¿Una nueva amiga? {Sarella Martell}

Habían nacido sus sobrinos la mañana de aquel día, eso le alegraba el día a Baelor, pero quiso salir a buscar algún regalo, que con lo temprano que habían nacido, no pudo darles ningún regalo a su hermano, Sofia y sus sobrinos. Así que en la tarde partió hacia la zona portuaria y de comercios para comprar algún regalo particular a sus sobrinos y los nuevos padres, algo bello de las ciudades libres, extraño y atractivo.
Para sus sobrinos, encontró un par de collares de Asshai, unos collares gemelos justamente, que le daba la protección a ambos retoños en el caso de que sean gemelos, al menos eso decía la anciana que los vendía… Baelor no confiaba mucho en eso, pero la verdad es que eran muy bellos y los terminó comprando. Mientras buscaba unas cosas para Maekar y Sofia los guardias que lo acompañaban se dispersaron y se distrajeron con algunos artículos, armas y cosas raras, algunas que otras chucherías de viejas que se creían brujas y que tenían poderes… El príncipe se perdió entre lo mismo, viendo tiendas y tiendas hasta que entre un par se divisaba una que estaba oscura, apagada, apenas las luces del sol que daban sobre la ciudad y los otros mercados llegaban, acurrucada entre dos y un bajo techo la cubría de toda luz. Baelor, con su curiosidad se acercó ahí. El hombre que lo atendía era un hombre de piel morena, barba espesa y las ropas de todos los colores, el cabello parecía agrietado de tanto estar al sol, tal vez por eso buscaba aquella sombra. – Príncipe, ¿Qué le parecería llevar una nueva mascota? - Preguntó casi desde la oscuridad, ¿Cómo sabía que él era un príncipe? No se molestó en preguntar. – A no ser que tengas un dragón ahí… - Comentó con ironía mientras mantenía el ceño fruncido, para poder adaptar la vista a la oscuridad y distinguir más el rostro de aquel hombre, este negó, al menos eso pudo ver. – No, pero tal vez esta especie le guste mi señor… - Entonces, de entre unas jaulas salió una serpiente, era la más larga que había visto jamás, ni las de su tía llegaban a tanto, pero no parecía peligrosa, se movía sobre el hombre y hacía brillar los colores que presentaba. – Es una serpiente muy rara, vea todos los colores, no está pintada es así mi señor… Y aún es joven, crece más… Si sabe cómo manejarla, no hará más que comer ratas y algún que otro perro. – Baelor se sorprendió un poco y se rascó el mentón, él no sabría domesticarla, pero seguro que su tía lo tendría más que claro. – Yo no lo sé, pero sé de quién, si la pone en una jaula me la llevaré. – El hombre asintió con una sonrisa con pocos dientes y guió a la serpiente con sus brazos, que se movía por ahí y por sus hombros, hasta una jaula, esta obedeció y serpenteó hasta estar completamente dentro. – No le gusta el sol fuerte, prefiere moverse de noche. – Le advirtió. El príncipe simplemente asintió y tomó la jaula, la cubrió con su capa y pagó al hombre, alejándose del lugar.

Estaba tan emocionado por dar aquel regalo a Sarella que se le había olvidado comprar algo para Maekar y Sofia, pero solo quiso tomar su caballo y partir de nuevo hacia el castillo. Colgó la jaula al caballo y cabalgó a una velocidad prudente, para no agitar a la serpiente.
Cuando estuvo ahí, buscó a su tía, hasta que la encontró en los jardines, junto con las otras serpientes, sonrió de lado que aún ella no estaba enterada de su presencia. – Tía Sarella. – Anunció una vez se acercaba a ella, la abrazó con una mano, pues en la otra llevaba la jaula extraña. – Te he traído un obsequio. – Dijo nuevamente, sin darle tiempo de que hiciera preguntas o de que hablara algo más que el saludo. Sacó la capa, procurando que al menos la sombra de un árbol cubriera a la serpiente y ahí estaba… A la luz más tenue se podía ver como las escamas brillaban con distintos colores y su color rojo era surcado por líneas azules uniformes, pero que se repetía la secuencia, no era muy grande, pero aún así podría tener la altura de Baelor tranquilamente.