Cásting para Axel Greyjoy

por **Axel Greyjoy** Dom Oct 28, 2012 1:36 pm

Cabo Kráken, de madrugada. La niebla de la mañana se levantaba en un pueblucho de mala muerte, sin empalizada, apenas unas veinte casas de madera y adobe. Sus desprevenidos habitantes se despertaban cuando la Sonrisa de Hierro emergió de la niebla. Se enterró en la grava y su tripulación bajó del impresionante barcoluengo, con un mascarón de proa que representaba a una mujer, con algas en el pelo y la barba con una sonrisa de oreja a oreja: Literalmente, tenía los labios abiertos a cuchillo.

Nada más hacerlo, los duros hombres del hierro cargaron contra su gente, que huyó en desbandada: Los hombres corrieron a por las rudimentarias armas que su pobreza les hubiera permitido y las mujeres trataban de salvar a sus retoños, huyendo hacia el bosque. Yo estaba aún en la proa, observando el ataque en silencio antes de saltar. Me puse el yelmo y desenvainé mi espada; no usaba escudo alguno. Sonreí al dar con un pastor, que enarbolaba una vieja guadaña hasta mí, y tras partir de un tajo el mango de madera de ésta, partiéndola, giré para abrir de un tajo el estómago del desdichado, que esparció sus intestinos humeantes por el cielo; dejé que tratara de recolocarlos, ya llenos de tierra. Miré a mi alrededor; ya habían empezado a saquear y quemar las chozas. Las mujeres no habían tenido tiempo de huir, o al menos casi todas ellas, y los hombres habían muerto en seguida. Tras limpiar la espada en el jubón del moribundo, con los labios fruncidos, envainé y comencé a mirar a los supervivientes.

- No, no puede ser, no es esta...- Mis labios temblaron y gemí, tirando el casco hacia una de las mujeres, una fea pelirroja con los dientes torcidos. Me pasé una mano por la frente, retirando el pelo de ella, y me llevé la otra a la barbilla, pensativo. Pasé por la fila de supervivientes: Un viejo abrazado a su mujer, mirándome con el desafío de quien no tiene que perder, una mujer joven y voluptuosa, con las mejillas anegadas de lágrimas, una madre que balbuceaba por sus hijos... Me detuve frente a ésta y la miré fijamente. No se parecía en nada a Keira... ¿El Ahogado no me había dicho la verdad en mis sueños o yo lo había malinterpretado...? Miré a una de sus hijas, abriendo mucho los ojos. Reí de pronto y asentí.- ¡Esta, es esta!- A un asentimiento mío, uno de mis hombres clavó su hacha en el cuello de la madre antes de que otro cargara a sus hijos a hombros.- El resto son para vosotros. Habéis hecho un buen trabajo.- Miré a mi contramaestre, indicándole con un gesto convenido que no habría supervivientes.

Recogí el yelmo de la cara de la mujer de antes, en la cual se había hundido y tuve la deferencia de darle el don de la piedad. Habría sobrevivido, pero ya era fea antes de que le desfigurase el rostro... Clavé una daga entre las costillas y tras limpiarla de nuevo gruñí, llevándome de nuevo las manos a la cabeza. Caí de espaldas tras dar un par de pasos tambaleantes hacia atrás, con los ojos muy abiertos. Pero yo ya no estaba allí...

Las olas rompían contra mi cara, pero me movía a su misma altura. Veía la tierra antes de que otra rompiera contra mí, empañando mis ojos, que sin embargo no escocían. Mis ojos estaban acostumbrados al agua, ni parpadeaba cuando las olas los anegaban. No necesitaba salir a respirar... Las tierras que veía eran rojas, pero pronto ennegrecieron, calcinadas por el fuego de un dragón de cuatro colores. Otro dragón, de las mismas características que él, pero colores distintos, más grande, se ocupaba, mucho más lejos, de carroñar la carne de otro, más grande... Huí, aún viéndolo todo, bajo el agua, donde un kraken gris extendía sus tentáculos a tierra, donde un enorme león dorado le abatía, mordiendo sus tentáculos mientras otro, más joven, crecía comiendo peces. Emergí del sueño con la misma violencia que siempre, llevando mi mano a la daga con que había matado a la mujer, confuso.

- ¿Qué has visto?- Preguntó Aygon, el Hombre Ahogado de mi tripulación. Creía más que yo en mi causa y mi don, y esperaba que así siguiera siendo.- Tenemos que irnos. A... Ahogad a los supervivientes y quemadlos en la plaza... Matad también a la cría que secuestramos; el chaval nos será útil en el futuro.- La niña tenía ocho años, pero el niño apenas cuatro; olvidaría lo sucedido y nos serviría en el futuro como guerrero, al contrario que la niña, por la que había perdido el apetito al despertar. Pedí vino con agua de mar; era lo único que calmaba el flagelante dolor de cabeza tras mis visiones, y traté de no dormir mientras mis hombres ejecutaban mis órdenes. Tras el cese del último de los gritos agonizantes y el chapoteo, el del fuego fue reconfortante. Lo miré desde mi banco en la Sonrisa, comiendo con lentitud un cangrejo guisado medio frío. No contaría aún mi sueño, pero si el Ahogado me había hecho ir a ese lugar para enviarme sus visiones, no debía tomarlo a la ligera en el futuro... Suspiré, devolviendo el cangrejo al mar, y me retiré a mi camarote.

por Orson Baratheon. Dom Oct 28, 2012 2:57 pm

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