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El lobo enjaulado, los venados y un jadín en mitad de la arena [Jenna Baratheon]
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El lobo enjaulado, los venados y un jadín en mitad de la arena [Jenna Baratheon]
Cada hora, minuto o segundo deseaba más que llegara la dichosa boda para partir de aquél infierno de sol, arena y malas caras. Los hombres que estaban con él ya sospechaban de su propia sombra. No había habido amenazas ni sospechas pero debía tratarse del fenómeno de aquella elevada temperatura en sus mentes de norteños. Empezaba a estar dispuesto a marcharse antes de la boda con tal de que aquella paranoia desapareciera de las mentes de esos hombres. al final serían tachados de cobardes y a eso si que no estaba dispuesto.
Aquella mañana se puso su ropa normal, sin peles ni capas aunque si más gruesa que la de aquellas tierras no era de piel, pero si de cuero, igual que las botas. al menos la camisa era más ligera y dejaba ver su pecho. Querían tratarlo como una fiera salvaje encerrado en aquella fortaleza sin comunicación ni tener a quién ver, entonces les llevaría la razón ya que no parecía que fuera capaz de hacer que entraran en razón era la hora de hacer que todas las suposiciones de los sureños sobre ellos fueran confirmadas.
Mientras avanzaba por los pasillos empezaba a pensar que su visita a estas tierras y la asistencia a la boda había sido un completo fracaso. La decisión de su hermano estaba mermando las posibilidades de la paz y aunque él era un guerrero no quería que la primavera fuera más sangrienta que el peligroso invierno que se alejaba y los sureños parecían no ver que aquella visita era para cercar sus relaciones con ellos y parecía que no funcionaba para nada. Ni bien ni mal, sólo no funcionaba. Tal vez nunca lo había hecho ni nunca lo haría ni lo había hecho.
Y cuando toda la ola de caos y destrucción parecía apoderarse de su cuerpo escuchó una sonrisa que parecía venir de uno de los pequeños y curiosos jardines internos que crecían en aquella torre en mitad de la ciudad del desierto. Fue un sonido tan claro y a la vez extraño en aquél lugar que el norteño no pudo evitar detenerse. Entró en aquél vergel entre la rocas de la edificación para ver cómo cerca de una fuente un nuño y una mujer joven jugaban en la privacidad que les daba el lugar a lanzarse agua entre ellos. Una pequeña risa escapó entre sus labios llamando la atención de los dos y provocando que enmudeciera al tener la mirada de la dama sobre él. algo que siempre ocurría cuando estaba ante presencia femenina que no le era conocido. Se inclinó con respeto y pensó en marcharse.
Algo impidió que lo hiciera.
Aquella mañana se puso su ropa normal, sin peles ni capas aunque si más gruesa que la de aquellas tierras no era de piel, pero si de cuero, igual que las botas. al menos la camisa era más ligera y dejaba ver su pecho. Querían tratarlo como una fiera salvaje encerrado en aquella fortaleza sin comunicación ni tener a quién ver, entonces les llevaría la razón ya que no parecía que fuera capaz de hacer que entraran en razón era la hora de hacer que todas las suposiciones de los sureños sobre ellos fueran confirmadas.
Mientras avanzaba por los pasillos empezaba a pensar que su visita a estas tierras y la asistencia a la boda había sido un completo fracaso. La decisión de su hermano estaba mermando las posibilidades de la paz y aunque él era un guerrero no quería que la primavera fuera más sangrienta que el peligroso invierno que se alejaba y los sureños parecían no ver que aquella visita era para cercar sus relaciones con ellos y parecía que no funcionaba para nada. Ni bien ni mal, sólo no funcionaba. Tal vez nunca lo había hecho ni nunca lo haría ni lo había hecho.
Y cuando toda la ola de caos y destrucción parecía apoderarse de su cuerpo escuchó una sonrisa que parecía venir de uno de los pequeños y curiosos jardines internos que crecían en aquella torre en mitad de la ciudad del desierto. Fue un sonido tan claro y a la vez extraño en aquél lugar que el norteño no pudo evitar detenerse. Entró en aquél vergel entre la rocas de la edificación para ver cómo cerca de una fuente un nuño y una mujer joven jugaban en la privacidad que les daba el lugar a lanzarse agua entre ellos. Una pequeña risa escapó entre sus labios llamando la atención de los dos y provocando que enmudeciera al tener la mirada de la dama sobre él. algo que siempre ocurría cuando estaba ante presencia femenina que no le era conocido. Se inclinó con respeto y pensó en marcharse.
Algo impidió que lo hiciera.
Última edición por Rickard Stark el Lun Sep 17, 2012 1:57 pm, editado 1 vez
Invitado- Invitado
Re: El lobo enjaulado, los venados y un jadín en mitad de la arena [Jenna Baratheon]
A Jenna no le gustaba Dorne. Ya llevaba en aquel reino unos días pero no se le quitaba la sensación de agobio que había sufrido nada más poner el pie sobre aquellas tierras. Echaba de menos la brisa de Bastión de Tormentas, la vegetación boscosa, los cielos cubiertos de nubes, las esporádicas nubes… Allí, sobre su cabeza, siempre parecía lucir un sol despiadado y excesivamente brillante que por suerte ofrecía cierta tregua cuando se ocultaba tras las dunas, dando paso a noches limpias y frescas que la Baratheon aprovechaba para repasar algunos libros de Herbología que los maestres le habían proporcionado. El pasar las horas nocturnas aprendiendo sobre la exótica y variada flora de aquel reino le pasaba factura cuando por las mañanas, Stefan se despertaba casi con el sol dispuesto a investigar cada rincón de Lanza del Sol, fascinado por aquella ciudad. Jenna pensaba que hasta en eso parecía haberse contagiado de Orson, pues no le pasaba desapercibido el cariño que su hermano había tomado a esas tierras durante los años que había permanecido allí.
Aquella mañana no sería una excepción. Cuando hacía apenas dos o tres horas que Jenna había posado la cabeza sobre la almohada de plumas, el pequeño irrumpió en sus aposentos a todo correr, perseguido por una gruesa nodriza cuyas carnes habían impedido que alcanzara al niño en su alocado correr por la fortaleza. Algo azorada, la mujer se disculpó y Jenna la despidió con una sonrisa para después reprender a Stefan cuando se quedaron a solas. Ya que le fue imposible convencerle de que se acostara un rato a su lado para dormir un poco más, tuvo que hacer acopio de fuerzas y levantarse para vestirse entre bostezos. Tras un frugal desayuno animado por el incesante parloteo de Stefan, Jenna decidió que lo mejor sería que diesen un paseo para tratar de agotar la imparable energía del niño y poder dormir tras la comida. Mientras paseaban, Jenna descubrió un rincón que no había visto antes, una pequeña placita oculta por enormes palmeras y exuberantes helechos a través de los cuales se escuchaba el rumor de un corriente de agua. Sin pensarlo dos veces, condujo al pequeño hasta allí y le dio permiso para chapotear mientras ella tomaba asiento en el borde de la fuente de mármol, aliviando su calor con el frescor que despedían las aguas. Pronto los juegos de Stefan se extendieron a ella misma y a pesar del cansancio que tenía, le siguió en sus travesuras salpicándole agua, procurándole así mismo un desahogo al niño, cuyo flequillo comenzaba a humedecerse por el sudor.
Una risa varonil irrumpió la complicidad del juego, sacando a madre e hijo de su momento de distensión para hacerles girar el rostro en la misma dirección. Un hombre que parecía haber aparecido súbitamente de entre las palmeras les observaba, mostrándose inmediatamente azorado al darse cuenta de que había interrumpido sus juegos. Jenna se sintió algo avergonzada al haber sido descubierta en semejante actitud y se apresuró a ponerse en pie, alisando la falda de su vestido color tierra mojada como una niña sorprendida por el maestre saltándose una clase. Antes de poder decir nada, Stefan saludó alegremente al hombre y corrió hacia él con familiaridad; a pesar de que sentía adoración por su madre, no podía evitar la fascinación que tenía hacia los hombres con aspecto de guerreros. Y aquel hombre lo tenía. - ¡Stefan! – le reprendió Jenna con autoridad, cerrando los puños y temiendo que el hombre se sintiese molesto por el parloteo de Stefan, que enseguida se presentó con nombres y apellidos. Caminó hacia ellos con paso presto, retirándose algunos cabellos del rostro para entrelazarlos de nuevo en el recogido que ornamentaba la parte superior de su cabeza y recuperar su aspecto pulcro. – Disculpad a mi hijo, debe creer que este lugar es como nuestro hogar y que puede hacer lo que quiera – poniendo las manos en los hombros del pequeño, hizo que se pegara a sus faldas para que dejase de agobiar al hombre. Por unos instantes reparó en el atuendo descuidado que éste mostraba con la camisa abierta. Aunque no podía culparlo dado el calor que hacía, estaba acostumbrada a que los hombres fuesen siempre bien vestidos. – Quizá deberíamos irnos, es posible que estéis buscando algo de tranquilidad, mi señor – aventuró la dama con una inclinación de cabeza
Aquella mañana no sería una excepción. Cuando hacía apenas dos o tres horas que Jenna había posado la cabeza sobre la almohada de plumas, el pequeño irrumpió en sus aposentos a todo correr, perseguido por una gruesa nodriza cuyas carnes habían impedido que alcanzara al niño en su alocado correr por la fortaleza. Algo azorada, la mujer se disculpó y Jenna la despidió con una sonrisa para después reprender a Stefan cuando se quedaron a solas. Ya que le fue imposible convencerle de que se acostara un rato a su lado para dormir un poco más, tuvo que hacer acopio de fuerzas y levantarse para vestirse entre bostezos. Tras un frugal desayuno animado por el incesante parloteo de Stefan, Jenna decidió que lo mejor sería que diesen un paseo para tratar de agotar la imparable energía del niño y poder dormir tras la comida. Mientras paseaban, Jenna descubrió un rincón que no había visto antes, una pequeña placita oculta por enormes palmeras y exuberantes helechos a través de los cuales se escuchaba el rumor de un corriente de agua. Sin pensarlo dos veces, condujo al pequeño hasta allí y le dio permiso para chapotear mientras ella tomaba asiento en el borde de la fuente de mármol, aliviando su calor con el frescor que despedían las aguas. Pronto los juegos de Stefan se extendieron a ella misma y a pesar del cansancio que tenía, le siguió en sus travesuras salpicándole agua, procurándole así mismo un desahogo al niño, cuyo flequillo comenzaba a humedecerse por el sudor.
Una risa varonil irrumpió la complicidad del juego, sacando a madre e hijo de su momento de distensión para hacerles girar el rostro en la misma dirección. Un hombre que parecía haber aparecido súbitamente de entre las palmeras les observaba, mostrándose inmediatamente azorado al darse cuenta de que había interrumpido sus juegos. Jenna se sintió algo avergonzada al haber sido descubierta en semejante actitud y se apresuró a ponerse en pie, alisando la falda de su vestido color tierra mojada como una niña sorprendida por el maestre saltándose una clase. Antes de poder decir nada, Stefan saludó alegremente al hombre y corrió hacia él con familiaridad; a pesar de que sentía adoración por su madre, no podía evitar la fascinación que tenía hacia los hombres con aspecto de guerreros. Y aquel hombre lo tenía. - ¡Stefan! – le reprendió Jenna con autoridad, cerrando los puños y temiendo que el hombre se sintiese molesto por el parloteo de Stefan, que enseguida se presentó con nombres y apellidos. Caminó hacia ellos con paso presto, retirándose algunos cabellos del rostro para entrelazarlos de nuevo en el recogido que ornamentaba la parte superior de su cabeza y recuperar su aspecto pulcro. – Disculpad a mi hijo, debe creer que este lugar es como nuestro hogar y que puede hacer lo que quiera – poniendo las manos en los hombros del pequeño, hizo que se pegara a sus faldas para que dejase de agobiar al hombre. Por unos instantes reparó en el atuendo descuidado que éste mostraba con la camisa abierta. Aunque no podía culparlo dado el calor que hacía, estaba acostumbrada a que los hombres fuesen siempre bien vestidos. – Quizá deberíamos irnos, es posible que estéis buscando algo de tranquilidad, mi señor – aventuró la dama con una inclinación de cabeza
Invitado- Invitado
Re: El lobo enjaulado, los venados y un jadín en mitad de la arena [Jenna Baratheon]
Se quedó como un intruso no invitado y descubierto: en completo silencio observando a las dos figuras aunque apartara por momentos la mirada, culpable por esa misma intrusión. Una vez más se sentía incomodo por la silueta de una mujer y el recuerdo del pasado así como todos sus contactos con el género femenino, desastrosos por su incapacidad de romper cierta barrera comunicativa invisible que había crecido más que el propio Muro a lo largo de los años. Alzar una barrera antinatural para encerrar todo lo que nunca podía ser pronunciado. Era mejor ser un inútil ante las mujeres.
Y aún así el tiempo pasaba, se hacía viejo y estaba sólo... estaba en la boca del lobo, en la arena del desierto frente a lanceros y otros que podrían despedazarlo allí mismo. Esa misma sensación lo había convertido en aquella media mañana en la que había llegado a Dorne en un lobo atrapado en sus pieles del Norte recorriendo cual salvaje los pasillos de la fortaleza del enemigo hasta encontrar el jardín en el que estaba y sus dos habitantes. el niño y la mujer. ¿Madre e hijo? ¿Hermanos? ¿Dornienses? Importaba algo si seguía siendo el fiero hombre que lo convertía la locura de todos los ponientíes...
Lo mejor que puede hacer un intruso descubierto es huir. Uno de sus pies se levantó del suelo para retroceder hasta que el pequeño decidió dejar la seguridad del vergel y correr al hasta él. Lo observó y escuchó en silencio con la astuta mirada de un lobo que explora el terreno desconocido y se encuentra con uno de los suyos. Sonrió. -Encantando de conoceros joven señor. - respondió con tono amable a pesar de la llamada de la atención de la madre y del parloteo del muchacho. El norteño incluso se inclinó para poner se a su altura. - Mi nombre es Rickard... - y no le dio tiempo a decir más pues la madre protectora llegó a l altura de ambos y apartó al joven en un gesto natural ante la presencia de un extraño, mucho más normal teniendo en cuenta su aspecto de protesta con ropas incluso inapropiadas para él salvo que fuera de caza o a pelear con las manos. Inclinado aún alzó la vista dispuesto a que las primeras palabras con el niño hubieras sido capaces de romper sus barreras y poder tener una conversación...normal con la mujer. Fue imposible, agachado como estaba se sintió más pequeño que el hijo de la dama que estaba frente a él y como si un abismo se lo fuera a tragar le fue difícil hasta incorporarse. Escuchó como si fuera el viento soplando el que se llevara las palabras de la mujer todo lo que decía mirándola sin fijeza de tal manera que más parecía mirar a un punto lejano que estuviera a su espalda. Parpadeó al ver que avanzaba con decisión de marcharse tal y como dijeran sus palabras. Fue entonces cuando el resorte encadenado en su interior se partió en dos y un brazo repentino, asustado y descontrolado se desplazó a tomar el brazo de la dama para soltarlo al instante acompañado de unas palabras. - No os marchéis. - alzó la vista. - El único que se ha entrometido donde no debía he sido yo y ruego que me disculpéis. - añadió luchando contra su vergüenza y terror sin poder soportar todo el tiempo la mirada de la mujer, aunque sí la del niño curioso. - Me recordó a mi sobrino y a la esposa de mi hermano. Aunque ellos nunca pusieron jugar con el agua a tan corta edad. - por un instante vio el manto blanco cubriendo Invernalia, a un niño y una mujer jugando a lanzarse bolas de nieves, a su hermano sonriendo y a él mismo entrenando en otro lado del mismo patio. La última imagen hizo que su rostro dejara de ser medianamente alegre. Avanzó en silencio hacia la fuente, se agachó y mojó la cara para refrescarse esperando que sirviera para borrar el pasado de su memoria. La voz del niño preguntando a su madre que estaba haciendo lo trajo a la realidad. - Refrescarme. - contestó mientras se levantaba
Y aún así el tiempo pasaba, se hacía viejo y estaba sólo... estaba en la boca del lobo, en la arena del desierto frente a lanceros y otros que podrían despedazarlo allí mismo. Esa misma sensación lo había convertido en aquella media mañana en la que había llegado a Dorne en un lobo atrapado en sus pieles del Norte recorriendo cual salvaje los pasillos de la fortaleza del enemigo hasta encontrar el jardín en el que estaba y sus dos habitantes. el niño y la mujer. ¿Madre e hijo? ¿Hermanos? ¿Dornienses? Importaba algo si seguía siendo el fiero hombre que lo convertía la locura de todos los ponientíes...
Lo mejor que puede hacer un intruso descubierto es huir. Uno de sus pies se levantó del suelo para retroceder hasta que el pequeño decidió dejar la seguridad del vergel y correr al hasta él. Lo observó y escuchó en silencio con la astuta mirada de un lobo que explora el terreno desconocido y se encuentra con uno de los suyos. Sonrió. -Encantando de conoceros joven señor. - respondió con tono amable a pesar de la llamada de la atención de la madre y del parloteo del muchacho. El norteño incluso se inclinó para poner se a su altura. - Mi nombre es Rickard... - y no le dio tiempo a decir más pues la madre protectora llegó a l altura de ambos y apartó al joven en un gesto natural ante la presencia de un extraño, mucho más normal teniendo en cuenta su aspecto de protesta con ropas incluso inapropiadas para él salvo que fuera de caza o a pelear con las manos. Inclinado aún alzó la vista dispuesto a que las primeras palabras con el niño hubieras sido capaces de romper sus barreras y poder tener una conversación...normal con la mujer. Fue imposible, agachado como estaba se sintió más pequeño que el hijo de la dama que estaba frente a él y como si un abismo se lo fuera a tragar le fue difícil hasta incorporarse. Escuchó como si fuera el viento soplando el que se llevara las palabras de la mujer todo lo que decía mirándola sin fijeza de tal manera que más parecía mirar a un punto lejano que estuviera a su espalda. Parpadeó al ver que avanzaba con decisión de marcharse tal y como dijeran sus palabras. Fue entonces cuando el resorte encadenado en su interior se partió en dos y un brazo repentino, asustado y descontrolado se desplazó a tomar el brazo de la dama para soltarlo al instante acompañado de unas palabras. - No os marchéis. - alzó la vista. - El único que se ha entrometido donde no debía he sido yo y ruego que me disculpéis. - añadió luchando contra su vergüenza y terror sin poder soportar todo el tiempo la mirada de la mujer, aunque sí la del niño curioso. - Me recordó a mi sobrino y a la esposa de mi hermano. Aunque ellos nunca pusieron jugar con el agua a tan corta edad. - por un instante vio el manto blanco cubriendo Invernalia, a un niño y una mujer jugando a lanzarse bolas de nieves, a su hermano sonriendo y a él mismo entrenando en otro lado del mismo patio. La última imagen hizo que su rostro dejara de ser medianamente alegre. Avanzó en silencio hacia la fuente, se agachó y mojó la cara para refrescarse esperando que sirviera para borrar el pasado de su memoria. La voz del niño preguntando a su madre que estaba haciendo lo trajo a la realidad. - Refrescarme. - contestó mientras se levantaba
Invitado- Invitado
Re: El lobo enjaulado, los venados y un jadín en mitad de la arena [Jenna Baratheon]
Resultaba en cierto modo desconcertante ver a un hombre de semejante apostura comportarse una manera tan cohibida, especialmente cuando Jenna apreció que la miraba con ojos distantes, casi como si la atravesara o simplemente no tuviese demasiado interés en centrar su mirada en ella. Stefan detuvo su parloteo, resignado ante la presión que su madre ejercía en sus hombros, pero eso no le impidió escrutar al hombre que tenía delante de él, con el descaro que sólo se permitía a niños de tan corta edad. Jenna ladeó la cabeza unos instantes, buscando con sus ojos azules los del caballero con gesto de extrañeza, ¿era posible que fuese algún vagabundo a pesar de la riqueza que se veía en su camisa abierta, o simplemente alguien perdido en el agobiante bullicio de aquella fortaleza? Temiendo que aquel hombre pudiese representar algún peligro, decidió cumplir con sus palabras y tomando la muñeca de Stefan, trató de rodear al hombre para cambiar el destino de su distendimiento matutino; sin embargo, éste se lo impidió sujetándole el brazo con firmeza. Jenna ahogó una exclamación de sorpresa al verse agarrada de aquella manera tan impulsiva, y sus ojos bajaron a la fuerte mano que la atenazaba para elevarse rápidamente al rostro del hombre, mostrando una expresión entre el miedo y la ofensa. Afortunadamente y antes de que la dama pudiese reaccionar, él la soltó casi al instante, como dándose cuenta de lo inapropiado de su impulso, ofreciéndole una disculpa por su irrupción aludiendo a la evocación familiar que le había supuesto la escena. - No os disculpéis, mi señor, ni mi hijo ni yo somos dueños de este lugar así que imagino que podemos compartirlo - dijo ante la insistencia de Stefan en permanecer allí, tirando de sus faldas con muy poco disimulo.
El hombre se encaminó hacia la fuente, ocupando el lugar que antes ocupasen la dama y su hijo, y tras introducir sus manos en el agua fresca se lavó el rostro, mostrando en éste una expresión que Jenna no supo descifrar ni atribuir a ninguna emoción en concreto. Finalmente dedujo que había algo que le preocupaba pero, ¿quién en aquellos tiempos podía decir que dormía tranquilo? Stefan, una vez más,rompió el silencio en voz alta preguntándole al hombre que estaba haciendo. - Hace mucho calor - respondió Jenna, apoyando la actitud del hombre frente a Stefan mientras avanzaba hacia él; su hijo, siempre irreverente, había corrido a sentarse delante de él para observarle con ese brillo de admiración con el que siempre miraba a los hombres fornidos. Tras introducir ella también sus blancas manos en el agua, las deslizó por el rostro del pequeño, retirándole de la frente el flequillo y mojándole también la nuca. Rió cuando el pequeño hizo un cómico gesto al sentirse aliviado. - Mi nombre es Jenna... el vuestro no he alcanzado a escucharlo, mi señor -. La prudencia de la venado al no querer desvelar su apellido frente a un desconocido, máxime encontrándose sola y sin la compañía de algunos guardias, fue quebrada al expresar el niño a voz en grito su apellido con el orgullo que siempre había caracterizado a toda la familia. - Así es - respondió Jenna con una sonrisa algo turbada, pues Stefan había desvelado ante aquel hombre que la dama quería ocultar su ascendencia - Baratheon, Jenna Baratheon.
- ¿Qué os ha traído a Lanza del Sol? - se atrevió a preguntar a pesar de que quizá no era una actitud demasiado reverente; por suerte, la presencia de Stefan y sus juegos y preguntas facilitaban un ambiente distendido - Imagino que no sois de aquí porque los dornienses no parecen verse afectados por el calor que baña estas tierras - agregó con cierta resignación y rubricando sus palabras con un suave resoplido; desde luego no había traído en sus baúles los vestidos más apropiados para moverse en un clima como aquél - ¿Habéis venido por la boda Targaryen-Martell? - una vez más el niño interrumpió la conversación afirmando que era por lo que ellos estaban allí, y Jenna, tras suspirar hondamente, le mandó a examinar unos extraños cactus que crecían en los límites del vergel en que se refugiaban del sol y el calor que hostigaban aquella región - Disculpadle una vez más, es la primera vez que viajamos tan lejos y todo le entusiasma y le parece interesante... - Jenna dejó que sus manos colgasen, sacudiendo los dedos con delizadeza para evitar mojar su vestido más de lo que ya lo estaba, y aprovechó los rayos de sol que se colaban entre las amplias hojas de las palmeras para que se secasen con rapidez.
El hombre se encaminó hacia la fuente, ocupando el lugar que antes ocupasen la dama y su hijo, y tras introducir sus manos en el agua fresca se lavó el rostro, mostrando en éste una expresión que Jenna no supo descifrar ni atribuir a ninguna emoción en concreto. Finalmente dedujo que había algo que le preocupaba pero, ¿quién en aquellos tiempos podía decir que dormía tranquilo? Stefan, una vez más,rompió el silencio en voz alta preguntándole al hombre que estaba haciendo. - Hace mucho calor - respondió Jenna, apoyando la actitud del hombre frente a Stefan mientras avanzaba hacia él; su hijo, siempre irreverente, había corrido a sentarse delante de él para observarle con ese brillo de admiración con el que siempre miraba a los hombres fornidos. Tras introducir ella también sus blancas manos en el agua, las deslizó por el rostro del pequeño, retirándole de la frente el flequillo y mojándole también la nuca. Rió cuando el pequeño hizo un cómico gesto al sentirse aliviado. - Mi nombre es Jenna... el vuestro no he alcanzado a escucharlo, mi señor -. La prudencia de la venado al no querer desvelar su apellido frente a un desconocido, máxime encontrándose sola y sin la compañía de algunos guardias, fue quebrada al expresar el niño a voz en grito su apellido con el orgullo que siempre había caracterizado a toda la familia. - Así es - respondió Jenna con una sonrisa algo turbada, pues Stefan había desvelado ante aquel hombre que la dama quería ocultar su ascendencia - Baratheon, Jenna Baratheon.
- ¿Qué os ha traído a Lanza del Sol? - se atrevió a preguntar a pesar de que quizá no era una actitud demasiado reverente; por suerte, la presencia de Stefan y sus juegos y preguntas facilitaban un ambiente distendido - Imagino que no sois de aquí porque los dornienses no parecen verse afectados por el calor que baña estas tierras - agregó con cierta resignación y rubricando sus palabras con un suave resoplido; desde luego no había traído en sus baúles los vestidos más apropiados para moverse en un clima como aquél - ¿Habéis venido por la boda Targaryen-Martell? - una vez más el niño interrumpió la conversación afirmando que era por lo que ellos estaban allí, y Jenna, tras suspirar hondamente, le mandó a examinar unos extraños cactus que crecían en los límites del vergel en que se refugiaban del sol y el calor que hostigaban aquella región - Disculpadle una vez más, es la primera vez que viajamos tan lejos y todo le entusiasma y le parece interesante... - Jenna dejó que sus manos colgasen, sacudiendo los dedos con delizadeza para evitar mojar su vestido más de lo que ya lo estaba, y aprovechó los rayos de sol que se colaban entre las amplias hojas de las palmeras para que se secasen con rapidez.
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Re: El lobo enjaulado, los venados y un jadín en mitad de la arena [Jenna Baratheon]
Al menos recibía comprensión y buenas palabras pro su torpeza y brusquedad derivada de aquél problema al encontrarse a solas con mujeres desconocidas a las que debía tratar con educación. aún así sabía que había sobrepasado cierto límite al tomar su brazo y que de nuevo fue poco educado al tomarlo y soltarlo sin una explicación coherente. Ya era algo insólito que no permaneciera en silencio aunque le preguntaran directamente. El agua lo ayudaría.. por el momento...
El joven muchacho como todo chico inquieto a su edad volvió a la carga con tantas preguntas que casi era incapaz de contestar alguna aunque fuera por simple educación o por borrar sospechas sobre su origen y presencia en este lugar, pero no puedo más que soltar una pequeña carcajada, limpia, sincera, divertida y sin rastro de burla seguido de un atrevido revolver del cabello del muchacho . Al llegar la madre se lleno las manos de agua y se las llevo al rostro entre para ocultar su cambio de expresión con nerviosismo e intentar que al desaparecer el rostro de la dama entre la barrera de agua sería más sencillo hablar con ella. Comenzó a escuchar de lo que hablaba mientras el agua se alejaba de su rostro y bajó la vista para observar como jugaba con el agua de nuevo. No era educado y mantener su mirada en aquellos ojos azules era algo imposible. Volver a mirar a la nada ofensivo, quiso suspirar pero también sería tomado como ingrato. Bastó oír el chillido del niño de aquél apellido para solucionarlo todo. O empeorarlo.
Barathon escuchó para que sus ojos se abrieran tanto como el escudo anaranjado en forma de sol del emblema de los Martell. Miró a un lado y a otro esperando algo que llevaba esperando desde que llegó a Dorne: guardias, armas, peleas... muerte... Se levantó de donde estaba y volvió a mirar alrededor con mayor precisión. Su corazón latía con fuerza pero no encontró el peligro. ¿Realmente una dama y su hijo podían ser la trampa que tanto esperaba? Volvió la vista de nuevo a la mujer, luego al niño, ninguno entendía nada. Se sentó mirando al suelo con los brazos apoyados en las piernas y encorvado hacia adelante. - Le dije a vuestro hijo que mi nombre era Rickard. - dijo en un susurro y sospechando que no había sido escuchado. Alzó la vista y recuperó la compostura y aunque le costó reunir toda su decisión mantuvo la vista clavada en la de ella. - Espero que podáis disculpar mi forma de actuar pero debo asegurarme en todo momento de todo lo que ocurre debido a que me considero no bienvenido en estas tierras debido a que mi apellido es Stark. Rickard Stark es mi nombre y es un inmenso honor conoceros mi señora de Baratheon. - usó el tono más formal y educado que conocía incluso haciéndole pensar que esas no eran formas en el Norte, pero debía evitar que la reputación de su casa según se encontraba las cosas fuera a peor.
Luego asintió y sin saber de dónde le salían las fuerzas habló abiertamente con ella aunque iba apartando la mirada de los ojos de la dama alguna que otra vez. - Asisto como representante Stark y prácticamente del Norte a este enlace. así que se podría decir que si que he venido a la boda. - el discurso no era seguido ya que saltaba de una a otra de las cuestiones - Soy del Norte, ya lo he dicho, así que si que lo estoy pasando mal con estas temperaturas. Demasiado calor. - intentó sonreír para acompañar su respuesta ya que la construcción de la oración le pareció pésima. Tampoco se incomodó por la ronda de preguntas del niño. - Si soy un guerrero, entreno a mis sobrinos en el manejo del arco y la espada. A cabalgar aprendieron de otros pero no estuve de acuerdo. Y, sí, tengo mis propias armas pero no las llevo encima. - sonrió al ver el brillo de la admiración en los ojos del niño y estuvo dispuesto a proponer unas clases para el jovencito para que los días allí fueran más cortos y emocionantes, pero habló la dama y pensó en lo inapropiado de tal sugerencia pues luego ella sufriría los recuerdos de aquella estanca a base de preguntas, peticiones y enfados por parte del pequeño. - A todos las novedades nos entusiasman. - y sonrió un poco a la mujer sin ninguna intención concreta hasta que pensó en cómo podrían interpretarse esas palabras y no supo donde meterse ni como rectificar, llevando la vista alrededor de aquél jardín. - Ya que simplemente somos niños con más días del nombre encima. - y respiró aliviado por su rectificación.
El joven muchacho como todo chico inquieto a su edad volvió a la carga con tantas preguntas que casi era incapaz de contestar alguna aunque fuera por simple educación o por borrar sospechas sobre su origen y presencia en este lugar, pero no puedo más que soltar una pequeña carcajada, limpia, sincera, divertida y sin rastro de burla seguido de un atrevido revolver del cabello del muchacho . Al llegar la madre se lleno las manos de agua y se las llevo al rostro entre para ocultar su cambio de expresión con nerviosismo e intentar que al desaparecer el rostro de la dama entre la barrera de agua sería más sencillo hablar con ella. Comenzó a escuchar de lo que hablaba mientras el agua se alejaba de su rostro y bajó la vista para observar como jugaba con el agua de nuevo. No era educado y mantener su mirada en aquellos ojos azules era algo imposible. Volver a mirar a la nada ofensivo, quiso suspirar pero también sería tomado como ingrato. Bastó oír el chillido del niño de aquél apellido para solucionarlo todo. O empeorarlo.
Barathon escuchó para que sus ojos se abrieran tanto como el escudo anaranjado en forma de sol del emblema de los Martell. Miró a un lado y a otro esperando algo que llevaba esperando desde que llegó a Dorne: guardias, armas, peleas... muerte... Se levantó de donde estaba y volvió a mirar alrededor con mayor precisión. Su corazón latía con fuerza pero no encontró el peligro. ¿Realmente una dama y su hijo podían ser la trampa que tanto esperaba? Volvió la vista de nuevo a la mujer, luego al niño, ninguno entendía nada. Se sentó mirando al suelo con los brazos apoyados en las piernas y encorvado hacia adelante. - Le dije a vuestro hijo que mi nombre era Rickard. - dijo en un susurro y sospechando que no había sido escuchado. Alzó la vista y recuperó la compostura y aunque le costó reunir toda su decisión mantuvo la vista clavada en la de ella. - Espero que podáis disculpar mi forma de actuar pero debo asegurarme en todo momento de todo lo que ocurre debido a que me considero no bienvenido en estas tierras debido a que mi apellido es Stark. Rickard Stark es mi nombre y es un inmenso honor conoceros mi señora de Baratheon. - usó el tono más formal y educado que conocía incluso haciéndole pensar que esas no eran formas en el Norte, pero debía evitar que la reputación de su casa según se encontraba las cosas fuera a peor.
Luego asintió y sin saber de dónde le salían las fuerzas habló abiertamente con ella aunque iba apartando la mirada de los ojos de la dama alguna que otra vez. - Asisto como representante Stark y prácticamente del Norte a este enlace. así que se podría decir que si que he venido a la boda. - el discurso no era seguido ya que saltaba de una a otra de las cuestiones - Soy del Norte, ya lo he dicho, así que si que lo estoy pasando mal con estas temperaturas. Demasiado calor. - intentó sonreír para acompañar su respuesta ya que la construcción de la oración le pareció pésima. Tampoco se incomodó por la ronda de preguntas del niño. - Si soy un guerrero, entreno a mis sobrinos en el manejo del arco y la espada. A cabalgar aprendieron de otros pero no estuve de acuerdo. Y, sí, tengo mis propias armas pero no las llevo encima. - sonrió al ver el brillo de la admiración en los ojos del niño y estuvo dispuesto a proponer unas clases para el jovencito para que los días allí fueran más cortos y emocionantes, pero habló la dama y pensó en lo inapropiado de tal sugerencia pues luego ella sufriría los recuerdos de aquella estanca a base de preguntas, peticiones y enfados por parte del pequeño. - A todos las novedades nos entusiasman. - y sonrió un poco a la mujer sin ninguna intención concreta hasta que pensó en cómo podrían interpretarse esas palabras y no supo donde meterse ni como rectificar, llevando la vista alrededor de aquél jardín. - Ya que simplemente somos niños con más días del nombre encima. - y respiró aliviado por su rectificación.
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Re: El lobo enjaulado, los venados y un jadín en mitad de la arena [Jenna Baratheon]
Al fin aquel hombre pareció decidido a hablar y responder a sus preguntas, prestándole Jenna toda su atención no sólo movida por la educación y la cordialidad sino también por la curiosidad que le producía su actitud. Además, pareció al fin levantar la vista y posar sus ojos azules sobre los de la dama, momento que ella aprovechó asimismo para tratar de escrutar en su mirada aunque procurando no intimidarle. Cuando volvió a presentarse -parecía ser que él ya había informado de su nombre a Stefan momentos antes de que Jenna acudiese al rescate del caballero ante el torbellino de preguntas del pequeño- no pudo evitar enarcas las cejas en un genuino gesto de sorpresa, no sólo al darse cuenta de que se encontraba frente a un Stark sino por las manifestaciones del mismo en cuanto a lo poco deseable que era su presencia en las tierras de Dorne. Una vez más, Jenna lamentó no estar demasiado al día en cuanto a la política de Poniente, pues no acaba de comprender qué podían tener los Martell en contra de los Stark. - Igualmente es un honor para mí conoceros, mi señor, sois el primero de vuestra casa con quien tengo el placer de encontrarme - concedió con una sonrisa antes de mirar a su alrededor y agregar: - Creo que podéis sentiros a salvo en este recodo, tan sólo estamos nosotros y os puedo asegurar que ni mi hijo ni yo tenemos malas intenciones hacia los Stark - tras un suspiro, deslizó el dorso de su mano aún húmeda por su propia frente, como interpretando sus próximas palabras - Puedo comprenderos perfectamente, en Tierra de Tormentas tampoco estamos acostumbrados a este calor aunque a mi hijo parece no incomodarle...
El pequeño había vuelto de su rápida expedición a los cactos con las manos llenas de unos frutos rojizos que desprendían un aroma dulce y refrescante. Escuchó con atención las palabras del Stark para después afirmar con una arrogancia algo impropia de su edad que en Bastión su tío Orson le estaba enseñando a manejar la espada, y que pronto aprendería también a cabalgar. - Tenéis razón - respondió Jenna desviando los ojos a su pequeño con la resignación posada en su mirada; había discutido aquel asunto con Orson antes de acudir a la fiesta del equinoccio celebrada en Antigua y volvió a sentir que se le encogía el corazón al pensar en el momento en que Stefan comenzase su instrucción como soldado y se alejase poco a poco de su lado - Es posible que a veces olvide lo que es ser niño y tener la mente y los ojos abiertos a todo lo que nos rodea, pero la vida muchas veces nos obliga a perder la visión inocente de la misma para poder afrontarla con... entereza - concluyó la frase con un suspiro resignado dada la sinceridad de sus palabras. Se mantuvo en silencio unos instantes, desviando una mirada teñida de melancolía al agua que ondeaba en la fuente y recuperaba su calma tras las incursiones de las manos que se habían sumergido en ella. Jenna siempre había sentido con el agua una afinidad muy parecida a la que tenía con las plantas y flores con las que solía trabajar para evadir la mente.
- ¿Por qué no estuvisteis de acuerdo con que otras personas enseñasen a cabalgar a vuestros sobrinos? - inquirió ladeando la cabeza mientras tomaba entre sus manos un ramillete de flores exóticas que Stefan se había afanado en recoger de los bordes de piedra de la fuente en la que estaban sentados - ¿Creéis que vos lo habriais hecho mejor? - añadió con cierto tono de sorna, aunque lo suficientemente cordial como para que el Stark no pudiese sentirse ofendido - Imagino que allí será más difícil cabalgar por la nieve y los riscos... o al menos así imagino yo el Norte... - una vez más, Stefan interrumpió la conversación para dar la razón a su madre aludiendo a ciertas ilustraciones que el Maestre de Bastión le había mostrado en una de sus lecciones y añadiendo además los frondosos bosques de aquellas tierras - En nuestro reino se nos enseña a guiar a los caballos también entre árboles y por caminos escarpados, estoy segura de que es mucho más fácil montar en el Dominio - enarcó las cejas con cierto orgullo en sus pupilas. Jenna se vanagloriaba de ser una excelente amazona, aunque hacía tiempo que no montaba y mucho menos la yegua que Ser Buckler le había regalado. - ¿Permaneceréis más días en Lanza del Sol cuando terminen las celebraciones del enlace o marchareis cuando acaben?
El pequeño había vuelto de su rápida expedición a los cactos con las manos llenas de unos frutos rojizos que desprendían un aroma dulce y refrescante. Escuchó con atención las palabras del Stark para después afirmar con una arrogancia algo impropia de su edad que en Bastión su tío Orson le estaba enseñando a manejar la espada, y que pronto aprendería también a cabalgar. - Tenéis razón - respondió Jenna desviando los ojos a su pequeño con la resignación posada en su mirada; había discutido aquel asunto con Orson antes de acudir a la fiesta del equinoccio celebrada en Antigua y volvió a sentir que se le encogía el corazón al pensar en el momento en que Stefan comenzase su instrucción como soldado y se alejase poco a poco de su lado - Es posible que a veces olvide lo que es ser niño y tener la mente y los ojos abiertos a todo lo que nos rodea, pero la vida muchas veces nos obliga a perder la visión inocente de la misma para poder afrontarla con... entereza - concluyó la frase con un suspiro resignado dada la sinceridad de sus palabras. Se mantuvo en silencio unos instantes, desviando una mirada teñida de melancolía al agua que ondeaba en la fuente y recuperaba su calma tras las incursiones de las manos que se habían sumergido en ella. Jenna siempre había sentido con el agua una afinidad muy parecida a la que tenía con las plantas y flores con las que solía trabajar para evadir la mente.
- ¿Por qué no estuvisteis de acuerdo con que otras personas enseñasen a cabalgar a vuestros sobrinos? - inquirió ladeando la cabeza mientras tomaba entre sus manos un ramillete de flores exóticas que Stefan se había afanado en recoger de los bordes de piedra de la fuente en la que estaban sentados - ¿Creéis que vos lo habriais hecho mejor? - añadió con cierto tono de sorna, aunque lo suficientemente cordial como para que el Stark no pudiese sentirse ofendido - Imagino que allí será más difícil cabalgar por la nieve y los riscos... o al menos así imagino yo el Norte... - una vez más, Stefan interrumpió la conversación para dar la razón a su madre aludiendo a ciertas ilustraciones que el Maestre de Bastión le había mostrado en una de sus lecciones y añadiendo además los frondosos bosques de aquellas tierras - En nuestro reino se nos enseña a guiar a los caballos también entre árboles y por caminos escarpados, estoy segura de que es mucho más fácil montar en el Dominio - enarcó las cejas con cierto orgullo en sus pupilas. Jenna se vanagloriaba de ser una excelente amazona, aunque hacía tiempo que no montaba y mucho menos la yegua que Ser Buckler le había regalado. - ¿Permaneceréis más días en Lanza del Sol cuando terminen las celebraciones del enlace o marchareis cuando acaben?
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Re: El lobo enjaulado, los venados y un jadín en mitad de la arena [Jenna Baratheon]
Miró a la mujer mientras hablaba como temeroso, con cuidado, de reojo en ocasiones pero en todo momento atento. Aliviado por las buenas intenciones confesados por la dama se permitió dibujar una sincera sonrisa en su rostro aunque el movimiento de sus ojos fuera errático en todo momento, confuso, calculado como casi siempre para no desvelar que pensaba, que miraba, que deseaba, que soñaba, que sentía, que padecía. De todos los lobos el más dócil y educado. el que esperaba sin acechar, el que obedecía sin rechistar. el menos norteño de todos los del Norte Con la sangre de esas tierras y la actitud de otras. Esa fue la herencia de la educación de su padre. A él le había tocado esperar.Y así actuaba viendo los gestos y actos de alrededor para desplazar y responder en consecuencia. - No deseo una eterna discusión sobre quien tiene más honor de conocer a quién - intentó bromear para romper el hielo. - Y también dais la impresión de ser una dama de palabra respecto al refugio de este lugar. Si no os incomoda mi presencia permaneceré en este recodo. - respecto al calor esperó que introducir de nuevo sus manos en el agua, aunque alejadas de las de ella, fuera suficiente respuesta.
Miró los frutos que traía el joven. para él eran extraños y desconocidos y aunque su apariencia era apetitosa frunció los labios. Todo en Dorne parecía apetitoso y bien eran conocidas aquellas tierras por sus múltiples venenos. No dijo nada de todo aquello que pasaba por su mente sobre las frutas, escuchó, atento y con la mirada fija como nunca hasta entonces había hecho en las palabras de la mujer, de la madre. aguantó un suspiro pero si se humedeció los labios para contestar aquél triste discurso. - No se puede evitar el crecimiento de los hijos. Pero vos lo trajisteis a este mundo y siempre seréis su madre. Cuando regrese cubierto de sangre propia y ajena, seréis su madre. Cuando busque doncellas que calienten su cama, seréis su madre. Cuando mate a su primer hombre, seréis su madre. En su boda, cuando tenga sus propios hijos, seréis su madre. siempre lo seréis. Jugara con espadas y lanzas, dejará de acompañaros para cantar canciones de cuna pero seguiréis siendo su madre. No permitáis que nunca olvide eso. - terminado el discurso y dándose cuenta que sus ojos podían atravesar los de ella con una simple mirada los apartó a contemplar las hondas del agua al dejar caer las gotas que cubrían sus manos.
Sólo la alzó al escuchar las preguntas. - Si os ordenan que eduquéis a vuestros sobrinos en el arte de la guerra eso incluye la equitación. No sé que pinta dándole ese derecho al maestro de armas, cuando debería ocuparse más este del maneja de armas que el montar animales. De todas formas mi hermano es un hombre peculiar y de decisiones que pocos entienden y comparten lo que no quita que sea un buen hombre y un buen señor. - con esas palabras dio por contestadas ambas preguntas intentando pasar por alto el tono de ambas y de ambos. Al niño podía perdonarle su amor por su tío aunque no compartiera la consideración que tenía de él, que la mujer le siguiera el juego, por mucho que fuera su madre o incluso tratándose de una orgullosa Baratheon, le sentó algo peor. Pero tampoco estaba para discutir y perder la oportunidad de estar allí en paz y... charlando. - Antiguamente en el norte se llevaban a los niños con un potro salvaje al bosque más profundo y alejado de la civilización. Niño y potro debían regresar sanos y salvos a Invernalia. Nuestro padre nos puso esa prueba a los dos cuando alcanzamos los cinco años. Regresamos jinete, montura y huargo. Tal vez son otros tiempos y la prueba sea poco adecuada o tal vez mi hermano no quiere que sus hijos pasen por ese trance. O puede que tema que sean mejores jinetes que él. - se rió un poco. - Pero lo cierto es que en un patio de una fortaleza no se aprende a montar. - con eso dio zanjada la discusión y alzó de nuevo la mirada para encontrar la de ella. - Mis intenciones son marcharme de vuelta al Norte en cuanto termine el enlace. ¿Puedo preguntaros vuestro destino al concluir el mismo? - y pudiera o no ya lo había hecho.
Miró los frutos que traía el joven. para él eran extraños y desconocidos y aunque su apariencia era apetitosa frunció los labios. Todo en Dorne parecía apetitoso y bien eran conocidas aquellas tierras por sus múltiples venenos. No dijo nada de todo aquello que pasaba por su mente sobre las frutas, escuchó, atento y con la mirada fija como nunca hasta entonces había hecho en las palabras de la mujer, de la madre. aguantó un suspiro pero si se humedeció los labios para contestar aquél triste discurso. - No se puede evitar el crecimiento de los hijos. Pero vos lo trajisteis a este mundo y siempre seréis su madre. Cuando regrese cubierto de sangre propia y ajena, seréis su madre. Cuando busque doncellas que calienten su cama, seréis su madre. Cuando mate a su primer hombre, seréis su madre. En su boda, cuando tenga sus propios hijos, seréis su madre. siempre lo seréis. Jugara con espadas y lanzas, dejará de acompañaros para cantar canciones de cuna pero seguiréis siendo su madre. No permitáis que nunca olvide eso. - terminado el discurso y dándose cuenta que sus ojos podían atravesar los de ella con una simple mirada los apartó a contemplar las hondas del agua al dejar caer las gotas que cubrían sus manos.
Sólo la alzó al escuchar las preguntas. - Si os ordenan que eduquéis a vuestros sobrinos en el arte de la guerra eso incluye la equitación. No sé que pinta dándole ese derecho al maestro de armas, cuando debería ocuparse más este del maneja de armas que el montar animales. De todas formas mi hermano es un hombre peculiar y de decisiones que pocos entienden y comparten lo que no quita que sea un buen hombre y un buen señor. - con esas palabras dio por contestadas ambas preguntas intentando pasar por alto el tono de ambas y de ambos. Al niño podía perdonarle su amor por su tío aunque no compartiera la consideración que tenía de él, que la mujer le siguiera el juego, por mucho que fuera su madre o incluso tratándose de una orgullosa Baratheon, le sentó algo peor. Pero tampoco estaba para discutir y perder la oportunidad de estar allí en paz y... charlando. - Antiguamente en el norte se llevaban a los niños con un potro salvaje al bosque más profundo y alejado de la civilización. Niño y potro debían regresar sanos y salvos a Invernalia. Nuestro padre nos puso esa prueba a los dos cuando alcanzamos los cinco años. Regresamos jinete, montura y huargo. Tal vez son otros tiempos y la prueba sea poco adecuada o tal vez mi hermano no quiere que sus hijos pasen por ese trance. O puede que tema que sean mejores jinetes que él. - se rió un poco. - Pero lo cierto es que en un patio de una fortaleza no se aprende a montar. - con eso dio zanjada la discusión y alzó de nuevo la mirada para encontrar la de ella. - Mis intenciones son marcharme de vuelta al Norte en cuanto termine el enlace. ¿Puedo preguntaros vuestro destino al concluir el mismo? - y pudiera o no ya lo había hecho.
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Re: El lobo enjaulado, los venados y un jadín en mitad de la arena [Jenna Baratheon]
El norteño, tras una sucesión de aquellas furtivas miradas suyas que provocaban cierta inquietud en Jenna, se decidió a responder a las palabras de la dama con un discurso en cierto modo inusitado en alguien que no había conocido aún las sensaciones de la paternidad. Con un gesto casi dolido en el rostro, la venado levantó los ojos hacia él con expresión triste y melancólica, como siempre que alguien le recordaba que Stefan no siempre sería un niño y mucho menos permanecería siempre a su lado. Evitó mirar al pequeño ante esas palabras, pues no quería que la mente le jugase una mala pasada e imaginar la fornida presencia de su padre en vez de visualizar el actual aspecto del niño. Al fin y tras soterrar con mucho esfuerzo el cúmulo de sentimientos que se agolpaban en su pecho sin ton ni son, le dedicó una sonrisa al norteño, pero éste ya había bajado sus ojos al agua de la fuente de nuevo. Era la primera vez que veía esa actitud en un hombre y Jenna se sentía desconcertada por momentos, incluso culpable, como si fuese ella el motivo que le llevaba a actuar de tal manera. Por suerte, Stefan aligeraba la situación correteando alrededor de ellos y haciendo mil descubrimientos en aquel recóndito paraje, mientras su madre pensaba con cierto aire divertido lo increíble que parecía encontrar tantas cosas interesantes en aquella pequeña plaza. Cuando Ser Stark comenzó a hablar de nuevo exponiendo los motivos que tenía en contra de la educación ecuestre que habían recibido sus sobrinos, Jenna creyó detectar en su voz la ofensa o cuando menos, una leve molestia que quizá ella misma hubiese provocado con sus palabras. Decidió que lo mejor sería seguir conversando con naturalidad y no hacer hincapié en aquello que pudiese haberle incomodado. Imaginó que sería su educación la que le impedía responder a la dama como le hubiese gustado. – Los buenos hombres y buenos señores toman decisiones equivocadas a menudo – afirmó Jenna, retrotrayendo su mente hacia Nathan, su propio hermano, un buen hombre y un buen señor que en lo personal había tomado la errónea decisión de pensar que su hermana era un asunto secundario en Bastión de Tormentas – Aún así, estoy segura de que vuestros sobrinos han recibido la instrucción adecuada, los Stark no pueden permitirse malos guerreros…
Cuando Ser Stark relató cuál eral tipo de adiestramiento que había recibido de parte del anterior Lord Stark, hasta Stefan detuvo sus juegos para mirarle con una mezcla de admiración y respeto. Jenna pensó que más que una instrucción, aquello más parecía una iniciación al arte guerrero del tipo que se decía que hacían muchas tribus de salvajes en las tierras de los Arryn, allá en el este de Poniente. La dama levantó una de sus manos para tomar a Stefan del brazo y atraerlo hacia ella en una poco común muestra de cariño, como si imaginara que en cualquier momento alguien quisiera llevar a cabo con él la prueba que Ser Stark había pasado de niño. - No concibo hacer algo así con Stefan – dijo con seriedad y mirando a Rickard casi a la defensiva, como evitando que éste quisiera convencerla de lo conveniente de algo parecido para su hijo – Es peligroso abandonar a un niño de tan corta edad en los bosques… - por enésima vez, Stefan la interrumpió alzando su voz en medio del arrullo del agua que caía por la fuente, curioso acerca de la aparición del huargo en el relato y liberándose con energía del abrazo de su madre para acercarse una vez más a Rickard. Jenna decidió entonces afrontar la siguiente cuestión del norteño, mucho más sencilla que la anterior: - Lo cierto es que no he hablado de ese asunto con la esposa de mi hermano, es con ella con quien he viajado hasta aquí – aclaró, negándose de algún modo a pronunciar el nombre de su cuñada e incluso a llamarla como tal delante de alguien extraño – Y tampoco he recibido ninguna orden de parte del Lord así que imagino que regresaremos a Bastión de Tormentas tras las celebraciones, para estar cerca de mis hermanos… -. Jenna dudó acerca de si mencionar el por qué Lord Baratheon se ausentaba de una celebración tan importante como era el enlace de una princesa de Poniente; quizá una parte dentro de ella quería excusar a su hermano ante la sociedad noble ponientí, defenderle ante las posibles acusaciones de dejadez en pro de sus responsabilidades para con su reino. En cualquier caso y antes de que pudiese lanzar al pequeño una mirada de advertencia, éste exclamó con orgullo que sus tíos se hallaban luchando en las Marcas contra el Rey Buitre. Jenna no quiso reprenderle para evitar que Ser Stark sintiese desconfianza hacia su persona, pero frunció los labios en un claro gesto de disgusto que Stefan comprendió a la perfección, pues se encogió mientras se llevaba uno de los dedos a la boca con culpabilidad.
- Imagino que no sois padre, mi señor – dijo Jenna con una voz enérgica que dejaba traslucir su enfado, mirando de soslayo al niño que, agachado, hacía dibujos en la tierra del suelo con la punta del dedo – así que os daré un consejo: nunca contéis delante de un niño ningún secreto, ni habléis delante de él de nada que no queráis que se sepa. Como veis, las lenguas de los infantes son precarias en prudencia a pesar de que se les repita decenas de veces que han de mantenerse silenciosos cuando los adultos hablan -. La indirecta regañina hirió el orgullo de Stefan, que tras mirar a su madre con un gran aire de ofenda, se alejó de ambos para sentarse entre dos palmeras, en el suelo, buscando a su alrededor algo con lo que entretenerse y hallándolo en forma de una hilera de atareadas hormigas. - ¿Alguna recomendación en cuanto a la instrucción en el arte del saber estar? – preguntó con una cansada sonrisa en el rostro, aliviando ligeramente la tensión provocada instantes antes entre madre e hijo – Stefan es diestro con la espada y seguramente sea también un experto jinete, pero de nada le servirá si no posee otras aptitudes… - tras una breve pausa, añadió con curiosidad: - ¿Vuestro padre se encargó de vuestra educación al margen de lo castrense o fue un maestre quien os enseñó buenos modales? -. Jenna siempre había oído que los norteños eran muy distintos de los sureños, e incluso había escuchado quien los calificara de salvajes; sin embargo, Ser Stark le parecía mucho más civilizado que otros hombres que había conocido, a pesar del aspecto que mostraba con la camisa abierta mostrando parte de su torso.
Cuando Ser Stark relató cuál eral tipo de adiestramiento que había recibido de parte del anterior Lord Stark, hasta Stefan detuvo sus juegos para mirarle con una mezcla de admiración y respeto. Jenna pensó que más que una instrucción, aquello más parecía una iniciación al arte guerrero del tipo que se decía que hacían muchas tribus de salvajes en las tierras de los Arryn, allá en el este de Poniente. La dama levantó una de sus manos para tomar a Stefan del brazo y atraerlo hacia ella en una poco común muestra de cariño, como si imaginara que en cualquier momento alguien quisiera llevar a cabo con él la prueba que Ser Stark había pasado de niño. - No concibo hacer algo así con Stefan – dijo con seriedad y mirando a Rickard casi a la defensiva, como evitando que éste quisiera convencerla de lo conveniente de algo parecido para su hijo – Es peligroso abandonar a un niño de tan corta edad en los bosques… - por enésima vez, Stefan la interrumpió alzando su voz en medio del arrullo del agua que caía por la fuente, curioso acerca de la aparición del huargo en el relato y liberándose con energía del abrazo de su madre para acercarse una vez más a Rickard. Jenna decidió entonces afrontar la siguiente cuestión del norteño, mucho más sencilla que la anterior: - Lo cierto es que no he hablado de ese asunto con la esposa de mi hermano, es con ella con quien he viajado hasta aquí – aclaró, negándose de algún modo a pronunciar el nombre de su cuñada e incluso a llamarla como tal delante de alguien extraño – Y tampoco he recibido ninguna orden de parte del Lord así que imagino que regresaremos a Bastión de Tormentas tras las celebraciones, para estar cerca de mis hermanos… -. Jenna dudó acerca de si mencionar el por qué Lord Baratheon se ausentaba de una celebración tan importante como era el enlace de una princesa de Poniente; quizá una parte dentro de ella quería excusar a su hermano ante la sociedad noble ponientí, defenderle ante las posibles acusaciones de dejadez en pro de sus responsabilidades para con su reino. En cualquier caso y antes de que pudiese lanzar al pequeño una mirada de advertencia, éste exclamó con orgullo que sus tíos se hallaban luchando en las Marcas contra el Rey Buitre. Jenna no quiso reprenderle para evitar que Ser Stark sintiese desconfianza hacia su persona, pero frunció los labios en un claro gesto de disgusto que Stefan comprendió a la perfección, pues se encogió mientras se llevaba uno de los dedos a la boca con culpabilidad.
- Imagino que no sois padre, mi señor – dijo Jenna con una voz enérgica que dejaba traslucir su enfado, mirando de soslayo al niño que, agachado, hacía dibujos en la tierra del suelo con la punta del dedo – así que os daré un consejo: nunca contéis delante de un niño ningún secreto, ni habléis delante de él de nada que no queráis que se sepa. Como veis, las lenguas de los infantes son precarias en prudencia a pesar de que se les repita decenas de veces que han de mantenerse silenciosos cuando los adultos hablan -. La indirecta regañina hirió el orgullo de Stefan, que tras mirar a su madre con un gran aire de ofenda, se alejó de ambos para sentarse entre dos palmeras, en el suelo, buscando a su alrededor algo con lo que entretenerse y hallándolo en forma de una hilera de atareadas hormigas. - ¿Alguna recomendación en cuanto a la instrucción en el arte del saber estar? – preguntó con una cansada sonrisa en el rostro, aliviando ligeramente la tensión provocada instantes antes entre madre e hijo – Stefan es diestro con la espada y seguramente sea también un experto jinete, pero de nada le servirá si no posee otras aptitudes… - tras una breve pausa, añadió con curiosidad: - ¿Vuestro padre se encargó de vuestra educación al margen de lo castrense o fue un maestre quien os enseñó buenos modales? -. Jenna siempre había oído que los norteños eran muy distintos de los sureños, e incluso había escuchado quien los calificara de salvajes; sin embargo, Ser Stark le parecía mucho más civilizado que otros hombres que había conocido, a pesar del aspecto que mostraba con la camisa abierta mostrando parte de su torso.
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Re: El lobo enjaulado, los venados y un jadín en mitad de la arena [Jenna Baratheon]
Continuó hablando aunque miraba a la dama y notaba el cambio en su estado, es sus ojos, brillantes, encerrando una pena que llegaba hasta su alma. Sabía lo duro que era para una madre ver a los hijos crecer, pero era todavía peor si trataban de arrancárselos de sus brazos. En Invernalia fue así, él mismo tenía que encontrarse con la mirada de su madre, atenta desde las torres de la fortaleza mientras ellos eran sometidos a un duro entrenamiento. Se recordó a sí mismo alzando la cabeza desde el patio para ver sus ojos angustiosos antes de ser derribado y reprendido por no prestar atención. Por suerte tenían sus horas al día para jugar y estar con ella. También sentía que fueron pocas, al menos hasta que fueron casi adultos y demostraron lo bien preparados que estaban para a guerra. ¿Podría ser capaz Lady Baratheon de cantar las canciones de cuna a su hijo mientras le curaba las primeras heridas y limpiaba la sangre de su hijos de los enemigos que este había abatido? Parecía una mujer a punto de derrumbarse, por lo menos en ese instante en que se miraban mientras las palabras escapaban por su boca. Debía ser tan duro estar sola con el niño sin el apoyo de la figura de su marido. Su propia madre, al menos, había tenido a su padre por muy duro y estricto que fuera, por mucho que discutieran en ocasiones. Al final había servido uno lo enseñó a ser un guerrero, la otra a ser un hombre. - Los hombres se equivocan, por eso son humanos, si no lo hicieran serían perfectos y se supone que eso es propio de los dioses. - luego resignado asintió y resopló un poco sin intención de parecer molesto, si no cansado de haber discutido con su propio hermano el asunto de la educación de sus sobrinos. Lo hacía por el amor hacia los hijos de su hermano, hacía su propio hermano y la esposa de este, nunca sin pasar del afecto familiar pues viendo los años que tenía y lo poco que pretendía avanzar en sus relaciones con las mujeres, lo poco que le gustaba la idea de tener una familia prolífica que pudiera competir con la de Lord Stark rompiendo los años de paz en el Norte, lo injusto que veía dejar una mujer e hijos sin futuro por su muerte en batalla debido a la adoración que sentía por la guerra y el combate, así como lo poco apropiado de un matrimonio pactado sin amor... había hecho que prefiriera educar a los hijos que no eran propios a tener los suyos. - Ninguna casa puede permitírselo mi señora. Nuevos tiempo vienen con el fin del Invierno, el acercamiento entre casa, con bodas como estas y con las que estén por venir. Una amenaza se desvanece peor pueden surgir nuevas con el Sol del Verano. Cada uno de los Siete Reinos están llenos de hombres ambiciosos y deseosos de ser recordados y sólo en el campo de batalla los hombres muestran su valía. - después simplemente pudo asentir respecto a lo inapropiado de mandar a cualquier niño a sufrir aquél destino en medio del bosque. El mundo cambiaba y la forma de educar en la guerra o en cualquier otro campo. Sus sobrinos tampoco pasaron por ese trance y si los Dioses Antiguos, cosa que dudaba, llegaban a bendecirlo con esposa e hijos tampoco pasarían por la iniciación en el bosque.
Alzó la vista aunque esta vez fue hacia el muchacho por su exhalación de asombro ante la palabra huargo y sonrió sincero al muchacho. - Son sólo lobos más grandes y prefieren el frío así que es difícil verlos por estos parajes, tampoco les gusta mucho la humedad de las tormentas por eso no se ven por aquí y lo cierto es que incluso en el Norte se ven pocos, pero siempre los Stark y los huargos han ido de la mano. - era un bonito relato para el muchacho, pero lo cierto era que su huargo no era aún tan impresionante, que el huargo que regresó del bosque con él fue padre de los padres de la camada actual. Las míticas bestias del Norte, aunque tenían buenas relaciones con los Stark no eran las fieras de los relatos para no dormir. Eran acosados y cazados por sus pieles. la veta y protección de los Stark a esta especie de lobo sólo servían en Invernalia. Más allá cazaban a placer. Dejarlos solos suponía la muerte, que vagaran por los bosques a su antojo la muerte. Acero no era más que un cachorro pero demostraba ser uno fiero. Demasiado peligroso para dejarlo sólo en Invernalia, demasiado peligroso para que paseara suelto por Lanza del Sol o el Castigo Antiguo. Al menos empezaba a ser obediente y era incapaz de abrir o derribar puertas. - No son tan agresivos como los lobos... si no se lo ordena - diciendo eso guiñó un ojo a la dama para intentar comunicar que lo siguiente era una especie de broma. - Aunque les gusta comerse a los niños que se portan mal y no hacen caso a sus madres. - y miró fijamente a Stefan mientras pronunciaba esas palabras. Se fijó entonces en la madre que comenzó a hablar de sus intenciones tras la boda algo dudosa, así como del destino de sus compañeros y el resto de familiares. No pudo evitar la sorpresa ante la intervención del muchacho. ¿Por eso estaba allí entonces, para saber de los acontecimientos del sur y ese Rey Buitre? Su hermano le ocultaba demasiado. Un: ve e infórmate era demasiado relativo. Por supuesto eso era información.
Permaneció en silencio mientras tenía lugar aquella transformación en el rostro de Lady Baratheon ante la intervención del muchacho. Escuchó, esperando, como si aquellas palabras de consejo sobre los hijos fueran también una reprimenda hacia él. Mientras el pequeño Stefan se retiraba por la indirecta, el propio Stark apartó la vista ya que dudaba que las primeras palabras que querían salir de su boca fueran lo suficientemente acertadas teniendo en cuenta la situación de la dama, pues al escuchar su nombre enseguida supo de su viudez, pues al Norte llegan las noticias mediante los mismos medios. Quiso recordar que las respuesta ante el fallecimiento del esposos de aquella mujer simplemente envió unas frases de condolencia. Supuso también que aquél rostro triste se debía en parte a aquella falta. Contestar que como todo buen padre educaría a su hijo en la discreción sería un doble error ya que ni él era padre ni aquél muchacho lo tenía, por no contar todo el dolor que podía provocar en aquella mujer. Algo que no deseaba. - Tendré en cuenta vuestras palabras cuando los dioses decidan bendecirme con una familia propia. - contestó con una sonrisa mientras alzaba la mirada una vez más y sacaba definitivamente las manos del agua. - Os puede parecer contradictorio, pero a base de errores como puede ser considerado que haya pronunciado el asunto del Rey Buitre es como se aprende. Equivocándose y enmendando el error. Tal vez el asunto de esta confesión no tenga remedio ya que no podéis borrarme la memoria. Pero aún así diciendo que esas cosas no se hacen y sintiéndose ofendido como parece que lo está, aprenderá que las cosas no se cuentan sin más a los desconocidos o recién conocidos. Y dejando este tema a parte no debéis preocuparos no diré nada. - aún sabiendo de sobra que el Bastión podía estar en inferioridad de condiciones si alguien decidiera ir a tomarlo, por suerte para los Baratheon no los contaba entre sus enemigos ni tenía intención de empezar una guerra. - El hombre no nace, se hace, mi señora, reforzad su educación en esos otros aspectos. - una nueva pregunta y como respuesta una sonrisa acompañada de palabras. - Mi padre me enseñó el arte del combate, las tácticas, la batalla y la guerra. El Maestre a escribir, leer, las artes, historia, tradiciones y cultura sobretodo de los Stark y el Norte pero a la vez de todo Poniente y algo de Essos. Fue mi madre la que me hizo ser una persona educada, amable, atenta, respetuosa con dotes para hablar y escuchar más allá de los rencores y diferencias entre los habitantes de los siete Reinos. Siendo tan norteña como cualquiera de nosotros conocía perfectamente lo que movía a este mundo e intentó hacer que supiéramos como afrontarlo.[b] - hizo un amago de intentar tomar las mano de la dama pero se detuvo a tiempo, no debía por no ser correcto y no debía por no deber actuar de aquella forma ante las damas pues era lo esperado de él. - [b]Por ello os dije que no permitáis que alejen a Stefan de vos. Tenéis algo muy importante que enseñarle. - enmudeció mirando al chico que permanecía aún lejos, sentado y balanceando las piernas, con la cabeza bajada y murmurando algo inaudible para cualquiera de los dos adultos.
Alzó la vista aunque esta vez fue hacia el muchacho por su exhalación de asombro ante la palabra huargo y sonrió sincero al muchacho. - Son sólo lobos más grandes y prefieren el frío así que es difícil verlos por estos parajes, tampoco les gusta mucho la humedad de las tormentas por eso no se ven por aquí y lo cierto es que incluso en el Norte se ven pocos, pero siempre los Stark y los huargos han ido de la mano. - era un bonito relato para el muchacho, pero lo cierto era que su huargo no era aún tan impresionante, que el huargo que regresó del bosque con él fue padre de los padres de la camada actual. Las míticas bestias del Norte, aunque tenían buenas relaciones con los Stark no eran las fieras de los relatos para no dormir. Eran acosados y cazados por sus pieles. la veta y protección de los Stark a esta especie de lobo sólo servían en Invernalia. Más allá cazaban a placer. Dejarlos solos suponía la muerte, que vagaran por los bosques a su antojo la muerte. Acero no era más que un cachorro pero demostraba ser uno fiero. Demasiado peligroso para dejarlo sólo en Invernalia, demasiado peligroso para que paseara suelto por Lanza del Sol o el Castigo Antiguo. Al menos empezaba a ser obediente y era incapaz de abrir o derribar puertas. - No son tan agresivos como los lobos... si no se lo ordena - diciendo eso guiñó un ojo a la dama para intentar comunicar que lo siguiente era una especie de broma. - Aunque les gusta comerse a los niños que se portan mal y no hacen caso a sus madres. - y miró fijamente a Stefan mientras pronunciaba esas palabras. Se fijó entonces en la madre que comenzó a hablar de sus intenciones tras la boda algo dudosa, así como del destino de sus compañeros y el resto de familiares. No pudo evitar la sorpresa ante la intervención del muchacho. ¿Por eso estaba allí entonces, para saber de los acontecimientos del sur y ese Rey Buitre? Su hermano le ocultaba demasiado. Un: ve e infórmate era demasiado relativo. Por supuesto eso era información.
Permaneció en silencio mientras tenía lugar aquella transformación en el rostro de Lady Baratheon ante la intervención del muchacho. Escuchó, esperando, como si aquellas palabras de consejo sobre los hijos fueran también una reprimenda hacia él. Mientras el pequeño Stefan se retiraba por la indirecta, el propio Stark apartó la vista ya que dudaba que las primeras palabras que querían salir de su boca fueran lo suficientemente acertadas teniendo en cuenta la situación de la dama, pues al escuchar su nombre enseguida supo de su viudez, pues al Norte llegan las noticias mediante los mismos medios. Quiso recordar que las respuesta ante el fallecimiento del esposos de aquella mujer simplemente envió unas frases de condolencia. Supuso también que aquél rostro triste se debía en parte a aquella falta. Contestar que como todo buen padre educaría a su hijo en la discreción sería un doble error ya que ni él era padre ni aquél muchacho lo tenía, por no contar todo el dolor que podía provocar en aquella mujer. Algo que no deseaba. - Tendré en cuenta vuestras palabras cuando los dioses decidan bendecirme con una familia propia. - contestó con una sonrisa mientras alzaba la mirada una vez más y sacaba definitivamente las manos del agua. - Os puede parecer contradictorio, pero a base de errores como puede ser considerado que haya pronunciado el asunto del Rey Buitre es como se aprende. Equivocándose y enmendando el error. Tal vez el asunto de esta confesión no tenga remedio ya que no podéis borrarme la memoria. Pero aún así diciendo que esas cosas no se hacen y sintiéndose ofendido como parece que lo está, aprenderá que las cosas no se cuentan sin más a los desconocidos o recién conocidos. Y dejando este tema a parte no debéis preocuparos no diré nada. - aún sabiendo de sobra que el Bastión podía estar en inferioridad de condiciones si alguien decidiera ir a tomarlo, por suerte para los Baratheon no los contaba entre sus enemigos ni tenía intención de empezar una guerra. - El hombre no nace, se hace, mi señora, reforzad su educación en esos otros aspectos. - una nueva pregunta y como respuesta una sonrisa acompañada de palabras. - Mi padre me enseñó el arte del combate, las tácticas, la batalla y la guerra. El Maestre a escribir, leer, las artes, historia, tradiciones y cultura sobretodo de los Stark y el Norte pero a la vez de todo Poniente y algo de Essos. Fue mi madre la que me hizo ser una persona educada, amable, atenta, respetuosa con dotes para hablar y escuchar más allá de los rencores y diferencias entre los habitantes de los siete Reinos. Siendo tan norteña como cualquiera de nosotros conocía perfectamente lo que movía a este mundo e intentó hacer que supiéramos como afrontarlo.[b] - hizo un amago de intentar tomar las mano de la dama pero se detuvo a tiempo, no debía por no ser correcto y no debía por no deber actuar de aquella forma ante las damas pues era lo esperado de él. - [b]Por ello os dije que no permitáis que alejen a Stefan de vos. Tenéis algo muy importante que enseñarle. - enmudeció mirando al chico que permanecía aún lejos, sentado y balanceando las piernas, con la cabeza bajada y murmurando algo inaudible para cualquiera de los dos adultos.
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Re: El lobo enjaulado, los venados y un jadín en mitad de la arena [Jenna Baratheon]
A ojos de Jenna, Ser Stark se mostraba demasiado benevolente con el error de Stefan, no supo si porque realmente el caballero adolecía de falta de experiencia en cuando al trato con los niños o porque simplemente quisiera congraciarse con éste al verlo abatido tras recibidor su indirecta regañina. La dama no hacía más que pensar en qué alcance tendría el comentario del pequeño, pues aunque nunca hubiese escuchado comentarios negativos en cuanto a las relaciones con los Stark, sabía que el asunto del Rey Buitre en las Marcas era algo complicado que no debía extenderse por Poniente. Nunca era conveniente que se supiera que algunos lores tenían conflictos en sus tierras, y mucho menos cuando se trataba de actos de rebeldía como los de aquel hombre. – Os agradecería que no mencionarais este asunto con demasiada ligereza – dijo con una inclinación de cabeza, inusitadamente humilde en una mujer orgullosa como Jenna – Mi hermano hace apenas dos años que sofocó las revueltas y se está afianzando como Lord de Tierras de Tormenta de cara al resto de Poniente -. Aquella petición de guardar el honor de Nathan sorprendió a la propia Jenna conforme las palabras brotaban de sus labios pero supuso que era el orgullo de su propia familia el que le empujó a decir aquello. Dentro de los muros de Bastión ella a veces volvía el rostro si se cruzaba con Nathan pero fuera de ellos, debía defenderlo con la furia que atestiguaba el lema de su casa. No podía dejar que el resto de Poniente pensara que había un Baratheon débil en Bastión de Tormentas. Ser Stark continuó hablando acerca de la educación que había recibido en Invernalia y Jenna le escuchó con suma atención, reparando que a fin de cuentas la educación de los norteños no parecía ser muy distinta de las de aquellos que habitaban al sur del Cuello. El adoctrinamiento de los Stark se asemejaba mucho al de los varones Baratheon.
Una de las manos de Ser Stark, ya fuera del agua desde hacía algunos minutos, pareció moverse en dirección a las de Jenna y por unos momentos ésta sintió que el corazón le daba un vuelco en el pecho. Afortunadamente, el caballero pareció arrepentirse de aquel impulso y reprimió el movimiento de su mano, sintiéndose aliviada la dama al no tener que reaccionar ante semejante atrevimiento. Desde hacía dos años sus hermanos, y especialmente Orson, habían sido los únicos hombres que habían tomado sus manos, y antes de ellos solamente lo había hecho Alcide, por lo que de haber atrapado Ser Stark sus dedos entre los de él se habría producido una situación incómoda para ambos. Además, Jenna no hubiese sabido qué hacer o decir si Stefan hubiese comentado algo así delante de su familia, hecho muy probable dada la notable imprudencia del pequeño. – Me temo que no tengo demasiado poder de decisión en ese asunto, Ser Stark – respondió con resignación, volviendo ella también la mirada hacia Stefan y suspirando al verlo abatido, seguramente sintiendo que había fallado en su papel de representante de Tierra de Tormentas que Nathan le había adjudicado en aquella nota que Eve le había entregado nada más llegar a Lanza del Sol – Supongo que Stefan será enviado como escudero a Puerta de Bronce, con la familia de su padre, o a algún otro lugar en el que se considere que puede formarse – al escuchar aquellas palabras, Stefan olvidó su incipiente tristeza y se puso en pie de un salto, protestando y arguyendo que sería escudero de su tío Orson, con la devoción por éste brillando en los ojos. Jenna le sonrió sin decir nada, desde luego aquella era la opción que prefería también la dama pero como le había dicho a Ser Stark, su poder de decisión estaba limitado, en ese sentido y en otros. Con una mano pálida y fría por el anterior contacto con el agua, retiró los sudados cabellos de la frente del niño para refrescarle y también para consolarle; pronto empezaría a comprender qué significaba ser un Baratheon y estar al servicio de su casa y su familia.
Jenna introdujo las puntas de sus dedos en una hasta ahora imperceptible costura que había en el ancho cinturón que ceñía su vestido y extrajo de ella una moneda de plata que depositó en la palma del niño, quien la contempló con ojos brillantes antes de elevar la mirada hacia su madre. - ¿Te apetece ir a ver los puestos del mercado? – preguntó Jenna al chiquillo con una sonrisa de benevolencia en su rostro que eliminaba su severidad anterior – Quizá encuentres algo que te guste… -. Stefan se puso en pie de un salto, olvidando la regañina de su madre, y se encaminó con pasos cortos pero rápidos hacia la salida del vergel que bordeaba la refrescante fuente que había acogido a los acalorados extranjeros. Jenna le siguió con la mirada mientras ella misma se ponía en pie, volviéndose después al hombre que aún permanecía sentado al resguardo de la fuente de piedra y el agua que salpicaba. - ¿Queréis acompañarnos, Ser Stark? Pasaremos por el mercado de camino a Palacio Antiguo, a Stefan le encanta la algarabía, la gente y el jaleo, no sé de dónde habrá sacado eso… -. En realidad Jenna mentía, pues bien sabía que aquel rasgo de su carácter era herencia directa de Ser Buckler y su inagotable carisma y buen humor. La dama siempre había pensado que las estancias parecían iluminarse cuando su marido entraba en ellas, quizá por eso en su ausencia sentía el mundo tan oscuro, incluso en una tierra tan soleada como Dorne. Jenna caminó hasta unos frescos helechos que hacían de límite entre aquella plazoleta tan fresca y el sendero de losas color arena que conducía hacia el mercado, y se detuvo vigilando a Stefan mientras esperaba a que Ser Stark tomase una decisión.
Una de las manos de Ser Stark, ya fuera del agua desde hacía algunos minutos, pareció moverse en dirección a las de Jenna y por unos momentos ésta sintió que el corazón le daba un vuelco en el pecho. Afortunadamente, el caballero pareció arrepentirse de aquel impulso y reprimió el movimiento de su mano, sintiéndose aliviada la dama al no tener que reaccionar ante semejante atrevimiento. Desde hacía dos años sus hermanos, y especialmente Orson, habían sido los únicos hombres que habían tomado sus manos, y antes de ellos solamente lo había hecho Alcide, por lo que de haber atrapado Ser Stark sus dedos entre los de él se habría producido una situación incómoda para ambos. Además, Jenna no hubiese sabido qué hacer o decir si Stefan hubiese comentado algo así delante de su familia, hecho muy probable dada la notable imprudencia del pequeño. – Me temo que no tengo demasiado poder de decisión en ese asunto, Ser Stark – respondió con resignación, volviendo ella también la mirada hacia Stefan y suspirando al verlo abatido, seguramente sintiendo que había fallado en su papel de representante de Tierra de Tormentas que Nathan le había adjudicado en aquella nota que Eve le había entregado nada más llegar a Lanza del Sol – Supongo que Stefan será enviado como escudero a Puerta de Bronce, con la familia de su padre, o a algún otro lugar en el que se considere que puede formarse – al escuchar aquellas palabras, Stefan olvidó su incipiente tristeza y se puso en pie de un salto, protestando y arguyendo que sería escudero de su tío Orson, con la devoción por éste brillando en los ojos. Jenna le sonrió sin decir nada, desde luego aquella era la opción que prefería también la dama pero como le había dicho a Ser Stark, su poder de decisión estaba limitado, en ese sentido y en otros. Con una mano pálida y fría por el anterior contacto con el agua, retiró los sudados cabellos de la frente del niño para refrescarle y también para consolarle; pronto empezaría a comprender qué significaba ser un Baratheon y estar al servicio de su casa y su familia.
Jenna introdujo las puntas de sus dedos en una hasta ahora imperceptible costura que había en el ancho cinturón que ceñía su vestido y extrajo de ella una moneda de plata que depositó en la palma del niño, quien la contempló con ojos brillantes antes de elevar la mirada hacia su madre. - ¿Te apetece ir a ver los puestos del mercado? – preguntó Jenna al chiquillo con una sonrisa de benevolencia en su rostro que eliminaba su severidad anterior – Quizá encuentres algo que te guste… -. Stefan se puso en pie de un salto, olvidando la regañina de su madre, y se encaminó con pasos cortos pero rápidos hacia la salida del vergel que bordeaba la refrescante fuente que había acogido a los acalorados extranjeros. Jenna le siguió con la mirada mientras ella misma se ponía en pie, volviéndose después al hombre que aún permanecía sentado al resguardo de la fuente de piedra y el agua que salpicaba. - ¿Queréis acompañarnos, Ser Stark? Pasaremos por el mercado de camino a Palacio Antiguo, a Stefan le encanta la algarabía, la gente y el jaleo, no sé de dónde habrá sacado eso… -. En realidad Jenna mentía, pues bien sabía que aquel rasgo de su carácter era herencia directa de Ser Buckler y su inagotable carisma y buen humor. La dama siempre había pensado que las estancias parecían iluminarse cuando su marido entraba en ellas, quizá por eso en su ausencia sentía el mundo tan oscuro, incluso en una tierra tan soleada como Dorne. Jenna caminó hasta unos frescos helechos que hacían de límite entre aquella plazoleta tan fresca y el sendero de losas color arena que conducía hacia el mercado, y se detuvo vigilando a Stefan mientras esperaba a que Ser Stark tomase una decisión.
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Re: El lobo enjaulado, los venados y un jadín en mitad de la arena [Jenna Baratheon]
El Stark simplemente dibujó una sonrisa ante las palabras de la dama. No había que tomarse a mal sus palabras. De sobra era sabido que la peor plaga de Poniente era el rencor, el ansia de poder y burlarse, además de aprovecharse, del mal ajeno. No quería ni plantearse el tipo de reacción que tendría Brandon ante tal noticia. Seguramente alegraba su ánimo y sus propios planes de ampliación de poder. Él no era así, había sido educado para estar en un segundo plano en la familia si su deseo era permanecer en Invernalia. Tampoco le habían educado en la ambición de los lores. Sabía cuál era su lugar, siempre lo había sabido y pasada la fase de rebeldía de todo joven sencillamente lo había aceptado como una rutina más. Posiblemente todas las malas caras en su tierra natal se debía sencillamente a aquella actitud ante la vida, a buscar otra forma de buscarse la gloria que no fue una oposición firme en palabras, actos y batallas contra su hermano y señor. - No tenéis de que preocuparos mi señora. Mis labios están sellados y me llevaré a la tumba todo cuando he oído sobre este acontecimiento. - palabras de honor en un tono sencillo y confidencial como el jardín en el que se encontraban. No pudo negar la sorpresa ante aquellas palabras tan orgullosamente protectoras incluso para con el Señor de la Tormentas por parte de aquella mujer que allí parecía una flor tan delicada como las de aquél vergel en medio de la arena. ¿Sobrevivirían aquellas plantas al verano más intenso en las tierras de Dorne? Podía preguntarse lo mismo sobre la dama pero decidió no hacerlo, ya había sido una clara indiscreción querer tomar su mano por un impulso de consuelo como para hacer que ocupara más sus pensamientos.
Miró al niño de nuevo cuando la madre empezó a hablar de él, también dudoso de si el avispado muchacho había visto el amago de su movimiento. No pesó en su presencia ni en lo que podría ir diciendo. Se buscaría un problema para ambos si alguien se enteraba, aunque tal vez aquél jardín tenía ojos y oídos. Por primera vez se empezó a sentir nervioso y algo incómodo allí, como si el aire fuera demasiado húmedo. Disimuló, como siempre pues si algo bueno tenía ser norteño era el ser considerado como el hielo. Tampoco quiso insistir en el poder de una madre sobre si hijo. La dama lo daba por perdido mientras que el Stark seguía pensado que no era así y por mucho que ella lo dijera seguiría negándolo hasta que no viera cuánta razón llevaba la madre o hasta que ella no comprobara que su pequeño, ya crecido y en la otra punta de Poniente no dejaba de pensar en ella. algo que tal vez jamás pudiera saber, por ello prefirió el silencio como opción a su primer comentario.[/i ] - Tal vez sea adecuado acabe donde crea Lord Baratheon crea que puede conseguir más que un entrenamiento para vuestro hijo. - existían los matrimonios concertados entre las casas nobles de todo Poniente, pero también el tráfico de hijos como aprendices y escuderos para fortalecer la relación entre los padres, los señores y hasta los propios hijos para que en un futuro tuvieran aliados o esos matrimonios poseyeran algo más de sentido. Fijó su mirada en la dama un instante y luego sonrió al escuchar las protestas del pequeño. Definitivamente debía de cruzar unas palabras y puede que la espada, de forma amistosa, con Orson Baratheon para saber si aquella admiración era justificada y hasta preguntarse si no era hora de hacer un nuevo amigo de armas. - Deberás aprender cómo ser escudero antes de ser escudero Stefan y en casa te lo pondrían fácil. ¿No te ha gustado viajar hasta aquí? ¡Pues imagina que es otro viaje donde además te van a enseñar muchas cosas para ser mejor guerrero que vuestro tío! - supo al instante que aunque el niño no acabara del todo convencido su madre lo estaría menos pero creyó que era la mejor forma de hacer ver a los dos que si aquello pasaba, y siendo realistas los tres sabían que iba a pasar, no iba a ser todo negativo para el pequeño ya que cuanto más empecinado siguiera en decir que no quería ir, peor iba a ser tanto la separación como el viaje y la estancia donde fuera que terminara como aprendiz.
Volvió a quedar en segundo plano observando la escena entre madre e hijo. Era curioso la cantidad de veces que había visto a Anna con los pequeños y no tan pequeños sobrinos que tenía. También había observado a la dama con Stefan a lo largo de ese encuentro, pero el ver como el pesar desaparecía de ambos rostros con aquél simple gento de entregarle una moneda y la propuesta de ir al mercado hizo que algo se revolviera en su interior. Tal vez debería escuchar a Brandon por una vez y plantearse la idea de empezar a buscar esposa, ¿debía seguir pensando aquello que era una injusticia dejar descendencia y esposa desprotegidos ante una muerte en batalla o retirarse de las contiendas? Lo segundo era imposible. lo primero para que pensarlo si no tenía intención de ser derrotado. Su pecho se hinchó con el orgullo del Norte. Tendría mucho de lo que hablar al volver a su hogar. Mucho estaba por cambiar. Finalmente asintió firmemente ante la pregunta de la mujer, se levantó y comenzó a abrocharse la camisa para que no parecieran un salvaje detrás de una mujer noble con intenciones poco adecuadas. - Si no os produce ningún inconveniente mi presencia estaré encantado de acompañaros. - [i]lo que no era adecuado decir es que no se fiaba de las calles de Lanza del Sol, de sus habitantes o del peligro que podían correr una mujer y su hijo paseando en soledad por aquél mercado. Con la camisa abrochada y la ropa colocada como era debido se quedó esperando a que la dama reanudara la marcha. - Además podemos seguir charlando. ¿Qué tiempo hace por Bastión tormentas? El viaje de regreso al Norte es largo incluso por mar. Tal vez haga una parada y una visita al resto de la familia Baratheon.
Miró al niño de nuevo cuando la madre empezó a hablar de él, también dudoso de si el avispado muchacho había visto el amago de su movimiento. No pesó en su presencia ni en lo que podría ir diciendo. Se buscaría un problema para ambos si alguien se enteraba, aunque tal vez aquél jardín tenía ojos y oídos. Por primera vez se empezó a sentir nervioso y algo incómodo allí, como si el aire fuera demasiado húmedo. Disimuló, como siempre pues si algo bueno tenía ser norteño era el ser considerado como el hielo. Tampoco quiso insistir en el poder de una madre sobre si hijo. La dama lo daba por perdido mientras que el Stark seguía pensado que no era así y por mucho que ella lo dijera seguiría negándolo hasta que no viera cuánta razón llevaba la madre o hasta que ella no comprobara que su pequeño, ya crecido y en la otra punta de Poniente no dejaba de pensar en ella. algo que tal vez jamás pudiera saber, por ello prefirió el silencio como opción a su primer comentario.[/i ] - Tal vez sea adecuado acabe donde crea Lord Baratheon crea que puede conseguir más que un entrenamiento para vuestro hijo. - existían los matrimonios concertados entre las casas nobles de todo Poniente, pero también el tráfico de hijos como aprendices y escuderos para fortalecer la relación entre los padres, los señores y hasta los propios hijos para que en un futuro tuvieran aliados o esos matrimonios poseyeran algo más de sentido. Fijó su mirada en la dama un instante y luego sonrió al escuchar las protestas del pequeño. Definitivamente debía de cruzar unas palabras y puede que la espada, de forma amistosa, con Orson Baratheon para saber si aquella admiración era justificada y hasta preguntarse si no era hora de hacer un nuevo amigo de armas. - Deberás aprender cómo ser escudero antes de ser escudero Stefan y en casa te lo pondrían fácil. ¿No te ha gustado viajar hasta aquí? ¡Pues imagina que es otro viaje donde además te van a enseñar muchas cosas para ser mejor guerrero que vuestro tío! - supo al instante que aunque el niño no acabara del todo convencido su madre lo estaría menos pero creyó que era la mejor forma de hacer ver a los dos que si aquello pasaba, y siendo realistas los tres sabían que iba a pasar, no iba a ser todo negativo para el pequeño ya que cuanto más empecinado siguiera en decir que no quería ir, peor iba a ser tanto la separación como el viaje y la estancia donde fuera que terminara como aprendiz.
Volvió a quedar en segundo plano observando la escena entre madre e hijo. Era curioso la cantidad de veces que había visto a Anna con los pequeños y no tan pequeños sobrinos que tenía. También había observado a la dama con Stefan a lo largo de ese encuentro, pero el ver como el pesar desaparecía de ambos rostros con aquél simple gento de entregarle una moneda y la propuesta de ir al mercado hizo que algo se revolviera en su interior. Tal vez debería escuchar a Brandon por una vez y plantearse la idea de empezar a buscar esposa, ¿debía seguir pensando aquello que era una injusticia dejar descendencia y esposa desprotegidos ante una muerte en batalla o retirarse de las contiendas? Lo segundo era imposible. lo primero para que pensarlo si no tenía intención de ser derrotado. Su pecho se hinchó con el orgullo del Norte. Tendría mucho de lo que hablar al volver a su hogar. Mucho estaba por cambiar. Finalmente asintió firmemente ante la pregunta de la mujer, se levantó y comenzó a abrocharse la camisa para que no parecieran un salvaje detrás de una mujer noble con intenciones poco adecuadas. - Si no os produce ningún inconveniente mi presencia estaré encantado de acompañaros. - [i]lo que no era adecuado decir es que no se fiaba de las calles de Lanza del Sol, de sus habitantes o del peligro que podían correr una mujer y su hijo paseando en soledad por aquél mercado. Con la camisa abrochada y la ropa colocada como era debido se quedó esperando a que la dama reanudara la marcha. - Además podemos seguir charlando. ¿Qué tiempo hace por Bastión tormentas? El viaje de regreso al Norte es largo incluso por mar. Tal vez haga una parada y una visita al resto de la familia Baratheon.
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Re: El lobo enjaulado, los venados y un jadín en mitad de la arena [Jenna Baratheon]
Jenna esbozó una suave sonrisa cuando observó a Ser Stark abandonar el asiento de piedra que le había procurado la refrescante fuente de aquella recóndita plazoleta. Stefan pareció congratularse también, dando un saltito al tiempo que dejaba escapar una exclamación de alegría y se encaminaba hacia los caminos de Lanza del Sol como si aquél fuese su hogar y lo conociese como la palma mano de mano. Bajo una atenta y aprobatoria mirada de la Baratheon, el norteño abotonó su camisa de lino ocultando un torso formado a base de duros entrenamientos sobre la nieve, o cuanto menos así quiso pensarlo la dama. Tras la conversación que habían tenido y el descubrimiento del modo en el que los Stark adiestraban a sus pequeños, Jenna ya no podría dudar nunca de la bravía y el valor de los norteños, a pesar de que no resultasen ser esos hombres incivilizados de los que siempre había oído hablar. Mientras se alisaba la falda del vestido con las palmas de las manos, aún frías tras haberlas sumergido en el agua de la fuente, se dijo a sí misma si quizá las ideas preconcebidas que tenía no le harían tener una impresión equivocada de lo que le rodeaba, lo que hizo que sus pensamientos volasen unos instantes hacia su propia cuñada. – No es inconveniente, mi señor – afirmó Jenna con un leve asentimiento de la cabeza mientras le miraba a los ojos, antes de girarse para emprender el camino de regreso al exótico palacio en el que se alojaban los invitados al enlace Martell-Targaryen – Sólo espero que no perdáis la paciencia, Stefan se distrae a menudo y el trayecto puede hacerse hasta tres veces más largo de lo normal. Comprenderé si en algún momento decidís adelantaros por vuestra cuenta – agregó la dama con cierto tono de broma en la voz, enarcando las cejas en un gesto que mostraba cierta resignación ante la veracidad de sus propias palabras.
Enseguida los tres se vieron literalmente devorados por la multitud que poblaba las calles del mercado a esas horas. Desde luego no era necesario atravesarlo para llegar al palacio pero era la concesión que Jenna había cedido a Stefan para compensar su severidad y ahora debía cumplir con su palabra, pues en sus acciones estaba el ejemplo para que su hijo fuese un hombre de provecho. El gentío les obligaba a caminar muy despacio, percibiendo todo tipo de olores y sonidos que excitaban a Stefan en la misma medida que agobiaban a Jenna. La extrema vitalidad de Dorne apabullaba a la dama, quien extrañaba la tranquilidad y el silencio de Bastión de Tormentas, donde sólo los rayos y los truenos se atrevían a alzar la voz por encima del resto de sonidos. – La primavera ha llegado con discreción a Bastión de Tormentas, mi señor, pues aún las mañanas son frescas al igual que las noches, pero sin embargo no anhelo que llegue el calor. No me gusta el sol – afirmó con cierta rotundidad mientras su mirada buscaba la cabecita castaña de Stefan entre el gentío y en su rostro se dibujaba una expresión tan serena que rozaba la vacuidad, como si de repente la mujer se hubiese convertido en una de las blancas esculturas de piedra caliza que se erigían aquí y allá en Lanza del Sol – Sin ánimo de menospreciar a los Martell, quienes son unos anfitriones inigualables, he de decir que estoy deseando regresar a mi hogar y reanudar mi vida – a pesar de que cada día solía maldecir la rutina a la que se veía abocada, observación que callaba con prudencia y también con orgullo, pues no gustaba de reconocer ante extraños el malestar que sentía a veces en Bastión. Tan sólo Orson solía ser depositario de aquellas confidencias.
Curiosamente, Stefan no pareció entretenerse demasiado en los puestos del mercado, algo que extrañó a su madre hasta que ésta descubrió que el niño tenía demasiada hambre como para entretenerse con malabaristas, animales exóticos o dulces de frutas. Jenna, aliviada, le instó a tomar el sendero que subía hasta palacio y que paulatinamente se iba vaciando de gente conforme aumentaba el número de soldados Martell. La seguridad en Lanza del Sol se había extremado, pues importantes personalidades de la nobleza de Poniente se alojaban en ese palacio y era demasiada la tentación de tratar de llevar a cabo un sustancioso secuestro. – Seréis bien recibido en Bastión de Tormentas, Ser Stark, al menos por mi parte – respondió Jenna mientras recogía unos centímetros los bajos de su vestido, procurando que no arrastrase sobre la arena que cubría el camino – Espero que cuando lleguéis allí, mis hermanos estén también para recibiros, pues eso querrá decir que ha terminado todo ese asunto del Rey Buitre – agregó la dama bajando un poco el tono de voz, aunque ya habían dejado atrás al populacho y caminaban solos, contemplados por los soldados Martell que aguantaban estoicamente el calor del sol y la sequedad del aire. Una vez dentro del palacio, las frescas corrientes de aire que se movían por los pasillos les recibieron y aliviaron, y Stefan lo demostró abiertamente resoplando de puro gusto y dejándose caer en un escabel de madera con la lengua fuera, componiendo un gesto cómico dirigido a su madre. – Hemos de separarnos aquí, mi señor – dijo Jenna acercándose a Stefan y cogiendo su mano para tirar de él – Ha sido un placer conoceros y poder charlar con vos, aunque espero que volvamos a coincidir. Me gustaría saber más cosas acerca del Norte -. Y tras una inclinación de cabeza, echó a andar por el corredor que la llevaría a los aposentos designados para las Baratheon, llevando a Stefan trotando junto a ella e iniciando una de sus interminables peroratas. Mientras la aguda voz del niño rompía la serenidad del palacio, Jenna reflexionó acerca de su charla con Ser Stark y pensaba en sus hermanos. Esperaba no haberse equivocado con la confianza prestada al norteño.
Enseguida los tres se vieron literalmente devorados por la multitud que poblaba las calles del mercado a esas horas. Desde luego no era necesario atravesarlo para llegar al palacio pero era la concesión que Jenna había cedido a Stefan para compensar su severidad y ahora debía cumplir con su palabra, pues en sus acciones estaba el ejemplo para que su hijo fuese un hombre de provecho. El gentío les obligaba a caminar muy despacio, percibiendo todo tipo de olores y sonidos que excitaban a Stefan en la misma medida que agobiaban a Jenna. La extrema vitalidad de Dorne apabullaba a la dama, quien extrañaba la tranquilidad y el silencio de Bastión de Tormentas, donde sólo los rayos y los truenos se atrevían a alzar la voz por encima del resto de sonidos. – La primavera ha llegado con discreción a Bastión de Tormentas, mi señor, pues aún las mañanas son frescas al igual que las noches, pero sin embargo no anhelo que llegue el calor. No me gusta el sol – afirmó con cierta rotundidad mientras su mirada buscaba la cabecita castaña de Stefan entre el gentío y en su rostro se dibujaba una expresión tan serena que rozaba la vacuidad, como si de repente la mujer se hubiese convertido en una de las blancas esculturas de piedra caliza que se erigían aquí y allá en Lanza del Sol – Sin ánimo de menospreciar a los Martell, quienes son unos anfitriones inigualables, he de decir que estoy deseando regresar a mi hogar y reanudar mi vida – a pesar de que cada día solía maldecir la rutina a la que se veía abocada, observación que callaba con prudencia y también con orgullo, pues no gustaba de reconocer ante extraños el malestar que sentía a veces en Bastión. Tan sólo Orson solía ser depositario de aquellas confidencias.
Curiosamente, Stefan no pareció entretenerse demasiado en los puestos del mercado, algo que extrañó a su madre hasta que ésta descubrió que el niño tenía demasiada hambre como para entretenerse con malabaristas, animales exóticos o dulces de frutas. Jenna, aliviada, le instó a tomar el sendero que subía hasta palacio y que paulatinamente se iba vaciando de gente conforme aumentaba el número de soldados Martell. La seguridad en Lanza del Sol se había extremado, pues importantes personalidades de la nobleza de Poniente se alojaban en ese palacio y era demasiada la tentación de tratar de llevar a cabo un sustancioso secuestro. – Seréis bien recibido en Bastión de Tormentas, Ser Stark, al menos por mi parte – respondió Jenna mientras recogía unos centímetros los bajos de su vestido, procurando que no arrastrase sobre la arena que cubría el camino – Espero que cuando lleguéis allí, mis hermanos estén también para recibiros, pues eso querrá decir que ha terminado todo ese asunto del Rey Buitre – agregó la dama bajando un poco el tono de voz, aunque ya habían dejado atrás al populacho y caminaban solos, contemplados por los soldados Martell que aguantaban estoicamente el calor del sol y la sequedad del aire. Una vez dentro del palacio, las frescas corrientes de aire que se movían por los pasillos les recibieron y aliviaron, y Stefan lo demostró abiertamente resoplando de puro gusto y dejándose caer en un escabel de madera con la lengua fuera, componiendo un gesto cómico dirigido a su madre. – Hemos de separarnos aquí, mi señor – dijo Jenna acercándose a Stefan y cogiendo su mano para tirar de él – Ha sido un placer conoceros y poder charlar con vos, aunque espero que volvamos a coincidir. Me gustaría saber más cosas acerca del Norte -. Y tras una inclinación de cabeza, echó a andar por el corredor que la llevaría a los aposentos designados para las Baratheon, llevando a Stefan trotando junto a ella e iniciando una de sus interminables peroratas. Mientras la aguda voz del niño rompía la serenidad del palacio, Jenna reflexionó acerca de su charla con Ser Stark y pensaba en sus hermanos. Esperaba no haberse equivocado con la confianza prestada al norteño.
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