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Casting para crear una Sin Rostro
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Casting para crear una Sin Rostro
Personaje Especial Elegido: Mujer Sin Rostro.
¿Porque lo has elegido?: Porque siempre me ha fascinado cualquier capítulo en el que estuviesen envueltos los Sin Rostro y porque he visto que no hay ni uno por el foro... ya va siendo hora de que aparezca alguien que dé "regalitos" del Dios de Muchos Rostros.
Casting:
"¿No lo conoces? Bien. Él formará parte de tu iniciación. Para poder convertirte en Nadie primero debes aprender a ser alguien distinto, dejar atrás a lo que fuiste. Si logras hacerlo de forma limpia te mostraré los secretos que el Dios de Muchos Rostros nos otorgó."
Aquello le había dicho, únicamente seguido del nombre, la apariencia y el lugar de residencia de su objetivo. Sinceramente nunca se había imaginado que aquello fuese tan simple... tan claro y nítido. No era como si no se supiese nada del objetivo; había algunas veces en las que el Sin Rostro debía investigarlo por su cuenta, ya que era un personaje inaccesible o similar, pero la mayoría de las veces sabían todo sobre esa persona mucho antes de poner un pie fuera del recinto sagrado.
Harold Wardner... un recaudador de impuestos Don Nadie del Dominio, ciertamente muchos lo odiaban porque era un tipejo despreciable, y el precio ya había sido debidamente pagado... de modo que todo estaba en orden y listo para ser ejecutado.
Shar tardó varias semanas en alcanzar la aldea por la que le tocaría pasar al sujeto en el momento de su llegada, pero una vez el hombre penetró rudamente en la posada a reclamar dinero, la nueva y joven sirvienta del hostal le dedicó una hermosa sonrisa como si se tratase del príncipe más respetable y atractivo del universo.
- Bienvenido, ¿en qué puedo servirle, noble señor? -inquirió haciendo una respetuosa reverencia nada más repasar con una mirada maravillada las diversas insignias que denotaban que aquel caballero era alguien muy importante.
El hombre gruñó, alzando una ceja con cierta suspicacia, en verdad poco acostumbrado a que lo recibiesen con sonrisas en lugar de con insultos y miradas fulminantes. No tardó nada en llegar a la conclusión de que aquella moza debía de ser una recién llegada al pueblo...
- Corre y llama a tu amo, muchacha, he venido a buscar lo debido -replicó con un tono cortante que, a pesar de todo, no pudo evitar suavizar al ver el repentino ramalazo de miedo en los ojos increíblemente verdes de la joven.
- D-Desde luego, noble señor... -murmuró la adolescente con el ceño fruncido en un gesto de preocupación antes de darse la vuelta con cierta premura y desaparecer dentro de la cocina.
No dejaba de ser curioso que una hora tan temprana, con la posada totalmente vacía, fuese la elegida por el hombre odiado para ir en busca del "dinero debido". Sin duda el Dios de los Muchos Rostros deseaba conseguir una nueva ejecutora...
- M-Mi amo vendrá enseguida, noble señor, ¿puedo ofrecerle algo de beber mientras espera? -le preguntó educadamente la esbelta muchachita al salir de la cocina de nuevo, ya con un vaso y una bandeja entre manos. Parecía bastante nerviosa, pero aún así era como si se esforzase en ser educada. El hombre se puso alerta, mirando la bebida con un deje de sospecha.
- Déjala aquí, niña, y desaparece -replicó ahora ya sin contener para nada su iracundo tono de voz, sospechando aún más al ver a la pequeña encogerse ante sus palabras. Aún así, la chica se armó de valor y dejó el vaso frente al otro, que se lo quedó mirando con gesto circunspecto sin siquiera hacer un ademán para cogerlo.
No era la primera vez que aldeanos estúpidos como el dueño de aquel lugar intentaban envenenarlo... nunca había caído en sus artimañas, y desde una vez que casi había estirado la pata debido a aquello se había hecho el juramento a sí mismo de que, por mucho que disfrutase del alcohol, era mejor pasar una vez que no beber y acabar retorciéndose en el mugriento suelo de un vertedero como aquel hasta tomar su última bocanad...
"¿Qué...?"
Su voz no salió... sólo un gorjeo acuoso que hizo que un líquido rojo saliese a borbotones de entre sus labios.
Alzó la mirada totalmente desconcertado, apenas si sintiendo el afilado cuchillo de cocina en su espalda, perforando justo a la altura de su corazón... habiéndolo alcanzado sin problemas con su longitud. La niña había desaparecido, frente a él se erguía un ser de apariencia femenina que lo miraba con indiferentes ojos de un increíble color verde.
- No era el vaso lo que debía preocuparte Harold Wardner -le susurró con una voz fría y totalmente carente de emoción.
Soltó el cuchillo y dejó que el hombre se derrumbase sobre la mesa, con toda la tranquilidad del mundo volviendo a la cocina y pasando por detrás del furibundo posadero.
- ¿Le serviste ya el trago? -resopló- Espero que se le atragante...
- Se está impacientando, debería ir ya, amo -replicó ella, sin variar su pétrea expresión dándole a su voz un increíblemente realista tono preocupado-. Iré a ver su caballo, no vaya a ser que se descontrole y luego nos eche la culpa -añadió.
- Sí... será lo mejor, niña -replicó él, limpiándose las manos de la sangre del cerdo que había estado fileteando hasta aquel momento y por fin dirigiéndose hacia la zona común sin haber podido ver siquiera de reojo la expresión en el rostro de su nueva empleada...
Aterrado, el posadero se situó al lado del muerto en el mismo instante en que la primera ronda de guardias entraba en la posada a "alegrarse la mañana", tal y como venían haciendo siempre a aquellas horas en las que el cobrador ya solía haberse marchado. Todo salió tal y como su mente lo había planeado. Una muerte limpia; no había reclamado más vidas que la que habían pagado en el Templo. Nadie podría relacionarlo con la Sagrada Orden; el culpable era claramente el rencoroso posadero. Ella ni siquiera había estado allí, únicamente eran testigos un hombre muerto y otro que pronto seguiría el mismo camino, pero no por su mano.
Así de sencillo, todo estaba terminado. La seguirían llamando Shar, pero ya no era Shar. Ahora era Nadie, y al mismo tiempo Todos. Ya era una Sin Rostro.
¿Porque lo has elegido?: Porque siempre me ha fascinado cualquier capítulo en el que estuviesen envueltos los Sin Rostro y porque he visto que no hay ni uno por el foro... ya va siendo hora de que aparezca alguien que dé "regalitos" del Dios de Muchos Rostros.
Casting:
"¿No lo conoces? Bien. Él formará parte de tu iniciación. Para poder convertirte en Nadie primero debes aprender a ser alguien distinto, dejar atrás a lo que fuiste. Si logras hacerlo de forma limpia te mostraré los secretos que el Dios de Muchos Rostros nos otorgó."
Aquello le había dicho, únicamente seguido del nombre, la apariencia y el lugar de residencia de su objetivo. Sinceramente nunca se había imaginado que aquello fuese tan simple... tan claro y nítido. No era como si no se supiese nada del objetivo; había algunas veces en las que el Sin Rostro debía investigarlo por su cuenta, ya que era un personaje inaccesible o similar, pero la mayoría de las veces sabían todo sobre esa persona mucho antes de poner un pie fuera del recinto sagrado.
Harold Wardner... un recaudador de impuestos Don Nadie del Dominio, ciertamente muchos lo odiaban porque era un tipejo despreciable, y el precio ya había sido debidamente pagado... de modo que todo estaba en orden y listo para ser ejecutado.
Shar tardó varias semanas en alcanzar la aldea por la que le tocaría pasar al sujeto en el momento de su llegada, pero una vez el hombre penetró rudamente en la posada a reclamar dinero, la nueva y joven sirvienta del hostal le dedicó una hermosa sonrisa como si se tratase del príncipe más respetable y atractivo del universo.
- Bienvenido, ¿en qué puedo servirle, noble señor? -inquirió haciendo una respetuosa reverencia nada más repasar con una mirada maravillada las diversas insignias que denotaban que aquel caballero era alguien muy importante.
El hombre gruñó, alzando una ceja con cierta suspicacia, en verdad poco acostumbrado a que lo recibiesen con sonrisas en lugar de con insultos y miradas fulminantes. No tardó nada en llegar a la conclusión de que aquella moza debía de ser una recién llegada al pueblo...
- Corre y llama a tu amo, muchacha, he venido a buscar lo debido -replicó con un tono cortante que, a pesar de todo, no pudo evitar suavizar al ver el repentino ramalazo de miedo en los ojos increíblemente verdes de la joven.
- D-Desde luego, noble señor... -murmuró la adolescente con el ceño fruncido en un gesto de preocupación antes de darse la vuelta con cierta premura y desaparecer dentro de la cocina.
No dejaba de ser curioso que una hora tan temprana, con la posada totalmente vacía, fuese la elegida por el hombre odiado para ir en busca del "dinero debido". Sin duda el Dios de los Muchos Rostros deseaba conseguir una nueva ejecutora...
- M-Mi amo vendrá enseguida, noble señor, ¿puedo ofrecerle algo de beber mientras espera? -le preguntó educadamente la esbelta muchachita al salir de la cocina de nuevo, ya con un vaso y una bandeja entre manos. Parecía bastante nerviosa, pero aún así era como si se esforzase en ser educada. El hombre se puso alerta, mirando la bebida con un deje de sospecha.
- Déjala aquí, niña, y desaparece -replicó ahora ya sin contener para nada su iracundo tono de voz, sospechando aún más al ver a la pequeña encogerse ante sus palabras. Aún así, la chica se armó de valor y dejó el vaso frente al otro, que se lo quedó mirando con gesto circunspecto sin siquiera hacer un ademán para cogerlo.
No era la primera vez que aldeanos estúpidos como el dueño de aquel lugar intentaban envenenarlo... nunca había caído en sus artimañas, y desde una vez que casi había estirado la pata debido a aquello se había hecho el juramento a sí mismo de que, por mucho que disfrutase del alcohol, era mejor pasar una vez que no beber y acabar retorciéndose en el mugriento suelo de un vertedero como aquel hasta tomar su última bocanad...
"¿Qué...?"
Su voz no salió... sólo un gorjeo acuoso que hizo que un líquido rojo saliese a borbotones de entre sus labios.
Alzó la mirada totalmente desconcertado, apenas si sintiendo el afilado cuchillo de cocina en su espalda, perforando justo a la altura de su corazón... habiéndolo alcanzado sin problemas con su longitud. La niña había desaparecido, frente a él se erguía un ser de apariencia femenina que lo miraba con indiferentes ojos de un increíble color verde.
- No era el vaso lo que debía preocuparte Harold Wardner -le susurró con una voz fría y totalmente carente de emoción.
Soltó el cuchillo y dejó que el hombre se derrumbase sobre la mesa, con toda la tranquilidad del mundo volviendo a la cocina y pasando por detrás del furibundo posadero.
- ¿Le serviste ya el trago? -resopló- Espero que se le atragante...
- Se está impacientando, debería ir ya, amo -replicó ella, sin variar su pétrea expresión dándole a su voz un increíblemente realista tono preocupado-. Iré a ver su caballo, no vaya a ser que se descontrole y luego nos eche la culpa -añadió.
- Sí... será lo mejor, niña -replicó él, limpiándose las manos de la sangre del cerdo que había estado fileteando hasta aquel momento y por fin dirigiéndose hacia la zona común sin haber podido ver siquiera de reojo la expresión en el rostro de su nueva empleada...
Aterrado, el posadero se situó al lado del muerto en el mismo instante en que la primera ronda de guardias entraba en la posada a "alegrarse la mañana", tal y como venían haciendo siempre a aquellas horas en las que el cobrador ya solía haberse marchado. Todo salió tal y como su mente lo había planeado. Una muerte limpia; no había reclamado más vidas que la que habían pagado en el Templo. Nadie podría relacionarlo con la Sagrada Orden; el culpable era claramente el rencoroso posadero. Ella ni siquiera había estado allí, únicamente eran testigos un hombre muerto y otro que pronto seguiría el mismo camino, pero no por su mano.
Así de sencillo, todo estaba terminado. La seguirían llamando Shar, pero ya no era Shar. Ahora era Nadie, y al mismo tiempo Todos. Ya era una Sin Rostro.
Fue increíble su inexistente reacción a aquella realidad...
Shar
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