Los dornienses saben de arena y barcos casi tanto como los pentoshi *Maron Martell*

Nahara había regresado a Poniente después de una breve ausencia, pero no había regresado sola. Mientras ella recorría las Tierras de la Corona, las costas de la Tierra de Tormentas y llegaba al puerto de Tor, desde dónde zarpó rumbo a Pentos tras leer el cuervo que su padre le había enviado; su padre había conseguido una gran fortuna gracias a la amplia red de intercambios comerciales que había logrado mantener entre las ciudades libres y con los dothraki y los qarthienses. Así que cuando regresó esperando malas noticias, solo se encontró con que su casa ahora llegaba hasta el barranco en el que había jugado de pequeña y su habitación estaba llena de telas suaves y cojines de Qarth. Por lo que cuando hubieron celebrado el ascenso de la familia, y tras hacer una breve visita a sus abuelos en Braavos, decidió que retomaría su viaje desde donde lo había dejado.

Así que aprovechando una de las pequeñas galeras de su padre, se hizo a la mar desde Braavos y con dirección a Lanza del Sol, acompañada por Brîska y todos los hombres de confianza que su padre había escogido; dispuesta no solo a descubrir las zonas de Poniente que en su anterior viaje no había podido visitar, empezando por las dunas de arena de Dorne y continuando por los jardines de los Tyrell.

-Ya se divisa el puerto, pequeña.- La voz del hombre al que su padre había nombrado capitán la sacó de sus pensamientos, era el hombre al que su padre le había confiado sus mejores mercancías y el que había esparado una semana más en Tor hasta que ella llegó, el hombre que la había enseñado a nadar en la bahía. Así que Nahara sonrió para después acomodar su paso al del capitán hasta llegar a proa, desde donde se divisaban perfectamente las tres torres y los barcos amarrados en el puerto, y ante esa visión ella no pudo sino sonreír mientras acariciaba distraídamente a su serpiente, que descansaba tranquila enroscada en su cuello.

-Probablemente hoy duerma en la galera, pero voy a buscar a alguien que sepa decirme donde puedo conseguir un caballo y cual es el mejor sitio para comer.- Nahara bajó por la pasarela seguida del capitán y otros dos hombres, dejando que su traje rojo de estilo pentoshi se meviese con el viento que también revolvía su pelo. Y así de resuelta, sin dejarse intimidar por las miradas que otros capitanes y marineros le dirigían pero dejando su mano relativamente cerca del lugar en el que escondía una de sus dagas.

-Perdonadme señor, pero estoy buscando una buena posada y algún sitio en el que pueda conseguir un caballo, ¿os importaría ayudarme?- Cuando Nahara encontró a un hombre que parecía conocer la zona, se arriegó a pedirle ayuda a pesar de que iba demasiado bien vestido y por lo tanto seguro que pertenecía a una familia con cierto poder, pero no se arodilló ni hizo una reverencia, aunque eso sí, utilizó un tono amable y varias fórmulas de cortesía, de esas que tanto gustaban en Poniente.

Maron estaba en el puerto de Lanza del Sol, revisando las modificaciones que se estaban haciendo en los barcos, y preparando lo astilleros para la flota que llegaría en breves para la defensa de la ciudad. Estaba siendo una mañana productiva, había mucho movimiento, y la guerra en Poniente hacía que los puertos dornienses tuvieran el doble de actividad de lo normal. Los mercaderes y comerciantes preferían ir a aguas tranquilas en vez de plagadas de flotas y enfrentamientos.

Iba ataviado a la manera dorniense, con una espada anudada al cinto, era más bien simbólica, ya que él luchaba con lanza como buen sureño. Pero su guardia personal insistía en que fuera siempre con algo para defenderse.

En aquel momento estaba sólo, sus hombres estaban inspeccionando los barcos que llegaban. Nautes estaba atado en un abrevadero cercano junto con otros caballos de los hombres de los Martell.

Comprobaba un papel en el que había una lista con todas las galeras que habían atracado esa mañana y su procedencia. Lo registraban todo ya que la amenaza venía por mar. Si alguien pensaba invadirle, lo lógico era que antes enviase algún tipo de avanzadilla para espiarle. La voz de una muchacha le sacó de sus pensamientos.

No se esperaba que nadie se dirigiera a él. Al fin y al cabo era el Príncipe y normalmente los ciudadanos de a pie no le hablaban directamente, en todo caso pedían una audiencia. Cuando se giró para encarar a la muchacha, un simple vistazo le bastó para comprobar que no era de allí. De ahí que se hubiera dirigido a él de una forma totalmente informal. A Maron aquello le gustó, el príncipe no quería la desconfianza que le solía brindar el pueblo llano. Debían tener una imagen equivocada.

Las posadas ahora mismo están abarrotadas de soldados, y los caballos se han vuelto algo caros en las últimas semanas, la guerra en Poniente necesita de suministros. Y los caballos son muy demandados. De todos modos, hay buenas cuadras, en la parte norte de la ciudad, está algo más resguardada del calor y es mejor lugar para estos animales.

La muchacha no tenía ni idea de con quién estaba hablando y aquello provocaba una sonrisa irónica en el rostro del Martell. Habló con cortesía, cortesía Tyrell diría Maron. En Dorne no solían ser tan correctos. Y aún así jamás alguien del pueblo llano le había hablado así, sin rodeos y sin tonterías.

De todos modos si buscáis un lugar dónde descansar, el mejor lugar es el palacio del Príncipe Maron, está lleno de fuentes y plantas exóticas traídas de todas partes del mundo, en sus despensas tiene el mejor vino que hayáis podido probar y manjares a cientos. Dicen que es muy hospitalario, quizás podríais pedirle que os acoja. Se ve que no soís una chica del pueblo. Por vuestra vestimenta y aspecto sois de una familia adinerada. Así que probablemente no se niegue.

La pentoshi escuchó atenta las palabras del dorniense, palabras que dejaban claro que conocía Lanza del Sol y que no era un simple comerciante adinerado, tal y como la calidad de su ropa invitaba a pensar; así que Nahara decidió tomar en cuenta sus consideraciones y dirigió una rápida mirada a lo que suponía que sería la zona norte de la ciudad porque si no encontraba una posada para los hombres de su padre al menos conseguiría un caballo para proseguir su viaje.

Pero antes de que pudiera pedir las indicaciones para ir a esas cuadras en las que estaba segura de que encontraría un precioso corcel de arena, el hombre mencionó el palacio del Príncipe Maron, que según tenía entendido era el actual gobernante de Dorne. Y eso sí que llamó la atención de la chica, porque según tenía entendido, los señores de Poniente no eran muy dados a invitar a extraños a sus palacios y castillos, incluso en su ciudad natal eran pocas las veces en las que el Príncipa abría sus puertas a otros comerciantes que no fueran los magísteres.

-Tenéis razón, la guerra ha logrado que todas las posadas estén abarrotadas y que los caminos dejen de ser seguros, pero lo cierto que que buscaba posada para los hombres que van en la galera de mi padre, y dudo que el Príncipe los acoja en su palacio.- Nahara contestó tranquilamente, con cuidado de no dejar de entrever que todas las guerras le parecían una vuelta a la vida salvaje, una vida de la que todos habían escapado gracias al comercia y a la que muchos se empeñaban en volver. Pero no manifestó su opinión en voz alta, sabía que los hombres, especialmente los hombres que llevaban espadas al cinto, se tomaban ese asunto muy en serio, y lo último que quería era quedarse sin las indicaciones para llegar a una buena cuadra en la que poder compra un caballo.

-De todas formas os agradezco la información, a lo mejor me paso esta noche después de haber conseguido un resistente caballo de arena que me permita ver esos Jardines del Agua de los que tanto se habla. ¿Qué camino tendría que escoger para acudir a la cuadra más próxima?-Nahara esperó la respuesta del hombre mientras acariciaba casi inconscientemente a la serpiente dormida que llevaba enrollada en su cuello y cuya piel fría resultaba un agradable contraste con el calor de Dorne.

Había llegado en una galera, y por su aspecto era foránea, no tenía acento de Bravoos, así que tenía que ser de Volantis, o quizás de Penthos.

Exacto, quizás a un mercader si le aloje en su Palacio, pero a sus compañeros de viaje no, siempre pueden quedarse en vuestro barco, y acudir vos con un par de ellos como guardaespaldas, de todos modos en pocos lugares de Dorne estarías mas segura que con el Príncipe.

La situación le estaba divirtiendo, mientras durase la treta se haría pasar por un soldados, un guardia de Lanza sin mayor relevancia. Aquella mujer no se daría cuenta por el momento, y le agradaba hablar entre "iguales" sin tapujos y sin cortesías inútiles.

Si queréis puedo acompañaros a por vuestro corcel, he terminado mis tareas aquí y tengo un hueco libre. Y conozco bastante bien a la guardia de palacio, quizás te consiga una audiencia con el Príncipe.

Puestos a bromear, mejor hacerlo bien.

Ademas, Maron está viudo, quizás podrías encandilarle y os pueda prestar caballo y alojamiento, quizás hasta una buena guardia.

Sonrió guiñándole un ojo a la extranjera y se dirigió a coger a Nautes, el imponente caballo negro pacía relajado al lado del resto de caballos. Cogió las riendas y caminando se acercó a la muchacha.

Por cierto, no me he presentado, soy Ronnen de Lanza del Sol. ¿Y vos?

Nahara escuchó con una sonrisa divertida las palabras del hombre con las que les daba la razón acerca del posible alojamiento en el palacio, así que con unas señas llamó a uno de los marineros y dirigiéndose a él en el dialecto típico de Pentos le comunnicó el estado de las posadas y le ordenó que le comunicara al capitán que podían disponer de la cantidad de 50 venados de plata para conseguir comida y tal vez ungüentos para las heridas de los hombres.

-No me importaría en absoluto que me acompañaseis a buscar un caballo, tampoco me importaría hablar con el Príncipe de las rutas comerciales.- Después de despedir al marinero, Nahara le volvió a dedicar toda su atención al hombre dorniense, aceptando su propuesta. -Pero no creo que en tiempos de guerra esté dispuesto a regalarme un caballo.- La pentoshi respondió a la broma sin poder evitar que una risa divertida se le escapara al final.

-Nahara, de la maravillosa ciudad de Pentos.- La chica respondió cuando Ronnen, que así decía llamarse el dorniense, se acercó con un precioso caballo negro del que no pudo apartar la mirada durante unos instantes.-¿Vamos?- Nahara comenzó a caminar con un paso bastante rápido, pues aunque quedaba bastante para que los comercios cerrasen, no se caracterizaba precisamente por saber esperar.

-Por cierto, ¿tiene nombre?- Mientras atravesaban el puerto caminando, Nahara decidió sacar un tema de conversación, simplemente porque el bullicio de la ciudad le hacía recordar Pentos, y lo último que quería era terminar volviendo a casa sin haber recorrido todo Poniente.

¿Penthosi eh? Nunca había estado con una mujer de esa ciudad, la conozco por lo que dicen los mercaderes de ella. Debe ser totalmente distinto a Lanza del Sol y a su vez al resto de Poniente. Se dicen muchas cosas sobre sus gentes. Que son dicharacheras y extravagantes. Yo en cambio, os veo una muchacha muy dulce quizás hasta inocente.

Comenzaron a caminar a buen paso hacía la parte norte de la ciudad por las calles de adobe. El bullicio era considerable, todo estaba abarrotado la ciudad irradiaba vida. Algunos hombres y mujeres se quedaban mirando, la mayoría simplemente se apartaban de su camino. "Ronnen" actuaba con naturalidad como si no se diera cuenta.

Se llama Nautes, es un semental pura sangre. Un ejemplar muy bonito con el que he vivido muchas cosas. Prácticamente es un hermano, y quizás le quiero más que a alguno de los que tengo de dos patas.

Rió mientras guiaba a la muchacha por las calles.

¿Y que hacéis en Dorne, Nahara? Si fueseis una comerciante no querríais comprar un caballo, porque no lo necesitaríais.

Llegaron a una calle en la que se podían apreciar tres cuadras distintas. El dorniense pasó de largo las dos primeras y se detuvo en la tercera. Cuyos ejemplares eran considerablemente mejores que los anteriores.

-De todo Poniente Dorne es el sitio que más se asemeja a las ciudades libres, pero aún así son muy diferentes. Y sí, no soy una de las que se cuelgan aros de oro y piedras preciosas, después de todo mis abuelos son braavosis y no les gusta la extravagancia.- Nahara contestó a la pregunta no formulada de Ronnen, no era la primera vez que le preguntaban por qué no llevaba las joyas que le regalaban y tampoco iba ser la última, de eso ya se encargaba su madre.

-Es un nombre...extraño, pero por como lo describís parece ser un buen caballo.- La pentoshi se giró para dedicarle una mirada al corcel mientras daba su opinión de su nombre, pero no dijo nada del evidente cariño que le tenía a Nautes, ella misma le tenía un gran cariño a su serpiente Brîska, aunque no mucha gente lo pudiese entender. Así que mientras caminaban, la chica acariciaba distraídamente a su serpiente y se dejaba guiar por el hombre, al que cierta gente miraba de forma extraña, aunque tal vez fuera porque estaba acompañando a una simple pentoshi.

-Necesito un caballo para poder moverme por Poniente a mis anchas, el comerciante es mi padre, yo solo regateo cuando me conviene.-Nahara contestó a la pregunta justo antes de que el hombre pasase de largo ante dos cuadras y estuvo tentada de preguntar por qué la tercera y no las otras, y en ese instante se encontró cara a cara con unos magníficos caballos de arena y su opinión se escapó en un susurro en el dialecto común de Pentos:"Son preciosos".

Entiendo, realmente el mercader es vuestro padre. Vos simplemente viajáis por el mundo conociéndolo. Tenéis gustos muy peligrosos, yo no os lo recomendaría. Al menos no sola y si tenéis bienes menos. La gente hace cosas inpensables por las recompensas. Te aconsejo que contrates a unos buenos guardaespaldas, aquí mismo en Lanza tienes muchos dónde elegir.

Es extraño si, pero es el mejor. Me ha salvado en muchas ocasiones y es muy duro. Infatigable. Veo que además de gustos peligrosos también tenéis mascotas peligrosas. En eso me recordáis al príncipe. Tiene una cobra a la que llama Gangare, por la gangrena que causa su veneno. Sólo que él no la lleva en el brazo.

Se echó a reir cuando vio que la muchacha llevaba una curiosa mascota enrollada en su brazo. No entendió la expresión que acababa de formular, seguramente en su lengua materna.

Esperad aquí os escogeré el mejor.

Se adentró en la cuadra y estuvo hablando con el hombre que pareció encantado de verle por allí, Ronenn le dijo un precio por el mejor ejemplar que tuviera. Y el hombre aceptó con una sonrisa que no podía ocultar que estaba haciendo un muy buen negocio. El dorniense le entregó una bolsita y cogió las riendas del ejemplar.

Tomad, es todo vuestro. El hombre me debía un favor y prácticamente me lo ha regalado. Me habéis hecho compañía en esta mañana tan aburrida, saí que quiero dároslo como muestra de la hospitalidad sureña. Aceptadlo.

Le dijo ofreciéndole las cuerdas del animal.

-Me sé cuidar yo solita, me gusta viajar sola, mi aspecto no es el de alguien adinerado y, además, mi padre tiene contactos en todas las ciudades importantes, así que no creo que me pase nada; pero gracias por el interés.- Nahara contestó entre risas a lo dicho por el dorniense, siempre le había parecido divertido que la subestimaran y pensasen que no podía cuidarse ella sola; aunque para no sonar demasiado maleducada añadió una bonita frase de cortesí acompañada por una de sus sonrisas.

La pentoshi escuchó atenta, sin pronunciar una palabra hasta que Ronnen comentó que el Príncipe de Dorne también tenía una serpiente, y eso, para qué negarlo, llamó su atención. -Es extraño que alguien de Poniente tenga una serpiente, aunque esto es Dorne...En fin, es extraño, aunque este dato hace que acepte vuestra propuesta de acudir al palacio. Yo llevo a Brîska en mi brazo o en mi cuello porque no pesa nada y aunque su mordedura no es venenosa, logra que más de uno se plantee el atacarme, así que es una buena compañera de viaje.

La chica observó al hombre escoger ante todos los caballos, agradecida de no tener que dejarse guiar por el vendedor, que la podía timar; pero todo ese agradecimiento se tornó en confusión cuando vió que Ronnen estaba pagando por el caballo que había elegido y todavía estaba digiriendo la idea cuando el hombre ya se acercaba con su nuevo caballo, asegurándole que prácticamente había sido un regalo.

-Yo...la verdad es que os lo agradezco, pero no puedo aceptarlo. Es...-Nahara había empezado a intentar rechazar la petición cuando el hombre le entregó las riendas de su nuevo caballo y ella no pudo sino quedarse maravillada mientras admiraba sus crines negras y su piel marron, así que terminó aceptando. -Es demasiado, pero me he enamorado así que aceptaré vuestro regalo con la condición de que aceptéis uno mío.

Me consta por vuestra naturalidad que sabéis defenderos. Aunque en estos días nadie está a salvo. Las guerras traen calaña de toda clase. Supongo que estaréis bien guardada.

Era joven pero parecía avispada para su edad. Se notaba que sabía cuidar de sí misma. Actuaba con total naturalidad y soltura, sin ningún tipo de preocupación aparente, quizás era una ingenua, pero no tenía pinta.

Es extraño pero Dorne es diferente al resto de Poniente. El Príncipe tiene gustos aún más raros y las serpientes aquí son un animal muy común. Aunque no de mascota claro. Sonrió cuando oyó hablar sobre Briska. Es normal que disuada, porque me acabas de avisar de que no es venenosa si no yo tampoco me acercaría.

Le había gustado el ejemplar. Tenía buen ojo porque era un buen animal.

Fijáos en la cruz y el lomo, perfectamente alineados. Es ideal para montar. Además las patas son robustas, y para vuestro peso aguantará perfectamente. Tenéis que aceptarlo y lo del regalo no tenéis de que preocuparos. Con que os acordéis de mi durante vuestro viaje me sobra. Si queréis podemos dar una vuelta. Está herrado y el Príncipe seguramente se encuentre en los Jardines del Agua, allí el tiempo es más agradable. Os acompañaré. Si os parece bien.

Nahara aceptó el cumplido de que parecía saber defenderse con una simple sonrisa, aunque no pudo sino pensar que tal vez debiera escoger a dos de los hombres de su padre para que la acompañasen, principalmente porque le acababa de venir a la mente los pequeños baúles que su madre había llenado de ropas y joyas y había insistido en que llevara argumentando que la hija de un rico comerciante de Pentos no podía ir de cualquier manera.

Y ya perfilando la idea de viajar acompañada no pudo sino reír cuando escuchó a Ronnen decir que él no se hubiera acercado si ella no le hubiese dicho que Brîska no era venenosa, aunque era evidente que el hombre había visto cosas peores que una muerte por mordedura de serpiente.

-Insisto, un ejemplar como este se merece un regalo, tal vez alguna de las lanzas que mi padre adquirió en Qohor, con una hoja afilada de color rojo o naranja, o tal vez un arakh... Aunque gracias a vuestro regalo siempre os recordaré.- La pentoshi había revisado mentalmente todos los objetos que llevaba en la galera y que pudieran interesarle al hombre que la acompañaba, y había tardado poco en recordar las armas que llevaban. -Me parece una buena idea, de esta manera podré tachar de mi lista visitar los Jardines del Agua y conocer al Príncipe de las Serpientes.-Nahara aceptó la propuesta con una sonrisa tras la cual, y con un salto bastante alto, se encaramó en su nuevo caballo.-Aunque primero me gustaría volver al puerto para que escogierais vuestro regalo.

Escuchó la oferta de Nahara, y sencillamente sonrió.

Bueno habéis dado en el clavo. A los dornienses nos encantan las lanzas como bien habrás podido apreciar, las preferimos a las espadas. A una de esas no me podré negar, pero ya me la daréis cuando regresemos, se hace tarde y el Príncipe no acepta visitas dependiendo de la hora. Y si salimos demasiado tarde el Sol estará muy alto y puede ser realmente incómodo.

Montó en Nautes y esperó a que la Penthosi hiciera lo propio. Marchó a su lado poniendo rumbo a los Jardines del agua.

Un guardia al pasar por la puerta de Lanza le miró confuso, pero Maron o "Ronnen" le hizo un gesto para que no se preocupase.

Montáis bien, pero, ¿Podrías galopar más rápido que yo?

Lanzó la apuesta sonriendo con una cerca alzada y espoleó a Nautes que salió como una flecha por el camino polvoriento. Ni si quiera esperó a que Nahara le respondiese y azuzó a la bestia entre risas para que corriera lo más rápido que le fuera posible.

-Tenéis razón, será mejor no hacerle esperar.- La pentoshi dio por zanjado el tema del regalo cuando Ronnen finalmente aceptó su propuesta y se decidió por una lanza, así que le dedicó una sincera sonrisa cuando terminó a hablar y después le dedicó una mirada al cielo, despejado y con un sol no demasiado agresivo por el momento.

Y cuando ambos estuvieron encima de sus caballos, Nahara se relajó y dejó que su nuevo caballo, aún sin nombre, siguiera a Nautes, dejando las riendas bastante sueltas mientras atravesaban las calles de la ciudad, sin preocuparse por las miradas de la gente. Pero cuando salieron de Lanza del Sol y el hombre la retó en una carrera por la arena, la chica no pudo sino reír y dejarse llevar por el viento, sujetando con firmeza pero también con suavidad las riendas de su nuevo caballo, permitiendo que la llevara hasta la altura de Ronnen, al que dedicó una divertida sonrisa acompañada de su risa.

La penthosi le alcanzó, Nautes era un caballo de batalla, no carreras, el corcél de Maron era más pesado y su jinete también lo era. Por lo que la mujer no tuvo que realizar un esfuerzo mayúsculo para alcanzarle.

Bien jugado mi señora, sóis rápida.

Le concedió la victoria y aminoró la marcha conforme se acercaban a los Jardines.

Os encantarán, son un lugar extraordinario, al Príncipe le costó mucho hacerlo, fueron un regalo para su mujer ahora viuda, regalo que apenas pudo disfrutar.

Casi se le quebró la voz, pero consiguió evitarlo.

Está lleno de fuentes y árboles de todo el mundo, con frutos exóticos y comunes mezclados por igual. Además el clima es estupendo, está cerca del mar y la brisa lo hace perfecto contra el calor de nuestras tierras.

Al llegar a la entrada, uno de los guardias le saludó.

Bienvenido mi Príncipe.

La farsa le había durado bastante, pero estaba claro que era imposible que durase mucho más. Aquel soldado le delató. Miro a Nahara con una sonrisa.

Disculpad el engaño Nahara, espero sepáis perdonarme. Nunca me confunden con una persona de baja cuna y me gusta el trato informal que tienen esas personas. Estoy un poco cansado de los formalismo. Iba a deciros la verdad pero quería disfrutar del artificio un poco más. Soy el Príncipe Maron Martell, bienvenida a los Jardines del Agua y por supuesto a Dorne. Hoy, si lo deseáis, seréis mi invitada.

Nahara rió cuando el hombre le concedió la victoria y acompasó el paso de su caballo al de su acompañante, permitiéndose recuperar el aliento después de la carrera mientras admiraba la vista en miniatura de los Jardines rodeados por ese mar de arena.

-Las construcciones más bellas se hacen por amor, los palacios más bellos y los jardines más perfectos tan solo son dedicatorias de amor. Y por vuestra descripción podría jurar que es uno de los sitios más bellos en los que habéis estado.-[/i] Nahara escuchó atenta las palabras y descripciones, haciéndose su propia idea del lugar, encantada de tener la posibilidad de visitar uno de tantos lugares con los que se demostraba el amor entre dos personas, como el jardín de sus abuelos o los preciosos baños de su madre.

Pero cuando llegaron a las puertas y uno de los guardias saludó al hombre que la acompañaba dándole el título de Príncipe, no pudo sino observar con incredulidad y llamarse a sí misma inguenua por no haber caído en la cuenta que tan solo los poderosos podían regalar caballos y haberse creído que era un simple hombre.

Aún así, cuando oyó la explicación del Príncipe no pudo sino sonreír en respuesta, puesto que entendía perfectamente que no quisiera que todo el mundo le tratase de un modo formal, ella misma huía de las superficiales normas sociales en cuanto podía y ni siquiera era hija de un magíster. [i]-A pesar de vuestra mentira aceptaré vuestra invitación, tendréis que presentarme a vuestra serpiente...

No lo dudéis, creo que os gustará Gangare. Pero si es venenosa, no se si podréis tocarla, veremos como reacciona ante vuestra presencia y si os admite, podréis acariciarla. Con cuidado claro. Venid os mostraré ésto.

Pegó un salto bajando de Nautes, y le entregó las riendas a un mozo que estaba esperando en la entrada. Le dió indicaciones para que también atendiera al corcel de su invitada y comenzó a caminar hacia las fuentes.

Cada fuente tiene un diseño distinto, vinieron artistas y escultores de todas partes de Dorne e incluso de fuera para presentar sus obras. Hice un concurso, las que mas me gustaron, están aquí, pagando un precio bastante alto por ellas a cambio de que sus autores jurasen por escrito que no reproducirían esas obras nunca más. Quería que fuesen únicas.

Los frutales le dan un toque de color a todo ésto. Además sus frutos son deliciosos.

Se acercó a una de las fuentes para introducir el rostro en ella y refrescarse.

Por allí hay piscinas y más jardines, y más allá el Palacio, donde nos espera algo de vino, comida y Gangare. Podéis quedaros cuanto gustéis, y cuando vos queráis marcharos sólo tenéis que hacérmelo saber. Si necesitaseis algo para vuestro viaje pedidlo. No suelo contar con muchas visitas extranjeras, así que estáis en vuestra casa.

-Suelo agradar a los animales, ya habéis visto lo bien que nos entendemos vuestro regalo y yo.- Nahara respondió con una sonrisa al comentario acerca de Gangare mientras se dejaba guiar por Maron, bajando de su caballo poco después que él y confiándole el cuidado de su corcel sin nombre a uno de sus mozos.

Y mientras caminaban, la pentoshi no pudo sino escuchar maravillada la historia del lugar que había servido al sol para declararle su amor a la dragona, y poco a poco sus ojos fueron divisando esas maravillosas esculturas irrepetibles que lograban que las casas de los más ricos magísteres pareciesen de mal gusto. En los jardines todo parecía estar justamente en el sitio en que debía de estar, casi parecía una obra de dioses, a Nahara no le importaba no saber de cuál, que servía como prueba de su existencia.

-Es un lugar precioso, más maravilloso que el Titán de Braavos, y eso ya es decir.-Cuando la chica tuvo una vista relativamente completa del lugar en el que se iba a hospedar al menos esa noche, no pudo sino desear parar el tiempo y vivir en ese sitio o, al menos, no haber oído hablar de Harrenhal, Invernalia y los antiguos dioses o la Ciudadela de Antigua, porque así, nada le impediría quedarse.

-Os agradezco la oferta y espero no abusar de ella, y ahora me gustaría conocer a vuestra mascota.

Eso es cierto, habéis congeniado muy bien. Os lo enseñaré antes de que se haga tarde. Venid.

La guiaba hacia la edificación blanca que coronaba los jardines, no era demasiado alta, no había sido diseñada para eso. Buscaba ser fresca y jovial como las frutas del propio jardín.

El titan de Bravoos, he oído hablar de él. La verdad es que me gustaría conocerlo. Debe ser impresionante.

Entraron en el palacio guardado por dos soldados ataviados con lanzas. Que saludaron al pasar. Entraron y caminaron por la sucesión de pasillos y fuentes, hasta llegar a las estancias del Príncipe, con todos los regalos y adornos que le habían hecho. Se acercó a una vasija de cerámica.

Aquí está. Veamos si está despierta.

Sonrió, y abrió la vasija asomándose a su interior. Introdujo los dos brazos y lentamente sacó a Gangare.

Veamos si le gustáis.

Nahara se dejó guiar por el hombre a través de los jardines, llenos de fuentes, piscinas y árboles frutales, hasta que llegaron a una construcción blanca que constituía el palacio en el que habitaban los que tenían el honor de vivir en ese paraíso terrenal.

-La verdad es que sí es bastante impresionante, por muchas veces que vaya nunca me aburre pasar bajo el Titán.-La pentoshi sonrió al contestar, los recuerdos de todos sus viajes a Braavos para visitar a sus abuelos llenaron su cabeza, todos recuerdos felices que le habían ayudado a mantener la ilusión y las fuerzas cuando sentía que no podía más.

Caminaron en silencio por todo el palacio hasta llegar a las habitaciones del Principe, y aunque Nahara sabía que en Poniente eran más estrictos con eso de las normas sociales y que nadie vería con ojos tranquilos que acompañase al hombre a sus habitaciones, pero, siendo sinceros, a la chica nunca le habían importado los comentarios, así que simplemente entró en la habitación y esperó hasta que su acompañante le mostró a Gangare.

La pentoshi fue cautelosa, recordaba que él había mencionado que era venenosa, pero aún así se acercó lo suficiente como para fijar sus ojos negros en los de la serpiente, esperando a que se relajara para intentar acariciarla, acercando su mano lentamente.

-Es un ejemplar precioso.-Nahara no se atrevía a tocarla, simplemente iba acercando su mano con cautela, esperando no provocar la ira de la serpiente.

Debería visitar las Ciudades Libres a fin de cuentas son vecinas nuestros y no las conozco.

Cuando observó la reacción de Gangare asintió y se la acercó a Nahara.

Esta tranquila, así que podéis tocarla, no os hará nada descuidad. Por eso procuro tocarla yo antes, que conmigo está familiarizada.

Observó las escamas relucientes de su mascota. Su diseño era hipnótico, seguramente porque si te hipnotizaba con sus dibujos antes de que te dieras cuenta estabas en una situación muy peligrosa.

Si que lo es. Fue muy difícil de conseguir pero no me arrepiento. Normalmente les quitan los colmillos para que sean inofensivas. Pero me parecía una crueldad.

-Si alguna vez vais a las Ciudades Libres no os olvidéis de pasar por Pentos, los magísteres se pelearan por invitaros a sus palacios, y eso siempre es algo digno de ver.- Nahara contestó entre risas a la divagación en voz alta de Maron acerca de viajar a las Ciudades, ella misma había vivido lo que era ser agasajada con el único propósito de ganar más poder, y aunque le horrorizaba la hipocresía de los magísteres no podía negar que la comida y el espectáculo era digno de verse.

Cuando el Príncipe le aseguró que podía tocarla, la pentoshi recorrió con sus manos la piel escamosa de Gangare, permitiéndole a la serpiente rozar la piel de sus muñecas con sus colmillos, segura de que no la mordería. Y mientras ella acariciaba a Gangare y dejaba que Brîska se durmiera en su cuello, escuchó con evidente estupor la historia de Gangare. -Es una crueldad, hicisteis bien en dejarle los colmillos, no creo que os hubiese cogido cariño si se los hubieseis quitado. Y creo que me va a gustar quedarme aquí unos días.