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Diez dogales de sable en campo de plata
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Diez dogales de sable en campo de plata
Qusayra se llevó el indice a los labios dándole un par de mordiscos fruto de puro nerviosismo, escuchaba resonar en el interior de su cabeza el corazón que en el pecho guardaba, acelerado marcando también ese nerviosismo puro que la carcomía. Su mirada se paseaba de un lado a otro del amplio pasillo acabando siempre en la amplia puerta que daba al despecho de Harrald Greyjoy, rey de las islas del hierro. Desde que Fleance le explicara todo lo que sobre ella pasaba, su apellido, su historia... Que llevaba esperando, casi sin darse cuenta, aquel momento, su primo ya la presentaba como una más de la familia Myre, pero Qusayra era mucho más realista y sabía que aquello no se decidía de aquel modo. Lo había dejado todo en manos de su tío, ya tenía suficiente con ingeniar como no meter la pata en aquel encuentro, pues todo era decisión del rey, era él quien con su poder y entendimiento le daría su apellido si así lo creía conveniente. Tomó aire por la nariz, Fleance se retrasaba, no era algo por lo que fuera a echarle una charla o a quejarse, pero no la hacía feliz la idea de que aquella puerta se abriera y estar sola ante el rey pues ¿Que decir? Pyke había estado convulso, la guerra civil, los cambios, Harrald seguía siendo el rey pero los bandos diferentes seguían coleando en las mentes de todos los hombres del hierro, de sus mujeres y de los niños del lugar.
Qusayra había viajado para evitar encontrarse con ese conflicto cara a cara, de echo había llegado la noche anterior a las islas, y aún un poco desubicada no sabía siquiera si había decisiones firmes sobre el futuro de las tierras. Todo había sido apresurado, no había podido ni ir a ver a Harley, ni a Shiera, sus quehaceres como dama de compañía de la reina se estaban retrasando. El sonido del bastón contra el suelo hizo que ladeara el rostro para esbozar una amplia sonrisa, respiró tranquila por vez primera, que él estuviera a su lado lo hacía tomo más sencillo en parte por que podría delegar en su persona toda la tarea del hablar – Casi me da un infarto esperando – Pronunció al fin cuando lo tuvo frente a frente, en su voz no sonaba reproche ni enfado, tan solo nervios. Le temblaban las manos. Entre abrió los labios, esta vez para pronunciar un saludo o unos buenos días, pero el sonido de la puerta hizo que ladeara el rostro con presteza para observar a quien de ella salia. El rey había estado reunido hasta el momento, ahora era su turno y estaba asustada. Tragó saliva antes de observar a Fleance nuevamente y dar media vuelta para adentrarse en el despacho seguida de cerca del que era su tío. Cuando vio por vez primera al rey, tan de cerca, tan imponente, se vio obligada a tomar aire de nuevo para que su corazón no decidiera saltar del pecho y salir corriendo. Nunca había tratado con él, a fin de cuentas ¿Quien era Qusayra? Una esposa de sal, una dama de compañía y nada más.
Fleance saludó primero y Qusayra se limitó a imitarlo – Rey Harrald – Pronunció con un tono suave antes de acercarse – Es todo un honor conoceros al fin en persona y os agradezco que nos recibáis – Habló – Espero no os tomeí esto como una falta de respeto, o que me meto en asuntos que no son de mi incumbencia pero... ¿Como se encuentra vuestra esposa? ¿Y Harley? – Apretó los labios – Intenté escribir, pero la situación no ha sido propicia y me gustaría acallar mis inquietudes – No sabía bien si Harrald sabía algo de ella o era una cara más de las de Pyke. No sabía si conocía a las damas de compañía de su señora o si sabía de su tiempo como esposa de sal, y aunque dudaba si quiera que de ella hubiera escuchado algo, necesitaba preguntar por ellos.
Qusayra había viajado para evitar encontrarse con ese conflicto cara a cara, de echo había llegado la noche anterior a las islas, y aún un poco desubicada no sabía siquiera si había decisiones firmes sobre el futuro de las tierras. Todo había sido apresurado, no había podido ni ir a ver a Harley, ni a Shiera, sus quehaceres como dama de compañía de la reina se estaban retrasando. El sonido del bastón contra el suelo hizo que ladeara el rostro para esbozar una amplia sonrisa, respiró tranquila por vez primera, que él estuviera a su lado lo hacía tomo más sencillo en parte por que podría delegar en su persona toda la tarea del hablar – Casi me da un infarto esperando – Pronunció al fin cuando lo tuvo frente a frente, en su voz no sonaba reproche ni enfado, tan solo nervios. Le temblaban las manos. Entre abrió los labios, esta vez para pronunciar un saludo o unos buenos días, pero el sonido de la puerta hizo que ladeara el rostro con presteza para observar a quien de ella salia. El rey había estado reunido hasta el momento, ahora era su turno y estaba asustada. Tragó saliva antes de observar a Fleance nuevamente y dar media vuelta para adentrarse en el despacho seguida de cerca del que era su tío. Cuando vio por vez primera al rey, tan de cerca, tan imponente, se vio obligada a tomar aire de nuevo para que su corazón no decidiera saltar del pecho y salir corriendo. Nunca había tratado con él, a fin de cuentas ¿Quien era Qusayra? Una esposa de sal, una dama de compañía y nada más.
Fleance saludó primero y Qusayra se limitó a imitarlo – Rey Harrald – Pronunció con un tono suave antes de acercarse – Es todo un honor conoceros al fin en persona y os agradezco que nos recibáis – Habló – Espero no os tomeí esto como una falta de respeto, o que me meto en asuntos que no son de mi incumbencia pero... ¿Como se encuentra vuestra esposa? ¿Y Harley? – Apretó los labios – Intenté escribir, pero la situación no ha sido propicia y me gustaría acallar mis inquietudes – No sabía bien si Harrald sabía algo de ella o era una cara más de las de Pyke. No sabía si conocía a las damas de compañía de su señora o si sabía de su tiempo como esposa de sal, y aunque dudaba si quiera que de ella hubiera escuchado algo, necesitaba preguntar por ellos.
Qusayra Myre
Re: Diez dogales de sable en campo de plata
Por el Ahogado. Era más fácil dirigir su nación cuando estaban sumidos en una guerra civil que en tiempos de paz. Durante la paz la gente se acuerda de que tienen hambre. Se acomodan y se apoltronan. Ni hablar. Eran hombres del Hierro ¿que los hombres se aburren? Pues que se hagan a la mar con sus barcos? Por los salones del Ahogado, no era problema de Harrald si se aburrían sus guerreros. No iba a permitir que la criminalidad aumentara en sus tierras. para eso precisamente hacían los saqueos en el Continente, para no tener que soportarlo en sus tierras...
Pronto tendría que volver a lanzar a sus hombres al ataque, a la conquista.Había cerca de diez mil hombres y casi doscientos barcos en las Escudo de Hierro. Pronto tendría que ir allí. Más las tropas de los vencidos de la Liga de la Sal y las Suyas. Tendría que dividir de nuevo a las tropas para no reavivar viejas rencillas.
Lo bueno y malo al mismo tiempo de los hombres del Hierro es que olvidan muy rápido. Malo porque olvidan cuanto hayas hecho por ellos en cuanto algo más les distrae la mente. Bueno porque acababan olvidando también las ofensas con la misma rapidez. Esto último era cierto en parte, pues olvidaban rápido las ofensas si las causaban otros isleños que un rato después podía salvarles la vida, pero con los continentales... Una ofensa del Continente jamás era olvidada. De todas las casas de las Islas, los Greyjoy eran de lejos los más rencorosos. Eran casi los únicos que nunca olvidaban nada, ni afrentas ni favores. Tal vez por eso ahora Harrald fuera Rey.
Tras una larga y agotadora Reunión se dirigió a su sala del Trono. Su siervo le había informado de que Lord Myre estaba allí para verle. por lo visto tenía un asunto de legitimación y demás cosas aburridas que sólo podía hacer el Rey. Myre había ayudado mucho en la guerra, y había sido el maestro de sus hijos. Lo que no sabía era quien era la muchacha que le acompañaba cuando entró. Supuso que sería su bastarda o algo así. No estaba muy puesto en esos temas. Era Shiera la que se encargaba de los nombres y las cosas que no tuvieran que ver con la guerra. Cuando se sentó, parte de su armadura crujió levemente, como siempre. Soltó la espada del cinto y la apoyó contra el reposa brazos del trono.
-Lord Myre. Mi lady. - asintió saludándolos. De pronto la cara de la muchacha le resultó familiar. la había visto alguna vez por Pyke... Y había oído que era la mujer de su hijo... Si. Hasta le dijo a Shiera que buscara a la mujer de su hijo cuando lo creyó muerto... Que pequeño es el mundo.
La mujer hablaba mucho. No era noble aún y ya se comportaba como una. Bueno, al menos tenía confianza. Eso nunca es malo.
-Mi esposa se encuentra bien. Está cuidando a Thorey en Puerto Noble. O eso me ha dicho. Y Harley está bien. Creo que ya nos ha demostrado a todos que es un hombre difícil de matar. Justo como se espera de él.
Hizo una pausa para ir al grano, como siempre le gustaba a Harrald. La discusión innecesaria era algo que le desagradaba tanto como una puñalada en las costillas.
-Bien, Fleance y mi señora... - no recordaba su nombre- Habéis venido por un motivo. Exponed vuestros deseos ante el Trono de Piedramar y que el Ahogado esté de vuestra parte e ilumine mi juicio si es justa vuestra petición.
Carraspeó un poco antes de continuar con su pregunta final.
-¿Qué queréis?
Pronto tendría que volver a lanzar a sus hombres al ataque, a la conquista.Había cerca de diez mil hombres y casi doscientos barcos en las Escudo de Hierro. Pronto tendría que ir allí. Más las tropas de los vencidos de la Liga de la Sal y las Suyas. Tendría que dividir de nuevo a las tropas para no reavivar viejas rencillas.
Lo bueno y malo al mismo tiempo de los hombres del Hierro es que olvidan muy rápido. Malo porque olvidan cuanto hayas hecho por ellos en cuanto algo más les distrae la mente. Bueno porque acababan olvidando también las ofensas con la misma rapidez. Esto último era cierto en parte, pues olvidaban rápido las ofensas si las causaban otros isleños que un rato después podía salvarles la vida, pero con los continentales... Una ofensa del Continente jamás era olvidada. De todas las casas de las Islas, los Greyjoy eran de lejos los más rencorosos. Eran casi los únicos que nunca olvidaban nada, ni afrentas ni favores. Tal vez por eso ahora Harrald fuera Rey.
Tras una larga y agotadora Reunión se dirigió a su sala del Trono. Su siervo le había informado de que Lord Myre estaba allí para verle. por lo visto tenía un asunto de legitimación y demás cosas aburridas que sólo podía hacer el Rey. Myre había ayudado mucho en la guerra, y había sido el maestro de sus hijos. Lo que no sabía era quien era la muchacha que le acompañaba cuando entró. Supuso que sería su bastarda o algo así. No estaba muy puesto en esos temas. Era Shiera la que se encargaba de los nombres y las cosas que no tuvieran que ver con la guerra. Cuando se sentó, parte de su armadura crujió levemente, como siempre. Soltó la espada del cinto y la apoyó contra el reposa brazos del trono.
-Lord Myre. Mi lady. - asintió saludándolos. De pronto la cara de la muchacha le resultó familiar. la había visto alguna vez por Pyke... Y había oído que era la mujer de su hijo... Si. Hasta le dijo a Shiera que buscara a la mujer de su hijo cuando lo creyó muerto... Que pequeño es el mundo.
La mujer hablaba mucho. No era noble aún y ya se comportaba como una. Bueno, al menos tenía confianza. Eso nunca es malo.
-Mi esposa se encuentra bien. Está cuidando a Thorey en Puerto Noble. O eso me ha dicho. Y Harley está bien. Creo que ya nos ha demostrado a todos que es un hombre difícil de matar. Justo como se espera de él.
Hizo una pausa para ir al grano, como siempre le gustaba a Harrald. La discusión innecesaria era algo que le desagradaba tanto como una puñalada en las costillas.
-Bien, Fleance y mi señora... - no recordaba su nombre- Habéis venido por un motivo. Exponed vuestros deseos ante el Trono de Piedramar y que el Ahogado esté de vuestra parte e ilumine mi juicio si es justa vuestra petición.
Carraspeó un poco antes de continuar con su pregunta final.
-¿Qué queréis?
Harrald Greyjoy- Nobleza
Re: Diez dogales de sable en campo de plata
- Malditas escaleras. Refunfuñó por tercera vez. En sus pensamientos maldecía una y otra vez al constructor que tuvo la gran idea de disponer la sala del trono al final de una gran escalinata. Decir que su enojo procedía únicamente por el número de escalones que el sabio constructor de aquella fortaleza le regalaba cada vez que su señor le mandaba llamar, era una falacia, pues su impuntualidad tenía algo que ver. Fleance odiaba la impuntualidad. Tanto la suya propia como la de los demás. Su idea de llegar minutos antes para tranquilar a su sobrina perdida a la que con tanto empeño había buscado y por fin había encontrado se había truncado debido a ello.
Teniendo en cuenta que el rey tenía una reunión previa a la solicitada por el Intruso, llegar unos minutos tarde, no sería un problema a pesar de la hora acordada, pues era conocido los pequeños retrasos que tenían en lugar entre un encuentro y otro. Flenace había calculado que al menos tendría el tiempo suficiente para llegar a las puertas donde se celebraría la reunión y poder darle algunas palabras de aliento a la nuevo miembro de los Myre.
Cuando por fin logró llegar al final de las escalerillas, se apoyó a la pared de su lado derecho y, con su mirada puesta en el pavimento, suspiró tranquilo. Parecía que tanto tiempo en un sitial encargándose de las tareas de administración, gestión y estrategia de las islas escudo de hierro había oxidado su cuerpo. Los pequeños paseos por las costas de la antigua región del Dominio y sus viajes de una isla a otra para organizar de primera mano su gestión, no habían sido suficiente para mantenerlo en forma. Cuando alzó la vista al frente pudo reconocer la figura nerviosa y angustiada de Qusayra al final del angosto pasillo. Se podía reconocer en su temple el nerviosismo previo al acontecimiento que daría un vuelvo en su vida casi por completo.
Sonrió y recomponiendo su postura caballeresca, se acercó con ligereza hacia el lugar donde su sobrina le esperaba con impaciencia – Siento haberte hecho esperar – dijo con tono tierno a la vez que entusiasta antes de besar la frente de la lysena y tomar sus manos para tranquilizarla. Quiso hacerle recomendaciones que durante su paseo por los innumerables escalones había considerado pero antes de que pudiera pronunciar palabra alguna, las puertas que eran testigo de la espera de la lysena, se abrieron de par en par, dando lugar a la imagen imponente del rey sentando en su trono de piedramar. – Parece que el rey nos espera – dijo a modo de invitación. Con semblante serio, se dirigió a la habitación y con mirada cómplice hizo que la pequeña siguiera sus pasos.
- Mi rey – hizo una amplia reverencia – Os presento a Lady Qusayra de Lys, hija de Gerrald Myre, primer heredero de Bredon Myre – dijo a su alteza introduciendo a la doncella que le acompañaba. La presentación que hizo Fleance de Qusayra le permitió a la joven tomar la palabra… aunque sus palabras, o más bien preguntas, no eran las más apropiadas, al menos en ese momento, o quizás en ninguno. Por todos los lores de las islas era sabido que a Harrald le aburría toda conversación banal o cualquiera que tuviera un ápice de gestión y administración de papeles en algún momento del discurso. Seguramente la reunión que presidiría en esta ocasión le entusiasmaría tanto como las reuniones comerciales que disfrutaba con los continentales. El hecho de que la joven preguntase tantos datos, hizo recordar a Fleance lo mucho que Qusayra tenía que aprender todavía.
Inmediatamente después de que su rey le diera la palabra, Fleance expuso su alegato con total vehemencia - Necesitaría su ayuda y beneplácito para tratar la cuestión de la legitimización a favor de Qusayra como miembro de pleno derecho de la Casa Myre. – se dirigió hacia el trono y con sumo respeto le entregó unos cuantos escritos que momentos antes resguardaba en su antebrazo - Aquí dispongo de todo los documentos que la acreditan como tal: informes de la casa Myre, escritos de mi hermano Gerrald, una carta del maestre de Dorne… Esperaba que la información que aportaba ésta última, en el que reconocía a Qusayra como una de las pasajeras de “La Valiente” que fueron apresadas por su hijo, y que por tanto la convertiría más tarde en esposa de sal, degradándola en la posición feudal de las islas, fuese la clave para su reconocimiento como un miembro más de la casa Myre, con todos los derechos y deberes que dicho puesto exigía.
Teniendo en cuenta que el rey tenía una reunión previa a la solicitada por el Intruso, llegar unos minutos tarde, no sería un problema a pesar de la hora acordada, pues era conocido los pequeños retrasos que tenían en lugar entre un encuentro y otro. Flenace había calculado que al menos tendría el tiempo suficiente para llegar a las puertas donde se celebraría la reunión y poder darle algunas palabras de aliento a la nuevo miembro de los Myre.
Cuando por fin logró llegar al final de las escalerillas, se apoyó a la pared de su lado derecho y, con su mirada puesta en el pavimento, suspiró tranquilo. Parecía que tanto tiempo en un sitial encargándose de las tareas de administración, gestión y estrategia de las islas escudo de hierro había oxidado su cuerpo. Los pequeños paseos por las costas de la antigua región del Dominio y sus viajes de una isla a otra para organizar de primera mano su gestión, no habían sido suficiente para mantenerlo en forma. Cuando alzó la vista al frente pudo reconocer la figura nerviosa y angustiada de Qusayra al final del angosto pasillo. Se podía reconocer en su temple el nerviosismo previo al acontecimiento que daría un vuelvo en su vida casi por completo.
Sonrió y recomponiendo su postura caballeresca, se acercó con ligereza hacia el lugar donde su sobrina le esperaba con impaciencia – Siento haberte hecho esperar – dijo con tono tierno a la vez que entusiasta antes de besar la frente de la lysena y tomar sus manos para tranquilizarla. Quiso hacerle recomendaciones que durante su paseo por los innumerables escalones había considerado pero antes de que pudiera pronunciar palabra alguna, las puertas que eran testigo de la espera de la lysena, se abrieron de par en par, dando lugar a la imagen imponente del rey sentando en su trono de piedramar. – Parece que el rey nos espera – dijo a modo de invitación. Con semblante serio, se dirigió a la habitación y con mirada cómplice hizo que la pequeña siguiera sus pasos.
- Mi rey – hizo una amplia reverencia – Os presento a Lady Qusayra de Lys, hija de Gerrald Myre, primer heredero de Bredon Myre – dijo a su alteza introduciendo a la doncella que le acompañaba. La presentación que hizo Fleance de Qusayra le permitió a la joven tomar la palabra… aunque sus palabras, o más bien preguntas, no eran las más apropiadas, al menos en ese momento, o quizás en ninguno. Por todos los lores de las islas era sabido que a Harrald le aburría toda conversación banal o cualquiera que tuviera un ápice de gestión y administración de papeles en algún momento del discurso. Seguramente la reunión que presidiría en esta ocasión le entusiasmaría tanto como las reuniones comerciales que disfrutaba con los continentales. El hecho de que la joven preguntase tantos datos, hizo recordar a Fleance lo mucho que Qusayra tenía que aprender todavía.
Inmediatamente después de que su rey le diera la palabra, Fleance expuso su alegato con total vehemencia - Necesitaría su ayuda y beneplácito para tratar la cuestión de la legitimización a favor de Qusayra como miembro de pleno derecho de la Casa Myre. – se dirigió hacia el trono y con sumo respeto le entregó unos cuantos escritos que momentos antes resguardaba en su antebrazo - Aquí dispongo de todo los documentos que la acreditan como tal: informes de la casa Myre, escritos de mi hermano Gerrald, una carta del maestre de Dorne… Esperaba que la información que aportaba ésta última, en el que reconocía a Qusayra como una de las pasajeras de “La Valiente” que fueron apresadas por su hijo, y que por tanto la convertiría más tarde en esposa de sal, degradándola en la posición feudal de las islas, fuese la clave para su reconocimiento como un miembro más de la casa Myre, con todos los derechos y deberes que dicho puesto exigía.
Fleance Myre
Re: Diez dogales de sable en campo de plata
Tomó los documentos que le ofrecía Fleance. Ya podría haber sido algo más agradable de leer. Pero todo aquello eran conjeturas. Ató cabos a partir de las cartas de su hermano, coincidencias, nombres de barcos... podría bien ser ella la hija de los Myre si se tenía mucha esperanza y buena suerte, pero bien podría no serlo. Ser simplemente una muchacha que hubiera estado en el momento y lugar exacto.
-Fleance... todo esto es circunstancial... Si, estaba en el barco, si, podría ser tu sobrina. Pero también podría no serlo. ¿Cómo sabes que es ella? ¿Reconoces su rostro? ¿O reconoció ella el tuyo? ¿Fue ella quien te dijo quien era? ¿O era tu deseo por encontrarla tan grande que has visto en ella la posibilidad de que estuviera viva?
Harrald negó levemente. No podía legitimarla tan facilmente. No así como así. Si lo hiciera ¿Cuantos bastardos e hijos sin padre vendrían hasta Pyke reclamando un apellido por casualidades y pruebas circunstanciales? La muchacha podía ser una impostora, aunque fuera la amante de su hijo. Harley no era el más listo de los hombres, bien podía haberse dejado engañar por una cara bonita y unas buenas tetas, y ni siquiera Harley le dijo nada sobre la posibilidad de que la muchacha fuera una Myre.
-Normalmente no podría legitimar a alguien solo con lo que me das... pero dado que eres uno de mis comandantes y afirmas que la muchacha es de tu sangre, eso le facilitará las cosas. Si hubiera venido sola no hubiera tenido posibilidad alguna. Contigo aquí hablando por ella y como su aval... Podemos resolver esto como un pequeño favor. O eso, o traes alguna prueba de más peso. Una carta de tu hermano donde diga su nombre. Testigos de tu casa que la reconozcan por algo más que la cara...
Soltó un resuello de cansancio. Aquello era aburrido y tedioso. Esa era la parte mala de ser Rey... Aburrirse con cuestiones burocráticas cuando él en realidad era un guerrero.
-Fleance. Hijo de Bredon, de la casa Myre. ¿Afirmas por tu sangre y por tu vida y la de los tuyos, que la mujer que presentas ante mí es hija de tu hermano Gerrald, y por ende tu sobrina? ¿Lo juras por nuestro señor, el Dios Ahogado? ¿Y tú, Qusayra, la llamada de Lys, y pretendiente al apellido Myre ¿Juras por tus dioses ser quien dices ser y decir la verdad ante mi, vuestro rey y señor de las Islas del Hierro?
-Fleance... todo esto es circunstancial... Si, estaba en el barco, si, podría ser tu sobrina. Pero también podría no serlo. ¿Cómo sabes que es ella? ¿Reconoces su rostro? ¿O reconoció ella el tuyo? ¿Fue ella quien te dijo quien era? ¿O era tu deseo por encontrarla tan grande que has visto en ella la posibilidad de que estuviera viva?
Harrald negó levemente. No podía legitimarla tan facilmente. No así como así. Si lo hiciera ¿Cuantos bastardos e hijos sin padre vendrían hasta Pyke reclamando un apellido por casualidades y pruebas circunstanciales? La muchacha podía ser una impostora, aunque fuera la amante de su hijo. Harley no era el más listo de los hombres, bien podía haberse dejado engañar por una cara bonita y unas buenas tetas, y ni siquiera Harley le dijo nada sobre la posibilidad de que la muchacha fuera una Myre.
-Normalmente no podría legitimar a alguien solo con lo que me das... pero dado que eres uno de mis comandantes y afirmas que la muchacha es de tu sangre, eso le facilitará las cosas. Si hubiera venido sola no hubiera tenido posibilidad alguna. Contigo aquí hablando por ella y como su aval... Podemos resolver esto como un pequeño favor. O eso, o traes alguna prueba de más peso. Una carta de tu hermano donde diga su nombre. Testigos de tu casa que la reconozcan por algo más que la cara...
Soltó un resuello de cansancio. Aquello era aburrido y tedioso. Esa era la parte mala de ser Rey... Aburrirse con cuestiones burocráticas cuando él en realidad era un guerrero.
-Fleance. Hijo de Bredon, de la casa Myre. ¿Afirmas por tu sangre y por tu vida y la de los tuyos, que la mujer que presentas ante mí es hija de tu hermano Gerrald, y por ende tu sobrina? ¿Lo juras por nuestro señor, el Dios Ahogado? ¿Y tú, Qusayra, la llamada de Lys, y pretendiente al apellido Myre ¿Juras por tus dioses ser quien dices ser y decir la verdad ante mi, vuestro rey y señor de las Islas del Hierro?
Harrald Greyjoy- Nobleza
Re: Diez dogales de sable en campo de plata
- Pero… mi rey – Tragó saliva. – Son demasiadas coincidencias: nombres, lugares, historia… incluso detalles de la casa que nadie que no fuera un noble miembro de la casa Myre sabría. – Dijo con total seguridad en sus palabras, apartando cualquier resquicio de duda sobre todas ellas.
A pesar de las convicciones de Fleance, “razonadas” más por sus sentimientos que por su cerebro, sabía que Harrald tenía razón. Toda la documentación que había presentando ante su rey, eran solo suposiciones tras suposiciones que, enlazadas unas con otras, daban sentido al regreso de su sobrina perdida. Tal vez Harrald tuviera razón y, debido al deseo anhelado de encontrar a un miembro vivo de la familia de su hermano, había hecho que Lord Myre, viera la lógica donde no la había.
- Me temo que no puedo ofreceros más documentación o testimonio de lo que ya os he aportado en esos escritos, mi rey. Mi hermano era hombre de pocas palabras y en sus cartas aún menos, como ya habéis podido comprobar por vos mismo – Esbozó una tímida sonrisa. - Con respecto a los testigos… La chica nació en Lys y no viajó en ningún momento a las islas del hierro, por tanto, no tuvo ocasión alguna para mantener contacto con ningún miembro de la casa Myre ante de sus llegada a las islas a manos de Harley Pyke… - Dirigió su mirada al suelo – Parece que un pequeño favor a este humilde vasallo, es lo que lo único que puedo pediros ante tales circunstancias.
Parecía que su rey había decido, por lo que Lord Myre, se apresuró a jurar ante su señor- Yo, Fleance, hijo de Bredon, de la casa Myre, afirmo por mi sangre, por mi vida y la de los míos y ante el Dios Ahogado, que la mujer que presento ante mi rey, lord segador de Pyke, rey de sal y de la roca, rey de la corona de madera, de las islas del hierro y de las escudo de hierro y próximo rey de Poniente, que Qusayra de Lys es en realidad Qusayra Myre, hija de Gerrald, nieta de Bredon, perteneciente al noble linaje de la casa Myre.
A pesar de las convicciones de Fleance, “razonadas” más por sus sentimientos que por su cerebro, sabía que Harrald tenía razón. Toda la documentación que había presentando ante su rey, eran solo suposiciones tras suposiciones que, enlazadas unas con otras, daban sentido al regreso de su sobrina perdida. Tal vez Harrald tuviera razón y, debido al deseo anhelado de encontrar a un miembro vivo de la familia de su hermano, había hecho que Lord Myre, viera la lógica donde no la había.
- Me temo que no puedo ofreceros más documentación o testimonio de lo que ya os he aportado en esos escritos, mi rey. Mi hermano era hombre de pocas palabras y en sus cartas aún menos, como ya habéis podido comprobar por vos mismo – Esbozó una tímida sonrisa. - Con respecto a los testigos… La chica nació en Lys y no viajó en ningún momento a las islas del hierro, por tanto, no tuvo ocasión alguna para mantener contacto con ningún miembro de la casa Myre ante de sus llegada a las islas a manos de Harley Pyke… - Dirigió su mirada al suelo – Parece que un pequeño favor a este humilde vasallo, es lo que lo único que puedo pediros ante tales circunstancias.
Parecía que su rey había decido, por lo que Lord Myre, se apresuró a jurar ante su señor- Yo, Fleance, hijo de Bredon, de la casa Myre, afirmo por mi sangre, por mi vida y la de los míos y ante el Dios Ahogado, que la mujer que presento ante mi rey, lord segador de Pyke, rey de sal y de la roca, rey de la corona de madera, de las islas del hierro y de las escudo de hierro y próximo rey de Poniente, que Qusayra de Lys es en realidad Qusayra Myre, hija de Gerrald, nieta de Bredon, perteneciente al noble linaje de la casa Myre.
Fleance Myre
Re: Diez dogales de sable en campo de plata
- Aclaración:
- Se que el post llega super tarde, pero como le dije a Fleance, al postear vosotros dos a mi no me llegó aviso al correo de respuesta y ni me enteré. Posteo a modo de cierre y listo, no hay que darle más vueltas al tema.
Entendía de las vacilaciones del rey por que ella misma las había tenido. Vale, al principio se había dejado llevar por la euforia del momento, creer que de nuevo tendría una familia la hacía infinitamente feliz y era lo que necesitaba desde hacía largos años, también había tenido sus dudas pues muchos detalles eran historias que su padre le había contado sobre su hermano o viceversa. Era fe, era un palpito que los Myre tenían dentro que Fleance y Qusayra sentían y que no podía pedir a Harrald que entendiera por que era inútil y imposible, así que quedó las cosas en las manos de su tío. Como bien decía el rey, nada más podía realizar aquello si él se lo pedía como favor personal, y la lysena no le iba a pedir a su tío que accediera pues no lo consideraba de recibo ¿Por que tenía que cargar con ella si no estaba seguro? Las palabras del Lord, pidiendo aquel favor la hizo sonreír, por que ella tenía la seguridad de que era su tío, de que era el hombre de las historias de su padre y bueno, deseaba ser parte de la familia y recuperar esa estructura que no aprecias cuando la tienes pero que cuando la pierdes es la mayor de las torturas.
Las palabras de Harrald la hicieron enmudecer unos segundos, agradeció que su tío hablara, pues no sabía si podía ser ni tan cortés ni a que dios encomendarse cuando ninguno acababa de ser de su agrado. Tomó aire finalmente, si estaba allí, si todas esas casualidades se habían sucedido era por obra y gracia del ahogado o eso le dijo su mente, esa que siempre se había mostrado reacia a creer en nada, y le valió como aval – Y yo, Qusayra, la llamada de Lys, y pretendiente al apellido Myre, afirmó por mi sangre ante mi rey, lord segador de Pyke, rey de sal y de la roca, rey de la corona de madera, de las islas del hierro y de las escudo de hierro, y ante el Ahogado que digo la verdad y mis palabras son ciertas, soy la única hija de Gerrald Myre y por lo tanto parte del noble linaje que es la casa Myre – Dichas estas palabras Qusayra sintió como si un gran peso se le hubiera aliviado de la espalda ¿Libertad, tal vez?
Las palabras de Harrald la hicieron enmudecer unos segundos, agradeció que su tío hablara, pues no sabía si podía ser ni tan cortés ni a que dios encomendarse cuando ninguno acababa de ser de su agrado. Tomó aire finalmente, si estaba allí, si todas esas casualidades se habían sucedido era por obra y gracia del ahogado o eso le dijo su mente, esa que siempre se había mostrado reacia a creer en nada, y le valió como aval – Y yo, Qusayra, la llamada de Lys, y pretendiente al apellido Myre, afirmó por mi sangre ante mi rey, lord segador de Pyke, rey de sal y de la roca, rey de la corona de madera, de las islas del hierro y de las escudo de hierro, y ante el Ahogado que digo la verdad y mis palabras son ciertas, soy la única hija de Gerrald Myre y por lo tanto parte del noble linaje que es la casa Myre – Dichas estas palabras Qusayra sintió como si un gran peso se le hubiera aliviado de la espalda ¿Libertad, tal vez?
Qusayra Myre
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