La Rebelión De Los Fuegoscuro
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Mensaje por Fleance Myre Mar Mar 26, 2013 1:48 pm

Spoiler:
A medida que las embarcaciones de los hijos del hierro se acercaban peligrosamente a la isla del Rejo, iban surgiendo en el horizonte grandes nubes plomizas que auguraban tormenta. En poco tiempo, las inmensas nubes parecían ensamblarse unas contra otras formando una única nube parda que se extendía por todo el cielo cubriéndolo de negro azabache. El viento comenzó a caer con furia sobre el mar, embistiendo las olas, y provocando movimientos oscilantes en las naves. Ya había desaparecido el horizonte, y cielo y el mar eran una inmensidad oscura, todo agua, todo bruma. De repente, veloces cintas de fuego fatuo cruzaron el espacio palpitando fugazmente en él, para después resonar allá arriba con profundo fragor. La lluvia empezó a caer fuerte, punzante, espesa, torrencial.

Lord Myre, a bordo de la nave principal de su casa, Argo, capitaneaba la flota encargada de impedir la retirada del enemigo. Fleance, se situaba junto a su segundo al mando al lado del timón - Esto no va a ser fácil, pero ya saben lo que dicen, no esperes que lleguen las circunstancias ideales ni la mejor ocasión para actuar, porque tal vez no lleguen nunca. – Pensó el comandante. Se acercó a la barandilla y con voz alta y firme se dirigió a sus hombres – Sé que mis discursos os aburren, por lo que tranquilos, hoy no saldrá ninguno de mi boca… - Hubo pequeñas risotadas entre los tripulantes de la navegación - Pero recordad que lo que hagamos en esta batalla tendrá un eco en la eternidad – Gritó Fleance incitando el entusiasmo entre sus hombres. - No quiero fallos… Arqueros, estad atentos a la aparición de algún cuervo y apuntad bien, tened en cuenta el viento y la lluvia a la hora de disparar alguna flecha…. – Ace, el ave rapaz de Fleance, se encontraba merodeando por las cercanías de las islas para acabar con cualquier cuervo que las flechas de los arqueros no pudiesen alcanzar - Jowel, Tiberyus, haced las señales al resto de barcoluengos… ¡comenzamos!

Las naves comandadas por Lord Myre comenzaron a distanciarse del resto de embarcaciones con el objetivo de colocarse detrás de la flotilla de Redwyne. Mientras iban siendo protegidos por la flota de Harlaw, comenzaron a rodear, con cierta dificultad por el fuerte viento, en una especie de semicírculo irregular a la formación de la flota Redwyne con la proa apuntando a ellos y cortándoles la retirada si se atrevían a llevarla a cabo – Haced indicaciones de que mejoren el semicírculo, tiene que haber espacio suficiente como para virar sin choque alguno o mantener los remos fuera sin que se obstaculicen entre sí. - Era complicado seguir la estrategia planteada por Einar, la tormenta les había pillado de improvisto, y el fortísimo oleaje impedían una mejor posición. - Ya sabéis lo que tenéis que hacer si alguna de las naves enemigas trata de volver a la isla.
Fleance Myre
Fleance Myre


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Mensaje por Einar Blacktyde Miér Mar 27, 2013 5:23 pm



La religion era parte de la vida de todo hombre de las islas. No existia hombre de hierro que ignorara al Dios Ahogado, habia quienes lo odiaban por su desdicha, otros que lo amaban como los Hombres Ahogados y habia quienes utilizaban su nombre para justificar sus acciones. E incluso estaban los hombres como Axel Greyjoy, que llamaban su locura una bendicion, un regalo del hombre ahogado. Axel siempre le habia parecido peligroso y nunca se habia sentido comodo con su presencia. Jamas le confiaria su espalda y cada dia agradecia al Kraken que en su flota no figurara aquel muchacho. Sin embargo era familia de Harald y luchaba a su lado por ello, de cierta forma, a pesar de los sentimientos, Einar esperaba que su camino no tuviera tantas dificultades como las que tenian ellos.
Olio el aroma de la lluvia acercandose, era una fragancia que jamas habia podido comparar con nada. Siempre que visitaba tierra esperaba poder sentirlo, era lo mas bello que conocia despues del mar, pero la preferia cuando estaba con los pies en tierra. La mayoria de las veces.
Sus veteranos se preocuparon por las gotas de lluvia. El Dragon de Mar era un galeon colosal que inspiraba miedo. El ruido de los craneos atados en racimos en las barandillas de la nave, azotadas por el viento, le daba una figura espectral al navio. Sus hombres vestidos de negro, su capitan gigante envuelto en piel de oso. Su segundo al mando con aquella sonrisa feroz siempre entre los dientes. Todos sobre la proa, esperando el choque de las fuerzas, esperando y observando. Myre, a pesar de todo, habia logrado tomar posicion mientras Harlaw se lanzaba al asalto con sus naves.
Einar queria observar, pero a aquella distancia la lluvia hacia demasiado dificil notar algo mas que naves agitandose.
El cabello le estaba creciendo de nuevo, pero no habia pasado de ser mas que una sombra en su cabeza, sin embargo su barba ya estaba lo suficientemente larga como para tomarla con los dedos y tirarse de ella al pensar. Hizo una mueca como una sonrisa y giro, poniendose frente a sus hombres.
- ¿Lo ven? - Dijo, señalando hacia donde deberia verse el combate si fuera un dia mas claro, sonriendo, con sus ojos de invierno ardiendo en flamas como si fueran soles. - Hasta el Dios de la Tormenta teme que lleguemos al continente y planea matarnos aqui, en el mar. Pero somos hombres de hierro ¿verdad? Somos la Casa Blacktyde de Marea Negra, un lugar terrible que da hombres terribles. - El ruido de la lluvia repiqueteaba contra su casco de metal y las velas se inflaban con cada rafaga de viento como el vientre de una embarazada. Las olas golpeaban los barcos con furia, como los manotazos de un niño que buscaba hundir barcos de papel. - ¡¿Dejaremos que nos derrote un Dios?! ¡¿Dejaremos que nos derroten sus muchachos de tierras verdes que navegan sin armadura por miedo a NUESTRO DIOS?! ¡¿Que haran, ustedes, putas mugrientas?! ¡Muestren por que somos hombres de hierro! ¡Demuestren por que nos teme el mundo! - Su voz se oia por encima de la lluvia, de los truenos, de las olas golpeando contra las naves.
>> La voz de un oficial se debe oir a por encima de todos los demas sonidos para que ningun soldado se sienta perdido. << No recordaba las palabras exactas de su padre, pero recordaba la leccion.
>> Al menos no tenemos que preocuparnos por las flechas de fuego. << Solto mientras se quitaba la piel de oso que, por la lluvia, ya comenzaba a pesarle una tonelada.
Solto un rugido que nada tuvo que envidiarle a un trueno, y sus hombres, rugieron al mismo tiempo, mientras golpeaban sus escudos con sus armas. Como locos, como animales, como demonios nacidos del mar y en busca de sangre. Los ruidos de la tormenta parecian el quebrar de ramas en otoño en comparacion del griterio de los hombres de hierro.
Einar Blacktyde grito ordenes a diestra y siniestra. Ordeno apagar todas las luces en aquella lluvia que habia apagado hasta el sol. Iban a caerle de sorpresa a los Redwyne, aunque quizas tambien partirian a algun que otro Harlaw. No le preocupaba demasiado, si tenia suerte quizas Victarion ya se hubiera ahogado y le hubiera ahorrado muchos problemas a futuro. Pero era el Dios de la Tormenta quien alli obraba, si le robaba la victoria seguro que Harlaw viviria, como castigo. >> Puta suerte. <<
Un Barcoluengo herido en un lado y con el mastil caido se cruzo en el camino del Dragon de Mar, ni siquiera vieron a quien le pertenecia la nave, solamente la embistieron a fuerza de remos y pasaron sobre su moribundo cadaver. Einar le habia dejado sus Barcoluengos a Myre o se los traia él mismo, las naves que Harlaw comandaba pertenecian a sus tierras en su totalidad.

Caminaba por la cubierta manteniendo las ordenes a pura voz. Sentia el ardor en su garganta por forzarla tanto intentando hacerse oir por encima de la tormenta. Los gritos desde lo alto del mastil del barco tambien eran a pura garganta, por encima de la tormenta. Einar forzo la vista entre tanta oscuridad y trato de observar hacia donde señalaba el marino con la mano, cuando un relampago que corto el cielo en dos lo hizo claro: Un galeon.
La sangre en las venas del capitan del hierro ardia. Podia sentir su corazon latir como si fuera a explotarle el pecho. Algunos hombres veteranos veian la nave con excitacion, podia verlo en sus miradas, en su forma de pararse, en los gritos que proferian y en su continuo golpear de las armas contra los escudos mientras el mar era roto por los remos.
- ¡Remen! ¡Remen! ¡Remen! ¡Remen como si intentaran escaparse de la muerte, escorias! ¡Remen como lo haria un hombre! - Sacudio el casco de uno de los nuevos tripulantes y el muchacho se giro a verlo, como si alguien le hubiera tocado el trasero. No debia tener mas de quince dias del nombre, quizas mas pero aun no le salia la barba y tenia la mandibula redondeada todavia, su boca y sus ojos eran lo unico que aquel casco dejaba ver. Su armadura era un poco mas grande que él y no tenia mucho mejor aspecto. Era sencilla, algo de cuero cosido sobre una cota de mallas largas hasta las rodillas, como un camison largo. No tenia guantes y sus botas estaban tan gastadas como la cancion de un bardo viejo. A su armadura le sobraba metal por varias partes, obviamente habia pertenecido a un hermano o un padre con una arroba mas de musculatura, aunque lo habia compensado con cuerdas y correas en los brazos y las piernas, en el cuerpo todavia le sobraba. Llevaba dos cintos que sostenian uno una espada y el otro una daga. En la mano llevaba un hacha de abordaje y en la otra un escudo. Le clavo la mirada al muchacho. Un cuarto de la tripulacion era nuevo: Habia ordenado que sus mas destacados veteranos fueran ascendidos y enviados a las demas naves como oficiales, por lo que habia tenido un hueco de personal en su propio barco. Un hueco que tuvo que rellenar con lo que tenia a mano en las islas. Aquel muchacho tenia fuerza, tenia musculatura para alguien que luchaba por primera vez. Pero no tenia fuerza en la mirada, temblaba, quizas por el frio, quizas por el miedo, pero sabia que no era por la excitacion. Los hombres que en su primer combate estaban excitados vomitaban, o gritaban con mas fuerza que otros, o incluso cometian locuras que hacian que los maten. Los que tenian miedo se orinaban, temblaban y aveces hasta lloraban, incluso alguno se habia acobardado y se habia mantenido escondido en el propio barco. Algo que Marearroja castigaba despellejandoles la espalda y luego atandolos al sol. Sin embargo Einar preferia a los segundos, aunque no cuando se acobardaba. Eran los que llegaban a viejos, eran los que se convertian en buenos oficiales si sobrevivian lo suficiente para superar sus miedos y volverse fuerte. Lord Blacktyde lo vio a los ojos, con aquella mirada entre celeste y blanca, como la nieve sobre el agua. Tironeo el casco y noto que estaba flojo, lo hizo levantar la mirada, cosa a la que el muchacho no se resistio, era como un trozo de masa en manos del gigante. Su señor le ajusto la correa lo mejor posible contra el menton. - Si tu casco se mueve en combate, podria taparte la vista. Si lo hace, terminaras muerto por un enemigo que aproveche o un compañero al que estorbes demasiado. - Dijo mientras sus dedos gruesos se movian con agilidad por las correderas del yelmo. Una vez ajustado lo hizo bajar el rostro y lo tomo de los bordes del casco, lo sacudio y vio que se mantenia en su lugar. - Si la correa se corta o tu casco se vuelve molesto, quitatelo sin perder tiempo, no intentes arreglarlo en medio de un combate. Terminaras muerto y no queremos eso ¿verdad?. - Solto sonriendole mientras la nave se acercaba al galeon enemigo. El choque seria inminente, la carniceria estaba demasiado cerca. - Cubre mi espalda, no dejes que me maten o volvere y te sacare las tripas mientras cagas. - Choco su casco contra el del muchacho, tratando de darle confianza, y avanzo hacia la proa, junto a los mas veteranos que se preparaban a abordar.
Los remos se escondieron en el interior de la nave como las patas de una tortuga marina. Las cuerdas volaron con los ganchos en las puntas. Las flechas llovian sin fuerza, mojadas, como si fueran un ultimo intento desesperado de alejar una muerte inevitable que mostraba sus fauces sobre ellos. Los truenos iluminaban aquella batalla mejor que cualquier sol, mejor que cualquier aldea en llamas. Einar sonreai, mientras tiraba de una cuerda al igual que la mayoria de sus hombres.
- ¡Tiren! ¡Tiren! ¡O los hara ahogar a todos! - Grito, furioso, inundando a sus hermanos con valor. Aquel gigante era un emblema, un ser de otra tierra, aquel hombre cambiaba el destino de cualquier batalla solo con presentarse en ella. - ¡Espero que hayan comido ligero! ¡Por que nos espera un gran banquete bajo el mar! -
Y entonces las barandillas chocaron. Einar y sus hombres fueron recibidos con una rafaga de saetas, pero los mas veteranos conocian el arte de la guerra mejor que muchos caballeros y ya habian cubierto a sus compañeros que tiraban de las sogas con sus cuerpos y escudos. Solo un par resultaron heridos frente a esa rafaga de madera, aquellos que la suerte no tuvo en cuenta. El Capitan desenfundo su hacha y cruzo de nave liderando el asalto. Lo recibio un hombre envuelto en cuero con una lanza de madera pero la desvio con su brazo y lo partio de la cabeza al ombligo con el hacha. Sus hombres habian iniciado una carniceria. Todos luchaban con hambre, todos ellos vivian solamente para aquel momento, para destruir lo que el mundo pusiera frente a ellos, no eran hombres de las tierras verdes que habian salido a defender sus tierras y luego volverian a cultivar la tierra, beber vino y dormir con su mujer. Los hombres de hierro solo existian para hacer arder el mundo, y cuando todo menos las islas existieran, se destruirian entre ellos. Asi era la naturaleza.
Un garrote lo golpeo en la cabeza mientras retiraba el hacha del muerto. El casco habia recibido el golpe bien, solo sentia el tintinear del metal por la lluvia ¿O era el golpe? Einar no sabia, pero solo pudo clavarle la mirada al hombre, amenazante con su garrote de madera mientras una espada nacia en su garganta. Cayo muerto a manos de otro hombre de hierro antes de que Einar pudiera vengarse. Sus hombres gritaban, los enemigos rezaban. Los hombres de hierro empujaban con sus escudos, mientras los otros apenas podian mantenerse en el mismo barco. El mundo se volvio silencioso, solo estaba Einar y sus hombres en el barco, en babor, mientras los otros estaban acorralados a estribor, con sus cuerpos contra la barandilla.
- Ni uno que valga la pena. - Una ola golpeo el barco sacudiendolo y empujando a los hombres de las tierras verdes contra los hombres de hierro que se tambaleaban por su propio peso. Un relampago ilumino el cielo y la batalla se torno en masacre.
El mastil se habia caido hacia el mar y se lo habia devorado el Dios Ahogado. Einar miro a Evander Pyke y ambos entendiendon que aquel barco era un desperdicio, no tenia sentido intentar salvarlo en medio de aquella tormenta. - Este sera un buen regalo para nuestro Dios, a ver si se decide a darnos un respiro de esta puta tormenta. - Dijo Einar mientras escupia sangre. El golpe le habia herido la cabeza por encima de la frente y la sangre le chorreaba por un lado metiendosele en el ojo y en la boca. Le gustaba el sabor de la sangre, aunque no demasiado cuando era la suya. >> Al menos ese tenia buen brazo para golpear. Merecia morir mejor. <<
Volvio a mirar al hombre en la cima del mastil, ya era hora de ir a asegurarse de que Harlaw estuviera vivo. Aunque si le faltaba una pierna no le importaria demasiado.
- ¡¿Hacia donde esta la nave de Harlaw?! - Grito Blacktyde. Y unos instantes despues el hombre de arriba le dio una direccion.

Y otra vez, el barco cruzo la tormenta, se acerco a la nave y las cuerdas comenzaron a volar para abordar a la victima de Victarion por el otro lado. El mar todavia no se habia saciado de sangre y Einar necesitaba averiguar como le estaba yendo a Harlaw. Necesitaban salir de aquella tormenta y unirse a Myre. No podian seguir combatiendo alli, mejor... Mejor seria combatir en tierra.




Einar Blacktyde
Einar Blacktyde
Casa vasalla
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Mensaje por Victarion Harlaw Jue Mar 28, 2013 8:44 am

No había visto el mar, no había salido a cubierta. Del camarote del capitán del "Caballero del Mar" entraban y salían oficiales sin parar, durante los días previos a la batalla los capitanes habrían visto, revisado y vuelto a revisar cada detalle de los navíos, las armas, víveres y demás útiles de guerra. No es que no le gustara el mar, era buen nadador y mejor buceador, como piloto no era malo, aunque no de los mejores y de niño había servido en todos los puestos propios de un navío antes de llegar a ser capitán. No es que no le gustara el mar, es que al mar no le gustaba Victarion. Horas antes de la batalla, el océano comenzó a rugir y ya no paró hasta que hubo comprobado el sacrificio que el hierro ofrecía para llegar al continente. El señor de Harlaw encendió siete velas, se arrodilló frente al altar y afrontó su miedo, humano y real, del mismo modo que otros miles de ilusos. Rezó, esperando que Los Siete abrieran las nubes, más para su pesar aquel día era de otros dioses. Einar Blacktyde le había aguado la salida y el Ahogado lo iba a recibir a su llegada.

-----

Cuando salió a cubierta comprobó que El Ahogado se reía de él. El "Caballero del Mar" estaba intacto, su proa se construyó reforzada con arietes de metal, así como el casco laminado con placas de acero, las barandillas mostraban enormes tornillos atravesando la bien labrada madera. El Juez oscuros ganó la distancia que lo separaba de la banda diestra para contemplar con desolación que la formación de las naves era poco menos que un desastre. Olas de quince metros habían destruido cuatro o cinco galeras y el viento, que atacaba totalmente contrario a lo esperado empujaba la formación de navíos, hacia el oeste. Los galeones, que debían completar una formación de punta de lanza, se encontraban juntos pero en dos grupos separados entre sí por un buen trecho. Por suerte la gran mayoría de barcoluengos mantenían su posición, aunque desfavorecidos con el viento a sotavento, lograban asumir su flanco. Frente a ellos la flota del Rejo se mantenía en actitud defensiva, la tormenta llegaba con las naves del Hierro y la batalla iba a ser un caos total. Llamó a Euron Pyke que se mostraba optimista hasta en la mierda de situación que les ocupaba. El hermano de Victarion se hacía escuchar a gritos con la que estaba cayendo. -¿No está tan mal, no? Hemos perdido a sólo diez barcos antes de atacar, ¿Que hacemos, nos reagrupamos con los barcos de Blacktyde?.- Victarion le dedicó una mirada asesina y golpeó con el guantelete la madera del castillete del galeón. "Mierda de vida, me cago en la madre que parió a la suerte". No lo pensó por que no había nada que pensar, la detallada estrategia y la táctica se habían hecho añicos ante la mar como la virginidad de una doncella en un clan de salvajes, sólo les quedaba una cosa. -Disponed las naves para el ataque, que se junten todo lo que nos sea posible, enganchad garfios al "Galán marcado" al dromón de Harras y al "Viento ahorcado".

-¿No Es más prudente esperar capitán, unirnos a la flota de Blacktyde o de Myre?

Los dientes le rechinaban, sus ojos inyectados en impaciencia recorrían el maltrecho horizonte.

-Es más prudente, sí, pero es el comandante es quién plantea la estrategia y Blacktyde esperará vernos ahí en medio.- Señaló hacia el centro de la formación enemiga.- La victoria depende de que cada pieza cumpla su función, además Euron, ya es hora de enseñarle a ese bocazas de Marearroja hasta donde llegamos nosotros para cumplir nuestro cometido.

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Le habían engrasado la armadura, sus dos escuderos habían acabado de ajustar todas las correas y sólo le habían retirado los escarpes, los cuales eran incómodos para pelar en la cubierta de un barco. El resto también lo era y aunque había dado orden de restar piezas a la armadura de sus caballeros él sólo necesitaba apoyar bien los pies. Volvió a salir a la cubierta del monstruoso galeón y a pesar de la nefasta situación táctica la visión de sus propios hombres, estoicos bajo el temporal, armados y cubiertos de tabardos negros, le infundió todo el coraje que necesitaba y por primera vez en mucho tiempo volvió a sentirse emocionado. Se plantó en proa, con las naves enemigas cada vez más cerca, dio media vuelta y dirigió a sus hombres las palabras que él mismo necesitaba escuchar. Habló a gritos, con el pelo mojado dando latigazos a la lluvia, enardecido en el corazón, ningún discurso tendría efecto allí, salvo uno sincero.

-¡¡Hombres del hierro!! ¡¡Nuestra formación no existe, estamos en inferioridad!!- El silenció que le siguió sólo era endulzado con los berridos de sal que el viento dejaba en el barco. Los más jóvenes tragaron saliva, los más viejos sonrieron y los de mediana edad hicieron ambas cosas.- ¡¡Los dioses no nos favorecen y el mar nos aleja de nuestro destino!!- La crudeza de la situación, la realidad de los acontecimientos, ya lo había anunciado antes de salir y seguiría recordándolo años después. Su blasón era el de la oscuridad, el de la desesperanza y las causas perdidas. El escudo de la hoz había sido machacado una y otra vez, habían combatido hasta perder la sangre, el honor, el orden y la vida, pero jamás perderían su moral. -¡¡¿Y QUÉ?!!- Abrió las dos manos, asió con la derecha el mandoble y lo desenvainó sacando pecho con despreocupación mientras las primeras saetas enemigas le pasaban por encima. Las naves enemigas cada vez más cerca y conforme la batalla se aproximaba un Lord inadaptado en la paz se convertía en un baluarte de la guerra. Aquella era su vida, su sino, escuchaba el zumbar de las flechas y los sonidos provenientes del enemigo que situado a su espalda y en superioridad numérica parecía inexistente mientras hablaba con sus hombres. -¡¡NO ME IMPORTAN LOS NÚMEROS, LAS FLECHAS O LAS OLAS!!- Comenzó a pasear de un lado al otro del barco, mientras las flechas aumentaban y comenzaban a impactar en blancos vivos. -¡¡SIENTO EL DOLOR DE CADA HERMANO CAÍDO Y ESO SÓLO ME ENFURECE, SÓLO ME LIBERA!!- Los arqueros de los galeones verdes y grises intercambiaban ahora más agujas de madera y una de ellas le acertó a Victarion en el hombro, por detrás, sintió un dolor punzante que por supuesto no expresó. "La armadura lo ha parado, no ha entrado bien, joder como duele" Sus hombres vieron como un proyectil le impactaba mientras él seguía hablando, sus escuderos le asistían por detrás y le sacaban la flecha. El dolor era mucho más agudo ahora pero la emoción que sentía, el cercano olor de la muerte, el viento en la cara y los sonidos de los primeros heridos marcaban su instinto con una verdad abismal. "Peleamos para sobrevivir, para perdurar, para soñar"¡¡Y NI EL VIENTO NI LAS FLECHAS ME HARÁN OLVIDAR JAMÁS, QUE NUESTRO ARROJO ES FIRME, NUESTRO VALOR INQUEBRANTABLE… NI OLVIDARÉ QUE HAY DIEZ MIL ALMAS QUE DEPENDEN HOY DE NOSOTROS!! ¡¡DIEZ MIL HIJOS, MADRES Y HERMANAS A LOS QUE NO VOY A FALLAR!! ¡¡¡¡¡YELMO!!!!!

El choque era inminente y los escuderos pusieron el casco a Victarion, Se giró habiendo dejado el mensaje bastante claro, se cubrió con la baranda de una andanada de flechas. Los garfios atraían las naves entre sí y se estaba empezando a formar una acumulación de cubiertas de unos doce dromones. Las olas trataban de hacerse escuchar por encima de Victarion, pero el Lord de Harlaw se quedaría afónico antes de que un factor, vivo o natural, llamara más la atención que él mismo. Su manera de dirigir era la de un baluarte, un símbolo, rodeado por sus caballeros y espadas juramentadas saltó la barandilla del “Caballero de Mar”.

-¡¡SEGUIDME POR HARLAW, POR EL REY ¡¡¡SEGUIDME COJONES Y PELEEMOS POR NUESTRA ISLA!!! INMMER, SHACKTON FIAND!!

El aullido fue ensordecedor, los del Rejo tenían más barcos y mejor posicionados, pero ellos contaban con demonios del mar como soldados. Los cuatro galeones de de vanguardia abordaron e invadieron las cubiertas enemigas por ambos lados, formando un frente de hombres que luchaban tratando de ganar los mástiles de las naves del Rejo. Lord Harlaw pasó la baranda de un costoso salto, con él cincuenta caballeros hacían lo propio y formaban una línea que pudo aguantar los primeros envites defensivos. Si bien no estaban siendo rechazados tampoco avanzaban, la superioridad en arquería de las naves moradas les obligaba a mantener unidades de infantería con escudo.
Cada tabla se ganaba o se perdía con sangre y en eso estaban, en tablas, hasta que Anochecer tuvo ganas de más. El mandoble Valyrio segaba el aire, la carne y el cuero y hacía dos o tres heridas con cada pasada. Poco a poco, protegido por los escudos de sus caballeros El Juez Oscuro avanzó hasta partir con una línea de hombres la primera cubierta enemiga en dos. Victarion luchaba siempre apoyado por sus hombres, dentro de la formación y cubierto en sus flancos por sus espadas juradas. El enemigo interponía lanzas, chuzos o espadas cortas y anchas, escudos y pobres armaduras ligeras. Roto, todo, todo aquello que se interpusiera entre Harlaw y su objetivo. Su avance era un continuo repiqueteo bajo la posición del enemigo, los golpes eran precisos y se concentraban en las piernas o en los brazos, las piezas de armadura y las correas caían, y los hombres que venían detrás de él remataban a los lisiados. La herida de la flecha le escocía, pero sólo utilizaba ese dolor para cortar con más velocidad, con más nervio.

Así pues, a media hora desde el choque inicial la batalla naval era una lucha a muerte sin orden alguno, espadas, flechas y hombres caían una y otra vez haciendo imposible visualizar quién ganaba o perdía. El Hierro había tomado varias naves pero había perdido otras tantas. Victarion y un grupo de cincuenta caballeros habían ganado un galeón que comenzaba a irse a pique y saltaban a la nave insignia del enemigo, protegidos entre sí en semicírculo y cerrando una perfecta formación de tierra, el problema es que dos barcoluengos les cerraban la vuelta. El Juez vio al comandante del Rejo y flanqueado por sus hombres cubría poco a poco la distancia que le separaba de él. Sin embargo, dos naves acudían para auxiliar al insignia, dos galeones. Las fuerzas de Victarion habían pasado de atacantes a defenderse en una cubierta enemiga en muy poco tiempo. -¡¡EN TORNO A MÍ, CERRAD LA FORMACIÓN, EN CÍRCULO!!- Ante la avalancha de enemigos y rodeados por tres flancos los caballeros de Harlaw dieron una lección a los del Rejo. En inferioridad de cuatro a uno, los hombres de Redwyne parecían ahora isleños, atacaban a los del hierro desde casi todos los lados y eran rechazados una y otra vez por el círculo de caballería de Victarion. -¡¡AGUANTAD!!- Los hombres de su izquierda y derecha empujaban con largos escudos y a esa distancia el mandoble hendía transversal el aire para ir sembrando una estela de cadáveres que comenzaban a amontonarse. -¡¡AGUANTAD!!- Veinte quedaban combatiendo, los heridos eran empujados hacia el centro de la formación, pero ningún caballero negro era abandonado. -¡¡¿¿Y SOLO ESO PODÉIS HACER, MARICONES??!!- Otros dos cuerpos caían frente a él, las heridas lucían abiertas y la sangre y las tripas, que ya regaban la cubierta, los hacían resbalar con el zarandeo del barco para apilarlos frente a los demás fiambres. Cabeza alzada despreciaba los esfuerzos de sus enemigos eliminándolos fácilmente. Arengados por la prepotencia de su Lord en batalla, se contagiaron sus caballeros de ese espíritu de superioridad que sólo tiene quién lucha con un acero Valyrio y lanzaban pullas a los rivales y reían con cada enemigo partido. -¡Escoria! ¡Maricas! ¡Hijos de puta!- Jamás vería el continente tales caballeros, actuando a una, con disciplina y orden propio de caballeros y el espíritu indomable, bravucón y despreocupado de los hijos del hierro. -¡Mi mujer lucha mejor que vosotros!¡Perros soplanucas!-

Llegados a este punto, el rejo perdía cinco hombres por cada caballero herido, pero los caballeros eran uno por cada diez. Aún así los heridos trataban de sostener lanzas desde atrás auxiliando a sus compañeros. -¡¡MUERTE Y GLORIA!!...- Los oscuros paladines coreaban los cánticos de su capitán, el grupo de caballeros aceptaba su destino, luchando mano a mano, con disciplina y perfecto orden.-...¡¡HAREMOS HISTORIA!!- Ellos sabían que ya estaban muertos, el mar les había jugado una mala pasada y debían aceptarlo, pero caerían dando un espectáculo de compañerismo, de casta, de valor.

Cuando llegó Einar Blacktyde tras casi una hora de instenso combate, del grupo de Victarion quedaban en pie él y seis más. Por más que lo intentaban los del Rejo no podían hacer caer a Victarion Harlaw, Euron Pyke y a los cinco espadas juramentadas de Diez Torres. Con los brazos cansados, aún manteniendo la formación en popa, protegían a dieciséis caballeros heridos que desde el suelo, con pocas fuerzas, trataban de cubrir los espacios de los combatientes. El señor de Harlaw estaba completamente cubierto de sangre, había resbalado un par de veces en la refriega y su aspecto era más propio del desconocido que de un caballero. Cuando el Lord comandante de la flota del Hierro saltó al navío, Victarion sujetaba a un muchacho joven con la mano izquierda del cuello, mientras que la derecha hacía recorrer la hoja de "Anochecer" por su gaznate hasta que la cabeza se desprendió al modo de la antigua Valyria.
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Mensaje por Valar Morghulis Sáb Mar 30, 2013 11:17 am

Olas, viento, lluvia, truenos y relámpagos. No era el mejor marco para aquella batalla en la que los cascos chocaron entre si, en la que los barcoluengos caían presa del agua del mar que se internaba en ellos. Y si un hombre caía se veía muerto debido a que el mar se encontraba bravo, a que cualquiera que supiese nadar se veía cansado o tragaba suficiente agua como para ver su estómago pesado e hinchado. No, definitivamente no era el mejor día para la lucha.

Pero lucharon, y los hombres del hierro ganaron, aunque los hombres del Rejo, aquellos que se retiraban, se sentían más que orgullosos por haber hecho caer al menos un tercio de toda la flota que se les había enfrentado. Era momento de preparar las defensas en la Isla, la cual no sería fácil de conquistar.

Las velas de color vino se dirigieron hacia el sur, buscando la protección de la costa, escapando de todos aquellos barcos enemigos que se habían desperdigado por la tormenta. Los hombres del hierro bramaron su victoria, aún sin tener en cuenta el número de caídos. Solo sabían que habían ganado. Eso era lo que necesitaban saber...pero entonces se escuhcó una voz de la "Viento Gélido", una de las galeras. Smithy aullaba desde lo alto.- ¡Velas! ¡Velas de color rojo y...una mano!- Muchos se dirigieron a osbervar hacia allí, hacia el este, donde tres naves solitarias se dirigían hacia ellos, expectantes por saber quienes eran. Cinco barcoluengos, una pequeña flotilla, se encaminó a cortar el avance de los tres barcos y entonces...

Brummmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm

El sonido del cuerno se escuchó por encima del de los truenos y todos dirigieron su mirada al cielo, buscando de donde provenía.

Brummmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm

Una segunda llamada se escuchó y nada más...o al menos en unos segundos. Pánico. Eso ocurrió después cuando se osbervó como dos tentáculos aparecían de la nada rodeando a uno de los barcoluengos, alzándose metros por encima del mar, dejando derramar agua como si de una cascada fuese, sinuantes hacia el cielo. Y entonces cayeron, con el simple eco de la gravedad, sobre la madera del barco, consiguiendo que éste se astillase como si de un palito en las manos de un niño. Crack.

Las otras naves dieron media vuelta entonces, con toda la rapidez que pudieron...pero otra de ellas fue atrapada y alzada en el aire como si un niño tomase una roca entre sus manos, dispuesto a tirarla o a...destruirla, porque eso fue lo que ocurrió.- ¡Un kraken!- La voz de Smithy dejaba notar terror.- ¡Por el Dios Ahogado! ¡Es un Kraken!- Y esas mismas palabras corrieron de boca en boca, de nave en nave...y eso hizo que los hombres temiesen por su vida seriamente al no ver nunca algo así.- ¡DRUMM! ¡Son velas de los Drumm! ¡Albus ha vuelto!

Aquello hizo que muchas naves volteasen, que diesen la vuelta dispuestos a dirigirse al norte...un sesenta por ciento de la flota viró hacia el norte. Y ahora necesitaban la aprobación de sus almirantes. ¿Qué hacer? Solo un 40% de la flota quedaba allí y los demás se dirigían al norte.- Vuélvete.- Le hablaron a Fleance.- Alguien debe hacerle saber esto a nuestro rey y un Kraken...es una estupidez quedarse aquí. La flota huye...ha sido una batalla ganada. Ya vendremos al Rejo, pero no ahora. Vámonos.

Las mismas palabras estaban siendo dirigidas a los otros comandantes en todas las naves por sus segundos de abordo. Mientras tanto, en la lejanía, un tercer barcoluengo era tomado por los tentáculos de aquel mosntruo.
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Mensaje por Einar Blacktyde Lun Abr 01, 2013 1:38 pm

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Mensaje por Fleance Myre Miér Abr 03, 2013 4:28 pm

Desgraciadamente para los comandantes de la segunda flota del hierro, la tormenta había hecho mella en sus naves y en sus tropas. En el caso de la flota comandada por Lord Myre, las gigantescas olas habían conseguido hundir varias de sus naves y conseguido romper la formación en semicírculo que impedirían a las naves de Redwyne escapar de las garras de Harlaw y Blacktyde. A pesar de que los barcoluengos de las islas del hierro habían logrado interceptar algunas naves enemigas, ya sea embistiéndolas o atrapándolas entre varios, gracias a la ruptura de alineación de la flota debido al fuerte oleaje, algunas embarcaciones del Rejo habían conseguido escapar a la isla perteneciente al vasallo de los Tyrrel. Mirándolo por el lado bueno, a pesar de haber perdido un tercio de sus tropas, habían conseguido proclamarse victoriosos ante la batalla acontecida, batalla que se convertiría en un gran paso para lograr la victoria en la guerra. Además, según sus arqueros, no había sobrevivido ningún cuervo que saliera del Rejo en dirección a otros lugares del Dominio. - Haced un recuento de las bajas sufridas, tanto de hombres como de naves y enviad un cuervo a Harlaw con la información que tengáis. De pronto, mientras el Lord organizaba las cosas para el siguiente paso y sus hombres celebraran el reciente triunfo, un sonido desgarrador se alzaba detrás de sus naves.

Brummmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm.

- Pero… ¿Qué demonios…? – Sus ojos se abrieron como platos. No lo podía creer. Veía como varios tentáculos de… ¿cuántas varas? salían del mar y abrazaban a varios de sus barcoluengos hasta estrujarlos y exterminarlos como si se tratara de un hombre que aplasta sin esfuerzo a una mosca o como si un niño derrumbara el castillo de arena que antes había construido con esmero. Su incredulidad hizo que por un momento su cerebro dejara de pensar, solo observaba con temor la escena que ante sus ojos tenía lugar: Un Kraken a las órdenes de Albus Drumm parecía que iba acabar con todos ellos en menos de lo que un catador de comida de Desembarco del Rey muere a causa del veneno aportado generosamente por un traidor.
Su ensimismamiento fue despejado por las palabras de uno de sus hombres que le suplicaba que huyeran y se dirigieran al norte en busca de refuerzos. Tal vez sería la mejor opción, pero si el Kraken los seguían, acabarían también con los barcos de Harrald, Triston, Axel… Desgraciadamente, aunque Fleance había leído mucha literatura acerca de criaturas fantásticas: dragones, caminantes blancos e incluso Krakens, no era capaz de recordar ningún libro que describiese cómo acabar con el molusco que arrasaba su flota, ni siquiera el escrito que relataba las hazañas del rey gris. De pronto, comenzó a escuchar la voz de Harlaw gritando desesperadamente - ¡AL OESTE! ¡¡QUE HUYAN HACIA EL OESTE!! - Fleance dirigió su mirada hacia el norte donde se encontraban las flotas aliadas. ¿De verdad cree que yendo al oeste podrían salir de esta? Daba igual a donde huyeran, el Kraken los alcanzaría fácilmente y los destruirían aún más cómodamente.

Parecía que el nerviosismo y el miedo se apoderaba de los allí presentes, pues alrededor del 60% de la flota comenzaba a poner rumbo al norte, parecía que las palabras de Victarion habían caído en saco roto. No se les podía culpar a aquellos que huían con el rabo entre las piernas en busca de su rey, pues no era habitual lo que el destino les había preparado. Sin embargo, a pesar de todas las embarcaciones que desertaban, había una que hacían lo contrario, se dirigía al sur, donde el Kraken parecía que los estuviera esperando con los brazos, o mejor dicho, con los téntaculos abiertos. Si la vista no le engañaba, era una pequeña flota, demasiado lúgubre para ser de Harlaw, por lo que estaría capitaneada por Marea Roja - ¿Está loco? No pueden hacer nada contra esa monstruosidad creada por los Dioses. ¿Quiere suicidarse? ¿Darnos tiempo para organizarnos tal vez? ¿O hacerse el héroe al hacerle frente a la bestia marina? ¿Cómo Harlaw le había permitido llevarse esa gloria? Demasiadas preguntas y ninguna respuesta. Negó con la cabeza cuando el Kraken ya había aniquilado a otro barco más. De pronto una idea surgió en su cabeza – ¡El cuerno! ¡Eso es! – Corrió hacia la proa cojeando y gritando dijo – ¡Dirigíos hacia la flota de Blacktyde!Cuando ambas embarcaciones se cruzaron de costado y los barcos iban dirigiéndose a rumbos opuestos, Lord Fleance gritó a Einar - ¡No hace falta que acabes con el Kraken! ¡El cuerno es la clave! ¡Como miembro de la liga de sal, podrás acercarte a Albus sin problema! ¡Arrebátale el cuerno y así podrás detener al monstruo!

Cuando las fuerzas aliadas de Blacktyde se alejaron, Fleance ordenó a sus hombres con firmeza - ¡Ahora dirigíos hacia las naves de Harlaw, tomad rumbo al oeste! ¡Veamos que tiene planeado el juez oscuro… ¡Haced recuento del equipamiento médico! Lo vamos a necesitar…. Voy un momento a mi camarote, tenemos que informar de lo ocurrido a las islas – Dijo dirigiendo a su aposento. Una vez dentro, se acercó cansado a su escritorio, tomó asiento, cogió su pluma y comenzó a escribir en un pergamino en blanco lo que estaba ocurriendo en esos instantes. Harrald tenía que ser informado de la llegada de Albus y la aparición del Kraken lo antes posible, sobre todo por si ninguno de los navíos no conseguía llegar a su destino. Cuando la terminó, comenzó a escribir otra para Qusayra, pero fue interrumpido por uno de sus hombres para informarle de la aproximación hacia las naves de Harlaw. Colocó la pluma en el tintero y tomó el pergamino que había escrito para Harrald, dejando la otra carta a medio hacer en aquel estudio. Cuando salió del camarote se encontró de bruces con los navíos de Harlaw y a su capitán desplegando una bandera con un mensaje...
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Mensaje por Fleance Myre Sáb Abr 13, 2013 4:51 pm

Parecía que las amenazas que Lord Harlaw gritaba hasta desgarrar su alma no servían de nada, pues ni una sola nave, de ningún solo capitán que días antes habían jurado lealtad hacia el juez oscuro, siguió las directrices de su señor. El sesenta por cierto de las naves que huían hacia el norte, hicieron caso omiso a Victarion. Parecía que el terror que inundaban sus corazones a causa de la posibilidad de ser alcanzados por el Kraken era mayor que el miedo a que su señor los destripara lenta y dolorosamente. La bandera de Harlaw había perdido cualquier significado para ellos, solo era una bandera más entre las cientos de miles de banderas que se alzaban en todo Poniente.

Si Victarion cumplía sus amenazas no habría anciano, hombre, mujer o niño que sobreviviera en la isla de Harlaw cuando el señor de la isla llegase, pues no había ningún miembro de la tripulación que en ese instante abandonaba el campo de la batalla que no estuviese relacionado con algún habitante de Harlaw que no hubiese partido a la guerra. Todos y cada uno de ellos, juntos a sus allegados, serian considerados como traidores y pagarían caro su cobardía. Tarde o temprano, todos caerían en las garras del juez oscuro que proclamaría su sentencia sin miramiento alguno.

Ante tal insubordinación, Harlaw vociferó a través de un rugido su impotencia y su cólera, como si una fiera salvaje se tratase. Había perdido todo el liderazgo de sus tropas, algo que nunca antes había ocurrido. Algo que traería demasiadas consecuencias negativas a los cobardes de sus vasallos y a la isla de Harlaw. Con actitud seria y furiosa, Lord Harlaw se dirigió a su camarote escoltado por dos de sus espadas juramentadas que se dispusieron a proteger la puerta del camarote de su señor cuando Victarion cruzó la línea que separaba su aposento del resto del navío.

Con cierta dificultad, Fleance logró atracar en el barco de Victarion y con innegable nerviosismo, imposible de disimular, se dirigió hacia el camarote de su señor para poder entablar una delicada conversación con él. Sin embargo, las dos espadas juramentadas que flanqueaban la puerta le impidieron el paso. Con cara de pocos amigos pero con una extraña petición de compresión, las espadas juramentadas intentaban por las buenas que Fleance abandonara su intento. Lord Myre sabía que no era buen momento para hablar con Harlaw, pues conocía bien el temperamento de su señor en sus momentos de desesperación, y sabía de sobra que no saldría nada bueno de aquella conversación… pero la situación se estaba poniendo cada vez más complicada como para que siguiera encerrado en su camarote en vez de dirigir a los pocos hombres que le quedaban.

Antes de que pudiera dirigirse a Harlaw desde el otro lado de la puerta, escuchó un grito desgarrador procedente del barco que capitaneaba Albus Drumm. Era la voz de Einar. Einar había caído… - ¡Maldita sea! Poned rumbo al norte, nos dirigimos a las Islas Escudo junto al resto de la flota. - Gruñó - Hemos perdido todo el tiempo que disponíamos para dirigirnos al Oeste… Todo el tiempo que nos había ofrecido Einar… ¡Rápido! No hay tiempo que perder. – Ordenó alterado - Si Victarion tiene algo que reprocharos, decidle que fueron ordenes mías, yo respondo por vuestras acciones a partir de ahora hasta que lleguemos a las islas escudo… - Dijo dirigiéndose hacia los hombres de Harlaw.

Antes de que pudiera poner un pie en su barco, Fleance observó como un cuervo salía del gran ventanal del camarote del juez oscuro dirección norte. Parecía que Harlaw se había tomado la molestia de avisar de su llegada a Lord Greyjoy o tal vez para contar todas las dificultades que estaban ocurriendo… por si ninguno de ellos lograba alcanzar su destino.
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