La Rebelión De Los Fuegoscuro
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Mensaje por Aelinor Targaryen Jue Mayo 09, 2013 8:30 pm

En muchas ocasiones, seis meses parecen ser un lapso de tiempo pequeño, apenas el necesario para que unos pocos cambios se sucedan en la vida de una persona. Pero en seis meses, precisamente, una avalancha de cambios tan grande e insulsa se había ido encima de Aelinor que su mente simplemente no había podido soportarlo. Un día, hacia finales del duodécimo mes del año anterior, la joven de cabellos platinados se dirigió a la habitación de su madre. Un par de guardias, apostados a la entrada, le habían impedido pasar, añadiendo que eran órdenes de la Princesa Sarella Nymeros Martell. Y desde entonces era poco lo que ella podía recordar. El ostracismo del que sólo Myriah la había logrado sacar cuando el primero de sus pequeños había volado lejos de ella se repitió, sólo que ahora lo hacía con una intensidad desmesurada, inclusive teniendo en cuenta que ella solía salirse de los estándares. Lo que antes le provocaba sonrisas, como sus pequeños sobrinos y su prima Martell, ahora no lo lograba. Habían llegado hacia el inicio del año desde Bondadivina, y a pesar de los múltiples intentos del maestre y de su tía por reanimarla, no lo habían logrado. Ni siquiera la vivaz Liria que a todos encantaba había logrado sacar del estupor a esa prima suya que tanto se le parecía... Que era la única en ese palacio que se le parecía.

¿Cómo habían pasado esos meses en la mente de Aelinor? En blanco. Comía porque Dullah de forma constante le llevaba el plato a sus aposentos y la cuchara hasta sus labios, logrando que se tragara algo de ese caldo que hacían en las cocinas de Lanza del Sol, porque no, no masticaba. Dullah era quien la bañaba y peinaba sus cabellos platinados hasta dejarlos tan brillantes como un espejo. Era ella quien escogía los vestidos que llevaba día a día y se los ponía, tan sólo para verla contemplar las dunas por días enteros a través de su ventana. Porque eso era lo único que hacía desde que habría los ojos hasta que los volvía a cerrar, ya bien entrada la madrugada: Miraba las dunas desérticas, siempre presentes y siempre cambiantes, y así como ella las miraba, estas se reflejaban en sus iris color violeta. La expresión en su cara era de un vacío tan terrible que nadie era capaz de mirarla por algo más que unos segundos, ni siquiera la fiel y constante Dullah. Su estado de apatía era tal que si por algún motivo la sirviente hubiese dejado de darle de comer habría muerto de inanición. Se encontraba en una patria que era la de sus ancestros, pero que no era la suya. Había una guerra allí, en su patria, en la que su familia parecía ir perdiendo terreno, pues la mayoría se había puesto del lado del traidor. Sus hermanos estaban todos lejos, e inclusive uno había sido tratado como traidor por su propio padre. Y entonces, de repente, le era negada la entrada a los aposentos de su madre, esa que solía peinar sus largos cabellos mientras la cabeza amenazaba con explotar sobre el cuello de Aelinor. ¿Quién podría soportar eso? Pues bien, ella no.

Sin embargo, poco a poco la niebla que la tenía en ese letargo empezó a disiparse. Primero dejó de mirar las dunas para mirar los ojos color castaño cálido de Dullah y tomar por sí misma la cuchara para alimentarse. Al día siguiente, aunque seguía sin hablar, fue ella quien escogió el vestido que llevaría puesto, aunque no se levantó del sillón que daba a la ventana del desierto. Hacia el tercer o cuarto día apareció Sarella, aunque aún la Targaryen no se encontraba lo suficientemente bien como para entablar una conversación con su enérgica tía. Luego le trajeron a los pequeños, a Nymeria, Aemon y a Liria. Sólo entonces sus labios se movieron un poco, tan poco que de no haber permanecido inexpresiva por los últimos seis meses nadie lo habría notado. Pero lo hicieron, y una de las comisuras se elevó un par de milímetros arrugando apenas la marmórea piel de la joven de veinte años que parecía ahora inclusive menor gracias al peso que había perdido y la orfandad palpable en sus ojos violáceos, tan parecidos a los de la pequeña heredera al trono de Dorne. Ese, ese era el atisbo de una sonrisa.

Había pasado una semana desde entonces. La niebla seguía disipándose, tanto así que hasta la misma Aelinor se descubrió prestando atención a las palabras de los otros. Hacía unos dos días había salido por primera vez de sus aposentos desde que iniciara el ostracismo, meses atrás. Las piernas, delgadas como nunca habían estado, apenas la sostenían, y eso gracias a la incansable Dullah que se había encargado de ejercitarla mientras se encontraba postrada en cama. Ahora daba pequeños paseos del brazo con ella, y aunque no hablaba, al menos escuchaba. Y por lo que escuchaba, su madre seguía prisionera en su propia habitación de soltera. Aquello la desanimó, pero no quiso volver a caer. "A ella no le gustaría que volviera a caer", se dijo con fortaleza, esa que la sangre de dragón y la de los desiertos debían infundirle -Vamos a la guardería, Dullah- susurró, notando como ella la miraba con ojos sorprendidos. Era la primera vez que hablaba en meses. Y allí estaban, minutos después, con la joven Targaryen sentada en el suelo junto a sus sobrinos, Nymeria y Aemon y su prima, Liria, que jugaban entre ellos y con las telas vaporosas del vestido Aelinor, quien, de nuevo, sonreía.


Última edición por Aelinor Targaryen el Lun Mayo 13, 2013 12:51 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Sarella Martell Vie Mayo 10, 2013 9:53 am

Cinco meses. Cinco meses habían transcurrido desde que recibiera ese cuervo envenenado. Quería mantener la esperanza de que su príncipe siguiera con vida, ¿pero y si...? No, mejor no pensarlo.

Cinco meses habían transcurrido ya desde que tomara presos a todos los Targaryen y sus vasallos que se encontraban en ese desdichado momento en Lanza del Sol, incluida su propia hermana, a la que seguía culpando de todo lo ocurrido. No había vuelto a verla desde que la encerrara en sus aposentos. De hecho, ella no había vuelto a ver a nadie más que a los carceleros y a Maise. La chiquilla la mantenía informada de las pocas novedades que acontecían en aquella habitación: al fin y al cabo, Myriah no podía hacer mucho más que ir de su cama a la ventana y de la ventana a su cama, pedir inútilmente desde la puerta que la sacaran de allí e intentar recibir alguna noticia del el exterior. No había dicho nada relevante, y no necesitaba conocer los detalles de como la desesperación de la Reina caída iba en aumento: era una traidora, pero al fin y al cabo era su hermana, y le dolía tenerla retenida... hasta que recordaba a Olyvar. Solo de pensar que... la mataría, sin dudarlo la mataría. A ella y a todos. A todos, excepto...

Maise había hecho buenas migas con una tal Dullah que al parecer era la doncella personal de su sobrina Aelinor. A Sarella le costaba reunir fuerzas para enfrentarse a la joven cuya madre tenía a expensas de decapitar si su tío no volvía. Utilizaba a Maise, que a su vez utilizaba a Dullah, para saber cómo estaba, y la información que le daban no era precisamente halagüeña: a la pequeña dragona se le apagaba el fuego por momentos, y empezaba a abultar menos que la propia Maise. Se le partía el corazón de pensarlo, pero la máscara de dureza e impasividad que llevaba puesta durante los últimos meses le impedía demostrarlo.

Esa mañana, al volver a su alcoba tras el desayuno, vio una notita al lado de su almohada:

Buestra sobrina a salido de la abitazion. Me lo a dicho dula.

La caligrafía y la ortografía eran casi grotescas, pero al menos Maise empezaba a poder comunicarse por medio de la tinta. Cuando llegó a Lanza del Sol no sabía leer ni escribir. No son habilidades que necesite tener una doncella, pero uno de los pajaritos favoritos de la Princesa de Dorne no es una doncella cualquiera. Con la excusa de los bordados, había intentado hacer a la pequeña aprender a leer y escribir algunas palabras. Nadie esperaba que supiera hacerlo, y esto era incluso más útil que la habilidad en sí.

Dio un paseo por el patio... pero no vio a nadie. Se recorrió el castillo: el comedor, la biblioteca, incluso las salas de reuniones... nada. Quería que su encuentro fuera aparentemente fortuito, que no pareciera que la estaba buscando... Al fin y al cabo, tampoco sabía bien qué decir. De repente, supo donde podía encontrarla.

Y allí estaba. Los bebés eran las únicas personas que podían ser felices en esos momentos tan duros, por eso tenía cierta lógica que la triste Aelinor se encontrase allí. Diligente, se acercó a ella. Sobrina. La joven la miró con ojos violáceos, tristes, que provocaron en Sarella una sensación de vacío en el estómago. Creo que es hora de que tratamos... ciertos temas... Dijo sin modular el semblante serio. Al mirar a su alrededor se percató de que hasta los bebés parecían estar observándola. Pasemos a un lugar más privado, por favor.
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Mensaje por Aelinor Targaryen Vie Mayo 10, 2013 10:12 pm

Entre las risas y los gorgojeos de los pequeños, lo último que Aelinor esperaba escuchar era la voz de un adulto. Sí, Dullah seguía junto a ella, pero lo hacía como si de una sombra se tratase, una sombra que se materializaba en forma de persona cuando era llamada, más no antes. Por eso le sorprendió escuchar una voz que en nada se parecía a la de su criada, una voz con un matiz autoritario, a pesar de sonar amable. Una voz que solía estar movida por la alegría en otro tiempo, tanto tiempo... Quizá demasiado. Habían pasado cinco, seis meses quizá, pero se habían hecho largos como un tormento. Habían sido un tormento, un tormento del cual no guardaba muchas memorias. ¿Quién sabe? Sonrió con dulzura a la pequeña Nymeria de cabellos azabache antes de alzar sus ojos violáceos. "La tía Sarella", se dijo mentalmente. Sus pensamientos iban algo más lentos de lo normal, así como sus movimientos... Pues tanto como se había desacondicionado su cuerpo con el ostracismo, también lo había hecho su mente -Tía- dijo, simplemente. Nymeria haló un mechón del cabello platinado de Aelinor quien volvió a fijar su atención en ella. La cargó, dejándola de nuevo sobre las alfombras que cubrían el suelo por el que gateaban sus sobrinos y su prima, que ahora jugaba con Aemon.

Volvió a mirar a Sarella mientras se levantaba del suelo. Inclusive aquel simple movimiento la había dejado exhausta, pero no pensaba demostrarlo. En su lugar se veía la majestuosidad de los movimientos que solía tener la Aelinor de antes, aunque parecía casi una parodia el ver ese movimiento en ese cuerpo tan delgado, casi inexistente entre los pliegues de la tela del vestido -Como mejor te parezca- dijo, sintiendo como si su voz no viniera de ella sino de la garganta de alguien más. Dullah la miró con mil interrogantes en la mirada, como preguntándose si debía seguirla y evitar que la quebraran en mil pedazos con una palabra mal dicha. Pero Sarella no haría eso, Aelinor lo sabía. Debía haber tenido un motivo muy, muy, muy bueno como para encerrar a su madre, porque para la Martell la familia era sagrada. Y ellas eran familia -Quédate con los niños, Dullah- dijo, y aunque la criada lo hizo, sentándose en un banco junto a los pequeños, Aelinor sabía que la encontraría apostada en la puerta del lugar al que se dirigiese con Sarella. ¿Cómo lo hacía? Desde pequeña se lo había preguntado, pues Tullah, la criada de su madre, solía tener la misma propiedad. Un débil suspiro abandonó sus labios mientras se daba media vuelta y caminaba hacia fuera de la guardería.

"Preferiría estar con los bebés", pensó. Con ellos no debía hablar, no debía pretender que estaba bien y que todos habían sido razonables, sabiendo que nadie puede ser razonable en una guerra. Guerra que sólo los Siete sabrían hasta cuando duraría... Quiso volver a encerrarse en sí misma para protegerse del ambiente adverso, pero no se lo permitió. Debía ser fuerte, por su madre debía serlo. Caminaba con lentitud junto a Sarella, esa Sarella tan diferente a la que conocía, tan sosegada... Como si el tener Lanza bajo su mando le hubiese añadido unas cuantas toneladas de peso encima de los hombros y de las mejillas, que ya no mostraban esa amplia sonrisa de antaño. No la culpaba, tampoco ella se sentía como para sonreír al mundo... Sólo podía sonreírle a los pequeños. Y a Myriah, si pudiera verla. Entraron por una de las muchas puertas tras caminar por algunos de los muchos pasillos, y se encontró a sí misma junto a su tía en una habitación que parecía una biblioteca. "Donde Mae nos habló del Baratheon..." recordó la joven, frunciendo un poco el gesto con dolor. Hacía tanto tiempo no sabía de ninguno de sus hermanos... Y le dolía en el alma no saberlo -Ojalá Mae pudiera venir a verlos... Han crecido tanto- susurró, aunque sabía que su tía la había escuchado. "Y Bae también", pensó, aunque probablemente su padre no lo dejaría. "Y papá... debería conocer a sus nietos", añadió la voz en su cabeza, sin saber que esos tres en los que pensaba los habían dado por muertos. "Inclusive Aerys y Rhaegel deberían venir, también son sus tíos..."

Sarella se había sentado, por lo que Aelinor la imitó. Algo en su mente le decía que los asuntos dejarían su aletargada mente más revuelta de lo que debía, pero no podía dilatar más el asunto. Había estado aplazando esa conversación por cinco meses, casi seis, desde que se encerrara en sí misma buscando esa protección que el ostracismo le había dado. Pero ya era hora de salir... Ya era hora -Dices que debemos tratar ciertos temas- inició la conversación ella, sabiendo que mientras más rápido acabaran más rápido se iría el dolor. Bueno, eso esperaba -Aunque me extraña lo seria que estás, tía- comentó, sabiendo que probablemente sus palabras serían devueltas, pues también ella estaba más rara aún que de costumbre -Supongo que no son buenos tiempos para nadie...- añadió, con la voz hecha un hilillo apenas audible, aunque su expresión no cambió mayor cosa.
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Mensaje por Sarella Martell Sáb Mayo 11, 2013 8:35 am

Lanzó una mirada inquisidora a la tal Dullah. En su rostro se veía perfectamente que no confiaba en dejar a Aelinor con Sarella sola. "Si tanto adoras a tu señora, podrías cuidarla un poco mejor", le dieron ganas de decirle. Solo con ver a la joven se podía predecir que Sarella no sería precisamente el mayor de los peligros que la rodeaban: Estaba verdaderamente raquítica. Parecía que se la iba a llevar un soplo de aire. Por eso mismo, la princesa, que tenía pensado llevar a la chica al luminoso patio de la fuente, decidió que sería más conveniente resguardarla dentro del palacio, no fuera a darle un desmallo por el calor.

El camino fue tenso, largo. Sarella no modificó ni un ápice su semblante sereno y serio, aunque en su interior se muriera de ganas de abrazar a su sobrina. Llegaron a una de las salas de reuniones de la fortaleza, la más acogedora. Tras oír la reacción de su sobrina al entrar en esta, una punzada de dolor recorrió su cuerpo. Su apuesto sobrino había perecido en la guerra, dejando una viuda y dos bebés desamparados. "Maekar... Recordaba la conversación que tuvo con él junto a la fuente como si apenas hubiera transcurrido hace unos minutos. Y hacía ya tanto tiempo... Sí... ojalá estuviera... No sabía si su sobrina conocía todo lo acontecido en la guerra, o si lo sabía pero no lo quería creer. De cualquier manera, no era el momento de dar una noticia así, ni por las circunstancias ni por su salud.

Se sentó en uno de los sillones y puso otro a su lado. Siéntate, por favor. Y eso hizo... y ahora, ¿qué? Respiró hondo mientras pensaba como continuar, pero su sobrina se le adelantó. No, no son buenos tiempos.

Aelinor, iré al grano. Creo que debes saber por qué encerré a Myriah en sus habitaciones.
La miró a los ojos. Créeme que esta situación es a mí a quien más duele. Myriah es mi hermana... pero Olyvar también. Necesitas saber la verdad, sobrina, pero te advierto que es dolorosa:

Tus tíos fueron a la guerra por vosotros Aelinor, por tu familia, por tus padres. Ellos nos traicionaron. Olyvar fue a la guerra por Myriah y ella lo vendió a unos piratas que podrían...
Tragó saliva. Creo que estoy yendo demasiado rápido. Tendrás tus dudas. Es normal que no lo entiendas... pero por eso estamos aquí.
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Mensaje por Aelinor Targaryen Lun Mayo 13, 2013 1:16 pm

No, no, Sarella no iba demasiado rápido, sino que era su mente la que iba demasiado lento. "Olyvar ¿qué?", pensó, desconcertada. Su mente empezó a analizar lo que Sarella había dicho palabra a palabra, como intentando armar un rompecabezas que en principio parece tener una lógica nula. Decía que ellos, los Martell, habían ido a la guerra por los Targaryen y hasta donde lograba recordar eso era cierto, pero ¿traición? ¿Olyvar qué? ¿Piratas? "Mamá odia a los piratas", recordó la voz en su cabeza. Lo que Sarella había dicho seguía sin tener ni pies ni cabeza para Aelinor, quien pestañeó un par de veces más -No es cuestión de velocidad- la tranquilizó mientras seguía intentando entender. Ella lo vendió a unos piratas... ¿Quién era ella? Porque por sintaxis y gramática, "ella" era Myriah, pero por lo que Aelinor conocía de su madre... Suspiró, meneando la cabeza de un lado a otro.

Vió como Sarella no le quitaba los ojos de encima. Seguro que su imagen no era la mejor, pero definitivamente no la había visto en las peores -Lo que dices es imposible, tía- dijo con tanta calma en su voz como vacío en su mirada. Las piezas poco a poco iban cobrando el sentido en su cabeza, pues para Sarella la familia en general era sagrada, pero Olyvar en particular... Eran muy cercanos. Y si sospechaba, si quiera, que la mala suerte de él era culpa de su madre, tenía sentido que la tuviera encerrada, aunque no fuera justo ni necesario -Mamá no utiliza a la familia como moneda de transacción. ¿Tú lo harías?- preguntó con la misma calma en la voz, meneando la cabeza de un lado a otro. No esperó a la respuesta de su tía -Sé que no lo harías. Myriah puede llevar el apellido Targaryen por casamiento, pero jamás lograrían arrancarle el Martell de las entrañas...- razonó, sintiéndose exhausta pues llevaba meses sin hablar tanto, y además, normalmente no solía entonar tantas palabras. Ese era un talento de su madre -Y confía tanto en los Isleños como vosotros lo hacéis, tía. Ella es tan Martell como todos vosotros, y jamás vendería a su hermano a nadie, mucho menos a los Isleños... Porque supongo que con "piratas" te refieres a los hijos del hierro, ¿es verdad?- añadió, sorprendiéndose de como había ido adaptando algo, un poco, de la diplomacia de ella. Ya iba siendo hora.

Se cubrió la boca con una de sus manos, pues tuvo un acceso de tos. Tanto tiempo en cama no era bueno para los pulmones de nadie, ni siquiera para los de una joven de 20 años. Le había faltado el aire al final de sus últimas palabras y el corazón le palpitaba en el pecho, no con furia sino desesperado porque era como si la sangre que bombeaba no fuera suficiente, era el débil aleteo de un pajarillo que intenta volar pero no puede -Disculpa. No me siento tan bien como solía hacerlo- se excusó, pues tampoco quería asustarla. Tomó aire a profundidad -Comprendo si no confías en mi padre, porque creo que no lo haces. No te culpo, pero sí me parece extraño que desconfíes de mamá- dijo con total sinceridad, esperando que su tía no explotara en una de sus famosas rabietas -De tu hermana- añadió. "De la que debería haber ocupado el Trono de la Lanza si no hubieran terminado casándola con papá...", razonó. Ella tendría que haber sido criada para ser la Princesa de Dorne, ¿cómo es que Sarella podría creer que Myriah vendería a Olyvar, o en su defecto, a cualquier dorniense a los hijos del hierro? -Comprendo las razones por las que la tienes encerrada, pero no creo que estés en lo cierto. Quizá el responsable esté más al norte de aquí, y no precisamente en el continente- añadió. De acuerdo a lo que sabía por historia, era más factible que los Isleños, solos, hubiesen decidido tomar rehenes a que su madre los hubiese traicionado. Suspiró, sabiendo que no era capaz de hablar más por el momento, y se recostó en el respaldar del sillón, respirando con dificultad. La anemia estaba matándola, hasta hablar le costaba -No puedo más, perdón- gesticuló, sin lograr emitir voz alguna. Esperaba que su tía hubiese sido capaz de leer sus labios.
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Mensaje por Sarella Martell Dom Mayo 19, 2013 8:16 am

Ojalá. Ojalá fuera imposible. A mí también me pareció imposible en su momento, sobrina, pero mucho me temo que el tiempo ha demostrado que sí lo es. Y no, yo no lo haría, por supuesto que no. "Por Los Siete..." Pero, siento decirte... ¿Cómo decirlo sin que sonara ofensivo? Odiaba a los Targaryen. Odiaba Poniente. Odiaba a su maldito cuñado. Pero no a su sobrina, su dulce Aelinor. Para Sarella, Aelinor y todos sus hermanos eran la excepción al resto de los Targaryen. La excepción a aquello en lo que su hermana parecía haberse convertido. Tu madre parece haberse contagiado de la forma de ser de tu padre, del modo de actuar... Que lo entiendo, claro. "No, no lo entiendo, en la vida lo voy a entender", después de tantos años de matrimonio, lejos de su hogar, es normal que sienta que aquel, en lugar de este, es su hogar "¿normal? y un cuerno normal". Y él no es tan familiar como nosotros... la política y su reino son más importantes...

Por tal de no hacer daño a su sobrina se estaba yendo por las ramas. Efectivamente, Myriah no confiaba en los hombres del hierro. Y eso precisamente hace aún más grave su falta. ¿Por qué dejó a... apretó los dientes ...nuestro hermano, a su familia, a merced de esos piratas? Tomó aire para no asustar a su sobrina. No había llegado a subir el tono, ni quería ni podía enfadarse, pero le hervía la sangre al recordar lo que habrá sido de Olyvar por culpa de... ella. Por supuesto que el crimen lo han cometido ellos, pero si tu madre no les hubiera dado vía libre para hacerlo nunca hubiera ocurrido.

Cuando vio como su sobrina se recostaba en el sillón con los párpados casi caídos, temió por un momento que se hubiera desmayado. Debió notársele en la expresión y el pequeño respingo que pegó, pero cuando la vio mover los labios y parpadear, supo que solo era un gesto más de la debilidad palpable que sufría. Se giró sobre sí misma y estiró un brazo para acercar un bol con frutas que había en la mesa situada tras ella. Necesitas azúcar, sobrina. "Necesitarías un cuerpo nuevo". Toma un poco de fruta, por favor. Le dijo acercándole una pera. Ella aprovechó para comerse también una uva. No le cabría nada más en el estómago.
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Mensaje por Aelinor Targaryen Miér Mayo 22, 2013 7:00 pm

A medida que Sarella iba hablando, Aelinor iba sintiéndose más escéptica. ¿De verdad conocía tan poco a su hermana? Bueno, su tía tenía casi su misma edad, no debía ni siquiera haber nacido cuando su mamá se había casado con su padre. Ahora estaba muy cansada para hacer cuentas, pero creía que así iba la historia. Por supuesto que no la conocía. Myriah visitaba Lanza del Sol cuando le era posible, pero siempre lo debía hacer en función del personaje, de la Reina de los Seis Reinos -Una máscara, tía- susurró, manteniendo la mirada fija en ella. A Myriah se le había pegado tanto de los Targaryen que inclusive hoy seguían llamándola 'la Dorniense' por sus conductas poco típicas del resto del continente -Es una simple máscara. En realidad, ella nunca dejó de ser Martell- afirmó, mientras seguía intentando hacer entrar en razón a Sarella, aunque si se tenía en cuenta lo débil que se sentía y lo fuerte que podía ser su tía...

Y eso precisamente hace aún más grave su falta. La mente de la joven dragona empezó a repasar las palabras con cuidado, desmenuzándolas, intentando descifrarlas. ¿Cómo era posible que Sarella creyera que Myriah tenía decisión en ello? Era una mujer. Su poder dependía de poder infiltrarse en la mente de su padre y hacerle cambiar de opinión, pero eso sucedía cuando ella estaba a su derecha, no cuando estaba a muchas leguas de distancia. De repente lo comprendió, recordó como en Dorne la posición de la mujer valía tanto como la del hombre: La principal diferencia con el resto del continente -En el resto del continente es el hombre quien manda. No todas tenemos la suerte que tenéis las dornienses de hacer lo que se os viene en gana sin mayores consecuencias- dijo, encogiéndose de hombros -Lamentablemente- añadió, desviando la mirada por unos segundos -¿Has hablado con ella al respecto?- preguntó, sintiendo como el aire le faltaba -¿Has corroborado si lo hizo por libre albedrío o sólo porque no debía desafiar la autoridad del rey que los había mandado?- añadió, siendo las últimas palabras apenas un susurro. Suspiró, se recostó y emitió una muda disculpa a su tía.

Pronto, Sarella acercó un bol con frutas y le ofreció una, una pera. Aelinor la vió y deseó poder comérsela, pero hincar el diente allí con lo exhausta que se sentía sería un suicidio. Negó con la cabeza y en lugar de la pera tomó varias uvas entre sus manos níveas, dejándolas sobre su regazo. Esperaba que su tía comprendiera que se debía a que no era capaz de masticar una pera en ese preciso momento. Se metió la primera de las uvas a la boca, sintiendo como esta soltaba el jugo y el sabor dulzón se hacía prominente. Tragó, tomó aire, esperó. Tomó una segunda uva antes de tomar una de las manos de Sarella entre las suyas, comprendía cómo se sentía con Olyvar, pues si ella estaba como estaba de preocupada por sus hermanos y su padre sin haber estado plenamente consciente en los últimos meses, no quería ni imaginar qué habría sido de ella si hubiera estado alerta todo el tiempo, como su tía -¿Han dado noticias de Olyvar?- preguntó en un susurro. Si la respuesta era negativa, tendría que escribir a Pyke, quizá a Keira o a Shiera. No sabía si realmente querría hacerlo pero tendría que, no podía simplemente esperar a que ellos decidieran romper el silencio sobre su tío, aunque para poder hacerlo debía informarse de qué tanto había cambiado el panorama político en aquellos meses de guerra, y en ese momento, Aelinor no alcanzaba ni a imaginarse en sus peores pesadillas cuánto había cambiado. Apretó la mano de Sarella, como infundiéndole ánimos. "Encontraremos la manera de traerlo de vuelta", añadió en su mente.
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Niebla {Sarella Martell} Empty Re: Niebla {Sarella Martell}

Mensaje por Sarella Martell Jue Mayo 23, 2013 5:59 am

Sigue siendo una Martell porque no ha perdido el color de piel, pero la sangre se le ha aguado. Siempre lo tuvo claro: pobre de aquel hombre que, sin ser dorniense, quedase destinado a casarse con ella, pues le haría la vida imposible. Una dorniense no se deja manejar tan fácilmente. Aunque su sobrina había dicho algo en lo que tenía razón. Es cierto que el peso de la mujer no es el mismo aquí que en... Poniente. Cada día pronunciaba la palabra con más asco. Y el hombre es el que tiene la última palabra. "Y la primera, y todas". Pero como bien dices, tu madre es una dorniense. Y como bien dices, para hacer cambiar de opinión a tu padre tiene que estar a su lado. ¿Qué hacía aquí? Debió haber partido corriendo junto a él en el momento en que comenzó una guerra. Puede que suene raro, pero hubiera manejado el destino de Dorne mucho mejor desde fuera que desde dentro, a la vista está. Empezaba a sentirse mal con todo lo que estaba diciendo. No por Myriah, ni por ella, sino por Aelinor. No era justo que dejara a su madre por los suelos delante suya, pero menos justo era que permitiera que quedara ciega toda su vida.

Hablé con ella, por supuesto. ¿Tan cruel la consideraban como para encerrar a su propia hermana sin pedir siquiera explicaciones? ¿Es que nadie se daría cuenta nunca de que a quien más había dolido esa decisión era a ella? Su hermana Myriah, a quien siempre tuvo idolatrada, de quien se le llenaba la boca diciendo que era Reina, estaba presa por orden suya. Y si se había visto obligada a tomar esa decisión es porque mandó a su príncipe a la... a un destino en el que prefería no pensar. Me dijo que no estaba de acuerdo con la decisión que había tomado tu padre. Me dijo que tenía a Baelor a expensas de un juicio, cuyas dos opciones eran la muerte o el Muro. Era consciente de todo eso, y debía ser consciente de que las cosas hubieran sido muy diferentes de haber estado allí para impedírselo. Pero se quedó aquí. Se quedó, me miró a los ojos y me dijo que no confiaba en los Greyjoy cuando Olyvar ya estaba con ellos en mitad del mar. Tomó la mano de su sobrina. Aelinor... No te he traído aquí para que odies a tu madre. Entiendo que quieras defenderla, yo misma he intentado defenderla para mis adentros, convencerme a mí misma de que debía dejarla libre... pero no puedo. Solo quiero que conozcas mis motivos. Se acercó más a ella y le dijo en voz baja, como si alguien las estuviera oyendo. Yo no quiero hacerle daño a tu madre, querida. Miró al suelo. Pero si a tu tío le pasase algo, a su hermano... Volvió a ponerse en su sitio. Creyó que con esa frase era suficiente para entender lo que en realidad quería decir. "Nunca se lo perdonaré". Le parecía demasiado duro pronunciarlo delante de la hija de la persona de la que hablaba con tanto rencor, aunque el contexto de lo que narraba no dejaba lugar a dudas.

Seguía masticando la uva cuando su sobrina hizo la pregunta. Esa pregunta que hubiera preferido no tener que oír jamás, y menos tener que responder. Dejó de masticar por un momento, con la vista clavada al suelo. Tragó y dijo con voz quebrada. No. Puso el racimo de uvas en manos de su sobrina y se giró para volver a colocar el cuenco de frutas en la mesa, momento que aprovechó para recomponer un rostro que empezaba a mostrar que no era tan dura como parecía.
Sarella Martell
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Mensaje por Aelinor Targaryen Vie Mayo 31, 2013 1:07 pm

Aelinor miró a su tía casi sin comprender las últimas palabras. "Si a tu tío le pasase algo, a su hermano..." Aunque sus palabras se habían medido, su mirada destilaba un rencor que parecía increíble si se tenía en cuenta que Sarella hablaba de su hermana. ¿De verdad creía que habría sido tan fácil volver a Desembarco cuando todo el continente estaba en guerra y la única forma de llegar allí era cruzando aguas enemigas? ¿De verdad creía que ellas habían escogido libremente quedarse en Dorne mientras sabían que Baelor estaba encerrado en una mazmorra de la Fortaleza Roja por algún malentendido con papá, porque Baelor jamás traicionaría a su propia familia. Ninguno de ellos, excepto quizá Rhaegel, que parecía preocuparse tan sólo por sí mismo, lo haría. Tomó otra uva y la masticó mientras esperaba a que ella respondiera a su pregunta. Estaba intentando evitar que explotara de algún modo, porque la presión se estaba acercando a ese peligroso límite que indica el final de la contención.

Aelinor suspiró. ¿Cómo hacerle entender que entendía pero no consideraba justo todo aquello? Olyvar estaba preso, lo cual no era justo. Myriah estaba presa, lo cual tampoco era justo. Ella decía que le dolía tenerla encerrada, pero ¿qué podía ser el dolor de una hermana frente al dolor de un hijo al verse privado de su madre? Era como si estuviera huérfana y solitaria: Baelor, preso; Maekar peleando en la guerra con su padre; Aerys y Rhaegel, en Desembarco; ella, sola con todas sus inseguridades y complejos que nadie podría comprender y que nadie lograba acallar más que Myriah. ¿Cómo podía comparar su dolor a esa devastación que la Targaryen sentía? No podía, pero tampoco se lo echaría en cara. Por diplomacia no debía -Deberías dejar que mamá le escriba a Shiera, la esposa de Lo... del Rey Harrald- replicó a su escueta respuesta. Shiera era la Reina del Hierro, seguramente podría, cuando menos, dar información sobre Olyvar. "Podría escribirle yo misma a Keira, pero me siento demasiado traicionada como para hacerlo..." -Sería la manera más rápida de obtener noticias de él- añadió, aún susurrando.

Por un instante escuchó los graznidos de los pequeños. Volteó la cabeza hacia la izquierda, notando como hacían aparición en la estancia, sentándose a sus pies, fríos, como para intentar calentarlos. Suprimió una sonrisa de dulzura hacia ellos, pues no sabía cómo podría tomarla Sarella, y no quería estar ella también presa -No creas que no comprendo a lo que te refieres- añadió, alzando sus ojos violáceos de nuevo hacia ella. A pesar de la debilidad más que manifiesta en su escuálida y pálida figura, los ojos aún reflejaban la fortaleza del acero valyrio, de las escamas de un dragón, del fuego, del mar, de la arena, de una tormenta del desierto -Llevo el apellido Targaryen, pero por mis venas corre a iguales parte la sangre de la Vieja Valyria y del Rhoyne. Para mí, la familia es tan importante como lo es para tí- añadió, apretando los labios por un momento, pues los sentía adormecidos -Si no estábamos en Desembarco del Rey con papá, fue porque la familia nos ató a este lugar. Sofía no podía viajar con los niños pequeños, y cuando estuvieron lo suficientemente grandes, navegar frente a las costas de los Baratheon habría sido un suicidio. No es culpa de nadie más que de esta estúpida guerra el hecho que mamá estuviera en Lanza y no en Desembarco en un principio, y sobre eso, sólo los Dioses tienen algún control- añadió, mientras jugueteaba con una uva entre sus dedos.
Aelinor Targaryen
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Mensaje por Sarella Martell Mar Jun 04, 2013 2:37 pm

Terminó de masticar y dejó que su sobrina terminara de exponer su sugerencia, aunque bien sabía que no era viable. Estamos negociando tus tíos y yo el ponernos en contacto con los hombres del hierro. Myriah y ellos ya habían tenido suficientes conversaciones. No la dejaría mandar y recibir cuervos desde Pyke. Es un asunto muy delicado, cariño. Dijo con dulzura. Pero esperamos solventarlo lo antes posible.

Escuchó a su sobrina. Por su debilidad y sus palabras cargadas de tristeza parecía que se resquebrajaría de un momento a otro, por lo que decidió levantarse y arrodillarse junto a ella. Como bien decía ella, eran familia. No tenía sentido mostrarse altiva, ya era hora de quitarse esa máscara. Aun así, debía mostrarse firme en sus decisiones. Solo quería que Aelinor la llegara a entender algún día, aunque no la culparía si se sintiera dolida con ella.

Arrodillada a su lado, mirándola desde abajo y sujetando su mano, le dijo. Lo sé, Aelinor. Sé que no teníais más opción... perdona si me he dejado llevar por la ira. Pero Olyvar siempre fue un pilar muy importante para mí, es mi hermanito, la persona a la que más unida me siento. Nunca confiamos en los hombres del hierro, pero sí en tu madre. Yo no quería que él fuera, pero fue, y fue por ella, por vosotros. Myriah misma me reconoció que no confiaba en ellos. Podía haber impedido que el fuese si imaginaba que esto iba a pasar, y no lo hizo, y con eso puso en peligro a su hermano, a su familia, a su Casa. ¿Qué hubiera pasado si Olyvar, Maron y Mors hubieran muerto en la guerra? Tras ellos hubieran asediado el castillo y nos habrían matado a nosotras también. La Casa Martell habría quedado extinta. Ella tuvo en su mano impedirlo, y no lo hizo. Y yo era la regente de la Casa en esos momentos, y como tal debía castigar aquellas acciones que atentaban contra la misma... Y mandar a esos piratas con Olyvar fue una de ellas.

Es tu madre, Aelinor. No quiero que la odies. No quiero que te posiciones contra ella... y te juro, te juro por los Siete, que si hice esto fue precisamente por el amor que siento por esta familia. Quizás en el tiempo que ha estado en soledad haya recapacitado sobre todo esto y pueda argumentarlo incluso mejor que yo. Si realmente es una Martell, lo entenderá.
Se acercó aún más a ella y le acarició el pelo. Sé que quieres verla... y no es justo que no puedas. Tú sí que no tienes culpa de nada. Solo dime un día, una hora. Te acompañaré a sus habitaciones. Podrás estar con ella el tiempo que desees. Solo prométeme que no haréis ninguna tontería.
Sarella Martell
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Mensaje por Aelinor Targaryen Mar Jun 11, 2013 9:17 pm

Aelinor, a pesar de entender en parte qué había movido a Sarella a su precipitada y, en su parecer, exagerada posición con respecto al asunto seguía sin comprender como es que nada parecía convencerla de lo irracional que era que Myriah hubiese podido "vender" a uno de sus hermanos a los Greyjoy. Sí, no confiaba en ellos, pero hasta ese momento y en los adversos tiempos los piratas habían parecido estar de su lado, ¿cómo no iba a recibir su ayuda cuando el resto del mundo se empeñaba en tomarla en contra de su familia, de sus hijos? A pesar de ello, la joven mantuvo el silencio, intentando con todas sus fuerzas parecer menos rota y triste de lo que se sentía, aunque si hemos de ser sinceros, era bastante difícil. Suspiró cuando la escuchó decir que no buscaba lograr que odiara a su madre, aunque ella sabía que jamás lo habría logrado. No obstante, sólo la noticia de poder visitarla logró iluminar su mirada lo suficiente como para que fuera realmente notorio y sus labios pálidos se curvaron en un esbozo de sonrisa que hasta ese momento sólo sus sobrinos habían visto.

¿Estaba bromeando? No lo parecía. Últimamente nadie parecía de humor para bromas en todo caso. Asintió con lentitud, tomando entre sus níveas manos la morena de su tía -¿Cuándo las he hecho?- preguntó, diciendo por primera vez en muchos meses algo que tenía un ligero tono de broma sin el sarcasmo o la ironía permeándolo. No podía creer que por fin fuera a ver a su madre y aunque no era el objetivo esperado y aún no recuperaba su libertad, podía verla -Es la mejor noticia que he recibido en mucho tiempo- admitió con una sonrisa, sintiéndose después culpable por todo el asunto de Olyvar. Sarella debía estar también ardiendo en deseos por verlo, aunque fuera aún cautivo -Si hay algo que pueda hacer para ayudaros a que liberen a Olyvar...- añadió, con sinceridad. Era su familia, después de todo, y algo le decía que, además, ellos sólo podrían irse a Rocadragón, pues Desembarco sería muy peligroso seguramente, después que su tío estuviera de nuevo en suelo dorniense. No sabía cómo ayudar, pero por lo menos creía que podría ayudar en algo, y si fuera posible, lo haría sin duda alguna.

Con cuidado la joven de ojos violáceos se arrodilló junto a su tía y la abrazó. Comprendía lo que sentía con Olyvar, pues así se sentía ella al pensar en Baelor y en Maekar, el uno preso y el otro en la guerra; en Aerys, el intelectual que odiaba las espadas; en Rhaegel, hermano suyo después de todo; en su padre, aquel cuyo trasero legítimamente debía sentarse en el trono de hierro; en su madre, presa en su hogar de soltera. No era la hora de hacer reclamos o comparaciones que a la larga serían inútiles, por el contrario, todo lo que podía hacer era apoyarla, darle ese calor que muy pocos solían recibir de Aelinor Targaryen -Todo va a estar bien- susurró a su oído, mientras seguían abrazadas. De eso se encargaría ella, inclusive a coste de sangre y fuego, si era el caso.
Aelinor Targaryen
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Mensaje por Sarella Martell Miér Jun 12, 2013 9:04 am

Es lo mínimo que puedo hacer, sobrina. Era verdad: No podía hacer otra cosa por ella. En cierto modo se sentía culpable de tenerlos a todos allí retenidos, pero por otro lado en Lanza del Sol estaban a salvo. En el fondo casi les estaba haciéndo un favor. Pediré a Maise que te acompañe. Dejé a Myriah a su cargo, por lo que su presencia no os estorbará: es una pequeña adorable. Y así se aseguraba, de paso, que no intentasen hacer ninguna tontería.  No puedo asegurarte cuanto tiempo seguirá tu madre allí: eso depende de ella, del destino y de lo que ocurra de aquí en adelante. Quiero pensar que esto será un mal sueño, Olyvar volverá y ella será de nuevo mi hermana… Pero tampoco quiero engañarte, y no sé que ocurrirá, nadie lo sabe. Era lo que más deseaba en el mundo: Que Olyvar estuviese en Lanza del Sol sano y salvo y que Myriah dejase de lado el mundo de los Targaryen y se convirtiese de nuevo en una Martell. Pero si algo había aprendido en los últimos meses es que los sueños no siempre se cumplen.


Aelinor tenía las manos de Sarella entre las suyas. La dorniense apretó con fuerza, como si quisiera transmitirle cariño o agradecimiento a través de ellas por lo que acababa de decir. Ojalá pudieras hacer algo por él, cielo. Ojalá alguien pudiera. Ahora mismo solo querría levantar Poniente entero hasta encontrarle. Rió Como decís vosotros, ¿no? A fuego. Se sabía perfectamente el lema de los Targaryen, pero el orgullo le impedía pronunciarlo entero. Pues eso. Querría echar Poniente a arder. Querría perdonar a tu madre. Querría abrir una hendidura entre Dorne y el resto del mundo y separarnos siempre, y estar con vosotros, con mi familia, sin que nadie nos moleste. Pero no puede ser… No, Aelinor, no puedes hacer nada. Ni yo tampoco. Nada más que rezar. En ese momento, su sobrina se arrodilló frente a ella y la abrazó. Tuvo que contenerse para no echarse a llorar. “No, no puede verme así. No puede verme rota. Nunca rota”. Respondió a su abrazo y, cuando acabó, le dijo. Eso espero, sobrina. Eso espero.
Sarella Martell
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Mensaje por Aelinor Targaryen Lun Jun 24, 2013 5:51 pm

"Sí, es lo mínimo", pensó la joven mientras escuchaba a Sarella. Seguía sin parecerle justo, pero al menos podría verla, lo cual, en definitiva, era la mejor noticia que había recibido en mucho tiempo. Cuando la escuchó decir que querría que Myriah fuera su hermana de nuevo. "Ni siquiera en su encierro mamá dejaría de pensar en sí misma como una Martell", añadió la joven en su pensamiento, aunque mantuvo sus labios bien juntos. No querría arruinarlo, no ahora. La joven dragona se irritó un poco al escuchar la forma en que su tía parecía no tener fe en que las cosas mejorarían, cuando en ese momento lo único que tenían era la fe, la esperanza -Con la gracia de la Madre todo va a mejorar, tía- dijo, refiriéndose tanto a la Madre de los Siete como a la Madre Rhoynar, esa deidad de sus antepasados comunes.

Había tomado las manos de Sarella entre las suyas, intentando reconfortarla. De nada serviría si comparara su vida familiar a la de ella, porque en últimas las desgracias de todos, excepto, quizá, las de su padre, le afectaban también a ella. Sólo podían apoyarse entre ellas mientras el panorama se tornaba menos adverso para ellas. Un tímido esbozo de sonrisa se plasmó en sus labios cuando citó parte de su lema -A fuego, sangre, arena, lanzas... Lo que hiciera falta- dijo -Porque también lo haría, y acabar con toda esta estupidez de una vez por todas- añadió, refiriéndose a la guerra iniciada por el Bastardo. "Es una lástima que aún sean apenas unos bebés", pensó mientras veía los pequeños dragones ante ella al abrazar a Sarella.

La joven suspiró al escuchar las palabras de su tía. Rezar, sí, era lo poco que podían hacer por ahora. Eso, y mantenerse unidos como familia, aunque la joven sentía que las relaciones estaban resquebrajadas, inclusive aunque con ella Sarella no hubiera cambiado. No sabía nada de Mors y Maron, ni se diga de Olyvar, pues si ellos creían que la flota del hierro lo había tomado por culpa de los Targaryen, como Sarella lo hacía... Aelinor sólo quería que ellos supieran que aquello no había sido obra de los suyos. En el fondo prefería aceptar una traición de los Greyjoy, cuya Reina era la media hermana de su padre y cuya heredera había sido su amiga de infancia a aceptar que su padre, aunque fuera inconscientemente, había vendido a Olyvar a los isleños, cosa que Sarella, y probablemente el resto del mundo parecía creer.
Aelinor Targaryen
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