Casting Edric Baratheon

El mar, calmado, mecía con suavidad el "Camino del Señor". En aquella galera que cruzaba el Mar Angosto, se encontraba él. Edric Baratheon observaba con mirada distante, perdida en el horizonte, aquel rastro de tierra que le había visto nacer. Bastión de Tormentas se encontraba cada vez más cerca y su vuelta iba a convulsionar-lo todo. Aquel joven Edric, que escapó de Poniente al cumplir su décimo-octavo día del nombre, volvía acompañado de su nueva familia y de su compañía de mercenarios. Habían pasado ya más de 20 días de su nombre desde que se fue, y muchas cosas habían ocurrido en Poniente, y otras tantas sucedían entonces o estaban por suceder. Su vida desde que había escapado a Myr, había sido envidiable, fama, gloria y riqueza. Pero seguía clavada en su conciencia aquella espina, aquel remordimiento con el rostro de su hermano, que le recordaba noche tras noche que había abandonado su hogar, su familia y su honor de Baratheon. Y si dicen que el tiempo cura las heridas, mienten. Necesitaba una oportunidad, algo que revolviera aquel sentimiento de culpabilidad y le moviera a volver a su hogar. Entonces intervino Moroqo. Aquel perro de Volantis se dirigió hacia Poniente, en busca de conquistas. Y cuando llegó a los oídos de "Martillo" que las casas con un sol, una flor y un venado en sus estandartes no habían sido capaces de detenerle, supo que allí tenía la oportunidad que llevaba ahora ya más de media vida esperando. Y allí estaba, embarcando a sus hombres y a su familia, cruzando el Mar Angosto solo para restituir algo que el mismo destruyó y que solo él podía recuperar.

De pronto, una voz le sacó de su estado reflexivo y le quitó la mirada del horizonte.
- Edric, entraremos en la Bahía de los Naufragios en breve. Deberías entrar en tu camarote.
Edric se giró para ver directamente a aquel que le hablaba. Allí estaba, aquel viejo Capitán Myriense, Moh'Vis. Se conocían desde el primer día en que abandonó Poniente. Moh'Vis le sacó de Poniente y Moh'Vis le devolvía a Poniente. Era el primer y único marino que había conocido dispuesto y convencido a cruzar aquella Bahía que tantas embarcaciones se había llevado. 
- ¿Moh'Vis, estas seguro de que podréis llevar las Galeras hasta Bastión? - preguntó el Baratheon.
- No sería la primera vez, lo sabes bien Edric... Pero no te preocupes no será la última... - el hombre canoso rió tras afirmar aquello.
De un modo u otro, no se podía volver atrás. Volver atrás era para cobardes, los hombres utilizaban el futuro para compensar sus acciones pasadas. Eso lo sabía bien, más de lo que quisiera. Así, siendo sabedor de que su vida y destino se encontraban ahora en manos de aquel viejo marino, se dirigió a su camarote, a la espera de ver los resultados de aquel viaje. Pero si sobrevivían a aquella temeridad, le quedaba todavía un problema más que resolver. Su sobrino.

Sentado sobre el borde de la cama, las opciones de volver a pisar su hogar parecían mayores cuando representaba el personaje de hermano redimido que cuando lo hacía como tío exiliado. Si su sobrino, Nathan Baratheon, no le daba cobijo en Bastión de Tormentas, todo aquel viaje habría sido en vano. Y su oportunidad se habría desvanecido.
- Si mi hermano siguiera vivo, me abriría las puertas... - reflexionó, ya en su camarote - Pero Nathan quizás ni sepa quién soy. La última vez que le vi no era más que un crío.
Pero todavía tenía la esperanza de que si no le abría por su apellido, sí lo haría por ser el líder de una compañía de mercenarios famosa. Desde su huida, Edric había perdido todo las facilidades que su apellido le daba. Así, necesitaba una nueva manera de ganarse el pan de cada día. Su martillo fue suficiente. Su portentosa fuerza y habilidad en el combate le sirvieron para ganarse la fama de "Mejor guerrero en Myr", y sus servicios empezaron a pagarse bien. Más de los que podría imaginar empezaron a unirse a él, buscando su consejo y intentando aprender de él. Así habían nacido "Los Venados de la Tormenta". Y cuando Edric pereciera, se desharían tan rápido como se formaron. Sin duda, se habían ganado su fama. Eran guerreros desmesuradamente valientes y disciplinados pese a ser mercenarios. Con él, solo se quedaban los mejores y los más dispuestos a obedecer su férrea disciplina. Solo a un necio no le interesaría tener a "Los Venados de la Tormenta" a su servicio. Y Edric sopesaba si su sobrino lo era.

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