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La llegada del Escorpión [William Dayne]
2 participantes
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La llegada del Escorpión [William Dayne]
El sol brillaba entre las torres de la fortaleza y lo cegó momentáneamente. Daba igual. No necesitaba prestar atención al camino, Tormenta sabía muy bien dónde iba. Las últimas semanas de viaje habían sido agotadoras, pues el desierto de Dorne no era un anfitrión hospitalario ni siquiera para quienes habían nacido en él. Ni siquiera para los escorpiones. Pero las montañas tampoco lo eran, y Roderick estaba seguro que su compañera cuadrúpeda había llegado a echar de menos las arenas del desierto mientras cruzaban algunos pasos montañosos.
El joven acarició con su mano morena el cuello de su fiel yegua parda, que avanzaba con paso cansino hacia la antesala a las grandes puertas de la fortaleza. Ya hacía unos días que el camino estaba empedrado, y Tormenta parecía agradecerlo, pero aun así necesitaba un descanso. Y ese descanso estaba en Campoestrella, Tormenta lo sabía y Roderick también lo sabía. Lo que no sabía ninguno de los dos era qué les esperaba allí, era posible que pasaran alguna noche a cubierto y después tuvieran que marcharse a otro sitio, no sería la primera vez que les pasaba. Pero esta vez sería la última que les ocurriera en tierras dornienses, Roderick ya lo había decidido. O Campoestrella les abría sus puertas una temporada, o Tormenta y él se dirigirían al Paso del Príncipe para probar suerte al otro lado.
El guardia le preguntó por sus intenciones. La misma historia de siempre. Aunque por otro lado era normal que la gente recelara de un jinete solo, por lo general los mercenarios se agrupaban en compañías. Pero aunque así lo definían, él no se consideraba un mercenario en el sentido estricto de la palabra. Él no sólo ofrecía sus servicios y sus habilidades con la espada; él ofrecía fidelidad y honor. Y a cambio pedía muy poco, una retribución justa y la promesa de aventuras. Eso era lo que él quería, aventuras. Aventuras que algún día alguien escribiera y que sirvieran de inspiración para algún joven, impregnando en él el sentido del honor y la justicia que conllevaba ser un caballero. Aunque Roderick no lo era.
El guardia lo dejó pasar, indicándole con quién debía hablar para que le dijera dónde podía instalarse hasta que le comunicaran si iba ser recibido por el señor de Campoestrella. Roderick buscó primero las caballerizas, donde dejó a Tormenta tras insistir hasta la saciedad y asegurarse de que fuera bien atendida, para lo que dejó caer una moneda en la palma de la mano del muchacho que cogió las riendas de la yegua.
─ Volveré pronto, no te preocupes ─susurró en el oído de Tormenta─. Descansa, vieja amiga, que te lo mereces.
Roderick salió de las caballerizas y buscó a la señora que coincidía con la descripción del guardia de la puerta. Era una mujer mayor que lo hizo entrar a un edificio cercano a las caballerizas, algo que agradeció enormemente, donde le indicó cuál era su estancia. “Sólo por hoy”, le había dicho, “mañana deberás irte de aquí si Lord William no te ha atendido”. Roderick asintió, le agradeció su hospitalidad, y le tendió otra moneda. Ya era la segunda del día y no estaba para tirarlas, pero así funcionaban las cosas.
La estancia era pequeña y humilde, pero bastante más cómoda que la silla de montar. Dejó su equipaje en el suelo, se tumbó en el catre que allí había y sacó un libro con la encuadernación raída de una de sus bolsas de viaje. Qué mejor manera de hacer tiempo y esperar la llamada del señor de Campoestrella.
El joven acarició con su mano morena el cuello de su fiel yegua parda, que avanzaba con paso cansino hacia la antesala a las grandes puertas de la fortaleza. Ya hacía unos días que el camino estaba empedrado, y Tormenta parecía agradecerlo, pero aun así necesitaba un descanso. Y ese descanso estaba en Campoestrella, Tormenta lo sabía y Roderick también lo sabía. Lo que no sabía ninguno de los dos era qué les esperaba allí, era posible que pasaran alguna noche a cubierto y después tuvieran que marcharse a otro sitio, no sería la primera vez que les pasaba. Pero esta vez sería la última que les ocurriera en tierras dornienses, Roderick ya lo había decidido. O Campoestrella les abría sus puertas una temporada, o Tormenta y él se dirigirían al Paso del Príncipe para probar suerte al otro lado.
El guardia le preguntó por sus intenciones. La misma historia de siempre. Aunque por otro lado era normal que la gente recelara de un jinete solo, por lo general los mercenarios se agrupaban en compañías. Pero aunque así lo definían, él no se consideraba un mercenario en el sentido estricto de la palabra. Él no sólo ofrecía sus servicios y sus habilidades con la espada; él ofrecía fidelidad y honor. Y a cambio pedía muy poco, una retribución justa y la promesa de aventuras. Eso era lo que él quería, aventuras. Aventuras que algún día alguien escribiera y que sirvieran de inspiración para algún joven, impregnando en él el sentido del honor y la justicia que conllevaba ser un caballero. Aunque Roderick no lo era.
El guardia lo dejó pasar, indicándole con quién debía hablar para que le dijera dónde podía instalarse hasta que le comunicaran si iba ser recibido por el señor de Campoestrella. Roderick buscó primero las caballerizas, donde dejó a Tormenta tras insistir hasta la saciedad y asegurarse de que fuera bien atendida, para lo que dejó caer una moneda en la palma de la mano del muchacho que cogió las riendas de la yegua.
─ Volveré pronto, no te preocupes ─susurró en el oído de Tormenta─. Descansa, vieja amiga, que te lo mereces.
Roderick salió de las caballerizas y buscó a la señora que coincidía con la descripción del guardia de la puerta. Era una mujer mayor que lo hizo entrar a un edificio cercano a las caballerizas, algo que agradeció enormemente, donde le indicó cuál era su estancia. “Sólo por hoy”, le había dicho, “mañana deberás irte de aquí si Lord William no te ha atendido”. Roderick asintió, le agradeció su hospitalidad, y le tendió otra moneda. Ya era la segunda del día y no estaba para tirarlas, pero así funcionaban las cosas.
La estancia era pequeña y humilde, pero bastante más cómoda que la silla de montar. Dejó su equipaje en el suelo, se tumbó en el catre que allí había y sacó un libro con la encuadernación raída de una de sus bolsas de viaje. Qué mejor manera de hacer tiempo y esperar la llamada del señor de Campoestrella.
Roderick Arena- Otros
Re: La llegada del Escorpión [William Dayne]
Un caballero con tabardo morado y el simbolo de los Dayne en su pecho, además de 5 estrellas adicionales a un lado del tabardo, apareció a los pocos minutos en el establecimiento de la vieja. Tras un breve de la misma, el hombre se dirigio a la habitacion del Arena y llamo sonoramente un par de veces.
- Me han dicho que quieres ver a Lord Dayne - dijo escuetamente.
Tras un par de segundos delante de la puerta cuando esta se abrio, entro en la habitacion sin mas dilaciones. Tenía un porte recio y sin duda no dado a bromas, pero destilaba un extraño aire a caballerosidad un tanto dificil de ver en los tiempos que corrian en Poniente.
- Tengo muchas cosas que hacer y seguro que tu también. Tienes un par de minutos de mi tiempo. Dime porque el Lord deberia recibirte, y mas aun porque deberia acogerte en su castillo, es un tanto selectivo asi que elige bien tus palabras
Escudriño la habitacion mientras hablaba como esperando encontrar algo interesante, no tardo en darse cuenta de que el muchacho poseia poco mas que lo puesto, quizás fuera un golfillo mas que venia a probar suerte al recientemente inaugurado territorio libre de Campoestrella.
- Me han dicho que quieres ver a Lord Dayne - dijo escuetamente.
Tras un par de segundos delante de la puerta cuando esta se abrio, entro en la habitacion sin mas dilaciones. Tenía un porte recio y sin duda no dado a bromas, pero destilaba un extraño aire a caballerosidad un tanto dificil de ver en los tiempos que corrian en Poniente.
- Tengo muchas cosas que hacer y seguro que tu también. Tienes un par de minutos de mi tiempo. Dime porque el Lord deberia recibirte, y mas aun porque deberia acogerte en su castillo, es un tanto selectivo asi que elige bien tus palabras
Escudriño la habitacion mientras hablaba como esperando encontrar algo interesante, no tardo en darse cuenta de que el muchacho poseia poco mas que lo puesto, quizás fuera un golfillo mas que venia a probar suerte al recientemente inaugurado territorio libre de Campoestrella.
William Dayne- Casa vasalla
Re: La llegada del Escorpión [William Dayne]
Un par de golpes en la puerta y una escueta frase fueron la antesala a la irrupción en la habitación del caballero vestido de morado. Quería un discurso bien elegido y tenía poco tiempo, decía. Roderick se dio media vuelta, recogió el libro que había dejado abierto sobre la cama y lo guardó en una de sus bolsas de viaje con tranquilidad y un toque de solemnidad. Tras ello, realizó un pequeño saludo con la cabeza y comenzó a hablar:
─ Mi nombre es Roderick Arena y es un placer estar en Campoestrella, mi señor. Soy eso que algunos llaman “mercenario”, una espada errante que busca quien la contrate, y vengo a ofrecer mis servicios al señor de esta fortaleza ─dijo─. Los últimos tiempos han sido duros para el sur, señor, y en vista de la nueva situación política he supuesto que aquí habría una oportunidad para alguien como yo, joven pero con una cuantas batallas sobre las espaldas, con lo que ello conlleva. Y no sólo me refiero a la lucha.
Dicho esto, volvió a realizar el mismo saludo que al principio y cerró su intervención con una simple frase:
─ Espero no haber malgastado estos dos minutos de su valioso tiempo.
Era lo que tocaba, ser cortés y saber venderse sin resultar pesado. No esperaba que Lord Dayne estuviera tan sobrado de soldados capaces y experimentados como para rechazar su llegada, y si así lo hiciera tampoco sería un problema. Roderick estaba acostumbrado a ir de asentamiento en asentamiento buscando suerte. Pero algo le decía que el destino lo requería en Campoestrella.
─ Mi nombre es Roderick Arena y es un placer estar en Campoestrella, mi señor. Soy eso que algunos llaman “mercenario”, una espada errante que busca quien la contrate, y vengo a ofrecer mis servicios al señor de esta fortaleza ─dijo─. Los últimos tiempos han sido duros para el sur, señor, y en vista de la nueva situación política he supuesto que aquí habría una oportunidad para alguien como yo, joven pero con una cuantas batallas sobre las espaldas, con lo que ello conlleva. Y no sólo me refiero a la lucha.
Dicho esto, volvió a realizar el mismo saludo que al principio y cerró su intervención con una simple frase:
─ Espero no haber malgastado estos dos minutos de su valioso tiempo.
Era lo que tocaba, ser cortés y saber venderse sin resultar pesado. No esperaba que Lord Dayne estuviera tan sobrado de soldados capaces y experimentados como para rechazar su llegada, y si así lo hiciera tampoco sería un problema. Roderick estaba acostumbrado a ir de asentamiento en asentamiento buscando suerte. Pero algo le decía que el destino lo requería en Campoestrella.
Roderick Arena- Otros
Re: La llegada del Escorpión [William Dayne]
- Interesante...
En realidad no lo era, muchos otros antes habian venido a decir lo mismo y la mayoria se habian ido por donde habian entrado, la accion y no las palabras era lo que demostraria la verdadera valía del joven.
El caballero morado se acercó a la ventana de la alcoba del chico y la abrio mirando hacia la transcurrida calle de Campoestrella a la que daba. Miro un par de segundos por ella e invitó al bastardo a acercarse.
- Observa... ves lo que hay ahi? Y antes de decir que es una calle con personas transitando observa bien y fijate.
Habia falta un ojo entrenado para ver algo mas, pero teniendolo no era dificil localizar a un hombre que se movia entre el gentió mirando las bolsas de oro que colgaban de los cintos ajenos. No tardo mucho en elegir a una joven mujer parada enfrente de un puesto mercantil, se puso a su lado y le sustrajo la bolsa mientras miraba la mercancía depositada en el tenderete.
Siguio andando y posó su hurtadora mirada sobre la que se preveia seria su siguiente victima.
- Demuestra de lo que eres capaz y atrapa a ese malandrín, yo que tu me daria prisa.
En realidad no lo era, muchos otros antes habian venido a decir lo mismo y la mayoria se habian ido por donde habian entrado, la accion y no las palabras era lo que demostraria la verdadera valía del joven.
El caballero morado se acercó a la ventana de la alcoba del chico y la abrio mirando hacia la transcurrida calle de Campoestrella a la que daba. Miro un par de segundos por ella e invitó al bastardo a acercarse.
- Observa... ves lo que hay ahi? Y antes de decir que es una calle con personas transitando observa bien y fijate.
Habia falta un ojo entrenado para ver algo mas, pero teniendolo no era dificil localizar a un hombre que se movia entre el gentió mirando las bolsas de oro que colgaban de los cintos ajenos. No tardo mucho en elegir a una joven mujer parada enfrente de un puesto mercantil, se puso a su lado y le sustrajo la bolsa mientras miraba la mercancía depositada en el tenderete.
Siguio andando y posó su hurtadora mirada sobre la que se preveia seria su siguiente victima.
- Demuestra de lo que eres capaz y atrapa a ese malandrín, yo que tu me daria prisa.
William Dayne- Casa vasalla
Re: La llegada del Escorpión [William Dayne]
El caballero le indicó a través de la ventana un hombrecillo que se movía rápidamente entre la muchedumbre que deambulaba por la calle del mercado. Lo vieron adueñarse de la bolsa de monedas de una mujer antes de que el caballero formulara su encargo. “Atrapa a ese malandrín, yo que tú me daría prisa”, había dicho.
Roderick inspeccionó la zona en la que “trabajaba” el ladrón todavía desde su puesto junto al caballero de morado en la ventana. Estaba solo, eso estaba claro. La cantidad de gente le proporcionaba una casi total impunidad para afanar bolsas ajenas, pero Roderick suponía que sus cinco sentidos estarían más que alerta. Valoró la posibilidad de saltar desde la ventana, pues sabía que si perdía el contacto visual con el ladronzuelo podía perderlo de vista para siempre, pero entonces encontró una opción mejor.
─ Con su permiso ─dijo al caballero antes de poner un pie en el alféizar de la ventana y saltar ágilmente al tejado del edificio contiguo, que se encontraba a la misma altura.
Corrió cuidadosamente entre las tejas tras asegurarse de su fiabilidad y saltó al siguiente edificio hasta situarse sobre la cabeza del grupo de gente donde se escondía el ladrón. Ya había afanado otra bolsa de monedas, y Roderick volvió a mirar a su alrededor. El recurso de los tejados ya no servía, pues el edificio sobre el que se encontraba daba a una calle demasiado ancha para ser salvada con un salto, pero comprobó con satisfacción que el malhechor se dirigía hacia esa misma calle, a la que ya no llegaba el jaleo y el gentío que rodeaba al mercado. De hecho se encontraba totalmente desierta de transeúntes. Roderick lo vio doblar la esquina y se adelantó un poco a su trayectoria. Se colgó de la cornisa y se dejó caer sobre el alféizar de una ventana cerrada, del que se volvió a colgar. Miró hacia abajo y comprobó que era el momento justo para dejarse caer y que la atracción del suelo hiciera el resto del trabajo.
El ladronzuelo no se lo esperaba. Sus inquietos ojos habían recorrido cada rincón de la calle, pero no se le había ocurrido mirar hacia arriba en ningún momento. Roderick no pronunció una sola palabra; la momentánea confusión del ladrón al caer al suelo bajo el peso del bastardo le dio a éste el tiempo necesario para inmovilizarlo en el suelo. Así, sentado sobre él, se quitó el cordón que rodeaba su cintura a modo de sustento de sus calzas y le ató las manos a pesar de los bruscos movimientos con los que intentaba librarse de su asaltante. Cuando lo agarró del cuello de su polvorienta camisa y lo levantó, el caballero de morado hacía su aparición en la calle acompañado de dos guardias con el emblema de los Dayne.
─ Aquí tiene su petición, mi señor ─dijo Roderick empujando al malhechor hacia los guardias─. Si necesita algo más, sólo tiene que pedírmelo y será para mí un placer cumplir sus deseos.
Roderick inspeccionó la zona en la que “trabajaba” el ladrón todavía desde su puesto junto al caballero de morado en la ventana. Estaba solo, eso estaba claro. La cantidad de gente le proporcionaba una casi total impunidad para afanar bolsas ajenas, pero Roderick suponía que sus cinco sentidos estarían más que alerta. Valoró la posibilidad de saltar desde la ventana, pues sabía que si perdía el contacto visual con el ladronzuelo podía perderlo de vista para siempre, pero entonces encontró una opción mejor.
─ Con su permiso ─dijo al caballero antes de poner un pie en el alféizar de la ventana y saltar ágilmente al tejado del edificio contiguo, que se encontraba a la misma altura.
Corrió cuidadosamente entre las tejas tras asegurarse de su fiabilidad y saltó al siguiente edificio hasta situarse sobre la cabeza del grupo de gente donde se escondía el ladrón. Ya había afanado otra bolsa de monedas, y Roderick volvió a mirar a su alrededor. El recurso de los tejados ya no servía, pues el edificio sobre el que se encontraba daba a una calle demasiado ancha para ser salvada con un salto, pero comprobó con satisfacción que el malhechor se dirigía hacia esa misma calle, a la que ya no llegaba el jaleo y el gentío que rodeaba al mercado. De hecho se encontraba totalmente desierta de transeúntes. Roderick lo vio doblar la esquina y se adelantó un poco a su trayectoria. Se colgó de la cornisa y se dejó caer sobre el alféizar de una ventana cerrada, del que se volvió a colgar. Miró hacia abajo y comprobó que era el momento justo para dejarse caer y que la atracción del suelo hiciera el resto del trabajo.
El ladronzuelo no se lo esperaba. Sus inquietos ojos habían recorrido cada rincón de la calle, pero no se le había ocurrido mirar hacia arriba en ningún momento. Roderick no pronunció una sola palabra; la momentánea confusión del ladrón al caer al suelo bajo el peso del bastardo le dio a éste el tiempo necesario para inmovilizarlo en el suelo. Así, sentado sobre él, se quitó el cordón que rodeaba su cintura a modo de sustento de sus calzas y le ató las manos a pesar de los bruscos movimientos con los que intentaba librarse de su asaltante. Cuando lo agarró del cuello de su polvorienta camisa y lo levantó, el caballero de morado hacía su aparición en la calle acompañado de dos guardias con el emblema de los Dayne.
─ Aquí tiene su petición, mi señor ─dijo Roderick empujando al malhechor hacia los guardias─. Si necesita algo más, sólo tiene que pedírmelo y será para mí un placer cumplir sus deseos.
Roderick Arena- Otros
Re: La llegada del Escorpión [William Dayne]
Todo parecia demasiado facil. Una lastima que esta vez no fuera a serlo, pues en su afán de capturar al hombrecillo no habia notado que este no actuaba solo, la verdad es que poca gente habria podido notarlo. Cuando Roderick estaba entregando al primero, el segundo se acercó por su espalda y lo empujo desequilibrandolo y permitiendo que el maniatado ladron pudiera echar a correr amparado por la ayuda del segundo, el rastro era facilmente seguible hasta una callejuela cercana, seguramente no se habrian dado ni cuenta en su huida pero esa calle no tenia salida.
El caballero morado rió y señalo a los ladrones en fuga.
- Nunca subestimes al enemigo chico. Adelante.
Los 3 guardias no parecia que fueran a moverse de su sitio.
Tras la llegada al callejon de Roderick y al ver que no tenian escapatoria los dos hombres ya maniatados blandian un par de dagas de visible mala calidad.
- Dejanos en paz! No tenemos otra opcion que robar para sobrevivir! Nuestras familias se mueren de hambre!
Habia algo parecido a la desesperacion en su voz, lo cual podia ser peligroso, o ser una manera facil de resolver el problema segun quien lo abordara. La solucion esta vez estaria en manos del Arena.
El caballero morado rió y señalo a los ladrones en fuga.
- Nunca subestimes al enemigo chico. Adelante.
Los 3 guardias no parecia que fueran a moverse de su sitio.
Tras la llegada al callejon de Roderick y al ver que no tenian escapatoria los dos hombres ya maniatados blandian un par de dagas de visible mala calidad.
- Dejanos en paz! No tenemos otra opcion que robar para sobrevivir! Nuestras familias se mueren de hambre!
Habia algo parecido a la desesperacion en su voz, lo cual podia ser peligroso, o ser una manera facil de resolver el problema segun quien lo abordara. La solucion esta vez estaria en manos del Arena.
William Dayne- Casa vasalla
Re: La llegada del Escorpión [William Dayne]
El maldito exceso de seguridad. Siempre igual. Roderick nunca lo reconocía, pero sus grandes dotes para el combate y su gran inteligencia tenían un enorme punto flaco: el exceso de seguridad. Había sido un error de novato, descuidar la retaguardia. Lo había notado en la mirada de los guardias y el caballero, pero sus reflejos estaban demasiado oxidados y no había reaccionado como correspondía. El caballero de morado le daba otra oportunidad, así que aquello no había terminado ni mucho menos. Y esta vez no habría errores estúpidos.
Todavía resonaba en su cabeza la risotada del caballero cuando el segundo ladronzuelo lo había asaltado por la espalda mientras corría tras los dos desgraciados. Dobló la esquina y los persiguió hasta un callejón que no tenía salida. Ya eran suyos. Allí estaban, frente a él, sujetando en sus manos sendas dagas y diciendo que robaban para sobrevivir. Le tenían miedo. A un muchacho flacucho y desarmado.
No era el momento de contestar a sus súplicas. Las charlas para después de las peleas o para las tabernas. Aun así tenía la respuesta en su cabeza: “Yo también he pasado hambre, he robado y he sufrido las consecuencias. La justicia debería ser igual para todos, es lo único que mantiene al caos a raya”.
Roderick echó un vistazo a los recursos de los que disponía; el callejón debía ser el espacio trasero de alguna tienda o taberna, pues parecía un verdadero vertedero. Se aproximó lentamente hacia sus enemigos observando cuidadosamente sus reacciones y cogió un largo pero resistente listón de madera que había en el suelo. Su mirada pasaba lentamente de los ojos de un malhechor a los del otro, intimidándolos, haciendo que sus músculos se agarrotaran y les impidieran reaccionar.
Amagó un golpe al ladrón de su izquierda cuando llegó frente a ellos y éste se retiró nerviosamente dando unos cuantos pasos atrás. Roderick sonrió levemente cuando vio que el de la derecha le lanzaba una puñalada que él esquivó sin problemas haciéndose a un lado y descargando un fuerte golpe sobre la nuca del desgraciado. Éste cayó al suelo inerte como un saco de patatas. Pero no estaba muerto, o eso esperaba Roderick. “Ya te volveré a atar las manos más tarde”, pensó.
El segundo ladrón vio aterrorizado cómo su compañero caía a plomo y Roderick le lanzaba una fija mirada con su gesto serio e impasible. Ni siquiera le dio tiempo a intentar atacarle. Con un gesto rápido, le lanzó un golpe que le acertó de lleno en el vientre y lo hizo perder el aliento y doblarse. En ese momento, Roderick alzó con violencia el palo golpeándole el mentón y provocando que el segundo ladrón también cayera al suelo, esta vez de espaldas. Se apresuró a atarlo de pies y manos con una cuerda que asomaba a unos pasos, entre la basura, sin perder nunca de vista al ladronzuelo sin conocimiento. Cuanto terminó el último nudo, se acercó al cuerpo inerte en el suelo y se agachó junto a él. Le colocó dos dedos en el cuello, a la altura de la garganta, y percibió unos débiles latidos. Nadie merecía morir por intentar poner remedio a su hambre si no dañaba a nadie.
Mientras comprobaba que seguía con vida, oyó unos lentos pero sonoros aplausos a su espalda. Se levantó lentamente, se giró y se dirigió al autor de los cansinos aplausos, el caballero de morado, mientras los guardias que lo acompañaban se ocupaban de los ladronzuelos.
Todavía resonaba en su cabeza la risotada del caballero cuando el segundo ladronzuelo lo había asaltado por la espalda mientras corría tras los dos desgraciados. Dobló la esquina y los persiguió hasta un callejón que no tenía salida. Ya eran suyos. Allí estaban, frente a él, sujetando en sus manos sendas dagas y diciendo que robaban para sobrevivir. Le tenían miedo. A un muchacho flacucho y desarmado.
No era el momento de contestar a sus súplicas. Las charlas para después de las peleas o para las tabernas. Aun así tenía la respuesta en su cabeza: “Yo también he pasado hambre, he robado y he sufrido las consecuencias. La justicia debería ser igual para todos, es lo único que mantiene al caos a raya”.
Roderick echó un vistazo a los recursos de los que disponía; el callejón debía ser el espacio trasero de alguna tienda o taberna, pues parecía un verdadero vertedero. Se aproximó lentamente hacia sus enemigos observando cuidadosamente sus reacciones y cogió un largo pero resistente listón de madera que había en el suelo. Su mirada pasaba lentamente de los ojos de un malhechor a los del otro, intimidándolos, haciendo que sus músculos se agarrotaran y les impidieran reaccionar.
Amagó un golpe al ladrón de su izquierda cuando llegó frente a ellos y éste se retiró nerviosamente dando unos cuantos pasos atrás. Roderick sonrió levemente cuando vio que el de la derecha le lanzaba una puñalada que él esquivó sin problemas haciéndose a un lado y descargando un fuerte golpe sobre la nuca del desgraciado. Éste cayó al suelo inerte como un saco de patatas. Pero no estaba muerto, o eso esperaba Roderick. “Ya te volveré a atar las manos más tarde”, pensó.
El segundo ladrón vio aterrorizado cómo su compañero caía a plomo y Roderick le lanzaba una fija mirada con su gesto serio e impasible. Ni siquiera le dio tiempo a intentar atacarle. Con un gesto rápido, le lanzó un golpe que le acertó de lleno en el vientre y lo hizo perder el aliento y doblarse. En ese momento, Roderick alzó con violencia el palo golpeándole el mentón y provocando que el segundo ladrón también cayera al suelo, esta vez de espaldas. Se apresuró a atarlo de pies y manos con una cuerda que asomaba a unos pasos, entre la basura, sin perder nunca de vista al ladronzuelo sin conocimiento. Cuanto terminó el último nudo, se acercó al cuerpo inerte en el suelo y se agachó junto a él. Le colocó dos dedos en el cuello, a la altura de la garganta, y percibió unos débiles latidos. Nadie merecía morir por intentar poner remedio a su hambre si no dañaba a nadie.
Mientras comprobaba que seguía con vida, oyó unos lentos pero sonoros aplausos a su espalda. Se levantó lentamente, se giró y se dirigió al autor de los cansinos aplausos, el caballero de morado, mientras los guardias que lo acompañaban se ocupaban de los ladronzuelos.
Roderick Arena- Otros
Re: La llegada del Escorpión [William Dayne]
- Eres implacable muchacho, ni siquiera has intentado dialogar con esos pobres diablos. Se ve que no sabes mucho de Campoestrella ni de los Dayne.
Hizo un gesto a los 2 guardias que iban con el para que recogieran a los noqueados *ladrones* y los llevaran al sanatorio mas próximo.
- Le has dado fuerte a 2 de los mejores actores de una compañia de artistas afincada en la ciudad. Esto era una prueba y queria ver como la resolvias, eres un fiera sin domar, tienes talento pero no maneras de caballero, si hubiera percibido que querias matarles habria tenido que intervenir y ya estarias fuera de la ciudadela.
Lo decía bien seguro de si mismo, no habria sido el primero al que echaba por donde habia venido por intentar resolver las cosas de una manera tan contraria a la politica de Honor y Caballeria de la que los Dayne hacian gala.
- A veces un par de palabras bien dichas pueden evitar una pelea, otras es mejor zanjar la pelea primero y hablar después, supongo que has optado por lo segundo, por lo tanto no has fallado la prueba. Creo que serias un buen pupilo para la Academia de Estrategia y Artes Militares que Lord William ha inaugurado hace unos meses, incluso puedes acabar siendo armado caballero, te interesa? Y cierra la boca de pasmarote que se te ha quedado, que no tengo todo el dia.
Después de este tenia que ir a ver a otro soldaducho que habia venido solicitando trabajo, pero tenia pinta de matón y seguramente no durase ni 2 horas.
- Por cierto soy Ser Richard Mannheim, de la unidad de elite pesada las Estrellas Purpuras.
Hizo un gesto a los 2 guardias que iban con el para que recogieran a los noqueados *ladrones* y los llevaran al sanatorio mas próximo.
- Le has dado fuerte a 2 de los mejores actores de una compañia de artistas afincada en la ciudad. Esto era una prueba y queria ver como la resolvias, eres un fiera sin domar, tienes talento pero no maneras de caballero, si hubiera percibido que querias matarles habria tenido que intervenir y ya estarias fuera de la ciudadela.
Lo decía bien seguro de si mismo, no habria sido el primero al que echaba por donde habia venido por intentar resolver las cosas de una manera tan contraria a la politica de Honor y Caballeria de la que los Dayne hacian gala.
- A veces un par de palabras bien dichas pueden evitar una pelea, otras es mejor zanjar la pelea primero y hablar después, supongo que has optado por lo segundo, por lo tanto no has fallado la prueba. Creo que serias un buen pupilo para la Academia de Estrategia y Artes Militares que Lord William ha inaugurado hace unos meses, incluso puedes acabar siendo armado caballero, te interesa? Y cierra la boca de pasmarote que se te ha quedado, que no tengo todo el dia.
Después de este tenia que ir a ver a otro soldaducho que habia venido solicitando trabajo, pero tenia pinta de matón y seguramente no durase ni 2 horas.
- Por cierto soy Ser Richard Mannheim, de la unidad de elite pesada las Estrellas Purpuras.
William Dayne- Casa vasalla
Re: La llegada del Escorpión [William Dayne]
No iba con su estilo afincarse mucho tiempo en un mismo sitio, e ingresar esa academia sonaba a atarse demasiado. Pero el tal Ser Richard había mencionado algo de ser armado caballero y eso sonaba muy tentador. Demasiado. Y aunque el numerito de los actores no le había gustado mucho y discrepaba un poco con la charla que acababa de recibir sobre el poder de las palabras, quizá no le vendría mal acomodarse una temporada más larga de lo normal si el premio eran unas destrezas y habilidades que por fin le permitieran adoptar el título de “ser”.
También podría declinar la oferta y deambular por ahí en busca de distinta suerte en otro sitio, saliendo de Dorne por fin. O dar la vuelta y poner rumbo a Lanza del Sol en busca de aquél que le prometió que lo nombraría caballero en una refriega durante la guerra contra los volantis…
Era una de esas cuestiones que normalmente valoraría con paciencia y mesura durante algún tiempo junto a Tormenta, pero no parecía que Ser Richard estuviera dispuesto a darle mucho tiempo para reflexionar.
─ Está bien, acepto la oferta ─dijo finalmente Roderick─. Pero me gustaría saber algo más sobre esa academia, y sobre todo cuánto tiempo requiere la formación que ofrece. No estoy acostumbrado a permanecer más de un año en un mismo lugar.
También podría declinar la oferta y deambular por ahí en busca de distinta suerte en otro sitio, saliendo de Dorne por fin. O dar la vuelta y poner rumbo a Lanza del Sol en busca de aquél que le prometió que lo nombraría caballero en una refriega durante la guerra contra los volantis…
Era una de esas cuestiones que normalmente valoraría con paciencia y mesura durante algún tiempo junto a Tormenta, pero no parecía que Ser Richard estuviera dispuesto a darle mucho tiempo para reflexionar.
─ Está bien, acepto la oferta ─dijo finalmente Roderick─. Pero me gustaría saber algo más sobre esa academia, y sobre todo cuánto tiempo requiere la formación que ofrece. No estoy acostumbrado a permanecer más de un año en un mismo lugar.
Roderick Arena- Otros
Re: La llegada del Escorpión [William Dayne]
Un hombre que pasaba por delante del callejon el que se encontraban el chico y los soldados se paró justo enfrente de ellos. Parecia que estaba buscando algo, cuando confirmo la visión de su objetivo una amplia y jovial sonrisa se dibujó en su cara.
- Ah... Richard viejo amigo, atormentado a jovenes que buscan ganarse el pan en nuestras filas? Dejalo Dejalo en mis manos..
Ser Richard mudó su rostro de perpetua seriedad por una mueca de fastidio.
- Has tenido que entrometerte otra vez verdad? Pues adelante quedatelo. Tengo que organizar los turnos del puerto y preparar la llegada de nuestro invitado especial. Diviertete..
Sin más se fue mascullando y refunfuñando cosas poco halagueñas del recién llegado, con el se fueron también los otros soldados y los maltrechos actores.
- Bien chico.. Vamonos de esta mugrienta calleja. Supongo que el viejo Richard habra intentado meterte en la academia verdad? Entonces es que te ve un talento especial.. No es obligatorio ni mucho menos, es solo una oferta. Puedes quedarte como espada de Lord Dayne igualmente, pero desde luego avanzaras y aprenderas mucho mas en la academia. La han acabado hace pocos meses, esta impecable y llena de jovenes nobles y otros de origen mas humilde con aptitudes para la guerra o la batalla.
Mientras hablaba ya habian dejado atrás el mercado abarrotado de gente en hora punta y se encontraban ante una bifurcacion en la que la empedrada calle seguia de frente y a ambos lados. A la derecha y a lo lejos se veia la imponente silueta de la Academia, el castillo principal de Campoestrella no estaba muy lejos de la academia pero se llegaba torciendo hacia la izquierda y dando después un pequeño rodeo a la derecha de nuevo, seguramente fuera para dificultar el movimiento de tropas enemigas si alguna vez pasaban por aquel punto.
- A donde te gustaria dirigirte? Igualmente te llevare a tomar unas cervezas por la noche, Campoestrella tambien tiene una variada vida nocturna, me pillas verdad?.
d
DD
Desde luego aquel caballero era poco ortodoxo, parecia que en los cuerpos de Lord Dayne sabia contar con toda clase de gente.
- Ah... Richard viejo amigo, atormentado a jovenes que buscan ganarse el pan en nuestras filas? Dejalo Dejalo en mis manos..
Ser Richard mudó su rostro de perpetua seriedad por una mueca de fastidio.
- Has tenido que entrometerte otra vez verdad? Pues adelante quedatelo. Tengo que organizar los turnos del puerto y preparar la llegada de nuestro invitado especial. Diviertete..
Sin más se fue mascullando y refunfuñando cosas poco halagueñas del recién llegado, con el se fueron también los otros soldados y los maltrechos actores.
- Bien chico.. Vamonos de esta mugrienta calleja. Supongo que el viejo Richard habra intentado meterte en la academia verdad? Entonces es que te ve un talento especial.. No es obligatorio ni mucho menos, es solo una oferta. Puedes quedarte como espada de Lord Dayne igualmente, pero desde luego avanzaras y aprenderas mucho mas en la academia. La han acabado hace pocos meses, esta impecable y llena de jovenes nobles y otros de origen mas humilde con aptitudes para la guerra o la batalla.
Mientras hablaba ya habian dejado atrás el mercado abarrotado de gente en hora punta y se encontraban ante una bifurcacion en la que la empedrada calle seguia de frente y a ambos lados. A la derecha y a lo lejos se veia la imponente silueta de la Academia, el castillo principal de Campoestrella no estaba muy lejos de la academia pero se llegaba torciendo hacia la izquierda y dando después un pequeño rodeo a la derecha de nuevo, seguramente fuera para dificultar el movimiento de tropas enemigas si alguna vez pasaban por aquel punto.
- A donde te gustaria dirigirte? Igualmente te llevare a tomar unas cervezas por la noche, Campoestrella tambien tiene una variada vida nocturna, me pillas verdad?.
d
DD
Desde luego aquel caballero era poco ortodoxo, parecia que en los cuerpos de Lord Dayne sabia contar con toda clase de gente.
William Dayne- Casa vasalla
Re: La llegada del Escorpión [William Dayne]
Roderick nunca se había encontrado en una situación como la que se presentaba ante sus incrédulos ojos. Un caballero desautorizando toda la parafernalia que se había molestado en preparar un compañero, e incluso provocando su marcha del escenario del espectáculo teatral. Sin alternativa, se encaminó tras él a través de las calles abarrotadas de gente del mercado.
El joven odiaba las multitudes escandalosas, le provocaban una tensión y una inseguridad que le obligaban a estar permanentemente alerta y vigilando sus costados y su retaguardia. Una sensación que se acrecentaba al haber dejado sus armas y escasos pertrechos en la ya lejana habitación de la pensión, y que distaba mucho de la que estaba acostumbrado a experimentar a lomos de Tormenta.
Con alivio, dejaron atrás las bulliciosas calles del mercado mientras el extraño caballero le hablaba sobre la Academia. También estaba la opción que Roderick buscaba desde un principio, la de formar parte de las espadas de Lord Dayne, pero la forma de hablar de este nuevo caballero hizo que Roderick acogiera la propuesta de otra forma. El joven escuchaba con atención las palabras del caballero, sin hacer réplica alguna, y de pronto se encontraron frente a una bifurcación que dividía la amplia calle en dos; a la derecha se alzaba un gran edificio que, según las indicaciones del caballero, se correspondía con la famosa Academia, y un poco más alejado, a la izquierda, se adivinaba la figura del castillo de Campoestrella. Bonita metáfora de la elección que le sobrevenía, pensó Roderick.
─ Es un honor para mí tanta atención por parte de todos, ser. Y por supuesto aceptaré con gusto esa visita guiada por la vida nocturna de Campoestrella ─comenzó Roderick─. La verdad es que mi decisión estaba prácticamente tomada antes de vuestra llegada; no es propio de mí, pero aceptaré el ingreso en la Academia. Si no es molestia, me gustaría saber algo más de ella: su funcionamiento, condiciones, personal… Una decisión que rompa mis esquemas de esta forma debe estar bien fundamentada.
Roderick y su nuevo guía se encaminaron así con paso firme hacia el imponente edificio de la Academia continuando con la conversación. El joven presentaba una luz en su faz que hacía tiempo que no presentaba, una tímida luz que representaba la ilusión de la nueva empresa por comenzar. Ya le había pasado otras veces, otras etapas habían comenzado en su vida, pero la decepción había sido una constante en ellas y su natural soledad no le ayudaba en estas situaciones. La suerte estaba echada, e interiormente Roderick esperaba que su vida cambiara a partir de ese instante.
El joven odiaba las multitudes escandalosas, le provocaban una tensión y una inseguridad que le obligaban a estar permanentemente alerta y vigilando sus costados y su retaguardia. Una sensación que se acrecentaba al haber dejado sus armas y escasos pertrechos en la ya lejana habitación de la pensión, y que distaba mucho de la que estaba acostumbrado a experimentar a lomos de Tormenta.
Con alivio, dejaron atrás las bulliciosas calles del mercado mientras el extraño caballero le hablaba sobre la Academia. También estaba la opción que Roderick buscaba desde un principio, la de formar parte de las espadas de Lord Dayne, pero la forma de hablar de este nuevo caballero hizo que Roderick acogiera la propuesta de otra forma. El joven escuchaba con atención las palabras del caballero, sin hacer réplica alguna, y de pronto se encontraron frente a una bifurcación que dividía la amplia calle en dos; a la derecha se alzaba un gran edificio que, según las indicaciones del caballero, se correspondía con la famosa Academia, y un poco más alejado, a la izquierda, se adivinaba la figura del castillo de Campoestrella. Bonita metáfora de la elección que le sobrevenía, pensó Roderick.
─ Es un honor para mí tanta atención por parte de todos, ser. Y por supuesto aceptaré con gusto esa visita guiada por la vida nocturna de Campoestrella ─comenzó Roderick─. La verdad es que mi decisión estaba prácticamente tomada antes de vuestra llegada; no es propio de mí, pero aceptaré el ingreso en la Academia. Si no es molestia, me gustaría saber algo más de ella: su funcionamiento, condiciones, personal… Una decisión que rompa mis esquemas de esta forma debe estar bien fundamentada.
Roderick y su nuevo guía se encaminaron así con paso firme hacia el imponente edificio de la Academia continuando con la conversación. El joven presentaba una luz en su faz que hacía tiempo que no presentaba, una tímida luz que representaba la ilusión de la nueva empresa por comenzar. Ya le había pasado otras veces, otras etapas habían comenzado en su vida, pero la decepción había sido una constante en ellas y su natural soledad no le ayudaba en estas situaciones. La suerte estaba echada, e interiormente Roderick esperaba que su vida cambiara a partir de ese instante.
Roderick Arena- Otros
Re: La llegada del Escorpión [William Dayne]
Siguieron caminando hasta que la silueta de la academia ya no era tal, si no una mole bien definida y de estilo arquitectonico mas propio de un edificio del Dominio que de Dorne. Desde luego si la idea era dar aspecto que de alli salian Caballeros, los constructores lo habian conseguido.
- No hay condiciones. Bueno aparte de mantener las minimas reglas de decoro y respeto que imperan en cualquier otra orden o cuerpo militar u organizacion cualquiera. Los alumnos pueden irse cuando quieran si no es de su agrado lo que impartimos o piensan que ya no pueden aprender mas. Pero de esos aun no hemos tenido ninguno.
Al acercarse al inmenso pórtico de entrada donde 2 caballeros con armadura purpura montaban guardia con unas inmensas y ceremoniales alabardas cualquiera se sentiria estremecido ante las oportunidades y lo que se llevaba a cabo alli dentro.
- De hecho el propio Lord Dayne se pasa varias veces a la semana por aqui y da lecciones propias de lo que ha experimentado en la guerra y en sus batallas. El objetivo es formar estrategas y caballeros profesionales que sean capaces de marcar la diferencia en las contiendas.
Al atravesar el portalon abierto y adentrarse en las entrañas de la Academia lo que esperaba dentro era aun mas impresionante.
Enormes faroles colgaban de las paredes y los techos iluminando la recepción por la noche, el suelo era de marmol de buena calidad y las estatuas de hombres en posiciones de combate o con diferentes tipos de armaduras eran bien visibles por toda la estancia de entrada. Un viejo al que le faltaba una pierna se encontraba detras de una mesa de madera iluminado por la luz de una pequeña vela.
- Ese es el viejo Tim. Lord Dayne lo rescató de la indigencia y le dio un trabajo digno recogiendo los datos de los que entran por aqui por primera vez para aprender. Huyó de Palosanto cuando los Martell nos abandonaron a nuestra suerte. Tuvo suerte de salvar su vida, otros mucho no pudieron.
El viejo levantó su mirada del pergamino al que estaba prestando toda su atención, y con una sonrisa afable esperó a que el joven Roderick se acercase junto al caballero.
- Jejejeje... Que me traes hoy aqui? Cual es tu nombre y procedencia? Familia? Entrenamiento? Cosas a destacar? Venga venga no seas tímido... jejeje.
El hombre parecía ansioso por escribir y cumplir su cometido para poder decir que vida aun seguia teniendo sentido. Parecía que en Campoestrella mucha gente encontraba algo que realizar, y todo funcionaba como un engranaje perfectamente coordinado.
- No hay condiciones. Bueno aparte de mantener las minimas reglas de decoro y respeto que imperan en cualquier otra orden o cuerpo militar u organizacion cualquiera. Los alumnos pueden irse cuando quieran si no es de su agrado lo que impartimos o piensan que ya no pueden aprender mas. Pero de esos aun no hemos tenido ninguno.
Al acercarse al inmenso pórtico de entrada donde 2 caballeros con armadura purpura montaban guardia con unas inmensas y ceremoniales alabardas cualquiera se sentiria estremecido ante las oportunidades y lo que se llevaba a cabo alli dentro.
- De hecho el propio Lord Dayne se pasa varias veces a la semana por aqui y da lecciones propias de lo que ha experimentado en la guerra y en sus batallas. El objetivo es formar estrategas y caballeros profesionales que sean capaces de marcar la diferencia en las contiendas.
Al atravesar el portalon abierto y adentrarse en las entrañas de la Academia lo que esperaba dentro era aun mas impresionante.
Enormes faroles colgaban de las paredes y los techos iluminando la recepción por la noche, el suelo era de marmol de buena calidad y las estatuas de hombres en posiciones de combate o con diferentes tipos de armaduras eran bien visibles por toda la estancia de entrada. Un viejo al que le faltaba una pierna se encontraba detras de una mesa de madera iluminado por la luz de una pequeña vela.
- Ese es el viejo Tim. Lord Dayne lo rescató de la indigencia y le dio un trabajo digno recogiendo los datos de los que entran por aqui por primera vez para aprender. Huyó de Palosanto cuando los Martell nos abandonaron a nuestra suerte. Tuvo suerte de salvar su vida, otros mucho no pudieron.
El viejo levantó su mirada del pergamino al que estaba prestando toda su atención, y con una sonrisa afable esperó a que el joven Roderick se acercase junto al caballero.
- Jejejeje... Que me traes hoy aqui? Cual es tu nombre y procedencia? Familia? Entrenamiento? Cosas a destacar? Venga venga no seas tímido... jejeje.
El hombre parecía ansioso por escribir y cumplir su cometido para poder decir que vida aun seguia teniendo sentido. Parecía que en Campoestrella mucha gente encontraba algo que realizar, y todo funcionaba como un engranaje perfectamente coordinado.
William Dayne- Casa vasalla
Re: La llegada del Escorpión [William Dayne]
Acostumbrado a lo inhóspito del desierto dorniense, la entrada al edificio de la Academia abrió los ojos de Roderick como platos y le impidió cerrar la boca durante un buen rato. Nunca había visto nada parecido. Los guardias de la puerta ni siquiera habían pestañeado cuando el joven y su guía cruzaron las puertas del edificio, cuyo interior había provocado el aturdimiento de Roderick. La decoración era impresionante y las estatuas de guerreros parecían cobrar vida propia al paso de los dos visitantes.
Campoestrella no se parecía en nada a lo que Roderick estaba acostumbrado. Allí todo el mundo parecía conocerse e incluso preocuparse por los demás, una relación muy distinta de la que Roderick conocía entre caballeros y siervos en sus viajes e incluso en los casi olvidados recuerdos de la casa de Lord Qorgyle, a quien nunca osó llamar “padre”… Incluso el propio Lord Dayne acudía a impartir lecciones en la Academia. Roderick nunca había creído que rozaría con la punta de sus dedos ese paso que le permitiría dejar atrás la posición de simple soldado y soñar con ascender de posición y contarse entre los mejores.
─ Será un placer aspirar a formar parte de esa élite de guerreros que marquen la diferencia ─dijo Roderick sin dejar de intentar acaparar con la mirada todo el esplendor que lo rodeaba─. Y será aún mayor placer conocer a Lord Dayne en persona.
Ser Richard lo condujo a una mesa tras la que estaba un anciano que era evidente que había vivido días mejores. Su única pierna así lo demostraba. El anciano sonrió amablemente y le pidió ansioso sus datos como inscripción.
─ Mi nombre es Roderick Arena, señor ─comenzó el joven─. Soy un hijo bastardo de Lord Qorgyle de Asperón, y he sido entrenado junto a sus hijos en el combate básico. Tengo experiencia en batalla, utilizo habitualmente una espada bastarda que, como puede comprobar, no llevo encima. No sé si necesita conocer algo más sobre mí, pero si así es, no tiene más que preguntármelo. No soy una persona muy elocuente.
Campoestrella no se parecía en nada a lo que Roderick estaba acostumbrado. Allí todo el mundo parecía conocerse e incluso preocuparse por los demás, una relación muy distinta de la que Roderick conocía entre caballeros y siervos en sus viajes e incluso en los casi olvidados recuerdos de la casa de Lord Qorgyle, a quien nunca osó llamar “padre”… Incluso el propio Lord Dayne acudía a impartir lecciones en la Academia. Roderick nunca había creído que rozaría con la punta de sus dedos ese paso que le permitiría dejar atrás la posición de simple soldado y soñar con ascender de posición y contarse entre los mejores.
─ Será un placer aspirar a formar parte de esa élite de guerreros que marquen la diferencia ─dijo Roderick sin dejar de intentar acaparar con la mirada todo el esplendor que lo rodeaba─. Y será aún mayor placer conocer a Lord Dayne en persona.
Ser Richard lo condujo a una mesa tras la que estaba un anciano que era evidente que había vivido días mejores. Su única pierna así lo demostraba. El anciano sonrió amablemente y le pidió ansioso sus datos como inscripción.
─ Mi nombre es Roderick Arena, señor ─comenzó el joven─. Soy un hijo bastardo de Lord Qorgyle de Asperón, y he sido entrenado junto a sus hijos en el combate básico. Tengo experiencia en batalla, utilizo habitualmente una espada bastarda que, como puede comprobar, no llevo encima. No sé si necesita conocer algo más sobre mí, pero si así es, no tiene más que preguntármelo. No soy una persona muy elocuente.
Roderick Arena- Otros
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