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Harley Pyke
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Harley Pyke
Harley Pyke
Yo he pagado el precio del hierro por ser quien soy. ¿Y tú?
Datos Básicos
Nombre completo: Harley Pyke
Apodos: Harley Sin Padre
Edad: 24
Lugar de Nacimiento: Puerto Noble
Clase Social: Noble, hijo natural reconocido de Lord Harrald Greyjoy
Ocupación: Bastardo a tiempo completo
Orientación Sexual: Heterosexual
Armas: Hacha larga y cuchillo
Descripción Psicológica
Descripción Psicológica:
Harley Sin Padre es un Hijo del Hierro y tiene una mente de hierro. Es exigente consigo mismo y con los demás, cruel cuando le conviene, no confía en nadie a quien no conozca muy bien (y entonces solo a veces) y no guarda el menor atisbo de compasión. Para los débiles, de cuerpo o de mente, solo alberga desprecio. Y, como un perro de presa bien entrenado, cuando le dan una orden no se para a pensar qué impulsa a su señor ni por qué debería hacerlo, sino que dedica esas energías a cumplirla.
Pero Harley no está loco, ni carece de empatía, ni tiene alma de asesino. Simplemente, así es como ha de ser un hombre en las Islas del Hierro si pretende sobrevivir. Lo aprendió muy joven y, evidentemente, lo aplicó a rajatabla, porque si no estaría muerto.
No carece de cualidades más positivas. Tiene sentido de la justicia, aunque la aplique al estilo idiosincrático de las Islas del Hierro, y da oportunidades a quienes le parece que las merecen sin fijarse en su procedencia ni su casta social. Además, comprar su lealtad es prácticamente imposible, porque Harrald tiene todo lo que quiere y no desea nada más. Entrega su obediencia por propia voluntad a quien la ha merecido, según su visión cruel pero justa del mundo.
Habilidades de Combate:
Su físico superior y su experiencia en combate lo hacen temible con el hacha larga, un arma popular entre los Hijos del Hierro por su alcance y su capacidad destructiva. Con un buen golpe, puede partir en dos a un hombre sin armadura. Pero donde Harley es verdaderamente imbatible es en el combate cerrado. Lleva peleándose a puñetazos y a navajazos desde su más tierna infancia, y por ello es rápido, certero y conoce todos los trucos. Si Harley Sin Padre se lanza sobre ti cuchillo en mano, ha llegado tu fin.
Y, como buen Hijo del Hierro, Harley no pelea con cueros ni cotas de anillas. En tierra o en la mar, nunca entra en combate sin una armadura completa de placas por la que pagó el precio del hierro años ha. Y, aunque a ojos ignorantes parece aparatosa, para él ha acabado convirtiéndose en una segunda piel, y no coarta apenas sus movimientos. Claro está que, si alguna vez cayera al agua, sería otra historia; pero morir ahogado es todo un honor para un servidor del dios más poderoso.
Virtudes:
Es desconfiado y astuto como un zorro, orgulloso y despiadado como un gato, y tiene el ansia por sobrevivir de una rata portuaria. Ha tenido una vida difícil y se ha ganado a pulso todo lo que tiene, lo que le da una seguridad férrea en sí mismo.
Valora a quienes se ganan su respeto, y aunque hay pocos a los que llame amigos, sus camaradas se cuentan por docenas. Es un capitán duro pero justo, que da a cada hombre una parte digna del botín y que solo castiga a quienes lo merecen, lo que, unido a su reputación de fiereza y a su origen humilde, le convierte en un líder respetado y efectivo.
Defectos:
Nunca recibió una educación. No sabe leer ni escribir (ni le es necesario), y su conocimiento sobre la sociedad, la política y la diplomacia de las tierras verdes es muy escaso, aunque conoce bien la geografía de sus costas.
Su conocimiento sobre las Islas del Hierro es mucho mejor, pero sigue sin ser tan extenso como el de un noble educado por un maestre. Conoce bien las islas, sus casas y sus señores, pero cosas como la historia antigua del archipiélago y las tradiciones más extrañas de la nobleza se le escapan.
Gustos:
Le gusta sentir el viento marino en su rostro. Le gusta ser Rey en su barco y que nadie le cuestione. Le gusta ser temido, tanto en las tierras verdes como en las islas, porque sabe que inspirar temor, en su justa medida, es la mejor forma para no despertarse con un cuchillo en las tripas. Le gusta tomar lo que le place, cuando le place.
Le gusta ser un Hijo del Hierro.
Disgustos:
No le gustan las privaciones, que le recuerdan a sus primeros años; no es un hombre austero. Puede vivir bien y lo hace. Come la mejor carne, bebe el mejor vino, y se folla a las más guapas. No suele, sin embargo, dejarse arrastrar por las pasiones; le ha costado mucho llegar adonde está y no le merece la pena arriesgarlo por ningún bienestar pasajero.
Aparte, en las pocas ocasiones en las que ha tratado con gente de las tierras verdes, le han resultado extraños, débiles y sumamente desagradables. Prefiere con mucho la compañía de los suyos.
Manías, Fobias u Enfermedades:
Como buen marinero, es supersticioso y teme al mar, que se ha tragado a muchos camaradas suyos. No le aterra morir ahogado, porque sabe que si eso le pasara se ganaría un lugar de honor en los salones de su dios, pero desde luego no tiene ninguna prisa por mudarse allí y hace todo lo que está en su mano porque eso no pase; su desconfianza natural le lleva a pensar que quizá, después de todo, los Hombres Ahogados se equivoquen y a quienes caen en el mar solo les espere ser mordisqueados por los peces.
Tiene el cuerpo cosido de cicatrices, la mayoría antiguas y, unas pocas, más recientes. Contándolas se puede averiguar cuánta gente ha intentado matarle en alguna ocasión. Parece ser que no es fácil conseguirlo; aún así, inexplicablemente, sigue habiendo quien lo intenta.
Datos Biográficos
Familiares:
Harrald I de la Casa Greyjoy, Rey de la Sal y la Roca, Hijo del Viento Marino, Señor de las Islas del Hierro y Lord Segador de Pyke: Padre.
Anthon Greyjoy: Medio-hermano.
Keira Greyjoy: Medio-hermana.
Bjorn Greyjoy: Tío.
Axel Greyjoy: Primo.
Historia:
Cuando Harrald Greyjoy quiere algo lo coge. El día que cumplió su vigésimo día del nombre se le antojó una muchacha de Puerto Noble, bonita de cara y con un buen culo, así que la cogió. Que al hacerlo estuviera engendrando a Harley no se le pasó por la cabeza, y además, no le habría importado un carajo.
Para Lyessa, la muchacha en cuestión, el asunto fue más complicado. Se había sentido halagada porque un joven fuerte y guapo de la nobleza se fijara en ella, y había disfrutado de las escasas horas que duró el "romance". Pero las cosas se le agriaron cuando quedó claro que Harrald ya había conseguido lo que quería y no tenía intención de dirigirle más la palabra y, además, empezó a fallarle la sangre mensual. Su posición no era fácil. Lyessa había nacido en las Islas del Hierro pero era hija de siervos, capturados hace décadas durante un saqueo en una remota aldea del Dominio. Su padre, un curtidor de cierta habilidad, se ganaba la vida con dificultad desempeñando su desagradable trabajo para Lord Botley, pero Lyessa sabía que no podría mantenerla a ella y a su hijo. No era una sierva, porque al haber nacido en las Islas se la consideraba una mujer libre, pero tampoco tenía nada de lo que vivir. No estaba hecha para guerrera, así que sus únicas posibilidades para vivir dignamente eran buscarse un marido o hacerse puta. Y aunque contaba con conseguir lo primero, porque era bonita y amable, estar gestando un niño lo volvía muchísimo más difícil.
Tardó meses en reunir el valor para ir a Pyke a decirle a Harrald Greyjoy que tenía a su hijo en su vientre. Los guardias se rieron a carcajadas cuando les contó para qué había ido, y le dijeron de malas maneras que se fuera a intentar colarle el niño a otro. Pero ella se negó a irse hasta que la dejaran entrar a ver a Harrald. Así que los guardias le abrieron las puertas, la llevaron a los barracones, la violaron, y la echaron. La historia debió de llegar a Harrald antes o después, pero si hizo algo al respecto, Lyessa nunca lo supo. Desde luego, no reclamó al niño como suyo ni se interesó en lo más mínimo por el bienestar de su madre.
Y así, entre la desesperación y el dolor, Harley nació, en el nauseabundo taller del curtidor. Fue un niño grande, fuerte y sano, y solo así se explica que sobreviviera. Su madre nunca recuperó la figura que había tenido antes del parto, lo que terminó de arruinar sus posibilidades de encontrar un buen partido, y por eso empezó a calentarle la cama a cambio de pan, hasta que se hartaban de ella, a una sucesión de borrachos, salvajes, locos y degenerados, que trataban a Harley como a un perro excepto porque no le echaban de comer.
Pronto, el hambre convirtió a Harley en uno más de la docena de granujas que merodeaban por Puerto Noble robando comida en el mercado, colándose de noche en los barcos para robar ropa y vino, y, sobre todo, esquivando pedradas (y alguna que otra hacha). Pero él tenía algo que a los demás les faltaba: la sangre de un gran señor. Su madre no le contó quién había sido su padre, temerosa de que el niño fuera a Pyke y le pasara algo peor que a ella; pero él era el vivo retrato de Harrald, sobre todo en su temperamento. Era astuto, orgulloso, despiadado, y cuando él hablaba los demás callaban. Además, no tenía reparos en pegarle una paliza a quien hiciera falta (y a veces a quien no).
Esto le llevó a volverse en poco tiempo el terror de Puerto Noble, como tirano de una banda de pequeños criminales que robaban todo lo que no estaba clavado al suelo. Afincado con los suyos en una casa abandonada, dejó de seguir a su madre en su peregrinaje por las camas de la peor canalla del puerto, no sin antes clavarle un cuchillo en las tripas al último desgraciado que le había hecho de padre y que, de propina, había contagiado una enfermedad de las entrañas a Lyessa. El desgraciado tenía un hijo tres o cuatro años mayor que Harley, así que lo buscó y lo mató también antes de que le dieran ideas raras. Nadie más volvió a faltarle al respeto a su madre. Aunque lo disfrutó poco tiempo, porque menos de un año después la enfermedad se la llevó. Harley la enterró según los ritos de sus siete dioses (que él dejó de adorar pronto, porque nunca habían ayudado a su madre por mucho que les rezó) y decidió que su estancia en Puerto Noble había terminado. Al poco de cumplir su décimo tercer día del nombre, cogió todas aquellas de sus posesiones por las que había pagado el precio del hierro y se enroló en la tripulación de un Hijo del Hierro que supo apreciar la ferocidad del joven, para atravesar el mar y saquear las tierras verdes.
Le iba bien como delincuente juvenil, pero su madre, antes de morir, había accedido al fin a revelarle el nombre de su padre. Y eso había cambiado por completo su perspectiva del mundo. Por aquel entonces su padre ya era el Lord Segador de Pyke y Señor de las Islas del Hierro. Harley llevaba toda la vida creyendo ser una rata más del puerto, pero lo cierto es que tenía el derecho de nacimiento a ser uno de los hombres más poderosos de Pyke. Solo tenía que reclamarlo. Pero Harley era astuto y conocía bien la cruel sociedad de las islas, y sabía que si acudía al castillo a suplicar a Lord Harrald que le reconociera como hijo suyo, le ignorarían o le silenciarían antes de que diera más problemas. Tenía que hacer que su reputación llegara a oídos de Harrald y que tenerle a su lado se convirtiera para él en una ventaja, no una molestia. Así que atracó, saqueó, violó, mató e incendió, año tras año, expedición tras expedición; y no solo en Poniente sino también en las Ciudades Libres y más allá de ellas, y conoció costumbres extrañas, lenguas exóticas y dioses menos poderosos que el suyo. Vivió la vida del Hijo del Hierro. Y acabó pensando que, incluso si Harrald nunca le reconocía, disfrutaría de seguir haciendo eso para siempre. Era una gran vida.
Siendo ya un hombre adulto, el nombre de Harley Sin Padre, como le llamaban por su obstinada negativa a revelar quién le había engendrado, llegó al fin hasta Pyke. En su última incursión había prendido fuego a un almacén, ante la cólera de sus camaradas, que contaban con saquearlo, porque intuía que pasaba algo malo. Y, en efecto, el almacén había resultado estar lleno de soldados. De haber sido sorprendidos por ellos al entrar, el parco grupo de saqueadores no habría tenido ninguna oportunidad. La voz se corrió, y cuando coincidieron en un festín, Lord Harrald, curioso por conocerle, le gritó que se acercara. “¿Quién es tu padre, Harley Sin Padre?”, le dijo, provocando una carcajada general. “Harrald Greyjoy”, le respondió Harley con voz seria y firme. El salón enmudeció. El señor le miró, sin expresión, durante un largo minuto, y el bastardo le mantuvo la mirada. “Es el hijo de Lyessa”, le susurró alguien al oído. Finalmente, Harrald Greyjoy asintió, le despachó con un gesto y siguió bebiendo. Había aceptado sus palabras. Le acababa de reconocer como su hijo natural.
Al día siguiente, Harley fue a Puerto Noble y reunió una tripulación para el barco que Lord Greyjoy le había concedido. No le tenía aprecio a su recién inaugurado padre, que en todo este tiempo no había hecho nada por él, pero si ser su hijo le permitía ser el capitán de su propio barco, bien estaba. Un Hijo del Hierro no podía aspirar a más que a ser el Rey del Mar navegando en su feudo de madera. Las incursiones se sucedieron, tomó buenas presas para aumentar la Flota del Hierro, y su padre comenzó a interesarse cada vez más en sus actividades. Le ordenó asaltar objetivos bien protegidos y poco lucrativos, le mandó a tratar con sus vasallos más irritantes y fue poniendo bajo su mando cada vez más barcos. Harley comprendió que el lord le estaba educando, a su manera, para que fuera su capitán de confianza. Cumplió sus deseos y aprendió las lecciones, al principio porque no estaba en posición de negarse a sus exigencias y después porque empezó a entender la forma de actuar del lord. Si él hubiera nacido en un castillo, incluso en uno tan espartano como Pyke, habría tenido una infancia relativamente cómoda y fácil que le habría dejado sin su mejor arma: un tenaz deseo por sobrevivir aunque el mundo entero quisiera acabar con él. No lo perdonó por abandonarle a él y a su madre, pero reconoció que, en su lugar, él habría hecho lo mismo, y lo respetó por ello.
Harley, que ya no es el bastardo de un lord sino el bastardo de un rey (la diferencia práctica es escasa pero le gusta cómo suena), ha llegado ya a donde quería. Es uno de los hombres más poderosos de Pyke, porque se ha ganado la confianza firme de su padre. De hecho, es consciente de que hay quien menciona su nombre como posible heredero de Harrald, y no sería la primera vez que un señor prefiere a un bastardo sobre sus hijos legítimos. Pero Harley no tiene deseos de encerrarse en el castillo a encorvarse sobre el trono. Está viviendo la vida que siempre quiso vivir y no quiere abandonarla. Si cuando Harrald muera los Hijos del Hierro claman su nombre, Harley Sin Padre escuchará la llamada. Pero espera que ese día, si es que llega, aún esté muy lejos.
Otros:
Tiene en Pyke a un par de esposas de sal, de más allá del mar, para no aburrirse cuando está en tierra, pero no les guarda especial aprecio. Son algo así como unas mascotas exóticas. No ha tomado esposa de hierro, y posiblemente aún pase un tiempo hasta que lo haga; para un bastardo no es sencillo encontrar una buena esposa, aunque la espectacular mejora de su posición social en los últimos años lo está haciendo cada vez más fácil.
Por una ironía del destino, al cumplir su vigésimo día del nombre Harley engendró un bastardo, igual que su padre hiciera antes que él. No lo sabe y apenas recuerda a la madre, aunque puede que, si algún día conociera al niño y le cayera en gracia, tuviera la debilidad de hacerse cargo de él. Después de todo, se identificaría muy fácilmente con su situación.
Su nave insignia es la Bastarda, una galera lysena que capturó hace años y que fue modificada bajo sus órdenes en los astilleros de Puerto Noble hasta hacerla casi irreconocible. Su nombre se deriva de ese origen mixto, además de lo evidente. Es rápida, marinera y de escaso calado, aunque difícil de manejar. A un capitán que no la conociera tan bien como Harley se le volcaría con facilidad en una tormenta.
Harley Pyke
Re: Harley Pyke
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¡Ficha aceptada! y pásate a hacer cronología, relaciones, registros y demás.
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Brynden Ríos- Nobleza
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