Los rumores cobraron vida propia dando a conocer la verdad (Sarella)

Lanza del sol era una ciudad animada. Quizás, dejando de lado los mejores días de Desembarco del Rey, era la ciudad más animada de todo Poniente. Nada tenía que envidiarle a Altojardín, Bastión de Tormentas o Aguasdulces. Lanza del sol era dueña de aquella exótica belleza que no sólo se veía en su arquitectura y en su dorado color, sino también en el ánimo de su gente que parecía bailar en vez de caminar mientras se dirigían a quizás qué recondido lugar de aquellas calles que llamaban hogar. Constance recordaba bastante bien la geografía de la capital de Dorne. Hace dos años se había deleitado con sus secretos y juegos. Aunque los aromas eran fuertes a sudor y a sal, pensaba que en cualquier otro lugar de Poniente aquello podía ser un problema... excepto ahí.

Caminaba observando los puestos con curiosidad. Sobre su cabeza llevaba un pañuelo anaranjado que cubría su pelirrojo cabello. Iba sola porque Ilham algo tenía que hacer, presumiblemente ir a saludar a una antigua conquista. No tenía hambre ni sed, pues Doña Nirma les había dado comida y bebida en abundancia durante la mañana. Hacía calor, sí, bastante, pero siempre se había considerado una persona que fácilmente podía acostumbrarse a todo, ya fuera a dormir sobre un árbol o en la orilla de un puerto. Quienes podían adaptarse a cualquier situación sobrevivirían a lo largo del tiempo, ese era uno de sus mantras. Caminando a paso lento llegó al lugar que se dirigía. El palacio de los Príncipes de Dorne, en su época los únicos Príncipes independientes, hoy unos más de los que se repartían por Poniente, estaba frente a ella. La cúpula dorada de unas de sus torres resplandecía bajo el sol de medio día y la otra parecía una varilla inquebrantable que deseaba romper el sol en dos, como si eso fuer posible por hombre alguno. Constance sonrió y le hizo una reverencia exagerada a los guardias que se presentaban ahí con sus armaduras con el símbolo de los Martell en ellas-. Soy Petirrojo, la barda errante, y vengo a deleitar a los príncipes de Dorne- dijo al erguirse y dirigiendo a ambos hombres una mirada divertida. Uno miró al otro y asintieron-. Te llevarán al salón, petirrojo, pero si te rechazan siempre puedes volver a deleitarnos a nosotros- señaló uno de los dos sacando de sus facciones duras la mirada seria. La trovadora se río y guiñó un ojo-. Lo haré, os prometo- dijo a modo de respuesta y entró por las enormes puertas para se escoltada por uno de los guardias hacia uno de los variados salones que debía tener aquel palacio.

Sola en medio del salón observó los vidrios que se alzaban al costado de cada pared. La luz cálida iluminaba cada rincón como si el sol estuviera abrazando al edificio completo. No sabía cuál de los Martell vendría a oírla. Recordaba haberlos visto a todos en la última ocasión, cuando un baile había coincidido con su estadía en la ciudad. El Príncipe líder era grande, tanto que Constance no dudaba que podía romper una lanza con sus manos sin esfuerzo alguno. El príncipe que le seguía era más delgado y tenía en su mirada ese anhelo de libertad que parece corromper a aquellos que no conocían la parte más horrible de ser libre. El príncipe pequeño, de aquel que venía a hablar, tenía un aire travieso que Cosntance no demoró en ver y que podía imaginar perdido en su estadía en Pyke. Y la princesa, una mujer de la más férrea y exótica belleza, guardaba en sus ojos oscuros esa fuerza que se le reconocía a todas las dornienses y que Constance nunca había visto en mujer alguna fuera del reino sureño.
Sumida en esos recuerdos la trovadora se quedó mirando por la ventana el desierto que los rodeaba fuera del palacio, y sonrió para sus adentros al pensar que estaba ahí y que tenía un secreto que develar a alguien tan poderoso.

Una voz del todo cristalina llegó a sus oídos. No demoró Constance en voltearse y quedar frente a frente a una mujer que reconoció a penas sus ojos se posaron en ella. De piel bronceada y tersa, ojos almendrados y cabello oscuro que remarcaba sus facciones, la Princesa Sarella Martell se detuvo junto a ella algo extrañada de que una extranjera estuviera a interior de su palacio. Le sonrió con soltura y tomó su vestido para hacer una educada y diestra reverencia reconociendo así de inmediato su estatuto de realeza-. Vengo a daros una noticia, Princesa- dijo ante las muchas preguntas que la mujer le había hecho. Preguntas que una tras otras serían respondidas. Sin embargo, y antes de ello, correspondía presentarse, y con ello le sonrió a la mujer con amabilidad sabiendo que una noticia bien dada podía traer recompensas en el futuro-. Soy una trovadora, como podéis ver, y esta no es primera vez que estoy en vuestro palacio. Recorro Poniente de norte a sur, conocida en algunas partes como Canto de Otoño y en otras como Petirrojo- le explicó rodeándola por un momento. Volvió a hacer una reverencia tomando el faldón de su vestido.

De pronto, el rostro de Constance mutó. Aquella divertida silueta ante su presentación se transformó en seriedad absoluta. Se acercó a la princesa un palmo y le susurró con temor de que alguien pudiera oírlos, aunque nadie parecía estar a su alrededor-. Lo que tengo que contaros princesa es de suma urgencia para vos- le dijo sin poner duda en su voz de la veracidad de sus palabras-. Tanto que no os imagináis siquiera qué puede ser- dijo envolviendo con misterio su discurso. Se alejó un paso de ella y la miró a los ojos. Sabía que la mujer estaría extrañada con su presencia, pero se decía que si había un secreto que decir en Dorne era a Sarella Martell a quien había que hacérselo llegar. Constance acomodó la mochila que llevaba en su hombro donde se avistaba la lira que traía consigo y preguntó-. ¿Sería posible hablar en un lugar donde no hayan voces escuchando? Lo que os tengo que decir me puede poner en peligro, mas sé que necesitáis saberlo- concluyó con humildad bajando por un instante la mirada en muestra de entrega y esperando que la princesa la llevara a uno de los tantos curiosos salones de aquel palacio donde le contaría del rumor que había escuchado en las costas de Pyke.

Alagada de que la princesa la recordara, Constance pensó que no la olvidaría luego de lo que le venía a decir. La mujer parecía del todo intrigada a lo que la trovadora tuviera para contar, y no era para menos pues su noticia era para intrigar a cualquiera. Aunque no había nadie a su alrededor, al parecer la princesa también consideraba que era más conveniente salir de ahí. Así, y si que la pelirroja se negara, fue jalada por la mujer hacia la primera puerta que se encontraron a su paso. En primera vista era una sala pequeña con una ventana amplia. Parecía ser una de las salas que usaban los guardias para descansar o salvaguardarse de las tormentas de arena que debían ser algo comunes en ese lugar de Poniente. La mano de Sarella estaba firme en la muñeca de la trovadora, y aunque a ella no le gustaba mucho aquello se dejó estar sabiendo que lo que tendría por decir impresionaría aún más a la joven princesa.

Avanzó unos pocos pasos por la sala y escuchó el crujir de la puerta al ser cerrada. Liberada del agarre de Sarella miró a su alrededor y sintió aroma a vino pensando que era posible que los guardias escondieran ahí sus reservas de alcohol. La voz de la mujer la llevó a voltear el rostro hacia ella. La amenaza salió fuerte y clara desde los labios de la princesa, y con ella Constance no pudo evitar sonreír con un dejo de ironía-. Princesa, nadie que se estime va a jugar a un palacio y miente en el rostro a alguien tan poderoso como vos- dijo intentando calmar aquella tensión que podía notar en Sarella. Retrocedió un par de pasos hasta sentir que ya se acercaba a la pared. La luz del sol se colaba por la ventana y con ella brillaban las joyas que la mujer llevaba puestas iluminando así todo su rostro-. Primero he de deciros que llegué tan solo ayer en la noche y no he podido siquiera pensar en tardar un día más para daros esta noticia- comentó con voz que se tornaba a grave-. Sé que me juego el cuello si se llega a saber, pues vengo de un lugar peligroso donde la venganza no es más que comida de todos los días- explicó, y a cada nueva palabra un enigma parecía tomar su rostro y encerrarlo en una máscara. Constance era una experta en hablar con gestos y ello se podía ver en cada fruncida de su ceño y apertura de sus ojos mientras miraba a la mujer más poderosa de Dorne-. Es por ello, princesa, que os ruego tratar este asunto con discreción olvidando mi identidad como informante- su voz bajó de volumen de pronto y sus ojos se encontraron directamente con los de su interlocutora-. Eso es lo principal...- dejó caer esperando un asentimiento de cabeza.

Aspiró aire poco a poco notando que no había más ruido que el del viento ligero que golpeaba el vidrio tras de sí. Relajó el ceño por un momento y se acercó un paso a la dorniense, lento y cauteloso como si fuera un gato a un paso de saltar-. Vuestro hermano menor está vivo y prisionero lejos de aquí- confesó-... muy lejos, en Pyke-.

Era indiscutible ante los ojos de cualquiera que la noticia que había salido de los labios de Constance había impresionado bastante a la mujer Dorniense. Su gesto de sorpresa era claramente visible para cualquiera, y por lo mismo nadie podría negar que había dado en el clavo con dar a conocer dicha noticia. La reacción de la mujer era tal cual Constance se la esperaba. De la sorpresa y estupor inicial siguió a la duda, y luego a la furia que en general acompañaba a las almas de carácter fuerte como parecía ser lo usual en la familia Martell. La trovadora se quedó donde estaba recibiendo sus preguntas sin hacer el mayor gesto más que mirarlo. Asintió cuando la princesa preguntó si lo había visto y la miró a los ojos para así infundirle mayor veracidad a la historia que estaba por contar.

- Princesa- dijo captando su atención antes de cualquier otra cosa-. Vengo de Pyke, y en una isla las noticias vuelan mucho más rápido que un cuervo- explicó con seriedad. No sabía si la princesa había estado alguna vez en Pyke, pero lo dudaba. La gente del continente no era de ir a hacer visitas diplomáticas a los Greyjoy-. A vuestro hermano lo divisé caminando por el puerto. Escoltado, pero vivo. No supe que era vuestro hermano hasta que pregunté, pues no parecía oriundo de la zona, como podréis imaginar, y además su escoltar era llamativa- sonrió de medio lado y no quiso tocarla, mas hizo lo que pudo mirándola con cierta ternura, como quien ve a una flor que parece a medio caer-. No se veía mal, pero sí se veía un poco confundido. Al menos lo importante es que está vivo y que sabéis dónde está. Sin estar en vuestra posición creo que ello ya es un alivio- se atrevió a opinar girándose por un momento hacia la ventana y observando el paisaje que le daba el único ventanal de la habitación. Dejó el silencio por unos instantes y murmuró más para sí misma que para la princesa-. La pregunta es por qué la princesa Greyjoy decidió capturarlo...- verbalizando una de las preguntas que se había hecho al enterarse. Pues los rumores decían que ella había dado la orden de hacerse con el Príncipe Martell, así que la pregunta lógica era el por qué.