La Gárgola que vigila el castillo (Maron Martell

Hacía ya varios días desde su interrupción en la sala con los vasallos del Príncipe Martell. Desde aquel día, Arnell había permanecido oculto. Su suero se estaba acabando y pronto requeriría de fabricar más. A esos fines serviría la biblioteca de Lanza del Sol. Tres accesos por tres nombres. Era culpa del Martell si no quería gastar esos nombres. Arnell tenía ojos y oidos en las calles de Lanza del Sol, pero el Príncipe no había hecho amago de llamarle. Luego se enteró de lo de Bosquepinto. Los de Volantis habían tomado la fortaleza. Era una buena ocasión para empezar a ofrecer sus servicios al Príncipe. Puede que hasta pudiera compensarle económicamente acorde a su categoría si derrotaban a los de Volantis.

Una carta fue enviada por Arnell. Firmaba como la Gárgola, y citaba a Maron Martell en los jardines del palacio de Lanza del Sol. No le contaría cómo conseguía colarse allí cada vez que le venía en gana, en realidad no era necesario. El joven Martell ya podía imaginarse facilmente como llevaba a cabo tal infiltración. Una habilidad que esperaba que encontrara útil como poco.

Esperó a que llegara, y así lo hizo, acompañado de sus guardias, como siempre. Eso estaba bien, un príncipe no debe ser descuidado, y menos con una bestia desconocida como lo era el hombre sin rostro que ahora estaba ante él. Su rostro era el del mismo guardia con cicatrices, aunque la sonrisa de Arnell deformaba un poco la cara de forma algo antinatural. Si hubiera sido de día, su rostro sería el suyo propio, carcomido por el Psoriagrís, pero ahora, de noche, con la oscuridad de su parte, podía adoptar cualquier rostro que le viniese en gana.

-Mi estimado Príncipe... Qué honor me hacéis al acudir a mi llamada. Iré al grano, si no os importa... He oído los rumores sobre Bosquepinto. He pensado que sería una buena oportunidad para que empecemos a trabajar juntos. Después de todo, ¿Qué puede hacer un príncipe de Dorne si no cuenta con sus vasallos?

Por fin iba a ver si ese tal Gárgola le era o no útil. No había requerido de sus servicios, todavia no tenía nombres que decirle, misiones que encomendarle. Pero ahora eso había cambiado.

Llamó a sus guardias y releyó la carta que le había mandado. En los Jardines de su palacio, las próximas reuniones mejor que fueran en otro sitio. Sabía que Gárgola podía colarse sin problemas, pero aquello no le terminaba de gustar.

Llegó a la hora acordada y allí estaba esperándole un guardia, o al menos eso parecía, cuando el guardia se dirigió a él efectivamente era aquel extraño personaje.

En realidad puede hacer muchas cosas, mis vasallos estan en contra mío, al menos la mayoría. Pero de todos modos ese no es el tema que he venido a tratar. Evidentemente lo de Bosquepinto no es ningún secreto. Así que supongo que ya sabrás lo que te voy a pedir.

Dejó que esa sonrisa tan característica suya brotara y continuó hablando.

Mis exploradores son buenos, pero tienen límites, ... límites normales, esos de los que tu careces. Necesito que te infiltres en Bosquepinto, busques al líder de ésta invasión y lo mates. No servirá de mucho, porque será sustituido, pero aprovecharás para recabar toda la información posible sobre ese ejército invasor. Número aproximado de efectivos, composición de las defensas, que armamento llevan. Además de que a poder ser, me gustaría que lo matases con venenos. Que sufriera vaya, sólo por desconcertar un poco.

¿Serás capaz de hacerlo?

Tenía más ideas rondando la cabeza, pero por ahora el primero de los encargos sería ese, el siguiente tenía que ver con la frontera y era un nombre totalmente diferente. Ni si quiera Gárgola lo imaginaría. Pero antes tendría que acabar con esa invasión, le urgía más.

-Por supuesto, podéis contar conmigo, mi señor. Solo hay un asunto que tal vez deberíais conocer... Mis... Por decirlo de algún modo, habilidades, solo funcionan correctamente durante la noche. La oscuridad es una valiosa aliada y para mi, la luz abrasadora de Dorne dificulta enormemente que desempeñe mis tareas de forma correcta. Si He de entrar en la ciudad y hacer lo que me pedís, deberá ser de noche.

Se acercó un poco al príncipe pero manteniendo aún la distancia, apoyando su mentón en su mano con los brazos cruzados, como pensativo.

-Si deseáis saber tanto sobre el ejercito invasor, me llevará un par de días. Hacerlo el mismo día sería una locura. Una locura que... Por mucho que me pagarais, no iba a cometer. Entraré en la ciudad, averiguaré lo que pueda y antes del amanecer tendréis la información. En ese momento esperaremos al anochecer para la segunda incursión. Será entonces cuando os cobréis vuestro primer nombre, Príncipe...

Extendió la mano, algo huesuda ahora que el Príncipe Maron podía verlo de cerca, con excesiva teatralidad.

-¿Es posible que tengamos un trato?

No me importa tener que esperar al amparo de la noche. Sólo tengo un poco de prisa. Pero por unas horas más no pasará nada. Mejor no arriesgarse y que tus visitas sean realmente productivas.

Dió un paso acercándose a Maron, permaneció inmóvil, no quería que pensase que le tenía miedo ni ninguna cosa así, menos aún con sus guardias al lado suyo. Pero la proximidad con aquel sujeto le inquietaba, era demasiado extraño. Y aunque el Príncipe no tenía queja alguna de cómo le había tratado. Tampoco confiaba demasiado en él.

Vale, hazlo en dos visitas, pero mata a ese hijo de puta. Quiero que tengan miedo, así que si puede ser una muerte dolorosa mucho mejor ya sabes. Que no puedan pegar ojo tranquilos mientras estén en nuestras tierras.

Alzó la mano, la estrechó con gesto serio y sin demasiada efusividad, soltándola al instante.

Ahí tienes tu trato, podrás seguir usando la biblioteca mientras cumplas tu palabra y mates a ese hombre. Me quedarán dos trabajos más que ofrecerte y espero que no tengan que ser en ésta guerra. Tengo otras ideas en mente.