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Este foro está basado en la saga de George R.R. Martin titulada "Canción de Hielo y Fuego", además sacamos contenido de diversas webs relacionadas como Asshai.com o de Hielo y Fuego Wikia. También traducimos expresamente artículos relacionados de Westeros.org para utilizarlos en Valar Morghulis. Los gráficos, plantillas, reglas y personajes cannon fueron creados por los miembros del Staff por lo que poseemos derechos reservados. No intentes plagiar o tomar algo sin habernos notificado o nos veremos forzados a tomar las medidas necesarias y a efectuar las denuncias correspondientes a Foroactivo.
Aegor Ríos
2 participantes
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Aegor Ríos
Personaje escogido: Aegor Rios, Aceroamargo
Razón de la elección; uno de los mejore personajes del pasado de Poniente. Fundador de la compañía mercenaria mas famosa, devoto hermano, amante despechado y herido trágicamente por su otro medio hermano.
¿Se puede pedir más
Casting
-Vete –gruño Aegor a la mujer que había compartido la cama con él y que acababa de despertarse con las primeras luces del nuevo día.
La mujer, la joven más bien, se incorporó aún somnolienta antes de mirarlo a los ojos. Un mechón de pelo cayó sobre uno de ellos y ella se lo apartó con un despreocupado gesto de la mano. Intentó besarle pero Aegor apartó el rostro.
-¿Qué has dicho? –le pregunto ella en un murmullo –no te he oído –intentó besarle de nuevo pero él volvió a retirar el rostro.
-He dicho que te vayas –esta vez lo oyó. Lo miró furiosa –He terminado contigo, mujer.
Se levantó de la cama visiblemente enfadada y se apresuró a recoger su ropa del suelo, dispersa por el cuarto fruto de la pasión de la noche anterior y de la que apenas quedaban rescoldos en el amanecer, sin molestarse siquiera en cubrir su desnudez. Se puso el vestido a toda prisa sin darse cuenta de lo que lo hacía al revés. Se encaminó a la puerta, deteniéndose un instante para volverse con rabia en su mirada.
-Sois un bastardo –lo acusó
Otro hombre la habría maldecido. La habría golpeado. Otro se habría echado a reír ante lo irónico y acertado de sus palabras. Aegor Ríos, Aceroamargo, se limitó a mirarla unos instantes en silencio con sus ojos purpuras fijos en su rostro.
-Y tú, una puta. Ahora, lárgate.
La joven obedeció despidiéndose de su amante fortuito con un portazo que a buen seguro despertaría a todo el mundo que aún permaneciese durmiendo.
Por un breve instante se sintió molesto consigo mismo. Ella no tenía la culpa de nada. No podía culparla por no ser la mujer que él quería. No podía enfadarse por no ser su medio hermana.
La había visto por primera vez el día anterior, momentos antes de irse a dormir. En ese instante le pareció que se asemejaba a su hermanastra.
De inmediato quiso hacerla suya.
No le resulto muy difícil. Un par de palabras amables susurradas al oído sumadas a que sabía quién era él fueron más que suficientes para que la joven, de la que no sabía ni su nombre, le siguiese escaleras arriba.
Había disfrutado con ella buena parte de la noche, era una amante entregada y lo deseaba tanto como él, pero al despertar, Aegor se había sentido engañado. Las semejanzas que había visto se habían difuminado al despertar.
Los cabellos que veía platinos eran en realidad de un tono pajizo. Los ojos de un azul brillante, resultaron acuosos, vacíos. Y su belleza palidecía en comparación con Shiera Seaster.
Como todas, estúpido.
La joven era muy hermosa, eso no podía negarlo. Pero él anhelaba la luna y ella no dejaba de ser un pálido reflejo en el agua.
Una llamada a la puerta le distrajo de sus pensamientos
-Mi señor, el rey os espera –anunció la voz de un escudero
-Di a mi hermano que iré en un momento –Rey, no aún no. Pero todo llegaría.
Tenía que vestirse. No podía presentarse ante Aemon desnudo. Se puso los calzones antes de levantarse para buscar un jubón limpio que ponerse encima. Se decidió por uno que le había regalado su madre, Lady Barba Bracken, tiempo atrás con el caballo alado que era su emblema. El semental era rojo en honor a la Casa de su señora madre, pero las alas se asemejaban a las de un dragón y despedía fuego de sus ollares, un recuerdo de su padre.
Se aproximó a una ventana para observar el bullicio que reinaba en el exterior. Cientos de hombres se extendian hasta donde alcanzaba su vista se despertaban con las luces del alba. Todos habían acudido a reunirse bajo el estandarte de su hermanastro.
Era el momento de Daemon. El tiempo del Dragón Rojo en Poniente había tocado a su fin, era hora de que el dragón negro ondease en Desembarco del Rey. El rey Aegon IV había legitimado a su hijo para que él heredase el Trono de Hierro, por eso le había entregado Fuegoscuro, la espada de acero valyrio que Aegon el Conquistador había empuñado al llegar a Poniente.
Los seguidores de su medio hermano se repetían a si mismo esas consignas una y otra vez como si intentasen convencerse a si mismos de lo que hacían. Aegor compartía su opinión hasta cierto punto. Era innegable que Daemon era un rey, quizá no por derecho, pero sí por comportamiento.
Sabía ganarse apoyos tanto por sus actos como con sus palabras. Cada movimiento, cada gesto, cada acción era propia de un rey. Y todos consideraban que sería mejor rey que Daeron Targaryen, el segundo de su nombre.
Daeron el Bueno se sienta en el Trono de Hierro, pero todos dicen que es Cuervo de Sangre quien gobierna en su lugar
Ese era el motivo real por el que Aegor lucharía junto a Daemon. Apreciaba a su hermano, creía en su causa, pero en el fondo sabía que él solo quería matar a su hermanastro Brynden.
Lo odiaba con todo su ser. Era todo lo opuesto a él. Intrigante, manipulador. Nunca daba la cara, como demostraba que prefiriese el arco a la espada.
Su madre había perdido el favor del rey tras ser remplazada por Missy Blackwood, con todo lo que eso conllevaba.
Brynden había tenido todo lo que él no
Y a Shiera
Eso era lo que más le enfurecía. Que su hermanastra hubiese compartido el lecho con ese malnacido. Algo que él anhelaba más que nada y que había visto rechazado una y otra vez.
Era una herida abierta que jamás cicatrizaría. Más sangrante que el hecho de que una Blackwood hubiese humillado a su madre a los ojos de los Siete Reinos.
Rezaba a los Siete para que le concediesen la oportunidad de cruzar su acero con Cuervo de Sangre para y enviar a ese albino al infierno más profundo.
Los Otros se lo lleven.
Terminó de vestirse. Abandonó la posada y miró al cielo.
Hacía un buen día para matar a su hermano.
Razón de la elección; uno de los mejore personajes del pasado de Poniente. Fundador de la compañía mercenaria mas famosa, devoto hermano, amante despechado y herido trágicamente por su otro medio hermano.
¿Se puede pedir más
Casting
-Vete –gruño Aegor a la mujer que había compartido la cama con él y que acababa de despertarse con las primeras luces del nuevo día.
La mujer, la joven más bien, se incorporó aún somnolienta antes de mirarlo a los ojos. Un mechón de pelo cayó sobre uno de ellos y ella se lo apartó con un despreocupado gesto de la mano. Intentó besarle pero Aegor apartó el rostro.
-¿Qué has dicho? –le pregunto ella en un murmullo –no te he oído –intentó besarle de nuevo pero él volvió a retirar el rostro.
-He dicho que te vayas –esta vez lo oyó. Lo miró furiosa –He terminado contigo, mujer.
Se levantó de la cama visiblemente enfadada y se apresuró a recoger su ropa del suelo, dispersa por el cuarto fruto de la pasión de la noche anterior y de la que apenas quedaban rescoldos en el amanecer, sin molestarse siquiera en cubrir su desnudez. Se puso el vestido a toda prisa sin darse cuenta de lo que lo hacía al revés. Se encaminó a la puerta, deteniéndose un instante para volverse con rabia en su mirada.
-Sois un bastardo –lo acusó
Otro hombre la habría maldecido. La habría golpeado. Otro se habría echado a reír ante lo irónico y acertado de sus palabras. Aegor Ríos, Aceroamargo, se limitó a mirarla unos instantes en silencio con sus ojos purpuras fijos en su rostro.
-Y tú, una puta. Ahora, lárgate.
La joven obedeció despidiéndose de su amante fortuito con un portazo que a buen seguro despertaría a todo el mundo que aún permaneciese durmiendo.
Por un breve instante se sintió molesto consigo mismo. Ella no tenía la culpa de nada. No podía culparla por no ser la mujer que él quería. No podía enfadarse por no ser su medio hermana.
La había visto por primera vez el día anterior, momentos antes de irse a dormir. En ese instante le pareció que se asemejaba a su hermanastra.
De inmediato quiso hacerla suya.
No le resulto muy difícil. Un par de palabras amables susurradas al oído sumadas a que sabía quién era él fueron más que suficientes para que la joven, de la que no sabía ni su nombre, le siguiese escaleras arriba.
Había disfrutado con ella buena parte de la noche, era una amante entregada y lo deseaba tanto como él, pero al despertar, Aegor se había sentido engañado. Las semejanzas que había visto se habían difuminado al despertar.
Los cabellos que veía platinos eran en realidad de un tono pajizo. Los ojos de un azul brillante, resultaron acuosos, vacíos. Y su belleza palidecía en comparación con Shiera Seaster.
Como todas, estúpido.
La joven era muy hermosa, eso no podía negarlo. Pero él anhelaba la luna y ella no dejaba de ser un pálido reflejo en el agua.
Una llamada a la puerta le distrajo de sus pensamientos
-Mi señor, el rey os espera –anunció la voz de un escudero
-Di a mi hermano que iré en un momento –Rey, no aún no. Pero todo llegaría.
Tenía que vestirse. No podía presentarse ante Aemon desnudo. Se puso los calzones antes de levantarse para buscar un jubón limpio que ponerse encima. Se decidió por uno que le había regalado su madre, Lady Barba Bracken, tiempo atrás con el caballo alado que era su emblema. El semental era rojo en honor a la Casa de su señora madre, pero las alas se asemejaban a las de un dragón y despedía fuego de sus ollares, un recuerdo de su padre.
Se aproximó a una ventana para observar el bullicio que reinaba en el exterior. Cientos de hombres se extendian hasta donde alcanzaba su vista se despertaban con las luces del alba. Todos habían acudido a reunirse bajo el estandarte de su hermanastro.
Era el momento de Daemon. El tiempo del Dragón Rojo en Poniente había tocado a su fin, era hora de que el dragón negro ondease en Desembarco del Rey. El rey Aegon IV había legitimado a su hijo para que él heredase el Trono de Hierro, por eso le había entregado Fuegoscuro, la espada de acero valyrio que Aegon el Conquistador había empuñado al llegar a Poniente.
Los seguidores de su medio hermano se repetían a si mismo esas consignas una y otra vez como si intentasen convencerse a si mismos de lo que hacían. Aegor compartía su opinión hasta cierto punto. Era innegable que Daemon era un rey, quizá no por derecho, pero sí por comportamiento.
Sabía ganarse apoyos tanto por sus actos como con sus palabras. Cada movimiento, cada gesto, cada acción era propia de un rey. Y todos consideraban que sería mejor rey que Daeron Targaryen, el segundo de su nombre.
Daeron el Bueno se sienta en el Trono de Hierro, pero todos dicen que es Cuervo de Sangre quien gobierna en su lugar
Ese era el motivo real por el que Aegor lucharía junto a Daemon. Apreciaba a su hermano, creía en su causa, pero en el fondo sabía que él solo quería matar a su hermanastro Brynden.
Lo odiaba con todo su ser. Era todo lo opuesto a él. Intrigante, manipulador. Nunca daba la cara, como demostraba que prefiriese el arco a la espada.
Su madre había perdido el favor del rey tras ser remplazada por Missy Blackwood, con todo lo que eso conllevaba.
Brynden había tenido todo lo que él no
Y a Shiera
Eso era lo que más le enfurecía. Que su hermanastra hubiese compartido el lecho con ese malnacido. Algo que él anhelaba más que nada y que había visto rechazado una y otra vez.
Era una herida abierta que jamás cicatrizaría. Más sangrante que el hecho de que una Blackwood hubiese humillado a su madre a los ojos de los Siete Reinos.
Rezaba a los Siete para que le concediesen la oportunidad de cruzar su acero con Cuervo de Sangre para y enviar a ese albino al infierno más profundo.
Los Otros se lo lleven.
Terminó de vestirse. Abandonó la posada y miró al cielo.
Hacía un buen día para matar a su hermano.
Aegor Ríos
Re: Aegor Ríos
¡Casting aceptado! pasa a hacer la ficha.
Por favor, cuida la ortografía, he echado de menos algunas tildes y expresiones que chirrían.
Brynden Ríos- Nobleza
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