Y el Faro reunió a Las Marcas.... (Lord Dayne, Lady Fowler, Lady Caron y los demás Señores de las Marcas)

El día era claro y fulguroso. Una lave brisa con olor a sales marítimas apenas lograba refrescar el calor que el sol de primavera proyectaba sobre la resplandeciente Ciudad Blanca. La más vieja de todas las de Poniente, pero, aún así, la más grandiosa, fuera de lo que dijeran de Desembarco del Rey. Sus torres almenadas alrededor de la sólida muralla, sus innumerables calles y recovecos que ni siquiera yo conocía por completo, sus personas, atareadas con sus quehaceres diarios, sus guardias, sus 7 Septos y el Templo de R'hllor. Impresionante. Quizás, en la inmediatez de las ocupaciones de un Señor Feudal, el mismo no se detenía a apreciar lo que poseía... no, no lo que poseía. Lo que Guardaba. Eramos éso después de todo, guardianes momentáneos y pasajeros de nuestra gente y dominios, y era importante valorarlo. Hoy estaba parado y esperando en las Puertas del Faro de Antigua, justo donde desembocaba el puente que conectaba la ciudad con la Alta Torre, expectante. Miraba de vez en cuando las puntas que sobresalían de los edificios más importantes de la ciudad, como la oscura construcción de la Ciudadela de los Maestres. Agradecía tanto la ayuda de tales eruditos... tanto. Sin ellos, hoy ésta ciudad sería la mitad de lo que era y no tendría mucha más importancia, pero era el centro del saber de Poniente y, aunque no todas las verdades se aprendían en Antigua, la gran mayoría dormían entre las paredes de la Ciudadela.

Una línea de Lanceros de Antigua con capa gris y casco representando un Faro encendido estaba a cada lado del Puente y alrededor mío, formando un círculo de recepción. Tras de mí había un ejército de sirvientes dispuestos a atender las necesidades de cada uno de los distinguidos visitantes. Como siempre decía... odiaba la pompa y la ostentación, pero no podía ofender a los Señores de las Marcas y sus cortes con una recepción escueta. Aún así, yo vestía mi tradicional gris con una capa alrededor de mis hombros de color Blanco que flameaba al viento y escondía mis manos y mi espada, dejando a la vista mis piernas enfundadas en pantalón de lino y mis botas de cuero. El único distintivo de mi casa era el broche con el símbolo Hightower que sostenía mi capa en su lugar. Mi rostro era pensativo y analítico. Me había afeitado y cortado el pelo nuevamente, esa manía mía de no tener pelo y parecer desgreñado me perseguiría durante toda la vida.

Por fin, los heraldos comenzaron a golpear sus fasces contra el piso, anunciando a los presentes que los Señores e invitados habían sido recogidos por los mensajeros y conducidos todos juntos hacia el puente y, en consecuencia, hacia el Faro. Para que ninguno se sintiera disminuído, todos los Nombres fueron anunciados con igual fuerza por los heraldos, no haciendo distinción entre ninguno, aunque yo sí sabía que había algunos de los presentes que eran más relevantes y pesados que otros. Me adelanté y me puse mi cara de diplomático afable, de verdad encantado con que estuvieran allí, comenzando a saludar uno por uno, haciendo un alto con los jugadores clave. Obviamente, los sirvientes se encargaron de ocuparse de sus monturas y pertenencias, llevando cada una a su respectiva habitación de huéspedes.

"Mis estimados Señores y Señoras...." dije con voz potente pero sin necesidad de gritar. "Ahora les doy la oportunidad de descansar en el Faro y continuar con nuestra reunión más tarde, durante la cena, o, si preferís compartir conmigo el Gran Salón durante el almuerzo, estaré encantado de recibirlos allí." Las palabras dichas, ahora a esperar.

Tras varios días de viaje, Persefone estaba más que deseosa de llegar a Antigua con su comitiva, y no solo porque un viaje de una semana de duración se le había antojado eterno entre tanta montaña y tanto paso, sino porque Antigua la había llamado la atención desde niña, y las ganas de contemplarla por fin la tenían inquieta desde que dejó atrás las murallas de Canto Nocturno. Una ciudad famosa por su belleza, por su importante carga histórica y cultural, por ser el cenit del saber, cuna del conocimiento de Poniente, puerta a otras civilizaciones llegadas de muy lejos, que amarraban sus barcos en el puerto para comerciar con todo tipo de productos exóticos que parecían provenir directamente de los cuentos y las leyendas... O por lo menos, así se lo había imaginado siempre ella.

Había lamentado en más de una ocasión el no haber decidido viajar en litera, pero se le había antojado que podría aguantar el viaje a caballo sin problemas. No había pensado en el calor, en el sol castigador que los perseguía tras cada valle, tras cada cordillera, en lo largas que iban a resultar las jornadas, en lo poco habituada que estaba a hacer grandes viajes... Pero no se permitió a si misma el flaquear, quería demostrar ante los demás pero también para si misma que estaba capacitada para acudir a una reunión cuando se la llamaba, por muy lejos que tuviera que viajar... Necesitaba probar que podía hacerlo, que podía cumplir con sus obligaciones.

Solo comenzó a disfrutar verdaderamente del viaje en el quinto día, ya muy cerca de Antigua, fantaseando con como sería la maravillosa y resplandeciente ciudad de Antigua. Trató de imaginar su faro, y siguiendo las descripciones que había leído de niña, intentó construir en su mente un esbozo del Septo Estrellado o la Ciudadela de los Maestres...

Pero lo que más le impresionó el séptimo día, cuando por fin entró en Antigua, fue su inmensidad. Era, sin ninguna duda, la población más extensa que había visitado jamas. Subida sobre Tizón, su fiel montura, y con ropas más elegantes que las que había llevado durante el viaje hasta allí, entró en Antigua intentando no girarse para mirar cada callejuela, cada recodo, cada edificio... Y la gente, había tanta que no podía ni contarla, todos parecían expectantes, curiosos por ver a los señores marqueños, que como ella, iban llegando a la ciudad a la que habían sido llamados. Aquello era otro de los motivos por los cuales Persefone había aceptado la invitación, la oportunidad de verse reunida con otros marqueños podía resultar positiva... Además, tenía curiosidad por ver qué era lo que el recién nacido Principado de Antigua quería proponerles.

Los guiaron con cortesía y sin pompa excesiva ni frivolidades absurdas hasta el puente tras el cual esperaba Svenar Hightower, a las puertas del Faro que daba nombre a su Casa. Mientras los heraldos los presentaban ante el Príncipe, Persefone palmeó a Tizón y pasó los dedos entre sus oscuras crines, que habían sido trenzadas con cuidado para aquel evento. Tras ella, su comitiva recibía un trato tan exquisito como el que se le estaba dispensando a ella. No tardó en ser anunciada por un heraldo y en ser saludada por el Príncipe, que ejercía de perfecto anfitrión, flanqueado por su guardia y rodeado por sirvientes dispuestos a satisfacer las necesidades de los invitados.

-Es un placer conoceros, excelencia, y conocer por fin Antigua -Le aseguró al príncipe durante las presentaciones. Era, sin duda, una recepción a lo grande, y pese a todo, sin pecar de ostentosa ni superficial. Tranquila de que sus pertenencias, su comitiva y su montura gozaban de buen trato, Persefone se limitó a escuchar la bienvenida del Hightower, que les informó de que durante la cena podrían descubrir para que habían sido citados, pero que quizá, en vez de descansar, podrían unirse a su almuerzo en el Gran Salón. Ella decidió decantarse por la segunda opción, había tenido ocasión de descansar y adecentarse, pues había acampado la noche anterior no muy lejos de la ciudad. Así que seguiría al Hightower hasta el Gran Salón para unirse a su almuerzo.

Tras dejarlo todo atado y bien atado iniciamos la marcha hacia a Antigua, mi interés de lo que el ex florecilla tuviera que decirnos era marginal. Si iba, más que nada era por que iban otros marqueños, dudaba que lo que tuviera que decir me fuera a solucionar nada o reducir la media tonelada de conflictos que se me veían encima. Me aseguré también de que todo estuviera listo para que mi hermana y el enano vinieran también. Yo solo deseaba que el crío fuera mas Fowler que Martell, entre otras cosas porque no creía que las orejas de soplillo le sentasen bien a nadie, y no que ría tener al padre dándome la coña.

El camino fue largo y aburrido, no como cuando persigues a algún grupo armado, entonces no te da tiempo a aburrirte, estás siempre alerta y pensando. En los viajes todo lo que tienes que hacer es tan asquerosamente rutinario que casi me daban ganas de darme la vuelta. Pasaba casi todo el día sobre el caballo, cosa que no es que me importara, pero llevábamos un ritmo lento y pesado. A fin de cuentas llevábamos un bebé con nosotros, no podíamos ir al ritmo que a mi me hubiese gustado.

No estaba acostumbrada a ver tantísimo verde por todos lados, se me hacía monótono, casi que prefería las montañas y la arena del desierto, además de que en esas tierras hacía más fresco y detesto el frío. Antigua era, desde luego, una ciudad muy, muy grande, y el Faro era una construcción impresionante. Imaginé que muchos querrían ver la ciudadela y los septos. Esas cosas a mi me daban lo mismo, no era una persona muy de libros y menos aún de religiones. Definitivamente yo no estaba hecha para asuntos diplomáticos, no solía interesarme por lo que había más allá de las fronteras no iba a empezar de pronto ahora.

Bajarme del caballo fue una bendición, noté como al estirarme, se me recolocaron todas las vértebras de la espalda. Vi a Perséfone entre la amontonada multitud de séquitos y demases, pero estaba de un humor de perros, como para acercarme a decir nada. Me sacudí el polvo del viaje y espanté a un sirviente desconocido que no paraba de pulular a nuestro alrededor. Suspiré y me dirigí directamente a la habitación que me habían asignado sin decir nada.

Spoiler:

A medida que los Señores y Señoras de las Marcas comenzaban a presentarse , la cantidad de gente aglomerada superaba ampliamente las expectativas. Las banderas y estandartes coronaban cada una de las compañías, los cascos de los caballos resonaban en todo el patio de la Isla de la Batalla, las voces y los metales de las armaduras y espuelas de caballeros y jinetes, de soldados y escuderos. Los gritos de los heraldos, anunciando cada uno de los presentes. Aún así, los que de verdad respondían a mis intereses eran aquellos que no representaban nada en las nuevas Marcas del tan aclamado Rey Buitre. No creía que dicho rey quisiera tener ningún trato con Antigua, ya que no vería en nosotros un reino separado del Dominio, sino a mas dominienses... aún así, todavía no había descartado la posibilidad de, a futuro, tener unas palabras con tan misterioso Señor.

Vi dos de los estandartes que me interesaban... de hecho, eran dos tipos de pájaros. Las golondrinas de los Caron y el Halcon de caza de los Fowler. Ambas mujeres, ambas formidables y respetables Señoras según me habían llegado palabra. Lady Caron había perdido a dos de sus hermanos en muy poco tiempo, así que no estaba de mas presentar mis condolencias. Me acerqué primero a la susodicha, con las manos extendidas y una sonrisa que no era para nada falsa, pero que no rebalsaba de alegría. "Milady! El placer es mío y me llena de alegría poder conoceros al fin! Esperemos que Antigua la dislumbre tanto estéticamente, socialmente como diplomáticamente" aseguré, tomando la mano de la dama y besándola castamente.

Luego miré a Lady Fowler. Noticias me habían llegado del carácter de la mujer. Seca y al grano, pocos se atrevían a tratar con ella. Sabía que no debía tratarla como a una Dama de las Tierras del Norte de Dorne. No era lo mismo tratar con Lady Caron que con Lady Fowler. Incliné levemente la cabeza, yendo a su encuentro y la saludé. "Lady Fowler, espero que encuentre su estadía agradable. Por lo menos, sé que mis palabras en la mesa lo harán..." puntualicé objetivamente, señalandoles el camino hacia el comedor a todos aquellos que quisieran juntarse conmigo en vez de descansar. El Gran Salón de Antigua estaba partido a la mitad por una mesa larga y repleta de manjares que eran típicos de Ésta parte del Dominio. No escatimaría en gastos en cuanto a los invitados se refería, aún cuando yo mismo detestaba la ostentación.

Me senté en la cabecera y me aseguré que los jugadores mas importantes del día de hoy se sentaran cerca mío. Dando la señal, el vino se sirvió y la comida dió inicio. Por supuesto, en la mitad de la mesa se servían platos más típicos de los gustos dornienses y marqueños, que tenían una cocina un poco más amplia debido a la combinación de elementos de Dorne y de las Tierras de las Tormentas y el Dominio. Cuando las conversaciones fluyeron, me decidí a alzar la voz. "Mis estimados Señores y Señoras, supongo que ya teneis alguna corazonada de porque os encontráis aquí hoy... Antigua, como sabeís, se ha independizado del yugo del Dominio y los Tyrell, transformándose en un estado independiente. Hoy, El Principado de Antigua está ofreciendo su mano en amistad y alianza a todo Señor de las Marcas que así lo vea conveniente. Entiendo que más de uno de vosotros estaréis en desacuerdo y desconfiarán de los dominienses. Pero les aseguro, que mis intereses y los de Garlan Tyrell no podían ser mas contrarios. " Hice una pausa dramática.

"Mis vasallos han tenido pocos roces con las Marcas, salvo excepciones. Sé que no todos aquí pertenecen a las mismas Marcas y que no todos responden al Rey Buitre, por lo que haré un trato individual con cada uno, estipulando un trato comercial de los productos de Antigua, ya sea Pescado, Carne o Cerámica, dándoles un cargamento gratis como muestra de amistad. Además, todos los Señores que se alíen con el Principado tendrán acceso a su Ciudadela y a los Maestres y su conocimiento, recibiendo un maestre adicional además del que ya poseeis." añadí, deteniéndome para no cansarlos con mi discurso. "Como medida final, aunque estoy abierto a sugerencias por parte de todos los presentes, la Ciudadela abrirá sus puertas a las mujeres del Principado y sus aliadas para que el sexo femenino pueda cultivar su intelecto tanto como el masculino...." miré la reacción de los presentes, dándome cuenta que lo que estaba diciendo era una medida un tanto revolucionaria. Me callé, esperando sugerencias o manos extendidas.

El Príncipe de Antigua parecía estar decidido a mostrarse como un buen anfitrión, sin flaquear en ningún momento, casi como si tener a un montón de señores extranjeros en su Casa le resultara sencillo, cotidiano. Cada gesto para con los marqueños parecía tener su justa medida, su momento, y aún así parecía surgir de forma natural. Las palabras eran amigables, y todo parecía pensado para insuflar conformidad y avenencia. Se sentaron para disfrutar de la comida y de la bebida, y poco a poco comenzaron a prenderse las conversaciones, al principio entre murmullos, pero cada vez más animadas, hasta que se silenciaron todas cuando su anfitrión comenzó a hablar.

Eran palabras cuidadas, que buscaban cumplir una función precisa. Antigua buscaba tender su mano a las Marcas, y terminar de dejar claro que Antigua había dejado de seguir a los Tyrell a todos sus efectos. Proponía concordia, comercio, tratos de favor para quienes aceptaran la amistad de los Hightower... Todo muy coherente. Todo era como Persefone había supuesto. Canto Nocturno tenía canteras, y la pierda era necesaria tras una guerra. Gustosa escucharía lo que el Príncipe le propusiese, sobre todo teniendo en cuenta lo amigables que eran sus ofertas. Un Maestre más en cada Casa afín a Antigua...

Lo que la pilló totalmente desprevenida fue la última oferta de Hightower. Abrir la Ciudadela a las mujeres. Persefone alzó las cejas, entre alarmada y confusa. Había debido de escuchar mal... No, en cuanto observó los rostros de sorpresa e incredulidad de quienes la rodeaban, supo que había escuchado bien. Vaya. Se quedó un rato mirando su plato, demasiado sorprendida para reaccionar, pero con aquella nueva idea ya echando raíces en su mente. ¿Cómo no apoyar a Antigua con una petición así? ¿Cómo podría ella, como mujer, como señora, negarse a algo así? Persefone paseó su mirada entre los presentes. Estaba casi segura de que a los dornienses no les escandalizaría demasiado la noticia, pero el resto de señores eran harina de otro costal. Y aunque a todos los marqueños les terminara agradando la idea, quizá el resto de Poniente no lo vería con con buenos ojos.

-Es más que probable que esa ultima medida sea muy criticada, excelencia... -Dijo mientras se giraba para mirar al Hightower y estudiar la reacción a sus palabras -Pero a mí me place -Y no tenía por que esconder la satisfacción que le producía aquello -Escucharé muy interesada el trato que queráis proponerme, tras una guerra como la que ha azotado nuestras tierras es prioritario forjar nuevos tratos e impulsar el comercio -Volvió a guardar silencio mientras paladeaba un poco de vino de su copa, esperando a ver como terminaban de sucederse los acontecimientos.

William comia timidamente observando a los lores congregados a la mesa. No era un encuentro muy concurrido, habia ido alli mas por curiosidad y por aburrimiento que por otra cosa. El tratado comercial con los Hightower ya lo tenia desde hace meses y no creia que pudiera ofrecerle nada mas, no le sorprendio en absoluto la oferta de una alianza mas formal. Si los Tyrell querian podian tomar Antigua sin mucho esfuerzo, es extraño que no lo hubieran intentado ya, Garlan tendria otros problemas que atender o le importaria un pimiento Antigua y su devenir.


- Celebro ver que alguien fuera de Dorne sabe ver la valia de las mujeres - no pudo disimular una mirada hacia su prima Fowler - no sere yo el que critique tal medida.


Asintio tambien mientras bebía algo de vino cuando menciono la Ceramica y sus mercancias de comercio.


- Os recomiendo las mercancias de Antigua, llevo meses recibiendo sus mercancias y aun no tengo queja.


Ahora tocaba interrogar un rato a su anfitrión, aun no se habia pronunciado sobre un incomodo vecino de todos.



- Que opinion os merecen los volantinos y el Rey Buitre, Lord Svenar?



Esperaba ansioso su respuesta.

Las reacciones fueron las esperadas. Murmullos y caras asombradas. Otras de odio, y otras de afirmación. No me sorprendí... Porque sorprenderme? El Dominio seguía las costumbres de los ándalos de la primogenitura masculina para los herederos y, por lo tanto, todos los beneficiados eran los hombres en cuanto a los conocimientos. Pues, en algún momento éso debería cambiar. "Mis Señores y Señoras. Estoy muy al tanto de lo que ésta medida significa. Pero Antigua es la cuna de la Cultura y la innovación... En los tiempos que corren, si mi ciudad no impulsa medidas que ayuden al progreso de sus habitantes, Quien lo hará?" Los miré a todos, sin reproche, sino con verdadera curiosidad.

"Desembarco del Rey está bajo el Dominio del Septón Supremo, o sea que no impulsarán ningún tipo de medida que no salga de las escrituras sagradas. Antigua ahora es independiente y, por mucho que el mundo piense que somos débiles, no podrían estar más equivocados. Antigua tiene fuerza, no solo militar, sino también cultural y comercial. Antigua es fuerte si, pero es más fuerte si su gente y sus aliados se encuentran unidos e iguales. Éste decreto es el primer paso hacia lograr algo así. Si en Dorne, que es un principado independiente, las mujeres tienen derechos similares, El Principado de Antigua aprenderá de lo bueno que otras culturas tengan para ofrecer..." añadí. Y éso que solamente había hablado del derecho al aprendizaje, nada de las heredades.

"La Independencia tiene su precio, éso lo entiendo. Soy muy consiente de la situación política en la que nos encontramos... pero las Marcas están en una situación similar según tengo entendido, además de los Señores que se hayan independizado. Por eso es mejor unir los esfuerzos ahora que mas tarde arrepentirse de no tener aliados..." Di por finalizado ése tema, dándoles material para pensar a los allí presentes. Que sacaran sus propias conclusiones. "En cuanto a las rutas comerciales, tenía pensado un intercambio equitativo entre las materias primas de cada uno de los aquí reunidos. Por supuesto, una vez que las tengáis preparadas, Antigua otorgará como pago a las materias primas extrajeras el precio de las mismas en Carne, Pescado y Cerámica, a elección de los implicados..."

Llegado a ése punto, no quedaba otra cosa que responder preguntas. Lord Dayne, con quien ya había tenido tratos y quien tenía fama de sensato, me preguntó que pensaba del Rey Buitre y los volantinos. Me senté y tomé un sorbo de vino. "Pienso que las Marcas independientes tienen derecho a serlo, pero no bajo la soberanía de extranjeros. Pienso que el Rey Buitre debería pensar quienes son sus aliados y sus enemigos. Personalmente, no simpatizo con él ni su causa... por algo no está aquí presente. En cuanto a los volantinos... pertenecen a volantis y no deberían estar en Poniente." dije casi de forma automática. "Y Ustedes, Señores y Señoras. Que pensáis de las Marcas, de Dorne tal como está ahora y del Rey Buitre?"

- Dorne en su situacion actual decis? Debil e irrisorio. No hay mas que verlo. Los Martell han permitido que una fuerza extranjera les quite la mitad de su territorio por defender su capital, de los vasallos que les quedan unos cuantos tienen sus ciudades arrasadas, y aun asi seguramente reunan su ejercito e intenten venir a atacar las Marcas. Maron es demasiado orgulloso para hacer lo contrario.


Bebio un sorbo de su copa de vino mientras seguia pensando en la situacion. Maldito estupido por obligarles a esta situacion, el lo habia provocado todo, era imperdonable, desde que se habia casado con esa puta Targaryen todo habia ido de mal en peor, habia perdido completamente el juicio. Y su familia lo unico que hacia era cimentar su irresponsabilidad al parecer, ninguno se habia proclamado en su contra.


- En cuanto al Rey Buitre, es un pobre desesperado que ha visto en la invasion de los volantinos su oportunidad. Todos los que se han rebajado a seguirles son escoria y ninguno de ellos va a pisar jamas mis tierras, lamentablemente no tengo poder suficiente para hacer nada contra ellos, pero ellos tampoco osaran acercarse a Campoestrella pues una contienda les debilitaria demasiado. Mientras no me molesten yo no les molestare a ellos, no hay otra opcion.

Tras hablar un poco más de la innovadora medida que iba a adoptar Antigua y del resto de tratos que les ofrecía a las Marcas, alguien, Persefone creyó entender que había sido lord Dayne, sacó el tema del Rey Buitre, pidiendo que el Príncipe Svenar diera su opinión. Evidentemente reconocía la soberanía de las Marcas, pero matizaba que la presencia de los volantinos sobraba. Muchos pensaban así, Persefone entre ellos. Había logrado mantener una tensa calma con respecto al Buitre y los volantinos, pero su presencia en las montañas la seguía escamando demasiado.

Por no hablar de lo mucho que le desagradaban los crímenes del Buitre, que había matado a su padre, lord Blackmont, para ocupar su lugar en Montenegro muy vilmente. Persefone consideraba aquello un atentado contra su sangre, pues el difunto lord Blackmont era hermano de su madre. Al parecer, había algún tipo de maldición sobre ella, pues sus familiares estaban condenados a morir y desaparecer. Sus padres, sus hermanos, los Blackmont, los Dondarrion... El Desconocido se los había llevado a todos y a uno más.

Cuando el Hightower pidió la opinión del resto respecto a la ocupación de los volantinos en las Montañas Rojas, el Rey Buitre y Donre, Dayne fue el primero en contestar. Persefone dio un sorbo a su copa de vino dulce del Rejo mientras lo escuchaba hablar. El señor de Campoestrella dijo que pese a que Dorne estaba muy débil tras la guerra, probablemente el príncipe Martell trataría de reunir un ejercito para recuperar las Marcas. Era probable, sí. Y quizá los Baratheon también lo intentarían, aunque seguramente, los Baratheon esperarían un tiempo para fortalecerse. La opinión que Dayne tenía sobre los volantinos y el Buitre no la sorprendió, era una opinión muy extendida.

-Respecto a los volantinos, mi opinión no difiere de las vuestras, considero su presencia innecesaria
-Sentenció dejando la copa sobre la mesa y mirando a los presentes - Pero con respecto al Buitre, mi opinión es algo más compleja. Por un lado, apoyo que considere que las Marcas han de ser libres, es una idea por la que yo misma he luchado... Pero censuro sus formas con respecto a nosotros, los señores y señoras de las Marcas, y sobre todo, por como ha tratado a mis vecinos dornienses -Dijo haciendo acopio de toda su diplomacia. No señaló lo ocurrido con lord Blackmont en Montenegro abiertamente, pero aquello, evidentemente, quedaba implícito -Y con lo que concierne a Dorne... Quizá busque el apoyo de las Tormentas o incluso del Dominio... Pero como bien ha dicho el príncipe, seremos más fuertes si nos mantenemos unidos e iguales. -Y eso deja fuera de la ecuación a un rey autoproclamado.