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Casting Haegon Fuegoscuro
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Casting Haegon Fuegoscuro
Solicitud de personaje: Haegon Targaryen
Motivos de la solicitud: Amo a los tullidos, los bastardos y las cosas rotas, supongo que también a las ovejas negras de la familia.
La biblioteca estaba oscura. Apenas una vela seguía encendida en la amplia sala situada en el castillo de Altojardín. La puerta estaba abierta, como de costumbre y el joven seguía ensimismado en el estudio. El chico era bello eso era innegable: Tras esos desaliñados pelos, la barba de tres días, ropa llena de tinta y una mano completamente llena de tinta se encontraban los rasgos inequívocos de la mezcla del dragón y la rosa.
Sobre la mesa habían reposado decenas de libros, pero los únicos que se mantenían era " Poesía desde el verano" y " Tratado sobre herbología de un viajero" Ninguno de ellos llamaba su atención en esos momentos pues escribía sobre un papel en blanco. Tanto se parecían los gemelos en el físico como los otros dos hijos de Daemon con la pluma. Si bien uno cantaba, el otro hacía brotar de su pluma bellísimos poemas que causaban el deleite de la corte. En esos momentos, el joven dragón estaba completamente embelesado en uno. Tachaba y mascullaba entre dientes, mientras poco a poco un par de versos cogían forma. La pluma se le deslizó de los dedos. Haegon golpeó con rabia la mesa antes de recogerla y tras esto la metió en el tintero de nuevo y continuó su tarea. Un golpecito en el hombre le sobresaltó. Se relajó visiblemente al ver a uno de sus fieles criados.
- Menos mal que no tuve que recurrir a la espada, ni a la daga de la bota, ni la que está atada al pecho- pensó visiblemente aliviado.
-Ha llegado la hora señor- murmuró el sirviete en voz baja, como si fuera a molestar a alguien en la biblioteca a esas horas de la noche.
- ¿Ya es la hora del lobo?- Protestó Haegon visiblemente sorprendido por la velocidad con la que se le había pasado el tiempo- Supongo que no te equivocarás en eso,así que espera un momento y nos iremos.
Haegon tachó lo que estaba escribiendo y se sacudió el polvo. Guardó el libro de poesía mientras entregaba el otro a su criado mientras añadía- Continuaré al llegar a mi habitación.
Caminaron por los pasillos vacíos, donde el mínimo ruido hacía erizarse los vellos de ambos. Haegon avanzabacon la mano apretada a su espada corta, en los interiores oscuros, si se veía involucrado por cualquier conspiración sería mucho más útil que una espada larga. Salieron del castillo en dirección a un punto familiar en la ciudad hasta el cual tardarían unos minutos.
Haegon sabía que ese criado particularmente odiaba las noches en vela pero confiaba más en su lealtad que en la de cualquier otro de los hombres que le servían y debía llevarlo. Era el único que no le cubría de adulaciones, mas era franco aunque a veces demasiado. Pese al aprecio que sentía por él tarde o temprano tendría que buscarse a un compañero. Gawen estaba como una doncella el día de su boda y no parecía que pudiera hacer nada para relajarlo.
- Estoy harto de decírselo mi señor. Traiga el arco a sus salidas, es más hábil con él que con una espada y usted no. Una espada corta y un hacha de mano. ¿De qué nos servirán si nos encuentra una buena panda de matones?
- Mientras tenso el arco a ti ya te habrían cortado la garganta buen amigo, las espadas largas son demasiados pesadas para mí y por tanto demasiado lentas... además en un callejón nada hay más útil que una espada corta, pues la larga no tiene espacio. Y si se le ocurre alguna réplica, callatela. Mis armas no te parecerán útil, pero al menos no llamaran la atención.
Finalmente se acercaron al jardín. A Haegon le era imposible no reflejar su sangre Tyrell cuando entraba en contacto con la naturaleza y se llevó una rosa a la nariz. Amaba las flores y las plantas en general, odiaba estar en un lugar que careciera de ellas. Incluso en la biblioteca se hacía llevar un jarrón con agua y rosas para perfumar la estancia y facilitar que brotara tinta de su pluma.
Retiró de su mano la rosa y miró al horizonte, en una discreta esquina le esperaba el motivo de su visita a tal hora. Se acercó a la rechoncha figura tras indicar por gestos al chico que le esperara.
- La noche es oscura- murmuró mientras se acercaba.
- Y está llena de terrores- contestó el sacerdote rojo- Sabía que llegarías tarde joven Haegon. ¿Qué te entretuvo hoy?
- Hay plantas que hacen que la sangre se coagule y evitan sangrar durante cierto periodo de tiempo sin ser perjudiciales. Me pareció interesante para aplicarlo al tratado de hemorragias.
- Tú y tu obsesión con la vida buen señor. R'llor nos llamará a su lado cuando sea el momento.
- Puede que me haya infundido la habilidad necesaria para impedir que algunas almas sean llamadas antes de tiempo.
- Veo que sigues queriendo saber más...- murmuró con una sonrisa tensa el sacerdote rojo.
Motivos de la solicitud: Amo a los tullidos, los bastardos y las cosas rotas, supongo que también a las ovejas negras de la familia.
La biblioteca estaba oscura. Apenas una vela seguía encendida en la amplia sala situada en el castillo de Altojardín. La puerta estaba abierta, como de costumbre y el joven seguía ensimismado en el estudio. El chico era bello eso era innegable: Tras esos desaliñados pelos, la barba de tres días, ropa llena de tinta y una mano completamente llena de tinta se encontraban los rasgos inequívocos de la mezcla del dragón y la rosa.
Sobre la mesa habían reposado decenas de libros, pero los únicos que se mantenían era " Poesía desde el verano" y " Tratado sobre herbología de un viajero" Ninguno de ellos llamaba su atención en esos momentos pues escribía sobre un papel en blanco. Tanto se parecían los gemelos en el físico como los otros dos hijos de Daemon con la pluma. Si bien uno cantaba, el otro hacía brotar de su pluma bellísimos poemas que causaban el deleite de la corte. En esos momentos, el joven dragón estaba completamente embelesado en uno. Tachaba y mascullaba entre dientes, mientras poco a poco un par de versos cogían forma. La pluma se le deslizó de los dedos. Haegon golpeó con rabia la mesa antes de recogerla y tras esto la metió en el tintero de nuevo y continuó su tarea. Un golpecito en el hombre le sobresaltó. Se relajó visiblemente al ver a uno de sus fieles criados.
- Menos mal que no tuve que recurrir a la espada, ni a la daga de la bota, ni la que está atada al pecho- pensó visiblemente aliviado.
-Ha llegado la hora señor- murmuró el sirviete en voz baja, como si fuera a molestar a alguien en la biblioteca a esas horas de la noche.
- ¿Ya es la hora del lobo?- Protestó Haegon visiblemente sorprendido por la velocidad con la que se le había pasado el tiempo- Supongo que no te equivocarás en eso,así que espera un momento y nos iremos.
Haegon tachó lo que estaba escribiendo y se sacudió el polvo. Guardó el libro de poesía mientras entregaba el otro a su criado mientras añadía- Continuaré al llegar a mi habitación.
Caminaron por los pasillos vacíos, donde el mínimo ruido hacía erizarse los vellos de ambos. Haegon avanzabacon la mano apretada a su espada corta, en los interiores oscuros, si se veía involucrado por cualquier conspiración sería mucho más útil que una espada larga. Salieron del castillo en dirección a un punto familiar en la ciudad hasta el cual tardarían unos minutos.
Haegon sabía que ese criado particularmente odiaba las noches en vela pero confiaba más en su lealtad que en la de cualquier otro de los hombres que le servían y debía llevarlo. Era el único que no le cubría de adulaciones, mas era franco aunque a veces demasiado. Pese al aprecio que sentía por él tarde o temprano tendría que buscarse a un compañero. Gawen estaba como una doncella el día de su boda y no parecía que pudiera hacer nada para relajarlo.
- Estoy harto de decírselo mi señor. Traiga el arco a sus salidas, es más hábil con él que con una espada y usted no. Una espada corta y un hacha de mano. ¿De qué nos servirán si nos encuentra una buena panda de matones?
- Mientras tenso el arco a ti ya te habrían cortado la garganta buen amigo, las espadas largas son demasiados pesadas para mí y por tanto demasiado lentas... además en un callejón nada hay más útil que una espada corta, pues la larga no tiene espacio. Y si se le ocurre alguna réplica, callatela. Mis armas no te parecerán útil, pero al menos no llamaran la atención.
Finalmente se acercaron al jardín. A Haegon le era imposible no reflejar su sangre Tyrell cuando entraba en contacto con la naturaleza y se llevó una rosa a la nariz. Amaba las flores y las plantas en general, odiaba estar en un lugar que careciera de ellas. Incluso en la biblioteca se hacía llevar un jarrón con agua y rosas para perfumar la estancia y facilitar que brotara tinta de su pluma.
Retiró de su mano la rosa y miró al horizonte, en una discreta esquina le esperaba el motivo de su visita a tal hora. Se acercó a la rechoncha figura tras indicar por gestos al chico que le esperara.
- La noche es oscura- murmuró mientras se acercaba.
- Y está llena de terrores- contestó el sacerdote rojo- Sabía que llegarías tarde joven Haegon. ¿Qué te entretuvo hoy?
- Hay plantas que hacen que la sangre se coagule y evitan sangrar durante cierto periodo de tiempo sin ser perjudiciales. Me pareció interesante para aplicarlo al tratado de hemorragias.
- Tú y tu obsesión con la vida buen señor. R'llor nos llamará a su lado cuando sea el momento.
- Puede que me haya infundido la habilidad necesaria para impedir que algunas almas sean llamadas antes de tiempo.
- Veo que sigues queriendo saber más...- murmuró con una sonrisa tensa el sacerdote rojo.
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