Un nuevo título, un nuevo reino

por **Aerys Targaryen** Lun Jun 24, 2013 7:37 am

Aerys estaba nervioso en su cama. No podía parar de pensar en su descubrimiento. Sentía que podía ser importante, pero no se lo creía. Quería ir a ver a los maestres de la ciudadela, pero lo primordial y más importante era la reunión de Aguasdulces. El cuervo no volvía, Medgard Tully no respondía y Aerys se impacientaba.
Seguía removiéndose en su desvelo, cuando una fuerte brisa le sacudió. Se apartó su pelo blanquecino de su rostro, y miró con sus ojos que en la vena púrpurea de la noche escogieron su color, el agua alrededor del islote en que se hallaban.
Vio a varios soldados patrullar como de costumbre por los adarves, vio salir y volar surcando las etéreas salas de los dioses el cuervo dirigido a Cuerno de la Puerca, con su importante mensaje para Lord Gideon. Contaba con él, podía ser una pieza clave en su plan. Pero le necesitaba cuanto antes.

Aerys no se entretuvo, se vistió con un jubón de satén negro, unos calzones rojos, y se acercó a ver a su hermano. Aunque eran muy distintos, le quería. A su manera, Rhaegel también tenía su importancia en su plan.

por **Aerys Targaryen** Jue Jun 27, 2013 3:25 am

Había llegado el día. Tras tanto preparar, Aerys iba a tomar el título que su padre tuvo, al igual que su abuelo, y todos sus antepasados. Iba a ser designado rey.

La decisión la había tomado para complacer los deseos de su madre, y de su familia. Él no amaba la política, pero había empezado a verlo como algo necesario. Así, valoraba casi matemáticamente cada paso a dar, cada nueva piedra a colocar en su reino, y de momento no había ningún error. Esperaba que no lo hubiera.

Llegó a la recién instaurada sala del trono. Todos los sirvientes y cortesanos estaban allí sentados, contemplando al futuro rey. Con prendas de seda luciendo al dragón rojo, y un manto de armiño cayendo sobre su espalda, se encaminó con pie firme hacia el trono. El septón de Rocadragón le esperaba, y al igual que hizo Aegon el Conquistador, se agachó ante él.
El hombre vestía de canas su pelo, y su piel ya no lucía la plenitud juvenil, más se acercaba al ocaso de su vida. Con sus finos y huesudos dedos apartó el pelo blanquecino de la cabeza de Aerys, y puso la corona, engarzada con las tres cabezas del dragón de rubíes, oro bruñido la cama en que reposaban, y esmeraldas y zafiros acompañaban su sueño.

-Salve, Aerys I Targaryen, Rey de las Tierras del Dragón, señor de Rocadragón, legítimo heredero de Aegon el Conquistador, Sangre de Fuego y del Dragón, nuestro rey. ¡Salve!
-¡Salve! -gritaron todos los allí reunidos, incluido su hermano Rhaegel. Aerys sonrió y se sentó en el trono. Ahora éste era su reino.

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