Casting de Valerie Baratheon

Me llegó un rumor. Sí, un rumor, cuando aún el sol no salía del todo y el alba se expandía con aquella nebulosa blanca que a veces parece un manto de nubes sobre la tierra. Me quedé callada, expectante ante la noticia que mis oídos escuchaban. ¿Acaso era posible que fuera verdad? ¿Podía ser Nathan un desgraciado de aquellas envergaduras? No, no quería creerlo, pero de todas maneras tenía que confirmarlo.
Salí furiosa de mi habitación hacia las puertas de robles que me llevarían a su salón. Mis pasos tronaban con ayuda de las botas de montar que me había puesto al vestirme, para protegerme del frío. Los sirvientes me miraban pasar, más de alguno preocupado por mi ceño fruncido. ¿Acaso la dama de la tierra de las tormentas estaba molesta? No había nadie de aquel castillo que dudara de lo que un Baratheon era capaz de hacer cuando se molestaba. Muchos ya lo habían visto con sus propios ojos.
- ¡Nathan!- exclamé antes de llegar, sin que me importara que abrir la puerta de golpe con toda la fuerza que daban mis manos pudiese ocasionar algún perjuicio. Mis mejillas encendidas manifestaban aquella incipiente ira que amenazaba en el tono de mi voz-. ¿Es verdad lo que se rumorea por los pasillos?- le pregunté de frente, sin titubeo alguno ni preguntas ambiguas. Nathan era mi otro yo. Mi escudo, mi espada, y la persona más cercana que tenía en el mundo entero. Con él más que con nadie tenía la confianza para hablar las cosas de frente, de hermano a hermana, de Baratheon a Baratheon-. ¿Es verdad acaso que estás haciendo planes para comprometerme?- solté a bocajarro, avanzando unos pasos más hasta pararme frente a él. Nathan era alto, o al menos bastante más alto que yo. Lo que yo no tenía de altura lo tenía de ahínco y de testaruda. Mis ojos atravesaron los suyos buscando en ellos una negación. Anhelaba una negación más que nada en el mundo. Y no, no es que yo fuera una romántica que soñara con un príncipe azul. No, yo sólo quería saber que nunca me tendría que alejar de mi amada tierra. Que envejecería defendiendo Bastión de Tormentas. Y que nunca habría hombre que osara a decirme que era de su propiedad, porque bastante bien podía pensar por mí misma. Sin embargo, y por más que lo anhelara, pude reconocer la afirmación en los ojos de Nathan. Pude observar en esos ojos que conocía desde que yo había abierto los míos por primera vez, que él me estaba alejando de su lado para entregarme a un extraño. Y yo, en ese preciso momento, no sabía bien qué sentir sobre aquello.
Lentamente, y sin acercarme ni un palmo más a él, abrí mis labios que se habían fruncido en la espera de una respuesta-. No llegaré a esa boda- dije de forma marcada, acentuando cada palabra para que no hubiese dudas sobre lo que estaba diciendo-.¡Olvídalo!- exclamé finalmente, arrugando el ceño y haciendo lo único que podía hacer: salir de ahí.
De pronto la niebla del alba parecía ser el lugar ideal para cabalgar.