la cara. Las lágrimas volvieron a salir. Nos habéis metido en esta mierda de guerra. TÚ y el MALDITO de tu marido. Tienes a uno de tus hijos metido en una celda a la espera de ser enviado al Muro. No sabes nada de los otros dos, ni siquiera de tus nietos. Y estás aquí, tan tranquila, cepillándote el pelo y viendo el tiempo pasar. Mientras ese maldito dragón sigue con su culo en el trono viendo como muere la gente por él. Y por si fuera poco, os habéis ido al culo de Poniente a recolectar a una sarta de piratas para que maten a nuestros hermanos. Reza, reza todo lo que puedas porque vuelvan vivos, LOS TRES. "Olyvar, sobre todo Olyvar, por favor, dioses...". Reza todo lo que puedas, o tu cabeza será la siguiente.
Ellos son mis hermanos, no tú. Tú no eres más que la puta de un dragón, la Reina de Poniente. Sí, de Poniente, pero Dorne no es Poniente. Nunca debió haberlo sido, y si en mi mano está, nunca lo será. No eres MI Reina. Aquí, tú no mandas sobre nada ni sobre nadie. La señora de Lanza del Sol ahora soy YO, por lo que TÚ estás bajo MIS órdenes. No eres nada para mí, puesto que cuando yo nací tú ya te habías ido. Mis verdaderos hermanos están en guerra POR VUESTRA CULPA... y lo pagaréis... bien que lo pagaréis...
Se volvió hacia la doncella, que, pese a que lo intentaba, no podía dejar de ocultar su cara de espanto. Se había arrebujado en una esquina de la sala cuando Sarella empezó a lanzar cosas por los aires. Sabía que nunca la había visto así. Sin levantar los ojos de su hermana, dijo. Maise, por favor, encárgate de que nuestra señora la Reina se encuentre tan cómoda en sus habitaciones que no necesite abandonarlas en lo que le resta de vida. Miró de reojo a la puerta. ¡GUARDIAS! Un par de fornidos dornienses con armadura, yelmo y lanza aparecieron en la puerta, custodiándola. Sarella se dirigió hacia ellos. Que no salga de aquí.
En un revuelo de sedas, se dio media vuelta, sin volver la vista hacia Myriah, y salió de la habitación. Los guardias cerraron tras ella.
Sarella Martell
Re: TRAIDORA {Myriah Targaryen}
Parecía que la monotonía empezaba a llegar a la vida de la pequeña doncella, pues como cada día desde que llegó a Lanza de Sol, al igual que el resto del servicio de la casa Martell, Maise se despertaba poco antes del amanecer y mucho antes que cualquier noble de la capital dorniense. Se duchaba para aliviar el calor de la noche anterior y se vestía acorde a su posición para luego dirigirse a la cocina de palacio para desayunar con el resto del servicio. Los desayunos con sus compañeros de oficio siempre eran reconfortantes para la pequeña, pues le hacía sentir como estar en una gran familia.
Cuando Maise terminó de tomar el último bocado de su desayuno, la señora Faller Fogón, la moza de cocina de palacio, le recordó cariñosamente llevarle el desayuno a la invitada de honor y antigua habitante del lugar. Maise recogió el desayuno real y acto seguido se dirigió a los aposentos de Myriah en la torre del sol.
Con el sigilo que caracteriza a un felino abrió la puerta de la estancia y, con la pericia lograda gracias a los años de servicio, consiguió que el tentempié de la reina no se desplomara en el suelo en el intento. Una vez dentro, avanzó unos pasos logrando depositar el desayuno real en una mesa cercana a la entrada.
Con el mismo sigilo con el que entró en la habitación, se dirigió al ventanal próximo al catre y con cierta gracia, corrió las cortinas de color satén, permitiendo que los rayos de sol acariciaran el rostro de Myriah. - My lady, ya ha amanecido – la vergüenza se denotaba en sus palabras. – Le he traído el desayuno ¿prefiere desayunar en su cama o le preparo la mesa? – con un movimiento grácil, la reina se levantó de la cama y con un movimiento de mano hizo ver a la pequeña su intención de acicalarse antes de tomar nada.
Maise aprovechó el interés de la reina de aderezarse en el tocador para airear las sábanas de seda y hacer la cama. Antes de que pudiera terminar su labor, la princesa Sarella entró en los aposentos de la reina como si de un torbellino se tratase. La reacción de la pequeña no se hizo esperar pues, debido al desconcierto, un pequeño salto de sorpresa surgió de su pequeño cuerpo para luego hacer una leve inclinación de cabeza a modo de cortesía.
Vio como Sarella propinaba insultos a su majestad, a la vez que, a cámara lenta, arrancaba de las manos de Myriah su cepillo y lo arrojaba por la ventana rompiendo el cristal en mil pedazos. Lo mismo pasó con los objetos del tocador, que quedaron esparcidos por toda la habitación. La cara de estupefacción de la pequeña era más que evidente. El miedo que inundaba su corazón, hizo que nublara su razón, pues las palabras que pronunciaba la princesa de Dorne no eran más que sonidos distorsionados que golpeaban con fuerza sus oídos. La única palabra que fue capaz de comprender fue “traición”.
Después de que la princesa Sarella se desquitara con la reina, se dirigió hacia la pequeña doncella y, con ojos llenos de furia, le ordenó prestar sus servicios a la reina en el tiempo que durara el cautiverio. No pudo contestarle nada, pues antes de que pudiera pronunciar palabra alguna, ya había salido de la habitación dejándola sola con la supuesta traidora.
Maise, al ver como se enmudecían los ojos de la recién prisionera, sacó de su bolsillo un pequeño pañuelo de tela blanco y con dibujos que representaban la casa GreenGood y se lo ofreció con timidez a Myriah para luego comenzar a recoger el estropicio que la furia de la encantadora de serpientes había provocado instantes antes. Parecía que la monotonía que comenzaba a instalarse en la vida de la pequeña había acabado.
Cuando Maise terminó de tomar el último bocado de su desayuno, la señora Faller Fogón, la moza de cocina de palacio, le recordó cariñosamente llevarle el desayuno a la invitada de honor y antigua habitante del lugar. Maise recogió el desayuno real y acto seguido se dirigió a los aposentos de Myriah en la torre del sol.
Con el sigilo que caracteriza a un felino abrió la puerta de la estancia y, con la pericia lograda gracias a los años de servicio, consiguió que el tentempié de la reina no se desplomara en el suelo en el intento. Una vez dentro, avanzó unos pasos logrando depositar el desayuno real en una mesa cercana a la entrada.
Con el mismo sigilo con el que entró en la habitación, se dirigió al ventanal próximo al catre y con cierta gracia, corrió las cortinas de color satén, permitiendo que los rayos de sol acariciaran el rostro de Myriah. - My lady, ya ha amanecido – la vergüenza se denotaba en sus palabras. – Le he traído el desayuno ¿prefiere desayunar en su cama o le preparo la mesa? – con un movimiento grácil, la reina se levantó de la cama y con un movimiento de mano hizo ver a la pequeña su intención de acicalarse antes de tomar nada.
Maise aprovechó el interés de la reina de aderezarse en el tocador para airear las sábanas de seda y hacer la cama. Antes de que pudiera terminar su labor, la princesa Sarella entró en los aposentos de la reina como si de un torbellino se tratase. La reacción de la pequeña no se hizo esperar pues, debido al desconcierto, un pequeño salto de sorpresa surgió de su pequeño cuerpo para luego hacer una leve inclinación de cabeza a modo de cortesía.
Vio como Sarella propinaba insultos a su majestad, a la vez que, a cámara lenta, arrancaba de las manos de Myriah su cepillo y lo arrojaba por la ventana rompiendo el cristal en mil pedazos. Lo mismo pasó con los objetos del tocador, que quedaron esparcidos por toda la habitación. La cara de estupefacción de la pequeña era más que evidente. El miedo que inundaba su corazón, hizo que nublara su razón, pues las palabras que pronunciaba la princesa de Dorne no eran más que sonidos distorsionados que golpeaban con fuerza sus oídos. La única palabra que fue capaz de comprender fue “traición”.
Después de que la princesa Sarella se desquitara con la reina, se dirigió hacia la pequeña doncella y, con ojos llenos de furia, le ordenó prestar sus servicios a la reina en el tiempo que durara el cautiverio. No pudo contestarle nada, pues antes de que pudiera pronunciar palabra alguna, ya había salido de la habitación dejándola sola con la supuesta traidora.
Maise, al ver como se enmudecían los ojos de la recién prisionera, sacó de su bolsillo un pequeño pañuelo de tela blanco y con dibujos que representaban la casa GreenGood y se lo ofreció con timidez a Myriah para luego comenzar a recoger el estropicio que la furia de la encantadora de serpientes había provocado instantes antes. Parecía que la monotonía que comenzaba a instalarse en la vida de la pequeña había acabado.
Maise Nieve
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