Entre libros y manuscritos [William Dayne]

Bryan estaba organizando la seguridad de la villa, como precisión milimétrica, ahora estaba segura que había obrado muy bien cediendo el despacho principal a su hermano, que inmediatamente mandó inspeccionar cada rincón de la casa para asegurar su perímetro. Estaba impaciente por cambiarse de ropa e ir a la ciudad, a la biblioteca de la cual era director su querido maestre Pilgrim, faltaban horas hasta el atardecer, y para que comenzara el banquete.

Con un sencillo vestido de lino azul, que combinaba con el color de uno de sus ojos, un pequeño zafiro al cuello, y el cabello matizado con hilos de plata, sujeto por una cinta a juego con el color del vestido, Shiera se asomó al interior del despacho de su hermano. Bryn, voy a acercarme a ver a Maese Pilgrim. Quiero conseguir un libro que me interesa en extremo, y devolverle uno que he traducido para él. Por cierto tenemos un invitado inesperado, nuestro sobrino se quedará en la villa, le he instalado en el ala Este, para que tenga más privacidad, con toda la escolta, te recuerdo que es un chico joven, querrá no estar vigilado por el carca de su tío, ¡para una vez que el pobre chico se escapa del molesto de tu hermano mayor!, pues que pueda divertirse.

Acompañada de tres escoltas, uno de sus maestres y dos cuervos, que le impuso su hermano, se encaminó por las calles de la ciudad, hasta llegar a la pequeña biblioteca, escondida, escasamente frecuentada por los estudiantes, pues pocos se adentraban en sus libros especializados en la antigua Valyria, la excitación iluminó sus pálidas mejillas en un contraste con la piel de porcelana de la Alta Bastarda, como siempre que se acercaba a ver a su antiguo maestro, Ewam, comentó a su ayudante un muchacho alto, de aspecto delicado, piel cetrina, enjuto y de ojillos avispados, tienes la lista de los libros que necesito consultar, lo gestionas con el ayudante de Maese Pilgrim. Hizo entender con uno gesto a su escolta que debían permanecer en el exterior del edificio, si los necesitaba, ya los llamaría.

Ese olor tan familiar, a aceite de candiles, a velas de cera, aromas familiares, como los que envolvían su biblioteca, el leve toque que invadía las estancias, hizo que sus nariz olfateara pigmentos vegetales y … en un acto reflejo se miró las manos, no, no... y ¡no!, no estaban manchadas de tinta de calamar, como cuando era pequeña, ¡bueno! A veces también se manchaba, pero era un secreto. Mi señora, Maestre Pilgrin, le indicó una especie de ratón de biblioteca seboso con mirada carnal, me dice que le esperéis, sus viejos huesos no le permiten llegar más rápido.

Shiera asintió con una sonrisa comprensiva, con el volumen que llevaba para su maestro, se dirigió a su rincón favorito, una pequeña mesa con dos sillones, junto a la ventana, orientada al norte, luminosa, donde solía leer. En su caminar distraído, chocó con un caballero, que al parecer tenía la misma intención, con respecto a ese rincón, y recogió su libro al vuelo... Disculpad, señor, no os había visto.

Cuando Shiera levantó los ojos para ver la mole con la cual se había chocado sonrió al comprobar que era el dorniense, ¿Cuántos años hacían que no se veían? Dos o tres años, pero todavía lo recordaba, y estaba claro que él también a ella.

Mi señor, sabéis que Dorne es un lugar demasiado cálido para mi, un pequeño mohín coqueto acudió a su rostro, mientras se apoyaba en el hombro del caballero para no caer, frunció levemente los labios a modo de disgusto, mi delicada piel, que a veces es un fastidio, se resentirá con el clima tan seco, pero es posible, que en breve viaje a Dorne, y si se mantiene, tan amable invitación, podáis alojarme en vuestra casa camino de Lanza.

La dama se apartó un momento del dorniese divertida por la insinuación ¿seguiros, señor?, dejadme pensar, dejadme que os observe, a ver, alzó la barbilla hacia el hombre, no... ¡no! Es evidente que no sois, el anciano venerable al que espero, vuestro ímpetu al disputarme mi lugar favorito de lectura no es el de un maestre entrado en años, ni los brazos que me están sujetando y que por cierto no tenéis ganas de retirar de mi cuerpo, no son las flácidas extremidades de un estudioso, sino las de un guerrero, ni vuestro moreno rostro es el de un ratón de biblioteca... no... ¡no!, evidentemente, mi señor, no os estoy siguiendo a vos, aunque vos parecéis estar de cacería, y habéis atrapado a una dragona, que no tenéis deseos de soltar... mientras curvó sus labios en una nueva sonrisa

Un torneo, ¿vaís a organizar un torneo en Dorne? En vuestras tierras, con una proposición tan amable, con un hospedaje, tan... principal, sería una desconsideración, por mi parte rechazar tan excelente invitación, mi señor.

Le hizo un gesto coqueto, con una sonrisa pícara, sensual, mientras se separaba del dorniese, al que había conocido años atrás. Tomó asiento junto a la ventana y la mesa que tantos recuerdos le traía del pasado, de momentos sin preocupaciones, donde el placer de aprender, investigar y leer era su única preocupación. Libros, ¿queréis que os descubra mis secretos más ocultos?. Le mostró el libro que llevaba entre las manos. Es un antiguo tratado de animales míticos, fábulas, leyendas y mitos, que mi amado mentor adora. Mis maestres lo han iluminado, con hermosas miniaturas, yo, lo he traducido del antiguo valyrio. Es un regalo para el director de esa biblioteca, que es el hombre al que vengo a ver.

Se escogió de hombros, ¿espiaros? Es una idea tentadora, pero os equivocáis de Consejero de la Corona, el que espía es mi hermano, yo sólo me dedico a atar lazos, aproximar tendencias, unir amigos, establecer relaciones... ya sabéis, esas pequeñas cosas que hacen la vida más entretenida y... más, le guió un ojo... no os tengo que decir nada más.

La bastarda alzó una ceja divertida ante la prepotencia y seguridad del dorniese, de una forma sibilina dejaba claro su seguridad de emparentar con la familia del rey, ya fuera por un pacto que lograra su amigo el príncipe de Dorne o por un “regalo” de su hermano para hacer mas firme la relación de los dos reinos.

No os he traído nada, no pensé que estaríais aquí, sólo he aprovechado una escolta para poder venir con protección, cuando vengo a Antigua sólo traigo o llevo libros, pero si queréis uno, sólo necesito que me indiquéis un tema que os guste, y con toda seguridad os encontraré uno adecuado, precioso y singular para vuestra biblioteca.

El hombre comenzaba a tomarse algunas concesiones que ella no permitía, sobre todo cuando la tomó el cabello, menos mal que estaban solos en esa estancia de la biblioteca.

Habladme de ese torneo, aunque es probable que nos encontremos antes, en la boda de mi hermana, pues es posible que sea su dama, ante los dioses, y la acompañe en el viaje a Lanza de Sol.

Ir a esa boda se estaba convirtiendo en un episodio divertido, incluso ameno, con un dorniense haciéndole la corte. Si estaba Brynden, con toda seguridad no saldría bien parado