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[+18] Trama IV: Cuando el Deseo se hace Amor [Maron Martell]
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[+18] Trama IV: Cuando el Deseo se hace Amor [Maron Martell]
Cuando el Deseo se hace Amor
Maron Martell || Daenerys Martell
Maron Martell || Daenerys Martell
Había llegado la hora, el momento que todos esperaban con impaciencia. Cuando se hizo el silencio, los invitados cruzaron miradas cómplices que a Daenerys se le antojaron terriblemente conspiradoras. De pronto, sintió una punzada en el estómago. Sabía lo que iba a ocurrir en pocos segundos, y aquello solo conseguía revolverle el estómago. Por debajo de la mesa, sostuvo una última vez la mano de su esposo estrechándola con fuerza; después, los separaron. El camino hacia la habitación fue tan arduo como violento. Para la nueva Martell, el tiempo pasó a cámara lenta. Sintió la fuerza de los hombres tirar de ella, las prendas caer una tras otra sobre el suelo. Con suerte, pudo atrapar entre sus manos la bolsita con el colgante antes de que también desapareciese. Después vinieron las manos sobre su piel desnuda; Daenerys ahogó un llanto de humillación. Por último, el empujón final acompañado de gritos y risas obscenas, consejos sobre "cómo meterla bien" y peticiones sobre lo fuerte que querían escuchar sus gemidos de placer.
Lo primero que hizo cuando escuchó el portazo a su espalda fue abrocharse el colgante; moriría si llegaba a perderlo. Cuando alzó la mirada, le vio. Desnudo, resplandeciendo cada centímetro de su hermosa figura bajo el brillo de las estrellas, tan majestuoso como nunca. Recordó la noche en el barco y entornó la mirada; la luz de la presente era distinta, más plateada, más azulada, con la elegancia y el misterio de la Luna. Contempló sus ojos y decidió perderse en ellos como tantas veces antes lo había hecho. Había sido su manera de mirar lo que la hipnotizó aquel día bajo el cerezo; la noche de bodas no iba a ser diferente. Entreabrió los labios y respiró lentamente, la brisa le erizó la piel y la hizo estremecerse.
—Mi Príncipe...— susurró en un suspiro —Mi esposo.
No había barreras que se interpusieran entre ellos ahora. Podrían dar rienda suelta a la pasión, al deseo que durante tantos días habían contenido en su interior. Atrás habían quedado las miradas cohibidas, las caricias disimuladas y los besos llenos de inocencia. La llama del Dragón ardía contra su pecho prendiéndole el corazón. Tal fue el calor, que durante breves instantes sintió la vista nublarse, las extremidades entumecerse y su cuerpo a punto de desfallecer. Sin embargo, hubo algo dentro de sí que la hizo mantenerse en pie, con la espalda erguida ante su marido.
—Ya no habrán muros que separen nuestras noches.— dijo antes de sonreír con cierta timidez —Ni tendremos que preocuparnos por lo que puedan pensar los guardias que nos asalten bajo la luz de la Luna.— sorprendentemente, estuvo a punto de reír con suavidad.
Alzó la mano llevándosela a la boca y se mordió el nudillo de su dedo índice con sutileza e incluso un aire coqueto. Sus labios seguían curvados en una hermosa y sincera sonrisa. Recordaba todas y cada una de las noches de su viaje, pero, sobre todo, aquella en la que compartieron el mismo lecho por primera vez. Durmió acurrucada entre sus brazos, sintiendo sus labios en la frente; aquella fue la única noche en la que desde la marcha de Daemon pudo descansar plácidamente, sin pesadillas u otros miedos.
—Hoy... estáis más hermoso que nunca, mi señor.
Lo primero que hizo cuando escuchó el portazo a su espalda fue abrocharse el colgante; moriría si llegaba a perderlo. Cuando alzó la mirada, le vio. Desnudo, resplandeciendo cada centímetro de su hermosa figura bajo el brillo de las estrellas, tan majestuoso como nunca. Recordó la noche en el barco y entornó la mirada; la luz de la presente era distinta, más plateada, más azulada, con la elegancia y el misterio de la Luna. Contempló sus ojos y decidió perderse en ellos como tantas veces antes lo había hecho. Había sido su manera de mirar lo que la hipnotizó aquel día bajo el cerezo; la noche de bodas no iba a ser diferente. Entreabrió los labios y respiró lentamente, la brisa le erizó la piel y la hizo estremecerse.
—Mi Príncipe...— susurró en un suspiro —Mi esposo.
No había barreras que se interpusieran entre ellos ahora. Podrían dar rienda suelta a la pasión, al deseo que durante tantos días habían contenido en su interior. Atrás habían quedado las miradas cohibidas, las caricias disimuladas y los besos llenos de inocencia. La llama del Dragón ardía contra su pecho prendiéndole el corazón. Tal fue el calor, que durante breves instantes sintió la vista nublarse, las extremidades entumecerse y su cuerpo a punto de desfallecer. Sin embargo, hubo algo dentro de sí que la hizo mantenerse en pie, con la espalda erguida ante su marido.
—Ya no habrán muros que separen nuestras noches.— dijo antes de sonreír con cierta timidez —Ni tendremos que preocuparnos por lo que puedan pensar los guardias que nos asalten bajo la luz de la Luna.— sorprendentemente, estuvo a punto de reír con suavidad.
Alzó la mano llevándosela a la boca y se mordió el nudillo de su dedo índice con sutileza e incluso un aire coqueto. Sus labios seguían curvados en una hermosa y sincera sonrisa. Recordaba todas y cada una de las noches de su viaje, pero, sobre todo, aquella en la que compartieron el mismo lecho por primera vez. Durmió acurrucada entre sus brazos, sintiendo sus labios en la frente; aquella fue la única noche en la que desde la marcha de Daemon pudo descansar plácidamente, sin pesadillas u otros miedos.
—Hoy... estáis más hermoso que nunca, mi señor.
Última edición por Daenerys Martell el Mar Oct 02, 2012 1:23 pm, editado 1 vez
Daenerys Martell- Nobleza
Re: [+18] Trama IV: Cuando el Deseo se hace Amor [Maron Martell]
Las risitas que se escucharon los delataron, ya venían hacia ellos. Ya llegaba el momento crucial, el mas esperado y el que mas nervioso ponía a Maron. Quería ser cuidadoso con Daenerys, intentaría contener su pasión para no ser brusco. Tenía que ser diferente, quizás aquella noche engendrarían a su heredero o heredera.
El camino se le hizo mas corto de lo esperado, las damas lo llevaban entre empujones y caricias mientras le desnudaban y decían cosas indecorosas, de lo más impropio para aquellas damas. Pero era la tradición por así decir, y Maron sabía que todo aquello iba a suceder por lo que simplemente intentó permanecer con la mente en blanco y dejarse llevar.
Cuando se quiso dar cuenta estaba en la estancia, todavía vacía, aunque por el ruido cada vez en aumento sabía que aquello no duraría demasiado. Y así fue, se abrió la puerta de golpe y tan pronto como se abrió se cerró dejando una esbelta figura femenina bañada por la luz lunar en el umbral de la puerta.
Durante unos instantes el sureño creyó estar en una especie de sueño, aquella belleza no podía ser natural, pero la suave voz de su esposa le recordó que aquello era tan real como el aire que respiraba.
Mi esposo esas palabras saliendo de esa boca pícara, traviesa que mordía aquí y allá con gestos provocativos, sonaban mucho mejor.
Se acercó a ella acariciando su espalda con una mano y rozando el mentón de su barbilla con la otra.
Vos si que estáis preciosa, esta es nuestra primera noche juntos, la primera en la que por fin somos libres para dejarnos llevar, sin remordimientos sin protocolos, solos tu y yo. Soy vuestro Daenerys Martell …
Dijo con voz queda dándole un pequeño beso en el hombro desnudo, su piel parecía todavia mas suave aquella noche. Quizás sólo fuesen imaginaciones suyas, o los Dioses jugaban con él. Pero desde que entró en la habitación Maron supo que jamás la olvidaría. El principio de su nueva vida llegaba a su fin con el acto al que se iba a entregar, definitivamente serán uno.
El camino se le hizo mas corto de lo esperado, las damas lo llevaban entre empujones y caricias mientras le desnudaban y decían cosas indecorosas, de lo más impropio para aquellas damas. Pero era la tradición por así decir, y Maron sabía que todo aquello iba a suceder por lo que simplemente intentó permanecer con la mente en blanco y dejarse llevar.
Cuando se quiso dar cuenta estaba en la estancia, todavía vacía, aunque por el ruido cada vez en aumento sabía que aquello no duraría demasiado. Y así fue, se abrió la puerta de golpe y tan pronto como se abrió se cerró dejando una esbelta figura femenina bañada por la luz lunar en el umbral de la puerta.
Durante unos instantes el sureño creyó estar en una especie de sueño, aquella belleza no podía ser natural, pero la suave voz de su esposa le recordó que aquello era tan real como el aire que respiraba.
Mi esposo esas palabras saliendo de esa boca pícara, traviesa que mordía aquí y allá con gestos provocativos, sonaban mucho mejor.
Se acercó a ella acariciando su espalda con una mano y rozando el mentón de su barbilla con la otra.
Vos si que estáis preciosa, esta es nuestra primera noche juntos, la primera en la que por fin somos libres para dejarnos llevar, sin remordimientos sin protocolos, solos tu y yo. Soy vuestro Daenerys Martell …
Dijo con voz queda dándole un pequeño beso en el hombro desnudo, su piel parecía todavia mas suave aquella noche. Quizás sólo fuesen imaginaciones suyas, o los Dioses jugaban con él. Pero desde que entró en la habitación Maron supo que jamás la olvidaría. El principio de su nueva vida llegaba a su fin con el acto al que se iba a entregar, definitivamente serán uno.
Maron Martell- Nobleza
Re: [+18] Trama IV: Cuando el Deseo se hace Amor [Maron Martell]
Temblaron sus rodillas durante breves instantes cuando un fuerte escalofrío la recorrió de los pies a la cabeza al sentir la caricia en su espalda. Quedó hechizada por los ojos claros y las suaves palabras que se derretían en sus oídos tan dulces como la miel. "Soy vuestro, Daenerys Martell...", acompañado de un pequeño beso sobre la piel de su hombro, la hizo cerrar los ojos y entreabrir los labios en un suspiro entrecortado. Como tantas otras veces a su lado, las mariposas decidieron alzar el vuelo; salvajes en un viaje lleno de aventuras por su interior. El corazón en llamas decidió golpearle el pecho con una fuerza y viveza impresionantes. Estaba nerviosa, pero también encandilada con la presencia de su esposo.
Giró sutilmente el rostro cuando el dorniense separó los labios de su hombro. Su boca de fresa le acarició la mejilla y terminó palpando la de él con suma delicadeza; ni siquiera llegó a cerrarse en un beso.
—Yo... os pertenezco desde el momento en que cruzamos miradas por primera vez.— susurró contra su boca.
En ese momento, a sus oídos llegó la voz masculina de un hombre que, sin reparos, gritaba "¡métesela hasta el fondo!". Las risas inundaron el pasillo antes de volver a dejar escuchar un "¡muéstrale la fuerza de la verdadera lanza de Dorne!", momento en el que estallaron las carcajadas. Las mejillas de Daenerys se tornaron sonrosadas antes de intentar contener una risita silenciosa. Ella le miró a los ojos un poco más relajada e incluso con ese aire coqueto y pillo del que gozaba a veces. Puede que el humor picante de los invitados, ahora lejos de poder volver a tocar su cuerpo, hubieran conseguido relajarla un poco.
—Parece que no van a parar hasta quedarse contentos. Démosles lo que piden...— se mordió el labio y alzó una de sus manos hasta acariciar la mejilla del Martell y acabar palpándole los suyos. Entonces, se retiró.
Paseó desnuda y lentamente por la habitación. Su piel resplandecía inmaculada bajo la luz de la Luna; las sombras contorneaban una figura más propia de una diosa que de una mortal. Acarició el respaldo de una silla, inclinándose sobre ella con movimientos pausados, felinos y llenos de sensualidad; sujetándola con firmemente y con fuerza, la alzó llevándola silenciosamente hasta la puerta. Cuando se aseguró de haberla atascado correctamente para que nadie pudiese abrirla desde fuera, se dio la vuelta y clavó una mirada traviesa y cómplice en los ojos de su marido. Apoyó la espalda y las palmas de las manos contra la pared y... empezó a gemir.
Con los ojos cerrados, se mordía el labio inferior dejando escapar los primeros quejidos de placer propios de una mujer que comenzaba a experimentar aquella increíble sensación. Poco a poco, fue aumentando la intensidad; e incluso llegó a dejar escapar algunas palabras como "Maron" o "mi Príncipe". Daenerys era virgen, pero no tonta; había escuchado más de una vez los gritos de sus damas entre los brazos de otros caballeros. Sorprendentemente, los suyos eran tan reales que resultaban tremendamente excitantes. Finalmente, dejó escapar el último gemido, algo más entrecortado y propio del cúlmen del acto sexual. De fondo, se escucharon vítores, gritos y aplausos. Al cabo de unos minutos, el pasillo se fue despejando y el silencio volvió a reinar entre ambos. Ahora, solo la melodía de la naturaleza envolvía a los amantes. Daenerys le brindó una hermosa sonrisa al Príncipe, aún contra la pared y, al parecer, esperándole.
Giró sutilmente el rostro cuando el dorniense separó los labios de su hombro. Su boca de fresa le acarició la mejilla y terminó palpando la de él con suma delicadeza; ni siquiera llegó a cerrarse en un beso.
—Yo... os pertenezco desde el momento en que cruzamos miradas por primera vez.— susurró contra su boca.
En ese momento, a sus oídos llegó la voz masculina de un hombre que, sin reparos, gritaba "¡métesela hasta el fondo!". Las risas inundaron el pasillo antes de volver a dejar escuchar un "¡muéstrale la fuerza de la verdadera lanza de Dorne!", momento en el que estallaron las carcajadas. Las mejillas de Daenerys se tornaron sonrosadas antes de intentar contener una risita silenciosa. Ella le miró a los ojos un poco más relajada e incluso con ese aire coqueto y pillo del que gozaba a veces. Puede que el humor picante de los invitados, ahora lejos de poder volver a tocar su cuerpo, hubieran conseguido relajarla un poco.
—Parece que no van a parar hasta quedarse contentos. Démosles lo que piden...— se mordió el labio y alzó una de sus manos hasta acariciar la mejilla del Martell y acabar palpándole los suyos. Entonces, se retiró.
Paseó desnuda y lentamente por la habitación. Su piel resplandecía inmaculada bajo la luz de la Luna; las sombras contorneaban una figura más propia de una diosa que de una mortal. Acarició el respaldo de una silla, inclinándose sobre ella con movimientos pausados, felinos y llenos de sensualidad; sujetándola con firmemente y con fuerza, la alzó llevándola silenciosamente hasta la puerta. Cuando se aseguró de haberla atascado correctamente para que nadie pudiese abrirla desde fuera, se dio la vuelta y clavó una mirada traviesa y cómplice en los ojos de su marido. Apoyó la espalda y las palmas de las manos contra la pared y... empezó a gemir.
Con los ojos cerrados, se mordía el labio inferior dejando escapar los primeros quejidos de placer propios de una mujer que comenzaba a experimentar aquella increíble sensación. Poco a poco, fue aumentando la intensidad; e incluso llegó a dejar escapar algunas palabras como "Maron" o "mi Príncipe". Daenerys era virgen, pero no tonta; había escuchado más de una vez los gritos de sus damas entre los brazos de otros caballeros. Sorprendentemente, los suyos eran tan reales que resultaban tremendamente excitantes. Finalmente, dejó escapar el último gemido, algo más entrecortado y propio del cúlmen del acto sexual. De fondo, se escucharon vítores, gritos y aplausos. Al cabo de unos minutos, el pasillo se fue despejando y el silencio volvió a reinar entre ambos. Ahora, solo la melodía de la naturaleza envolvía a los amantes. Daenerys le brindó una hermosa sonrisa al Príncipe, aún contra la pared y, al parecer, esperándole.
Daenerys Martell- Nobleza
Re: [+18] Trama IV: Cuando el Deseo se hace Amor [Maron Martell]
Parece que no van a parar hasta quedarse contentos. Démosles lo que piden... Sintió un porrazo en su pecho al oír esas palabras, y cómo se le erizaba el bello. No sabía exactamente a que se refería su esposa pero la sola insinuación le hacía estremecerse.
Sin decir palabra observó como Daenerys atrancaba la puerta y comenzaba a gemir y ronronear, de vez en cuando intercambiaba algún que otro gritito y lo nombraba. ¡Dioses! Parecía de lo más real, Maron comenzaba a excitarse, su boca se entreabrió como si fuese a pronunciar unas palabras, palabras que murieron antes de llegar a sus labios. Su pulso estaba desbocado, y no era lo único, su hombría era todavía más explícita que su rostro o su corazón. La haría gemir, no podía contenerse más, esa noche cumpliría sus deseos más sombríos, esos secretos que sólo guardan los enamorados, secretos que todo el mundo sabe.
Caminó con paso decidido hacía la bella mujer que parecía desafiarle con la mirada y esperaba apoyada aún contra la pared. Una de sus manos se posó con fuerza en la misma al lado de su rostro, la otra acarició su cintura mientras el dorniense hundía el rostro en su cuello besándola con pasión y sin poder contener leves mordiscos dirigidos poco a poco a su clavícula.
Con la mano que seguía posada en su cintura giró a la mujer que quedaba ahora de espaldas a él. Y deslizo la mano acariciando su vientre, aventurándose despacio, cm a cm … parecía un joyero que tallaba con suma delicadeza su joya mas preciada, se mordió el labio, se tomaría su tiempo, quería disfrutar al máximo con aquello, quería que fuese especial. Pero no hizo más que rozar levemente su sexo a la vez que mordía sin hacer fuerza el hombro desnudo que anteriormente había besado, su único fin era provocarla, igual que previamente había hecho ella. Si quería entrar en ese juego, lo había conseguido.
Ellos ya han conseguido lo que querían, ahora me toca a mí … ahora os toca a vos.
Sin decir palabra observó como Daenerys atrancaba la puerta y comenzaba a gemir y ronronear, de vez en cuando intercambiaba algún que otro gritito y lo nombraba. ¡Dioses! Parecía de lo más real, Maron comenzaba a excitarse, su boca se entreabrió como si fuese a pronunciar unas palabras, palabras que murieron antes de llegar a sus labios. Su pulso estaba desbocado, y no era lo único, su hombría era todavía más explícita que su rostro o su corazón. La haría gemir, no podía contenerse más, esa noche cumpliría sus deseos más sombríos, esos secretos que sólo guardan los enamorados, secretos que todo el mundo sabe.
Caminó con paso decidido hacía la bella mujer que parecía desafiarle con la mirada y esperaba apoyada aún contra la pared. Una de sus manos se posó con fuerza en la misma al lado de su rostro, la otra acarició su cintura mientras el dorniense hundía el rostro en su cuello besándola con pasión y sin poder contener leves mordiscos dirigidos poco a poco a su clavícula.
Con la mano que seguía posada en su cintura giró a la mujer que quedaba ahora de espaldas a él. Y deslizo la mano acariciando su vientre, aventurándose despacio, cm a cm … parecía un joyero que tallaba con suma delicadeza su joya mas preciada, se mordió el labio, se tomaría su tiempo, quería disfrutar al máximo con aquello, quería que fuese especial. Pero no hizo más que rozar levemente su sexo a la vez que mordía sin hacer fuerza el hombro desnudo que anteriormente había besado, su único fin era provocarla, igual que previamente había hecho ella. Si quería entrar en ese juego, lo había conseguido.
Ellos ya han conseguido lo que querían, ahora me toca a mí … ahora os toca a vos.
Maron Martell- Nobleza
Re: [+18] Trama IV: Cuando el Deseo se hace Amor [Maron Martell]
Uno, dos, tres... Daenerys contaba los pasos avanzados por su esposo hasta el encuentro. Ella le esperaba, le retaba con la mirada al juego del amor, y él, decidido, aceptaba el desafío. Desvió la mirada los breves instantes en los que su mano se apoyó con fuerza contra la pared, antes de volver a sus ojos y entreabrir los labios mientras se estremecía por las caricias en su cintura. Los besos la hicieron suspirar; los mordiscos, temblar. En un abrir y cerrar de ojos, se encontró de espaldas a él; con las manos apoyadas sobre la pared y el cuerpo desnudo apresado entre esta y la piel de su esposo. Sentía su pecho contra la espalda, su pelvis contra las nalgas, su mordida atraparla, sus manos provocarla...
"Ahora me toca a mí... Ahora os toca a vos..."
Era su momento, El Momento. Daenerys ahogó un gemido de excitación. Giró el torso sutilmente y buscó la boca del dorniense con la suya; arqueó la espalda rozándole aún más las caderas. Tomó con su mano la de Maron y, posándose sobre ella, la hizo subir guiándole por cada curva, cada centímetro de su cuerpo femenino. Recorrió su vientre, su cintura y su busto antes de volver a hacerle bajar hasta las piernas y el interior de los muslos. Allí, le liberó y dio la vuelta encontrándole de frente. Él lo había dicho: ahora le tocaba a ella. Posó las manos en su cuello y se acercó a su boca para no besarle, sino morderle suavemente el labio inferior. Lentamente y casi como un sensual baile contra su cuerpo, la dragona deslizó las manos por el pecho y el abdomen masculino en un camino que siguieron besos de una boca cálida, dulce y llena de deseo. Al llegar a su vientre, rozó en suaves y provocativas caricias el punto clave de su hombría, a punto de tocarle con sus labios pero sin llegar a hacerlo; entonces, volvió a subir y hundió la cabeza en su cuello para llenarle de besos. Acarició su oreja y le mordió suavemente el lóbulo.
—Mi Príncipe...— suspiró. Esta vez no fingía.
Se alejó. Deseaba jugar, aumentar la intensidad de los hechos y hacerlos perdurar en sus recuerdos para el resto de su vida. Por ello escapó, se escabulló de los brazos de su amante y volvió a recorrer la habitación a paso lento y felino, acariciando cada mueble y girándose a cada tanto para lanzarle a su esposo otra de aquellas miradas desafiantes y rebosantes de pasión. Él la seguía y ella sorteaba sus pasos; a veces se dejaba atrapar, acariciar e incluso rozar por sus labios, pero volvía a dejarle segundos más tarde para continuar con aquella danza de cortejo. Llegado un momento, Maron acabó por apresarla contra la cama, pero ella no dudó en deslizarse sobre esta hasta quedar en el centro y girarse para gatear de espaldas a él hacia el lado contrario, donde volvió a mirarle sonriendo con picardía. Esta vez se dirigió hacia la ventana, en la cual, apoyando los antebrazos sobre el alféizar, le esperó una vez más. La brisa le meció los pocos tirabuzones platinos que caían de su recogido.
"Ahora me toca a mí... Ahora os toca a vos..."
Era su momento, El Momento. Daenerys ahogó un gemido de excitación. Giró el torso sutilmente y buscó la boca del dorniense con la suya; arqueó la espalda rozándole aún más las caderas. Tomó con su mano la de Maron y, posándose sobre ella, la hizo subir guiándole por cada curva, cada centímetro de su cuerpo femenino. Recorrió su vientre, su cintura y su busto antes de volver a hacerle bajar hasta las piernas y el interior de los muslos. Allí, le liberó y dio la vuelta encontrándole de frente. Él lo había dicho: ahora le tocaba a ella. Posó las manos en su cuello y se acercó a su boca para no besarle, sino morderle suavemente el labio inferior. Lentamente y casi como un sensual baile contra su cuerpo, la dragona deslizó las manos por el pecho y el abdomen masculino en un camino que siguieron besos de una boca cálida, dulce y llena de deseo. Al llegar a su vientre, rozó en suaves y provocativas caricias el punto clave de su hombría, a punto de tocarle con sus labios pero sin llegar a hacerlo; entonces, volvió a subir y hundió la cabeza en su cuello para llenarle de besos. Acarició su oreja y le mordió suavemente el lóbulo.
—Mi Príncipe...— suspiró. Esta vez no fingía.
Se alejó. Deseaba jugar, aumentar la intensidad de los hechos y hacerlos perdurar en sus recuerdos para el resto de su vida. Por ello escapó, se escabulló de los brazos de su amante y volvió a recorrer la habitación a paso lento y felino, acariciando cada mueble y girándose a cada tanto para lanzarle a su esposo otra de aquellas miradas desafiantes y rebosantes de pasión. Él la seguía y ella sorteaba sus pasos; a veces se dejaba atrapar, acariciar e incluso rozar por sus labios, pero volvía a dejarle segundos más tarde para continuar con aquella danza de cortejo. Llegado un momento, Maron acabó por apresarla contra la cama, pero ella no dudó en deslizarse sobre esta hasta quedar en el centro y girarse para gatear de espaldas a él hacia el lado contrario, donde volvió a mirarle sonriendo con picardía. Esta vez se dirigió hacia la ventana, en la cual, apoyando los antebrazos sobre el alféizar, le esperó una vez más. La brisa le meció los pocos tirabuzones platinos que caían de su recogido.
Daenerys Martell- Nobleza
Re: [+18] Trama IV: Cuando el Deseo se hace Amor [Maron Martell]
Los besos y caricias que Daenerys le daba le estaban desquiciando, quería más, necesitaba más. Al principio pensó que quizás se podría sentir cohibida, pero desechó aquel pensamiento más rápido de lo que le había venido, la dragona se desenvolvía muy bien. La mirada asustada, tímida del banquete había desaparecido y sus ojos violetas refulgían brillantes irradiando pasión.
Ella guió su mano, descubriendo cada parte de su cuerpo cada rincón ya no cabía la vergüenza, se estaban entregando el uno al otro, pero aún así no le dejaba continuar, huía de un lado a otro provocándole, intentado que llegase a su límite, necesitaba poseerla, cada quiebro, cada sonrisa, cada travesura le daba mas ganas, renovaba el ímpetu del sureño.
Varias veces la atrapó pero aquella mujer era mas ágil de lo que parecía y lograba evadirle, contra la ventana la abrazó atrapándola entre sus brazos, la condujo hasta la cama dándole un leve empujón para que callera de espaldas sobre ésta. Colocándose sobre ella sujetando sus dos manos con una sola de las del hombre.
He tenido que apresaros, habéis resultado escurridiza, pero ahora … estáis a mi merced.
Sonrió mientras deslizaba un dedo juguetón por su ombligo hasta s bajo vientre y cubría el mismo con besos. Pero no iba a ser tan generoso, ella le había dejado con la miel en los labios. El dorniense haría lo propio. Dio dos besos, dos mordiscos y rozó con sus dedos su entrepierna, tomándose su tiempo en ello. Pero no hacía nada más, miró los ojos suplicantes de su esposa y mientras subía para enfrentarse a sus labios, entonces y sólo entonces entró con uno de sus dedos en ella, sonriendo triunfal y sin soltarle las manos.
¿Cómo huiréis ahora?
Ella guió su mano, descubriendo cada parte de su cuerpo cada rincón ya no cabía la vergüenza, se estaban entregando el uno al otro, pero aún así no le dejaba continuar, huía de un lado a otro provocándole, intentado que llegase a su límite, necesitaba poseerla, cada quiebro, cada sonrisa, cada travesura le daba mas ganas, renovaba el ímpetu del sureño.
Varias veces la atrapó pero aquella mujer era mas ágil de lo que parecía y lograba evadirle, contra la ventana la abrazó atrapándola entre sus brazos, la condujo hasta la cama dándole un leve empujón para que callera de espaldas sobre ésta. Colocándose sobre ella sujetando sus dos manos con una sola de las del hombre.
He tenido que apresaros, habéis resultado escurridiza, pero ahora … estáis a mi merced.
Sonrió mientras deslizaba un dedo juguetón por su ombligo hasta s bajo vientre y cubría el mismo con besos. Pero no iba a ser tan generoso, ella le había dejado con la miel en los labios. El dorniense haría lo propio. Dio dos besos, dos mordiscos y rozó con sus dedos su entrepierna, tomándose su tiempo en ello. Pero no hacía nada más, miró los ojos suplicantes de su esposa y mientras subía para enfrentarse a sus labios, entonces y sólo entonces entró con uno de sus dedos en ella, sonriendo triunfal y sin soltarle las manos.
¿Cómo huiréis ahora?
Maron Martell- Nobleza
Re: [+18] Trama IV: Cuando el Deseo se hace Amor [Maron Martell]
Ya le había hecho sufrir suficiente deseo. Decidió que era el momento de dejarse atrapar y permitir a su esposo tomar lo que le correspondía. Apresada por los brazos de su amante y sin dejar de mirarle a los ojos, supo a dónde la conducía. Lo que no esperó fue el sutil empujón que la hizo caer sobre el lecho y el agarre en sus muñecas. Al parecer, él también quería jugar; ella, por su parte, no parecía tener intención de negarse.
Era cierto, estaba a su merced. Mantenía las rodillas semiflexionadas sobre el colchón, con los brazos en alto sujetos por una de las manos de Maron que la impedían volver a escapar y los ojos malva siguiendo cada uno de sus movimientos. Era un hombre increíble, de un atractivo y hermosura impresionantes y un carácter que derretiría hasta a la dama más cegada. Daenerys sufría; sufría de tener las mieles del placer ante sí, recorriendo en besos y caricias su cuerpo, sin permitirle disfrutar de ellas todavía. Le deseaba, a él y a su cuerpo. Era un Dragón con el pecho lleno de un fuego que luchaba por hacerle arder entre las llamas del amor.
Le miraba suplicante, rogándole en silencio que tomase sus caderas y la hiciese suya. Pero no. Su esposo parecía gozar con sútiles roces y besos que a Daenerys se le antojaban una deliciosa tortura. Finalmente, se alzó buscando besarla una vez más; entonces, y por primera vez en sus veintidós Días del Nombre, la joven doncella sintió cómo uno de los dedos de su esposo se adentraba en su interior. Por extraño que pudiese parecer, la Princesa había sido una mujer altamente devota, rechazando así cualquier acercamiento al pecado de la lujuria antes de llegar a ser tomada por algún hombre. Por ende, jamás había experimentado una sensación igual.
"¿Cómo huiréis ahora?"
¿Huir? No, escapar no estaba en los planes de Daenerys, que en aquel momento se llenaba los pulmones de aire y sentía los músculos de su bajo vientre contraerse suavemente entorno a lo que se aventuraba entre sus piernas. Se mordió el labio y dejó escapar un suspiro que comenzaba a asemejarse más al primer quejido de placer que soltaría momentos más tarde, cuando Maron decidiese poseerla. Inconscientemente, abrió las rodillas un poco más de lo que ya estaban, quizá buscando sentir más y descubrir lo que era el verdadero gozo. Sin embargo, el parecía seguir en su empeño de retrasar lo que se hacía evidente; y ella, víctima de los juegos del amor, se negó a dejarse vencer.
—Acercaos...— susurró en un ruego entrecortado. El vaivén de su busto se hacía cada vez más pronunciado y constante.
Cuando Maron se acercó a ella, Daenerys, de un pequeño impulso, hundió la cabeza en el cuello de su esposo y deposito allí un mordisco casi lujurioso que le hizo aflojar la presa que mantenía sobre sus muñecas. En ese momento, la hija del Dragón aprovechó para rodear con sus piernas el cuerpo de Maron y, con algo de fuerza, darle la vuelta. Ahora era él quien se encontraba a su merced. Pese a ello, las manos del hombre se mantuvieron libres. La Princesa posó las manos sobre el pecho del dorniense, recorriéndolo con las yemas de los dedos mientras comenzaba a mover las caderas suavemente sobre la pelvis de su hombre. Las caricias entre ambas intimidades, desnudas la una contra la otra, solo aumentaron la excitación de la mujer. De pronto, y aún a horcajadas sobre él, se irguió de rodillas sobre la cama y estiró los brazos para alcanzar con sus manos el dosel de telas casi totalmente opacas que rodeaba el lecho. Lo cerró y, acto seguido, se inclinó sobre él deshachiéndose en besos llenos de pasión.
Era cierto, estaba a su merced. Mantenía las rodillas semiflexionadas sobre el colchón, con los brazos en alto sujetos por una de las manos de Maron que la impedían volver a escapar y los ojos malva siguiendo cada uno de sus movimientos. Era un hombre increíble, de un atractivo y hermosura impresionantes y un carácter que derretiría hasta a la dama más cegada. Daenerys sufría; sufría de tener las mieles del placer ante sí, recorriendo en besos y caricias su cuerpo, sin permitirle disfrutar de ellas todavía. Le deseaba, a él y a su cuerpo. Era un Dragón con el pecho lleno de un fuego que luchaba por hacerle arder entre las llamas del amor.
Le miraba suplicante, rogándole en silencio que tomase sus caderas y la hiciese suya. Pero no. Su esposo parecía gozar con sútiles roces y besos que a Daenerys se le antojaban una deliciosa tortura. Finalmente, se alzó buscando besarla una vez más; entonces, y por primera vez en sus veintidós Días del Nombre, la joven doncella sintió cómo uno de los dedos de su esposo se adentraba en su interior. Por extraño que pudiese parecer, la Princesa había sido una mujer altamente devota, rechazando así cualquier acercamiento al pecado de la lujuria antes de llegar a ser tomada por algún hombre. Por ende, jamás había experimentado una sensación igual.
"¿Cómo huiréis ahora?"
¿Huir? No, escapar no estaba en los planes de Daenerys, que en aquel momento se llenaba los pulmones de aire y sentía los músculos de su bajo vientre contraerse suavemente entorno a lo que se aventuraba entre sus piernas. Se mordió el labio y dejó escapar un suspiro que comenzaba a asemejarse más al primer quejido de placer que soltaría momentos más tarde, cuando Maron decidiese poseerla. Inconscientemente, abrió las rodillas un poco más de lo que ya estaban, quizá buscando sentir más y descubrir lo que era el verdadero gozo. Sin embargo, el parecía seguir en su empeño de retrasar lo que se hacía evidente; y ella, víctima de los juegos del amor, se negó a dejarse vencer.
—Acercaos...— susurró en un ruego entrecortado. El vaivén de su busto se hacía cada vez más pronunciado y constante.
Cuando Maron se acercó a ella, Daenerys, de un pequeño impulso, hundió la cabeza en el cuello de su esposo y deposito allí un mordisco casi lujurioso que le hizo aflojar la presa que mantenía sobre sus muñecas. En ese momento, la hija del Dragón aprovechó para rodear con sus piernas el cuerpo de Maron y, con algo de fuerza, darle la vuelta. Ahora era él quien se encontraba a su merced. Pese a ello, las manos del hombre se mantuvieron libres. La Princesa posó las manos sobre el pecho del dorniense, recorriéndolo con las yemas de los dedos mientras comenzaba a mover las caderas suavemente sobre la pelvis de su hombre. Las caricias entre ambas intimidades, desnudas la una contra la otra, solo aumentaron la excitación de la mujer. De pronto, y aún a horcajadas sobre él, se irguió de rodillas sobre la cama y estiró los brazos para alcanzar con sus manos el dosel de telas casi totalmente opacas que rodeaba el lecho. Lo cerró y, acto seguido, se inclinó sobre él deshachiéndose en besos llenos de pasión.
Daenerys Martell- Nobleza
Re: [+18] Trama IV: Cuando el Deseo se hace Amor [Maron Martell]
Daenerys había dado la vuelta a la situación, ahora ella guiaba, aunque ciertamente el dorniense era quién quería que eso fuese así, tenía bastante mas fuerza que la dragona y podría haberla vuelto a inmovilizar, pero en eso consistía aquel juego.
La bella mujer corrió los pesados cortinajes dejándolos a oscuras, veían por la escasa luz que entraba entre la grieta que dejaba la unión de los cortinajes, escasa pero en principio suficiente.
Entonces Maron decidió que había llegado el momento de dejar los juegos a un lado, y entregarse al acto definitivo de amor. Intentó entrar en ella.
¿Todavia no, mi señor? Dijo Daenerys impaciente y volviendo a sentir los nervios del comienzo. ¿Y si no lo lograban?
No, espera. ¡Dioses Daenerys dejad de moveros! si no, no lo conseguiré jamás. Nadie le dijo al sureño que aquello fuese tan difícil.
-¡Ay! Eso era mi … Bueno , ¡No sé que era! ¡Por los Siete, en los libros no decía que fuese tan complicado! Comezaba a desesperarse, hiperventilaba y, casualmente, no era debido a alguna sensación relacionada con el placer.
Creo que… ahora... No. No entra.
La dragona resopló suavemente. Los nervios la hicieron detenerse, poner las manos cuidadosamente sobre los hombros de su esposo y erguir la espalda sentándose sobre el colchón. Corrió un poco el dosel y dejó que entrase la luz del cielo estrellado. Después se acercó a él preocupada y le besó el hombro. –¿Vos… Vos sabíais que esto sería tan difícil?¿Lo habíais hecho antes?¿Cómo podéis estar tranquilo? Yo… yo estoy que no me aguanto. ¿Y si es culpa mía? Jamás he hecho algo así y … ¡Dioses! Mi Príncipe, os ruego que me perdonéis. Quería que esta noche fuese perfecta y lo he estropeado todo. – tragó el angustioso nudo de su garganta.
El sureño suspiró tranquilo, no sabía exactamente porqué pero estaba en calma.
Daenerys, relajáos, no ha sido culpa vuestra, yo también soy novato en estos menesteres. No debemos tener prisa, nos hemos precipitado dejándonos llevar, no veíamos nada, respirad tranquila.
Respiró junto a ella y cogiendo con dulzura su rostro con una mano, la atrajo hacía sí de nuevo a horcajadas, y dándole un largo beso que antes de finalizar acabó en un leve mordisco en el labio inferior, con la mano libre colocó cuidadosamente su miembro y le hizo sentarse sobre él, despacio. Lo más suave que pudo.
Ya está. susurró contra sus labios sin dejar de mira esos ojos malva que le hipnoizaban.
La bella mujer corrió los pesados cortinajes dejándolos a oscuras, veían por la escasa luz que entraba entre la grieta que dejaba la unión de los cortinajes, escasa pero en principio suficiente.
Entonces Maron decidió que había llegado el momento de dejar los juegos a un lado, y entregarse al acto definitivo de amor. Intentó entrar en ella.
¿Todavia no, mi señor? Dijo Daenerys impaciente y volviendo a sentir los nervios del comienzo. ¿Y si no lo lograban?
No, espera. ¡Dioses Daenerys dejad de moveros! si no, no lo conseguiré jamás. Nadie le dijo al sureño que aquello fuese tan difícil.
-¡Ay! Eso era mi … Bueno , ¡No sé que era! ¡Por los Siete, en los libros no decía que fuese tan complicado! Comezaba a desesperarse, hiperventilaba y, casualmente, no era debido a alguna sensación relacionada con el placer.
Creo que… ahora... No. No entra.
La dragona resopló suavemente. Los nervios la hicieron detenerse, poner las manos cuidadosamente sobre los hombros de su esposo y erguir la espalda sentándose sobre el colchón. Corrió un poco el dosel y dejó que entrase la luz del cielo estrellado. Después se acercó a él preocupada y le besó el hombro. –¿Vos… Vos sabíais que esto sería tan difícil?¿Lo habíais hecho antes?¿Cómo podéis estar tranquilo? Yo… yo estoy que no me aguanto. ¿Y si es culpa mía? Jamás he hecho algo así y … ¡Dioses! Mi Príncipe, os ruego que me perdonéis. Quería que esta noche fuese perfecta y lo he estropeado todo. – tragó el angustioso nudo de su garganta.
El sureño suspiró tranquilo, no sabía exactamente porqué pero estaba en calma.
Daenerys, relajáos, no ha sido culpa vuestra, yo también soy novato en estos menesteres. No debemos tener prisa, nos hemos precipitado dejándonos llevar, no veíamos nada, respirad tranquila.
Respiró junto a ella y cogiendo con dulzura su rostro con una mano, la atrajo hacía sí de nuevo a horcajadas, y dándole un largo beso que antes de finalizar acabó en un leve mordisco en el labio inferior, con la mano libre colocó cuidadosamente su miembro y le hizo sentarse sobre él, despacio. Lo más suave que pudo.
Ya está. susurró contra sus labios sin dejar de mira esos ojos malva que le hipnoizaban.
Maron Martell- Nobleza
Re: [+18] Trama IV: Cuando el Deseo se hace Amor [Maron Martell]
Lo supo en el último beso; cuando los labios de su esposo se cerraron en torno a los de ella con la mayor decisión. Daenerys, consciente de lo que iba a suceder, se abrazó a su cuerpo y abrió con sutileza sus piernas un poco más para facilitarle el paso. Sin embargo, no todo fue como esperaban. Al parecer, ninguno de los dos atinaba en el lugar correcto y la oscuridad solo sumaba puntos en su contra. Varios minutos más tarde, la situación comenzaba a ser incómoda.
—¿Todavía no, mi señor?— cuestionó la muchacha que comenzaba a cohibirse.
—No; espera. ¡Dioses! ¡Daenerys, dejad de moveros! Sino, no lo conseguiré jamás.— ¿quién le hubiese dicho al dorniense que iba a resultarle tan difícil dar en el punto clave?
—¡Ay! Eso era mi… Bueno, ¡no sé qué era! ¡Por los Siete, en los libros no decía que fuese tan complicado!— Daenerys hiperventilaba, se enervaba más y más por momentos. Estaba desesperada —Creo que... ahora... No. No entra.— la hermosa muchacha resopló, se detuvo y, apartando suavemente a su esposo con las manos sobre sus hombros, se irguió sentándose sobre el lecho. Estiró el brazo para correr el dosel y permitir que la tenue luz de las estrellas los iluminase. Entonces, preocupada, se acercó un poco más a él y le besó el hombro tiernamente —¿Vos… Vos sabíais que esto sería tan difícil? ¿Lo habíais hecho antes? ¿Cómo podéis estar tan tranquilo? Yo… yo estoy que no me aguanto. ¿Y si es culpa mía? Jamás he hecho algo así y… ¡Dioses! Mi Príncipe, os ruego que me perdonéis. Quería que esta noche fuese perfecta y lo he estropeado todo.— mientras ella tragaba el nudo que se le había formado en la garganta, él suspiró con tranquilidad.
—Daenerys, relajáos; no ha sido culpa vuestra. Yo también soy novato en estos menesteres. No debemos tener prisa; nos hemos precipitado dejándonos llevar, no veíamos nada. Respirad tranquila.
Y así lo hizo. Respiró lenta y pausadamente acompañada de su esposo, quien dulcemente tomó su rostro con una mano y la guió nuevamente hacia él. Daenerys volvió a subirse a horcajadas sobre el cuerpo de su amante y recibió el hermoso y eterno beso en sus labios, lugar que el sureño mordió con sutileza. No le miró la mano cuando esta posicionaba su hombría en el lugar correcto; ella tan solo se humedeció los labios y se dejó llevar por el cuerpo de su marido, que la hacía sentarse suave y lentamente sobre él.
—Ya está.— le susurró con la boca pegada a la suya y los ojos claros perdidos en los suyos del color del amanecer.
Daenerys entornó la mirada y dejó escapar un pequeño y entrecortado gemido. Sintió el corazón darle un vuelco, el pulso deternérsele y el aire faltarle. Jamás antes había experimentado nada igual. Su interior, tan puro y virgen como el que debiera poseer la mismísima Doncella, aprisionaba el miembro del hombre envolviéndolo en una sensación de calor y humedad que resultaba exquisita. Llegado un momento, la dragona notó un pequeño tirón dentro de sí acompañado de un leve dolor que, pese a que durante unos instantes fue algo más agudo, no tardó en ir desapareciendo poco a poco. Pronunció un tenue quejido que no pudo resistir. En su virilidad, Maron pudo sentir la prueba de la inocencia empaparle ligeramente.
Muy despacio. Así fue como el Príncipe consiguió que su Princesa comenzase a disfrutar y descubriese lentamente el placer de entregarse a su hombre en cuerpo y alma. El vaivén que la bellísima figura femenina realizaba sobre las caderas masculinas se hacía cada vez más pronunciado, más cómodo, más intenso. Al cabo de muy poco tiempo, la boca de la mujer comenzó a dejar escapar los primeros gemidos de puro placer, aún suaves y delicados. Se abrazaba a su cuerpo como si temiese que la alejaran de sus brazos; el cariño, el amor y el deseo que Maron le brindaba le cegaba la mente. En uno de aquellos momentos abrió sus ojos; entonces, le vio. Le imaginó frente a ella con una expresión llena de ira y traición. De los ojos de la muchacha escapó una lágrima furtiva al ver al Dragón Negro ahogar un grito de dolor y desesperación. Asustada, volvió a dejar caer los párpados y decidió recostar la espalda de su esposo para no tener que mirar al frente. Las pupilas dilatadas del dorniense y sus labios entreabiertos y suspirantes delataban el placer que en aquellos momentos recorría cada centímetro de su cuerpo. Besó sus labios antes de erguir la espalda, apoyar una mano sobre el pecho del hombre y tomar una de las suyas con la que le quedaba libre, posándola en el límite entre su cadera y las nalgas. Entonces comenzó a moverse lentamente, no haciéndole entrar y salir de ella, sino danzando sobre él lenta y profundamente hacia delante y atrás, manteniéndole en su interior. Daenerys se mordió el labio entregándose al gozo del momento. Tras permitirle disfrutar del instante, decidió botar sobre él permitiéndole descubrir su interior tanto como pudo. Ahogó varios gemidos y pronunció otros tantos más potentes antes de sentirse al borde del éxtasis y decidir que aún no quería que terminase.
Por ello, y tras inclinarse para mordisquear suavemente sus labios, se separó de él rompiendo la unión física entre ambos. Con una mirada traviesa, gateó hacia atrás para bajar del lecho y comenzar un nuevo juego de pasión. Una vez más, le hizo seguirla, buscarla y atraparla. Cuando logró apresarla, la puso de cara a la pared presionando su cuerpo contra el de ella y provocándola nuevamente con caricias y mordiscos; en un pequeño despiste ella volvió a escapar, pero no tardó en ser capturada una vez más cuando agarró su brazo y la acercó a él para besarla apasionadamente. El desenfreno del momento fue tal que, de un pequeño salto, le rodeó con las piernas por la cintura mientras él la sostenía con una mano en los muslos y otra en el deshecho recogido de sus cabellos. Lo que Daenerys sintió chocar contra su espalda no fue la pared, sino parte de la gran puerta contra la que un rato antes había estado fingiendo. Al mismo tiempo, el miembro de su amante volvió a entrar en ella. Esta vez los gemidos eran más reales que la vida misma. No estuvieron mucho en aquella postura, ya que la piel de ambos amantes se humedecía y acaloraba cada vez más, provocando que las manos resbalasen lentamente. En un arrebato de atrevimiento, la pareja se dirigió hacia el gran ventanal de piedra, donde Daenerys apoyó sus brazos sacando parte del cuerpo hacia fuera mientras que Maron hundía las yemas de los dedos en la carne de sus caderas y la poseía desde atrás. Los suspiros pudieron volver a ser oídos por aquellos que atravesaban el patio y las salas circundantes en ese momento.
—¿Todavía no, mi señor?— cuestionó la muchacha que comenzaba a cohibirse.
—No; espera. ¡Dioses! ¡Daenerys, dejad de moveros! Sino, no lo conseguiré jamás.— ¿quién le hubiese dicho al dorniense que iba a resultarle tan difícil dar en el punto clave?
—¡Ay! Eso era mi… Bueno, ¡no sé qué era! ¡Por los Siete, en los libros no decía que fuese tan complicado!— Daenerys hiperventilaba, se enervaba más y más por momentos. Estaba desesperada —Creo que... ahora... No. No entra.— la hermosa muchacha resopló, se detuvo y, apartando suavemente a su esposo con las manos sobre sus hombros, se irguió sentándose sobre el lecho. Estiró el brazo para correr el dosel y permitir que la tenue luz de las estrellas los iluminase. Entonces, preocupada, se acercó un poco más a él y le besó el hombro tiernamente —¿Vos… Vos sabíais que esto sería tan difícil? ¿Lo habíais hecho antes? ¿Cómo podéis estar tan tranquilo? Yo… yo estoy que no me aguanto. ¿Y si es culpa mía? Jamás he hecho algo así y… ¡Dioses! Mi Príncipe, os ruego que me perdonéis. Quería que esta noche fuese perfecta y lo he estropeado todo.— mientras ella tragaba el nudo que se le había formado en la garganta, él suspiró con tranquilidad.
—Daenerys, relajáos; no ha sido culpa vuestra. Yo también soy novato en estos menesteres. No debemos tener prisa; nos hemos precipitado dejándonos llevar, no veíamos nada. Respirad tranquila.
Y así lo hizo. Respiró lenta y pausadamente acompañada de su esposo, quien dulcemente tomó su rostro con una mano y la guió nuevamente hacia él. Daenerys volvió a subirse a horcajadas sobre el cuerpo de su amante y recibió el hermoso y eterno beso en sus labios, lugar que el sureño mordió con sutileza. No le miró la mano cuando esta posicionaba su hombría en el lugar correcto; ella tan solo se humedeció los labios y se dejó llevar por el cuerpo de su marido, que la hacía sentarse suave y lentamente sobre él.
—Ya está.— le susurró con la boca pegada a la suya y los ojos claros perdidos en los suyos del color del amanecer.
Daenerys entornó la mirada y dejó escapar un pequeño y entrecortado gemido. Sintió el corazón darle un vuelco, el pulso deternérsele y el aire faltarle. Jamás antes había experimentado nada igual. Su interior, tan puro y virgen como el que debiera poseer la mismísima Doncella, aprisionaba el miembro del hombre envolviéndolo en una sensación de calor y humedad que resultaba exquisita. Llegado un momento, la dragona notó un pequeño tirón dentro de sí acompañado de un leve dolor que, pese a que durante unos instantes fue algo más agudo, no tardó en ir desapareciendo poco a poco. Pronunció un tenue quejido que no pudo resistir. En su virilidad, Maron pudo sentir la prueba de la inocencia empaparle ligeramente.
Muy despacio. Así fue como el Príncipe consiguió que su Princesa comenzase a disfrutar y descubriese lentamente el placer de entregarse a su hombre en cuerpo y alma. El vaivén que la bellísima figura femenina realizaba sobre las caderas masculinas se hacía cada vez más pronunciado, más cómodo, más intenso. Al cabo de muy poco tiempo, la boca de la mujer comenzó a dejar escapar los primeros gemidos de puro placer, aún suaves y delicados. Se abrazaba a su cuerpo como si temiese que la alejaran de sus brazos; el cariño, el amor y el deseo que Maron le brindaba le cegaba la mente. En uno de aquellos momentos abrió sus ojos; entonces, le vio. Le imaginó frente a ella con una expresión llena de ira y traición. De los ojos de la muchacha escapó una lágrima furtiva al ver al Dragón Negro ahogar un grito de dolor y desesperación. Asustada, volvió a dejar caer los párpados y decidió recostar la espalda de su esposo para no tener que mirar al frente. Las pupilas dilatadas del dorniense y sus labios entreabiertos y suspirantes delataban el placer que en aquellos momentos recorría cada centímetro de su cuerpo. Besó sus labios antes de erguir la espalda, apoyar una mano sobre el pecho del hombre y tomar una de las suyas con la que le quedaba libre, posándola en el límite entre su cadera y las nalgas. Entonces comenzó a moverse lentamente, no haciéndole entrar y salir de ella, sino danzando sobre él lenta y profundamente hacia delante y atrás, manteniéndole en su interior. Daenerys se mordió el labio entregándose al gozo del momento. Tras permitirle disfrutar del instante, decidió botar sobre él permitiéndole descubrir su interior tanto como pudo. Ahogó varios gemidos y pronunció otros tantos más potentes antes de sentirse al borde del éxtasis y decidir que aún no quería que terminase.
Por ello, y tras inclinarse para mordisquear suavemente sus labios, se separó de él rompiendo la unión física entre ambos. Con una mirada traviesa, gateó hacia atrás para bajar del lecho y comenzar un nuevo juego de pasión. Una vez más, le hizo seguirla, buscarla y atraparla. Cuando logró apresarla, la puso de cara a la pared presionando su cuerpo contra el de ella y provocándola nuevamente con caricias y mordiscos; en un pequeño despiste ella volvió a escapar, pero no tardó en ser capturada una vez más cuando agarró su brazo y la acercó a él para besarla apasionadamente. El desenfreno del momento fue tal que, de un pequeño salto, le rodeó con las piernas por la cintura mientras él la sostenía con una mano en los muslos y otra en el deshecho recogido de sus cabellos. Lo que Daenerys sintió chocar contra su espalda no fue la pared, sino parte de la gran puerta contra la que un rato antes había estado fingiendo. Al mismo tiempo, el miembro de su amante volvió a entrar en ella. Esta vez los gemidos eran más reales que la vida misma. No estuvieron mucho en aquella postura, ya que la piel de ambos amantes se humedecía y acaloraba cada vez más, provocando que las manos resbalasen lentamente. En un arrebato de atrevimiento, la pareja se dirigió hacia el gran ventanal de piedra, donde Daenerys apoyó sus brazos sacando parte del cuerpo hacia fuera mientras que Maron hundía las yemas de los dedos en la carne de sus caderas y la poseía desde atrás. Los suspiros pudieron volver a ser oídos por aquellos que atravesaban el patio y las salas circundantes en ese momento.
Daenerys Martell- Nobleza
Re: [+18] Trama IV: Cuando el Deseo se hace Amor [Maron Martell]
Una vez solucionado el pequeño percance, todo siguió sobre ruedas, sintió como le arrebataba lo más preciado para una doncella y cómo dejaba de serlo para convertirse en una mujer. De todos modos Maron fue despacio. Sabía que aquello podía ser doloroso para su esposa, le habían aconsejado sobre ello. Así que conteniendo sus instintos marcó un ritmo pausado moviéndose bajo ella.
Después Daenerys comenzó a llevar la iniciativa, marcando un ritmo más rápido y a la vez más profundo, Maron se mordió el labio disfrutando de cada movimiento de la figura femenina que encima suyo no se detenía. No pudo evitar recordar el baile que le regaló en privado en aquel camarote que compartieron una noche. La dragona sabía moverse, en todos los aspectos. Arrancó bufidos y gemidos, hizo resoplar al dorniense, demostrándole los placeres que sólo ella podía brindarle. Volviendole loco.
Cuando cambió de movimiento casi no pudo contenerse más, quería ser sutil pero aquello era demasiado y el placer y excitación crecían por momentos a cada movimiento de la bella mujer. Daenerys no se detenía y por el rostro y los ruiditos que emitía estaba disfrutando tanto como él, y justo cuando iba a alcanzar el orgasmo. Volvió ese lado juguetón de su compañera. El dorniense no habría sabido decir si lo que sintió en aquel momento era rabia o placer, enfado o disfrute. Pero la persiguió por toda la estancia en un incansable juego que acabó contra la puerta.
Claro que no aguantaron allí demasiado tiempo y olvidando toda vergüenza, toda timidez continuaron en el ventanal acariciados por la brisa nocturna. Maron alcanzó en aquel momento su límite no se contuvo más, no podía. Los gemidos de la Targaryen, sus movimientos, su cuerpo desnudo, esa mirada. Olvidó la sutileza, y abandonándose al placer, se dejó llevar. Sintió unas oleadas de calor recorrer su espalda, un gozo que jamás había experimentado, tirando del cabello plateado de su señora para que girase el rostro y enfrentarse a sus ojos malvas y a sus labios a la vez que derramaba su semilla en su interior.
Suspiró contra su rostro recuperando la respiración poco a poco, sin terminar de salir de ella.
Os amo Daenerys Martell…
Después Daenerys comenzó a llevar la iniciativa, marcando un ritmo más rápido y a la vez más profundo, Maron se mordió el labio disfrutando de cada movimiento de la figura femenina que encima suyo no se detenía. No pudo evitar recordar el baile que le regaló en privado en aquel camarote que compartieron una noche. La dragona sabía moverse, en todos los aspectos. Arrancó bufidos y gemidos, hizo resoplar al dorniense, demostrándole los placeres que sólo ella podía brindarle. Volviendole loco.
Cuando cambió de movimiento casi no pudo contenerse más, quería ser sutil pero aquello era demasiado y el placer y excitación crecían por momentos a cada movimiento de la bella mujer. Daenerys no se detenía y por el rostro y los ruiditos que emitía estaba disfrutando tanto como él, y justo cuando iba a alcanzar el orgasmo. Volvió ese lado juguetón de su compañera. El dorniense no habría sabido decir si lo que sintió en aquel momento era rabia o placer, enfado o disfrute. Pero la persiguió por toda la estancia en un incansable juego que acabó contra la puerta.
Claro que no aguantaron allí demasiado tiempo y olvidando toda vergüenza, toda timidez continuaron en el ventanal acariciados por la brisa nocturna. Maron alcanzó en aquel momento su límite no se contuvo más, no podía. Los gemidos de la Targaryen, sus movimientos, su cuerpo desnudo, esa mirada. Olvidó la sutileza, y abandonándose al placer, se dejó llevar. Sintió unas oleadas de calor recorrer su espalda, un gozo que jamás había experimentado, tirando del cabello plateado de su señora para que girase el rostro y enfrentarse a sus ojos malvas y a sus labios a la vez que derramaba su semilla en su interior.
Suspiró contra su rostro recuperando la respiración poco a poco, sin terminar de salir de ella.
Os amo Daenerys Martell…
Maron Martell- Nobleza
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