Barcos de guerra que no me dejan ver el mar *Olyvar Martell*

Nahara había estado cerca de una semana en los Jardines de Agua, disfrutando de las frutas y las fuentes, haciendo breves visitas a los alrededores en el caballo al que había llamado Fèrenic en honor a las historias que le contaba su abuela cuando estaba en Braavos. Pero salvo el día que había llegado y el que había acudido a despedirse de la tripulación de la galera en la que había llegado, no había tenido ocasión de visitar Lanza del Sol, ni de recorrer sus calles; así que aprovechando que otra de las galeras de su padre iba a llegar, probablemente con mensajes y recomendaciones para su viaje, Nahara decidió ir a la ciudad sin más compañía que la de su caballo.

Así que ese día decidió ponerse unos suaves pantalones, de esos que usaba cuando acompañaba a su padre a hacer intercambios en Norvos, en vez de algún bonito vestido comprado por su madre, además cogió una pequeña bolsa de dinero que también escondió y escondió su juego de dagas, dejando su espada braavosi en la habitación que ocupaba en el palacio de los Jardines de Agua, por lo que todos los que la veían deducían que no era de Poniente. Aún así, estaba en Dorne, el más libre de los Siete Reinos, así que a pocos les importaba que no siguiese sus costumbres en cuanto a vestimenta y modo de actuar, como había demostrado el Príncipe Maron al invitarla a hospedarse en los Jardines.

Cuando llegó a Lanza del Sol realizó su primera parada en el puerto, esperando ver otra de las galeras de su padre, y sin embargo, se encontró con toda una flota de guerra que prácticamente no le permitía ver el horizonte. - No deberían dejar los barcos de guerra en el puerto, las galeras de comercio no podrán atacar y el comercio se estancará dejándolos a todos mucho más pobres.- Nahara había exteriorizado sus pensamientos esperando estar sola, sin embargo, había alguien más por allí, alguien que le resultaba levemente familiar.

Se dirigió al puerto para comprobar que todo estuviera perfecto, sabía por experiencia que los hombres se esforzaban más si veían que sus superiores estaban preocupados por ellos, además eso podía servir para calmar un poco los ánimos en caso de que estuvieran un poco alterados, los rumores corrían cada vez más rápidos, no podía evitarse.
En ese momento oyó una voz cerca suya, casi parecía más que estuviera hablando consigo misma, iba a ignorarla cuando algo en su tono de voz le detuvo, era una voz educada y de Essos, se volvió y al momento la reconoció, jamás la había visto pero por la descripción era casi imposible que fuese otra persona, Nahara de Pentos, la nueva amiga de Maron, a la que le había regalado un caballo, a la que había invitado al palacio de los Jardines del Aguua. No es que Olyvar se lo reprochase, al fin y al cabo Daenerys estaba muerta, y era normal que un hombre quisiera a alguien que le calentase la cama por las noches, pero en las actuales circunstancias la gente hubiera preferido que una dorniense le consolara de la soledad. Puede que el propio Maron fuera consciente de eso, pero… bueno tenía más cosas de las que preocuparse que de la habladurías.

Lady Nahara de Pentos, puede que tengáis razón, pero en caso de guerra la seguridad prima sobre otras cosas y os puedo asegurar que el puerto no está cerrado, sólo hay más controles de los habituales, aunque si esperáis algún barco en concreto puedo hacer gestiones para que tengan preferencia. ¿Qué os trae de vuelta a Lanza?, por cierto creo que no me he presentado, soy Olyvar Martell, el hermano pequeño de Maron
Olyvar le ofreció su brazo por si quería caminar a su lado.

Cuando la persona que estaba a su lado respondió a su pensamiento en voz alta, Nahara no pudo evitar mostrarse levemente avergonzada, porque ahora que se mencionaba el asunto, caía en la cuenta de que el puerto principal de Dorne no estaba tan protegido como la bahía de Pentos y que probablemente estaban allí para defender a los ciudadanos.

-Siento que mi comentario os haya molestado, la verdad es que no se me da muy bien la estrategia militar y probablemente no debería opinar.- Nahara se permitió sonreír brevemente cuando el recuerdo de los fracasos de su abuelo al intentarle enseñar algo de estrategia militar llegaron a su mente.

-No es necesario que os molestéis, tan solo espero noticias y consejos, y es un placer conoceros, aunque preferiría que tan solo me llamarais Nahara.- La pentoshi contestó a la explicación del otro Príncipe de Dorne incluyendo una leve reverencia cuando respondió a su petición, y tras pedirle muy educadamente, en la simple opinión de la chica, que no le diese el tratamiento de "lady" por el que muchas chicas se pelearían, aceptó caminar a su lado.

Olyvar se encogió de hombros, No me ha molestado en absoluto, sólo habéis expresado vuestra opinión y la verdad no tenéis por qué saber todos los términos militares, por vuestro comentario parece que os han educado más en los comerciales que en otra cosa Lady Nahara, que son muy importante dominarlos, ya que aportan una gran riqueza al territorio. Olyvar la contempló, no le extrañaba demasiado que su hermano la tomara como amante, aunque en el estado actual de las cosas no sabía si ese sería un hábil movimiento diplomático, aunque tal vez esa era la razón por la que estaba en los Jardines del Agua.

Si estaba esperando noticias o consejos puede que fuera de utilidad Si quereis podeis esperarla en palacio, estaréis más fresca y cómoda y puedo dar la orden de si llega un barco nos avisen…Nahara. ¿puedo preguntarte que tipo de consejos esperas? No le había quedado muy claro, si quería uno suyo o esperaba algún consejero que viniera en un barco.

Comenzaron a caminar por el puerto abiertamente, puede que eso desatara algunos rumores sobre él y la guapa mujer, liberando la presión sobre su hermano, al fin y al cabo a Olyvar no le importaba y puede que pensaran que la actitud de Maron había sido para la amante de su hermano pequeño y no para la suya. Decidió pararse para comprarle alguna cosilla. Se paró en un puesto y le eligió un pequeño pañuelo de seda. Póntelo Nahara, resaltará el color de tus ojos. Olyvar dejó unas monedas en el puesto.

Como van las cosas por el otro lado del mar angosto ¿tienes noticias?, ¿hay nuevamente guerra? ¿sabes algo de cómo está la cosa en Volantis?

-Habéis acertado, después de todo soy hija de comerciantes, así que es normal que me interesen más las galeras que los barcos de guerra.- Nahara no pudo evitar sonreír mientras hablaba, todos los que la conocían sabían que aunque era muy capaz de defenderse sin ayuda siempre procuraba responder primero con la vía diplomática y pacífica, tal y como había hecho el comercio en los primeros tiempos.

-Consejos acerca de los caminos, de la gente de Essos que podría alojarme cuando deje Lanza del Sol y comience mi viaje por los otros Reinos, aunque hoy simplemente quería pasear por Lanza, así que me veo obligada a rechazar vuestra oferta de descansar en el palacio.- La pentoshi respondió al mismo tiempo que empezaban a caminar, alejándose de los barcos y adentrándose en los puestos de los comerciantes.

Y cuando el Príncipe le regaló uno de los pañuelos que vendían en un puesto no pudo sino parpadear sorprendida ante el acto de generosidad y se colocaba el pañuelo tal y como lo hacía su madre. -Os agradezco el detalle, aunque no era necesario.- La chica murmuró su agradecimiento antes de pensar cuidadosamente la respuesta que daría ante las últimas preguntas del joven.

-La verdad es que por ahora la guerra de Poniente no ha afectado demasiado a las Ciudades Libres, y el comercio en Essos nunca se ha visto afectado por las rencillas y guerras entre ciudades; pero lamento no conocer la situación actual de Volantis, mi padre evita el comercio con las ciudades esclavistas y lo poco que recuerdo de mi última visita es al esclavo que me tatuó la espalda.

La mujer empezó a sonreír al hablar de comercio, estaba claro cuál era su vena, o al menos lo disimulaba bastante bien.
Raros eran los consejos que buscaba, raros el buscarlos fuera Sobre la gente de Essos poco os puedo ayudar, pero sobre los caminos sí, si es que pensáis ir por tierra, aunque claro para eso debería saber a dónde os dirigís, podría aconsejaros una buena ruta. Tal vez podamos hablarlo mientras paseamos, la verdad es que por ahora el día está soleado y apetece un poco de ejercicio.
Olyvar escuchó la respuesta de la mujer al regalarle el pañuelo. No es nada Por un momento se quedó parado mirando cómo se lo colocaba Peculiar forma de colocárselo, ¿es alguna moda en la Ciudades Libres?

Comenzó a habalr sobre las ciudades libres y Olyvar tomó nota mentalmente, el comercio no se había resentido, era un buen dato a tener en cuenta, por desgracia poca cosa más podía aportar. La esclavitud degrada y los que se enriquecen con ella son unos sucios basta….Olyvar calló de repente, consciente de que lo que iba a decir no era apropiado. Por cierto sabéis algo de la religión en Volantis?

-Todavía no sé si aprovecharé una de las galeras de mi padre o iré en el caballo que me regaló vuestro hermano, y tampoco sé si ir a Antigua o subir directamente a Roca Casterly, depende en parte de la gente a la que mi padre conozca cerca de esos lugares.- Nahara contestó a la propuesta de hablar de su viaje mientras recorrían las calles con una sonrisa y una explicación un tanto más detallada de sus futuros planes, aunque ni ella misma estaba segura de cuándo partiría ni de si antes visitaría otras ciudades importantes de Dorne.

-La verdad es que no lo sé, mi madre se los suele poner así y mi abuela también las pocas veces que los usa, pero no sé si es una costumbre braavosi o una tradición familiar.- La pentoshi contestó mientras se terminaba de colocar el pañuelo y acariciaba inconscientemente su cuello, recordando en ese instante que había dejado a Brîska en el palacio.

Nahara no pudo evitar reír cuando el Príncipe cortó la que iba a ser una opinión muy acertada acerca de los esclavistas con una pregunta acerca de la religión de Volantis que sin embargo se apresuró a contestar para que su risa no se malinterpretase. - Adoran al Dios de la Luz, tienen un templo gigante y demasiados esclavos con llamas tatuadas; aunque la verdad es que nunca he entrado dentro, ni siquiera en el que hay en Pentos...