Bajo las estrellas [Mance Blackwood]

Había bailado con Bryn, que gruñó un poco, pero ella le había tirado del brazo, que les llevó al borde del deseo por unos segundos en los cuales la música sonó para los dos, se sintieron solos entre la gente, al ritmo de la música, sin nadie alrededor. Se separaron, sin ganas, con un Brynden gruñendo por otro motivo, negro y rojo mezclado en un baile para dos. Tuvo que huir a un lugar apartado, para recuperar un poco de aliento, respirar tranquila y pone en orden sus sentimientos, sus ideas, y colocar a Bry en el lugar adecuado, serenar el volcán que estaba a punto de estallar, recuperar su serenidad perdida, le miró de reojo, ¡maldito Ser Ríos! Ella había vivido en una sosegada paz, en un equilibrio, hasta esa cena en la que sitió sus labios por primera vez.

Con una copa de limonada se deslizó con la elegancia y discreción de la que hacía gala, hacia el jardín, intentado pasar desapercibida, aunque su cabello rubio platino, no era, en verdad, un buen camuflaje, y daba pistas de su origen valiryo. La vista del jardín sobre la bahía de Antigua era espectacular, al fondo se podían ver los farolillos que iluminaban las pequeñas embarcaciones de los pescadores bajura. La música sonaba en el interior del salón, deliciosa, vio las evoluciones de su sobrino al danzar con la joven Lannister, formaba una pareja perfecta. No sería una mala unión, sólo había que intentar que ambos no cometieran una tontería que provocara el enfado de ambas familias. La bastarda sonrió a Bryn mientras el alzaba una copa a modo de saludo, mientras charlaba con unos caballeros.

El claroscuro del jardín la permitió esconderse, sentada en un banco de mármol, semiluminada por la, ahora, estática y lejana luz del faro. Bebió un pequeño sorbo de limonada, tranquila, dejando atrás sus tareas de Diplomática de la Corona, un leve ruido seguido por un carraspeo, la sacó de sus pensamientos, volvió el rostro hacia la semioscuridad, en un lapso de tiempo se arrepintió, Bryn la regañaría, por separarse de la gente, pero estaba convencida que algun cuervo de su hermano estaría cerca, no estaban seguros en Antigua, eso la diría. Mi señor, disculpad, no os había visto, saludó al hombre consciente de su indefensión.

La dama, se relajó al ver que era un caballero que, en apariencia, no era enemigo potencial, solo era un hombre que huía como ella a un lugar más tranquilo, encantada de conoceros, Ser Mance. Soy Lady Shiera, hermana de Su Majestad, le dijo con una sonrisa, así que pertenecéis a la zona de los Ríos, es una hermosa comarca, con abundante agua, que en algunos lugares, es un bien muy preciado, hace años estuve allí, de joven, y me pareció muy hermosa vuestra tierra.

La dama se levantó para saludar al hombre con aspecto de estar muy acalorado, y con una cierta cara de aburrimiento, parecía haber sucumbido al tedio reinante en el banquete, alzó su copa y tomó un sorbo de limonada, era un hombre joven, con toda la característica cortesía que tenían los habitantes del Tridente. No me habéis interrumpido, en realidad huía del jaleo estridente del salón, desde niña no me han gustado estas parafernalias, puedo estar un momento, pero luego me aburren soberanamente, no obstante me parecía demasiado pronto para desaparecer, lo podrían considerar un insulto, y me he escondido unos momentos, así que guardarme el secreto, y os dejo refugiaros conmigo en este oscuro rincón.

La brisa que se levantó era deliciosa olía a mar y sal, sin embargo un pequeño aroma de jazmín bañaba la atmósfera, entre los arbustos vio uno de los cuervos de su hermano, que por supuesto, no descuidaba su protección, hasta cierto punto un pequeño placer, como esto durara, jugaría a esquivarlo, como de pequeña hacía con los guardias de su padre, aunque tenía que reconocer que estos estaban demasiado bien entrenados. Aunque deseaba escapar buscando la soledad, no le importaba hablar con alguien, así que considero educado comentar el evento que habían presenciado.

La verdad, mi señor, es que los lores de Antigua se han esmerado en preparar este festival, aunque el Cuervo y ella no fueran bienvenidos, cosa que se apreciaba entre los partidarios de los Tyerell, el caso es que a ella no le importaba lo más mínimo, solo tenía que vigilar que su sobrino pequeño no se metiera en líos, observar al pequeño de los Martell, que se había acercado a su hermano rebelde, esperaba que Brynden estuviera al tanto de esas maniobras de su cuñado, cosa que, con toda seguridad habría observado, pues no se le escapaba nada.