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Casting para Anais Fuegoscuro
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Casting para Anais Fuegoscuro
Nombre del Cannon Elegido:Anais Fuegoscuro
¿Porque lo has elegido?: Me parece un personaje interesante. Aunque no parezca especialmente relevante, creo que tiene un trasfondo al que se le puede sacar mucho partido, además de que es una piedra angular en la alianza Fuegoscuro-Tyrell y aun sigue sin ocupar.
Casting:
Las velas hacían arder su rostro. Allí de rodillas, inclinada frente al altar de la Madre, empezaba a tener calor. Sus labios se movían recitando una fervorosa oración, la que todas las mañanas entonaba junto a sus doncellas... pero su mente estaba lejos de allí, junto a Daemon. La situación actual hacía muy difícil sus sesiones en el septo, y sin embargo eran cada vez más frecuentes. Pedía misericordia para sus hijos, que aún ni habían llegado a la veintena, eran demasiado jóvenes para verse involucrados en la nube de tormenta que lenta, pero constante, se cernía sobre sus cabezas. Y sin embargo, sabía que ambos querrían participar en el titánico proyecto de su padre, su sangre de dragón los hacía valerosos, entregados. Como su padre._ Dejadme un momento a solas, nos veremos en el castillo_ su susurro hizo eco en la cúpula del templo, derramándose como una cascada cristalina. El murmullo de las telas le hizo saber que se había quedado sola pocos segundos después. Cerró los ojos y entrelazó sus dedos. Daemon. Pedía... suplicaba a la Madre Celestial todos los días que le diese cabida en el seno de su protección, que le inspirase para ser un líder compasivo y amado por todos los suyos. Anaís tal vez no fuese guerrera, pero sabía lo que era estar al frente de un grupo, ¿Acaso no era la hermana de Lord Tyrell? ¿Hija del anterior señor del Dominio? Había vivido toda su vida contemplando gobernar a sus allegados, y gracias a ello se había elaborado una idea muy precisa de lo que un líder necesitaba para serlo. Ser temido era sin duda efectivo, pero era un arma de doble filo, pues en cualquier momento el valor hacía valiente a los cobardes y podía provocar una sublevación. En cambio, ser amado... “Si nuestras gentes aman a Daemon, tal vez llegue un día en el que pueda dormir tranquila”.
Salió del septo poco después, con una leve capa de seda sobre sus brazos para evitar esa brisa que enredaba su falda a los tobillos. La primavera se cernía sobre sus tierras, y el olor de la flora del Dominio llenaba de optimismo a la ahora dragona. Al llegar al patio de armas, se percató de una figura que se acercaba a ella con toda la prisa que sus viejos huesos le podían permitir. La cadena del maestre tintineó cuando se paró en seco, con un resoplido propio de un corcel anciano. _ Han llegado varios cuervos, mi señora, las misivas que enviasteis han recibido todas respuestas_ aquello hizo resplandecer los ojos de Anaís, inquieta. Hacía días que había enviado peticiones de audiencias o bien directamente de ayuda a recónditas Casas del Dominio, para que se pronunciasen ante la causa de su esposo. Incluso alguna había traspasado las fronteras del territorio de su hermano._Preparadme un carruaje, es posible que tenga que partir hoy mismo_ dijo al encargado de los establos. Si las respuestas eran positivas, tendría un largo itinerario que cumplir. Se agarró los bajos del vestido y se apresuró a subir las largas escalinatas hasta la torre del maestre, seguida por el hombre, que jadeaba disimuladamente para seguir el paso de la enérgica mujer. Las escaleras de caracol eran ligeramente empinadas, pero aquello no achantó la impaciencia de Anaís por leer su correspondencia. Daemon era carismático, pero la ayuda de la pluma de su mujer nunca estaba de más, había sido criada como dama Tyrell, desde pequeña había sido enviada a todas y cada una de las fortalezas de la región para ser conocida por todos los que un día serían vasallos de su hermano. Hasta que fue unida al Fuegoscuro, acompañó a Lord Tyrell en sus visitas a las Casas vasallas, siendo ahora reconocida y, hasta cierto punto, respetada como diplomática.
De repente paró en seco, por suerte el maestre luchaba contra los peldaños un poco más abajo. La estrecha ventana que servía como respiradero a la escalera le permitió ver un grupo de soldados a caballo que se acercaban a paso tranquilo hacia la puerta de entrada. Tan pronto como se detuvo volvió a emprender el camino, esta vez descendiendo todo lo que había escaldo. El anciano quedó sorprendido de su cambio de rumbo, señalando vagamente hacia arriba_ Pero.. mi señora, los cuervos..._la voz de Anaís, pues ella había desparecido de su vista, le respondió_Más tarde, ahora debo recibir a nuestros hombres_. Corrió por la galería y, poco antes de llegar al patio central, redujo su ritmo a un andar pausado y elegante, respirando agitada para calmar su respiración y alisando su vestido para disimular su carrera. Acomodó un mechón que se había salido del aro metálico que ceñía su frente, y mostró una cálida sonrisa a los recién llegados. A la cabeza del grupo, un hombre de ancha envergadura y frondosa cabellera valyria atrajo toda la atención de Lady Fuegoscuro _Mi señor, que alivio teneros de nuevo en casa_ inclinó la cabeza frente a sus seguidores, pero por poco tiempo. Los ojos de Daemon eran algo difícil de evitar.
¿Porque lo has elegido?: Me parece un personaje interesante. Aunque no parezca especialmente relevante, creo que tiene un trasfondo al que se le puede sacar mucho partido, además de que es una piedra angular en la alianza Fuegoscuro-Tyrell y aun sigue sin ocupar.
Casting:
Las velas hacían arder su rostro. Allí de rodillas, inclinada frente al altar de la Madre, empezaba a tener calor. Sus labios se movían recitando una fervorosa oración, la que todas las mañanas entonaba junto a sus doncellas... pero su mente estaba lejos de allí, junto a Daemon. La situación actual hacía muy difícil sus sesiones en el septo, y sin embargo eran cada vez más frecuentes. Pedía misericordia para sus hijos, que aún ni habían llegado a la veintena, eran demasiado jóvenes para verse involucrados en la nube de tormenta que lenta, pero constante, se cernía sobre sus cabezas. Y sin embargo, sabía que ambos querrían participar en el titánico proyecto de su padre, su sangre de dragón los hacía valerosos, entregados. Como su padre._ Dejadme un momento a solas, nos veremos en el castillo_ su susurro hizo eco en la cúpula del templo, derramándose como una cascada cristalina. El murmullo de las telas le hizo saber que se había quedado sola pocos segundos después. Cerró los ojos y entrelazó sus dedos. Daemon. Pedía... suplicaba a la Madre Celestial todos los días que le diese cabida en el seno de su protección, que le inspirase para ser un líder compasivo y amado por todos los suyos. Anaís tal vez no fuese guerrera, pero sabía lo que era estar al frente de un grupo, ¿Acaso no era la hermana de Lord Tyrell? ¿Hija del anterior señor del Dominio? Había vivido toda su vida contemplando gobernar a sus allegados, y gracias a ello se había elaborado una idea muy precisa de lo que un líder necesitaba para serlo. Ser temido era sin duda efectivo, pero era un arma de doble filo, pues en cualquier momento el valor hacía valiente a los cobardes y podía provocar una sublevación. En cambio, ser amado... “Si nuestras gentes aman a Daemon, tal vez llegue un día en el que pueda dormir tranquila”.
Salió del septo poco después, con una leve capa de seda sobre sus brazos para evitar esa brisa que enredaba su falda a los tobillos. La primavera se cernía sobre sus tierras, y el olor de la flora del Dominio llenaba de optimismo a la ahora dragona. Al llegar al patio de armas, se percató de una figura que se acercaba a ella con toda la prisa que sus viejos huesos le podían permitir. La cadena del maestre tintineó cuando se paró en seco, con un resoplido propio de un corcel anciano. _ Han llegado varios cuervos, mi señora, las misivas que enviasteis han recibido todas respuestas_ aquello hizo resplandecer los ojos de Anaís, inquieta. Hacía días que había enviado peticiones de audiencias o bien directamente de ayuda a recónditas Casas del Dominio, para que se pronunciasen ante la causa de su esposo. Incluso alguna había traspasado las fronteras del territorio de su hermano._Preparadme un carruaje, es posible que tenga que partir hoy mismo_ dijo al encargado de los establos. Si las respuestas eran positivas, tendría un largo itinerario que cumplir. Se agarró los bajos del vestido y se apresuró a subir las largas escalinatas hasta la torre del maestre, seguida por el hombre, que jadeaba disimuladamente para seguir el paso de la enérgica mujer. Las escaleras de caracol eran ligeramente empinadas, pero aquello no achantó la impaciencia de Anaís por leer su correspondencia. Daemon era carismático, pero la ayuda de la pluma de su mujer nunca estaba de más, había sido criada como dama Tyrell, desde pequeña había sido enviada a todas y cada una de las fortalezas de la región para ser conocida por todos los que un día serían vasallos de su hermano. Hasta que fue unida al Fuegoscuro, acompañó a Lord Tyrell en sus visitas a las Casas vasallas, siendo ahora reconocida y, hasta cierto punto, respetada como diplomática.
De repente paró en seco, por suerte el maestre luchaba contra los peldaños un poco más abajo. La estrecha ventana que servía como respiradero a la escalera le permitió ver un grupo de soldados a caballo que se acercaban a paso tranquilo hacia la puerta de entrada. Tan pronto como se detuvo volvió a emprender el camino, esta vez descendiendo todo lo que había escaldo. El anciano quedó sorprendido de su cambio de rumbo, señalando vagamente hacia arriba_ Pero.. mi señora, los cuervos..._la voz de Anaís, pues ella había desparecido de su vista, le respondió_Más tarde, ahora debo recibir a nuestros hombres_. Corrió por la galería y, poco antes de llegar al patio central, redujo su ritmo a un andar pausado y elegante, respirando agitada para calmar su respiración y alisando su vestido para disimular su carrera. Acomodó un mechón que se había salido del aro metálico que ceñía su frente, y mostró una cálida sonrisa a los recién llegados. A la cabeza del grupo, un hombre de ancha envergadura y frondosa cabellera valyria atrajo toda la atención de Lady Fuegoscuro _Mi señor, que alivio teneros de nuevo en casa_ inclinó la cabeza frente a sus seguidores, pero por poco tiempo. Los ojos de Daemon eran algo difícil de evitar.
Anaís Fuegoscuro- Nobleza
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