Casting Eve Baratheon

La sensación de desolación que sintió en ese momento de despedida se volvió una constante hasta ahora, pues la vida en Bastión de Tormentas no se sentía como en el Nido y ella tampoco intentaba acostumbrarse. La rebeldía se asomó tras el rapto del Baratheon, ayudándola a despertar de un sueño que la mantenía flotando en una realidad inexistente, deseando algo que jamás ocurriría y aferrándose a ideas de libertad que se habían esfumado. ¿Cómo poder ser libre cuando lo único que se tiene son obligaciones y deberes los que detestaba, creciendo cual jaula de hierro en torno a ella e impidiéndole desplegar las alas que sus antepasados tan bien le habían heredado, las alas de los grifos?

Cada mañana al despertar una amarga sensación de infelicidad se apoderaba de ella, aunque en el fondo de su corazón no deseaba ser utópicamente feliz como las damas de poniente anhelaban en sus sueños infantiles, Eve quería venganza, quería conocer la debilidad en el corazón de su esposo para apoderarse de ella y destruirlo, pues matarlo sería liberarlo y ella no quería eso, Eve conseguiría arrebatarle lo más preciado aunque le costara toda la vida, porque cuando sus ojos azulados enfocaban ese fin último entre una bruma de confusión y sentimentalismo, aquello era lo único capaz de volverla fuerte, mucho más fuerte de lo que alguien pudiese imaginar.

Unos pasos retumbaban en el exterior de sus aposentos, cual muro de hielo la separaba de esa realidad de la que deseaba escapar pero aun así necesitaba, pues cada día pasado con quienes se suponía eran su familia, era un paso más cerca de entender al Baratheon a la perfección, de no quedarse tan solo en esa frialdad y rectitud que todos conocían, o en él deseo que parecía tener por ella cada vez que la poseía. No, sentir el tacto de una mano pesada sobre la manilla de la puerta de roble la convencía de que caminar al encuentro de aquel hombre era hacer justicia.

La mujer se levantó del borde de la cama, deslizó sus dedos por las hebras rojizas de un cabello suelto y rebelde, el que se acomodaba a las curvas de su cuerpo como último retoque, como la acción previa de fortaleza antes de sentir el crujir de la puerta abriéndose y revelar el porte regio de su esposo. Ella llevaba una tela vaporosa que revelaba parte de su desnudez, debía estar dispuesta, era lo que se le exigía y las excusas jamás habían servido con Nathan, si deseaba destruirlo entregarse a él era parte de la tarea, una tarea que estaba próxima a llevarse a cabo, lenta y estudiada, cada cabo bien atado.