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Sin motivo aparente {Libre}
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Sin motivo aparente {Libre}
Había echado gran parte de la mañana en la isla de Pyke atendiendo asuntos de diversa índole. Había atracado en Puerto Noble su nave "Espina Roja", un barcoluengo ligero en su diseño e ideal para cualquier tarea que no requiriera exponerlo al embiste de una galera, por lo que lo usaba generalmente para el trasporte por las islas o los saqueos que requirieran desaparecer entre las olas con rapidez además de no mostrarse muy ostentoso, no le convenía pavonearse después de la rebelión allá donde fuese en un gran barco de guerra. Cobró el pago que Lady Botley le había prometido y en una taberna consiguió que unos pocos marineros de aspecto ebrio y hambriento se le uniesen como tripulantes de los navíos que habían perdido hombres en lo que duró el ataque a sus tierras. Prefería contratar a siete borrachos de un agujero de mala muerte en Puerto Noble que buscarlos en Diez Torres o cualquier otro lugar en el que no hubiese simpatía mutua.
Pero el verdadero motivo que le había arrastrado a la Isla de los Greyjoy era otro, la noticia de que la reina Shiera había alumbrado a una niña le llegó de boca de uno de los guardias de la mazmorra de Diez Torres y no había podido informarse al respecto sin tener que intercambiar insultos y amenazas con los guardias para quedarse con la misma duda. Más tarde en la rendición de los Huesos de Nagga pudo ver a la reina con su retoño en brazos, pero poco más, no hubiera sido conveniente acercarse a lanzar felicitaciones a los señores de las islas por el nacimiento de su hija dada la tensión que reinaba alrededor de la casa Volmark.
Ni el mismo sabía con certeza como había quedado su reputación tras la rebelión, si como aliados en la sombra, traidores u cambiacapas. Aunque hiciera falta valor para tratar aquél tema, Franmark trataba de evitar el preguntárselo a si mismo de vez en cuando y a medida que cruzaba los puentes colgantes del castillo no podía evitar preguntárselo como otras tantas veces. Cada mirada que le lanzaba un guardia o sirviente le hacían preguntarse si sabían en verdad quien era, aunque fueran escuetas y enseguida huyesen del encuentro de sus hirientes ojos creía que algo sabrían. Que tengan valor de escupirmelo a la cara, yo obré bien para los míos.
Borró aquellos pensamientos y quedó aguardando a que le llamasen para la audiencia con la reina, ordenando con un gesto a la pareja de hombres que le seguían que esperase más atrás de donde él estaba, se volvieron a enfrascar en una conversación sobre el estado de aquellos puentes y la altura que había contra las rocas del lecho del acantilado. Se apoyó en el gran marco de piedra de la puerta del torreón, cruzándose de brazos con cuidado para que los presentes que había traído no se le cayeran por la baranda del puente.
Se detuvo a pensar en el aspecto que tendría con aquel jubón tachonado que lucía el leviatán de su casa sobre el esternón en un tono rojo apagado, que si no fuera por la capa de color gris oscuro le haría parecer un alfeñoque. Hacía algo menos de un par de semanas que abandonó la prisión y no había recuperado el peso que tenía antes de ser encerrado en esta. La celda le había tornado más fibroso y delgado, mantenía la fuerza en una proporción menor y su aspecto podía parecer algo enfermizo si se le miraba como en otros tiempos mejores. Salió de su ensimismamiento al percibir movimiento al otro lado de la madera.
Pero el verdadero motivo que le había arrastrado a la Isla de los Greyjoy era otro, la noticia de que la reina Shiera había alumbrado a una niña le llegó de boca de uno de los guardias de la mazmorra de Diez Torres y no había podido informarse al respecto sin tener que intercambiar insultos y amenazas con los guardias para quedarse con la misma duda. Más tarde en la rendición de los Huesos de Nagga pudo ver a la reina con su retoño en brazos, pero poco más, no hubiera sido conveniente acercarse a lanzar felicitaciones a los señores de las islas por el nacimiento de su hija dada la tensión que reinaba alrededor de la casa Volmark.
Ni el mismo sabía con certeza como había quedado su reputación tras la rebelión, si como aliados en la sombra, traidores u cambiacapas. Aunque hiciera falta valor para tratar aquél tema, Franmark trataba de evitar el preguntárselo a si mismo de vez en cuando y a medida que cruzaba los puentes colgantes del castillo no podía evitar preguntárselo como otras tantas veces. Cada mirada que le lanzaba un guardia o sirviente le hacían preguntarse si sabían en verdad quien era, aunque fueran escuetas y enseguida huyesen del encuentro de sus hirientes ojos creía que algo sabrían. Que tengan valor de escupirmelo a la cara, yo obré bien para los míos.
Borró aquellos pensamientos y quedó aguardando a que le llamasen para la audiencia con la reina, ordenando con un gesto a la pareja de hombres que le seguían que esperase más atrás de donde él estaba, se volvieron a enfrascar en una conversación sobre el estado de aquellos puentes y la altura que había contra las rocas del lecho del acantilado. Se apoyó en el gran marco de piedra de la puerta del torreón, cruzándose de brazos con cuidado para que los presentes que había traído no se le cayeran por la baranda del puente.
Se detuvo a pensar en el aspecto que tendría con aquel jubón tachonado que lucía el leviatán de su casa sobre el esternón en un tono rojo apagado, que si no fuera por la capa de color gris oscuro le haría parecer un alfeñoque. Hacía algo menos de un par de semanas que abandonó la prisión y no había recuperado el peso que tenía antes de ser encerrado en esta. La celda le había tornado más fibroso y delgado, mantenía la fuerza en una proporción menor y su aspecto podía parecer algo enfermizo si se le miraba como en otros tiempos mejores. Salió de su ensimismamiento al percibir movimiento al otro lado de la madera.
Franmark Volmark
Re: Sin motivo aparente {Libre}
La hora entre horas, antes del amanecer, sin nubes en el horizonte, presagiaba una mañana preciosa, llevaba más de un año en Pike, y comenzaba a entender un poco el tiempo de sus islas, abandonó el lecho cuando todavía reinaba la oscuridad, Harrald había alzado una ceja, su esposa no era muy dormilona, y desde que la niña había nacido, era como el resorte de una fíbula, sabía que él seguía sus pasos, cada uno de sus movimientos, al principio la ponía nerviosa, no estaba acostumbrada a ser contemplada, pero el hecho de descubrir el deseo en su mirada, la agradaba. Le acarició la cicatriz, se despidió, no después de besarle suavemente, sabía qué a su vuelta no le encontraría, pues también era un hombre madrugador, ya se verían más tarde, se volvió, le besó con furia, -acuérdate de tu esposa, y salió corriendo, ya se verían más tarde, Thorey ya estaría comiendo, y deseaba verla.
-Buenos días Frida, tomó a la niña en brazos, recibió a su madre con un sonoro eructo, Shiera sonrió. - Señorita Greyjoy, necesita usted buenos modales, una sonrisa iluminó su cara al recordar a una destartalada Keira en Desembarco, una verdadera salvaje, que comía como si el alimento se fuera a terminar, su eructo sorprendió a Gwen y a ella misma, como una joven, en apariencia tan delicada y bella, gruñera como un volcán, para luego, somnolienta dormirse, ¡cómo se parecía su bebé a su hermana mayor!, Gwen la sorprendió e intuyó lo que pensaba su señora, intercambiando una mirada de complicidad, ambas pensaban en el mismo incidente.
Satisfecha, tranquila, tiró ligeramente de un mechón del cabello de su madre, enrollándolo en uno de sus deditos, para quedarse dormida, apoyada en el pecho de la reina. Era imposible no querer a esa preciosidad. Aún no había amanecido cuando regresó a sus habitaciones, como sospechaba, su esposo ya no estaba, y conocía perfectamente, donde iría, pero prefería que el creyera que lo ignoraba, así investigaba más libre, y ella le ayudaría.
Mientras se daba un baño rápido, pensaba lo inocentes que son los hombres, una mujer puede liarlos o dejarse liar, dándoles la victoria, y ellos tan contentos. Vestida con pantalones de lana, ceñidos por finas botas y un ajustado jubón de piel blanca, sonrió al ver su recuperada figura en el espejo, su marido seguía llamándola la mujer más hermosa de la época, y si era sincera consigo misma, la encantaba y más del hombre que amaba, sujetó sus cabellos con una cinta, se encogió de hombros divertida, ¿cómo iba a terminar con los rumores de sus baños de sangre de doncellas, si parecía más joven después de su maternidad?
Pasó gran parte de la mañana tensando su arco, practicando con Keira, tomándola el pelo, la puntería de la Bastarda ya comenzaba a ser admirada en la fortaleza, y lo que no la gustaba, conocida.
-Kei no sólo te gano, teniendo unos pechos más grandes, que por desgracia ya no lo son tanto, ya que había dejado de amantar a su hija, -nunca ganarás, hizo una pedorreta, mientras disparaba y la flecha de la pirata se partía en dos, cuando la joven tiró, adelantándose, la hizo cosquillas, - es una pena, tu puntería cada día es peor, dijo muy digna, ya verás cuando me enseñes a usar la espada, seré la temible Shiera Greyjoy, la reina pirata, no pudo seguir estalló en carcajadas, - vamos a comer algo, aprovechado que tu padre está reunido en su barco, cosa que no sé, como tampoco que se ha llevado un par de libros de mi biblioteca, dijo con un mohín.
Entre risas, piques, bromas varias, ¡cómo quería a Keira!, caminaron hacia la fortaleza Nada más entrar en su interior, Drass había fruncido el ceño, un hombre había llamado su atención, y llevó su mano al puño de la espada, Kei estaba al acecho, como la depredadora que era, y Millah andaba desaparecida pero podría aparecer en cualquier momento. Reconoció al hombre como uno de los presentes en Naga, de la casa del capitán Harlaw, ese peculiar hombre, malhumorado todo el día.
Shiera, como buena diplomática, nunca se precipitaba en sus conclusiones, hizo un gesto a Drass que, iba a hablar ella.
-Capitán Volmark, os veo algo perdido, ¿os puedo ayudar?, no habían sido presentados formalmente, eso del saber estar brillaba por su ausencia en las tierras de Hierro, sin embargo una rubia platino, acompañada de un inmenso felino blanco, de una hermosa pirata y un gigante de hierro, era verde y con asa..., la reina.
- Os presento a la princesa Keira Greyjoy, el capitán Drass, y mi león, Kalael, soy la esposa del rey, Shiera Greyjoy.
Shiera Greyjoy- Nobleza
Re: Sin motivo aparente {Libre}
Milah odiaba las mañanas y mas como ese esplendida y asombrosa mañana con el sol en alto y el clima perfecto, donde las olas se rompían contra las rocas, hoy las odiaba hacia un año atrás las amaba, amaba sentirse en un hogar sentirse vida y permanecer a algo o alguien..
Ella se acostaba junto cuando el sol caía y mucho antes de que el saliera, el amanecer era algo que le costaba entender dentro de una cama, ya no tenia sentido, así que esa mañana como cualquier otra se había levantado cerca de las 4 de la mañana y se había ido a la costo, a los acantilados, pararse ahí bailar bajo la luz de la luna escuchando solo el eco del mar romperse en mil pedazos... era como si mirara su alma, rota y sin vida, el mar le daba un poco de vida lentamente, cuando volvía a la fortaleza ya era de día, los guardias cambiaban de turno, los cocineros se levantaban, los reyes de la tierra de hierro amanecían temprano, pero no tanto como ella... sonrió al pensar en eso, la pequeña princesa ya estaría chillando de hambre, esa niña le traía un poco de amor a su destrozada alma, eso era algo bueno.. dos cosas que la hacían respirar y no parecer alguna clase muerto-viviente, aun con su hermoso color que tomo bajo los días eternos en el mar.. su ojos no parecían de una mujer viva... ya no.
Al entrar a la fortaleza noto movimiento, al parecer había visitas hacia la reina, arqueo la seca en señal de duda, algo realmente raro, no sabia que la reina ya recibía visitas desde que había nacido la pequeña, Shiera solo tenia tiempo para su esposo y su niña, supongo que tenia que volver a lo que su titulo le exigía, ser diplomática entre los aliados de su esposo, algo que ella muy bien no entendía.. Pero desde que estaba viviendo en aquel lugar había aprendido muchas cosas de la vida de las aristócratas, no como su anterior vida arriba de un barco, llena de aventuras marítimas, pero tampoco eran que digamos aburridas, movidas, si... esa era la palabra.. movidas...
Entro a la habitación abriendo las dos puertas del lugar, sin dar lugar a nadie a presentarse, le hizo una reverencia a Shiera, miro al extraño, arqueo una ceja y se dirigió a un costado cerca de Shiera, pero a la vez lejos a desayunar y beber su amado Ron, el único placer que en esos días tenia... su bebida...
Luego que Shiera le diera una señal de alerta con la mirada, entorno los ojos con molestia, odiaba las buenas maneras....
-Buenos dias.., Milord - escupió como niña malcriada y siguió bebiendo saca para la amargura de la reina, ella no tenia buenas maneras era una pirata y una mujer del mar.. y siempre lo seria...
Ella se acostaba junto cuando el sol caía y mucho antes de que el saliera, el amanecer era algo que le costaba entender dentro de una cama, ya no tenia sentido, así que esa mañana como cualquier otra se había levantado cerca de las 4 de la mañana y se había ido a la costo, a los acantilados, pararse ahí bailar bajo la luz de la luna escuchando solo el eco del mar romperse en mil pedazos... era como si mirara su alma, rota y sin vida, el mar le daba un poco de vida lentamente, cuando volvía a la fortaleza ya era de día, los guardias cambiaban de turno, los cocineros se levantaban, los reyes de la tierra de hierro amanecían temprano, pero no tanto como ella... sonrió al pensar en eso, la pequeña princesa ya estaría chillando de hambre, esa niña le traía un poco de amor a su destrozada alma, eso era algo bueno.. dos cosas que la hacían respirar y no parecer alguna clase muerto-viviente, aun con su hermoso color que tomo bajo los días eternos en el mar.. su ojos no parecían de una mujer viva... ya no.
Al entrar a la fortaleza noto movimiento, al parecer había visitas hacia la reina, arqueo la seca en señal de duda, algo realmente raro, no sabia que la reina ya recibía visitas desde que había nacido la pequeña, Shiera solo tenia tiempo para su esposo y su niña, supongo que tenia que volver a lo que su titulo le exigía, ser diplomática entre los aliados de su esposo, algo que ella muy bien no entendía.. Pero desde que estaba viviendo en aquel lugar había aprendido muchas cosas de la vida de las aristócratas, no como su anterior vida arriba de un barco, llena de aventuras marítimas, pero tampoco eran que digamos aburridas, movidas, si... esa era la palabra.. movidas...
Entro a la habitación abriendo las dos puertas del lugar, sin dar lugar a nadie a presentarse, le hizo una reverencia a Shiera, miro al extraño, arqueo una ceja y se dirigió a un costado cerca de Shiera, pero a la vez lejos a desayunar y beber su amado Ron, el único placer que en esos días tenia... su bebida...
Luego que Shiera le diera una señal de alerta con la mirada, entorno los ojos con molestia, odiaba las buenas maneras....
-Buenos dias.., Milord - escupió como niña malcriada y siguió bebiendo saca para la amargura de la reina, ella no tenia buenas maneras era una pirata y una mujer del mar.. y siempre lo seria...
Milah Valenciano- Ciudadano
Re: Sin motivo aparente {Libre}
La Princesa de Hierro miraba desde una de las pasarelas como rompían las olas contra el acantilado donde se erigía negra y abrupta la fortaleza de Pyke. Allí subida, prácticamente suspendida sobre la superficie del agua, era lo más parecido a estar navegando sobre su barcoluengo. Keira solía meditar siempre en ese mismo lugar. El rumor de las olas y su rítmico martilleo sobre la roca resultaba sedante. Amaba el mar y de él recibía su fuerza. Su inmensidad y su violencia, su indómita libertad y su poder, empequeñecían todo lo demás. Frente a él los hombres, los reyes, las dificultades y los pleitos parecían insignificantes. Todos nacemos del mar y a él regresamos cuando acaba nuestro viaje por estas frías tierras. Keira no sabía si amaba el mar porque era una Hija del hierro, o si era una Hija del hierro porque amaba el mar. Poco importaba, para ella ambas cosas estaban tan intrínsecamente unidas, eran tan indivisibles que no concebía la una sin la otra.
Acusaba la inactividad. Desde que había vuelto del combate contra el kraken, había llevado una vida acomodada más propia de una continental que de ella. Cierto era que había acompañado a Shiera a La Roca, pero eso había sido más un paseo que un viaje propiamente dicho. Ella quería partir con sus hombres, atacar las costas. El peligro, la adrenalina y la violencia, eso la hacía sentirse viva. Ver los ojos vidriosos del enemigo clavados en ella cuando sienten que se les está escapando la vida entre las manos. El sabor de la victoria y el olor a sangre le hacía olvidar durante esos breves momentos todo lo demás. Hombres del Hierro. Los admiraba y respetaba por sus autenticidad. Pero para una mujer, incluso para una mujer como ella, solo podían significar una cosa: dolor. Se les obliga a endurecer su espíritu para que no conozcan la piedad ni los remordimientos, deben ser asesinos. No dudan, no temen, no sienten. Pero en ese camino pierden mucho más de lo que creen. Desgraciada aquella necia que ame a un hombre del hierro pues es causa segura de sufrimiento. Aquel era su destino, comprendió. Su amor era el mar, no conocería a otro, no confiaría en otro. Había amado a Gerald y la había traicionado. Amaba a su padre y éste prefería a Harley, ni siquiera le había contado que fuese a legitimarlo. Apreciaba a los vasallos de su padre pero cada vez se sentía más aislada. Tenía la sensación de que su círculo se reducía pese a ser la hija del Kraken. Shiera, sólo hablaba con Shiera y sus hombres... y con Olyvar, siempre con Olyvar.
Abandonó su refugio y se reunió con Shiera para practicar con el arco. La bastarda estaba risueña y juguetona y Keira se contagió de su alegría. Le dejó que se saliera con la suya y no respondió a sus piques. Después de sacar un melón por un agujero del tamaño de una nuez se merecía volver a sentirse en forma. - Olvidas que te mareas como una cesta Shiera, acabarías sacando un ojo con la espada a uno de tus propios hombres entre arcada y arcada. - la siguió hacia el interior de la fortaleza. Un hombre aguardaba en uno de los puentes. Keira frunció el ceño al reconocer al vasallo. Era Franmark Volmark , uno de los taridores perdonados por su padre. -¿Qué leches hace este aquí? - dijo en voz baja para que sólo le escuchara Shiera. Pero antes de que pudiera hacer o decir nada, Shiera ya se había lanzado como una flecha a saludarlo. -"¿Por qué cojones tenía que ser tan sociable?"- A veces era tan diplomáticamente educada que hacía las presentaciones formales hasta con el culo de un caballo. - Ya nos conocemos - dijo impertérrita. Su padre podía perdonar, pero ella no olvidaba.
Acusaba la inactividad. Desde que había vuelto del combate contra el kraken, había llevado una vida acomodada más propia de una continental que de ella. Cierto era que había acompañado a Shiera a La Roca, pero eso había sido más un paseo que un viaje propiamente dicho. Ella quería partir con sus hombres, atacar las costas. El peligro, la adrenalina y la violencia, eso la hacía sentirse viva. Ver los ojos vidriosos del enemigo clavados en ella cuando sienten que se les está escapando la vida entre las manos. El sabor de la victoria y el olor a sangre le hacía olvidar durante esos breves momentos todo lo demás. Hombres del Hierro. Los admiraba y respetaba por sus autenticidad. Pero para una mujer, incluso para una mujer como ella, solo podían significar una cosa: dolor. Se les obliga a endurecer su espíritu para que no conozcan la piedad ni los remordimientos, deben ser asesinos. No dudan, no temen, no sienten. Pero en ese camino pierden mucho más de lo que creen. Desgraciada aquella necia que ame a un hombre del hierro pues es causa segura de sufrimiento. Aquel era su destino, comprendió. Su amor era el mar, no conocería a otro, no confiaría en otro. Había amado a Gerald y la había traicionado. Amaba a su padre y éste prefería a Harley, ni siquiera le había contado que fuese a legitimarlo. Apreciaba a los vasallos de su padre pero cada vez se sentía más aislada. Tenía la sensación de que su círculo se reducía pese a ser la hija del Kraken. Shiera, sólo hablaba con Shiera y sus hombres... y con Olyvar, siempre con Olyvar.
Abandonó su refugio y se reunió con Shiera para practicar con el arco. La bastarda estaba risueña y juguetona y Keira se contagió de su alegría. Le dejó que se saliera con la suya y no respondió a sus piques. Después de sacar un melón por un agujero del tamaño de una nuez se merecía volver a sentirse en forma. - Olvidas que te mareas como una cesta Shiera, acabarías sacando un ojo con la espada a uno de tus propios hombres entre arcada y arcada. - la siguió hacia el interior de la fortaleza. Un hombre aguardaba en uno de los puentes. Keira frunció el ceño al reconocer al vasallo. Era Franmark Volmark , uno de los taridores perdonados por su padre. -¿Qué leches hace este aquí? - dijo en voz baja para que sólo le escuchara Shiera. Pero antes de que pudiera hacer o decir nada, Shiera ya se había lanzado como una flecha a saludarlo. -"¿Por qué cojones tenía que ser tan sociable?"- A veces era tan diplomáticamente educada que hacía las presentaciones formales hasta con el culo de un caballo. - Ya nos conocemos - dijo impertérrita. Su padre podía perdonar, pero ella no olvidaba.
Keira Greyjoy- Nobleza
Re: Sin motivo aparente {Libre}
Hubiera esperado que alguna clase de mayordomo, guardia o criado saliera a su encuentro, no la mismísima reina acompañada de un gigantón presto a mostrar su acero y un león que aun estando domesticado mantenía su aspecto amenazador, Franmark nunca había visto uno salvo en pieles como las que había tomado el día que se llevó a su nueva esposa de sal, Camille. No llamó menos su atención las dos mujeres del hierro que acompañaban a la reina, no parecían ser sus criadas solo por su forma de mirarle y calló en la cuenta de quien se trataba la más esbelta de las tres. La princesa Keira, mujer bien conocida en las islas por su carácter y tenacidad. Desconocía a la que se mostró ya beoda desde tan temprano, le pareció hermosa a su modo si se le quitara aquella botella de las manos y echase un cubo de agua en la cabeza.
En sus oídos rechinó la palabra "Capitán perdido", arqueó una ceja discretamente al oir aquél término para referirse a él tratando de no mostrar incomodidad en su expresión. Era el cabeza de su casa, no un capitán de navío de su flota de hierro, no quiso dar demasiadas vueltas a la confusión que con seguridad no había sido a propósito. Esta no se acuerda de mi mas que de la rendición, voy a parecer un idiota por plantarme aquí.
-Es agradable saber que os encontrais bien, fuerte y hermosa tras dar a luz como pregonan los marinos
Dibujó una sonrisa de amabilidad aunque parecía que le dolía al hacerlo e inclinó la cabeza en una pequeña reverencia mostrando así sus respetos. Tanto a Keira como a la que bebía, cuyo nombre desconocía por el momento, saludó con un asentimiento serio y silencio. Harrald se había mostrado benevolente, su esposa mostraba simpatía en general y el resto de Greyjoys pensarían a cual peor sobre los suyos.
-Quizás no os acordéis de mi, pero tiempo atrás conversamos amigablemente alguna vez...asi que como buen vasallo que soy de vuestro señor esposo...- Miró a Keira aún con el mismo gesto con el que se había arrancado a hablar -....Y padre, aprovecho que tenía asuntos aquí en Pyke para traeros algo que disfrutareis vos más que cualquiera en la torre derruida que es ahora mi viejo hogar -
Dicho aquello ofreció desenvolviendo el envoltorio de tela que envolvía el paquete que sujetaba con la mano derecha, mostrando unos cuantos libros de diverso tamaño y grosor que por su aspecto habían sido castigados por el clima. Hizo un gesto para que uno de los dos que le acompañasen se acercara a leer la portada de uno de ellos, él no sabía leer y no quería hacer el ridículo como alguna vez lo había hecho. El hombre carraspeó retirándose el casco de metal que ocultaba una semicalvicie mientras entrecerraba los ojos para leer lo que ponía.
-La...la maldi-maldicion de Val...Valyria! si de Valyria...y los Ser..Seres de...del Mar!...el otro que queda es...Las Mar...mar...
Franmark irritado por la afirmación de que sabía leer apartó el libro de la vista del guerrero, manteniendo su sonrisita.
-La reina se hace una idea de lo que pone...y seguro que estas dos damas de hierro igual
En sus oídos rechinó la palabra "Capitán perdido", arqueó una ceja discretamente al oir aquél término para referirse a él tratando de no mostrar incomodidad en su expresión. Era el cabeza de su casa, no un capitán de navío de su flota de hierro, no quiso dar demasiadas vueltas a la confusión que con seguridad no había sido a propósito. Esta no se acuerda de mi mas que de la rendición, voy a parecer un idiota por plantarme aquí.
-Es agradable saber que os encontrais bien, fuerte y hermosa tras dar a luz como pregonan los marinos
Dibujó una sonrisa de amabilidad aunque parecía que le dolía al hacerlo e inclinó la cabeza en una pequeña reverencia mostrando así sus respetos. Tanto a Keira como a la que bebía, cuyo nombre desconocía por el momento, saludó con un asentimiento serio y silencio. Harrald se había mostrado benevolente, su esposa mostraba simpatía en general y el resto de Greyjoys pensarían a cual peor sobre los suyos.
-Quizás no os acordéis de mi, pero tiempo atrás conversamos amigablemente alguna vez...asi que como buen vasallo que soy de vuestro señor esposo...- Miró a Keira aún con el mismo gesto con el que se había arrancado a hablar -....Y padre, aprovecho que tenía asuntos aquí en Pyke para traeros algo que disfrutareis vos más que cualquiera en la torre derruida que es ahora mi viejo hogar -
Dicho aquello ofreció desenvolviendo el envoltorio de tela que envolvía el paquete que sujetaba con la mano derecha, mostrando unos cuantos libros de diverso tamaño y grosor que por su aspecto habían sido castigados por el clima. Hizo un gesto para que uno de los dos que le acompañasen se acercara a leer la portada de uno de ellos, él no sabía leer y no quería hacer el ridículo como alguna vez lo había hecho. El hombre carraspeó retirándose el casco de metal que ocultaba una semicalvicie mientras entrecerraba los ojos para leer lo que ponía.
-La...la maldi-maldicion de Val...Valyria! si de Valyria...y los Ser..Seres de...del Mar!...el otro que queda es...Las Mar...mar...
Franmark irritado por la afirmación de que sabía leer apartó el libro de la vista del guerrero, manteniendo su sonrisita.
-La reina se hace una idea de lo que pone...y seguro que estas dos damas de hierro igual
Franmark Volmark
Re: Sin motivo aparente {Libre}
La reina sonrió, el hombre estaba algo nervioso o tal vez disgustado,- os conozco, señor, no sería una mujer de esta casa si no conociera a cada uno de los hombres que se relacionan con ella, y os recuerdo. Es hora de que estas islas de unan, y agradezco que hayáis tenido el detalle de visitarnos.
La joven reina conocía perfectamente a cada uno de los participantes en las reuniones de los últimos meses y semanas, al menos este hombre era más agradable que Harlaw, aunque guerrero no parecía estar muy cercano a su esposo, de hecho se había movido en una especie de nadar y guardar la ropa, pero no había cometido el peor crimen de los piratas, atacar a los propios.
-Espero señor, que esta visita inaugure unos contactos fluidos entre nuestras casas, sois bien recibido, aunque vio, de reojo, las caras de sus tres acompañantes, y el gato, que estaba a la defensiva. También sus titubeos a la hora de entregarla los libros, había acertado de lleno con el presente, nada complacía más a la señora de Pike que un regalo de ese estilo, y más esos tratados que enriquecerían su famosa biblioteca. Tomó los libros con delicadeza, como si fueran joyas, la mujer no ocultó su satisfacción, estaban ajados, pero ella los mandaría restaurar y copiar. – Os haré unas copias nuevas, para vuestros archivos, son tres magnificas ejemplares. Estaba desando echar un vistazo a ese libro de los habitantes del mar, por si hablaba de cierto chipirón gigante.
Notó que era poco experto en la lectura, tenía que hablar con Harrald sobre ese asunto, eran muy valientes, aguerridos, pero necesitaban o aprender a leer o tener un hombre o mujer de confianza que evitara les engañaran si entraban en tierra firme.
- Disculpad mi falta de tacto, milord, nunca sabía que tratamiento debía dar a cada uno, no había caballeros en las isla ungidos, no eran exactamente lores, pero si capitanes de su barco, en general eran su barco y ellos, lo sabía por Keira, que era mas capitana que princesa, pero bueno probó el segundo tratamiento a ver si acertaba,- como os digo disculpad, seguidme, soy una anfitriona despistada, hizo una señal a varias doncellas que pululaban por ese recibidor. – Lisset, lleva mi arco a mi despacho, entregando el arma arcaica de tejo, para algunos mágica, para ella elaborada con esmero, con unas runas, que solo ella leía, en un dialecto lyseno.
-Andrea, ordena que el salón pequeño dispongan viandas, buena cerveza, vino, también sidra de miel, que nuestro huésped pueda degustar. La reina le tomó del antebrazo, para conducirlo, - en unos minutos estas habitaciones se llenaran de la protesta de mi hija, que tiene la misma paciencia de cualquier hombre de hierro, y os la presentaré, será tan terrible como su hermana, una de las mejores capitanas de las islas.
El corto camino que los separaba de la habitación fue interrumpido por varias personas de servicio con preguntas sobre la organización del día, de los normales incidentes, de su corte de pilluelos, de Ojitosrevueltos que había tallado un pequeño kraken par su hijita, cuando fuera capaz de jugar con tanto chisme, se tendrían que trasladar a una otra fortaleza mas grande. En el tiempo que llevaba en Pike, conocía a cada sirviente, cada artesano, pescador que pululaba por la fortaleza, incluso a sus familiares. La red de contactos la había fabricado con su saber dar puntadas, como decía Keira, que puta lysena más lista, nada se la escapaba y este hombre debía aliarse claramente con su esposo, cada barco, cada remo, cada par de ojos era importante, y se abría una nueva etapa
Según había comentado su casa había sufrido deterioros, suponía que durante la guerra civil. –Señor, es el momento de reconstruir, ser más fuerte, y prepararnos para conquistar nuevas tierras que nos hagan más poderosos, se paró en seco, clavó su mirada bicolor, hipnótica, -debemos estar más unidos que antes, si no hubiéramos estado divididos por rencillas absurdas, seríamos los señores del continente, hay más que suficientes tierras para todos y nuestros descendientes, Si pocos somos terribles, juntos somos invencibles, ¿no os parece, Señor?
La joven reina conocía perfectamente a cada uno de los participantes en las reuniones de los últimos meses y semanas, al menos este hombre era más agradable que Harlaw, aunque guerrero no parecía estar muy cercano a su esposo, de hecho se había movido en una especie de nadar y guardar la ropa, pero no había cometido el peor crimen de los piratas, atacar a los propios.
-Espero señor, que esta visita inaugure unos contactos fluidos entre nuestras casas, sois bien recibido, aunque vio, de reojo, las caras de sus tres acompañantes, y el gato, que estaba a la defensiva. También sus titubeos a la hora de entregarla los libros, había acertado de lleno con el presente, nada complacía más a la señora de Pike que un regalo de ese estilo, y más esos tratados que enriquecerían su famosa biblioteca. Tomó los libros con delicadeza, como si fueran joyas, la mujer no ocultó su satisfacción, estaban ajados, pero ella los mandaría restaurar y copiar. – Os haré unas copias nuevas, para vuestros archivos, son tres magnificas ejemplares. Estaba desando echar un vistazo a ese libro de los habitantes del mar, por si hablaba de cierto chipirón gigante.
Notó que era poco experto en la lectura, tenía que hablar con Harrald sobre ese asunto, eran muy valientes, aguerridos, pero necesitaban o aprender a leer o tener un hombre o mujer de confianza que evitara les engañaran si entraban en tierra firme.
- Disculpad mi falta de tacto, milord, nunca sabía que tratamiento debía dar a cada uno, no había caballeros en las isla ungidos, no eran exactamente lores, pero si capitanes de su barco, en general eran su barco y ellos, lo sabía por Keira, que era mas capitana que princesa, pero bueno probó el segundo tratamiento a ver si acertaba,- como os digo disculpad, seguidme, soy una anfitriona despistada, hizo una señal a varias doncellas que pululaban por ese recibidor. – Lisset, lleva mi arco a mi despacho, entregando el arma arcaica de tejo, para algunos mágica, para ella elaborada con esmero, con unas runas, que solo ella leía, en un dialecto lyseno.
-Andrea, ordena que el salón pequeño dispongan viandas, buena cerveza, vino, también sidra de miel, que nuestro huésped pueda degustar. La reina le tomó del antebrazo, para conducirlo, - en unos minutos estas habitaciones se llenaran de la protesta de mi hija, que tiene la misma paciencia de cualquier hombre de hierro, y os la presentaré, será tan terrible como su hermana, una de las mejores capitanas de las islas.
El corto camino que los separaba de la habitación fue interrumpido por varias personas de servicio con preguntas sobre la organización del día, de los normales incidentes, de su corte de pilluelos, de Ojitosrevueltos que había tallado un pequeño kraken par su hijita, cuando fuera capaz de jugar con tanto chisme, se tendrían que trasladar a una otra fortaleza mas grande. En el tiempo que llevaba en Pike, conocía a cada sirviente, cada artesano, pescador que pululaba por la fortaleza, incluso a sus familiares. La red de contactos la había fabricado con su saber dar puntadas, como decía Keira, que puta lysena más lista, nada se la escapaba y este hombre debía aliarse claramente con su esposo, cada barco, cada remo, cada par de ojos era importante, y se abría una nueva etapa
Según había comentado su casa había sufrido deterioros, suponía que durante la guerra civil. –Señor, es el momento de reconstruir, ser más fuerte, y prepararnos para conquistar nuevas tierras que nos hagan más poderosos, se paró en seco, clavó su mirada bicolor, hipnótica, -debemos estar más unidos que antes, si no hubiéramos estado divididos por rencillas absurdas, seríamos los señores del continente, hay más que suficientes tierras para todos y nuestros descendientes, Si pocos somos terribles, juntos somos invencibles, ¿no os parece, Señor?
Shiera Greyjoy- Nobleza
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