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Una guerra entre dos hombres (Maron Martell)
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Una guerra entre dos hombres (Maron Martell)
Habiamos salido de Rayos de Sol la jornada anterior, apenas habian quedado conmigo cuarenta hombres para volver a Altojardin y des alli partir al Rejo, una muy ansiada reunion debia celebrarse. Por eso habiamos tomado aquel camino, ahora que se habian asegurado las tierras de las Marcas tras la derrota del rey buitre volvia a ser seguro que un nutrido grupo de caballeros viajara por ellas. Los caminos volvian a ser transitados por las gentes que alli vivian y cada ciertos kilometros nos encontrabamos con algun carro o algun grupo de aldeanos que lentamente volvia a recuperar la normalidad.
Nos miraban y sonreian a nuestro paso pues habia saboreado las mieles de la victoria en Rayos de Sol y sabia que la historia de mi combate ya habia llegado a oidos de toda la zona. Ademas, continuaba con la costumbre de cabalgar sin yelmo, mostrando la cicatriz a las gentes que pasaban por nuestro lado. Aun con la victoria en Rayos de Sol seguia sin estar contento, habia un gran vacio en mi interior que ni toda la bebida del banquete de la victoria habian podido llenar. Ni el recordar el preciso momento en que cargue contra el enemigo, cuando lance el primer golpe, nada, ese vacio seguia ahi como un profundo pozo que parecia no tener fondo.
Por eso montaba con la mirada perdida al frente de la columna, con el sol en lo mas alto de los cielos mostrandose orgullos ante las gentes de las Marcas. Con una mano sujetaba las riendas y con la otra acariciaba a Fuegoscuro, quizas mi mayor consuelo era ese, saber que mi objeto mas preciado seguia conmigo. Ese era mi legado para mi hijo si todo seguia igual, una espada nada mas. No queria eso, queria darle un reino, una corona para el y mis descendientes pero jamas seria feliz yo mismo de rey pues el trono me estaba arrebatando lo que mas amaba.
El camino seguia hasta el infinito y di un largo sorbo a mi cantimplora para refrescar mi garganta y mi cuerpo. Nos quedaba un caluroso dia por delante y el aburrimiento del camino era casi tan sofocante como el propio sol. Por suerte, algo mas de una hora despues del mediodia divisamos algo en el horizonte que nos extraño. Se trataba ni mas ni menos que de caballeros dornienses, sus emblemas y caballos no dejaban lugar a dudas y una gran sonrisa se dibujo en mi rostro.
- ¡Muchachos! ¡Todos preparados, dornienses a la vista! - les dije a mis hombres antes de espolear a mi montura y avanzar al galope con cuarenta jinetes tras de mi. Me habian alegrado el dia, estaba seguro de continuar en el Dominio, demasiado cerca de la frontera, pero en tierras de mi cuñado asique aquellos hombres ya podian explicarse pues no tenian motivo para estar alli y yo si para echarlos como me viniera en gana.
- Alto a los dornienses, anunciad quien sois y por que habeis pasado la frontera sin el permiso de Lord Tyrell – dije tras pararme frente a ellos, cortandoles el paso y mostrando mi ahora perfil malo. En el se apreciaba la cicatriz que me habia hecho hacia un mes y que habia sanado bastante bien. Habia tenido la suerte de que no alcanzara mi ojo pero aun asi la marca se veia a primera vista. Ademas ya tenia la mano en la empuñadura de mi espada, esperando a que alguno de aquellos hombres cometiera un error para hacerselo pagar.
Nos miraban y sonreian a nuestro paso pues habia saboreado las mieles de la victoria en Rayos de Sol y sabia que la historia de mi combate ya habia llegado a oidos de toda la zona. Ademas, continuaba con la costumbre de cabalgar sin yelmo, mostrando la cicatriz a las gentes que pasaban por nuestro lado. Aun con la victoria en Rayos de Sol seguia sin estar contento, habia un gran vacio en mi interior que ni toda la bebida del banquete de la victoria habian podido llenar. Ni el recordar el preciso momento en que cargue contra el enemigo, cuando lance el primer golpe, nada, ese vacio seguia ahi como un profundo pozo que parecia no tener fondo.
Por eso montaba con la mirada perdida al frente de la columna, con el sol en lo mas alto de los cielos mostrandose orgullos ante las gentes de las Marcas. Con una mano sujetaba las riendas y con la otra acariciaba a Fuegoscuro, quizas mi mayor consuelo era ese, saber que mi objeto mas preciado seguia conmigo. Ese era mi legado para mi hijo si todo seguia igual, una espada nada mas. No queria eso, queria darle un reino, una corona para el y mis descendientes pero jamas seria feliz yo mismo de rey pues el trono me estaba arrebatando lo que mas amaba.
El camino seguia hasta el infinito y di un largo sorbo a mi cantimplora para refrescar mi garganta y mi cuerpo. Nos quedaba un caluroso dia por delante y el aburrimiento del camino era casi tan sofocante como el propio sol. Por suerte, algo mas de una hora despues del mediodia divisamos algo en el horizonte que nos extraño. Se trataba ni mas ni menos que de caballeros dornienses, sus emblemas y caballos no dejaban lugar a dudas y una gran sonrisa se dibujo en mi rostro.
- ¡Muchachos! ¡Todos preparados, dornienses a la vista! - les dije a mis hombres antes de espolear a mi montura y avanzar al galope con cuarenta jinetes tras de mi. Me habian alegrado el dia, estaba seguro de continuar en el Dominio, demasiado cerca de la frontera, pero en tierras de mi cuñado asique aquellos hombres ya podian explicarse pues no tenian motivo para estar alli y yo si para echarlos como me viniera en gana.
- Alto a los dornienses, anunciad quien sois y por que habeis pasado la frontera sin el permiso de Lord Tyrell – dije tras pararme frente a ellos, cortandoles el paso y mostrando mi ahora perfil malo. En el se apreciaba la cicatriz que me habia hecho hacia un mes y que habia sanado bastante bien. Habia tenido la suerte de que no alcanzara mi ojo pero aun asi la marca se veia a primera vista. Ademas ya tenia la mano en la empuñadura de mi espada, esperando a que alguno de aquellos hombres cometiera un error para hacerselo pagar.
Daemon Fuegoscuro- Nobleza
Re: Una guerra entre dos hombres (Maron Martell)
Maron patrullaba con su escolta personal y unos cuantos caballeros más, superaban en poco número la treintena de hombres. Era una patrulla sin más en los límites fronterizos. El dorniense gustaba de patrullar con sus hombres de vez en cuando para fomentar la lealtad entre ellos. Era bueno mezclarse con el resto de su ejército, que vieran y conocieran de primera mano que el Príncipe se implicaba tanto o más que ellos mismos.
Pero aún con todo las patrullas eran horriblemente tediosas y servían más para estirar las piernas que para otra cosa, de vez en cuando sucedían pequeñas escaramuzas con bandidos y rara vez con alguno de los hombres del Rey Buitre. Pero por monótonas que fueran había que hacerlas. Y el Martell no sería menos.
Hacía unos días que había regresado de la caravana y de la escaramuza de Alas Rotas como se la conocía ahora por los hombres, con bajas pero victoriosos. Y las heridas del costado ya habían dejado de doler aún sin estar cicatrizadas del todo. Los maestres se habían esforzado en las curas, y aunque le dijeron que lo mejor era reposar Maron no estaba hecho para permanecer sentado o en un sitio por demasiado tiempo. Necesitaba moverse, cabalgar y ejercitarse.
Su sorpresa fue mayúscula cuando escuchó el galope de un grupo nutrido de caballeros que en escasos segundos aparecieron portando estandartes Tyrell, ¿Qué hacían en sus tierras?
Mi señor, ¿respondemos?
No, aguardad veamos que pretenden.
Alto a los dornienses, anunciad quien sois y por que habeis pasado la frontera sin el permiso de Lord Tyrell
Maron adelantó a Nautes unos pasos por delante de sus hombres, no había porqué ser descortés.
Príncipe Maron Martell de Dorne, me temo que esa pregunta debería hacérosla yo a vos, porque éstas son mis tierras y un Fuegoscuro no tiene derecho a pasar por ellas. Sólo los Tyrell pueden hacerlo y bajo aviso, como mi hermano Ser Olyvar acordó con Lord Garlan Tyrell.
No hizo falta que su interlocutor se presentase, era Daemon Fuegoscuro, sus ropas lo delataban, un sucio conspirador que era bien conocido por todos. Y comandaba, ¿Cómo no? Tropas Tyrell, ya que Garlan le había acogido. Era una muy buena ocasión para iniciar la guerra que tanto ansiaba Maron, pero no era el momento ni lugar adecuados por lo que trataría de que aquello no acabase en una carnicería, además que la igualdad numérica sólo serviría para que fuese una masacre, y el dorniense no estaba tan loco como para forzar algo así.
Pero aún con todo las patrullas eran horriblemente tediosas y servían más para estirar las piernas que para otra cosa, de vez en cuando sucedían pequeñas escaramuzas con bandidos y rara vez con alguno de los hombres del Rey Buitre. Pero por monótonas que fueran había que hacerlas. Y el Martell no sería menos.
Hacía unos días que había regresado de la caravana y de la escaramuza de Alas Rotas como se la conocía ahora por los hombres, con bajas pero victoriosos. Y las heridas del costado ya habían dejado de doler aún sin estar cicatrizadas del todo. Los maestres se habían esforzado en las curas, y aunque le dijeron que lo mejor era reposar Maron no estaba hecho para permanecer sentado o en un sitio por demasiado tiempo. Necesitaba moverse, cabalgar y ejercitarse.
Su sorpresa fue mayúscula cuando escuchó el galope de un grupo nutrido de caballeros que en escasos segundos aparecieron portando estandartes Tyrell, ¿Qué hacían en sus tierras?
Mi señor, ¿respondemos?
No, aguardad veamos que pretenden.
Alto a los dornienses, anunciad quien sois y por que habeis pasado la frontera sin el permiso de Lord Tyrell
Maron adelantó a Nautes unos pasos por delante de sus hombres, no había porqué ser descortés.
Príncipe Maron Martell de Dorne, me temo que esa pregunta debería hacérosla yo a vos, porque éstas son mis tierras y un Fuegoscuro no tiene derecho a pasar por ellas. Sólo los Tyrell pueden hacerlo y bajo aviso, como mi hermano Ser Olyvar acordó con Lord Garlan Tyrell.
No hizo falta que su interlocutor se presentase, era Daemon Fuegoscuro, sus ropas lo delataban, un sucio conspirador que era bien conocido por todos. Y comandaba, ¿Cómo no? Tropas Tyrell, ya que Garlan le había acogido. Era una muy buena ocasión para iniciar la guerra que tanto ansiaba Maron, pero no era el momento ni lugar adecuados por lo que trataría de que aquello no acabase en una carnicería, además que la igualdad numérica sólo serviría para que fuese una masacre, y el dorniense no estaba tan loco como para forzar algo así.
Maron Martell- Nobleza
Re: Una guerra entre dos hombres (Maron Martell)
Un hombre se adelanto al resto de sus hombres y me lo quede mirando sobre mi montura, expectante y en silencio mientras notaba la respiracion de mi enorme caballo de guerra bajo mi cuerpo. Estaba tranquilo, podia resultar extraño pero aun rodeado de tantas bestias y hombres seguia estando tranquilo, era una de las cosas que mas me gustaban de el, lamentaria el dia que fuera demasiado viejo. Hasta el momento la vision de los dornienses habia alegrado mi dia y cuando escuche ese nombre lo mire fijamente controlando mi ira. Los hombres que iban tras de mi se tensaron conforme el hombre hablaba, me conocian bien pues llevaba años con ellos y sabian como podia acabar todo.
- Lo primero que os dire, dorniense, es que estais equivocado pues estas siguen siendo tierras del Dominio, las cuales se me ha encomendado defender de cualquier amenaza – le dije mirandole y tirando de las riendas de mi caballo para acercarme un poco a el mientras giraba. Queria que me viera bien, quizas no fuera el dia de combatir pero estaba seguro de que si me veia en batalla vendria a por mi – y en el supuesto caso de que estas tierras no fueran de mi cuñado, ¿quien me detendria? ¿Vos y los vuestros? ¡No me hagais reir! - dije alzando la voz para que todos y cada uno de los caballeros me escuchase. De repente cuarenta caballeros estallaron en carcajadas por mi insolencia. Yo mismo sabia que debia ser mas cortes con un extranjero pero no podia, no con aquel hombre y menos cuando habia comenzado ofendiendo mi nombre.
Aun con todo decidi seguir aguantando, mantener la calma pese a todo lo ocurrido. Volvi a dirigir mi caballo, esta vez hacia mis hombres y cuando llegue al lado de uno de ellos le di las riendas del caballo. Ese hombre vestia enteramente de negro, al igual que yo, era un viejo amigo y por eso le guiñe mi ahora ojo bueno. Desmonte con una rara agilidad de mi montura y di un sorbo del pellejo de agua que colgaba de la silla. Despues me coloque una tira de cuero en el pelo, recogiendolo a mi espalda para que no me molestara y cogiendo mi escudo de la parte trasera de la silla.
No hice caso de nada ni de nadie, tan solo me concentraba mientras me preparaba para retar al principe de Dorne. Habria ochenta testigos y nadie podria decir que no habia sido limpio, el asesinato perfecto. Desenvaine a Fuegoscuro, cerrando levemente los ojos al escuchar el roce del acero valyrio. Este parecia absorver la luz a su alrededor para emanar la suya propia por las vetas rojizas del metal. Era practicamente hipnotizante para todos aquellos que no conocieran el acero valyrio y el manejo era totalmente distinto al de una espada normal. La relacion entre mi espada y yo era extremadamente estrecha, era como una extension de mi propio brazo desde el dia en que la habia recibido y apenas un par de personas habian rozado su empuñadura desde entonces.
Una vez con la espada desenvainada mire directamente a los ojos al hombre que me habia arrebatado lo que mas queria – Maron Martell, os reto a luchar contra mi y que los siete decidan quien lleva razon, si vos y estas tierras son de Dorne, o yo, y estas tierras pertenecen a mi cuñado – le dije mirandole, esperando. Si era hombre no se atreveria ahacerme ninguna jugarreta, no porque seria visto como un cobarde al igual que si reclinaba. Solo le quedaba enfrentarse a mi – Ademas, tambien me habeis ofendido y tengo ganas de enseñaros lo que les pasa a los dornienses bocazas – dije escuchando una nueva carcajada de parte de mis hombres. No necesitaba mirarlos para saber que estaban haciendo todos ellos. Iban a presenciar un combate entre un principe de Dorne y el Dragon Negro, algo que no ocurria frecuentemente. Seguramente mas de uno se extrañaria de mi comportamiento pues solia ser mucho mas cordial y alegre pero los ultimos meses habian hecho que cambiara y mi antigua cortesia parecia haber muerto. Aun recordaba algunos duelos a muerte que habian acabado con el perdon de mi enemigo convirtiendolo en amigo, aquellas cosas ya no se veian a menudo aunque tenia cierto plan para el principe . . .
- Lo primero que os dire, dorniense, es que estais equivocado pues estas siguen siendo tierras del Dominio, las cuales se me ha encomendado defender de cualquier amenaza – le dije mirandole y tirando de las riendas de mi caballo para acercarme un poco a el mientras giraba. Queria que me viera bien, quizas no fuera el dia de combatir pero estaba seguro de que si me veia en batalla vendria a por mi – y en el supuesto caso de que estas tierras no fueran de mi cuñado, ¿quien me detendria? ¿Vos y los vuestros? ¡No me hagais reir! - dije alzando la voz para que todos y cada uno de los caballeros me escuchase. De repente cuarenta caballeros estallaron en carcajadas por mi insolencia. Yo mismo sabia que debia ser mas cortes con un extranjero pero no podia, no con aquel hombre y menos cuando habia comenzado ofendiendo mi nombre.
Aun con todo decidi seguir aguantando, mantener la calma pese a todo lo ocurrido. Volvi a dirigir mi caballo, esta vez hacia mis hombres y cuando llegue al lado de uno de ellos le di las riendas del caballo. Ese hombre vestia enteramente de negro, al igual que yo, era un viejo amigo y por eso le guiñe mi ahora ojo bueno. Desmonte con una rara agilidad de mi montura y di un sorbo del pellejo de agua que colgaba de la silla. Despues me coloque una tira de cuero en el pelo, recogiendolo a mi espalda para que no me molestara y cogiendo mi escudo de la parte trasera de la silla.
No hice caso de nada ni de nadie, tan solo me concentraba mientras me preparaba para retar al principe de Dorne. Habria ochenta testigos y nadie podria decir que no habia sido limpio, el asesinato perfecto. Desenvaine a Fuegoscuro, cerrando levemente los ojos al escuchar el roce del acero valyrio. Este parecia absorver la luz a su alrededor para emanar la suya propia por las vetas rojizas del metal. Era practicamente hipnotizante para todos aquellos que no conocieran el acero valyrio y el manejo era totalmente distinto al de una espada normal. La relacion entre mi espada y yo era extremadamente estrecha, era como una extension de mi propio brazo desde el dia en que la habia recibido y apenas un par de personas habian rozado su empuñadura desde entonces.
Una vez con la espada desenvainada mire directamente a los ojos al hombre que me habia arrebatado lo que mas queria – Maron Martell, os reto a luchar contra mi y que los siete decidan quien lleva razon, si vos y estas tierras son de Dorne, o yo, y estas tierras pertenecen a mi cuñado – le dije mirandole, esperando. Si era hombre no se atreveria ahacerme ninguna jugarreta, no porque seria visto como un cobarde al igual que si reclinaba. Solo le quedaba enfrentarse a mi – Ademas, tambien me habeis ofendido y tengo ganas de enseñaros lo que les pasa a los dornienses bocazas – dije escuchando una nueva carcajada de parte de mis hombres. No necesitaba mirarlos para saber que estaban haciendo todos ellos. Iban a presenciar un combate entre un principe de Dorne y el Dragon Negro, algo que no ocurria frecuentemente. Seguramente mas de uno se extrañaria de mi comportamiento pues solia ser mucho mas cordial y alegre pero los ultimos meses habian hecho que cambiara y mi antigua cortesia parecia haber muerto. Aun recordaba algunos duelos a muerte que habian acabado con el perdon de mi enemigo convirtiendolo en amigo, aquellas cosas ya no se veian a menudo aunque tenia cierto plan para el principe . . .
Daemon Fuegoscuro- Nobleza
Re: Una guerra entre dos hombres (Maron Martell)
Que valiente era rodeado de sus hombres y con ese aire chulo de infante en plena pubertad, Maron no caería en su juego, tenía más educacióny modales que él a pesar de que le superaba notablemente en edad, acababa de demostrar que era mucho más maduro, lástima que aquel hombre tuviese todas las papeletas para iniciar una guerra y cambiar el rumbo de la historia, por un momento se le aontojó totalmente inmerecedero de tales actos, pero él no escribía la historia. Maron sólo era un participante más en aquello.
No merece la pena discutir con vos, pero sí, yo os detendría y en caso de no poder, la mitad de los hombres que tengo no harían falta para deternos. Sois muy valientes los caballeros de Poniente en superioridad numérica por lo que veo. Y vuestra disciplina, tan afamada no son mas que cuentos de cama, luego tenéis la poca vergüenza de llamarnos salvajes. Demostrad algo de decencia, por muy enemigo que me consideréis estáis hablando con un Lord que os ha tratado con respeto... No continuó hablando, reprimió el asco y repulsa que sintio hacia aquel hombre, Daeron no mentía, no conocía el honor de los caballeros. Estaba totalmente corrompido.
Maron no tuvo que esperar sus palabras, notó que se preparaba para un combate, evidentemente un combate singular ya que sus hombres no habían movido un dedo. No podía rechazar el reto, sería de cobardes, y aunque Daemon era bien conocido por ser un gran guerrero y por aquella espada que el dorniense no tardó en admirar, no tenía otra opción.
Descabalgó de Nautes con tranquilidad, y cogió su Lanza, la Alabarda en aquel caso resultaría demasiado lenta, se apretó las grevas y muñequeras y ajustó bien la coraza que Daenerys le había regalado, aquella con las iniciales de ambos y los emblemas Martell y Targaryen. Notó la adrenalina fluir por sus venas y su corazón latir más deprisa por el ansia del combate. Daemon sería el rival más duro que había tenido jamás y era una buena ocasión para probarse a si mismo, si fallaba además sería la última.
Acepto el reto gustoso, mejor un uno contra uno que una carnicería absurda. Vuestros hombres son valientes y no merecen morir por las insolencias de su señor ebrio de victoria. Al menos habrá testigos de tus insultos y de que yo no inicié las hostilidades, me limité a defenderme.
La actitud del Fuegoscuro le desconcertaba, un trato tan hostil, un reto tan directo, parecía algo personal y Maron jamás le había visto ni había siquiera cruzado palabra con él. Ni rastro de ningún tipo de diplomacia o raciocinio por parte de Daemon, y ... ¿Aquél era el que reclama el trono para sí? Que los Dioses los guardasen si se alzaba con la victoria, sólo sumiría todo en el caos mas absoluto. Lo único que había demostrado en los instantes previos era fanfarronería y egocentrismo, se sabía fuerte y lo acompañaba con grandes palabras buscando ofenderle. No caería en su juego, y estaría atento. Aquel "hombre" no era más que un bastardo, fruto de la injuria, llevaban la traición y el subterfugio en la sangre. Si se descuidaba utilizaría cualquier tipo de treta para vencerle.
Se colocó en posición defensiva y comenzó a andar en círculos alrededor suyo esperando su primer movimiento. Aquel día correría la sangre, sólo debía preocuparse porque no fuese la suya.
No merece la pena discutir con vos, pero sí, yo os detendría y en caso de no poder, la mitad de los hombres que tengo no harían falta para deternos. Sois muy valientes los caballeros de Poniente en superioridad numérica por lo que veo. Y vuestra disciplina, tan afamada no son mas que cuentos de cama, luego tenéis la poca vergüenza de llamarnos salvajes. Demostrad algo de decencia, por muy enemigo que me consideréis estáis hablando con un Lord que os ha tratado con respeto... No continuó hablando, reprimió el asco y repulsa que sintio hacia aquel hombre, Daeron no mentía, no conocía el honor de los caballeros. Estaba totalmente corrompido.
Maron no tuvo que esperar sus palabras, notó que se preparaba para un combate, evidentemente un combate singular ya que sus hombres no habían movido un dedo. No podía rechazar el reto, sería de cobardes, y aunque Daemon era bien conocido por ser un gran guerrero y por aquella espada que el dorniense no tardó en admirar, no tenía otra opción.
Descabalgó de Nautes con tranquilidad, y cogió su Lanza, la Alabarda en aquel caso resultaría demasiado lenta, se apretó las grevas y muñequeras y ajustó bien la coraza que Daenerys le había regalado, aquella con las iniciales de ambos y los emblemas Martell y Targaryen. Notó la adrenalina fluir por sus venas y su corazón latir más deprisa por el ansia del combate. Daemon sería el rival más duro que había tenido jamás y era una buena ocasión para probarse a si mismo, si fallaba además sería la última.
Acepto el reto gustoso, mejor un uno contra uno que una carnicería absurda. Vuestros hombres son valientes y no merecen morir por las insolencias de su señor ebrio de victoria. Al menos habrá testigos de tus insultos y de que yo no inicié las hostilidades, me limité a defenderme.
La actitud del Fuegoscuro le desconcertaba, un trato tan hostil, un reto tan directo, parecía algo personal y Maron jamás le había visto ni había siquiera cruzado palabra con él. Ni rastro de ningún tipo de diplomacia o raciocinio por parte de Daemon, y ... ¿Aquél era el que reclama el trono para sí? Que los Dioses los guardasen si se alzaba con la victoria, sólo sumiría todo en el caos mas absoluto. Lo único que había demostrado en los instantes previos era fanfarronería y egocentrismo, se sabía fuerte y lo acompañaba con grandes palabras buscando ofenderle. No caería en su juego, y estaría atento. Aquel "hombre" no era más que un bastardo, fruto de la injuria, llevaban la traición y el subterfugio en la sangre. Si se descuidaba utilizaría cualquier tipo de treta para vencerle.
Se colocó en posición defensiva y comenzó a andar en círculos alrededor suyo esperando su primer movimiento. Aquel día correría la sangre, sólo debía preocuparse porque no fuese la suya.
Maron Martell- Nobleza
Re: Una guerra entre dos hombres (Maron Martell)
Sonreia mientras esperaba, escuchando sus palabras bonitas de victima cuando el mismo habia empezado los insultos aunque ahora lo negara. Si esperaba un trato mas respetuoso por mi parte, podria haber empezado por llamarme por mi nombre y titulo, no como si fuera otra sucia rata que se acobardaba ante el. Yo no era esa clase de hombre, durante toda mi vida habia peleado contra multitud de hombres por afrentas menores incluso, al menos las que eran publicas por supuesto. En lo mas hondo de mi ser quedaba el odio irracional que sentia hacia aquel hombre por haberme arrebatado a la unica mujer que amaria jamas y al menos su sangre calmaria mi dolor, debia hacerlo.
- Yo no he oido respeto en vuestras palabras principe asique no lo tendreis de mi. Si quereis que os trate con mayor respeto en adelante, comenzad a mostrar primero vuestros modales gran señor – le dije mientras esperaba expectante a que se preparara para el combate. Por mi parte iba haciendo calentamientos mientras hablaba, ciertos movimientos con ambos brazos y piernas para evitar que ningun musculo se agarrotara en medio de la lucha. Muchos buenos combatientes habian caido ante enemigos menos habilidosos por tan insignificante detalle y no seria yo el que cometiese de nuevo tal error teniendo tiempo para prepararme.
Entonces, cuando avanzo hacia mi con aquella coraza senti el sabor de la ira en mi boca, mis dientes se apretaron y mi mano aferro con mayor fuerza la espada, haria que fundieran esa coraza y fabricaran orinales con ella. Muy en el fondo de mi sabia que aquel hombre no tenia culpa, la culpa era de Daeron y de Daenerys, ella era la que me habia olvidado por el y eso era algo que hacia arder mis entrañas con un dolor indescriptible. Pero aun asi me seguia siendo incapaz no volcar parte de mi rabia hacia el, sentia envidia por el principe, el podia tenerla todas las noches en su lecho junto a el y sin embargo era tan estupido de partir lejos de ella. Al menos no era el unico que habia cometido ese error.
- Defendeos cuanto querais, pero a mi modo de ver y a las de mis hombres, podriais haber sido mas respetuoso al reconocerme ¿o acaso a un caballero no se le llama por su titulo de ser? - le dije una vez comenzamos a acecharnos, el uno frente al otro. El tenia la distancia pues la lanza podria mantenerme a ralla por algun tiempo, mas si conseguia acercarme Maron Martell moriria y no era al primer lancero que me acercaba, aunque quizas si al mejor.
- Pero por lo menos en algo estamos de acuerdo, no se debe desperdiciar la vida de buenos guerreros. Que los Siete den fuerzas al vencedor y paz al vencido – dije antes de avanzar un primer paso hacia el, estrechando el circulo y manteniendo a ralla su lanza con mi escudo y alguna finta para esquivarla. De vez en cuando iba dando algun toque con mi espada en la lanza al esquivarla de mi cuerpo, tenia una idea. Solo debia esperar a poder partirla, una vez la lanza se hubiese partido el principe seria vencido. Ademas el tiempo jugaba a mi favor, era un combatiente mas experimentado según creia y podia mantenerme luchando largo rato totalmente concentrado, ahora habia que ver que podia hacer el.
- Yo no he oido respeto en vuestras palabras principe asique no lo tendreis de mi. Si quereis que os trate con mayor respeto en adelante, comenzad a mostrar primero vuestros modales gran señor – le dije mientras esperaba expectante a que se preparara para el combate. Por mi parte iba haciendo calentamientos mientras hablaba, ciertos movimientos con ambos brazos y piernas para evitar que ningun musculo se agarrotara en medio de la lucha. Muchos buenos combatientes habian caido ante enemigos menos habilidosos por tan insignificante detalle y no seria yo el que cometiese de nuevo tal error teniendo tiempo para prepararme.
Entonces, cuando avanzo hacia mi con aquella coraza senti el sabor de la ira en mi boca, mis dientes se apretaron y mi mano aferro con mayor fuerza la espada, haria que fundieran esa coraza y fabricaran orinales con ella. Muy en el fondo de mi sabia que aquel hombre no tenia culpa, la culpa era de Daeron y de Daenerys, ella era la que me habia olvidado por el y eso era algo que hacia arder mis entrañas con un dolor indescriptible. Pero aun asi me seguia siendo incapaz no volcar parte de mi rabia hacia el, sentia envidia por el principe, el podia tenerla todas las noches en su lecho junto a el y sin embargo era tan estupido de partir lejos de ella. Al menos no era el unico que habia cometido ese error.
- Defendeos cuanto querais, pero a mi modo de ver y a las de mis hombres, podriais haber sido mas respetuoso al reconocerme ¿o acaso a un caballero no se le llama por su titulo de ser? - le dije una vez comenzamos a acecharnos, el uno frente al otro. El tenia la distancia pues la lanza podria mantenerme a ralla por algun tiempo, mas si conseguia acercarme Maron Martell moriria y no era al primer lancero que me acercaba, aunque quizas si al mejor.
- Pero por lo menos en algo estamos de acuerdo, no se debe desperdiciar la vida de buenos guerreros. Que los Siete den fuerzas al vencedor y paz al vencido – dije antes de avanzar un primer paso hacia el, estrechando el circulo y manteniendo a ralla su lanza con mi escudo y alguna finta para esquivarla. De vez en cuando iba dando algun toque con mi espada en la lanza al esquivarla de mi cuerpo, tenia una idea. Solo debia esperar a poder partirla, una vez la lanza se hubiese partido el principe seria vencido. Ademas el tiempo jugaba a mi favor, era un combatiente mas experimentado según creia y podia mantenerme luchando largo rato totalmente concentrado, ahora habia que ver que podia hacer el.
Daemon Fuegoscuro- Nobleza
Re: Una guerra entre dos hombres (Maron Martell)
Había un brillo extraño en aquellos ojos, parecía odio. Quizás sólo eran imaginaciones suyas, pero aquel hombre tan fanfarrón le mataba con la mirada.
Acaso no sois un Fuegoscuro, si me llamáseis Dorniense no me sentiría ofendido, pues es lo que soy.
Mientras seguía andando en círculos lanzaba ataques buscando evaluar los reflejos de su oponente, inquebrantables. Él era mas joven, en un combate de desgaste aguantaría más.
Entonces he de suponer que os ofendéis con poca cosa Ser, la paciencia, es una virtud. Y la Ira un terrible defecto.
No sabía porqué pero aquellas palabras brotaban de su boca adornada con una sonrisa. Sin duda alguna aquel hombre aunque estaba controlando sus emociones golpeaba con fiereza, buscando morder su carne. Y ese podía ser su punto débil, el ansia por alcanzarle, la Ira o el Odio que parecía sentir. Sin cambiar el gesto lanzó un golpe directo al cuello de su oponente, que con un gesto de espada, no sin esfuerzo, desvió de su trayectoria, lanzando un contrataque que Maron tuvo que esquivar girando sobre sí mismo.
El baile cada vez era más intenso, Maron comenzó a sudar, a notar el calor asfixiante, sólo veía los ojos de aquel hombre, su gesto rabioso que destilaba odio, su escudo, su cicatriz. No quería hablar, para no desconcentrase, los hombres proferían gritos pero el dorniense apenas los entendía, estaba absorto, sólo existía aquel combate.
Tenía que ganar, debía sobrevivir, se lo había prometido a Daenerys, volvería a su lado victorioso o no volvería. La derrota no era una posibilidad, Maron era demasiado orgulloso para aceptarla. Sólo podía ganar. Buscó fuerzas en lo más profundo de su ser. Vió sus ojos violeta, sus cabellos platinos y aquella sonrisa que reclamaba toda su atención, la noche del barco, su ansiada boda y aquella despedida inolvidable en los Jardines que Maron le construyó, la dulzura de su voz y calidez de su tacto.
Ella guiaría sus pasos, le daría fuerzas, apretó con fuerza la Lanza y lanzó otro ataque dirigido al pecho de Daemon, éste lo desvió pero se llevó un pequeño corte en el hombro del escudo que acababa de desviar el golpe. Pero con aquel pequeño logro, el Martell quedaba muy cerca del Fuegoscuro, quizás demasiado.
Acaso no sois un Fuegoscuro, si me llamáseis Dorniense no me sentiría ofendido, pues es lo que soy.
Mientras seguía andando en círculos lanzaba ataques buscando evaluar los reflejos de su oponente, inquebrantables. Él era mas joven, en un combate de desgaste aguantaría más.
Entonces he de suponer que os ofendéis con poca cosa Ser, la paciencia, es una virtud. Y la Ira un terrible defecto.
No sabía porqué pero aquellas palabras brotaban de su boca adornada con una sonrisa. Sin duda alguna aquel hombre aunque estaba controlando sus emociones golpeaba con fiereza, buscando morder su carne. Y ese podía ser su punto débil, el ansia por alcanzarle, la Ira o el Odio que parecía sentir. Sin cambiar el gesto lanzó un golpe directo al cuello de su oponente, que con un gesto de espada, no sin esfuerzo, desvió de su trayectoria, lanzando un contrataque que Maron tuvo que esquivar girando sobre sí mismo.
El baile cada vez era más intenso, Maron comenzó a sudar, a notar el calor asfixiante, sólo veía los ojos de aquel hombre, su gesto rabioso que destilaba odio, su escudo, su cicatriz. No quería hablar, para no desconcentrase, los hombres proferían gritos pero el dorniense apenas los entendía, estaba absorto, sólo existía aquel combate.
Tenía que ganar, debía sobrevivir, se lo había prometido a Daenerys, volvería a su lado victorioso o no volvería. La derrota no era una posibilidad, Maron era demasiado orgulloso para aceptarla. Sólo podía ganar. Buscó fuerzas en lo más profundo de su ser. Vió sus ojos violeta, sus cabellos platinos y aquella sonrisa que reclamaba toda su atención, la noche del barco, su ansiada boda y aquella despedida inolvidable en los Jardines que Maron le construyó, la dulzura de su voz y calidez de su tacto.
Ella guiaría sus pasos, le daría fuerzas, apretó con fuerza la Lanza y lanzó otro ataque dirigido al pecho de Daemon, éste lo desvió pero se llevó un pequeño corte en el hombro del escudo que acababa de desviar el golpe. Pero con aquel pequeño logro, el Martell quedaba muy cerca del Fuegoscuro, quizás demasiado.
Maron Martell- Nobleza
Re: Una guerra entre dos hombres (Maron Martell)
Y al fin, como cabia esperar el Martell en un desvio de su lanza habia conseguido cortarme. Habia sido en el hombro, en la zona donde la cota de malla tenia la costura. Apenas eran unos milimetros de grosor en los que el metal se entrelazaba con el cuero pero aun asi habia conseguido, por accidente, dar alli. Aun asi la suerte estaba de mi lado pues el corte era limpio y superficial y por tan insignificante punto a favor habia quedado excesivamente cerca de mi, lo que era realmente peligroso. Ahora seria mi turno y podria liberar toda la rabia que habia contenido en las ultimas semanas.
Mi mirada se cruzo con la suya y un segundo despues, justo en el momento que el principe Maron Martell estaba sin guardia al haber errado el golpe ataque yo. Lo hice con el brazo del escudo, cosa que no demasiados guerreros hacian, no al menos por costumbre pues en teoria era un elemento defensivo, no de ataque. Lance un golpe a su costado con el canto del escudo con toda la fuerza de que disponia mi brazo, que no era poca. El metal facilmente se abollaria al contacto con mi escudo por la violencia del golpe y si mi golpe conseguia su proposito el joven principe tendria dificultades para respirar en los proximos minutos.
Despues de dar tan tremendo golpe gire sobre mi mismo, fintando a mi oponente y quedandome a su espalda a la par que me alejaba lo suficiente de el. Si se giraba con la lanza lo bastante deprisa podia resultar peligroso asique lo mejor era alejarse y volver a empezar. Y asi hice, volvi a colocarme en la posicion adecuada, tapando mi cuerpo con el gran escudo negro con un dragon en relieve sin dejar de mirar a aquel hombre. Era mas joven que yo, diez o doce años quizas, no combatia mal y tenia las facciones propias de un principe sureño. Podia entender que Daenerys hubiera preferido a aquel lancero antes que mi, por mas que me doliera, el seguramente se asemejaria mas a ella en muchos aspectos, ademas con el no debia esconderse.
Comprendia todo aquello mientras lo miraba, yo no la habia olvidado, era mi pensamiento a cada instante, pero entendia que ella si. Aquel hombre según habia oido le habia regalado un gran palacio, una maravilla moderna construida en la costa dorniense. Podia besarla, abrazarla y protegerla a cada instante, tranquilizarla cada noche si ella se asustaba y cada dia disfrutar de su compañía bajo el sol abrasador del desierto. Era normal que ella lo hubiera preferido, yo no podia ofrecerle nada de eso, tan solo una vida escondiendonos lejos, perseguidos por todos aquellos a los que dejariamos atrás y tarde o temprano en la pobreza, ¿como podia competir contra el?
Mi gesto se volvio frio al pensar en todo aquello, ni un rastro del odio que instantes antes habia reflejado en mi cara se apreciaba ahora en esta, tan solo serenidad. Habia comprendido ciertos detalles, que tenia que vencerle el primero, que no debia matarle, el segundo. Odiaba al hombre que tenia ante mi pero era el que hacia feliz a Daenerys y eso importaba mas que mi venganza. Contendria mi espada cuando se hundiera en su carne, pero necesitaba un nuevo error por su parte. Aquel hombre no sabia la suerte que estaba teniendo en aquel instante pues al acercarme habia visto un hueco pidiendo a gritos ser atravesado, el punto donde se unia su cuello y su hombro. Tan solo debia hundir la espada unos centimetros y el principe no podria continuar la lucha, si lo hacia unos cuantos mas, en Dorne estarian de luto al dia siguiente.
- No lo haceis mal Martell, eso os lo reconocere, aunque deberiais escoger la espada antes que la lanza – y pronto veras porque. Tenia ganas de dar el golpe definitivo, ademas sabia que estaba menos cansado que el pues tan solo vestia una gruesa cota de malla y un jubon rojo como la sangre con costuras negras y un gran dragon negro en el pecho, el en cambio llevaba coraza, grevas y el resto del equipo, peso, lentitud y cansancio. Por eso decidi volver al juego del principio, solo que aumentando levemente la intensidad al dar vueltas a su alrededor mientras esperaba mi momento con paciencia, que atacara, que volviese a hacerlo, no necesitaba mas.
Mi mirada se cruzo con la suya y un segundo despues, justo en el momento que el principe Maron Martell estaba sin guardia al haber errado el golpe ataque yo. Lo hice con el brazo del escudo, cosa que no demasiados guerreros hacian, no al menos por costumbre pues en teoria era un elemento defensivo, no de ataque. Lance un golpe a su costado con el canto del escudo con toda la fuerza de que disponia mi brazo, que no era poca. El metal facilmente se abollaria al contacto con mi escudo por la violencia del golpe y si mi golpe conseguia su proposito el joven principe tendria dificultades para respirar en los proximos minutos.
Despues de dar tan tremendo golpe gire sobre mi mismo, fintando a mi oponente y quedandome a su espalda a la par que me alejaba lo suficiente de el. Si se giraba con la lanza lo bastante deprisa podia resultar peligroso asique lo mejor era alejarse y volver a empezar. Y asi hice, volvi a colocarme en la posicion adecuada, tapando mi cuerpo con el gran escudo negro con un dragon en relieve sin dejar de mirar a aquel hombre. Era mas joven que yo, diez o doce años quizas, no combatia mal y tenia las facciones propias de un principe sureño. Podia entender que Daenerys hubiera preferido a aquel lancero antes que mi, por mas que me doliera, el seguramente se asemejaria mas a ella en muchos aspectos, ademas con el no debia esconderse.
Comprendia todo aquello mientras lo miraba, yo no la habia olvidado, era mi pensamiento a cada instante, pero entendia que ella si. Aquel hombre según habia oido le habia regalado un gran palacio, una maravilla moderna construida en la costa dorniense. Podia besarla, abrazarla y protegerla a cada instante, tranquilizarla cada noche si ella se asustaba y cada dia disfrutar de su compañía bajo el sol abrasador del desierto. Era normal que ella lo hubiera preferido, yo no podia ofrecerle nada de eso, tan solo una vida escondiendonos lejos, perseguidos por todos aquellos a los que dejariamos atrás y tarde o temprano en la pobreza, ¿como podia competir contra el?
Mi gesto se volvio frio al pensar en todo aquello, ni un rastro del odio que instantes antes habia reflejado en mi cara se apreciaba ahora en esta, tan solo serenidad. Habia comprendido ciertos detalles, que tenia que vencerle el primero, que no debia matarle, el segundo. Odiaba al hombre que tenia ante mi pero era el que hacia feliz a Daenerys y eso importaba mas que mi venganza. Contendria mi espada cuando se hundiera en su carne, pero necesitaba un nuevo error por su parte. Aquel hombre no sabia la suerte que estaba teniendo en aquel instante pues al acercarme habia visto un hueco pidiendo a gritos ser atravesado, el punto donde se unia su cuello y su hombro. Tan solo debia hundir la espada unos centimetros y el principe no podria continuar la lucha, si lo hacia unos cuantos mas, en Dorne estarian de luto al dia siguiente.
- No lo haceis mal Martell, eso os lo reconocere, aunque deberiais escoger la espada antes que la lanza – y pronto veras porque. Tenia ganas de dar el golpe definitivo, ademas sabia que estaba menos cansado que el pues tan solo vestia una gruesa cota de malla y un jubon rojo como la sangre con costuras negras y un gran dragon negro en el pecho, el en cambio llevaba coraza, grevas y el resto del equipo, peso, lentitud y cansancio. Por eso decidi volver al juego del principio, solo que aumentando levemente la intensidad al dar vueltas a su alrededor mientras esperaba mi momento con paciencia, que atacara, que volviese a hacerlo, no necesitaba mas.
Última edición por Daemon Fuegoscuro el Miér Oct 31, 2012 8:10 am, editado 2 veces
Daemon Fuegoscuro- Nobleza
Re: Una guerra entre dos hombres (Maron Martell)
Apenas pudo disfrutar del leve hilillo rojo que brotaba de la punta de su lanza, la sonrisa de satisfacción junto a un alarido se le escapó escurridiza de su rostro al quedarse sin aire por el duro golpe del escudo de su oponente.
Pero quedarse sin respiración no era el problema, la coraza se había abollado y le impedía respirar con normalidad, estaba hecha para aguantar cortes, flechas y lanzadas, no martillazos proferidos con moles de metal como aquel escudo negro que Daemon había esgrimido con una fuerza considerable. Una vez el caballero se alejó pocos metros de él, con un gesto en los cierres del lado contrario al que había recibido el golpe, dejó caer la coraza para poder recuperar la respiración, y liberarse de tanto peso que lo estaba lastrando y agotando. Una coraza para una batalla normal era muy útil, para una lucha de uno contra uno, era más un estorbo. Pero no pudo hacer o pensar más, ya que el Fuegoscuro iniciaba de nuevo el baile.
La herida del hombro no parecía afectarle en lo más mínimo, y su objetivo era que terminase por tirar el escudo, así que volvería a atacar allí, pero no terminaba de decidirse. El hombre le miraba a los ojos directamente, y ahora no sentía odio, ni tampoco rabia, aquello que buscaba el dorniense para hacerle retroceder. En su lugar sólo había deferencia y frialdad. Como si una personalidad diferente manejase el cuerpo de su contrario. En ese caso Maron sólo podía confiar en su habilidad con la Lanza, y un fallo de Daemon.
He de reconocer que os había subestimado, y eso que aún así os tenía como buen luchador.
Maron reunió fuerzas de su interior, aunque cada vez estaba más agotado entre lanzada y lanzada, esquivando los espadazos que su oponente le dirigía, sin dejar de caminar. Y volvió a lanzar una ataque hacía el mismo sitio anterior, el hombro malherido. De nuevo el escudo se interpuso increíblemente rápido en su trayectoria, pero la lanza alcanzó su objetivo con algo más de profundidad, ya no era una herida tan leve. Pero Daemon en vez de quejarse o retroceder, dio un brutal golpe a la lanza partiéndola cuando apenas Maron la sacaba de su carne, cómo si el dolor no hubiese hecho mella en él.
Ahora el sureño tenía un bonito palo sin punta, aunque podía seguir dañando con él y Daemon una herida algo más fea y de cierta gravedad pero que no era suficiente ni para que soltase el escudo. Aun así, el dorniense no esperó más y volvió a lanzar un ataque rápido con el extremo de la lanza fracturada que tenía punta aunque de madera, dirigida al cuello del Ser.
Pero quedarse sin respiración no era el problema, la coraza se había abollado y le impedía respirar con normalidad, estaba hecha para aguantar cortes, flechas y lanzadas, no martillazos proferidos con moles de metal como aquel escudo negro que Daemon había esgrimido con una fuerza considerable. Una vez el caballero se alejó pocos metros de él, con un gesto en los cierres del lado contrario al que había recibido el golpe, dejó caer la coraza para poder recuperar la respiración, y liberarse de tanto peso que lo estaba lastrando y agotando. Una coraza para una batalla normal era muy útil, para una lucha de uno contra uno, era más un estorbo. Pero no pudo hacer o pensar más, ya que el Fuegoscuro iniciaba de nuevo el baile.
La herida del hombro no parecía afectarle en lo más mínimo, y su objetivo era que terminase por tirar el escudo, así que volvería a atacar allí, pero no terminaba de decidirse. El hombre le miraba a los ojos directamente, y ahora no sentía odio, ni tampoco rabia, aquello que buscaba el dorniense para hacerle retroceder. En su lugar sólo había deferencia y frialdad. Como si una personalidad diferente manejase el cuerpo de su contrario. En ese caso Maron sólo podía confiar en su habilidad con la Lanza, y un fallo de Daemon.
He de reconocer que os había subestimado, y eso que aún así os tenía como buen luchador.
Maron reunió fuerzas de su interior, aunque cada vez estaba más agotado entre lanzada y lanzada, esquivando los espadazos que su oponente le dirigía, sin dejar de caminar. Y volvió a lanzar una ataque hacía el mismo sitio anterior, el hombro malherido. De nuevo el escudo se interpuso increíblemente rápido en su trayectoria, pero la lanza alcanzó su objetivo con algo más de profundidad, ya no era una herida tan leve. Pero Daemon en vez de quejarse o retroceder, dio un brutal golpe a la lanza partiéndola cuando apenas Maron la sacaba de su carne, cómo si el dolor no hubiese hecho mella en él.
Ahora el sureño tenía un bonito palo sin punta, aunque podía seguir dañando con él y Daemon una herida algo más fea y de cierta gravedad pero que no era suficiente ni para que soltase el escudo. Aun así, el dorniense no esperó más y volvió a lanzar un ataque rápido con el extremo de la lanza fracturada que tenía punta aunque de madera, dirigida al cuello del Ser.
Maron Martell- Nobleza
Re: Una guerra entre dos hombres (Maron Martell)
La coraza se fue al suelo mientras bailaba alrededor de mi oponente. Sentia un pequeño hilillo de sangre caliente recorrer mi brazo hasta mi codo, donde goteaba traspasando la cota de malla que llevaba dejando manchas en la tierra cada pocos metros. La sangre de un rey dirian algunos, la de un bastardo dirian otros, yo tan solo veia la sangre de un hombre, la de uno que sangraba como el resto. A otro hombre quizas la pequeña herida le hubiese dolido mas pero con el paso de los años y el entrenamiento intensivo a la que mi maestro me habia sometido me habia enseñado a soportar el dolor, a evadirme de el y seguir con el combate mientras los brazos y piernas me respondiesen, no necesitaba de mas.
Mientras continuaba con mi danza alrededor del dorniense por un instante observe mi sangre, no necesitaba de costura, de momento. Me devolvio al combate las palabras de mi contrincante, haciendo que una carcajada algo sombria saliera de mis entrañas cuando termino de hablar. No era el primero que lo hacia y seguramente no seria el ultimo, sabia que tarde o temprano encontraria la espada que me haria caer, la esperaba con ansia y deseo pero no era la lanza del principe. Cada parte de mi cuerpo deseaba que no fuera la suya pues debia vencer a aquel hombre, no me quedaba mayor consuelo que darle muerte y ver en sus ojos desaparecer la vida.
- Muchos hombres lo han hecho ya, aunque sois el primero en reconocerlo – le conteste mientras esquivaba uno de sus golpes con un toque de mi espada. Estaba jugando a algo peligroso pues mas de una vez usaba la espada en vez del escudo, pero todo tenia su sentido – y ahora dejemonos de palabreria, son los actos los que definen al hombre – le dije mientras esperaba a su siguiente ataque con la guardia lista. El hombro sangrante al frente, con el escudo como proteccion y cuando al fin el momento llego, el escudo se interpuso en su golpe al cuerpo y la lanza resbalo hasta su borde, viendo como el principe la redirigia hacia el hombro, una gran jugada, aunque jamas se lo reconoceria.
El acero probo de nuevo el sabor de mi sangre y mis dientes se apretaron con toda la fuerza de mi mandibula. Tome aire y lance un espadazo a la lanza, en la misma zona que llevaba minutos golpeando, partiendo esta en mil pedazos y escuchando como su metalica punta caia al suelo golpeando la arena. Las exclamaciones de los dornienses se escuchaban a mi espalda y los alaridos de animo de mis hombres se mezclaban con las voces dornienses. Aun asi yo no escuche nada, tan solo escuchaba mi respiracion, el sudor resbalando por mi frente, la sangre manar ahora con mas fuerza de mi herida, esta vez si, profunda. La mire de reojo, ahora si que necesitaria puntos y tendria una hermosa cicatriz para el futuro, otro que se habia acercado, pero que no lo conseguiria. Sin su lanza el Martell estaba perdido, ahora comenzaba mi autentico baile.
El dorniense se defendio cual bestia herida atacando con el palo sin punta, aunque de nada le sirvio pues con un potente golpe con el brazo del escudo frene su avance y le di en su brazo. Ahora ya no tenia el mismo alcance y era yo quien manejaba la situacion, sus opciones se habian roto con la lanza. De todos modos preferi no continuar el juego pues yo me iba a debilitar conforme los minutos pasaran y tras golpearle con mi escudo en su ataque y hacer que perdiera la guardia avance. Fueron dos pasos rapidos nada mas, dos pasos en los que tan solo escuche mi respiracion.
Llegado a su lado finte hacia su diestra y salte para ganar la altura necesaria para llegar a la zona que queria. Desde la altura hundi varios centimetros a Fuegoscuro en la carne del principe en un certero golpe en la union de su cuello y su hombro sintiendo como la carne cedia y se rompia al contacto del acero valyrio que durante generaciones habia pertenecido a los reyes de Poniente. La misma espada que ya habia terminado con reyes y hombres, que se habia bañado en la sangre de miles de hombres probaba de nuevo la sangre, esta vez la de un principe de Dorne.
Aun con todo frene mi golpe, detuve el avance de mi espada en el preciso instante en que el tajo era lo suficientemente profundo para evitar que siguiera peleando, pero no para matarlo. Sabia lo que habia detenido mi brazo, la imagen de Daenerys sonriendo era lo que habia salvado la vida del principe de Dorne. Parecia que el tiempo se habia detenido pues me habia visto incapaz de acabar con el hombre que ahora la hacia feliz, ella me habia dado los mejores momentos de mi vida, me habia hecho soñar y ser feliz durante cinco años. Me habia visto incapaz de arrebarte a ella eso, una parte de mi nada mas tocar el suelo queria bañarse con su sangre, saciar la sed de venganza que sentia pero eso no me devolveria a Daenerys ni cambiaria nada. Seria desdichado el resto de mis dias mas no importaba, al menos ella seria feliz.
Solte el aire cuando toque el suelo, girandome con la espada ensangrentada en alto. Mi brazo por un momento quiso cobrar vida propia pero al final, tras un segundo de duda baje el arma. Di un paso hacia atrás y mire a los hombres que con un rictus de pavor me miraban desde el lado dorniense. Todos se habian quedado en silencio, ni mis hombres ni los del principe se atrevieron a moverse en un primer instante. Recorri sus rostros con la mirada, hombre a hombre, no conocia al hombre que acababa de herir con gravedad y no sabia de verdad si debia morir. Lo unico que de verdad sabia es que Daenerys lo queria y yo la amaba lo suficiente como para no arrebarte eso.
- Esta ha sido mi prueba, que los dioses la contemplen y escuchen mis plegarias – o cargare contra ellos si es necesario, un hombre perdido era mas peligroso que un dragon. Mis palabras sonaron en voz baja, tan solo el principe las podia haber oido, si es que aun tenia fuerzas para ello. Despues volvi a coger aire y mire a los dornienses - ¡recoged a vuestro principe y sanadlo! ¡Llevadlo a su hogar y que tenga una larga vida! - les dije a la par que dos de mis hombres, viejos amigos mios se acercaron a mi – ¡el dragon negro se la perdona! Que no la desperdicie - finalice antes de girarme hacia mis hombres y mirarlos con la seriedad que me habia caracterizado los ultimos veces. Habia vencido, pero nada me devolvia la felicidad, ni vencer al hombre por el que me habian apuñalado el corazon – traed a los sanadores y que ayuden si fuera necesario al principe, esa herida no sanara en poco tiempo, si es que lo hace – les dije caminando hacia mis hombres mientras los sanadores se iban acercando a mirar mi herida en el hombro.
Cogi un odre de vino y bebi un largo trago, casi se me antojaba buena idea partir al Norte, atravesar el muro y congelarme en las tierras del largo invierno, asi al menos el dolor se pasaria. Mis fuerzas flaqueaban en mi interior y lo sabia bien, no era por el combate. Volvi a beber mientras el sanador soltaba la cota de malla de mi hombro y vertia vinagre en la herida. El escudo habia caido al suelo y la espada la sostenia en la mano aun, mirando su filo ensangrentado. Mi unica y eterna compañera, aun no habia llegado nuestro dia, pero pronto, esperaba que pronto apareciese el elegido.
Mientras continuaba con mi danza alrededor del dorniense por un instante observe mi sangre, no necesitaba de costura, de momento. Me devolvio al combate las palabras de mi contrincante, haciendo que una carcajada algo sombria saliera de mis entrañas cuando termino de hablar. No era el primero que lo hacia y seguramente no seria el ultimo, sabia que tarde o temprano encontraria la espada que me haria caer, la esperaba con ansia y deseo pero no era la lanza del principe. Cada parte de mi cuerpo deseaba que no fuera la suya pues debia vencer a aquel hombre, no me quedaba mayor consuelo que darle muerte y ver en sus ojos desaparecer la vida.
- Muchos hombres lo han hecho ya, aunque sois el primero en reconocerlo – le conteste mientras esquivaba uno de sus golpes con un toque de mi espada. Estaba jugando a algo peligroso pues mas de una vez usaba la espada en vez del escudo, pero todo tenia su sentido – y ahora dejemonos de palabreria, son los actos los que definen al hombre – le dije mientras esperaba a su siguiente ataque con la guardia lista. El hombro sangrante al frente, con el escudo como proteccion y cuando al fin el momento llego, el escudo se interpuso en su golpe al cuerpo y la lanza resbalo hasta su borde, viendo como el principe la redirigia hacia el hombro, una gran jugada, aunque jamas se lo reconoceria.
El acero probo de nuevo el sabor de mi sangre y mis dientes se apretaron con toda la fuerza de mi mandibula. Tome aire y lance un espadazo a la lanza, en la misma zona que llevaba minutos golpeando, partiendo esta en mil pedazos y escuchando como su metalica punta caia al suelo golpeando la arena. Las exclamaciones de los dornienses se escuchaban a mi espalda y los alaridos de animo de mis hombres se mezclaban con las voces dornienses. Aun asi yo no escuche nada, tan solo escuchaba mi respiracion, el sudor resbalando por mi frente, la sangre manar ahora con mas fuerza de mi herida, esta vez si, profunda. La mire de reojo, ahora si que necesitaria puntos y tendria una hermosa cicatriz para el futuro, otro que se habia acercado, pero que no lo conseguiria. Sin su lanza el Martell estaba perdido, ahora comenzaba mi autentico baile.
El dorniense se defendio cual bestia herida atacando con el palo sin punta, aunque de nada le sirvio pues con un potente golpe con el brazo del escudo frene su avance y le di en su brazo. Ahora ya no tenia el mismo alcance y era yo quien manejaba la situacion, sus opciones se habian roto con la lanza. De todos modos preferi no continuar el juego pues yo me iba a debilitar conforme los minutos pasaran y tras golpearle con mi escudo en su ataque y hacer que perdiera la guardia avance. Fueron dos pasos rapidos nada mas, dos pasos en los que tan solo escuche mi respiracion.
Llegado a su lado finte hacia su diestra y salte para ganar la altura necesaria para llegar a la zona que queria. Desde la altura hundi varios centimetros a Fuegoscuro en la carne del principe en un certero golpe en la union de su cuello y su hombro sintiendo como la carne cedia y se rompia al contacto del acero valyrio que durante generaciones habia pertenecido a los reyes de Poniente. La misma espada que ya habia terminado con reyes y hombres, que se habia bañado en la sangre de miles de hombres probaba de nuevo la sangre, esta vez la de un principe de Dorne.
Aun con todo frene mi golpe, detuve el avance de mi espada en el preciso instante en que el tajo era lo suficientemente profundo para evitar que siguiera peleando, pero no para matarlo. Sabia lo que habia detenido mi brazo, la imagen de Daenerys sonriendo era lo que habia salvado la vida del principe de Dorne. Parecia que el tiempo se habia detenido pues me habia visto incapaz de acabar con el hombre que ahora la hacia feliz, ella me habia dado los mejores momentos de mi vida, me habia hecho soñar y ser feliz durante cinco años. Me habia visto incapaz de arrebarte a ella eso, una parte de mi nada mas tocar el suelo queria bañarse con su sangre, saciar la sed de venganza que sentia pero eso no me devolveria a Daenerys ni cambiaria nada. Seria desdichado el resto de mis dias mas no importaba, al menos ella seria feliz.
Solte el aire cuando toque el suelo, girandome con la espada ensangrentada en alto. Mi brazo por un momento quiso cobrar vida propia pero al final, tras un segundo de duda baje el arma. Di un paso hacia atrás y mire a los hombres que con un rictus de pavor me miraban desde el lado dorniense. Todos se habian quedado en silencio, ni mis hombres ni los del principe se atrevieron a moverse en un primer instante. Recorri sus rostros con la mirada, hombre a hombre, no conocia al hombre que acababa de herir con gravedad y no sabia de verdad si debia morir. Lo unico que de verdad sabia es que Daenerys lo queria y yo la amaba lo suficiente como para no arrebarte eso.
- Esta ha sido mi prueba, que los dioses la contemplen y escuchen mis plegarias – o cargare contra ellos si es necesario, un hombre perdido era mas peligroso que un dragon. Mis palabras sonaron en voz baja, tan solo el principe las podia haber oido, si es que aun tenia fuerzas para ello. Despues volvi a coger aire y mire a los dornienses - ¡recoged a vuestro principe y sanadlo! ¡Llevadlo a su hogar y que tenga una larga vida! - les dije a la par que dos de mis hombres, viejos amigos mios se acercaron a mi – ¡el dragon negro se la perdona! Que no la desperdicie - finalice antes de girarme hacia mis hombres y mirarlos con la seriedad que me habia caracterizado los ultimos veces. Habia vencido, pero nada me devolvia la felicidad, ni vencer al hombre por el que me habian apuñalado el corazon – traed a los sanadores y que ayuden si fuera necesario al principe, esa herida no sanara en poco tiempo, si es que lo hace – les dije caminando hacia mis hombres mientras los sanadores se iban acercando a mirar mi herida en el hombro.
Cogi un odre de vino y bebi un largo trago, casi se me antojaba buena idea partir al Norte, atravesar el muro y congelarme en las tierras del largo invierno, asi al menos el dolor se pasaria. Mis fuerzas flaqueaban en mi interior y lo sabia bien, no era por el combate. Volvi a beber mientras el sanador soltaba la cota de malla de mi hombro y vertia vinagre en la herida. El escudo habia caido al suelo y la espada la sostenia en la mano aun, mirando su filo ensangrentado. Mi unica y eterna compañera, aun no habia llegado nuestro dia, pero pronto, esperaba que pronto apareciese el elegido.
Daemon Fuegoscuro- Nobleza
Re: Una guerra entre dos hombres (Maron Martell)
Los golpes se sucedían uno tras otro, imparables e inagotables, o hacía algo para cambiar su situación o su corta vida terminaría allí mismo, por una estúpida frontera y la bravuconería de dos señores venidos a menos.
Maron daba vueltas sobre sí mismo, deteniendo los golpes, devolviéndolos cuando podía, se iba cansando y aunque su enemigo no paraba de sangrar, sus movimientos tampoco se detenían. Sin su lanza el Martell estaba venido y lo peor de todo es que ambos lo sabían.
De repente le vio venir directo hacia él, era un ataque suicida tenía sus defensas vendidas, Maron vio la oportunidad perfecta pero en un gesto que el sureño no se esperaba, su oponente fintó y cuando quiso darse cuenta caía hacía el con la espada por delante, fue un abrir y cerrar de ojos.
Sintió como aquel oscuro y frío acero desgarraba la carne, su interior y cómo brotaba la tibia sangre por el corte recién hecho, estaba muerto...
No, algo... no entendía muy bien qué, había detenido al Fuegoscuro, pero el dolor indescriptible le impedía pensar con claridad, ¿Qué le dolía más, la herida, o el orgullo? Daba igual había sido derrotado, y la herida se lo llevaría, o quizás lo harían las fiebres que seguro tendría después.
Dany…
Cayó de rodillas al suelo y lo siguiente que notó era la arena que poco a poco se teñía con el charco que su sangre formaba, ese sabor metálico en la comisura de los labios. Maron quería decir algo, ecirle que lo rematara, que no tuviera piedad, él no la habría tenido, aquello era humillante, tenía que acabar lo que había empezado, delante de sus hombres perdonarle la vida sin más era un auténtico insulto. Intentó pronunciar las palabras pero sólo logró escupir una mancha sanguinolenta.
Lo volvería a ver, si sobrevivía, y la situación sería diferente, pero Maron no sería clemente con él. Y mucho menos le humillaría, le daría la muerte digna que todo guerrero merece, en combate, no en una cama por las heridas de éste. Con testigos, un final glorioso que nadie negaría. Daemon quizás creyendo que hacía un buen gesto, le estaba castigando.
Agonizando, alcanzó a ver los pasos de Daemon alejarse mientras decía algo que no lograba entender, su vista se fue oscureciendo unos instantes hasta que se desmayó a causa del dolor o de la pérdida de sangre.
Maron daba vueltas sobre sí mismo, deteniendo los golpes, devolviéndolos cuando podía, se iba cansando y aunque su enemigo no paraba de sangrar, sus movimientos tampoco se detenían. Sin su lanza el Martell estaba venido y lo peor de todo es que ambos lo sabían.
De repente le vio venir directo hacia él, era un ataque suicida tenía sus defensas vendidas, Maron vio la oportunidad perfecta pero en un gesto que el sureño no se esperaba, su oponente fintó y cuando quiso darse cuenta caía hacía el con la espada por delante, fue un abrir y cerrar de ojos.
Sintió como aquel oscuro y frío acero desgarraba la carne, su interior y cómo brotaba la tibia sangre por el corte recién hecho, estaba muerto...
No, algo... no entendía muy bien qué, había detenido al Fuegoscuro, pero el dolor indescriptible le impedía pensar con claridad, ¿Qué le dolía más, la herida, o el orgullo? Daba igual había sido derrotado, y la herida se lo llevaría, o quizás lo harían las fiebres que seguro tendría después.
Dany…
Cayó de rodillas al suelo y lo siguiente que notó era la arena que poco a poco se teñía con el charco que su sangre formaba, ese sabor metálico en la comisura de los labios. Maron quería decir algo, ecirle que lo rematara, que no tuviera piedad, él no la habría tenido, aquello era humillante, tenía que acabar lo que había empezado, delante de sus hombres perdonarle la vida sin más era un auténtico insulto. Intentó pronunciar las palabras pero sólo logró escupir una mancha sanguinolenta.
Lo volvería a ver, si sobrevivía, y la situación sería diferente, pero Maron no sería clemente con él. Y mucho menos le humillaría, le daría la muerte digna que todo guerrero merece, en combate, no en una cama por las heridas de éste. Con testigos, un final glorioso que nadie negaría. Daemon quizás creyendo que hacía un buen gesto, le estaba castigando.
Agonizando, alcanzó a ver los pasos de Daemon alejarse mientras decía algo que no lograba entender, su vista se fue oscureciendo unos instantes hasta que se desmayó a causa del dolor o de la pérdida de sangre.
Maron Martell- Nobleza
Re: Una guerra entre dos hombres (Maron Martell)
Habia llegado el peor momento de los duelos, curar las heridas. Habia habido un puñado de hombres en el mundo que habian podido herirme en un duelo y Maron Martell iba a entrar en ese selecto grupo. Lo iba a hacer por la puerta de atrás pues habia combatido con lanza y no sabia aun si aceptaria publicamente que era un gran guerrero. Por un momento lo mire, atendido por algunos de mis sanadores y los suyos propios, aquel hombre podia llegar a ser un gran guerrero, uno de los que pasa a la historia, pero para eso aun quedaba mucho, mucho tiempo. Ademas era bastante facil que la herida se infectase y muriera en unas semanas por las fiebres y la infeccion extendida por su cuerpo. Eso seria cosa de los dioses, yo habia perdonado su vida, aunque siendo sinceros Daenerys lo habia salvado.
Volvi a la realidad cuando el curandero clavo el acero en mi carne, estaba curando la herida que el Martell me habia infligido despues de sanarla y lo mire con rabia. Por suerte estaba en una buena zona y no me impediria demasiado mover el brazo, doleria unos dias y despues pasaria. Aun asi me quede alli parado junto a mi viejo amigo, el caballo que Daenerys me habia regalado y al que en ocasiones muy contadas llamaba por el nombre que le habia puesto. Con mi mano libre aferraba mi espada apoyada contra el suelo con fuerza para no pegar al sanador, sabia que lo hacia por mi bien pero eso no impedia que quisiera golpearle hasta hacerlo sangrar.
Al final, tras un largo suspiro limpie la espada y la envaine mientras el curandero terminaba de remendar mi hombro. Cogi el odre de vino y bebi mientras los jinetes se acercaban ahora si para felicitarme. Los aparte de mi como si hubieran sido moscas en mi camino, no tenia ganas de celebrar nada, solo queria largarme de alli. Si me quedaba un parte de mi al final venceria a la otra y me acercaria al principe, le abrira el pecho y extraeria su corazon aun caliente para aplastarlo bajo mi bota, cosa que no debia hacer, no asi.
- Hombres del Dominio, partimos ya – dije mirando a los sanadores que se afanaron en recoger sus cosas mientras los dornienses tomaba los relevos y terminaban de curar al principe Maron Martell. Yo por mi parte pase a su lado, montado sobre mi semental hasta quedarme frente a sus hombres y mirarlos – os doy una jornada para salir del Dominio, mañana os quiero lejos de las tierras de los Tyrell – les dije dandome media vuelta antes de dejarles contestar, cosa que sabia no harian. Acababa de vencer y perdonar la vida a su principe, debian estar agradecidos pues no tenian que volver con el deshonor de haber dejado que lo mataran.
Volvi a la realidad cuando el curandero clavo el acero en mi carne, estaba curando la herida que el Martell me habia infligido despues de sanarla y lo mire con rabia. Por suerte estaba en una buena zona y no me impediria demasiado mover el brazo, doleria unos dias y despues pasaria. Aun asi me quede alli parado junto a mi viejo amigo, el caballo que Daenerys me habia regalado y al que en ocasiones muy contadas llamaba por el nombre que le habia puesto. Con mi mano libre aferraba mi espada apoyada contra el suelo con fuerza para no pegar al sanador, sabia que lo hacia por mi bien pero eso no impedia que quisiera golpearle hasta hacerlo sangrar.
Al final, tras un largo suspiro limpie la espada y la envaine mientras el curandero terminaba de remendar mi hombro. Cogi el odre de vino y bebi mientras los jinetes se acercaban ahora si para felicitarme. Los aparte de mi como si hubieran sido moscas en mi camino, no tenia ganas de celebrar nada, solo queria largarme de alli. Si me quedaba un parte de mi al final venceria a la otra y me acercaria al principe, le abrira el pecho y extraeria su corazon aun caliente para aplastarlo bajo mi bota, cosa que no debia hacer, no asi.
- Hombres del Dominio, partimos ya – dije mirando a los sanadores que se afanaron en recoger sus cosas mientras los dornienses tomaba los relevos y terminaban de curar al principe Maron Martell. Yo por mi parte pase a su lado, montado sobre mi semental hasta quedarme frente a sus hombres y mirarlos – os doy una jornada para salir del Dominio, mañana os quiero lejos de las tierras de los Tyrell – les dije dandome media vuelta antes de dejarles contestar, cosa que sabia no harian. Acababa de vencer y perdonar la vida a su principe, debian estar agradecidos pues no tenian que volver con el deshonor de haber dejado que lo mataran.
Daemon Fuegoscuro- Nobleza
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