Casting: Daemon II Fuegoscuro (John el Violinista)

Personaje elegido: Daemon II Fuegoscuro (John el Violinista)

Razón de la elección: Bueno, recientemente leí la historia de Daemon, y me llamó mucho la atención. Me parece un personaje perfecto, al que se le pueden dar muchos matices, y me ilusiona la idea de llevarlo.

Casting:

Amanecía en torreón de Maegor, cuando Daemon abandonó sus aposentos. El joven últimamente estaba durmiendo poco, pero como no parecía afectar a su vitalidad, no se preocupaba por ello.
Tras pasar brevemente por las cocinas de la fortaleza Roja, para llevarse algo que desayunar, emprendió su paseo.
Llevaba varios días con la misma rutina, pero todavía no había sido descubierto. Se caló la capucha de su capa, y trató de pasar desapercibido entre los guardias de la casa Targaryen, no quería verse soprendido por ellos, ya que no tardarían en informar a su abuelo Aegon, quien sin duda alguna le regañaría, y si no fuera él, sería su padre...
Esperó a que dos guardias acabaran de pasar, antes de empezar a andar hasta la salida.
Salir de la fortaleza no suponía ningún problema, sólo había de esperar al cambio de guardia. Salir del torreón sin ser visto... eso era otra historia. Dos guardias reales debía evitar, uno a cada lado del puente. Era una labor demasiado complicada, sólo una vez lo había logrado, ante la dificultad, había tenido que encontrar otra forma. Una semana antes, había logrado convencer a su hermano mayor para que le cubriera, aunque no le había contado todo lo que hacía...
De esta forma, los capas blancas de turno le dejaban pasar, pues supuestamente únicamente se levantaba pronto para seguir con su entrenamiento. El joven quería aprovechar estos días antes de verse descubierto, pues algún día hablaría con Ser Vincent, su maestro de combate, y este negaría cualquier tipo de entrenamiento tan temprano...
De cualquier forma, el joven logró salir de la fortaleza, con su macuto al hombro, su capa raída, y sus ropas comunes, pasaba inadvertido entre todas las personas de la capital del reino, aunque había algo que le diferenciaba. En su mirada lucía un extraño brillo, una especie de felicidad por saberse entre gente que no lo trataba diferente, que no sabía quien era, que ni lo despreciaba, ni lo agasajaba. Una persona totalmente normal.
Primeramente, se encaminó a la Posada de Tom, era un establecimiento agradable, limpio, y todas las tardes se llenaba, entrando en la posada, se dirigió al mostrador.
Tom estaba fregando el suelo de la trastienda, pero en cuanto vio al joven, se dirigió a Daemon.
.- John, que bien que hayáis venido - dijo mientras traía un tazón de leche para el joven - ¿vendréis a tocar hoy? ¿A la mañana o a la noche?
El joven sonreía, nada le gustaba más que venir a tocar a la posada de Tom.
.- Os prometo que hoy vendré, pero tengo que cumplir primero mis labores. Si no vengo para la comida, vendré para la cena.
Y ambos, posadero y muchacho hablaron de cosas intrascendentes mientras el joven desayunaba.
Poco tiempo después, Daemon tuvo que despedirse, pues había de volver a la fortaleza, para llegar a sus lecciones de espada.
Corría hacia el patio de armas de la fortaleza roja, y entrando en ella junto a un hombre que había de llevar avena para los caballos, entró desapercibido. Una vez dentro, se deshizo de sus ropas comunes, y calzándose un jubón más adecuado para su condición.
Tomando un porte más noble, se encaminó al patio de armas, donde Ser Vicent le esperaba.
Tras dos horas de entrenamiento se dirigió al comedor del castillo, donde comió con el resto de sus hermanos.
Charlaron sobre sus respectivos entrenamientos, pero cuando sus hermanos mayores comenzaron a hablar de jóvenes doncellas, Daemon se levantó, y disculpándose, se ausentó.
Marchó a sus aposentos, y repitiendo las maniobras que había hecho por la mañana, dejó la fortaleza. Conocía todos los cambios de guardia, pero, mientras dejaba la fortaleza sin ser visto, como tantas otras veces, y en cómo entraba sin que nadie imaginara de quién se trataba, empezó a pensar la facilidad con la que un enemigo podía entrar en la fortaleza, pero era algo que no podía decir a su padre sin explicar el cómo lo sabía...
Agitando la cabeza para olvidar tales ideas, se encaminó de nuevo a la posada, aunque esta vez, junto a su macuto, portaba también un maletín. Estaba bastante gastado, pero no deseaba otro, no podría explicar cómo lo había conseguido a los parroquianos de la posada, con lo que cuando alguien trataba de comprarle algo más nuevo, el joven se negaba por motivos sentimentales.
Era lo que el maletín guardaba lo más importante, un violín perfectamente fabricado, al que tanto apreciaba, una parte de sí mismo.
Cuando entró en la posada, parecía que todos lo esperaban. Tras ir saludando a los más habituales, a los que conocía, se sentó en una mesa apartada.
Un bardo era muy querido por las posadas, pues si era bueno, la clientela aumentaba. Pero el joven siempre tocaba donde Tom, podía ir a otras, pero sólo tocaba con aquel hombre que tan bien le caía.
Pasada la media hora, cuando todos habían acabado de comer, Daemon, que ahí era conocido como John, se levantó, y sin decir palabra, tomó su violín, con el mismo cuidado como si de un bebé se tratara, y comenzó a tocar, con suavidad, sólo música, no cantaba. No era una canción conocida, muy pocos reconocerían las notas...
El silencio sólo era roto por la melodía, aunque hubiera letra, aunque alguien la recordara, nadie quería deshacer el momento. Tan bien tocaba Daemon, que consiguió emocionar a varios de los comensales.
Tras lo que debieron ser poco menos de diez minutos, pero que parecieron horas, Daemon acabó la canción, y tras una breve pausa, tiempo que dio para que su público se recuperara, tocó una pieza que todos conocían, y que todos cantaron: "El oso y la doncella".
Tras media hora tocando, y animando la posada, el joven tuvo que despedirse. Le esperaba otra sesión de entrenamiento, y había acordado cenar con sus hermanos y su señor padre, con lo que no quería llegar tarde.